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Uno hace la diferencia- Lic. Yehuda Ribco

Tema publicado con la autorización del More Yehuda Ribco
UNO HACE LA DIFERENCIA
Lic. Prof. Yehuda Ribco // Tammuz 22, 5763 – 22/7/2003
Tomado de la Parasha Bemidbar Matot (“Tribus”)
Este corresponde leer la parashá llamada Matot («Tribus») junto a Masei («Etapas»), que son la novena y la última del cuarto tomo de la Torá, el sefer Bemidbar, conocido en español como «Números».
El mundo es tan diverso, son tantas las actividades humanas, variadas líneas de conocimiento nos cruzan, innumerables son los campos de estudio y acción, que difícilmente podemos tener una perspectiva general de lo que está aconteciendo. Seguir leyendo Uno hace la diferencia- Lic. Yehuda Ribco

Jesús: rebelión en contra del Eterno

Muchas personas me han consultado qué pasa con las personas que
dicen creer que Jesús (con cualquiera de sus alias, ieshu, yeshua,
etc.) no es un dios, pero que es el Mesías.
¿Ellos son idólatras?

La respuesta es: SÍ.

Primero, porque dicen no creer en la deidad de tal mítico personaje,
pero comparten dogmas, ritos y libros «sagrados» con las religiones que
adoran a Jesús como deidad.
Dicen no creer en su deidad, pero le
rezan; o bendicen en su nombre; entre otras conductas netamente
idolátricas y belicosas en contra del Eterno.
REZAN EN SU NOMBRE, porque su idolátrico libro dice «que sobre todo nombre». LE REZAN a Jesús.
Eso, lisa y llanamente es idolatría.

Sabemos que los que son fieles del Eterno únicamente le rezan (oran, imploran, claman, etc.) al Eterno, a nada ni nadie más.
Sin intermediarios, sin santos, sin hijos, ni ángeles.
Porque poner a alguien en el medio es idolatría, o un turbulento camino que conduce directamente a ella.

Segundo. Siguen con devota fidelidad a un dios de una religión ajena
a Dios. Aunque sinceramente no crean que Jesús sea una deidad (cosa que
dudo, porque hasta ahora todos los que dicen eso, finalmente creen que
es una deidad), están tomando como referencia fundamental en su vida a
un mítico personaje que ha sido deificado por sus fieles.
Eso es, por supuesto, idolatría.
Por ejemplo, si una persona no come carne de vaca, porque es vegetariano y no quiere matar animales para comer, no hay problema.
Pero si uno no come carne de vaca porque para los hindúes es una deidad, ¿no está actuando motivado por creencias idolátricas?
Quizás
con sinceridad diga que no cree que la vaca sea una deidad, es algo
ridículo pensar eso… pero está igualmente incurriendo en idolatría.

Tercero. Supongamos que Jesús haya existido, y haya sido un rabino
(ambas cosas SABEMOS que son falsas, pues, no existió el personaje
adorado por millones, ni fue rabino); ¿cuál fue su aporte positivo por
lo cual debiéramos tenerlo presente?
La respuesta: ninguna.
Lo
que el libro mítico y mitológico llamado nuevo testamento menciona como
«grandes enseñanzas» de este personaje, carecen de cualquier novedad o
valor.
Ni en las cosas buenas, ni en las cosas malas.
Nada, pero NADA, de lo que se dice que dijo es original o guarda alguna validez.
De
hecho, lo poquito rescatable de sus prédicas, queda manchado
groseramente por sus pérfidas prédicas de desprecio por la Torá, rencor
en contra de Israel, blasfemia.
Por tanto, en esta postura, seguir a Jesús, es andar por un camino que lleva directamente a lo que se opone al Eterno.
Por tanto, tobogán a la idolatría.

Cuarta. Hay personas que con sinceridad creen la mentira de que
Jesús ha sido el Mesías. Pero, si se tomaran el tiempo para estudiar
las evidencias que presentamos en este sitio, así como las otras
publicadas por personas de valor, encontrarán que Jesús en nada cumplió
las profecías mesiánicas. NO fue el Mesías, por la sencilla razón que
jamás fue rey de Israel, ni tuvo la capacidad para ejercer el rol que
las profecías indican para el Mesías.
Por lo cual, ser seguidor de
Jesús por admitir el delirio y engaño de que fue el Mesías es vivir en
una nube de mentiras, que rechazan las profecías, que repudian el orden
que el Eterno ha impuesto.
Quizás a primera vista esto no fuera
idolatría, pero indudablemente NO es el camino de santidad que el
Eterno ha dictado para las personas.
Por otra parte, esta vida de
falsedad, de apego a la mentira absurda, finalmente termina arrastrando
a los dogmas de la idolatría, que adoran a este personaje como si fuera
una deidad.

Les aconsejo que estudien las decenas de textos que hemos escrito,
tanto las que demuestran el engaño que es Jesús, así como la verdadera
identidad del Mashiaj, para que adquieran sabiduría y entiendan el
peligro en el cual se ponen al abrazar, aunque sea mínimamente, el
error y el pecado de Jesús.

En conclusión, las personas (judías o gentiles) que aman y respetan al Eterno,
se apartan completamente de cualquier adhesión,
por mínima que sea,
a Jesús (o cualquiera de sus alias que usen).

Espero que quede claro, y más personas se aparten del mal para hacer el bien.

Cuidado con los mercaderes de la KABBALAH

Hemos enseñado en varias oportunidades que el verdadero estudio de la CABALÁ está reservado para un pequeño grupo de estudiosos.
Varones judíos, de edad madura, saludables física y emocionalmente, casados, estudiosos profundos de Torá Escrita y Oral, que sean guiados por maestros de CABALÁ por las sendas correctas para su crecimiento.

Los motivos que tiene nuestra sagrada Tradición para estos férreos requerimientos no tienen nada que ver con mantener el conocimiento apartado de las personas, ni como método para que una elite se apodere de sitiales que no le corresponde, o por intolerante desprecio hacia los que no alcanzan estas pautas.
Son motivos basados en el anhelo de que el estudio de CABALÁ sea saludable y beneficioso, para el que trata de estudiarla, quien está enseñado, y el entorno.

Al respecto les quiero traer a colación una historia real.
Está consignada en el Talmud (Jaguigá 14b), y dice lo siguiente:

"Enseñaron nuestro maestros: Cuatro ingresaron al huerto  ((PARDES: Paraíso, huerto – nombre simbólico para indicar el conocimiento profundo de la Torá, lo que se conoce como CABALÁ)).
Ben Azai y Ben Zoma, Ajer y Rabí Akiva.
Cuando llegaron Rabí Akiva les advirtio: ‘Cuando vean piedras relucientes no digan "agua, agua"; porque allí no se admiten las mentiras ni los dobleces, es el mundo de la Verdad.’
Ben Azai contempló [en los misterios de la Creación] y murió.
Ben Zoma contempló y quedó desequilibrado mentalmente.
Ajer creyó vislumbrar y se apartó de la senda, haciéndose rebelde en contra del Eterno.
Rabí Akiva salió en paz e integridad."

Expliquemos muy rápida y brevemente.

Ben Azai no estaba físicamente apto para enfrentar el conocimiento profundo, algo en su cuerpo se lesionó (quizás su corazón, o la presión, vaya uno a saber) y pereció por no tolerar el impacto del conocimiento.

Ben Zoma no estaba preparado mentalmente, al punto que enloqueció. Quedó prisionero de sus trastornadas ideas. Confundido por el poderoso encuentro con el conocimiento profundo.
Ésta es una reacción muy frecuente en aquellos que pisotean sin derecho las riberas del conocimiento de la CABALÁ y pierden su cabeza. Comienzan a delirar, o quizás acentúan rasgos mentalmente enfermos que ya padecían.

Ajer (Elisha ben Abuiá) no estaba entrenado o maduro emocionalmente. No contempló realmente nada de la esfera profunda de la Torá, sino que proyecto sus propias creencias y deseos en la pantalla profunda de la CABALÁ. Esto lo llevó rápidamente por el camino del mal, de la herejía, de la rebelión, de la negación de la Divina Providencia.
Por desgracia, muchísimos de los que son embaucados por los modernos piratas-mercaderes de supuesta Kabbalah, están en esta misma categoría. Ansían el dominio de sus emociones, buscan remedios y soluciones a sus pesares emocionales, buscan respuestas a sus terrores internos, pero finalmente terminan siendo manipulados, maniatados, confundidos, llevados a la derrota espiritual a causa de su esclavitud emocional.
Se convierten en "ajer", ajeno, otro, alienado, lejano, miembros de sectas o grupos sumamente tóxicos y perjudiciales.
Éste es el más grave peligro, y tristemente el que más se está comprobando a diario.

Rabí Akiva, era un hombre maduro en todos sus planos, saludable, estudioso de la Torá con excelencia, judío que cumplía cabalmente con los mandamientos de la Torá; es decir, cumplía con los requisitos indispensables para ingresar al profundo mundo del conocimiento de la CABALÁ, aprender, aprovechar y salir enriquecido de este contacto.

Tenlo presente, por favor.

AUTOESTIMA Capitulo 2.

CAPÍTULO 2

PERSPECTIVAS

Las hermanas Levine llegaron intencionalmente al hotel unas horas antes de la hora fijada para la primera clase. Desde el momento en que Gail le informó a su hermana mayor Elaine, que planeaba extender su estancia en Israel y tomar estudios de tiempo completo en un seminario para mujeres judías recién observantes, fue como si una cuña se hubiera metido entre ellas. Extrovertida y segura de sí misma, Elaine nunca entendió completamente a su tranquila y más tímida hermana. Pero ahora que su hermana menor se había vuelto ortodoxa — y tenía que estarse recordando a sí misma no usar esa etiqueta enfrente de ella— temía que la grieta entre ellas se ensanchara hasta que no quedara nada de su relación.

Mientras paseaban y platicaban por los alrededores del hotel, lo primero que notó Elaine acerca de su hermana menor fue una confianza interna que nunca antes había reflejado. No era una confianza arrogante — Elaine estaba convencida que Gail era incapaz de ser arrogante — sino una serena seguridad en sí misma. Estaba feliz y triste por este pensamiento. Feliz porque su hermana había encontrado algo, pero triste porque ese ‘algo’ era un ‘algo’ con el que ella sentía, nunca se iba a poder relacionar.

Gail —Elaine remarcó—, estoy feliz de que hayas encontrado tanto significado en tu nuevo estilo de vida, pero confío que no esperes que yo cambie por ti. He venido acá ante todo para compartir momentos muy necesarios con mi hermana, y no para oír a un hombre exponer las maravillas de la sociedad patriarcal.

Ahí estás otra vez —Gail replicó—. ¿Por qué cada palabra tuya debe contener una insinuación negativa acerca de mis creencias?

¿A qué te refieres?

—‘Patriarcal’. Tú sabes al igual que yo, que las feministas lo usan en un sentido despectivo. ¿Cómo puede ser que luches por la igualdad y la eliminación de prejuicios, pero cuando se trata del judaísmo, el sistema de creencia de tu propio pueblo, no dudas en usar adjetivos que indican desprecio y tonos con aire de superioridad?

Escucha hermanita, me has tenido caminando sobre cáscaras de huevo desde nuestra última conversación. Tengo miedo de expresarme. Si quieres que tenga un buen fin de semana, debo ser yo misma. No puedo tener miedo de decir lo que pienso.

A mí no me importa si dices lo que piensas. Todo lo que te pido es que estés un poco más consciente acerca de ciertos términos que expresan insensibilidad hacia la gente y a las cosas con las que yo me he identificado.

Eso es justo. Si digo algo ofensivo, quiero que me lo digas. Pero, al mismo tiempo, debo decir lo que pienso. No quiero tener que preocuparme de desenmascarar un sistema de creencia por lo que es.

¿Tienes miedo que puedas cimbrar las raíces de mis creencias?

Francamente sí.

Bien, he realizado un profundo examen de conciencia y me siento confiada acerca de las cosas que sé. Eso no quiere decir que sé todo, pero si hay algo que no conozco, estoy segura que hay maestros que serán capaces de darme buenas respuestas. Así que no te preocupes por mí.

Si ésa es la forma en que te sientes, entonces contéstame esto: ¿cómo puede una mujer inteligente como tú involucrarse en una religión dominada por los hombres? Y nota que no usé la palabra patriarcal.

Gracias por tu sensibilidad. Contestando a tu pregunta, Elaine, no te has dado cuenta qué tan central y elevado es el papel que la mujer judía desempeña en los círculos de Torá. De hecho, supera por mucho, cualquier cosa que el mundo secular pueda ofrecer.1

¿Cómo puedes decir eso?

El mundo secular ve únicamente las cosas en términos económicos o de poder político. Si una mujer no gana salarios iguales o no maneja el mismo poder político que un hombre, se considera oprimida. Pero la opresión no es resultado primario de fuerzas externas como el dinero o el poder del voto. Existen muchas mujeres prósperas e independientes que están infelices consigo mismas, debido a algún sometimiento interno o debido a que sienten que el reconocimiento externo que la sociedad les da es poco más que superficial. Y, por el otro lado, hay muchas mujeres en hogares observantes de la Torá, que pasan la mayor parte de su día criando niños y pendientes de sus casas, que están felices y realizadas porque tienen una autoestima genuina y porque son apreciadas genuinamente por sus familias, su comunidad y su pueblo.

Y también hay muchas amas de casa infelices.

Pero finalmente, la felicidad no depende de lo económico o de lo político. Sé que esto probablemente te sonará ingenuo, pero existe una manera espiritual de ver las cosas que es totalmente ajena a la manera en que fuimos educadas. En el enfoque de la Torá, cada ser humano es un individuo que juega un papel único en el Plan Divino de la creación, ya sea pobre o rico, hombre o mujer, intelectual o simple. No sé si puedo transmitirte rápidamente el entendimiento que he adquirido el último par de años, pero el papel de la mujer no es inferior al del hombre. Sólo es diferente. Cuando superas ciertas apariencias que el mundo secular afirma que son inferiores, el papel de la mujer judía es mucho más de lo que el mundo secular puede ofrecer.

No puedo entender cómo puedes decir eso. Sin embargo, la verdad es que algunas de mis amigas y colegas están buscando alternativas espirituales. Parece ser una tendencia prometedora. Si tú crees que debajo de la superficie existe finalmente una igualdad, quisiera aceptar que eres sincera. Más aún, voy a admitir otra cosa, si crees que yo no estoy consciente que existen feministas rencorosas, ilusas e incluso antisemitas, estás equivocada. Pero déjame cambiar de tema y preguntarte otra cosa.

Precisamente en ese momento, por el otro lado, se acercaba un hombre con la cabeza gacha, parecía absorto en sus pensamientos.

Éste es el rabino que dará las clases principales —le murmuró Gail a Elaine—. Éste es el momento perfecto para presentarnos, Si tienes una pregunta realmente difícil, es el momento de hacerla. Y no te detengas. Sé tú misma, sólo recuerda ser comprensiva.

Elaine realmente no sentía gran necesidad de preguntarle algo al rabino, pero si iba a preguntar algo, inmediatamente se dijo que iba a ser ‘ella misma’. Sin embargo, Gail empezó a hablar primero.

Rabino, mi nombre es Gail. ¿Recuerda que hablé con usted hace algunas semanas en Israel?

Sí, y ésta debe ser tu hermana de la cual me hablaste. Gusto en conocerte.

Igualmente, —dijo Elaine.

Rabino, —dijo Gail—, mi hermana tiene muchas preguntas.

Entonces ha venido al seminario correcto.

Vamos Elaine, pregúntale al rabino tus dudas.

Rabino, —respondió Elaine—, mi hermana está un poco ansiosa por mí. Realmente estoy aquí para visitarla, no por mi propio interés. Mis preguntas realmente no son teológicas, sino acerca de su bienestar. Y para ser honesta, estoy un poco preocupada por ella. Estoy preocupada por el estilo de vida en el que se ha estado involucrando.

¿Qué te preocupa exactamente?

Fuimos educadas en un hogar muy liberal, donde el intelecto y la independencia eran estimulados. De hecho, cuando crecí y me empecé a desarrollar intelectualmente, llegué a cuestionar algunos de los valores de mis padres, que a pesar de que eran lo que ellos llamaban liberales, para mí eran muy tradicionales. En todo caso, ahora mi hermana se ha ido aparentemente al otro lado. Se ha vuelto muy tradicional en su perspectiva. Mucho más de lo que yo me podía haber imaginado. Y eso me preocupa. Usted verá, intelectualmente, no podría estar más en desacuerdo con los orto…, quiero decir con el judaísmo tradicional. Soy una pensadora independiente. Y aun poniendo a un lado el tema del papel de la mujer en el judaísmo, no puedo entender cómo algunos de los valores morales del judaísmo existen todavía. Éste es un mundo moderno. No estamos viviendo en la Edad Media.

¿Puedes ser más específica?

Tome la institución del matrimonio por ejemplo. ¿Qué derecho tiene su Torá para prohibir ciertas relaciones matrimoniales? Si dos personas tienen placer una con la otra, ¿qué puede tener de malo?

La respuesta más directa, con la que comprendo puedas tener dificultades, es que D–os lo prohibe. Por supuesto, uno primero tiene que estar de acuerdo conque existe un D–os y que la Torá es la fuente de Su voluntad para nosotros. Una vez que estamos de acuerdo en esto, sin embargo, la primera pregunta no es qué es lo que mi mente racional piensa que es bueno o malo, sino qué es lo que la Torá dice.2

Entonces, si uno no acepta la primera premisa, es decir, que existe un D–os, no hay nada de malo en ello, —argumentó Elaine.

El que uno no crea en D–os, no Lo hace desaparecer súbitamente, —respondió el rabino—. La existencia de D–os es una verdad objetiva, independientemente de las creencias subjetivas de la persona.

Eso es lo que usted dice. Yo digo de otra manera. Usted tiene que aceptar que mi manera de ver las cosas es tan legítima como la suya.

El que yo lo acepte o no es irrelevante. No hace que la existencia de D–os sea menos real y, si Él prohibe ciertas cosas, entonces el hacer esas cosas es malo, no importando lo que tú o yo pensemos.

Yo lo veo en esta forma, —dijo Elaine—, una persona puede tener dos deseos: hacer lo correcto y ocuparse en cierta actividad. Si la actividad deseada no se opone con el deseo más dominante de hacer lo correcto, entonces, realizas la actividad; si se opone, entonces no la realizas. Pero, si no puedes comprender por qué la actividad deseada está mal, igual la vas hacer. Yo no deseo hacer mal. Si yo no considero mala la actividad con la que me deseo ocupar, la voy hacer. Para poder considerarla mala, sin embargo, debo saber por qué, entender por qué, reconocer por qué. Sólo entonces seré capaz de abstenerme.

Pensando así, estás convirtiendo a tu mente en el árbitro final del bien y el mal.

¿Qué hay de malo con eso? Si no puedo confiar en mi mente, ¿en qué puedo confiar?

