La Torá es comparable a la medicina (vea Éxodo 15:26). Cualquier interpretación, aplicación, y/o derivación halájica/legal de la Torá en las manos equivocadas, es como un escalpelo en las manos de un insensato incompetente en medio de un quirófano.

Es por esta razón que, en su infinita Sabiduría, Dios confió la interpretación y aplicación de las Siete Leyes (así como las 613 de la Torá), en las manos de los expertos de la Torá Oral, estos son: La Gran Corte de 71 miembros dirigida por los Sabios Rabinicos, el Sanedrín de Israel, los guardianes de la irrompible cadena de la Torá trasmitida desde Moisés. Sólo maestros judíos de madre judía, calificados y competentes, pueden enseñar de la Torá.

Un noájida sólo puede enseñar lo que ha recibido de su maestro dejando claro que ha sido su maestro el transmisor de dicho conocimiento, pero nunca deberá tomar el noájida la Torá y estudiarla ni enseñarla según su parecer. De lo contrario, seria tan peligroso como el sujeto del ejemplo arriba mencionado.

Lo más bajo a lo que podría llegar un gentil es: ser un idólatra seguidor de Yeshu-a, hacerse llamar judío (sin serlo), hacerse llamar rabino, jajam, more, etc; y hablar y enseñar Torá ligada, al tan lleno de idolatría y antisemitismo, Nuevo Testamento o Código Nuevo Real. Pero así mismo, pueden llegar muy alto estos que practican tal falacia, ÚNICAMENTE si abandonan su idolatría y deciden vivir conforme las Siete Leyes de Noaj.