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Ideal de vida

NESHAMÁ: espíritu, Yo Esencial, conexión constante con el Eterno, nuestra identidad perpetua, nuestra chispa de Divinidad. Su idioma es el AMOR, el deseo de dar.

EGO: sistema automático, con un altísimo componente biológico/natural y otro aprendido, que se dispara en situaciones de impotencia (real o sentida) con la finalidad de preservar la vida. Su idioma es la manipulación, el deseo de recibir.

Nuestra existencia en Este Mundo debiera estar entre ambos focos, ni en un polo, ni en el otro.
Tendiendo hacia la NESHAMÁ, siendo leales a ella, organizando las reacciones del EGO, cuando ello sea posible.

¿Cómo se logra?
Construyendo SHALOM, con acciones de bondad Y justicia.

El destino energético

La NESHAMÁ que somos, probablemente cuenta con una inagotable provisión de energía que la sostiene indefinidamente y sin alteraciones (no tengo exacto conocimiento).
Pero, nuestro Yo Auténtico y Yo Vivido, esta persona que estamos siendo en el mundo, tiene una limitada cantidad de recursos, entre los que se incluye la energía con la cual realizamos todos los procesos vitales.
Debemos ser conscientes de nuestra limitación y actuar a favor de emplear la energía en acciones que provean beneficios, que aporten al bienestar, que conduzcan a un mejor nivel y disfrute de la existencia.
Si derrochamos alocadamente, de manera inconsciente, nuestros recursos, pronto estaremos fatigados, debilitados, extenuados, aletargados, oscurecidos, atontados, adoloridos, extraviados, exiliada nuestra personalidad de nuestro espíritu, en displacer y en camino a la desconexión vital (muerte).

Sentimos impotencia a cada rato, por las grandes o pequeñas cosas, sabiéndolo o sin darnos cuenta.
Nuestra limitación, que no es solo energética, pesa. Su presencia asusta y remite a la pesadilla terrible del nacimiento, que ha quedado inscrita en lo más profundo de nuestra memoria somática.
La falta de control, así como sentirse sin poder, disparan el mecanismo automático del EGO, cuya única finalidad es mantenernos con vida en situaciones de real impotencia.
Cuando estas reacciones sobreabundan y se precipitan a causa de sentirse en impotencia, y no por verdaderas amenazas a la subsistencia, son las que generan eso que se denomina “estrés malo”.

Al estar atormentados por este constante estrés, reaccionando desde el EGO a los sentimientos de impotencia, indudablemente estamos desperdiciando enormes cantidades de nuestra energía torpemente.
¿Te imaginas la cantidad de poder que estás desperdiciando al no poner orden y serenidad en tus pensamientos?
¡La vitalidad que se escurre en una lucha incoherente y sin sentido!
Peleando contra gigantes monstruosos, o escapando precipitadamente y sin razón de ellos, cuando ni siquiera son pequeños molinos de viento.
En eso se pierde el vigor, en cosas sin valor y que dañan. Porque, el malgasto de energía conlleva al menos tres perjuicios evidentes.

Primero, la energía disponible para procesos edificantes, placenteros, constructivos se ve mermada, puesto que se dirige hacia otra parte. Lo que se usa en X no está para servir en Y.
Por tanto, cuanto más estresado, al ritmo del EGO, menos pensamiento creativo, más lentitud en el procesamiento de los datos, peor capacidad de resolución, mayor desgaste sin obtener resultados alentadores.
Esto a su vez aporta al detrimento de la tranquilidad, del goce de SHALOM, pues se siente y razona bajo el manto del EGO, percibiendo amenazas e impotencias y confirmándolas en la realidad en muchas ocasiones.
Así el ciclo perverso se retroalimenta y aumenta el desperdicio de energía, la alteración del orden, la pobreza del pensamiento y de posibilidades de autorrealización.

Segundo, al estar activándose señales de amenaza permanentes la atención se enfoca en ello, dejando de atender aquello que pudiera resultar provechoso. Entonces, se podría estar ante resoluciones, claves de mejoramiento, instancias de empoderamiento, pero lamentablemente todo esto se deja de lado. La energía corre sin obtenerse con ello resultados positivos, lo cual debilita aun más: porque el recurso se malgasta y porque se aumenta la confirmación de la impotencia y la incapacidad para salir de ella.