Tu mente es sólo una herramienta de tu voluntad. Si profundamente dentro de ti deseas algo, tu mente te va a apoyar no importando qué tan equivocada estés. El ejemplo clásico son los nazis. Su odio contra los judíos estaba tan arraigado en la psique de los alemanes europeos, que era una segunda naturaleza. Todo lo que Hitler hizo fue dar apoyo intelectual a la gente para expresar su voluntad. Es por eso, que si tú le hubieras preguntado a un nazi que si su trato a los judíos era inmoral, te hubiera contestado directamente a la cara, ‘No’. Su intelecto habría apoyado su voluntad. Los judíos eran alimañas. Eran parásitos. Tenían un plan para controlar el mundo. Él y Hitler le estaban haciendo un gran servicio a la humanidad matando judíos y estableciendo a la raza aria como los dueños del mundo.

Usted no puede usar a los nazis como un ejemplo de la debilidad del intelecto.

Al contrario. En general, el pueblo alemán era considerado como uno de los pueblos más avanzados intelectualmente en la historia del mundo, poseyendo las más renombradas universidades. Y ¿tú sabías que más de un tercio de los comandantes de los campos de concentración tenías doctorados de universidades? El punto es que si una persona – cualquier persona – quiere involucrarse en un asesinato o una relación prohibida, esta persona tenderá a desarrollar una filosofía para acomodar sus deseos, no importando qué tan dotada esté. La mente racional es una herramienta de la voluntad. Es como una marioneta de las pasiones humanas para discernir la verdad. Por lo tanto no se puede depender sólo de ella para juzgar entre el bien y el mal.

Pero la religión judía no puede ser verdad. Ha sido usada por los hombres para oprimir a las mujeres.

Eso no es verdad.

Sí lo es. No puede negar que en un típico shtetl europeo, se esperaba que las mujeres se quedaran en su casa, trabajaran extremadamente duro y permanecieran ignorantes. Si esto no es opresión, entonces no sé lo que es.

Primero, si las mujeres estaban oprimidas, era porque los judíos estaban oprimidos. Los hombres tenían que resistir la opresión de la pobreza y la persecución, no menos que las mujeres. Dentro del hogar judío promedio, no obstante, había respeto, dignidad y honor para todos, especialmente para la mujer. Cuando Shabat llegaba, aun la casa más pobre se transformaba en un palacio de tranquilidad; la mujer, nos enseña la Torá, es el epítome de Shabat. Ella es la eshet jayil, ‘mujer valiosa’, la Reina de Shabat, que irradia tranquilidad y fuerza interior. El Talmud nos dice que por el mérito de las mujeres justas, el pueblo judío fue salvado de Egipto.3 En forma similar, se nos enseña que en el futuro vamos a merecer la redención debido a las mujeres justas. El pueblo judío ha resistido los últimos 2,000 años en el exilio explícitamente por las mujeres quienes fortalecieron el hogar judío, y todo erudito judío sabe esto.

¿Cómo es que las mujeres judías eran ignorantes?

Ése es un mito creado por los librepensadores. Las mujeres judías tenían que ser educadas en todos los detalles de la ley de la Torá que eran relevantes para ellas si iban a dirigir una casa completamente observante. Y esto es un conjunto extremadamente vasto de leyes y detalles. Si las mujeres judías de la actualidad tan solo supieran una fracción de la información que nuestras tatarabuelas sabían, no estaríamos en este terrible callejón en el que estamos. Y aún más allá de las innumerables y minuciosas leyes que debían saber, esas mujeres judías poseían un temor a D–os tan profundo que impregnaba su hogar. No es una exageración decir que la mujer judía ha sido el verdadero cimiento para las grandes figuras de Torá a través de los tiempos.

Ése es el problema. ¿Por qué necesitamos temer a D–os? Tenemos ciencia. Tenemos tecnología. Tenemos conocimiento. ¿Para qué necesito a D–os si tengo mi propia mente?

Ésa es la intolerancia del punto de vista secular; no ganaron nada arrojando a D–os. Todo lo que hicieron fue hacer de la mente humana su dios. Una y otra vez, las ideologías fabricadas por el hombre no han producido nada más que sistemas que oprimen a otros. Nadie puede negar el hecho que algo define la realidad por ellos. Mientras que los judíos observantes de la Torá confían en el D–os de la Torá, el Creador de la ‘realidad’, que es benévolo, omnisciente y verdadero pastor de Su pueblo, un librepensador pone su confianza en la mente humana, este instrumento siempre moldeable que puede ser manipulado muy ingeniosamente y de manera relativamente fácil.

Pero de acuerdo a lo que usted está diciendo, —respondió Elaine—, una persona nunca debería pensar. La mente es inútil.

D–os no quiera. La mente es una maravillosa y vital herramienta.

Pero usted dijo que es algo en lo que no se puede confiar.

Sí, cuando se mantiene sola sin ninguna guía divina, o cuando una persona es esclava de sus deseos materiales o egoístas, de su propia voluntad. Sin embargo, cuando la persona lucha contra sus deseos egoístas para buscar apegarse a la Voluntad Divina, entonces la mente se vuelve un instrumento vital para discernir la verdad y aplicarla a circunstancias particulares de la vida.

Todo lo que estoy diciendo es que la mente por sí sola es limitada, y la historia ha comprobado una y otra vez qué tan imperfecta es. Por lo tanto, probablemente lo más racional que una persona puede buscar es la Voluntad Divina y afinar su mente para estar en armonía con ella.

No puedo aceptar lo que usted está diciendo. Yo tengo que hacer las cosas si les encuentro sentido. Y solamente me voy abstener de hacer cosas que no tienen sentido para mí. Es retrógrado pensar en atenerse al argumento de la Voluntad Divina.

No es retrógrado. Es la idea más progresista. Atenerse a la mente humana es la forma de la moralidad pre-Sinaí. Antes de la revelación en el Monte Sinaí, la moralidad se definía con la razón humana; eran llamados los siete mandamientos de Noaj. Cuando D–os dio la Torá en el Monte Sinaí, los siete mandamientos de Noaj se volvieron anticuados.

¿Qué son los siete mandamientos de Noaj?

Son siete leyes que apelan a la mente racional, tales como no robar, no asesinar, no ser un adúltero, etc. Desde el tiempo de Noaj y, continuando hasta la actualidad, los no judíos son responsables de cuidar los siete mandamientos universales porque son dictados por la lógica. Sin embargo, por ejemplo, esto es lo que hace la observancia de ‘no robar’ para los judíos diferente a la de los no judíos.

¿El mandamiento judío de no robar es diferente al de los no judíos?

Sí. Pregúntale a un justo gentil por qué no debe robar y él te va a decir que si no hubiera respeto por la propiedad de otros, no habría ley ni orden. La sociedad se destruiría. Por lo tanto, la sociedad debe tener leyes para disuadir el robo y castigar a aquéllos que roban. En otras palabras, la prohibición en contra del robo, como de todos los otros siete mandamientos, tienen una filosofía. Y la filosofía dicta la ley.

Cualquier religión basada en los siete mandamientos de Noaj, es una religión válida, —continuó el rabino—. Y más gentiles deberían ser seguidores fervientes de tales religiones. Sin embargo, cuando una ley es ley porque se adapta al entendimiento humano, está, por definición, limitada al entendimiento humano. Un judío, por el otro lado, es parte del pueblo que estuvo parado al pie del Monte Sinaí donde D–os reveló el bien y el mal, lo moral y lo inmoral; esto está finalmente más allá de la razón humana. Para un judío del Sinaí, la ley dicta la filosofía. Y ya que es una ley divina, las razones filosóficas subyacentes deben ser las razones filosóficas fundamentales. Por otro lado, ya que la ley de la Torá es divina, esas razones no son necesariamente comprensibles a la limitada mente humana.

Por lo tanto, un judío no roba porque D–os le ordenó no robar, no porque tenga sentido el tener leyes en contra del robo. Si por alguna razón, de su mente surge un racional que le permita robar, aun así, no debe robar porque la Torá le dijo que no.4 Por ejemplo, si un judío toma dinero de otro y aunque tenga la intención de regresarlo inmediatamente, está, no obstante, transgrediendo el mandamiento de no robar. O digamos que un pobre toma diez dólares de un millonario. Es un ladrón. Él debe tener fe en que D–os sabe que él necesita dinero y que si tiene derecho a ese dinero, lo va obtener por una vía legítima.

Pero ¿el millonario no lo necesita? —preguntó Elaine.

Eso no importa. La persona no sólo tiene una obligación social de no robar, tiene obligación consigo misma y con D os. D–os va a emparejar las cosas al final. El judío se debe apegar a la Voluntad Divina, porque es Divina, no porque le parece que tiene sentido la mayor parte del tiempo. Y ésta es una forma de moralidad más elevada que confiar en valores morales creados y definidos por la mente humana.

Y ¿qué si la Voluntad Divina es irracional?

Si verdaderamente es divina, no es irracional. Te puede parecer, a veces, estar más allá de la perspectiva racional humana, pero esto no la hace irracional. Las razones de D–os son supra–racionales, no racionales. Y es por esto, que creemos que seguir la Torá porque es la voluntad de D–os es más elevado que seguirla porque se adapta a lo que uno piensa que es correcto y bueno.

Simplemente me es muy difícil aceptarlo.

Me doy cuenta que para ti debe ser muy difícil aceptar este punto y respeto tu derecho a ser escéptica. Espero que seas una buscadora de la verdad. Tienes un fin de semana entero para explorar los temas con mayor profundidad. Mi sugerencia es que suspendas temporalmente tu escepticismo a fin de que puedas ver otra perspectiva bajo una nueva luz. Te podría sorprender cuánto sentido tiene.

Rabino, —dijo Elaine con una seriedad no revelada previamente—, no estoy aquí para ver la luz. Y no estoy aquí para tener una mente abierta acerca de la religión. Estoy aquí porque estoy preocupada por mi hermana menor. Y ésta es la única razón por la que estoy aquí. Quizá ha encontrado algo que ella cree la hace feliz, pero en esencia, yo sé que está huyendo de sí misma.

¡Elaine! —dijo Gail impactada.

Gail, déjame decir mi opinión. Tú sabes que me es muy importante expresar mis pensamientos. Gail, existe un nuevo mundo de oportunidades para las mujeres. Está lejos de ser perfecto, pero ¿por qué querría una mujer en esta época enclaustrarse a sí misma en una religión patriarcal y opresiva?

Elaine, déjame decirte algo. Estás muy equivocada acerca de esto. Primero, la Torá no me prohibe, si yo lo escojo así, perseguir las oportunidades de una carrera que tú crees es tan importante. Segundo, yo no estoy huyendo de mí misma. En mi búsqueda encontré algo que tú, nuestros padres y sus amigos, y nuestros compañeros dimos por sentado. Quizá, tú y ellos son los que están huyendo de sí mismos, sumergiéndose en carreras o filosofías seculares que no pueden llegar al descubrimiento de uno mismo, a la verdad y la realización que acompaña a la Torá.

Pero la religión es el opio de las masas, Gail.

En la actualidad, el humanismo, el laicismo, el materialismo y otros similares son el opio de las masas.

Dices eso solamente porque la religión es una forma fácil y conveniente de sentirse seguro en un mundo inseguro.

Y tú lo dices solamente porque el laicisismo, o lo que sea que tú representas, es una forma fácil y conveniente de deshacerse de la responsabilidad de ser el pueblo elegido, de vivir la Torá.

Si puedo intervenir, —dijo el rabino—, yo creo que las dos tienen buenos puntos: Gail desde su perspectiva e Elaine desde la suya. Admito que estoy de tu lado en este argumento, —dijo el rabino dirigiéndose a Gail—, pero no puedes esperar que tu hermana mayor piense de otra manera en este momento. Ella no ha experimentado lo que tú. Y —dijo dirigiéndose a Elaine—, si realmente tienes en mente el mejor interés por tu hermana, trata de entender su perspectiva, en lugar de criticarla y esperando que la deseche de la noche a la mañana.

Pero yo me siento responsable hacia ella y creo que se ha involucrado con la gente equivocada, —dijo Elaine—. Está huyendo de sí misma,

Y ¿qué yo es ése? —preguntó el rabino.

El yo de la mujer moderna que puede pensar independientemente,

¿Qué hay acerca de su yo judío? ¿Está huyendo de él?

Quizá no, pero yo no pienso que sea importante.

Entonces, qué hay acerca de su yo humano, el yo que es único en cada ser humano, sea éste hombre o mujer, judío o no judío, —preguntó el rabino—. ¿Está huyendo de él?

Supongo que depende de cómo usted defina ese yo.

Estarás de acuerdo entonces, que el único aspecto de ser humano, es el conocimiento de que uno existe, de que uno tiene la capacidad de cuestionarse ¿para qué existo? Después de todo, una mesa no sabe para qué existe. Un animal no conoce para qué existe. Nada más el ser humano se hace la pregunta: ¿para qué existo?

No voy a estar en desacuerdo con usted, —dijo Elaine—, pero es por eso que tenemos la ciencia, que nos ha dado acceso para conocernos a nosotros mismos y de conocer nuestro lugar en el universo como nunca antes. Ha habido una explosión de conocimiento en el último siglo. Deje que Gail se convierta en científica si quiere descubrir los secretos del universo.

Entiendo tu punto, —respondió el rabino—. La luna, las estrellas, los lugares más alejados del espacio; el cuerpo, los órganos, los microorganismos; la humanidad, como un todo, ha explorado el espacio exterior y el espacio interior hasta el punto que ha acumulado una increíble cantidad de conocimientos sobre virtualmente todo. Sin embargo, yo sostengo que un tema permanece muy desconocido, poco investigado. De hecho, este tema no es solamente el menos conocido, sino el que menos se desea conocer. La naturaleza humana incluso rechaza el pensamiento de investigarlo.

¿Qué? ¿La religión?

No. El propio yo de la persona. La actividad más dolorosa para una persona es girar todos los grandes microscopios y telescopios hacia el interior de sí mismo para examinar quién es y para qué existe. Ésta es la ruina hasta de los idealistas en la actualidad. Políticos, humanitarios, ecologistas, aun la gente que pelea por los derechos de los animales y que ponen en sus automóviles, ‘Yo freno por los animales’, cuida y se preocupa por todo en el mundo, pero cuando llega a ese pequeño ‘yo’, todo se ignora. Deliberadamente se comprometen en cuanta buena causa haya alguna vez sido inventada, sólo para acallar su conciencia que sabe que deberían estar usando ese esfuerzo para conocerse a sí mismos, para descubrir quiénes son y de cómo deberían estar realizando el ‘porqué’ del universo.

Es por esto que tu hermana no está huyendo de sí misma, —concluyó el rabino—. Ella ha mostrado independencia de espíritu para elevarse sobre las tendencias populares, intelectuales o idealistas de su generación, que a pesar de su brillo y deslumbrante cantidad, no abordan satisfactoriamente la cuestión más esencial: ¿para qué estamos aquí? No obstante, tu hermana ha ido directamente al corazón del asunto. Fue capaz de mirar más allá de un aspecto que pudo haberla desilusionado cuando era menor, porque ella quiere la verdad. Ella quiere saber: ¿por qué? La mayoría de las personas pueden estar huyendo de sí mismas, pero tu hermana no lo está haciendo.

Seguro, —replicó Elaine—, la gente huye de sí misma. Pero ¿quién dice que usted tiene las respuestas? ¿Quién dice que hay una respuesta? ¿Qué si no existe respuesta del porqué estamos acá?

Ésas son preguntas legítimas. Si son sinceras y tú eres una persona honesta, tengo confianza en que encontrarás las respuestas a ellas un día.

No en la religión. No en el judaísmo ultraortodoxo.

¿Cómo puedes estar tan segura? ¿Alguna vez investigaste la Torá como tu hermana lo hizo?

No, yo no veo qué pueda ganar con eso.

Pero puede ser que tu verdadero yo se encuentre detrás de esa puerta que tú has cerrado, arrojado la llave, y concluido que está vacía sin nunca haberla abierto. Recuerda, no importa qué tan inteligente sea una persona, existe una tendencia a escapar de uno mismo, de escapar de lo que está más cerca al corazón.

Conozco lo suficiente para saber que no puede ser verdad.

¿Alguna vez estudiaste de fuentes primarias, de personas que siguen la Torá? Y no estoy hablando de lo que escuchaste de extraños, leíste en el New York Times, o estudiaste en una clase de religiones del mundo. Estoy hablando acerca de ti, de ti misma. ¿Alguna vez trataste de vivir entre judíos observantes de la Torá y sinceramente trataste de aprender sus costumbres? ¿Alguna vez trataste de hacerlo por dos años? ¿Dos meses? ¿Dos semanas? ¿Alguna vez hablaste francamente con un judío realmente conocedor de la Torá?

No puedo decir que lo haya hecho, pero no es importante para mí. No es realmente parte del yo con el que me identifico.

Pero tú eres judía ¿no es así?

Sí.

¿No crees que merece consideración junto con el hecho de que eres una mujer, una estadounidense, un ser humano nacido en el siglo veinte? ¿No crees que por lo menos merece que tú tengas tu mente algo abierta en relación a ello?

No. Pienso que no soy capaz de tener una mente abierta acerca de ello.

Acepto tu honestidad. Y la respeto. Pero, ¿al menos puedes entender por qué tu hermana piensa que merece consideración y tiempo? —el rabino hizo una pausa y luego agregó—. Por la razón que hayas decidido venir a visitarla este fin de semana, ya estás acá. Trata de aprovechar la situación. Si no puedes tener una mente abierta por tu propio bien, por lo menos sé lo suficientemente abierta para ser capaz de obtener un mayor entendimiento acerca de lo que tu hermana es.

Déjela ser abierta acerca de mi punto de vista.

Ella lo era. Crecieron juntas en la misma casa; fueron a la misma escuela, leyeron los mismos libros, vieron los mismos programas de televisión. Ella ya pudo ver el mundo de alguna manera como tú lo ves. Ahora tienes una oportunidad por primera vez de empezar a ver el mundo como ella ha llegado a verlo.

No estoy aquí para decirte qué hacer, —concluyó el rabino—. Sin embargo, tienes un fin de semana entero con tu hermana que ha hecho grandes cambios en estos dos últimos años. Tú no puedes llegar a entenderla si no te pones tú misma, por lo menos un poco, en su lugar. Y este fin de semana es un enfrentamiento con lo que ella ha estado haciendo por más de dos años. Ella no te va abandonar a ti ni a tu familia. Tendrás todo el tiempo que necesites para platicar con ella. Ahora tienes la oportunidad única de aprender acerca de algo que es muy importante para ella. Por lo tanto, si no por otra razón, espero que te quedes.

De cualquier forma, tengo que disculparme, —dijo el rabino—, porque todavía tengo mucho que preparar. Estaré más que complacido de continuar esta conversación después que el seminario haya empezado. Mientras tanto, disfruten su tiempo juntas.

 

Por el RAV. AZRIEL TAUBER.

¡Flores en el interior….

