La vida es una constante toma de decisiones, en todos los planos de la vida.
Algunas parecen ser más fundamentales que otras, pero rara vez percibimos el alcance real de cada una de ellas.
Incluso lo que a simple vista puede parecer una elección banal, podría resultar en tremendos efectos, muchas veces inesperados.
A la inversa también se da, cosas que suponemos de gran impacto, a la postre se diluyen sin ser notadas.
Las posibilidades son variadas, escapan a nuestro control, por más datos que recabemos previamente, siempre habrá factores que harán el final desconocido hasta alcanzarlo.
Así, cada uno puede escoger de acuerdo a lo que sabe, entiende, puede, aprecia, se manifiesta, supone, desea, planifica en un determinado contexto, en cierto momento puntual, ejerciendo el poder que tenemos allí y ahí; pero, luego, el resto ya no depende de nosotros. Hay una inmensidad que opera y que está por completo ajeno a nuestros intereses, sueños, cuestionamientos, manipulaciones. Hay una infinitud de factores ante los cuales somos absolutamente impotentes, y otros tantos que somos incapaces de determinar previamente.
Aunque quizás nos hayan hecho creer que por medio de sortilegios, operaciones cabalisteras, murmuración de ensalmos, rezos a deidades, saltos carnavalescos, pensamientos de atracción de beneficios, o cualquier otra cosa de apariencia metafísica encontraremos una llave secreta para obtener el control universal o de poderosas fuerzas ocultas, en verdad, solo podemos ese poquito que dominamos en el aquí y ahora. Luego, estamos a la intemperie, a la buena de Dios y de Su creación.
Por supuesto que podemos/debemos rezar, es decir conversar con el Padre y Rey, y confesarle nuestras debilidades, hacer luz en nuestras oscuridades, agradecer lo que tenemos, descubrir potenciales ocultos o manifiestos, ver por las necesidades y carencias de otros, así como también humildemente solicitar de Su ayuda (¡para agregar a todo lo que ya nos está dando!). Pero, lejos está el rezo verdadero de servir como una paparruchada pretenciosa de manipular al Señor de señores. Él hará de acuerdo a Su Voluntad, no de acuerdo a nuestro capricho u honesta necesidad.
Ante Él no valen gritos, llantos, aplausos o pataleos, como tampoco mentiras, engaños, fraudes, seudo negociados, intentos de echar culpas para obtener el sometimiento.
Tal vez nos beneficien a la hora de darnos excusas para no avanzar, o como mecanismos nefastos para someter a otros a nuestro impotente autoritarismo.
Pero, con Dios no tienen ningún efecto positivo.
Mejor es emplear el rezo para conocernos más, darnos cuenta de la situación en la que nos encontramos, evaluar nuestra capacidad, reconocer lo que podemos y lo que no, advertir en lo que podemos ser útiles al prójimo, liberarnos de cargas que nos corrompen y nos asfixian, todo ello mientras elogiamos dignamente al Eterno, le solicitamos Su apoyo y agradecemos por todo lo que nos provee.
En este caso, la plegaria es una poderosa herramienta, no de carácter místico ni operadora de mágicos resultados, sino como aplanadora que allana el camino para que avancemos hacia metas que son valiosas.
Claro está que a nuestros pedidos Su respuesta es “NO”, ¿por qué habría de ser de otra manera?
Podemos sentirnos desatendidos, afectados por esa prescindencia divina, apenados por no tener lo demandado, lo que corrobora nuestro sentimiento de impotencia. Si entonces reaccionamos de la forma natural, y que reforzamos con la constante repetición, con las herramientas del EGO, entonces nos estamos apartando de nuestra esencia sagrada, poblamos nuestra mente de más oscuridad, vibramos en ondas disarmónicas, lo que nos afecta y enturbia la existencia.
Mejor es no pretender controlar lo que está por fuera de nuestro dominio, dejar fluir, admitir y aceptar sin por ello dejar de hacer nuestra parte en la tarea plenamente.
Hay otras maneras que difieren a la habitual de desmoronarse, a malgastar energías, a estar enojado y con rencores.
Podemos elevarnos, aunque sea un peldaño, dejando de reaccionar automáticamente, a instancias del EGO.
Aunque sintamos la impotencia y la consiguiente respuesta inconsciente y maquinal, podemos hacer una breve pausa y aunque nos cueste un poco dejar de lado la reacción agresiva y manipuladora, para emprender el ejercicio del dominio verdadera, que aunque sea breve y limitado es nuestro real poder. Ya no más fantasías de control, no afanarse por someter a otro, dejar de depender con la careta de ser el que comanda. Podemos intentar otros modos y crecer.
Tenemos la opción, podemos elegir, entre seguir por el sendero del aprendizaje por el sufrimiento, o hacerlo por el camino de los actos de bondad Y justicia con lealtad.
Por el camino automatizado, el del sufrimiento, ya hemos experimentado el dolor, el continuo caer en impotencia, el pretender dominar para nuevamente ser inoperantes.
El otro camino, el de la conciencia, el de la plenitud, el de la consolidación del Yo Auténtico seguramente lo hemos recorrido menos, hasta incluso somos ignorantes de su presencia.
Tal vez es tiempo para escoger por una vez diferente, en dirección a la VIDA.
MUy buen post Moréh, muy educativo.
Ciertamente todos tenemos que hacer nuestra parte, sin por ello esperar ser premiados, pues es nuestra obligacion hacer esa parte y las obligaciones no se premian.
Uno no debe sentirse defraudado, simplemente porque El nos provee de todo lo que necesitamos, si no conseguimos ese objeto tan deseado, quiza sea porque no lo necesitamos simplemente.
«la vida es una constante toma de desiciones» , pero a veces tomamos el camino mas «facil» , el del insulto. Hay……el meollo… Del asunto.
Si no nos autoevaluamos , pasa como el vehiculo al que no se le hace mantenimiento.
Gracias Morè.
si sr., hay que aprender a mandar al service a nuestro carro cada tantos kilometros. muy cierto para todos los aspectos de la vida.