Tercero, al estar en estado de agresión/defensa, se generan situaciones en las cuales se incrementa la problemática, porque no hemos respondido de manera eficiente y apropiada.
Pero también, porque el estado agresión/defensa provoca que se perciban las situaciones desde una perspectiva atrevida, que no busca la resolución efectiva y pacífica, sino las señales que demuestren que se debe agredir/defender. Por ejemplo, tu esposo entró y pasó de largo saludando sin mucha efusividad. Tu EGO se dispara, porque te sientes ofendida por esa conducta. Entonces lanzas una palabrota, o pones cara de amargada/enojada, o te largas a llorar infantilmente, o te niegas a hablarle durante tres días. Si te hubieras detenido a averiguar, empleando la Comunicación Auténtica, quizás hubieras descubierto que fue tan poco cortés porque se sentía muy mal y debía ir al baño a vomitar. ¿Hubieras reaccionado desde el EGO sabiéndolo? ¿Valió la pena agrandar una situación, inocua en sí misma, porque no tuviste la precaución de actuar desde el AMOR en lugar desde el EGO?
Todos los altercados generados por el EGO, resultan en un mayor consumo de energía, puesta en evitar potenciales riesgos e impotencia, en lugar de ocuparla en realizarse en la vida.
Cuando lo oportuno y saludable sería parar la máquina automática, enfocar el poder en aquello que puede ser dominado, y entonces ejercer la fuerza justa para obtener el óptimo resultado.

Recuerda que cuando una conducta se repite se termina formando un hábito, que es una segunda naturaleza.
El hábito no te pide permiso para actuar, simplemente lo hace.
Es, entre otras cosas, una manera natural que Dios ha diseñado para usar con mayor eficiencia la energía vital. PERO, cuando el hábito se creó a partir de conductas negativas, derrochonas de energía, entonces se transforma en una terrible espada, consumista, agobiante, mortal.

Por ello, entrénate para que tus respuestas sean desde el AMOR y no desde el EGO.
Aprende a bajar el poder del EGO en tus conductas (pensamientos/palabras/acciones), para que seas tú quien goce de mayor poder.
Sé consciente de tu poder y empléalo saludablemente.

Sintoniza tu Yo Vivido con tu Yo Esencial, lo que experimentas en esta vida con lo que eres espiritualmente, para que entonces el gran poder te restituya e incrementes tu bienestar.

Construye SHALOM, con acciones de bondad Y justicia.

El profeta Jeremías y la CabalaTerapia

El humano nace impotente, con una pequeñísima dosis de independencia.
Está a merced de los acontecimientos y los padece a más no poder.
El nacimiento es un completo desastre, una pesadilla sin registro y de la cual no hay memoria ni elementos para contenerla dentro de un sentido y término.
Las pocas herramientas que disponemos son automáticas, las del EGO, para proveernos sustento y auxilio por medio de llamar la atención, alertando y alterando al universo circundante y por medio de esa inconsciente e involuntaria manipulación obtener algo de satisfacción y mitigar como sea el padecimiento.
Gritar, patalear, llorar son esos instrumentos primitivos de alteración del orden, para que desde el caos que sufre el bebe se provoque el caos alrededor, entonces se dispararán reacciones en el medio que de alguna manera resolverán sus tormentos. Todo esto, por supuesto, no es planificado por el sufriente bebé, es parte de nuestra naturaleza.
Cuando el auxilio no viene, o es insuficiente, el sistema tiene un mecanismo para reservar energías y sostener la vida en niveles de bajo consumo, por lo cual nos desconectamos de la realidad. Esto también mitiga la avalancha de sensaciones acuciantes que agreden al infante sin fin imaginable.
Al repetirse las conductas y conseguir manipular al entorno, se van estableciendo redes cerebrales que se van solidificando y formando hábitos. Por ello, desde el fondo de los tiempos, desde un espacio sin nombre, desde una historia sin registro, cuando nos sentimos amenazados por la impotencia se desencadena en nosotros el reinado del EGO, con sus toscas herramientas y las que se fueron derivando en tanto el niño crecía y aprendía nuevos recursos a partir de los anteriores heredados naturalmente. A lo cual se suma lo cosificado como hábito.
Entonces, no es de extrañar que ante la sensación de impotencia, real o sentida, el EGO haga presencia, que irreflexivamente reacciones de manera espontánea.