Era otro momento duro por el que pasaba…parecia no tener fin… cuando el More  me enseño  esta hermosa frase "Aprender a ver las flores en mi interior! recuerdo que me dijo " hay gente que la conocemos y que le tenemos confianza, que sabemos que ud. es un jardin ……. aunque otros digan que es un bote de basura…… yo prefiero seguir escuchando que es un jardin porque es la verdad!!!  En el momento fue algo que me colmo de emocion..saber que alguien confiaba en mis capacidades para salir adelante, ahora con el paso de los meses, veo estas frases plasmadas en mi vida, en mi progreso, me doy cuenta que no solo  aprendi a ver dentro mio,  sino tambien en los demas, porque todos podemos sentir dolor y soledad a causa de los demas y de uno mismo…cuando nos dejamos dominar por el desprecio ajeno y viceversa. Creo que esos son los  momentos  en que debemos tener mas fuerza, valor y sobre todo amor por  El Eterno y la vida con sus innumerables presentes que  nos ha regalado, comprender que somos sumamente valiosos y queridos,  aprender a descubrir las maravillosas capacidades y potencial con que fuimos creados y reflejarlas en nuestra vida con amor, agradecimiento y alegria por los miles de regalos que trae consigo.
Puedo decirles con certeza que siento una tranquilidad inmensa y no la puedo explicar, solo se que confio mucho en el Eterno, es la razon de mi vida, cada paso que doy lo hago pensado si estaria correcto, si Le gustraria de mi y vivo con ese deseo.
Todo se lo debo al querido More Yehuda Ribco, que me levanto del fondo para enseñarme a vivir… puedo estar mas tranquila pese a los contratiempos que se presentan, es un gran tesoro toda su sabiduria!!!
 
Deseaba compartir con uds. una de las tantas frases de aliento que el  More me dio y ayudaron a cambiar mi forma de ver y sentir la vida.  Realmente me gustaria que muchas personas disfruten de esta bella experiencia que es la CTerapia.  Ciertamente para mi fue algo asi como…"pedir ayuda para vivir o seguir muriendo" y doy gracias cada momento al Eterno que me encamino hacia esta opcion.
 
Muchas veces me pregunto… si en el momento por el que pasaba recibir estos conocimientos
fue algo tan maravilloso, cuanto mas sera disfrutarlo en las mejores circunstancias, simplemente para llevar una vida acorde al Eterno, quiero decir … no esperemos a sentirnos mal, tenemos la ayuda profesional idonea en el More, demos el primer paso para aprender a disfrutar y descubrir lo hermosa que puede ser la vida!!!.
 
"Si confiamos en Di-s, sabemos que ahi esta la semilla de algo bueno que nacera"
 
Shalom y Bendiciones!!!
 
Tatiana.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 12

  Einstein es autor de la teoría del chivo expiatorio que, sin embargo, es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe…   En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

 


 

Unidad 12: Teorías acerca de la judeofobia; una perspectiva

Por: Gustavo Perednik   

Hemos transitado un camino de odio sin parangón. Le pusimos el nombre apropiado y delineamos la mitología que lo sostuvo. Vimos la verdad del sacerdote Edward Flannery cuando escribió que la judeofobia "es el odio más antiguo y más profundo de la historia humana. Otros odios pudieron haberlo sobrepasado en un momento determinado, pero todos ellos regresaron oportunamente a un papel apropiado en el basurero de la historia".

Uno de los propósitos centrales de nuestro curso es precisamente despertar la conciencia acerca de la singularidad del fenómeno, un monstruo de dimensiones que no permiten reducirlo a simple "prejuicio de grupo", como a veces hacen personas bienintencionadas, judíos y no-judíos por igual. Un ejemplo bastará para explicarnos.

Ana Frank escribió en su diario íntimo durante el Holocausto: "Quién nos ha infligido este mal? Quién nos ha hecho a los judíos diferentes de todos los pueblos? Quién ha permitido que suframos tan terriblemente hasta ahora?… Siempre permaneceremos judíos, y así lo deseamos". Sin embargo, los autores de la versión de Broadway del Diario de Ana Frank le hacen decir a la nia: "No somos el único pueblo que ha debido sufrir… a veces es una raza y a veces otra…" Con esta metamorfosis la judeofobia queda universalizada, y pasa artificialmente a ser parte de un odio más general y abarcativo. Este método no ayuda a entender el fenómeno. Por ello en ésta, nuestra última clase, intentaremos no caer en el error, y explicaremos la judeofobia sin privarla de su singularidad.

Cinco Pensamientos Sionistas

Albert Einstein escribió la siguiente parábola: Una vez un joven pastor le dijo a un caballo: "Tú eres el animal más noble de la Tierra. Tu felicidad sería completa si no fuera por el ciervo traicionero. Desde su juventud viene trabajando para que sus patas corran más que las tuyas. Así se te adelanta a los pozos de agua. Pero no desesperes. Mi sabiduría y mi guía te liberarán de tu estado ignominioso". Enceguido por envidia y odio por el ciervo, el caballo aceptó. Se sometió a la brida del pastor, perdió su libertad y fue esclavo del joven. El caballo representa un pueblo; el joven, una clase o pandilla que aspira al poder absoluto; el ciervo, a los judíos. El caballo sufre, y cuando ve al ágil ciervo su vanidad es aguijoneada.

La explicación de Einstein se conoce como la teoría del chivo expiatorio, según la cual la judeofobia es orquestada por líderes que desean desviar el descontento popular. Al confrontarse con su inhabilidad para satisfacer a sus subordinados, los gobernantes frecuentemente recurrieron a buscar "el Otro", algún grupo distinto de la mayoría, a fin de achacarle el descontento reinante. En la historia europea, los judíos fueron el "Otro" más permanente.

Sin embargo, la teoría del chivo expiatorio es insuficiente. Ella se limita a describir cómo la judeofobia puede utilizarse, pero no por qué existe. Para que haya chivo expiatorio judío, los judeófobos deben estar allí desde el comienzo. Además, no todo estallido judeofóbico fue el resultado directo de que reyes o jefes desviaran resentimientos.

El hecho es que una vez que la judeofobia se arraigó en la cultura europea, cobró vida propia, y fue transmitida de padres a hijos generación tras generación. Esa "vida propia" es nuestro tema, no sus usos múltiples. La judeofobia fue parte del "sentido común" en la mayor parte de las sociedades europeas una vez cristianizadas. En la primera clase citamos al húngaro que definía como judeófobo a quien "odia a los judíos más de lo necesario". Ese "sentido común" sobrevivía mucho después de que se olvidara quién los puso en funcionamiento y por qué.

Los mitos que estudiamos fueron el intento de la sociedad gentil de justificar este odio culturalmente aceptado y heredado. Los gentiles no atacaron a los judíos "debido a que" creían que éstos habían matado a Dios. Casi al revés: fueron creando el mito del deicidio a fin de atacar a los judíos y de este modo ventilar sus frustraciones e ira, y descargarlas en los hombros de una población indefensa.

En cuanto a por qué precisamente los judíos debieron ser "ciervos", Einstein da un paso más allá del chivo emisario, y dice: "Porque había judíos entre todas las naciones y porque estaban demasiado dispersos como para poder defenderse a sí mismos contra la violencia desatada contra ellos".

En otras palabras, los judíos serían atacados por su indefensión. La hipótesis fue planteada allá por 1860 por Peretz Smolenskin, un filósofo del nacionalismo judío que fundó el mensuario hebreo Hashajar. Para Smolenskin, las raíces de la judeofobia yacen en el desprecio ante la inferioridad nacional de los judíos, y por ello el mal podía revertirse sólo si había una autoafirmación práctica de la nación judía. Smolenskin no se equivocó cuando advertía que los ataques judeofóbicos en Rusia y en Alemania no eran aberraciones temporarias como querían unos, sino el adelanto de horrores peores que vendrían.

Muchos otros pensadores sionistas tuvieron la visión de percibir ese carácter dinámico e insaciable de la judeofobia. Algunos sugirieron que acechaba aun la destrucción física total de los judíos. Uno fue Moisés Lilienblum quien al presenciar los pogroms de 1881, atribuyó las raíces de la judeofobia a instintos hostiles de la sociedad gentil. Ningún decreto de igualdad podría garantizar la convivencia con los judíos. Al usar el término "instintos", Lilienblum aludía a la antigedad y la profundidad de la judeofobia, que permitían una manipulación fácil y constante.

Su contemporáneo León Pinsker coincidió, pero fue aun más lejos (tal vez demasiado): como la judeofobia es una enfermedad hereditaria que puede rastrearse a más de dos mil aos, es sencillamente incurable. Incluso la refutación racional más convincente de todos y cada uno de sus mitos, no tendría éxito en desmantelar los su estructura mental y su práctica, ni tampoco el impulso maligno que la alimenta. Como vimos, Pinsker acuó la palabra "judeofobia". Para él, los judíos eran un "pueblo fantasma". El mundo veía en ellos la horrorosa imagen de un cadáver caminante. Carecían de unidad, estructura, tierra y bandera, eran un pueblo que había cesado de existir y sin embargo continuaban con una semblanza de vida. Eran siempre huéspedes y nunca anfitriones. Y como el miedo a los fantasmas es innato, dice Pinsker, no sorprende que este temor crezca aun más cuando se trata de una nación aparentemente muerta, que se muestra como viva. Ese encono abstracto, casi platónico, llevó al mundo a ver en los judíos como grupo, la responsabilidad por los crímenes (reales o supuestos) de cada uno de sus miembros. El terror del fantasma judío fue heredado y fortalecido con el transcurso de innumerables generaciones. La judeofobia era para Pinsker una hija bastarda de la demonología. Con profundas raíces en todas las razas, el miedo al judío-fantasma era una psicosis hereditaria.

En los aos cuarenta, otro visionario sionista, Zeev Jabotinsky, hablaba del "antisemitismo de las cosas" en contraste con el "antisemitismo de los hombres". En algunos casos la judeofobia era parte de la sociedad y no necesitaba de la aquiescencia de los hombres. Volvía una y otra vez incluso si no se la provocaba.

Todas esas explicaciones fueron formuladas por pensadores sionistas, que vieron en la judeofobia una respuesta casi instintiva de las naciones hacia el judío desprotegido. La desprotección de los judíos, a pesar del mito judeofóbico que seala lo contrario, era (y es) evidente. Los judíos no pudieron evitar que un tercio de ellos fuera asesinado hace medio siglo; ni siquiera lograron convencer a los gobiernos occidentales a bombardear los campos de la muerte o las vías férreas que conducían hacia ellos, ni que EE.UU. declarara la guerra a Hitler (Washington entró tardíamente a la guerra en respuesta a la agresión japonesa en Pearl Harbor).

Las teorías presentadas son por ende sionistas, porque intentan enfrentar la judeofobia por medio de darles a los judíos poder real para de, como por ejemplo en un Estado propio. Pero además de las teorías de la indefensión, hay muchas otras. Hasta el momento ningún trabajo las ha presentado todas. Siguen algunas, categorizadas en cuatro disciplinas.

Sociología y Psicología

Las teorías sociológicas se centran en qué rol le cupo a los judíos en diversas sociedades, rol que los expuso a un encono especial. Por ejemplo ser prestamistas durante la Edad Media, o "siervos de cámara" de reyes y nobles, o colectores de impuestos de los campesinos. Por estos roles, Fritz Lentz ve en la judeofobia una forma del rencor que puede sentir el proletario hacia los ricos.

Desde una perspectiva similar, Bernard Lazare contendió en El anti-Semitismo, su historia y sus causas (1894) que la utilidad de la judeofobia era que empujaría el socialismo (Lazare se corrigió después del caso Dreyfus). Las explicaciones económicas llegan hasta a atribuir a los judíos todo el sistema económico, tal como Henri Pirenne hace derivar de ellos el advenimiento de la modernidad, o Werner Sombart, quien en 1911 consideró que los judíos eran la causa del capitalismo.

Hechas estas exageraciones a un lado, debemos tener en cuenta que los factores económicos no crean la judeofobia; sólo la exacerban. Los judíos fueron perseguidos en los estados económicos más diversos. Más judeofobia sufrieron las masas pobres de Rusia que los empresarios del Canadá. En cierto modo, la posición socioeconómica de los judíos fue consecuencia (y no causa) de la judeofobia. Si los judíos se dedicaron a prestar dinero, es porque las probabilidades de las inminentes expulsiones los obligaban a invertir en contante y sonante, y no en propiedades. O porque la posesión de tierras les era prohibida. O porque otras profesiones les estaban vedadas en corporaciones que sólo aceptaban cristianos. Así lo resumieron Prager y Telushkin: "Los judíos no fueron odiados porque prestaban dinero. Prestaban dinero porque eran odiados".

En muchas ocasiones, entonces, los judíos aparentaban poder porque sus cargos los transformaban en cara pública de las elites que gobernaban. Algo similar ocurre cuando ejercen de abogados, médicos, maestros, psicólogos o asistentes sociales, y por ello parecen detentar un poder en rigor inexistente.

La explicación sociológica arguye que como los judíos parecen tener poder, son blanco predilecto de la ira cuando el sistema social acucia a los sectores más necesitados. De acuerdo con Michael Lerner en esto precisamente radica la singularidad de la opresión de los judíos: una vulnerabilidad escondida, sin que importe cuánta seguridad económica o influencia política lleguen a tener judíos en el plano individual. Los judíos no pueden estar seguros de que no serán nuevamente blancos de ataques populares si la sociedad en la que viven entra en períodos de grave presión económica o conflictos políticos.

Pero para entender por qué los judíos parecen tener poder, debemos dejar la economía y sumergirnos en la psicología. Las teorías psicológicas sobre la judeofobia resuelven una falla de las teorías económicas: a diferencias de éstas, revisan más al victimario que a la víctima. Una muy difundida teoría psicológica fue la de Jean-Paul Sartre, quien describió (1966) al judeófobo como "el hombre que tiene miedo. No de los judíos sino de sí mismo, de su propia conciencia, de su libertad…" Para Sartre, la judeofobia es "el miedo de estar vivo".

A pesar de su mentada ventaja la teoría psicológica es insuficiente, porque considera la judeofobia virtualmente como una psicopatología. La judeofobia es maldad, pero la maldad no es una enfermedad.

Filosofía y Antropología

Michael Lerner atribuye la judeofobia parcialmente al impulso antiautoritario del judaísmo, con su implícito desafío a toda clase gobernante. Elites en el mundo antiguo tendían a gobernar por medio de una combinación de la fuerza bruta y una ideología que exaltara la estructura social como estática y sagrada. A veces se usaban los viejos mitos de dioses gobernando la naturaleza, y otras la racionalidad de Platón en La Repblica. En ambos casos, la existencia judía era el testimonio viviente de que esos mitos e ideologías eran invenciones para perpetuar las necesidades de los gobernantes. Los judíos, por el contrario, exhibían una historia según la cual habían podido superar el escalón social más degradado, la esclavitud, y pasaron a gobernarse exitosamente a sí mismos. Mientras los judíos existieran, las elites estaban equivocadas y podía cuestionarse su gobierno.

Esta faceta de la historia judía podría haberse salteado si la narración de los orígenes judíos se hubiera mantenido en cuentos infrecuentes. Pero la religión judía en su conjunto se basaba en contar y volver a contar esa historia. La piedra angular de la observancia judía, el Shabat, debía conmemorarse "en recuerdo del Exodo de Egipto", y separaba un día en el cual ningún poder terrenal podía hacer que el judío trabajase. La mera idea de que el oprimido ponía los límites de la opresión era en sí revolucionaria, la primera gran real victoria contra el esclavizador, y un recuerdo permanente de que la opresión podía superarse.

No importaba cuán intensa y desesperadamente judíos en el plano individual trataban de soslayar esos aspectos de su religión, y de identificarse con los poderes imperiales y sus valores. El espíritu de libertad hacía del judío el pueblo más rebelde de la antigedad, el pueblo que con mayor tenacidad se rebeló contra el poder helenístico y luego el romano.

Los judíos se diferenciaban precisamente porque seguían normas que parecían subvertir el orden establecido, ni se subordinaban a los poderes imperiales. Esto estimulaba la desconfianza de los gobernantes, que deseaban que sus súbditos descreyeran del judío antes de que al confraternizar oyeran los ideales de libertad de los judíos.

Otro teórico del asunto, Maurice Samuel, entre 1924 y 1950 mostraba a la judeofobia no como un problema judío, sino una aflicción de los gentiles a la que los judíos debieron habituarse. El judío le ha puesto al mundo los grilletes de la ley moral. Por ello el hombre occidental lo recela, en "el gran odio" del alma amoral pagana. Una posición similar asumen Prager y Telushkin en su Por qué los judíos? de 1983: la más alta calidad de la vida judía despertaría la envidia constante e intransigente del mundo no-judío.

Por su parte, Eliane Amado Levy-Valensi ofreció su propia interpretación durante los aos sesenta: la judeofobia es el resultado del fracaso de los gentiles al robar la historia judía para ellos. "El judaísmo era ya una religión antigua que poseía una gran literatura, con grandes héroes y sabios en su pasado, y además una promesa divina de un futuro más glorioso. El cristianismo no poseía ello. Desde el mismo comienzo, por lo tanto, los cristianos reclamaron la Biblia, al principio como antesala de Jesús pero luego como exclusivamente suya". La lucha de los palestinos podría ser explicada desde la misma perspectiva. Incluso Jesús es presentado por ellos como "un palestino". La falta de una larga historia propia, produce una clase especial de envidia hacia el largo pasado de los judíos.

Aunque ninguna teoría puede explicarla totalmente, la combinación de varias de ellas puede ser útil para entender la enfermedad social que es la judeofobia.

Conclusiones

Nuestra revisión de la judeofobia puede llevarnos a varias conclusiones, a saber:

  1. La judeofobia le permite a la gente ventilar sus instintos sádicos. Uno puede violentar, humillar y matar, y tendrá un aparato ideológico entero antiguo y establecido, que viene a defender la libre brutalidad.
  2. Al combatir a los judíos, un pueblo del que mucho se ha escrito y hablado, el judeófobo se siente más importante que si enfrentara a un grupo desconocido.
  3. Como grupo, los judíos muchas veces despiertan sentimientos de culpa entre los gentiles. Ello puede deberse al hecho de que la moralidad fue virtualmente iniciada con la Biblia de los judíos, y por ello encarnarían las prohibiciones éticas, o si no por la forma en la que los judíos fueron perseguidos (ésta no sólopuede despertar sentimientos de culpa, sino también temor, ya que podría suponerse algún tipo de venganza).
  4. La judeofobia es una actitud intrínsecamente irracional de una sociedad generalmente racional. Un judío es atacado como tal, y si otro judío reacciona ante la agresión, es cuestionado por etnocéntrico, preocupado sólo por los propios. Los comunistas (y para el caso, también por ejemplo la BBC de Londres) sostenían que no deseaban enfatizar el aspecto judío de las víctimas para que su defensa no fuera demasiado estrecha. Si consideramos los dos últimos ataques contra la comunidad judía en la Argentina (la Embajada en 1992 y la AMIA en 1994) en ambos casos surgieron voces que acusaban a los judíos de haber sido los perpetradores y los provocaban a que ellos dieran las explicaciones del caso. El judío es atacado y se pone en la defensiva.
    Constantin Brunner destacó la irracionalidad de la judeofobia, como un egoísmo grupal contrapuesto al pensamiento racional. Pero no consideró suficientemente la característica más notoria de esta irracionalidad, y es que muchas veces es exhibida por gente muy racional, lo que le da mayor credibilidad. En el caso de Voltaire dijimos que la judeofobia puede torcer la razón del más razonable, y en el caso de Alemania en forma conjunta, la judeofobia floreció y llegó a su clímax precisamente en el país de la filosofía, con apoyo activo de gigantes del pensamiento desde Fichte y Wagner hasta Heidegger. Muchos cabecillas nazis eran intelectuales y artistas.
  5. Las fuentes de la judeofobia son notoriamente hipócritas. Los judíos fueron quemados en la hoguera por la religión del amor, calumniados por los precursores de un iluminismo fraternal, y discriminados por la ideología de la igualdad.
  6. La judeofobia es practicada en por lo menos dos niveles. Uno es directo y agresivo, el otro es sutil y consiste en pasar por alto el primer nivel. En otras palabras, uno puede revisar el odio antijudío no sólo al mirar qué se siente frente a los judíos sino, y mejor aún, qué se opina de los judeófobos. En artículo de mi autoría (que puedo enviar por E-mail al estudiante interesado) muestro cómo se dio esa judeofobia solapada en el caso de la mencionada novela La Bolsa de Julián Martel.

