La vida es reto, a cada rato enfrentamos el desafío de poder y deber escoger nuestro siguiente paso.
Habrá dificultades, momentos de descanso, tropezones, caídas, levantarse, avanzar, retroceder, dudar, confiar, llorar, amargarse, estar sin esperanza, sonreír, cantar, loar, alabar, rezar, agradecer, detenerse, sufrir, cansarse, hartarse, soñar y tantas más que suponen un desafío.
Estamos en Este Mundo para disfrutar de lo permitido, para experimentar con el cuerpo y no solamente teóricamente, para desarrollar nuestro potencial a pesar de las dificultades para de ese modo regresar al Seno del Eterno, a la Fuente de Vidas con un grado diferencial a cuando vinimos para aquí, a nuestra vida terrenal.
Todas esas vicisitudes son lecciones que se suman a nuestro desarrollo, para perfeccionar nuestro placer en el Más Allá, siempre y cuando escojamos correctamente aquí y ahora, aunque el resultado no sea materialmente exitoso.
Según mi perspectiva es muy sencillo de comprender este concepto, pero supongo que para muchos choca con preconceptos que limitan su mente o con creencias que les han inculcado en el transcurso de su existencia. Por ello te voy a pedir que releas el párrafo anterior, lo vuelvas a leer, lo estudies y puedas asimilar la idea que estoy compartiendo contigo. Al hacerlo, por favor, expresa tus conclusiones en la zona de comentarios para que podamos evaluar juntos este punto.
Si estamos conscientes de lo anterior, podemos tomar cada dificultad o contratiempo como una lección de vida, para esta vida y por tanto para la vida eterna.
Obviamente, cuando toque sufrir, habrá sufrimiento; pero, ¿te imaginas cómo se multiplique el dolor cuando la vida es solo una circunstancia pasajera y sin sentido? Si fuera así, poco y nada tiene valor, ya que todo termina podrido y en el olvido. Tanto lo esplendido como lo espantoso acaba de igual manera. Entonces, el padecimiento se agudiza a causa de la intrascendencia de la existencia.
Sin embargo, cuando estamos despiertos y somos conscientes de la realidad espiritual, no negamos el sufrimiento ni exigimos reír en el duelo, pero estamos confiados y seguros de que también del momento oscuro puede rescatarse chispas de LUZ que alumbrarán nuestra travesía terrenal y por lo tanto nuestro placer en la eternidad.
¡No es un sufrimiento sin sentido! Ya que el modo en que lo encaremos le dota de sentido.
Si éste es perfeccionar nuestra tarea de construcción de SHALOM, por medio de la bondad Y la justicia, entonces estaremos aprovechando positivamente lo lamentable.
Si solamente es un sufrimiento sin sentido, entonces se aumenta el dolor.
Así habrá diferentes malestares, inconvenientes, tropiezos, molestias.
Algunos serán casuales, sin aparente causa real operando. Como algunas enfermedades, catástrofes naturales, accidentes más halla de toda prevención.
Otros serán como consecuencia de acciones propias o de otros que desembocan en el mal momento.
A veces habrá intención perversa, otras simple torpeza, otras suma de pequeñas infracciones y errores que desembocan en el incidente.
En casi todas la dimensiones de nuestra existencia estaremos a merced del mal, de la falta de bien. Tanto de manera individual como colectiva.
En lo físico, emocional, social y mental no faltarán las trabas y los desmayos.
Además, estaré la barrera que fuimos formando obstaculizando el pasaje de la LUZ de la NESHAMÁ, por lo que nos sentiremos abandonados de Dios, sin esperanza, faltos de salvación, desesperados por aferrarnos a dioses, redentores, ángeles, creencias, religiones, cualquier cosa que nos haga sentir protegidos, con algún cierto poder.
Podremos enfrentar las circunstancias o dejar fluir lo inmanejable para no hundirnos más en la congoja.
Pero siempre, siempre, con la meta de construir SHALOM, actuar/pensar/hablar éticamente, es decir de manera espiritual, con bondad Y justicia.
Y no siempre venceremos a los gigantes o enanos que nos atormentan, porque nuestro no es el poder absoluto ni Dios está para hacernos cada favor que se nos ocurra.
Y sin embargo, de acuerdo a cómo le des sentido al asunto, serás victorioso o no.
Porque, si a pesar de la derrota material aprendiste y creciste, si no permitiste al EGO dominarte, sino que construiste SHALOM, entonces… ¡ganaste!
Y no, esto no es un consuelo para los simples e ignorantes. Por el contrario, es la actitud espiritual que es digna de un hijo de Dios, como todos los somos pero pocos actuamos acorde a esto.
No está en justificar tus malas acciones, ni en echar culpas a otros, ni en reclamar a los dioses, ni en atribuirlo a demonios o brujos, o en adoctrinarse en rituales y religiones, o en repetir como lelo lemas que tus amos te codificaron.
Tampoco en desviar la atención de la responsabilidad, ni en intentar evadir la incomodidad, o narcotizarte para ignorar el dolor.
Sino en asumirla y en comprometerse con al vida a través de la construcción de SHALOM.
Aprender de todas nuestras experiencias pasadas, admitir los fracasos pero no empantanarse en ellos, asumir los riesgos y pagar las deudas, dejar fluir aquello que ya no es necesario ni saludable retener.
Seguir adelante, creciendo, no solamente a pesar de los malestares sino gracias a ellos.
Pero, es más fácil (en apariencia) eximirse señalando a otros, esperando que sean otros los que trabajen, abandonándose en la triste balsa de la fe a la espera de dioses mágicos salvadores.
Y sin embargo, el placer, la conquista, la belleza, el éxito está en escoger la vida y trabajar por ella. Llamar las cosas por su nombre y no solamente con las etiquetas que parecen mejor acomodarse a nuestros mezquinos intereses.
Tienes al Eterno para ayudarte a seguir por el buen camino, y aunque quizás no lo sepas, Él también te ayuda a que sigas por el mal camino.
Eres tú el encargado de determinar hacia donde irás y cómo lo harás.