La Fe en Dios

Del primer Gran Rabino de Israel, Abraham Yitzjak Hacohen Kuk

"La fe en Dios es el elemento más natural de la vida humana, escribió, porque la fe religiosa es tan inseparable del hombre como sus necesidades físicas".

La religión puede ser suprimida por algún tiempo pero, tarde o temprano, las gentes volverán a anhelar a Dios.

"No lamentamos - cierta medida de justicia social se logre sin la menor referencia a la vida religiosa porque - sabemos que el ansia de la justicia, en si, de cualquier manera, es la más clara de las expresiones divinas".

Inclusive cuando los reformadores sociales insisten en sus motivaciones utilitarias y materialistas, podemos adoptar una actitud ecuánime hacia sus manifestaciones.

Ellos creen que "pueden construir la caparazón de la vida sin construir la vida misma", pero de todos modos, la chispa divina que late en su pasión - social seguirá viva y terminará por encender todos los esfuerzos humanos con un entusiasmo fervientemente religioso.

Eso, claro está, no lo eximió de criticar a la religión que se mantenía apartada de las cuestiones sociales.

Aunque objetó las ideologías sociales que limitaban su interés a las condiciones materiales, Rabí Kuk se opuso igualmente a toda religión "que ignora la necesidad de mejorar la situación del mundo y el orden político, y se mueve en una atmósfera espiritual rarificada, vanagloriándose de la perfección del alma".

Ese enfoque de la religión es totalmente "falso". Un hombre es Justo en el sentido religioso únicamente cuando sus actos - propios de la vida humana se ajustan a la santidad y cuando pugna por mejorar la condición humana.

Porque entre la religión y la ética existe una relación intrínseca y permanente de interdependencia. La piedad religiosa -escribió - de ningún modo debe desplazar el sentimiento humano de la moralidad.

Fue ese interés en la ética el que llevó al Rabino Kuk a criticar el lalssez faire de la que R.H. Tawney llamo "la sociedad adquisitiva"" Como Tawney, le afligía la obsesión de la sociedad moderna por los problemas económicos desconectados de una finalidad moral y religiosa, en una brega orientada exclusivamente hacia la adquisición de riquezas.

Para él, las actividades económicas debían estar sujetas a una escala de valores regida por una meta ubicada más allá del ámbito de esas actividades. Kuk no pensó que la teología debía formular un programa político y social específico, pero si estaba convencido en cambio que "una aplicación de todas las leyes de la Toráh en materia económica y social" no toleraría un sistema capitalista desenfrenado. El precepto del Deuteronomio, 6, 18, "y harás lo recto y bueno en ojos de Dios" limitaba a su entender los privilegios de la propiedad privada, imponiendo sobre ella pesadas obligaciones.

En ese sentido, de modo harto significativo, interpretaba el sentido religioso del año de Jubileo (Levítico, 25 8-12) como una suspensión de todas las operaciones económicas adquisitivas "Un año de calma y de paz, sin amo ni opresor, un ano de igualdad y de tranquilidad, sin ninguna propiedad privada particular o ningún privilegio especial; en el que la paz divina desciende sobre todos los seres humanos. Está ausente el sacrilegio que proviene de la estricta insistencia los derechos de la propiedad privada. El deseo vehemente de la riqueza que es estimulado por el comercio se olvida en el curso de ese ano y el hombre torna a su naturaleza esencial. Un espíritu de santidad de dignidad impregna la vida entera durante el ano del Jubileo".

El interés en las materias sociales impone, sin duda alguna, una tensión a la persona religiosa y particularmente al místico religioso que nada preferiría más que sustraerse a todas las tensiones de la vida social. No obstante ello, el Rabino Kuk nunca se cansó de exhortar al místico a inmiscuirse plenamente en la vida social, a exponerse a sus peligros y a influir sobre la sociedad. Pero la vida social no debe ser considerada como su único y exclusivo propósito. "Es inconcebible que toda la aspiración humana se constriña solamente a la vida social" En una escala ideal de valores, los fines sociales y económicos se convalidan en última instancia por el sentido religioso de la vida.

Las preocupaciones materiales y las aspiraciones espirituales del hombre son inseparables. "Lo sagrado (kodesh) y lo profano (jol) inciden juntos sobre el espíritu y el hombre se enriquece absorbiendo de cada uno de ellos todo lo que se le adecua". En realidad, lo sagrado sólo puede existir mientras se asienta sobre "un fundamento profano" ya que la santidad espiritual debe reposar sobre la sólida base de la vida normal. Ningún hombre puede ser santo si no tiene conciencia de la función del mundo físico y si no se interesa de cerca por él. "Cuanto más fuerte es lo mundano, tanto más significativo lo sagrado", escribió el Rabino Kuk.

La opinión de que la santidad es un estado de pura espiritualidad fue criticada por Kuk por su unilateralidad y su falta de equilibrio. Tal santidad prevaleció en el Pueblo judío en el curso de su larga dispersión, cuando quedó desconectado de su existencia normal en su hogar nacional. En el idioma de Kuk, esa situación fue descripta como la "santidad del exilio" en contradicción con la "santidad del país" que es el tipo normal de santidad, la vinculada a la tierra. Las condiciones del exilio ocasionaron un desequilibrio de la vida espiritual del judaísmo porque careciendo de normalidad los judíos idealizaron necesariamente un tipo de piedad religiosa cuyo sentido era el de la lucha contra y la dominación de todos los impulsos naturales. La renovación de la vida judía en la Tierra de Israel habrá de allanar el camino a la normalización de la santidad, promoviendo la espiritualidad sobre los sólidos fundamentos materiales de una vida físicamente sana.

Si no eres judío, se feliz: eres noájida.


Por el pronto retorno de los fieles de entre las naciones,
Lic. Jonathan Ortiz

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