En cuanto al caso de la Iglesia, su rol en la historia de la judeofobia fue central y paradójico. Así lo definió James Darmesteter en 1892: "El odio de la gente contra el judío es obra de la Iglesia, que los protege de las furias que ella misma ha desatado". Algo similar puede decirse de los ataques obsesivos que sufre Israel. La ONU no es responsable por el terrorismo contra los judíos, pero por medio de reiteradamente perdonar ese terror y sistemáticamente condenar a Israel, alienta al terrorista haciéndolo sentir socio de la comunidad internacional en su lucha contra el sionismo.

Muchos coincidirían con el arzobispo Theodor Kohn (m.1915), él mismo una víctima de la judeofobia racial, en el hecho de que "es una condición enferma que sólo el tiempo podrá curar". Pero aparentemente el paso del tiempo de por sí no es suficiente y debe producirse acción. La Iglesia es uno de los factores que está en mejores condiciones para producirla. En la repelencia pots-Holocausto frente a lo que la Europa cristiana le había hecho a los judíos, la Iglesia Católica ha eliminado sus oraciones y enseanzas más agresivas. Pero aún no se ha comprometido en una consideración de raíz acerca de cómo ella misma ha generado judeofobia. Poco esfuerzo se ha hecho para instruir a los cristianos sobre el rol que el cristianismo en general tuvo en generar una cultura judeofóbica, y la mayoría de los cristianos permanecen inconscientes de ello.

El poeta católico francés Paul Claudel escribió varias obras sobre la confrontación entre la judería y la cristiandad. Paulatinamente fue liberándose del prejuicio tradicional y desarrolló una visión original del pueblo judío. Su conciencia acerca de la responsabilidad de la cristiandad por el Holocausto, lo llevó a sugerir a su embajador en el Vaticano, en 1945, que el Papa instituyera una ceremonia de expiación por los crímenes perpetrados contra los judíos. Del mismo modo, durante el juicio contra Eichmann en Jerusalem (1961) obispos alemanes pidieron de todos los católicos alemanes que pronunciaran una plegaria pidiendo perdón. Y en 1994, cuando el Vaticano finalmente estableció relaciones con el Estado de Israel, William Rees-Mogg publicó en el Times de Londres un llamado a un acto de contrición general: "Las iglesias cristianas deberían hacer algún acto formal de contrición por lo que ha ocurrido en estos dos mil aos… debemos disculparnos por las matanzas, por la Inquisición, por los ghettos, por los distintivos, las expulsiones, las acusaciones del asesinato ritual, y por sobre todo, por el fracaso de la cristiandad en percibir a tiempo, o denunciar a tiempo, la maldad del Holocausto en toda su dimensión".

Con estas reflexiones el curso llega a su fin. Quiero agradecerles vuestros comentarios y preguntas, y la profundidad con la que muchos han encarado el tema. Espero que el material provisto les sirva en vuestras actividades y estudios. Mi dirección de E-mail gustavop@jazo.org.il; permanece abierta para todos, y siempre será un gusto aclararles dudas, enviarles material, o intercambiar ideas.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 10

  A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique, Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el judío"…  Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el establishment comunista, que desde el comienzo negó específicamente a los judíos el derecho de autodefinirse…  La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo era: la campaña fue llevada a cabo según veremos, bajo el epíteto de antisionista.

 


 

Unidad 10: Rusia: entre Zares y Soviets (II)

Por: Gustavo Perednik   

A diferencia de Marx y otros socialistas sobre los que veníamos reflexionando, el arquitecto de la revolución bolchevique, Vladimir Lenin, demostró estar exento de judeofobia. Al oponerse a la judeofobia de los zares afirmó que "ningún grupo nacional en Rusia está tan oprimido y perseguido como el judío". De este modo Lenin pasó un doble examen: la admisión pública del sufrimiento israelita, y la predisposición a combatir la judeofobia.

Una tercera prueba de la que salió airoso es que nunca usó políticamente el odio antijudío. Por ejemplo, en sus discusiones con el Bund (partido socialista judío) Lenin no endilgó a su judeidad ser causa (ni siquiera parte) del problema. Tampoco se dejó arrastrar a ello cuando una joven hebrea atentó contra su vida.

Lamentablemente la actitud personal de Lenin fue eclipsada por el establishment comunista, que desde el comienzo negó específicamente a los judíos el derecho de autodefinirse. Sólo a ellos se prohibió toda aspiración nacional (no nos referimos solamente a la religión, ya que aquí los judíos no tuvieron el monopolio de la hostilidad comunista). El idioma hebreo fue declarado subversivo y se envió a prisión a quienes lo ense¤aban o estudiaban. Más aún, el gobierno comunista destruyó sistemáticamente la vibrante vida comunitaria judía en Rusia.

La judeofobia se transformó, según August Bebel, en "el socialismo de los tontos", con la salvedad de que por primera vez un movimiento judeofóbico se ocupaba en insistir que no lo era: la campa¤a fue llevada a cabo según veremos, bajo el epíteto de antisionista.

Desde 1919 el sionismo fue definido como movimiento contrarrevolucionario. Junto con él fueron prohibidas las cientos de escuelas judías del país. Los ejecutores de la obra de destrucción fueron principalmente las fieles Ievsektzia (secciones judías del Partido Comunista).

Después de la muerte de Lenin en 1924, José Stalin se transformó en dictador de Rusia por tres décadas. Durante ese lapso la judeofobia soviética se desembozó (el odio personal de Stalin por los judíos es evidente, entre otras fuentes, en las memorias de su hija). El "problema judío" era el que presentaba un grupo con características de pueblo pero para el que tal definición estaba ideológicamente prohibida (porque no podían exhibir con claridad territorio e idioma en común).

Para "problema" se propuso la solución de Birobidzhán, un área de 35.000 km2 en el lejano Este. Por medio del traslado de los judíos allí, el gobierno podía detener la expansión japonesa (el territorio linda con Machuria) y al mismo tiempo arrancar apoyo financiero de los judíos del exterior. Asimismo, las Ievsektsia veían en Birobidzhán una alternativa contra el sionismo.

El 28 de marzo de 1928 se tomó la decisión y unos días después comenzó la migración. Ese a¤o se prohibió toda publicación en hebreo y muchos escritores judíos fueron arrestados, mientras en Birobidzhán se establecían varias escuelas, un teatro y un periódico en ídish. Incluso mil quinientos judíos comunistas inmigraron desde el exterior. A pesar de la propaganda, empero, salvo el a¤o récord de 1941, los israelitas nunca llegaron a ser ni el diez por ciento de la población general de la región.

Para 1930, como las Ievsektsia habían conseguido la destrucción de la mayor parte de la vida cultural judía en la URSS, pasaron a ser innecesarias para el régimen y se procedió a su expedita eliminación. Sus líderes, aunque habían sido fieles stalinistas, fueron ejecutados (incluido el jefe Simón Dimanstein) o murieron en la cárcel (como el editor del diario Moishe Lirvakov). Como vimos en el caso alemán, ni siquiera la respuesta del auto-odio salvó a los intelectuales judíos. Osip Mandelshtam, uno de los más refinados poetas rusos de la historia, a pesar de haberse declarado "alérgico a los olores judíos y a los sonidos de la jerga judía" fue arrestado en 1934 y murió en un campo de detención del lejano Este.

Ese a¤o se le otorgó a Birobidzhán el status oficial de Región Autónoma Judía y el mentor del proyecto, Mijail Kalinin, predijo que "en una década será el único baluarte de la cultura nacional judía socialista". Dos a¤os después, empero, las purgas de Stalin marcaron una escalada judeofóbica. Ya no se censuraron los ataques populares antijudíos, y el gobierno se lanzó a la liquidación final de las instituciones judías y sus líderes. Fue un golpe del que ni siquiera Birobidzhán ya se repondría.

Hubo una circunstancia que, con todo, congeló la animosidad soviética contra los judíos. El nazismo entronizado no cesaba de fustigar a los comunistas como "lacayos judíos", lo que por reacción gestó una línea oficial antijudeófoba de parte del Kremlin. Entre 1934 y 1939 la URSS expresó "sentimientos fraternales para con el pueblo judío en reconocimiento a su participación en el socialismo" e incluso mencionaba el origen judío de Marx (un dato que se sustrajo de la Enciclopedia Soviética a partir de 1952).

Esa calidez se apagó con la firma en 1939 del pacto de no-agresión nazi-soviético que llevó a la Segunda Guerra Mundial dos semanas después. Stalin reemplazó a su principal diplomático (Litvinov, de origen judío) por Molotov (con quien los alemanes estuvieron dispuestos a firmar el tratado) y se comprometió ante Hitler a que el resto de los judíos encumbrados en Rusia también serían suplantados. El Kremlin felicitaba al Tercer Reich por "su lucha contra la religión judía", y la prensa y radio soviéticas escondieron sistemáticamente los informes acerca de la brutalidad judeofóbica del nazismo. Aun los comunistas alemanes que habían huido, fueron extraditados a Alemania, judíos incluidos.

Algunos argumentaron que todo era un ardid de Stalin para ganar tiempo y así armarse para la inevitable guerra con el Tercer Reich, pero fue obvio que los partidos comunistas por el mundo abandonaron toda crítica a los males del fascismo o a la judeofobia nazi.

Por ello, cuando un par de a¤os después Rusia fue invadida por Alemania, los soviéticos debieron esforzarse en recuperar la opinión pública mundial. Dos meses después de la invasión organizaron el Comité Anti-Fascista Judío (CAFI) conformado por figuras públicas e intelectuales. El 24 de agosto de 1941 los medios rusos anunciaban que "los representantes del pueblo judío se reunieron a fin de convocar a nuestros hermanos judíos a través del mundo para ayudar el esfuerzo bélico soviético".

A pesar de este gran giro, la condena soviética al nazismo se limitaba a vituperar "el asesinato de gente pacífica e inocente" pero se negó consistentemente a presentar a los judíos como blancos predilectos de los nazis. Por lo menos 200.000 judíos morían combatiendo en el Ejército Rojo, y muchísimos eran distinguidos por su heroísmo, pero los jerarcas stalinistas no interrumpieron la ejecución de militares judíos, quienes eventualmente fueron rehabilitados post-mortem después de la muerte de Stalin.

El CAFI, encabezado por Salomón Mijoels, publicó una revista en ídish, emitía un programa de radio, y en 1943 viajó en campa¤a recaudatoria a los EE.UU., Inglaterra y otros países. Las comunidades judías por doquier los recibieron con entusiasmo ya que su visita marcó el reinicio de los lazos entre los hebreos soviéticos y el resto de la judería, lazos que se habían cortado con la revolución bolchevique.

Una vez concluida la guerra, y a pesar de que las atrocidades nazis fueron reveladas al mundo, la ocultación del martirio judío continuó impávida. Toda referencia a que la ocupación alemana de la URSS había perjudicado especialmente a los judíos, era censurada por los voceros oficiales soviéticos por "crear tensiones étnicas". Los libros y películas acerca de la Segunda Guerra ignoraron constantemente la existencia del Holocausto, virtualmente hasta el punto de la negación. En una película rusa de casi una hora que se exhibía a quienes visitaban Auschwitz (allí habían sido asesinados un millón y medio de judíos) la palabra judíos no era pronunciada ni una sola vez.

El escritor ídish Vasili Grossman preparó un Libro Negro de los crímenes nazis contra los judíos en tierra soviética, pero el libro fue prohibido después de que hubo ingresado en la imprenta. Al régimen no le bastó negar el Holocausto (por omisión) sino que llevó esa política hasta el ultraje cuando usaba las atrocidades nazis precisamente para incrementar la judeofobia, por medio de vincular el nazismo con el sionismo.

Las publicaciones del CAFI fueron finalmente prohibidas, y en enero de 1948 su presidente Mijoels fue asesinado por la policía secreta soviética. Ese a¤o se perpetraron nuevas purgas para poner punto final a toda actividad judía. En Birobidzhán mismo se clausuraron el teatro y las escuelas ídish. La población judía de la Región Autónoma Judía había llegado entonces a 30.000 personas, y comenzó su rápida e irreversible disminución. El gran plan de emigración judía pasaba a la historia.

El CAFI fue liquidado con todas las instituciones que habían sobrevivido, recrudeció el embate contra el sionismo, y se lanzó una caza de brujas contra los nuevos enemigos, los Cosmopolitas. En efecto, para fines de 1948 los escritores judíos y las figuras públicas más prominentes ya habían sido arrestados. Durante un juicio secreto en 1952, fueron acusados de conspirar para separar la península de Crimea de la URSS y crear allí "una república judía burguesa que serviría de base militar para nuestros enemigos". Veintiséis escritores judíos (muchos de ellos leales stalinistas) fueron ejecutados el 12 de agosto de 1952 (desde entonces y hasta hace algunos a¤os, en esa fecha se expresaba el Día de Solidaridad con los Judíos de la URSS).

El término Cosmopolitas se aplicó peyorativamente en la URSS a los intelectuales judíos, a partir de noviembre de 1948, que fue el a¤o pico del chauvinismo ruso en su lucha contra la influencia occidental. El uso del término comenzó en diario Pravda, en denuncias contra los "que no tienen patria" (¡en el país del internacionalismo!). "Patriotas" rusos acudían a "desenmascarar" israelitas en las artes y las letras. Primero revelaban los nombres verdaderos de los judíos que usaban seudónimos, luego abultaban su influencia real, y finalmente "mostraban" cómo los judíos escondían su identidad detrás de nombres rusos para difundir desprecio por Rusia (ejemplo de este "desprecio" era que sugerían que escritores rusos habían sido influidos por poetas Cosmopolitas como Heine o Bialik).

Esta campa¤a fue el primer ataque oficial contra los judíos soviéticos como grupo. Aunque atemperó en mayo de 1949, se la considera el comienzo de los llamados A¤os Negros que se extendieron hasta la muerte de Stalin, y durante los que fueron arrestados también los principales rabinos (Epstein, Lev, Lubanov, etc.), muchos de los que murieron en campos de trabajo.

La judeofobia fue un importante instrumento de la política stalinista durante la Guerra Fría, extendida más allá de las fronteras de la URSS. En Checoslovaquia, por ejemplo, en 1952 fueron detenidos catorce jerarcas del Partido Comunista bajo acusación de conspirar contra el Estado. Once de ellos eran judíos, incluido el Secretario General del partido, Rudolf Slansky. El Proceso Slansky fue supervisado por agentes moscovitas especialmente enviados a Praga. Por primera vez en la historia, un foro comunista con autoridad proclamó abiertamente la existencia de una conspiración judía internacional.

Se reiteraba una y otra vez el origen judío de los acusados, y se atribuían sus supuestos crímenes a esa causa primera. La fiscalía los estigmatizaba como sionistas, aun cuando todos los acusados siempre se habían opuesto al sionismo. Durante el juicio, se atribuyó la crisis económica checa a "los judíos". (Me permito la digresión de recordar a mis estudiantes que hace un mes el Premier de Malasia Mahatie Mohamad, culpó a "los judíos" de la caída de la moneda malaya. Aunque en Malasia no hay ni un solo judío, las críticas que se oyeron contra la declaración fueron apagadas por una multitudinaria manifestación de apoyo popular a Mohamad).

En Praga de 1952, la embajada de Israel pasó a ser baldonada como un centro mundial de espionaje y de subversión anticheca. Ocho de los acusados fueron ejecutados y los tres restantes condenados a prisión perpetua. Cientos de judíos checos fueron arrojados a la cárcel, en muchos casos sin que siquiera mediara incriminación; otros eran enviados a campos de trabajo. (A fines de la década del cincuenta las víctimas del Proceso Slansky fueron rehabilitadas, pero las acusaciones contra el sionismo y el Estado de Israel no fueron rectificadas).

Con todo, también en el stalinismo, como había sido la judeofobia previa, lo peor aún estaba por venir. El 13 de enero de 1953, doce médicos (nueve de ellos judíos) fueron arrestados en Moscú y acusados de complotar para envenenar a los máximos líderes comunistas. El juicio resultante fue un eco de las acusaciones medievales contra los judíos, pero se interrumpió bruscamente cuando Stalin murió el 2 de marzo. Más tarde se informó que el dictador había previsto utilizar el Complot de los Médicos para expulsar a Siberia a unos dos millones de judíos.

La Era Post-Stalin

El heredero de Stalin, Nikita Kruschev, aunque fue también judeófobo, atenuó la locura de su predecesor. En 1958 llegó a admitir incluso que el proyecto de Birobidzhán había fracasado (no se privó, empero, de atribuir el fracaso a la "aversión judía hacia el trabajo colectivo y la disciplina grupal").

La nueva política (llamada destalinización) denunció las purgas y la brutalidad del dictador, pero no consideró que la judeofobia fuera uno de los vicios que debía corregirse. En 1961, siete de los ocho discursos grabados de Lenin fueron comercializados; el único excluido fue el que condenaba la judeofobia. Lo mismo ocurrió con la publicación de las obras completas de Gorki, Leskov y otros, de las que se excluyó cuidadosamente toda reprobación de la judeofobia.

Las diatribas contra el sionismo se exacerbaron, y exhibieron un tono antijudío más procaz. En 1963 la Academia Ucraniana de Ciencias publicó el virulento libro Judaísmo sin adornos de Trofim Kychko. Además, ese a¤o y el siguiente muchos judíos fueron víctimas de juicios públicos por "crímenes económicos" (especialmente el "crimen de la especulación"). De los ciento diez condenadas a muerte, setenta fueron judíos. En uno de esos juicios en Ucrania, doce personas fueron declaradas culpables. La mitad de ellos (los no-judíos) fueron enviados a prisión; los seis judíos fueron fusilados.

La judeofobia comunista siempre se autodefinió como antisionista, y difundió en efecto una grotesca caricatura, según la cual el propósito del sionismo no era realmente asegurar un hogar nacional para los judíos en Israel, sino conspirar para dominar el mundo entero, al viejo estilo de los Protocolos. A partir de la Guerra de los Seis Días (1967) los medios de prensa soviéticos constantemente se refirieron al Estado judío como un Estado nazi. Uno de los promotores del veneno, Iury Ivanov, escribió en 1969 ¡Cuidado, sionismo!, libro que fue bienvenido por la prensa soviética como "el primer trabajo científico y fundamental sobre este tema". A fin de persistir en esta propaganda, en 1983 se fundó en Moscú el Comité Antisionista, que en apenas un lustro sacó a la luz 48.000 publicaciones antisionistas.

