«Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto, y oí a mi amado que tocaba a la puerta y llamaba: ‘Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía; porque mi cabeza está llena de rocío y mis cabellos están mojados con las gotas de la noche.’
Ya me había desvestido; ¿cómo me iba a volver a vestir? Había lavado mis pies; ¿cómo iba a volverlos a ensuciar?
Mi amado metió su mano por el agujero de la puerta, y mi corazón se conmovió a causa de él.
Entonces me levanté para abrir a mi amado, y mis manos gotearon perfume de mirra. Mis dedos gotearon mirra sobre la manecilla del cerrojo.
Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido; había desaparecido. Se me salía el alma, cuando él hablaba. Lo busqué, pero no lo hallé; lo llamé, pero no me respondió.»
(Shir HaSHirim / Cantar de los Cantares 5:2-6)
Shir haShirim, el Cantar de los Cantares, es un poema amoroso antiguo nacido de la inspiración e ingenio de la pluma del joven rey Shlomó.
Puede ser visto desde un punto de vista superficial, en su literalidad.
Y puede ser comprendido en su mensaje más profundo, el cual le dota de un sentido transcendente, inmortal, como un manual para la vida correcta.
Este breve pasaje que seleccionamos relata el momento en el cual el amado toca a la puerta de la amada, la cual ya está acostada, durmiendo, alejada de la conciencia activa.
Sin embargo, su NESHAMÁ no descansa, pues está encendida constantemente, brillando, conectando con Dios y el universo.
Es la NESHAMÁ la que atiende primero a la presencia del amado, el cual anhela el reencuentro con su amada, la unificación amorosa e íntegra.
Pero, la amada no sale de su penumbra, inventa excusas torpes para no desprenderse de la modorra y la pereza.
De alguna manera sabe que la unidad con el amado implica un cambio fundamental, que es deseado y anhelado; pero, al mismo tiempo, algo en ella la obliga a rechazarlo, a dilatarlo, a postergarlo.
Y aún así, el amado no se deja apesadumbrar, insiste en atraer a su abrazo tierno a la amada, la cual logra despabilarse y conmoverse.
Es la LUZ que penetra en la mente, la alumbra, descorre un poco los velos impuestos por el EGO. Se obtienen imágenes difusas, poco claras, pero con total poder y no sometidas a la impotencia. Es la LUZ de la NESHAMÁ, la que brinda confianza, seguridad, amor, conexión, paz. Y sin embargo, el EGO no deja tan fácil a su presa. Refuerza los barrotes invisibles de la celdita mental para no permitir la libertad de su esclava.
Ahí está tocando la LUZ, cada día, me atrevo a decir a cada rato. Nos brinda pequeñas oportunidades para despertar un poco más, crecer, disfrutar, sanarnos, estar en armonía, gozar de la bendición constante.
Pero, si nos aferramos a las sombras, si no damos el pasito para salir de la celdita mental, si llegamos tarde o de manera incorrecta, la oportunidad pasó, vaya uno a saber hasta cuando.
El amado parece que ha desaparecido, que estamos abandonados, sin esperanza, sin redención.
Nos queda solamente hundirnos en la desesperación, seguir en la impotencia, mantener al EGO como nuestro amo en lugar de regocijarnos en el abrazo con el REY.
Toca a tu puerta la oportunidad de iluminarte con la LUZ de la NESHAMÁ, pero si te quedas adorando vanidades, endiosando pordioseros, venerando hombres, inventando justificaciones, resguardándote en tu celdita mental y clamas con amargura que el amado no responde, que desapareció, que tal vez no existe.
Te escudas en tu zonita de confort, que está llena de dolor y debilidad, pero que en cierta forma de hace sentir protegido de la miseria de tu vida.
Y no te das cuenta que el amado está siempre ahí, esperando con paciencia, listo para recibirte, amándote aun a pesar de tus infidelidades.
La LUZ permanece encendida, nada que hagas o dejes de hacer la altera; y sin embargo miras hacia las oscuridades de tus ídolos y crees en fantasías y te adoctrinas en rituales vacíos.
Aprovecha la oportunidad cuando despiertes, no vuelvas a la pereza, no sigas en el error.
Abre a tu amado y abrázate a él para estar en unidad, en bendición.