Advertencia previa.
No es apropiado hacer “teología”, tratemos de no incurrir en errores ni de provocar el error en el lector.
Procuremos mantenernos dentro de estrictos límites, en la medida de lo posible.
Somos seres mutidimensionales, formados por espiritual, mental, social, emocional y físico.
Este ser complejo que somos presenta tres Yoes:
- Yo Esencial: la NESHAMÁ, o espíritu. Es aquello que somos en esencia, desde antes de nacer y luego de partir de este mundo. Es la “chispa” divina que perdura sin mutaciones, sin afectarse por nuestra conducta.
Es la conexión constante con el Eterno y con todo lo creado, en existencia temporal actual o no. En su misterio está la unidad del todo.
Su lenguaje es el AMOR.
Es nuestra identidad más pura. La que no depende de lo que nos aportaron otros, ni de lo que hacemos en vida, sino solamente depende del Eterno, que es su proveedor y sostén.
Opera como una voz silenciosa, siempre presente, pero tenue. No se manifiesta en estruendos, ni aparece con fuerza. Como si estuviera escondida, se retrae y pareciera no tener existencia. Los científicos no tienen cómo saber de ella, no hay patrones para medirla ni cuantificarla. Se puede pasar toda la existencia sin tener conciencia de ella, aunque tal vez en algunas ocasiones se la sienta pero sin lograr definirla con palabras ni limitarla con imágenes. Es nuestra más perfecta identidad y sin embargo se nos escabulle hasta parecer inexistente. - Yo Auténtico: formado por la NESHAMÁ y nuestra identidad genética. Es la materialización del encuentro de lo eterno con lo transitorio. Hasta el día de hoy no es modificable, una vez obtenida de sus fuentes (Dios, nuestros padres) es una realidad que nos acompaña a lo largo de nutro pasaje terrenal. Es la base sobre la que se construye todo el resto de nuestro ser, lo que determina en buena medida nuestras posibilidades y potencialidades.
- Yo Vivido: que se forma a través de las interacciones (concretas, o virtuales, o imaginarias) que vamos atravesando desde el útero y hasta nuestra muerte. Se compone de las máscaras que nos imponen, las que asumimos y las que ideamos por nuestra cuenta. Alguna de ellas puede estar en sintonía con el Yo Esencial, o estar alienado a él. Cuanta mayor cantidad de máscaras distorsionan la representación de la NESHAMÁ, mayor es el conflicto, la confusión, el dolor. La actividad del EGO, cuando sale de su limitada y correcta órbita de influencia, lleva a adquirir máscaras contradictorias, que repelen la LUZ de la NESHAMÁ y la constriñen detrás de muros formados de cáscaras, sin por ello afectar en lo más mínimo su intensidad o pureza, pero dejando a la persona en sensación de desamparo y exilio, aún más ignorante de su Yo Esencial. A través de la TESHUVÁ se diluyen las cortezas que entorpecen el pasaje de la LUZ, permitiendo armonizar áreas del Yo Vivido con su Esencia.
Esta identidad compleja que somos durante nuestra estadía en este mundo, puede servir como espejo de una realidad superior y trascendente.
Permíteme que te resuma muy brevemente la doctrina del rabino cabalista Itzjac Luria Z”L, conocido como el Ari, quien diagramó un sistema, al que se conoce como Cabalá Luriánica (con la cual podemos coincidir o no).
Habla del «tzimtzum», que en hebreo significa contracción.
El Universo se manifiesta a causa del recogimiento de Dios, que hace “espacio” para dar lugar al mundo.
Así, el mundo no aloja a Dios, pues Él se retiró para permitir que existiera la creación.
Su energía, LUZ, emana y atraviesa Su obra.
Pero, ocurre la «shevirat hakelim», la ruptura de las vasijas. De acuerdo a esta doctrina, la luz está, cual «nitzotzot», chispas, que son recubiertas por «kelipot», caparazones o cáscaras.
Toda la creación está en exilio, hasta que las chispas sean unificadas en el proceso llamado «Tikún», rectificación o reparación. El hombre es el encargado de esta tarea reparatoria, al asociarse al Eterno en la tarea de creación continua.
Dios puede hacerlo por Sí mismo, por supuesto, pero es parte de Su plan el darle al hombre esta tarea trascendente, para que el bienestar que reciba el hombre no sea solamente como dádiva motivada en la gracia Divina, sino como justa y meritoria recompensa por su noble accionar. Entonces, lo que el hombre disfruta aquí y en la eternidad deja de ser una limosna que avergüenza, para ser una porción noble y justa.
Así pues, cuando el hombre cumple con los mandamientos que le competen (los judíos de los 613 preceptos para Israel, los gentiles cada uno de los Siete Mandamientos para las Naciones), está recuperando una chispa Divina y retornándola a su sagrado origen. Tanto en las grandes obras como en las cuestiones menudas y cotidianas, en tanto la acción personal sea a la luz de los mandamientos que corresponden a cada uno, se está diluyendo kelipot y posibilitando el mayor esplendor de la LUZ divina en uno y en el Cosmos.
¿Qué es la redención?
El fin del exilio, la unificación del mundo, el resplandor de la LUZ divina sobre el universo.
Entonces, una vida dedicada a la construcción de shalom, con acciones de bondad Y justicia, no es solamente una vida moral y ética, sino una verdadera terapia personal así como colectiva, que redunda en una reparación a nivel cósmico.
De poco valen las liturgias y palabrería, las procesiones y reuniones zalameras, las doctrinas jeroglíficas y la sectarización, los ropajes extraños y el estudio de doctrinas entreveradas, el seguir líderes religiosos y repetir lemas cursis, la impostura religiosa y la fe.
Lo que precisamos es una actividad terapéutica concreta y verdadera, una que nos unifique en nuestro ser así como con el prójimo, con el universo y con Dios.
Algunas preguntas para reflexionar:
- La idolatría, en todas sus formas, también las religiosas monoteístas (incluso las que se disfrazan de judaísmo, cabalismo, jasidismo, noajismo, etc.), ¿ayuda o perjudica el trabajo del tikún personal y del colectivo?
- La fe estéril de obras, ¿aporta a la misión sagrada de restaurar la LUZ del Eterno en nuestro interior, en la sociedad y en el universo?
- El conducirse según los modos del EGO, ¿establecen la unidad fundamental o suman cáscaras y confusión?
- Aprender y/o difundir lo “religioso”, “teológico”, “metafísico”, que no suma a la obra de reparación, ¿debe ser promovido o mantenido a raya?
- Actuar de acuerdo a lo que uno cree sentir de Dios sin hacer caso al código espiritual contenido en los mandamientos acordes a la propia identidad espiritual, ¿es el camino que aproxima a Dios?
- ¿Podrías establecer un paralelismo entre nuestros diferentes Yoes y las manifestaciones de Dios (y los dioses, falsos, obviamente)?
- ¿Qué estarías dispuesto a hacer para mejorar tu proceso de tikún?
Conceptos nuevos, seguiré trabajando en ello y aprendiendo. Hoy por hoy solo seria capaz de responder torpemente a algunas de las preguntas, y el remedio es aplicarse mas.
Gracias Moreh