En cuanto a la Rusia post-comunista, la peculiaridad de su judeofobia es que no es privativa del populacho. Intelectuales de renombre, científicos y ex-disidentes, la difunden en diarios importantes. Un grupo de estos escritores, los prosistas de la aldea (Valentin Rasputin, Vasily Belov y Victor Astafiev) sostienen que "los judíos instalan un clima corrupto, que poluciona la pureza del alma rusa honesta y buena". El matemático Igor Shafarevich atribuye la intrínseca maldad de la moderna sociedad tecnológica (la llama rusofobia) a la mentalidad judía. Para él, el judío encarna la civilización urbana, antítesis de la Rusia virtuosa y tradicional.

Los argumentos de la judeofobia rusa de hoy, son que "los judíos" mataron al zar e instigaron la revolución de 1917 y el terror subsecuente. Su ya conocido método es resaltar hasta el absurdo la presencia de por ejemplo Kaganovich en el Politburó comunista. (La desproporcionada presencia de un 15% de judíos en el liderazgo bolchevique -que en países como Hungría fue aun muy superior- tiene claras explicaciones que exceden el marco de este curso. Mas cabe aclarar que la mayoría de los judíos, o bien aceptaron resignadamente al hostil régimen zarista, o bien fueron mencheviques, socialdemócratas).

Otros mitos judeofóbicos de la Rusia actual son que "los judíos" (y no por ejemplo el biólogo Lysenko) destruyeron la biología en Rusia. Fueron "los judíos" (la referencia es al arquitecto Ginsburg) quienes demolieron los monumentos históricos de Moscú en la década de 1930.

En cuanto a otros tipos de izquierda allende la frontera rusa, cabe referirse a la Nueva Izquierda, que atrajo a miles de estudiantes y jóvenes europeos y norteamericanos desde la rebelión en Berkeley de 1964 hasta después del mayo francés de 1968 que llevó a la caída de de Gaulle. La Nueva Izquierda nunca tuvo una doctrina coherente (iban desde el maoísmo hasta el anarquismo, hippieismo, etc.) pero su aspecto judío es paradojalmente doble: notable desproporción en el liderazgo (que a veces llegaba hasta más de la mitad; recuérdese a Daniel Cohn-Bendit en Francia) y, a pesar de ello, un antisionismo virulento y obsesivo.

La Nueva Izquierda presentó a los árabes como el Tercer Mundo oprimido por Israel, y a éste como "representante de la tecnología occidental y un lacayo del imperialismo". Sus mentores no asumieron esa postura (se destacaban Marcuse y Sartre, y este último protestó contra el prejuicio de que "Israel es imperialista con sus kibutzim, y los árabes son socialistas con sus Estados feudales") pero fue la norma entre los jóvenes.

En Alemania el antisionismo se extremó. La SDS estudiantil en 1969 interrumpía todos los actos públicos en los que debía aparecer el Embajador de Israel. A fin de ese año terroristas de la Nueva Izquierda intentaron hacer estallar volar el salón de la comunidad judía de Berlín durante un homenaje a las víctimas del nazismo. En panfletos titulados Shalom y Napalm pregonaban la destrucción del Estado de Israel, y exigían a la izquierda alemana terminar con sus sentimientos de culpa con respecto del pueblo judío, que constituían un "antifascismo neurótico y retrovisor". Los líderes Ulrike Meinhof y Dieter Kunzelmann terminaron por unirse los fedayín árabes, y de esa asociación resultó, entre otros atentados, el famoso secuestro hacia Uganda del avión de Air France (1976). Sólo los pasajeros judíos fueron retenidos en Entebe, hasta que los rescató la fuerza aérea israelí.

El antisionismo es la forma más persistente de la judeofobia contemporánea. Mucho se ha escrito acerca de en qué medida se trata propiamente de odio antijudío. ¿Se puede ser antisionista sin judeofobia? El antisionismo descalifica los sentimientos y aspiraciones nacionales de los judíos (y sólo de los judíos) y considera a Israel (y sólo a Israel) un Estado ilegítimo. No estamos hablando aquí de la crítica a las políticas de Israel. Estas críticas no implican antisionismo ni su componente judeofóbico. Los desacuerdos políticos con algún gobierno de Israel, aun si son profundos, no son nuestro tema.

Nuestra materia es el vilipendio intransigente contra el Estado judío, formulado desde la convicción de que éste no tiene derecho a la existencia. Lo notable es que en rigor, Israel es uno de los pocos Estados cuya creación era indispensable para salvar miles de vidas. Así sintetizó Lord Byron la situación de los judíos en un poema de 1815: "El nido a la paloma contiene/ y al zorro su cueva oscura/ cada nación país tiene/ e Israel… -¡la sepultura!").

Aun cuando desde un punto de vista estrictamente teórico se podría ser antisionista y no judeofóbico, el antisionismo propone acciones que llevarían a la muerte de millones de judíos. Por ello en el mundo las dos expresiones de odio están íntimamente interlazadas, como muchas veces revelan sus propios voceros. Yakov Malik, embajador soviético en la ONU se quejó en 1973 de que "los sionistas se han presentado con la absurda ideología del Pueblo Elegido" (como es bien sabido, el concepto bíblico de Pueblo Elegido es parte del judaísmo; el sionismo no tiene nada que ver con él).

En una película de propaganda, la actriz Vanessa Redgrave actúa en danza erótica con el fusil de un guerrillero palestino. Cada vez que la película ataca a los judíos, aunque se usa claramente el término árabe por judío (Yahud) el subtítulo en inglés reza "sionistas".

La autodefinición de antisionistas es socialmente más aceptable para los judeófobos de hoy, después de que la judeofobia quedara tan descubierta en la Segunda Guerra. Martin Luther King resumió bien la distorsión cuando declaró: "Critican a los sionistas pero se refieren a los judíos. Se trata de antisemitismo."

El antisionismo comparte las características de la judeofobia que mencionamos en la primera lección. Ha transformado a Israel en "el judío" de los países. Uno de los muchos ejemplos de su obsesividad fue el congreso sobre "Derechos humanos en el Tercer Mundo" que tuvo lugar en Harvard en 1979. En momentos en que había masacres en Africa, dictaduras en Latinoamérica, o la Uganda de Idi Amin, el temario del congreso se redujo exclusivamente al "terrorismo y genocidio de la así llamada Nación de Israel". Lo notable es que de las docenas de pueblos sin Estado que hay en el mundo (cachemiros, tamiles, vascos, curdos, neocaldeonios, etc.) curiosamente, sólo los palestinos despiertan solidaridad internacional, y sin que se tengan en cuenta siquiera los métodos que utilizan.

Las expresiones del antisionismo son muy variadas. Desde el boycot árabe que hasta el día de hoy excluye a Israel de los mapas, hasta las caricaturas que presentan al israelí como el estereotipo judío repelente que aspira a dominar el mundo. Uno de sus más lamentables foros fueron las Naciones Unidas.

Un tercio del total de las condenas de la Asamblea de la ONU fueron contra Israel, una desproporción a todas luces sospechosa. El sionismo fue el único movimiento nacional permanentemente difamado en la ONU. El 10/11/75 fue declarado "racista" y el 14/12/79 "hegemonista". El 5/2/82 y el 24/4/82 se votó que Israel "no es Estado de paz", y esto era un paso previo a su expulsión. La judeofobia previa quería expulsar al judío de la humanidad; la contemporánea quiso hacer lo propio expulsando al Estado judío de la familia de las naciones.

A veces las declaraciones de la ONU no están exentas de la aureola de mito medieval, como cuando el 23/8/1983 se acusó a Israel de envenenar a escolares secundarias árabes. Agreguemos que la ONU condenó el rescate de los civiles secuestrados en Entebe (1976) y, como organismo creado en 1945 para promover la paz, rechazó los Acuerdos de Camp David (1979), que eran el primer tratado de paz entre Israel y un país árabe después de cinco guerras.

Hasta el momento de la invasión iraquí de Kuwait (1990) no hubo jamás en la ONU censura contra Estados árabes, a pesar de que éstos habían llevado a cabo decenas de guerras, usos de armas químicas, expulsiones, ejecuciones públicas, y vítores a secuestros de aviones, matanzas de deportistas o escolares, etc. El delegado del Irán de los ayatollas llegó a ocupar la vicepresidencia del Comité de la ONU para los Derechos Humanos en Ginebra.

Las agencias internacionales de noticias fueron otro marco proverbial para reescribir la historia del sionismo, presentándolo como un movimiento imperialista nacido para explotar y despojar a una nación pacífica y milenaria. Pocas veces se menciona en la prensa que jamás hubo un Estado árabe palestino, que Jerusalem nunca fue capital de pueblo alguno salvo de los judíos, y que hasta avanzado el siglo los meros términos de Palestina y palestinos eran aceptados sólo por los judíos, ya que los árabes de la zona contendían que eran parte de la Siria del Sur. Lo aclaró muy bien Zoher Mossein, jefe de la Oficina de Operaciones Militares de la Organización para la Liberación de Palestina en 1977: "No hay diferencia entre jordanos, palestinos y libaneses; somos miembros de una sola nación. Solamente por razones políticas nos cuidamos de enfatizar nuestra identidad como palestinos, ya que un separado Estado Palestina será un arma adicional para luchar contra el sionismo".

La tendencia de la prensa es, en términos generales, consistentemente antisionista. Los ejemplos abundan, y resaltaron especialmente durante la Guerra del Líbano (1982), cuando se mostraba a Israel como un país nazi. Ejemplos posteriores podrían ser El Israel imperial de John Chancellor, la película Sesenta minutos sobre los desórdenes en el templo en 1990, o Cuatro horas en Shatila de Jean Genêt en 1992, pero son virtualmente innumerables. Los medios de comunicación han distorsionado el objetivo del sionismo. En lugar de la recuperación de la Tierra de Israel para el perseguido pueblo judío, lo presentan como una despiadada aventura colonial.

Las principales agencias de noticias y redes de información, como Reuters y la BBC, han contribuido con esta fantasía, cada una por sus motivaciones. Aun prestigiosas publicaciones como la National Geographic, dedicó su edición de 1992 a Los Palestinos rastreando su historia a cinco mil a¤os, a una "Palestina" pre-israelita (recordemos que la palabra Palestina la acu¤aron los romanos en el siglo II). Amplia documentación de este fenómeno de "robar la historia judía" puede hallarse en el libro de David Bar-Illan Eye on the Media (1993).

Esto no quiere decir que la mayoría de las agencias noticiosas sean judeofóbicas, sino que, lamentablemente, la judeofobia todavía vende bien.

Dijimos que el antisionismo es una de las dos últimas manifestaciones de la judeofobia. De la otra, y también de la judeofobia en América, hablaremos en nuestra próxima clase.

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 9

… las peores víctimas de la judeofobia zarista fueron los niños. La causa principal fue un sistema de reclutamiento de judíos, promulgado en 1827, conocido como Cantonismo. La ley establecía que la edad de conscripción obligatoria serían los doce (12) años, bajo el pretexto de excluir a quienes sostenían a sus familias. El objetivo lo aclaraba la propia ley, al fijar que "los menores judíos serán colocados en establecimientos de entrenamiento preparatorio para servir en el ejército del zar por veinticinco años durante los cuales serán guiados a fin de aceptar el cristianismo". Los niños así reclutados se llamaban cantonistas ("cantones" eran las barracas de entrenamiento) y se los disciplinaba bajo amenaza de hambre y castigos corporales.

 


 

Unidad 09: Rusia: entre Zares y Soviets

Por: Gustavo Perednik   

Dedicamos las últimas dos lecciones a dos modelos de la judeofobia moderna, Francia y Alemania. Ahora pasaremos al tercer paradigma, el conspiracional. Hemos dicho que en la época moderna, el país con más libelos de sangre fue Rusia, donde el agravante adicional fue que, en contraste con los papas y monarcas de Occidente, los zares estimularon la calumnia.

El primer caso ruso ocurrió en Senno en 1799, cuando antes de la Pascua cuatro judíos fueron arrestados debido al hallazgo de un cadáver. Ese año se solicitó al poeta Gabriel Derzhavin que investigara. Su Opinión elevada al zar acerca de la organización del status de los judíos de Rusia denunció el "parasitismo económico" y que "en estas comunidades se hallan personas que perpetran el crimen, o que por lo menos protegen a quienes lo perpetran, de derramar sangre cristiana, de lo que los judíos fueron sospechosos en varias épocas en distintos países. Si bien considero que tales crímenes en la antigüedad fueron cometidos por fanáticos ignorantes, creo apropiado no pasarlos por alto".

Con este sello semioficial, el zar Alejandro I dio instrucciones para que el libelo fuera revivido en Velizh, en donde el juicio duró diez años. Y aunque los judíos probaron finalmente su inocencia, el mero debate público bastó para que el siguiente zar Nicolás I se negara a firmar una circular de 1817 que requería no incriminar a judíos sin evidencias. La judeofobia se exacerbaba mientras duraban esos procesos, cualesquiera fueran los veredictos.

Libelos en Kovno, Zaslav, Volhynia, Saratov, etc., llevaron a que en 1855 se designara otro comité investigador. Una vez más sus conclusiones fueron categóricas: no había ninguna evidencia para acusar a los judíos. Y sin embargo, la noticia del asesinato ritual se difundía sin pausa y "expertos" en el tema publicaban libros que "describían los modos" en que la sangre cristiana se utilizaba (ejemplos de libelistas en Rusia fueron Lutostansky y Pranatis, fuera de ella Desportes y Cholewa).

Después de la partición de Polonia a fines del siglo XVIII, el mayor bloque de israelitas quedó bajo dominio ruso; durante el siglo XIX la mitad de los judíos del mundo vivían en Rusia (aproximadamente cinco de los diez millones). La judeofobia se intensificaba agravada por los sucesivos juicios de asesinato ritual.

Los judíos tenían prohibido residir fuera de la Zona de Residencia (Catalina II había formulado una invitación a los extranjeros para que se radicaran en el país, pero explicitó: "todos, excepto los judíos". También la emperatriz Elizabeth, cuando le solicitaron la admisión de judíos con propósitos comerciales había replicado: "No acepto beneficios de los enemigos de Cristo").

Con todo, las peores víctimas de la judeofobia zarista fueron los niños. La causa principal fue un sistema de reclutamiento de judíos, promulgado en 1827, conocido como Cantonismo. La ley establecía que la edad de conscripción obligatoria serían los doce (12) años, bajo el pretexto de excluir a quienes sostenían a sus familias. El objetivo lo aclaraba la propia ley, al fijar que "los menores judíos serán colocados en establecimientos de entrenamiento preparatorio para servir en el ejército del zar por veinticinco años durante los cuales serán guiados a fin de aceptar el cristianismo". Los niños así reclutados se llamaban cantonistas ("cantones" eran las barracas de entrenamiento) y se los disciplinaba bajo amenaza de hambre y castigos corporales.

Sobre los hombros de los líderes comunitarios judíos se depositaba la responsabilidad de alcanzar altos cupos de adolescentes. Estos provenían de los hogares más pobres, de los que eran arrancados para siempre. Cada comunidad se veía en la obligación de recurrir a bravucones llamados jpers ("secuestradores" en idioma ídish) que arrebataban a los niños ante los gritos de padres y vecinos. Desde los ocho (8) años de edad, los niños eran aprisionados en el edificio de la comunidad y de allí los retiraba el ejército. El sistema se hizo más riguroso durante la Guerra de Crimea (1854) cuando la cuota se fijó en treinta conscriptos por cada mil judíos, y las bandas de jápers acechaban para cazar a sus víctimas.

De la Zona de Residencia, los niños eran transferidos hasta Siberia, en viaje de varias semanas. El pensador ruso Alexander Herzen registró su encuentro con un convoy de cantonistas en 1835, y la explicación que recibió del oficial a cargo: "un muchachito judío es una criatura debilucha y frágil… no está habituado a marchar en ciénagas por diez horas diarias, ni a comer galleta entre gente extraña, sin madre ni padre que lo mimen; por ende tosen y tosen hasta que se tosen ellos mismos a la tumba… Ni la mitad llegará a destino; mueren así nomás como moscas… Ya dejamos un tercio en el camino" dijo, señalando la tierra.

Durante las tres décadas en que hubo cantonismo, cuarenta mil niños judíos fueron reclutados. El nombre bíblico Be-emek Ha-Bajá, En el Valle de Lágrimas, que mencionamos hace tres clases, también fue el título de una novela del escritor ídish Mendele Mojer Sforim (m. 1917), en la que se narra ese horror (Peretz Smolenskin y otros escritores también incluyeron páginas escalofriantes sobre el tema).

Una vez en las barracas, los niños que sobrevivían eran entregados a sargentos que habían sido entrenados para "influir" en la religión de los mancebos. Los "educadores" usaban hambre, privación de sueño, azotes y varios otros tormentos hasta que se alcanzaba el bautismo, o la muerte. Después de la ceremonia, los jovencitos debían cambiar sus nombres, eran registrados como hijos de padrinos designados, y comenzaban el entrenamiento propiamente dicho. Sus nuevos camaradas frecuentemente les hacían recordar su origen judío por medio del maltrato y la humillación. El zar Nicolás I definía el cantonismo como "el método para corregir a los judíos del reino".

Un efecto colateral del sistema fue que muchos padres optaban (aunque reticentemente) por enviar a sus hijos a escuelas públicas o a colonias agrícolas, ya que así se los eximía de la conscripción. Por ello éstas pasaron a ser financiadas por el impuesto de vela, un gravamen sobre las velas para rituales judíos, tales como recordatorios y casamientos.

El Baile Y Su Fin

La deplorable situación de los judíos de Rusia hizo que creyeran que un zar con nuevas ideas personificaría un promisorio amanecer. Alejandro II es todavía llamado el Zar Libertador en la historiografía rusa, debido a su política liberal, la Era de las Grandes Reformas. En lo que se refiere a los judíos, el cantonismo fue abolido y la Zona de Residencia mitigada. Como escribe Jaim Potock en su historia de los judíos, los iluministas judíos en Rusia supusieron que comenzaba la Emancipación según el modelo occidental "y el baile comenzó". Pero no calcularon que el proceso liberador desataría un violento contragolpe.

Ya avanzados en el curso de judeofobia, podemos prever lo que ocurrió: como en Francia y Alemania, los judíos ingresaron en las artes y el periodismo, fueron abogados y dramaturgos, críticos y compositores, pintores y poetas. De súbito se los percibió notorios y ubicuos en la vida política y cultural del país. Y no a todos los gentiles los entusiasmó esta repentina participación judía en la vida de la patria. Estereotipos judíos repulsivos comenzaron a aparecer en las obras de Lermontov, Gogol y Pushkin. Dostoievsky fue más lejos y en La Cuestión Judía (1873) justificó la repulsa, acusando a los judíos de "explotadores, chupasangres de la población que los rodea, en especial de los pobres e ignorantes campesinos… Los rusos, ciudadanos del único país donde el cristianismo es aún fuerza dominante, son considerados por los judíos como bestias de carga". Para él, los judíos, sentados sobre sus bolsas de oro, tramaban contra Rusia desde el Oeste.