El niño requiere ayuda y la obtiene, si no hubiera perecido al poco tiempo.
El niño la obtuvo y con ello aprendió a “solicitarla” con sus arranques caóticos, sembrando turbulencias para cosechar satisfacción, o al menos reducir el displacer.
El niño formó el hábito, también de estar pendiente de la ayuda de alguien poderoso.
De alguna parte deberá surgir la salvación.
El EGO se impone como el primer dios, que se siente operando y reclama obediencia y adoración.
El EGO se fortalece en tanto la persona sigue sometida a la impotencia, real o sentida, para aparecer de pronto y resolver con su magia las situaciones. Y de no hacerlo, tiene la herramienta pasiva, aquella de desconectar a la persona de la realidad. Dormir, drogarse, mentir, auto engaño, estafa, olvidos, disonancia cognitiva, negación de los hechos, excusas, enfermedades, intento de autoeliminación son parte de las expresiones de la desconexión de la realidad que mencionamos.

El niño aguarda su salvación y se deja caer en brazos de aquellos que adora como poderosos.
Las ocasiones para sentirse impotente no escasean, de hecho podrían ser miles en un simple día cotidiano.
El niño está a la espera, esperanzado, de sus milagros habituales que le solucionan sus inconvenientes.
Al mismo tiempo va comprendiendo su propio falso poder, el que proviene de la manipulación.
Se da cuenta de que si hace un berrinche, obtiene la golosina, paseo, juguete y lo más importante: la atención de aquellos seres poderosos que están a su servicio.

El niño provoca el caos para quitarse de encima el malestar y para obtener su pequeña felicidad, gratificación lo más inmediata posible.
Y el niño crece, pero su hábito arraigado al EGO permanece como indestructible e inseparable.
Es cierto que aprende otros mecanismos, más amables, menos agresivos, más “civilizados” para adquirir beneficios; pero, desde la oscuridad de la impotencia, el EGO sigue adoctrinando a su esbirro. Es el esclavo que reina; cuando solamente debiera ser el servidor necesario en los momentos puntuales de verdadera situación de impotencia.

A veces se obtiene sorbos de poder, se disfruta de felicidad y puede parecer que la impotencia es un hecho olvidado.
Pero, que triste nuestra realidad limitada, lo cierto es que seguiremos siendo por siempre impotentes.
Y a veces por escurrinos plácidos en la pequeña felicidad, dejamos de lado el esfuerzo por alcanzar la Gran Felicidad.

Así andamos, a la espera de la Gran Felicidad, esquivando los pozos de oscuridad, esperanzados de no ser tragados por la desesperación, luchando para no sufrir más.
Engañados por la esperanza, enojados con los dioses (o Dios), porque no zafamos de todo contratiempo, porque no somos los amos ilimitados de todo poder.
Y nos engañamos, nos estafamos, con aires religiosos pretendiendo manipular a los dioses (o Dios) con plegarias, promesas, pactos, rituales y todo otro tipo de negociación religiosa. Como si tuviéramos el control, como si a nuestro alcance estuvieran los botones que nos brinden los paraísos terrenales y supraterrenos.

¡Cuánto tenemos para aprender, y para desaprender!
¡Cuánto daño nos hace la religión y nos aparta de la espiritualidad!

