Cabría explorar la idea de fondo de un dios de la palabra, y es expreso poner ambas cosas en minúscula porque eso no hace alusión ahora a un dios concreto y un mensaje concreto sino a la divinización del lenguaje, lo cual enlazaría con la semántica.
Creación y divinidad
Si en determinado sentido por las palabras -el lenguaje- creamos las cosas -por ejemplo, una galaxia no sabe que es una galaxia, es una galaxia porque nosotros hemos creado el concepto, lo hemos aplicado y hemos dicho que es y que no es una galaxia- resulta que el lenguaje crea, y un0 de los atributos -y hasta funcion- de la divinidad es la creación.
Dado que por lo que objetiva y empíricamente sabemos nosotros creamos el lenguaje, nosotros somos los dioses y… también creamos a Dios -que es cristiano- o a D_os -que no lo es- al primero lo creamos clarísimamente, al segundo menos claramente porque atiende a otro concepto, hay bastante más por dónde buscar, de hecho está lo bastante bien creado -el concepto- como para especular si no surge de la propia palabra, del logos lingüístico, cobrando «vida propia», pero, en última instancia… nosotros hemos creado al logos, sin nosotros no sería, así que, en ese sentido, también somos creadores -aunque ese logos se nos pueda independizar, el otro, el dios trino, no puede de ninguna manera independizarse: o lo sostenemos (quienes lo sostienen) o naufraga estrepitosamente-.
La mística judía
La mística judía que se plasma en la cábala es bastante más reciente que el judaísmo antiguo. El “Zohar” aunque quiere remontarse a finales del siglo I de la era común o inicios del siglo II EC y a Simon Bar Yojai -figura real pero muy mitificada porque es uno de los responsables de la supervivencia y continuación del judaísmo, por la vía rabínica, tras la destrucción del segundo Templo- tiene su florecimiento en realidad del siglo XIII EC y, sobre todo, viene de mano de un autor sefardi: Moshé ben Sem Tob.
La autoría del “Sepher Yetzirah” -el otro pilar de la cábala- es desconocida -o, al menos, está tan poco clara que equivale a ser desconocida-, también quiere remontarse hacia el siglo II EC. y, también, se le considera más moderno que tal pretensión, aunque se entiende que es más antiguo, no obstante, que el “Zohar”, y bastante más breve, la mayoría de autores recogen que su cronología no se remonta más atrás del siglo X EC. En ambos casos sería el “recurso de autoridad” lo que empuja “hacia atrás” aquello que es relativamente nuevo. Su conexión con lo antiguo tiene, pero ésta seria más evolutiva que generativa.
Si el judaísmo rabínico surge en el siglo I-II EC, tras la destrucción del Segundo Templo, y, sobre todo, tras el concilio de Jamnia. La cábala es medieval, ese es su gran momento, igual que Maimónides aunque de tendencia bastante distinta, digamos que la cábala tiene su filosofía pero no tiende los puentes con el helenismo que sí tiende Maimónides, por ejemplo con el aristotelismo .
La mística judía nace alrededor de una reflexión cuyas raíces son las del judaísmo rabínico pero su generación es, sin duda, medieval, a “sensu contrario” tenemos, en el propio judaísmo, testimonios que así lo indican, pues desde posturas más tradicionalistas ese misticismo de la cábala fue seriamente contestado en su momento, así en la obra de Rabbí Meir Ben Simón “Milhemet miswah nehed ha-nasrut” (Guerra santa contra el cristianismo) se cuenta sobre el “Sepher ha-Bahir” (Libro de la Claridad), que es una de las primeras obras cabalísticas, lo siguiente: “Tales herejías no se oyeron jamás en el pueblo de Israel. Hemos oído que ya han compuesto un libro que llaman “de la Claridad” y no vieron en él luz alguna”.
Eso nos indica dos cosas , la primera que la cábala era una novedad en la Edad Media, en concreto a mediados del siglo XIII siguiendo a la fuente crítica indicada, así que dificilmente se podía remontar a los siglos I o II EC, cuando menos en la formulación que nos ha llegado, la segunda que era una novedad que el tradicionalismo más cerrado -la ortodoxia más estricta del momento, de la que es buen ejemplo Rabbí Meir Ben Simón- no la miraba, precisamente, con buenos ojos, y es que la ortodoxia y el misticismo raramente son amables compañeros de viaje.
La reflexión de la cábala
Así que todas las fechas coinciden con los inicios del judaísmo rabínico tras la destrucción del segundo Templo, y la genérica «plasmación» o «florecimiento» medieval de todo ese judaísmo tanto por la vía mística -cábala, que estudia, reflexiona, pormenoriza e inquiere sobre la forma del texto, sobre la semántica formal del texto tanájico y, esencialmente, en la Torá-, como por la filosófica – Maimónides y su “Guía de perplejos”.
La cábala entiende que la forma es, a su vez, continente y contenido, y que, por tanto, una forma particular y concreta es así debido a un motivo particular y concreto, digamos que en su método el sinónimo puede emplearse en la interpretación pero no en el propio texto al que se remite ésta. En el continente está la clave del contenido, en eso, no en lo que aparentemente se dice en la forma narrativa, mejor dicho no en el argumento de la narración, por eso hace caso omiso a los teóricos motivos de ese dios aparentemente iracundo y vengador que permite, por ejemplo, a Josué, masacrar a gusto a sus enemigos echándole una mano con la iluminación, esas historietas son solo un envoltorio y, a la vez, un «camuflaje». No se aborda ese texto ni desde la literalidad ni desde la hermenéutica, porque esas dos vías convierten a D_os en algo incomprensible.
En la cábala no hay hermetismo o secretismo por «afán mistérico», pero sucede que si el judaísmo rabínico no es nada proselitista tampoco es, en consonancia a eso, excesivamente divulgador-aunque eso está cambiando de un tiempo a esta parte-.
Las fuentes esenciales ya las hemos dicho, además las tenemos en una versión que dada su cercanía temporal escasamente variará en relación a los originales: el “Sepher Yetzirah” y el “Zohar” -tanto monta, monta tanto-.