Andan rondando por las redes sociales multitud de frases “geniales”, la misma que unos atribuyen a x, otros a w, otros a j, y así se esparcen y se afirman como si fueran una verdad evidente, autoproclamada e incluso con origen divino incorruptible.
Podemos asentir con complacencia, cuando el –supuesto- autor es uno de nuestros “escogidos”, amigos, o miembro de nuestro partido-secta-sector-creencia-etc. O, cuando creemos que esa frase representa una creencia o sensación que asumimos como cierta.
Otras veces nos oponemos, cuando el –supuesto- autor no es de nuestro bando, no lo toleramos, nos resulta desagradable y por ello lo que se atribuye a su autoría ya es descalificado y deleznable. O, cuando consideramos que esa frase nos repulsa, no coincide con nuestras creencias o ideas.
Yo no quedo fuera de esto, también comparto, me sensibilizo, me enojo, elimino, comento, critico, etc., por las afinidades (o no) recién mencionadas, aunque en algunas ocasiones difundo el mensaje de algún –supuesto- autor con el cual no simpatizo personalmente, pero cuya –supuesta- cita me resulta edificante. Sin ir más lejos, y para poner un ejemplo entre varios, no tengo ningún problema en compartir generosamente alguna que otra frase que se atribuya a Marthin Luther King Jr., siendo que era un pastor cristiano, mientras sus palabras no conduzcan a la idolatría, la inmoralidad, o el crimen. Si bien esto puede resultar resbaloso, ya que una frase no corrupta por la idolatría pero de un representante de la misma, puede provocar que finalmente el ingenuo acepte y adscriba a las creencias que enferman. Sí, un camino que puede resultar finalmente escabroso, por lo cual hay que andar con cuidado y auténtico deseo de construir shalom.
(En un aparte: es por ello que ninguna supuesta “obra misericordiosa” de los misioneros debe ser elogiada o promovida, porque su finalidad no es el bienestar genuino del prójimo, sino engrandecer la idolatría, promoverla, esparcirla, obligar al receptor del acto de supuesta misericordia a adherirse al ídolo y la doctrina enferma).
Ahora, quisiera detenerme en una frase, que hasta creo que compartí hace unos días en Facebook, que dice más o menos: “Soy responsable de mis palabras, pero no de cómo las interpreten”.
Sí, sin dudas, uno es responsable de sus propias palabras (habladas, escritas, musitadas), por supuesto que uno lo es.
Responsabilidad que implica que debemos ser cuidadosos, medidos, mesurados, auténticos, sinceros, respetuosos, apropiados, cálidos, en fin, todo lo que aporte a usar el lenguaje y el habla para la comunicación, para el entendimiento, para la construcción de Shalom.
Cuando se afirma algo, es necesario tener bases para hacerlo, información verídica, no habladurías, creencias o actitud que genere conflictos.
Porque, el habla puede ser un arma de destrucción, incluso masiva, llevar al dolor, la muerte, el engaño, la corrupción, la idolatría, el mal en sus multifacéticas formas.
Sí, el habla es un elemento poderoso, para bien o para el mal.
Se construyen mundos, así como se los destruye, a través de la palabra.
La lengua es tan terrible que hasta nos aparta del Eterno, corre un velo entre nosotros y Él.
Forma una muralla oscura y rancia alrededor de nuestra neshamá (Yo Esencial, espíritu), impidiendo que la LUZ permee cada uno de nuestros rincones y resquicios, por tanto, nos sume en pena, confusión, duda, iniquidad.
Nos exilia de nosotros mismos, nos desune, siembra el mal; siendo que pudiera y debiera ser elemento de unión, amor, solidaridad, confortación, salud, shalom.
En palabras del profeta:
"Dispusieron su lengua como arco; se hicieron fuertes en la tierra para el engaño, no para la fidelidad. ‘Procedieron de mal en mal y no me han conocido, dice el Eterno.
¡Cuídese cada uno de su prójimo! En ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano suplanta, y todo prójimo anda calumniando.
Cada uno engaña a su prójimo, y no hablan verdad; enseñan su lengua para hablar mentira. Se han pervertido hasta el cansancio.
Su morada está en medio del engaño. Y a causa del engaño rehúsan conocerme’, dice el Eterno."
(Irmiá / Jeremías 9:3-6)
Cuando la conducta debiera ser:
"La boca del justo expresará sabiduría, y su lengua proferirá juicio."
(Tehilim / Salmos 37:30)
Entonces, cada quien es y debe ser responsable de sus propias palabras, tener el control sobre ellas.
Pero, también es claro que uno no puede ser responsable de lo que el otro entienda.
Podemos controlar aquello que está en nuestro dominio, pero, cuando pretendemos controlar lo que no podemos, caemos en impotencia, en un juego vicioso del EGO.
Entonces, es claro que yo no soy responsable de lo que tú entiendas, tú eres el responsable de tu comprensión.
Sin embargo, para que la Comunicación Auténtica sea efectiva, es menester que nuestra emisión esté perfeccionada, al punto de tratar de evitar de nuestro lado el mayor número de perturbaciones.
Recordemos:
- ser sincero, en la medida de lo posible;
- respetuoso, sin agresiones, sin impaciencias;
- ser claro, concreto, simple, “comunicativo”;
- preguntar, no suponer.
Finalmente, lo que el otro comprenda, queda de su lado de la cancha.
Pero, si emplea también los principios simples y sagrados de la Comunicación Auténtica, definitivamente se reducirán los conflictos.
¿Por qué?
Porque el receptor no supondrá intenciones, ni creerá que lo que entendió es lo que yo dije, sabrá que hay que preguntar para sacarse las dudas.
Y eso no lo hará de malos modos, asumiendo una posición defensiva, pasivo-agresiva, o decididamente agresiva, sino que será respetuoso, amable, procurando establecer puntos de acuerdo incluso en la disensión.
Además, su actitud respetuosa se acompañará de un lenguaje simple, que va al punto, no queriendo la disputa sino el entendimiento.
Y todo esto, dentro de la sinceridad, porque lo que se busca es la comunicación, el entendimiento, el acuerdo, la unidad hasta en la separatividad.
Siendo así, yo soy responsable de lo que digo, pero también de cómo lo digo; en tanto que el otro de entenderlo y realizar los movimientos necesarios para que sea un momento de comunicación y no de discordia.
Entonces, ¿qué aprendimos hoy?
Que somos responsables de lo que decimos, pero tambien debemos procurar expresarnos de la mejor manera para que el otro pueda comprender con claridad nuestro mensaje.
Muchas gracias por la leccion! un abrazo!!!