Por ello la CabalaTerapia, que estudia estos fenómenos e intenta brindar herramientas para nuestro crecimiento integral, es tan necesaria.
Para dotarnos de alas espirituales, las que nos corresponden por derecho de ser humanos; para darnos un poquito de dominio sobre el reinado del EGO.
Para enseñarnos a vivir en construcción de SHALOM, interna y externa, por medio de acciones (pensamientos/palabras/actos) de bondad Y justicia, siendo leales a nuestro patrimonio espiritual.
Para hacernos comprender cabalmente, y experimentar, las palabras sabias y eterna del profeta del Todopoderoso:

«Así ha dicho el Eterno: ‘No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas.
Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderMe y conocerMe que Yo soy el Eterno, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra.
Porque estas cosas Me agradan, dice el Eterno.»

(Irmiá / Jeremías 9:23-24)

Entre Moshé y Aarón

En la parashá Vaikrá se trató de korbanot, ofrendas al Eterno.
Muy parecido en Tzav, la parashá siguiente en el orden del libro Vaikrá.

La primera está expresada de acuerdo al código de ética mosaico (Torat Moshé).
La segunda al código de ética aarónico (Tora Aarón).

El mosaico parte de la asunción de que el ser humano es bueno, que su chispa divina, la NESHAMÁ encuentra caminos para manifestarse y que de algún modo prevalecerá su LUZ por sobre las penumbras.
En tanto que el aarónico parte de la creencia de que el hombre tiene a pecar, que su EGO reina y lleva a la persona al exilio, a la separatividad de su Yo Vivido de su Yo Esencial.

Por esto mismo, el tono del código mosaico es de apertura, de bondad, de confianza en que el hombre actuará de acuerdo a su Yo Esencial, que quizás tarde y se complique pero finalmente prevalecerá el reinado del Eterno. La TESHUVÁ es la opción obvia, la cual espera a la puerta a que el hombre le abra y la deje entrar. Porque el hombre es en esencia bueno y el EGO es por descuido el promotor del caos, no una entidad perversa y que arruina adrede la paz y armonía.
Pero, el tono en el código de su hermano imperan las ordenanzas, las órdenes, los mandamientos, las reglas y los rituales. Se codifica para marcar los límites, para que el hombre no los traspase. Para que el hombre se sienta en falta y como si pendiera una amenaza a causa de sus desvíos.

En consecuencia, a veces encontramos un Moshé iracundo, a causa de la decepción, frustrado, golpeándose con la realidad que muestra que el EGO se extiende y parece ser el amo.
Y se nos relata a Aarón como el perseguidor de la paz, el que hace todo tipo de esfuerzos para alcanzarla. Precisamente porque sabe que el hombre está dominado por la oscuridad y que si no se le obliga difícilmente escape al mal, al caos.

Ambas posturas son necesarias, aunque la ideal y recomendable sería la de Moshé, pero sin que llegue a sentirse en fracaso, para que no caiga en la desesperanza y se altere su bonhomía.

Por otra parte, es casi imposible que el hombre adquiera hábitos positivos a través de amenazas, de miedo, de castigos, de obligaciones asfixiantes. Con estos el hombre puede comportarse dentro de la moral, pero difícilmente haga un cambio positivo y mantenido en el tiempo. Cuando se cancela el motivo castigador o acechante, el hombre retorna (probablemente) a la deriva del caos.
Por ello, es necesario conocer la presencia de la NESHAMÁ y encontrar la manera que los cambios sean realizados por amor, por deseo de crecimiento, con voluntad, para beneficio y bendición.
Claro, es un ideal para el cual es imprescindible entrenarse, trabajar, esforzarse, aprender, tomar conciencia, desaprender, dejar de depender de los látigos para sostener la LUZ.

¿Dónde estás tú?

Luz y fuego del santuario

En la parashá TZAV se ordena que: «El fuego sobre el altar, encendido en él, no será apagado» (Vaikrá / Levítico 6:5), instrucción que es repetida en otras instancias.
Pero, si revisamos en el Talmud (Iumá 21b), la lista de los diez milagros que acontecían en el Beit HaMikdash, nos encontramos que había un fuego del cielo que caía sobre el altar, manteniéndolo encendido sin importar las variaciones del clima. Recordemos que este altar se encontraba fuera del edificio del Santuario, en el patio que formaba parte sustancial del complejo del Templo, a merced del viento, la lluvia, la nieve, cualquier elemento de la naturaleza que pudiera afectar la llama prendida.
Pareciera haber aquí un conflicto, porque por una parte es deber del hombre laborar para que la llama no sea apagada y siga encendida, al tiempo que se nos dice que es Elohim quien se ocupa de eso.
¿Cómo explicarlo?

