"La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante."
(Kohelet / Predicador 8:1)
Es posible interpretar de variadas formas este pasaje, compartiré una de ellas.
Cuando el hombre comprende que el EGO forma parte de su vida, que tiene una función y que ella es útil, necesaria, indispensable;
y por ello no permite que ocupe otros lugares, ni ejerza otras funciones, ni se convierta en el rey cuando solamente es un servidor;
y ya no hace lo que viene haciendo desde el nacimiento, actuar como títere del EGO, sino que ahora es la neshamá (Yo Esencial) la que reina, el intelecto el que dirige y todo marcha en orden y armonía dinámica;
entonces se puede decir que es un hombre con sabiduría.
Quizás no sepa muchas cosas de ciencias, artes, conocimiento general,
tal vez no sea instruido ni asombre con los datos que maneja,
hasta podría ser declarado ignorante en cuestiones académicas y formales,
pero, ciertamente es un sabio.
¿En qué?
En vivir.
Su rostro está iluminado,
¿por qué?
Porque no se amarga por cuestiones que no tienen solución, acepta su impotencia y no lucha en vano.
Hace su parte.
Aporta su poder.
Realiza.
Crea.
Controla lo que está bajo su dominio, pero no intenta controlar lo que no es de su incumbencia.
No manipula ni permite ser manipulado.
No avasalla, ni insulta, ni agrede, ni se ofende por cuestiones nimias, no miente, no engaña, no es vanidoso, no vocifera, no usa la violencia.
Es poderoso, y cuando hay que destruir, destruye, siempre que sea para construir shalom.
Hace lo bueno y lo justo, es leal.
¿Cómo no habría de estar iluminado su rostro, si la Luz del Eterno que irradia desde su neshamá vigoriza cada una de sus partículas?
Su Yo Vivido refleja a su Yo Esencial, no lo oculta, ni lo tergiversa, ni obstaculiza su conexión.
La dureza que el EGO impone en el semblante, se desdibuja.
No en una máscara de falsa amistad, ni en lisonja traicionera, ni en palabrería manipuladora, ni en la amistad y paz de los profetas del mal.
Sino que realmente se quita del rostro, del corazón de la existencia.
Porque no es el EGO quien controla, entonces no se recurren a sus primitivas herramientas para llamar la atención y arañar un poco de algo que se pretende poder.
Seguramente habrán momentos dramáticos, tristeza, sentimientos de impotencia, situaciones de real amargura,
y el sabio los vivirá con entereza, estando triste, amargado, reconociendo su impotencia, admitiendo su error, reconociendo el fracaso,
¡claro que sí!
Para luego emprender el camino a su superación, allí en donde sea posible y como sea posible.
Siempre con la consigna de construir shalom, con acciones buenas y justas.
¿Tu rostro resplandece?
Sin cremas ni maquillajes, sino simplemente con sabiduría…
Me parece sumamente interesante este post porque estoy comenzando a experimentar ciertas de estas cosas y eso de ni ninguna manera implica que siquiera me considere aprendido y menos un sabio, pero me llama poderosamente la atención esas cosas que escribió usted, mi querido amigo y maestro.
Llega un momento en que uno comprende que lo único sobre lo que uno tiene control es sobre la actitud mental que tome hacia las cosas, porque el universo es tan complejo y tan vasto que sería pueril pensar que podemos controlar tan siquiera una milésima de los eventos que ocurren constantemente.
Entonces es cuando comienza a dejar que las cosas fluyan y no las fuerza, pero sí pone un esfuerzo para que se den, si se dan bien, sino hay que ver que se hizo mal pero no hay obsesión y lo más importante de todo es que hay paz mental.
Muchas gracias por el post!
Es cierto… gracias!