Pero el baile continuaba. La prensa y la literatura judía florecieron, especialmente en hebreo y en ídish; también en ruso. Zvi Dainow publicó en hebreo un sermón en honor del zar, y Lev Levanda llamaba a los judíos a "despertar bajo el cetro de Alejandro II". Y de golpe se apagaron las luces.

El 31 de marzo de 1881 fue una de las fecmás fatídicas de la historia judía. Marcó el mayor éxodo de judíos de la historia, cuando dos millones de ellos establecieron las comunidades judías de los EE.UU., de Latinoamérica, y de la Tierra de Israel.

El asesinato de Alejandro II, fue el trampolín para una furibunda reacción judeofóbica, so pretexto de que en la célula revolucionaria que asesinó al zar había una joven judía. El nuevo y precario régimen convocó a las masas culpando a "los judíos" del regicidio. Las viejas formas de la judeofobia rusa (Zona de Residencia, cantonismo, etc.) fueron reemplazadas a partir de Alejandro III por otras más temibles aún, como los pogroms ("embestida" en ruso) que eran ataques del populacho contra la población indefensa, con saqueos, incendios, violaciones y asesinatos.

El bao de sangre inspirado por el gobierno ocurrió en tres olas de furor creciente, y dejó decenas de miles de muertos, e incontables mutilados y heridos. El primero de los pogroms tuvo lugar en abril de 1881 en Yelizavetgrad. El nuevo ministro de interior, conde Nicolás Ignatiev, los denominó "actos de justicia espontánea del pueblo ruso explotado".

Por un lado, los grupos revolucionarios redoblaron su accionar; por el otro, surgieron organizaciones ultraconservadoras para combatirlos, y para que se revirtiera la liberalización de Alejandro II. Entre ellas la Liga Sagrada, la Unión del Pueblo Ruso, las Centurias Negras, la Nobleza Unificada. Su lema era "Golpea al judío y salva a Rusia". En cuanto a los bolcheviques y anarquistas, muchos aceptaron los pogroms, en los que veían un medio para despertar al pueblo, que eventualmente se volcaría contra el régimen. Su lema revolucionario era "Golpea a la burguesía y al judío!"

Ignatiev informó al zar acerca de la violencia desatada: "durante los últimos veinte años -escribe- los judíos gradualmente ganaron el comercio y la industria… hicieron todos los esfuerzos para explotar a la población general… Así han fomentado una ola de protesta, que cobró la infortunada forma de violencia… La justicia exige normas severas que alteren las relaciones entre los habitantes generales y los judíos, y protejan a los primeros de la dañina actividad de los últimos".

Estas "normas severas" fueron conocidas como las Leyes de Mayo, decretos "temporarios" que se aplicaron a los judíos hasta la revolución de 1917, y que les prohibían residir fuera de ciertas ciudades y aldeas (cien en total) y cancelaban todo contrato de compraventa con judíos en las áreas prohibidas. De este modo los comerciantes rurales se libraron de la competencia de sus colegas judíos, y los policías fueron dotados de un instrumento permanente de extorsión y maltrato a los judíos que aún vivían en regiones vedadas.

Gracias a presión internacional, un decreto proyectado fue abortado: la expulsión de todos los judíos a las planicies de Asia Central. Pero una restricción que sí se agregó en la nueva Rusia fue el Numerus Clausus ("números cerrados") para estudiantes judíos (esta práctica restrictiva prevaleció en muchos países, incluso en los EE.UU.). En julio de 1887 el Ministerio de Educación estipuló para los establecimientos secundarios y terciarios, un tope de 10% de judíos en las ciudades de la Zona de Residencia, 5% afuera de ella, y 3% en Moscú y Petersburgo. A veces estos topes incluían aun a judíos que se habían convertido al cristianismo.

Uno de los propulsores de estas restricciones fue el conde Constantino Pobedonostev, cuyo cargo era similar al de un ministro de religión. Como opinaba que los judíos tenían más talento que los rusos, temía que los dominaran. Por ello bregaba por la total rusificación y vaticinó el destino de los judíos de Rusia: "Un tercio morirá, un tercio emigrará y un tercio se asimilará".

Además de lo antedicho, la faceta de la judeofobia rusa que tuvo mayor influencia a largo plazo fue su modo de justificarse. La Ojrana, policía secreta del zar, procuraba explicar ideológicamente sus acciones por medio de un libro actualizara la vieja tradición demonológica. Había buenos precedentes.

El primero de ellos, según vimos, era la obra en cinco tomos del abate Barruel (el mismo que frustró el Sanhedrín de Napoleón) en la que mostraba la detestada Revolución Francesa como la culminación de una milenaria conspiración secreta. Tres libros que emparentaban la conspiración con los judíos aparecieron en 1869: uno alemán (El discurso del rabino de Hermann Goedsche), uno francés (El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos de Gougenot de Mousseaux, quien recibió "por su coraje" la bendición papal de Pío IX), y uno ruso (El libro del Kahal de Jacob Branfman).

También se citaba una fuente inglesa, que no surgía de textos judeofóbicos sino de una travesura literaria. Me refiero a Coningsby, la novela de Benjamín Disraeli publicada en 1844. En un párrafo el rico y aristocrático judío Sidonia refiere cómo durante sus travesías por Europa en busca de un préstamo, comprobaba que en cada país el ministro al que entrevistaba, era indefectiblemente judío. Y concluye con el siguiente comentario: "Ya ves, entonces, mi querido Coningsby, que el mundo está gobernado por personajes muy diferentes de los que imaginan quienes no están detrás del escenario" (capítulo XV del libro tercero). ¡Y esto había salido de la pluma de un judío que llegó a ser Primer Ministro! (Innecesario aclarar que quienes lo citaban para "demostrar el poder de los judíos" salteaban el hecho de que los varios ministros mencionados en la novela en rigor no eran judíos).

El mito reaparece hacia 1850 en muchos diarios alemanes que buscaban misteriosas raíces para la revolución de 1848. En la novela Biarritz de Goedsche, el capítulo En el cementerio judío de Praga refiere una reunión secreta nocturna durante la Fiesta de los Tabernáculos, en la que los delegados de las doce tribus de Israel planeaban una vez por siglo la toma del planeta.

Otra publicación en alemán, que para 1875 ya iba por la séptima edición, fue La conquista del mundo por los judíos, de un tal Millinger (alias Osman-Bey). Allí se señalaba como fuente del mal a la Alliance Israélite Universelle (aunque fundada en 1860, se la presentaba tan antigua como los judíos) y se auguraba que "En un mundo sin judíos las guerras serán menos frecuentes porque nadie lanzará a una nación contra la otra; cesarán el odio entre las clases y las revoluciones, porque los únicos capitales serán nacionales que jamás explotan a nadie… Tendremos ante nosotros la Edad de Oro, el ideal del progreso en sí. ¡Arrojad a los judíos al Africa! ¡Viva el principio de las nacionalidades y de las razas! ¡La Alliance Israélite Universelle sólo puede ser destruida mediante el exterminio total de la raza judía!".

Como varios señalaban a la Alliance de París como centro de la confabulación, allí fue donde la Ojrana (policía política del zar) instaló al agente Orgeyevsky con el objeto de "documentar" las siniestras actividades judías. El ministro Peter Stolypin descartó varias propuestas por "propaganda inadmisible para el gobierno", pero terminaron por aceptar un panfleto del místico Sergei Nilus, escrito por 1902.

El libro supuestamente contenía los "verdaderos" protocolos del congreso efectuado en Basilea (Suiza) un lustro antes (el Primer Congreso Sionista Mundial) que, aunque supuestamente había fingido el objetivo de establecer un hogar nacional para los judíos, en realidad se había convocado para un plan de dominación mundial. En dichos Protocolos de los Sabios de Sin, rabinos y líderes expresan sin vueltas su sed de sangre, maquinaciones y ansias de poder. La historia completa de cómo se fraguó el libro fue explicada por Norman Cohn en El mito de los Sabios de Sión (1967).

Durante los primeros tres lustros los Protocolos tuvieron poca influencia. Luego los rusos, motivados por un artículo publicado en el Morning Post de Londres (7/8/1917) que sugería la existencia de un gobierno judío secreto e internacional, decidieron enviar copias de los Protocolos a numerosos diarios europeos para "corroborar" la hipótesis.

El éxito de la patraña no tuvo precedentes. Millones de ejemplares se vendieron en más veinte idiomas. En los EE.UU. su gran mentor fue el magnate del automóvil, Henry Ford, quien durante los años veinte difundió la mentira en su diario The Dearborn Independent. También The Spectator londinense requirió en 1920 que se designara una Comisión Real para revisar si existía una confabulación judía internacional para destruir el cristianismo. De ser probada su existencia, "se justificará nuestra cautela para admitir judíos a la ciudadanía… Debemos arrastrar a los conspiradores a la luz, y mostrarle al mundo cuán malvada es esta plaga social".

¿Suena al Sínodo de Conversos del año 1235? ¿Beben los judíos sangre cristiana? ¿Nos dominan secretamente? La Comisión Real nunca fue erigida, gracias a que un corresponsal del diario The Times, Philip Graves, descubrió casualmente la novela en base de la cual se habían fraguado los Protocolos. Era una sátira contra Napoleón III escrita medio siglo antes (en 1865), Diálogos en el infierno de Maurice Joly, en la que los franceses (no los judíos) acumulaban poder. De 2.560 renglones, 1.040 habían sido copiados literalmente por Nilus, palabra por palabra. El editorial del Times del 18 de agosto de 1921 fue una resonante admisión del macabro error. Los Protocolos eran falsos y la conspiración judía mundial un nuevo mito judeofóbico.

Pero tal como había sucedido con el libelo de sangre, el hecho de que la patraña fuera racionalmente desenmascarada no disminuyó el odio. Los Protocolos siguieron difundiéndose y creyéndose como ninguna obra anterior. Aun en 1992 salió en primera página del diario Sovetskaia Rossiia una serie de artículos de Yoann (Metropolitano Ortodoxo Ruso de Petersburgo) que denunciaba con los Protocolos un complot judío del que Rusia era el primer blanco.

Nueva Esperanza, Nueva Frustración

Otra vez el déja vu. Nos hace recordar las esperanzas que despertó el iluminismo después de siglos de judeofobia cristiana. ¿Qué vemos ahora en el horizonte? Parece nuevamente la salvación de los judíos de los mitos acumulados, de la discriminación y el desprecio, las mentiras y leyendas. Es la Rusia del siglo XX en cuyo aire flotan racionalismo y socialismo, en la que los revolucionarios que luchan por la igualdad se mofan de las supersticiones del pasado y planifican la religión de la razón en un mundo de confraternidad. La revolución bolchevique pondría fin a la discriminación y la violencia de los zares… Pero oh sorpresa, muchos de sus portaestandartes mostraron ser ellos mismos judeófobos.

Entre ellos, los teóricos del anarquismo, quienes propugnaban la destrucción de todo el viejo régimen, salvo una parte. Así escribía en 1847 el francés Pierre Proudhon acerca de los judíos: "Esta raza lo envenena todo al entrometerse por doquier. Exigid su expulsión de Francia, a excepción de los hombres casados con mujeres francesas. Prohibid las sinagogas, no los admitáis en ningún empleo, procurad la abolición final de esta secta… El judío es el enemigo de la raza humana. Uno debe devolver esta raza al Asia o exterminarla… Por fuego o expulsión el judío debe desaparecer… Lo que los pueblos de la Edad Media detestaban por instinto, yo detesto por reflexión, y de modo irrevocable".

El principal teórico de la revolución, Carlos Marx, nació judío y fue bautizado a los seis años por su padre, Hirschel, hijo, yerno y hermano de rabinos, y descendiente de sabios talmúdicos. Hirschel cambió su nombre por Heinrich y se hizo protestante cuando un edicto prusiano de 1817 prohibió a los judíos ejercer la abogacía (fue uno de los miles a los que nos referimos, que se convirtieron al cristianismo con la reversión post-napoleónica de la Emancipación).

El primer ensayo de Carlos Marx, La Cuestión Judía (1844) fue en respuesta a Bruno Bauer, quien había condicionado la Emancipación de los judíos a que éstos abjuraran de su religión. Para Marx ni la apostasía era suficiente: "La nacionalidad quimérica del judío es la del comerciante… La base secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es el culto mundano del judío? El chalaneo. ¿Cuál es su dios mundano? El dinero. La sociedad burguesa crea continuamente judíos… La emancipación del chalaneo y del dinero, y consecuentemente del judaísmo real, será la autoemancipación de nuestra era". La emancipación humana es, en el libro de Marx, un sinónimo de la abolición del judaísmo.

Hemos trazado dos contrastes. Uno, el del enciclopedismo con el contexto medieval del que provenía; otro, el del socialismo con su telón de fondo zarista. La pregunta es por qué estos dos movimientos basados en el racionalismo y la confraternidad estuvieron infestados de la judeofobia que caracterizaba el viejo orden. Aparentemente, las sociedades europeas estaban tan saturadas por siglos de odio antijudío, que fueron incapaces de producir un iluminismo o un socialismo libres del mal.

En un abarcador estudio, el historiador Zosa Szajkowski no pudo encontrar una sola palabra en defensa de los judíos en la literatura socialista francesa entre 1820 y 1920, aun cuando la mitad de ese lapso estuvo repleta de seiscientos pogroms. Como ejemplos de la judeofobia izquierdista, mencionamos a Toussenel, Fourier y Proudhon. Saint-Simon es la notable excepción. En cuanto a Marx, a partir de sus escritos y biografía, podemos reflexionar acerca de cuatro aspectos de la judeofobia, a saber:

A) Los judeófobos inflan la importancia de los judíos de los que disgustan, y enfatizan su judeidad aun cuando sea virtualmente inexistente. Así, para los nazis el comunismo era una ideología judía. Y dentro de la izquierda, el anarquista Mikhail Bakunin (quien consideraba a los judíos "una nación de explotadores") llamaba a Marx "un Moisés moderno". Por el contrario, cuando hay judíos importantes para su causa, los judeófobos se esmeran en empañar la judeidad. Así, el origen judío de Marx fue soslayado por los regímenes comunistas. En la edición de 1952 de la Enciclopedia Soviética se omitió toda mención al respecto.

B) Como los judíos eran acusados desde los dos flancos del espectro político con argumentos contradictorios, no tenían ninguna posibilidad de salir airosos de la acusación (como cuando se les censura a un tiempo el ser avaros y ostentosos, o entrometidos y muy cerrados). A pesar de su sufrimiento bajo los estados cristianos, los judíos fueron ulteriormente vistos por muchos librepensadores como el germen del cristianismo. Del mismo modo, la judeofobia de Marx y los marxistas no disuadió a los judeófobos anticomunistas de acusar a "los judíos" de haber creado el marxismo. Por esta razón, durante la guerra civil que siguió a la revolución bolchevique, las bandas de combatientes anticomunistas en Ucrania asesinaron a cincuenta mil judíos inocentes que residían en Ucrania.

C) Otro rasgo típicamente judeofóbico de Marx fue pasar por alto tanto el sufrimiento de los judíos como la existencia del odio antijudío en su época. Su antagonismo hacia los judíos se expresó en sus ensayos como en su correspondencia privada. Nunca tuvo una palabra de solidaridad para las víctimas de los pogroms, cuya inmigración a Londres comenzó mientras Marx vivía allí. Este "humanismo selectivo" es una característica de los judeófobos de izquierda, judíos y no-judíos por igual. En 1891 la reunión de la Segunda Internacional Socialista en Bruselas (que incluyó a muchos delegados judíos) rechazó una moción de condena a la creciente judeofobia. Cuando queramos desenmascarar tendencias judeofóbicas, debemos preguntar al sospechoso si la judeofobia realmente existe en el presente. Una respuesta negativa sería muy elocuente.

D) Marx también ejemplifica un fenómeno que exacerba la judeofobia: el que dio en llamarse judío ajudaico (como en el título del libro de Isaac Deutscher publicado de 1968, un año después de su muerte. El judío ajudaico es un revolucionario radical quien, aunque no tiene conexión alguna con el judaísmo, es percibido como "el judío" por la sociedad que aspira a destruir. El judío ajudaico simpatiza con todo perseguido, siempre y cuando no sea judío. Así lo definía Rosa Luxemburgo en una carta de 1916: "¿Para qué vienes a mí con tus penas judías? Me sicerca de las desdichadas víctimas de las de las plantaciones de caucho en Putumayo, o de los negros del Africa con cuyos cuerpos los europeos juegan a la pelota… No tengo un rincón para el ghetto reservado en mi corazón: me siento en mi hogar en todo el mundo, doquiera que haya nube, y pájaros y lágrimas humanas". En retrospectiva, esos judíos del ghetto en 1916 habrían gustosamente cambiado su destino con los trabajadores brasileños o africanos. Pero como lo dijera Irving Howe "aún en el más cálido de los corazones hay un lugar frío para los judíos".

En cuanto a los seguidores de Marx en la Rusia comunista, estudiaremos su judeofobia en nuestra próxima clase.

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 8

  Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

 


Unidad 08: La judeofobia alemana; el fenómeno del autoodio judío

Por: Gustavo Perednik   

El primero de los tres paradigmas de la judeofobia moderna fue el francés, estudiado en la última clase. Ahora pasaremos al racista, que aunque también fue inaugurado en un libro francés, alcanzó su nadir en Alemania. En su Ensayo acerca de la desigualdad de las razas humanas (1853) Joseph De Gobineau sostenía que las diferencias físicas entre las razas humanas conllevan jerarquías intelectuales y morales. Aunque éste era el primer libro en desarrollar la teoría, el racismo como prejuicio, empero, es tan antiguo como la civilización, y aun Platón y Aristóteles arguyeron que los griegos habían nacido para ser libres y los bárbaros eran esclavos naturales.

La tradición antirracista, por su parte, fue una contribución judía que el cristianismo difundió. Su primer ejemplo es provisto en el Talmud, cuando explica el motivo por el que Adán es el único ancestro humano: para que nadie pueda jamás atribuir superioridad a sus antepasados.

Y aunque el prejuicio racial fue omnipresente en la historia europea, en el siglo XVIII se formalizó a partir de los estudios antropológicos. Linné emparejaba el color de piel con tendencias mentales y morales, y para Buffon el hombre blanco era la norma, "el rey de la creación", mientras los negros constituían una raza degenerada. Para Voltaire los negros eran una especie intermedia entre el blanco y el mono. En este contexto dieciochesco, los judíos encajaban como una nación sui generis, pero incluida en la raza blanca.

El siglo XIX complicó las cosas debido a que las luchas nacionales empujaron a los estudiosos a acrecentar el número de supuestas razas y subrazas. El énfasis mayor en Alemania se debe a dos razones: 1) Hasta 1870 sus muchas divisiones políticas internas habían incrementado el fervor nacionalista; y 2) la mayoría de los monarcas europeos eran de ascendencia germánica (recuérdese además que la monarquía dividía a la sociedad medieval en tres estratos: plebe, clero y nobleza, y ésta era considerada la superior, de "sangre azul").