Para complicar más la cuestión, el mismo versículo que antes citamos indica que: «El sacerdote hará arder leña en él cada mañana» (Vaikrá / Levítico 6:5).
¿Qué significa esto? ¿Acaso que el fuego se apagaba y había que iniciar el proceso nuevamente cada mañana?
Por ahora, no sabemos, lo que sí podemos advertir es que la actividad del hombre es requerida y esencial en mantener el fuego ardiendo y alumbrando en el sagrado recinto.

Pero, además había otra llama que debía preservar su presencia dentro del Templo, la de la Menorá, según leemos en la parashá EMOR: «Manda a los Hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro y puro para la iluminación, a fin de hacer arder continuamente las lámparas» (Vaikrá / Levítico 24:2). Así cada noche eran reencendidas todas las lámparas de la Menorá, cuidándose de que la “occidental” nunca se apagara.

Y había otra luz, en el Santo de los Santos.
La que provenía de las Lujot haBerit, Tablas de la Alianza. La que deslumbraba de entre medio de los querubines y manifestaba la constante Presencia del Eterno.
Luz que se podía percibir, cuando las telas eran corridas; luz que simbolizaba la LUZ de la Torá, por tanto, del Eterno alumbrando y energizando la totalidad.

Luz fuera, luz dentro.
Con la llama exterior, la del altar, se quemaba las ofrendas. Por eso era necesaria la actividad del hombre, quien estaba dispuesto a sacrificar sus partes oscuras, rindiéndolas ante la LUZ del Eterno.
Con la luz más interior se manifestaba la conexión del Eterno con Su creación, la energía vivificante que permite la existencia.
Con la intermedia, la del candelabro, se ponía en evidencia que somos NESHAMÁ, espíritu, chispa del Eterno, perpetuo vínculo que nos une a Él y a todas las otras neshamot.

Esa LUZ que somos, nuestro Yo Esencial, está presente, conectándonos a cada instante con el Eterno y con el resto de los humanos (de toda época y lugar).
Pero, se encuentra rodeada por la densidad de la oscuridad de experimentar Este Mundo.
Además, con cada pecado sumamos una mancha alrededor de esa pura LUZ, haciendo más dificultoso que la podamos percibir.
Y sin embargo, allí está.
Nada la cambia, nada la marchita, nada la apaga.
Ni el peor de los pecados erradica nuestra esencia, corta nuestro lazo.
Pero, sí sentimos la lejanía, nos hundimos en oscuridad. Pareciera que estamos en penumbras, por dentro y por fuera. Como si la religión, re-ligarse, tuviera que ser necesaria, ya que aparentemente no existe más conexión con la Divinidad.
Pero, seguimos siendo seres de LUZ. Aún en la peor de las miserias que podamos incurrir. Ninguna acción del Yo Vivido extingue la llama sagrada.
Es imprescindible que tengamos consciencia de ello, que lo sepamos y no permitamos ser confundidos.
Porque, cuando ignoramos nuestra esencia pura y sagrada, nos dejamos resbalar hacia peores estados del ser, exilándonos aún más, rechazando más y más el camino de la TESHUVÁ.
¡Sepamos que somos de LUZ y como tal debemos brillar!
Para lo cual, sea grande o pequeño el pecado, estemos cercanos o lejanos a la Fuente, tenemos a disposición la TESHUVÁ.
¡No la desaprovechemos!

Ofrendemos aquello que nos aliena, que nos perturba, que nos hace vivir una existencia separada de nuestra verdadera identidad.
Tomemos conocimiento de nuestra sagrada personalidad, para así poder estar en armonía con ella.
Obviando las religiones, apartando las sectas, despojándonos de rituales, repudiando todo lo que se nos apila para que desconozcamos nuestra NESHAMÁ.
¡No demos lugar al EGO y sus trampas!

