Tenemos esa tendencia a complicar lo que de por sí es simple.
Sea a la hora de expresarnos.
O para resolver lo que se presenta como problema.
O para descubrir patrones de conductas.
O para explicar sucesos.
O súper simplificando al punto de perder de vista la realidad.
O para manejar los recursos que tenemos a disposición.
O buscando controlar aquello que está más allá de cualquier control que podamos ejercer.
O negándonos a controlar aquello que es de nuestra potestad dominar.
O… son infinidad de oportunidades y situaciones en las cuales ejercemos esa extraña atracción por la complicación en lugar de optar por el camino de la sencillez, de lo concreto, de lo simple.
Entrenarnos a ser simples, sin por ello ser banales, es una gran tarea, una consigna que puede llevar toda nuestra travesía terrenal.
Apreciar lo sencillo, valorarlo, apreciarlo, promoverlo, crearlo, ¡qué gran misión!
Como cualquier otro hábito, precisa de repetición y constancia para conseguirlo.
Si actuamos de manera enrevesada, una y otra vez, difícilmente encontraremos la claridad mental y la acción concreta certera.
Si poblamos de palabras nuestro discurso, para finalmente no decir mucho, o directamente nada, ¿cómo estaremos capacitados para comunicarnos auténticamente?
Si en cada ocasión aprovechamos para perseguir sombras, llenarnos de sentimientos pesados, descartar la simplicidad que revela una opción más válida, ¿cómo desprendernos de ese constante sentimiento de impotencia?
La vía simple, es la sugerida.
Puedes ponerte en campaña hoy mismo para lograrlo.
Si algo lo puedes decir en pocas palabras, ¿para qué añadir?
Si el camino breve te lleva a buen puerto, ¿para qué dar vueltas alrededor de nada hasta encarar hacia la meta?
Si las explicaciones pesadas no aclaran nada, ¿por qué no preguntar y encontrar la luz?
Si las creencias absurdas se caen por su ineficacia, ¿no es mejor declarar la detención de las excusas y el comienzo de un pensamiento analítico?
Sé simple.
Deberiamos llevar a cabo el lema: problema sin solución deja de ser problema y no complicarnos la vida innecesariamente, lo cual no solo acarrea conflictos a nuestro alrededor sino también daña la salud física, mental y espiritual en este plano… Ordenar el placard también genera menos caos porque ordena la mente.
gran verdad ahava, ordenar la mente es una gran tarea.
vos ayudas mucho a la gente con eso.