El filósofo Johann Fichte enseñaba que el alemán era la lengua original de Europa (Ursprache) y los alemanes la nación original (Urvolk). Incluso fuera de Alemania hubo algunos partidarios del "Germanismo" o "Teutonismo". Con todo, la visión de Fichte no se quedaba en la superioridad alemana y reflexionaba especialmente acerca de los judíos: "¿Darles derechos civiles? No hay otro modo de hacerlo sino cortarles una noche todas sus cabezas y reemplazarlas por otras cabezas que no contengan un solo pensamiento judío. ¿Cómo podemos defendernos de ellos? No veo alternativa sino conquistar su tierra prometida y despacharlos a todos allí. Si se les otorgan derechos civiles van a pisotear a los otros ciudadanos".

Junto a la antropología y la filososfia, otra disciplina académica estimulaba a los racistas: la lingüística. Ya desde los descubrimientos de William Jones en 1786 y la Ley de Grimm de 1822, se deducía de la afinidad entre el sánscrito, griego y latín, que había un origen común de idiomas indoeuropeos (incluídos celta y gótico, supuestamente el más antiguo de los germánicos). Se tuvo por cierto que las lenguas europeas derivaban del sánscrito, y las naciones que las hablaban pertenecían a la raza aria (que en sánscrito significa "noble").

El contraste de la llamada raza aria fue la "semita", de la que supuestamente derivaban las naciones que habían hablado lenguas semitas en el pasado. Lassen argüía que "los semitas no poseen el equilibrio armonioso entre todos los poderes del intelecto, tan característico de los indogermánicos" y su colega francés Ernest Renan condenaba "la espantosa simplicidad de la mentalidad semita". Todas las creaciones del espíritu humano (con la posible excepción de la religión) fueron atribuídas a los "arios" y por ello los alemanes, los más "puros", debían eludir mezclarse con razas inferiores. Debido a esa pretendida "pureza teutónica", los estudiosos alemanes optaron por la denominación indogermánica.

Durante la primera mitad del siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para racionalizar el odio. Bruno Bauer en Die Judenfrage (1843) denuesta el "espíritu nacional judío" y el compositor Richard Wagner escribe en La judería en la música (1850): "Debemos explicarnos por qué nos repele la naturaleza y personalidad de los judíos… Para compreder nuestra repugnancia instintiva por la esencia primaria del judío, consideremos primero cómo fue posible que el judío deviniera en músico…"

Las justificaciones científicas no provenían sólo desde lo sociológico. Un pionero que había pasado inadvertido fue Karl Grattenauer, quien en 1803 había ofrecido una explicación de vanguardia de por qué los judíos tienen mal olor: hay un fedor judaico producido por cierto amonium pyro-oleosum.

La creencia de que los judíos constituían una raza separada, oriental, se difundió ampliamente durante la segunda mitad del siglo pasado, y en Alemania se tradujo también al mundo de la política. Bajo gobierno de Bismarck, se entendió cínicamente que la judeofobia podía servir de instrumento para completar la unificación de Alemania. Como ironizara en retrospectiva Israel Zangwill (1920): "Si no hubiera judíos, habría que inventarlos para uso de los políticos… son indispensables como antítesis de una panacea; causa garantizada de todos los males". En efecto, a fines de siglo surgen en Alemania partidos políticos abiertamente judeófobos, con tres fundamentos ideológicos, a veces combinados: el económico, el religioso, y el voelkish (nacional-racial). Aunque al principio no tuvieron muchos afiliados, su propaganda seducía a grandes sectores de la población.

Podemos notar una diferencia con el modelo francés. Mientras en Alemania, Austria y Hungría, el uso político de la judeofobia fue una reacción inmediata al otorgamiento de Emancipación a los judíos, Francia, por el contrario, ya había vivido ochenta años de Emancipación cuando fue plagada por formas organizadas de judeofobia.

El primero en organizar el uso de la judeofobia como levadura para un movimiento de masas fue Adolf Stoecker en Berlín. Su Partido de Trabajadores Cristiano-Socialistas (1878) no atrajo votos con una plataforma de ética social cristiana, así que la cambió por una judeofóbica, que inspiró a todo un movimiento estudiantil antijudío a partir del Verein Deutscher Studenten de 1881. Con apoyo conservador, Stoecker fue electo al Reichstag. Para esa época se creaba la mentada Liga de los Antisemitas de Wilhelm Marr, dedicada ésta a temas étnicos más que a soioeconómicos. Y un famoso académico, Heinrich von Treitschke, les otorgó respetabilidad al denominar a todo exceso antijudío "una reacción brutal y natural del sentimiento nacional alemán contra un elemento extranjero". Treitschke acuñó la máxima Die Juden sind unser Unglück! ("-los judíos son nuestra desgracia!") que medio siglo después se transformó en lema de los nazis.

En 1882 se reunió en Dresden el Primer Congreso Antijudío, azuzado por un libelo de sangre en Tisza-Eszlar. Con delegados de Alemania, Austria y Hungría, creó la Alianza Antijudía Universal. Hubo más congresos en Chemnitz 1883, Kassel 1886 y Bochum 1889. Los racistas más pendencieros terminaron por escindirse del partido de Stoecker y en 1886 Otto Boeckel fue elegido al Reichstag como el primer judeófobo per se. A los pocos a¤os fundó el Partido Popular Antisemita, y dieciséis candidatos judeófobos fueron electos al Reichstag en 1893. En 1895, por primera vez en la historia, un partido llegaba al poder con una plataforma judeófoba. Fue el Partido Social Cristiano de Viena, cuyo líder, Karl Lueger, mientras era burgomaestre de la ciudad, recibió la visita de un joven admirador llamado Adolf Hitler.

También a principios de esa década se propuso la doctrina de la judeofobia racial. Para su iniciador, Eugen Dühring "habrá un problema judío aún si cada judío le da la espalda a su religión y se une a una de nuestras principales iglesias… Son precisamente los judíos bautizados los que penetran más profundamente… los judíos deben ser definidos solamente en base de la raza".

En 1899 Houston Chamberlain (yerno de Wagner) elaboró cabalmente la antítesis ario-semita en Los fundamentos del siglo XIX, voluminoso manual de los académicos judeófobos, que explicaba cómo desde la antigüedad "…los arios cometieron el fatal error de proteger a los judíos (bajo el rey persa Ciro) y así permitieron que el germen de la intolerancia semítica esparciera su veneno por la Tierra durante milenios, una maldición contra todo lo que es noble y una vergüenza para el cristianismo". No todos los racistas coincidieron en esto. Por ejemplo, los neopaganos como Alfred Rosenberg y Walter Darré, consideraron el cristianismo como una ense¤anza "típicamente semítica" que socavaba el espíritu "germánico" por medio de una mentalidad de esclavos. Esas diferencias acerca de qué es ario y qué es semita, fue precisamente el problema que nunca resolvieron los racistas.

Su solución fue simple: todo lo bueno era apropiado para "los arios" y lo malo era "semita". Para Chamberlain, por ejemplo, el ideal era el nórdico rubio y dolicocéfalo, entre los que no dudó en incluir nada menos que a Dante Alighieri, e incluso al Rey David y a Jesús. Pero como los gustos de los racistas variaban, algunos resultados de su método fueron tragicómicos. Goethe por ejemplo, era para Chamberlain un "ario perfecto y puro"; para Fritz Lentz, un "híbrido teutónico-asiático"; para Otto Hauser, "un mestizo, puesto que en el Fausto hay centenares de versos lastimosamente malos".

Sin duda aquí radica la paradoja de este racismo: en la vastísima literatura acerca del "veneno judío", y a pesar de la enorme infraestructura montada para combatirlo, no se dio jamás una definición racial del judío. Nunca llegaron más allá de definirlo como alguien cuyos abuelos profesaron la religión judía. Así y todo, algunos fanáticos construyeron sistemas escatológicos muy elaborados en los que la lucha entre la raza aria y la semita era la contrapartida de la lucha final entre Dios y fuerzas diabólicas.

El hecho es que para 1900 la existencia de una raza aria era tenida por la mayoría como una verdad científica, y ya había todo un enorme aparato teórico que denunciaba la "influencia judía" en el arte, las leyes, la medicina, filosofía, literatura, etc. Un ejemplo particularmente escandaloso (aunque menor) fue la obra del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine, Ajedrez ario contra ajedrez judío en la que se sostiene que los judíos juegan al ajedrez de un modo distinto, hiperdefensivo y oportunista.

La judeofobia racial no dejó salida a los judíos, y algunos encontraron una única reacción posible.

El Auto-Odio Judío

Miles de judíos habían dejado de lado su tradición décadas antes de los escritos racistas. Muchos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, abandonaron el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. El hijo de uno de aquellos judíos fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien "el judaísmo no es una religión sino una desgracia" y quien se bautizó ("pero no me convertí", aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: "el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal".

Pero cuando la Emancipación se revirtió en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía en modo alguno liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, que en 1930, examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo autríaco Otto Weininger.

Casos de autoodio judío había habido en la antigüedad, como el del sobrino de Filón, Tiberio, que hizo masacrar a los judíos. Y también en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun pudieron unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania de este siglo, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar "el renacimiento nacional alemán" (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, escribió un libro judeófobo, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió: "Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí… está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: Permaneced firmes! No tengáis piedad! Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio… Cerrad vuestros corazones y oidos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. Todo está en juego! Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última peque¤a fortaleza del arianismo! Abajo con estos pobres pestilentes! Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? No! No tengan piedad! Se los ruego."

Si consideramos que los postulados judeofóbicos raciales habían penetrado por doquier en Alemania, se entiende el meteorítico crecimiento del nazismo, sobre todo si agregamos la simplicidad de su postura maniquea, que seduce a las masas. De veinte mil afiliados en 1923, el Partido Nazi recibió en 1930 dos millones y medio de votos, elevando a sus representantes en el Reichstag de 12 a 107. Dos a¤os después, ya eran 230. Cuando ascendieron al poder en 1933, el dogma judeófobo era una mitología filtrada en todos los órdenes de la vida, que sirvió para justificar el Holocausto.

El insulto a los judíos servía para enseñar a la juventud alemana el rechazo del pacifismo sentimental. Los maestros lo hacían en clase reprimiendo "debilidades" de otros niños. Siglos de odio acumulado se descargaron contra una población indefensa atrapada en Europa. El judío ya no era el chivo emisario, ni siquiera un miembro de una raza inferior. Era el culpable de todo mal: la derrota alemana en la Gran Guerra (tal acusación era llamada "la teoría de la pu¤alada en la espalda"), la inflación, el crimen, todo. El judío era el destructor inherente, el envenenador de la pureza. Y era incorregible. Sólo restaba una "Solución Final", que el slogan nazi explicitó claramente: Juda Verrecke! (judería, pereced!).

Al comienzo se fingió legalidad, se simuló autodefensa nacional. Luego el programa se aceleró: aislamiento, pauperización, expulsión, exterminio. Pero incluso antes de que el gobierno actuase, las tropas de asalto nazis, la policía y los afiliados del partido tomaron la acción en sus propias manos. Las golpizas, los boycots económicos, y los asesinatos de judíos fueron experiencias cotidianas. Se condenó al ostracismo a los judíos que ejercían como abogados, médicos, maestros, periodistas, académicos y artistas. Los ni¤os judíos eran insultados en las escuelas, por compa¤eros y por maestros, y regresaban a sus casas golpeados, pálidos y temblorosos. Una estrella amarilla debia exhibirse en la ropa, los libros de judíos eran incendiados en público.

Antes de que concluyera 1933, los judíos alemanes eran hombres desesperados, mujeres sollozantes y ni¤os aterrorizados. En septiembre de 1935 las Leyes de Nürenberg cancelaron la ciudadanía de todos los judíos, quienes pasaron a ser "huéspedes". La única salida era la emigración o el suicidio. Se limitó la salida de bienes del país, y para 1938 no podía sacarse ni siquiera un marco. Esta medida enriquecía al gobierno con cada partida, y también hacía del judío un inmigrante aun más indeseable en los países a los que presentaba su solicitud.

La Noche de los Cristales (10/11/1938) fue el horror: ultrajes, asesinatos, saqueos y violaciones. Los judíos corrían presas del pánico mientras hordas de nazis los perseguían. Más de cien judíos fueron asesinados, treinta y cinco mil arrestados (y eventualmente enviados a los campos de muerte), siete mil quinientos negocios saqueados y seiscientas sinagogas incendiadas, mientras los altoparlantes anunciaban: "se requiere de todo judío que decida colgarse, que tenga la amabilidad de colocar en su boca un papel con su nombre, para que sea identificado". El Holocausto había comenzado.

La historia del Holocausto excedería el marco de este curso. En síntesis, una nación entera se trasformó en el brazo ejecutor de la judeofobia más brutal. Y era la nación más civilizada del planeta. Se aplicó la "ideología" nazi, o sea la remoción de los judíos de la sociedad humana, por medio de etiquetarlos como parásitos, como un virus infeccioso que amenazaba al mundo. La mitología judeofóbica llevó así a la pérdida de seis millones de vidas de judíos (un tercio del total) y Adolf Hitler despojaba la judeofobia de todos sus disfraces y desnudaba su esencia. Instintos sádicos descontrolados fueron protegidos por la ley, por el estado, por el silencio del mundo. Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) no pudieron proveer a los judíos de un solo sitio en el que refugiarse. Y las puertas de la Tierra de Israel permanecieron selladas por los británicos que devolvían a Europa los barcos cargados de refugiados judíos, o los hundían y así condenaban a miles de judíos fugitivos a ahogarse en el mar.

Millones de judíos que habían rechazado o postergado las propuestas sionistas de emigración, y confiaban que la seguridad del pueblo judío sería defendida por los ideales liberales de Europa, por una legislación justa, y por democrátas por doquier, descubrieron con estupor que incluso sus vecinos y amigos no-judíos no se levantaron a protegerlos, ni incluso a esconderlos. Hubo, sí, miles de "justos entre los gentiles" que expresaron solidaridad con los judíos, algunos incluso arriesgando así sus propias vidas. Pero a pesar de ellos, el panorama global fue de tétrica desilusión para los que creyeron que la judeofobia estaba por superarse.

La opresión de los judíos caía en niveles cada vez peores. Desde legislación discriminatoria hasta exclusión de empleos de los que subsistir, desde actos de violencia contra individuos en las calles hasta campa¤as contra negocios de judíos, desde deportaciones y degradación, hasta el exterminio, y la mayoría de los gentiles cubrieron sus ojos, cerraron sus puertas a los que buscaban refugio y, con demasiada frecuencia, fueron partícipes del asesinato de judíos, arrebatándoles sus pertenencias y delatando sus escondrijos. Aun más que durante las matanzas medievales, los alemanes tuvieron éxito en el genocidio debido a la abrumadora coooperación que recibieron de los ciudadanos de los países ocupados.

Todos los pedidos de los judíos fueron virtualmente desoídos, incluída la solicitud de que se bombardearan los hornos crematorios de Auschwitz, donde un millón y medio de judíos fueron asesinados después de inenarrables sufrimientos. Los ejércitos aliados se negaron a bombardear el campo de muerte, por temor de que sus propios ciudadanos sintieran que habían sido arrastados a una "guerra judía".

Llamar racismo a la "ideología" nazi es otro empe¤o por desjudaizar el Holocausto. Sólo en lo que concernía a los judíos fueron los nazis consistentemente "racistas". Sus principales aliados fueron pueblos latinos y asiáticos, Italia y Japón, y flirtearon con otro pueblo supuestamente "semita", los árabes. Es sabido que cuando el líder de los árabes-palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, visitó a Alfred Rosenberg en mayo de 1943, se le prometió que se daría instrucciones a la prensa para que limitara el uso de la voz "anti-semitismo" porque sonaba al oído como si incluyera el mundo árabe, que era mayormente germanófilo. Husseini participó del golpe pronazi en Irak en 1941, y residió en Alemania por el resto de la guerra. Recrutó a los voluntarios musulmanes para el ejército alemán y exhortaba al Reich a extender la "solución final" a Palestina.

El hecho es que el odio nazi se focalizó en los judíos con la virtual exclusión de toda otra "raza" (incluídos los gitanos que, aunque fueron muertos en masa, a diferencia de los judíos, en la visión de los nazis no pasaron de ser marginales).

No fue debido al racismo que los nazis odiaban a los judíos, sino al revés: para ejercer su honda judeofobia utilizaron argumentos racistas. No fue para adquirir poder que los nazis atacaron al "chivo expiatorio" judío, sino al revés, o como Hitler escribiera, ya derrotado, en su diario, en abril de 1945: "Por encima de todo encargo al gobierno y al pueblo a resistir sin misericordia al envenenador de todas las naciones, el judío internacional".

Así resumen Prager y Telushkin la judeofobia nazi: "Casi toda ideología y nacionalidad europea había estado saturada con odio contra el judío cuando los nazis consumaron la "solución final". En las décadas y siglos que la precedieron, elementos esenciales del pensar cristiano, socialista, nacionalista, iluminista y post-iluminista habían considerado intolerable la existencia de los judíos. En un análisis final, todos se habrían opuesto a lo que Hitler hizo pero, sin ellos, Hitler no podría haberlo hecho".

En cuanto al rol específico de la Iglesia, fue objeto este mes de un simposio vaticano bajo el título de "Raíces de antijudaísmo en círculos cristianos". Allí tanto el teologo Georges Cottier como la autoridad vaticana, el padre Remi Hoeckman, convocaron a un "histórico examen de conciencia por parte de los cristianos, a fin de que el fin del milenio coincida con el fin del antisemitismo, del desprecio que los cristianos han tenido por el judaísmo y los judíos".

 

La Naturaleza de la Judeofobia (G. Perednik) – Unidad 7

 … Mahoma no logró que los judíos lo aceptaran como un nuevo Moisés, y entonces se volvió en contra de ellos. Su frustración fue registrada en el Corán, y así proveyó a millones de musulmanes durante siglos, de una antipatía hacia los judíos que se suponía divinamente inspirada (suras 2:61, 2:97, 5:64 y 5:78). … El último libro de Martìn Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras (1543), llama a los judíos el Anticristo: "es más difícil convertirlos a ellos que al mismo satán". 

 


 

Unidad 07: El Islam, el Protestantismo y la Judeofobia Moderna

Por: Gustavo Perednik

  

Después de transitar por la judeofobia medieval a través de sus siete prácticas y tres mitos principales, nos quedó pendiente la pregunta de si el "valle de lágrimas" se dio paralelamente en las dos grandes ramas del tronco cristiano, la católica y la protestante.

Nuestra respuesta pondrá énfasis en el símil del protestantismo y el Islam: ambos comenzaron por procurar su validación en los judíos y, frustrados por el rechazo de éstos, devinieron en judeofóbicos.

Sin embargo, a diferencia del cristianismo, el Islam no emergió del seno del judaísmo. No fue judío su fundador y no arguyó consumar las profecías de Israel. Por ello, su careo con la judería careció de tensiones teológicas.

Cuando el Islam se expandió, los judíos que se encontraron bajo su égida, si bien no fueron exentos de degradación e inseguridad, su vida pocas veces incluyó las torturas, expulsiones y hogueras que les propinó el dominio cristiano.