De arriba nos alumbran constantemente, nos llaman sin pausa, la silenciosa  y persistente voz nos conduce hacia el SHALOM.
Pero no es por milagro que lograremos el ascenso de la existencia hacia la LUZ. Ni por atajos religiosos, ni con salmodias petrificadas, ni repitiendo lemas, ni adorando hombres, o actuando fuera del camino de los mandamientos que nos corresponden (los Siete Universales paralos gentiles, los que sean apropiados de los 613 para el judío).

Encendamos nuestro fuego, borremos las manchas que estorban la LUZ.
Limpiemos nuestros pensamientos/palabras/actos, para adecuarlos a la Presencia.
Sacrifiquemos lo que nos entorpece el gozo de la felicidad verdadera, que es el disfrute de Su Gloria.

Está en ti que vivas construyendo SHALOM, con acciones leales de bondad Y justicia; para que tu luz desenmascare la LUZ.
Para que Su LUZ sea tu luz.

(Escrito y publicado originalmente en SERJUDIO.com, con alto valor para la identidad noájica, por eso copiado aquí)

Los lindos linderos

Los límites son parte sustancial de nuestra existencia.
Tanto los internos como los externos.
Aquellos que son compartidos, tales como los exclusivos e individuales.
Los que refieren a realidades materiales, tanto como los que incluyen otras esferas de nuestro ser.
Sin límites no somos.

Cuando los límites se traspasan, suceden transformaciones, a veces permanentes, otras temporales; unas positivas, otras no tanto. Podría tratarse de un hecho voluntario, buscado, que persigue un fin noble y beneficioso. Pero podría ser el resultado de la ignorancia, o la inconsciencia, e incluso de la incursión adrede en el terreno prohibido.
Es necesario evaluar con la mayor objetividad y claridad los motivos, las acciones, los resultados.
Lo cierto es que, algunos límites deben ser quebrados, mientras otros deben ser sostenidos sin miramientos.
La flexibilidad es aconsejable, siempre y cuando no involucre el mal innecesario e incorrecto.

Podrían ocurrir tergiversación de los límites, lo cual conllevaría algún tipo de conflicto, o confusión, o enfermedad, o daño; porque, aquello que debiera estar establecido es amañado, confundido, desfigurado, provocando con ello una perdida de referencias y de seguridad.

De acuerdo a la relación con los límites podemos reconocer las siguientes maneras de expresar nuestro Yo Vivido:

a- No es consciente de los límites, su estructura y estado mentales no le permiten registrarlos. Su mundo es frágil, caótico, muchas veces incoherente.

b- Es consciente de su existencia, pero los quiebra adrede y por lo general provocando daños en otros, a veces en sí mismos. No expresa culpa, no siente remordimientos, no admite arrepentimiento. Está su deseo, probablemente trastornado, por encima de cualquier miramiento ético o moral.
Dependiendo de su educación y nivel intelectual, podrían desarrollar mecanismos muy perversos de manipulación, doblegando a su gusto e interés los límites, pero detrás de una pulcra máscara que los hace difíciles de detectar a primera vista.

c- Es bastante consciente de los límites, los traspasa a menudo, para volver rápidamente a una zona de aparente confort, detrás de sus barreras protectoras. Seduce, para retraerse. Llama la atención, para esconderse luego. Atrapa en sus juegos, para más tarde no saber cómo salir de ellos. Está en un vaivén que atraviesa los límites, teniendo luego la necesidad de reducirse a aquellos que le resultan conocidos y resguardados.

d- Refuerza los límites, satura con ellos, los sostiene con todas sus energías e incluso los inventa allí en donde no existen. Se amuralla parapetándose en esos límites estrictos, asfixiantes, que impiden cualquier cambio o transformación, aunque por lo mismo los cambios sobrevienen de manera catastrófica, culposa, angustiosa.

e- Opera como si los límites fueran en malla, dando por sentado que él tiene derecho para obviarlos de acuerdo al propio beneficio; pero el afuera no debe traspasar en modo alguno aquello que él sostiene y detrás de lo cual se escuda.
Una variante es la que lo de fuera es sentido como límite infranqueable, mientras el límite propio protector puede ser vulnerado sin más.
Otra variante, cuando se vive el límite de manera difusa, aunque se es consciente de él.

f- Es consciente de los límites, coopera en preservarlos cuando beneficia a sí mismo y a otro/s; asume el compromiso de restaurar aquellos que ha quebrado injustamente; trabaja en superarlos cuando es lo apropiado para salir de la zona de confort, crecer, etc.