El Islam nació en el siglo VII en Medina, de cuya comunidad judía Mahoma adoptó varias observancias para la nueva religión: la plegraria en dirección a Jerusalem (que eventualmente se cambió por La Meca), las leyes dietéticas (por ejemplo la prohibición de ingerir cerdo), o el ayuno del Día del Perdón (que fue reemplazado por el del mes de Ramadán). A pesar de este acercamiento, Mahoma no logró que los judíos lo aceptaran como un nuevo Moisés, y entonces se volvió en contra de ellos. Su frustración fue registrada en el Corán, y así proveyó a millones de musulmanes durante siglos, de una antipatía hacia los judíos que se suponía divinamente inspirada (suras 2:61, 2:97, 5:64 y 5:78).

El Pacto de Omar del año 720 fue el código legal musulmán que prescribía el tratamiento que se debía a los Dhimmis (o monoteístas no islámicos). De varios modos los Dhimmis debían aceptar status de inferioridad frente al musulmán: cederle su asiento o vestir atuendos diferentes, y abstenerse de cabalgar o de hacer pública su religión. A veces ello no bastaba: durante el siglo XI el califa Hakim ordenó que los judíos llevaran colgadas del cuello pelotas de más de dos kilos que les recordarían el becerro de oro que sus ancestros habían idolatrado.

De todos los países árabes los judios fueron obligados a irse. El único de ellos que tuvo comunidad judía y nunca fue gobernado por una potencia europea, fue el Yemen. En 1679 casi todos los judíos yemenitas fueron expulsados de las ciudades y aldeas, y la sinagoga de la capital, Sana, fue convertida en mezquita (aún existe y es llamada "mezquita de la expulsión"). Cuando Turquía ocupó el Yemen en 1872 y requirió que se detuviera la costumbre de niños musulmanes de arrojar piedras sobre los judíos, obtuvo como respuesta que no podía prohibirse lo que era una antigua costumbre religiosa a la que llamaban Ada. Hasta que los remanentes judíos partieron del Yemen en 1948, estaban obligados a vestir como mendigos y a los niños se les imponía el Islam cuando los padres morían.

El mito del libelo de sangre fue introducido en el mundo árabe en Damasco en 1840. Sólo después de una condena internacional se liberó a los judíos que sobrevivieron las torturas con que los castigaron, y el libelo se popularizó, y los judíos eran frecuentemente atacados (especialmente en Egipto y en Siria) so pretexto de que bebían sangre musulmana. El actual ministro de defensa de Siria, Mustafá Tlas, es autor de La Matzá de Sión, libro en el que defiende el libelo (¡en 1983!) y que el delegado sirio recomendó a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

El Protestantismo

Volvamos a la cristiandad. La rama protestante, fundada por Martín Lutero en 1517, sostenía entre sus principios devolver el cristianismo a sus fuentes hebreas, en lugar de la interpretación helenística. En efecto, al comienzo hubo muchos protestantes que se acercaron al judaísmo, algunos en en la expectativa de que los judíos finalmente aceptarían la fe en Jesús si ésta se les presentaba con amor y con el énfasis en su origen hebraico. Pero también aquí, cuando esas expectativas probaron ser infundadas, la reacción fue judeofóbica.

El último libro de Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras (1543), llama a los judíos el Anticristo: "es más difícil convertirlos a ellos que al mismo satán". Lutero exhortó a la violenta expulsión de los judíos de toda Alemania y aconsejó a los nobles de Europa: "Primeramente, sus sinagogas deben ser incendiadas, y lo que no sea consumido por el fuego que sea cubierto de inmundicia… Así sea hecho en honor de Dios y del cristianismo; que Dios vea que los cristianos no toleramos ni aprobamos tal mentira pública, maldición y blasfemia contra Su hijo y Sus cristianos. Segundamente, sus hogares deben ser igualmente derribados y destruidos. Porque perpetúan lo mismo que hacen en sus sinagogas. Colóqueselos en establos. En tercer lugar, príveselos de sus libros de oraciones y del Talmud, en los que se enseña idolatría, mentiras, maldiciones y blasfemias. En cuarto lugar, debería prohibirse a sus rabinos enseñar, bajo amenaza de muerte… La furia de Dios contra ellos es tan grande que están cada vez peor… Para resumirlo, estimados príncipes y nobles que tenéis judíos entre vuestras posesiones, si mi consejo no os es suficiente, buscad otro mejor para que vosotros, y todos nosotros, seamos libres de esta insoportable carga diabólica, los judíos".

Quien esto escribió era y es un reconocido teólogo, fundador de una nueva corriente religiosa mundial, y considerado por muchos como el padre del moderno alemán. Uno de los jerarcas nazis más brutales, Julius Streicher, arguyó en su defensa durante los juicios de Nürenberg que no había hecho sino cumplir con los consejos de Lutero.

La Judeofobia en la Modernidad

Hasta aquí hemos visto el desarrollo de la mitología judeofóbica en tres etapas: la antigüedad (los judíos son leprosos, adoradores de asnos, misántropos y haraganes), la Edad Media temprana (el pueblo judío es deicida y, por medio de su sufrimiento, un testimonio de la verdad del cristianismo), y la Edad Media tardía (los judíos beben sangre cristiana, envenenan los pozos de agua, y son socios del diablo). La principal diferencia entre los mitos paganos y los cristianos es que aquéllos eran básicamente culturales y éstos fueron teológicos: la premisa pasó a ser "Dios los odia".

¿Habría salvación? Pareciera que sí, puesto que en el horizonte se vislumbraba el fin de mitos y la discriminación, de desprecio, calumnias y crueles leyendas. El Siglo de las Luces (el XVIII) traía una atmósfera de racionalismo y enciclopedismo, en la que los librepensadores desechan las supersticiones y postulan una religión de la razón para un mundo de confraternidad. Pero oh sorpresa, ellos mismos no superaron los prejuicios judeofóbicos sino que los reafirmaron.

Cuando Emile Zola escribió que "los judíos como están hoy son la obra de nuestros mil ochocientos años de persecución idiota", entendía que la judeofobia era un problema de los gentiles, y que el modo de superar ésa y otras taras sociales era la educación. Y sin embargo, los responsables de educar e iluminar al pueblo, los que enarbolaban el estandarte de la revolución ideológica, eran judeófobos.

El principal de los autores de la famosa Enciclopédie (1765), Denis Diderot, señaló como virtud de los judíos que son el pueblo más antiguo y que nunca fueron politeístas, pero al mismo tiempo los consideró "ignorantes y supersticiosos". Paul D’Hollbach fue más lejos. En L’Esprit du Judaisme (1770) sostiene que el judaísmo es malo por naturaleza, y constituye corrupto origen del cristianismo. Moisés fue a sus ojos el más perjudicial de cuanto legislador hubo, transmisor de misantropía y parasitismo. El Dios de los judíos era sanguinario y los llevaba al genocidio; los patriarcas, eran lascivos y mentirosos; los profetas, fanáticos; la idea mesiánica, insana; los judíos, el pueblo más vil. (Es paradojal cómo después de dos milenios de sufrir bajo el yugo cristiano, D’Hollbach y otros venían ahora a culpar a los judíos por haber creado el cristianismo).

Digamos que, en términos generales, Montesquieu favoreció el otorgamiento de igualdad de derechos a los judíos y se solidarizó con su sufrimiento ("el judaísmo es una madre que dio a luz a dos hijas que le dieron mil golpes… si no quieres comportarte cristianamente, hazlo por lo menos como un ser humano"), pero también advirtió que "dondequiera haya dinero, hay judíos". Jean-Jacques Rousseau fue una notable excepción y tomó consistentemente una postura favorable a los judíos.

Pero el peor de los judeófobos iluministas fue quien encarnó las ideas de "libertad, igualdad y fraternidad", Voltaire, enemigo de la Iglesia y de la superstición. Su Diccionario Filosófico, en más de un cuarto de sus entradas arremete contra los judíos, "el pueblo más imbécil de la faz de la Tierra, enemigos de la humanidad, el más obtuso, cruel, absurdo…" Los judíos, que constituían el 1% de la población, son motivo de la entrada más larga del libro: "la nación más singular que el mundo ha visto; aunque en una visión política es la más despreciable de todas, sin embargo a los ojos de un filósofo vale la pena considerarla. …De un breve resumen de su historia resulta que los hebreos siempre fueron errantes o ladrones, esclavos o sediciosos. Son todavía vagabundos sobre la Tierra, aborrecidos por todos los hombres… Si preguntas cuál es la filosofía de los judíos, la respuesta será breve: no tienen ninguna… Los judíos nunca fueron filósofos ni geómetras ni astrónomos".

No es posible que Voltaire ignorara quiénes habían sido Maimónides o Spinoza, pero la judeofobia tiene la facultad de torcer el razonamiento del más razonable de los hombres. Y Voltaire toca el nervio mismo de la judeidad, porque si hubo un área en la que los judíos podían exhibir grandes logros, es la educación. Sin embargo, escribe Voltaire: "Estuvieron tan lejos de tener escuelas públicas para la instrucción de la juventud, que ni siquiera tienen un término en su idioma que exprese esa institución… Su estadía en Babilonia y Alejandría, durante la que podrían haber adquirido sabiduría y conocimientos, sólo los entrenó en la usura…"

Este gran racionalista llegó hasta a reafirmar el peor libelo: "vuestros sacerdotes siempre han sacrificado vidas humanas con sus sacras manos". Algunos historiadores sostienen que Voltaire en realidad deseaba atacar a la Iglesia, y lo hacía por medio de arremeter contra los judíos. Disentimos, porque Voltaire no tuvo reparos en embestir directa y abiertamente contra la Iglesia. Nunca necesitó hacerlo por interpósita persona. Firmaba sus cartas con el lema Écrasez l’infâme ("destruyan al infame", en referencia a la Iglesia) salvo aquellas cartas que enviaba a judíos, donde firmaba caballero cristiano de la cámara del rey muy cristiano.

"En suma -concluye el Diccionario- encontramos en ellos solamente un pueblo ignorante y bárbaro, que ha largamente unido la más sórdida avaricia con la más detestable superstición y el más insuperable odio por cada pueblo por el que son tolerados y del que se enriquecen. Empero, no debemos quemarlos".

La judeofobia de Voltaire, muy común entre los librepensadores dieciochescos, tuvo su excepción entre los ingleses, como John Locke y John Toland. Con todo, en Inglaterra la Emancipación completa no se logró hasta 1858, cuando el barón Lionel de Rothschild tomó lugar en el Parlamento, bajo un juramento especial para la ocasión.

Ese otorgamiento de igualdad de derechos es nuestro tema, puesto que la judeofobia moderna fue en efecto una reacción contra la Emancipación, que se dio en tres corrientes, ejemplificadas en sendos países: la socioeconómica (Francia), la racial (Alemania) y la conspiracional (Rusia).

Francia

La Asamblea Nacional revolucionaria debatió por dos años si la libertad, igualdad, fraternidad, debían aplicarse también a los judíos. Al final, en septiembre de 1791, se les otorgó libertades cívicas, y unos lustros después Napoleón asumió el deber de hacer de los judíos buenos franceses.

Presionado por quejas que llegaban desde Alsacia acerca de la práctica usuraria de los judíos, Napoleón convocó a una Asamblea de Notables Judíos que sesionó entre julio de 1806 y abril de 1807, integrada por ciento once rabinos y líderes comunitarios. Debían responder a doce preguntas acerca de los hábitos judíos, a saber: poligamia, divorcio, exogamia, patriotismo francés, la relación con los no-judíos, obediencia a la ley, designacíon de rabinos y marco de su autoridad, profesiones prohibidas, y la usura. Durante los últimos meses de las sesiones, se requirió de setenta y un asambleístas, mayoritariamente rabinos, que crearan en base de las respuestas dadas, leyes religiosas que fueran aceptadas por los judíos. Este grupo fue denominado el Sanhedrín napoleónico.

Napoleón no previó que la judeofobia francesa descargaría su oposición a la Emancipación de los judíos precisamente contra ese Sanhedrín (que representaba la integración israelita a Francia). El jesuita Agustín Barruel alertó al gobierno en 1807, de un complot judío internacional "que transformará iglesias en sinagogas", y que le había sido revelado por un personaje llamado Simonini, del que hasta hoy se ignora si realmente existió.

El término equivocado de Sanhedrín colaboró con la patraña, puesto que Barruel sostenía el absurdo de que "finalmente salía a la luz el Sanhedrín que había actuado clandestinamente durante quince siglos". Durante ese lapso los judíos habrían gobernado el mundo subrepticiamente (nadie parecía notar que por lo visto les había ido bastante mal en ese gobierno, puesto que les cupo mayormente el rol de víctimas). Napoleón disolvió abruptamente su Sanhedrín, y así nacía el primer mito judeofóbico de la modernidad: la conspiración judía mundial, del que hablaremos en la novena lección.

Los aires pre-emancipatoriales regresaban con su peor cara. Y si bien dijimos que el término Sanhedrín fue erróneo (puesto que insinuaba poderes legislativos y judiciales) también es claro que se trató de un mero detonante arbitrario, y de la causa de la judeofobia moderna (la judeofobia en cada época encuentra sus excusas).

El Papa Pío VII le creyó a Barruel, y tanto en los estados papales como en Alemania se revirtió la Emancipación apenas Napoleón fue derrocado (1815). Esos pocos años habían suscitado una gran ola de asimilación entre los judíos que golpeaban las puertas de la sociedad gentil mucho antes de que se abrieran. La vanguardia asimilacionista estuvo en Berlín. Hugo Valentin exageró en su libro Anti-Semitismo que "más judíos alemanes se bautizaron entre 1800 y 1818, que en los previos 1800 años juntos".

Los judíos aprendían con dolor que la judeofobia no se neutralizaba por medio de decretos gubernamentales, ni por doctrinas iluministas, ni por asimilación. La agitación judeofóbica crecía en muchas ciudades alemanas, y en 1819 llegó a un nuevo pico de violencia bajo el grito de Hep, hep, muerte a los judíos!. Las autoridades arguyeron que debían desposeer a los judíos de su Emancipación debido al malestar que ella creaba en las masas.

En Francia, varios filósofos convirtieron la reacción judeofóbica en una ideología. François Fourier (m. 1837) cuya escuela de reforma social se popularizó, consideraba que "el comercio es la fuente de todos los males y los judíos son la encarnación del comercio." Había sido un gran error emancipar a los esclavos y a los judíos, "la nación más despreciable". Su discípulo Alphonse Toussenel escribió en 1845 una obra en dos volúmenes llamada Los judíos, reyes de la época, que inspiró a una judeofobia rural conservadora que eventualmente devino en movimiento político. Toussenel, empero, advertía al lector que en su libro el término judío era utilizado en el sentido de banquero, usurero, pero aprobó abiertamente la persecución que los judíos habían sufrido hasta ese momento como pueblo.

Esta manipulación semántica le permitía incluir bajo el epíteto judío incluso a los países protestantes. Se trata de un juego de palabras. Es cierto que Toussenel era también antiprotestante, pero el hecho de que que acusa a los judíos de todo aquello que le disgusta ilustra la esencia de la judeofobia.

Porque Toussenel censuraba la influencia protestante, pero no proponía destruir a los protestantes como grupo. En el mismo sentido, es incorrecto aseverar que D’Hollbach eran tanto judeofóbico como era anticristiano, o que Stalin era tan judeofóbico como antirreligioso, o que Hitler era tanto anti-judío como anti-comunista. Una cosa es expresar reservas sobre ideas (¡incluso si esa idea viene del judaísmo!) y otra muy diferente es atacar a un grupo que encarna todo "mal" que el agresor detesta.

La paranoia judeofóbica en Francia llegó a su clímax con el libro Francia judía (1886) de Edouard Drumont, en donde se "demostraba" cómo Francia estaba subyugada por "los" judíos, y que en poco tiempo alcanzó centenares de ediciones. En 1889 Drumont fundó la Liga Antisemita (homónima de la Wilhelm Marr en nuestra primera lección) y a los pocos años fue elegido diputado.

El estereotipo de judíos presentados como dominadores de una nación fue repetido muchas veces por nacionalistas de muchos países. Un tal Horacio Calderón publicó hace unas décadas su versión Argentina Judía. El método usual es mencionar los nombres de judíos que son banqueros, editores de diarios, industriales, etc., y después amontonar este poder en la deducción de que pertenece en su conjunto a un grupo solapadamente coordinado: "los" judíos. (El absurdo es parecido al de quien atribuyera poder financiero a "los gordos" por descubrir a muchos banqueros pasados de peso, clamara contra una prensa poseída por "los" miopes porque muchos periodistas usan lentes. Y sin embargo, así es la maniobra: se hacen resaltar los judíos que están es posiciones elevadas y se despierta la sospecha de que actúan bajo coordinación secreta: "los" judíos).

Que muchos franceses aún están infectados por este prejuicio, se puso en evidencia en marzo de este año cuando Jean-Marie Le Pen, líder opositor que recibió apoyo del 15% de la población, acusó al presidente de Francia de estar controlado por "los judíos". La cúspide de la línea judeofóbica francesa fue el affaire Dreyfus.

Alfred Dreyfus, capitán del ejército francés, fue arrestado en 1894 y juzgado por una corte marcial bajo el cargo de traición. Un documento militar secreto (el "bordereau") enviado al agregado militar de la embajada alemana en París, llegó a las manos del servicio de inteligencia francés. El veredicto contra Dreyfus, su degradación, y encarcelamiento en la Isla del Diablo, y su ulterior reahabilitación en 1906, fueron traumáticos para Francia y para el mundo judío en su conjunto. Durante esa década, líderes franceses de alto rango fueron probados cómplices de un escándalo judeofóbico de mayores proporciones.

Los franceses se dividieron en Dreyfusistas (en general liberales y socialistas) y anti-Dreyfusistas (monarquistas, reaccionarios y la Iglesia). El diario La Civiltá Cattolica (que aún hasta hace un siglo difundía el libelo de sangre y mantuvo su judeofobia incluso después de la Segunda Guerra Mundial) se sumó apasionadamente a los anti-Dreyfusistas.

El aspecto más abrumador no fue la probadísima inocencia de Dreyfus, y ni siquiera que se lo perseguía por ser judío, sino la violenta reacción las masas bajo el grito de "muerte a los judíos", provocado por la inculpación de un judío bajo un cargo relativamente menor. Que esto ocurriera en el país de la igualdad de derechos, generó estupor entre los judíos por doquier, y probó que la asimilación no inmunizaba a los contra la judeofobia.

Esa fue la conclusión de un periodista vienés que llegó a París a fin de cubrir el affaire Dreyfus, y parcialmente debido a él se decidió a crear la Organización Sionista Mundial, Teodoro Herzl.

Ecos del affaire Dreyfus reverberaron en Francia por una generación. Durante la Segunda Guerra su eco se reconocía en la división entre el gobierno de Vichy y las fuerza de Francia Libre. Lo curioso es que el máximo líder de esta última, Charles de Gaulle en 1967, llamó a los judíos "pueblo elitista y dominador". Y dicha expresión pública del presidente de Francia se escuchaba sólo veinte años después de que él mismo combatiera al régimen que había asesinado a un tercio de los "dominadores".

En Francia la judeofobia fue mayormente ecnónomica y política. No se centraba en lo cultural (como la del mundo pagano) ni en lo teológico (como la medieval). Produjo el mito moderno de que los judíos gobiernan todo, en cuyo origen volveremos a detenernos. Y tampoco se basó en principios raciales como la que se desarrolló en Alemania, y será motivo de nuestra próxima clase.