En todos los casos cuando a causa del traspaso de límites, se manifieste sufrimiento, daños, angustias, sentimiento de culpa, miedos persistentes, sería recomendable la asistencia para visualizar los límites adecuados y saludables, así como estrategias para preservarlos, repararlos, fortalecerlos, ajustarlos a una realidad más dichosa y saludable.
Así también construimos SHALOM, pues pensamos, hablamos y actuamos plenos de bondad Y justicia.

«Así ha dicho el Eterno: Practicad el derecho y la justicia; librad a quien es despojado de mano del opresor; no maltratéis ni tratéis con violencia al forastero, ni al huérfano ni a la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar.
Porque si realmente ponéis por obra esta palabra, entonces entrarán por las puertas de esta casa, en carros y a caballo, los reyes que se sientan sobre el trono de David, ellos, sus servidores y su pueblo.
Pero si no escucháis estas palabras, por Mí mismo he jurado, dice el Eterno, que esta casa será desolada.»
(Irmiá / Jeremías 22:3-5)

TESHUVÁ, poderosa herramienta de sanación

TESHUVÁ, el proceso de retorno, el arrepentimiento completo y sincero,
es un poderoso instrumento para la rectificación y curación
del ser,
de los vínculos,
de la sociedad,
del mundo.

Mientras tapamos, negamos, obviamos, justificamos, excusamos, profundizamos
aquella conducta errónea,
nos estamos hundiendo más en el dolor, la culpa, la angustia, el miedo, la desesperación, la falsedad.
Aunque seamos maestros en mentirnos a nosotros,
y a los demás,
en tanto quede un resto sin saldar,
las energías no fluyen saludable ni satisfactoriamente.

TESHUVÁ, es la gran respuesta al alcance.
Aprende acerca de ella,
practícala,
compártela.

Hele eloheija

“Hele eloheija” – “Éste es tu dios/poderoso/líder/juez/superior” (Shemot / Éxodo 32:4).
Con esta proclama se presentó ante aquellos israelitas y añadidos descarriados el becerro de oro.
¿Estaba en lugar del Eterno?
¿Como reemplazo del líder Moshé?
¿A modo de conector sobrenatural entre el hombre y la divinidad?
¿Para servir como bastón para los dudosos y desesperados por evidencias de la fe?
Sea como fuera, era un acto aborrecible y aborrecido por el Eterno. Fue una traición.
Así y todo, es una conducta típica del hombre.
Tanto el erigir dioses como aclamarlos con fervor religioso, y en eso perder la conciencia de la Presencia constante del Padre así como nuestra tarea como hijos de Él.

Podemos vivir como religiosos o podemos hacerlo como lo que somos, porciones de Luz habitando un limitado tiempo y espacio.
Podemos desesperarnos por actos rituales, repetición de lemas y gestos, adoración de hombres y amuletos, esclavizarnos al EGO y sus máscaras; o podemos ser dignos seres multidimensionales, haciendo lo posible para desplegar el espíritu en el mundo, el mundo dotando de experiencias sensoriales al espíritu.

Que tu deidad sea el Eterno, solamente.
Que tu lealtad sea hacia Él y hacia la NESHAMÁ (espíritu) que es Su chispa que eres tú.

Lección de vida

Moshé era de la familia real egipcia.
Durante un tiempo tuvo importante cargo de gobierno en el imperio más poderoso de la época.
Por derecho de nacimiento, además, era miembro de una estirpe noble, directo descendiente de los patriarcas de la familia fiel a Dios.
Fue escogido por el Eterno para ser Su portavoz, el encargado de presentarse ante faraón para pedir por la liberación de Israel.
Acompañó a los israelitas en su periplo por el desierto, por su intermedio el Eterno manifestaba milagros y hacía presente Sus mandatos y designios.
Fue quien conversó “face to face” con el Eterno, en un altísimo grado de profecía inigualado por cualquier otro profeta de la santa nación.
¿Había otro hombre más poderoso, importante, elevado, espiritual, en su época?

Cuando su suegro, Itró, le dio un interesante consejo para organizar socialmente e institucionalmente al naciente pueblo de Israel, Moshé podría haber impuesto su criterio, demostrado su poder, dejado en claro que Itró era parte del pasado y había sido superado por él.
Podría, también, expulsarlo brutalmente, hacerlo callar, amenazarlo, difamarlo, presionarlo, enviar matones para atormentarlo, ignorarlo soberbiamente e incluso podría haberse burlado sin temer por ello consecuencia alguna.
Sí, está claro que ante la intromisión de su suegro en el ordenamiento de Israel, Moshé podría haber reaccionado desde el EGO, ¿por qué no? Si estaba ante una situación de impotencia, sea real o sentida, ya que era patente que el sabio y coordinado era Itró y no él.
Sí, cualquier otro probablemente mordido por la ponzoña del EGO se habría dejado llevar por las herramientas del EGO, con tal de demostrar alguna especie de control, de ejercer aunque sea la apariencia externa de poder.

Pero, no fue así con Moshé, puesto que:

«Moshé escuchó el consejo de su suegro e hizo todo lo que él dijo.»
(Shemot / Éxodo 18:24)

¿Está claro?
Escuchó atentamente, comprendió, pensó, desecho las inquietudes del EGO para expresarse con coherencia y a favor del SHALOM.
Resaltó lo positivo, puesto que atendió a su brújula ética, que es la constante vocecita de la NESHAMÁ (que es la calmada voz del espíritu que resuena en cada uno de nosotros).
Por lo cual, privilegió la respuesta saludable, la que otorgaba dignidad a su suegro, beneficios a su pueblo y tranquilidad para sí por encima de cualquier sentimiento de inferioridad que le hubiese atacado en ese instante.
Será éste uno de los motivos que la Torá establece con rotunda firmeza que:

«Y el hombre Moshé era muy humilde, más que cualquiera de los hombres sobre la faz de la tierra.»
(Bemidbar / Números 12:3)

Tal vez ésta era la virtud suprema del líder de Israel.
No su nivel profético, no los tremendos milagros obrados por su intermedio, no ser el receptor de la Torá, o cualquier otra notable cualidad y acción.
Por encima de todo lo otro, o tal vez por debajo como firme base, estaba la verdadera y genuina humildad.

Humilde, en sentido espiritual auténtico, es aquel que sabe su lugar, conoce su potencial, comprende sus limitaciones y desarrolla todo lo posible de sí mismo construyendo SHALOM (actuando con bondad Y justicia, siendo leal).
Éste era Moshé, nuestro rabino (maestro), aquel que había trabajado su Yo Vivido (personalidad) para sintonizarlo finamente con su Yo Esencial (NESHAMÁ), alcanzando así las alturas máximas conocidas por los hombres.
¡Tenemos tanto para aprender de esto!
Pero no como teoría, ni para regocijo mental, ni siquiera para ponerlo como artículo de “fe”, sino para involucrarnos en el trabajo de perfeccionamiento de nuestro ser, para llevar nuestro Yo Vivido a estar en armonía con el Yo Esencial.

¡Es una impresionante lección para todos!
Construye SHALOM, sé compasivo pero sin abandonar la justicia, sé justo pero sin dejar de lado la afabilidad.
Trabaja sin pausa por mejorar.
Comparte con el prójimo, y acepta lo que él comparte sanamente contigo y agradécele.
Rodéate de gente que te impulse a ser más positivo (en el sentido original y no en el prostituido de la New Age).
Sé espiritual y con ello estarás influencia a tu entorno a serlo también.

El resultado final, no depende de ti.