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Resp. 905 – dónde puedo acudir a orar?

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Hermanos, me reconozco ignorante y cautivo de la tradición errónea no deseo confrontarme con mis hermanos mayores en la fé, dónde puedo acudir para obtener la fuerza de la oración para la resolución de conflictos de pareja, vivo en el municipio de ixtapaluca estado de méxico, agradezco su discreción, les respeto y espero hallar la verdad con ustedes para llevar a mi familia también, gracias
datos en reserva ixtapaluca, mexico

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Experiencia de plegaria

A lo largo de mis jóvenes años, me he encontrado con gran número de personas (judías y gentiles) que están a la  búsqueda de satisfacer su pasión religiosa.
Es una necesidad que muchas personas enfrentan, antes o después en su ciclo de vida.
(Sobre si es una necesidad inscripta en la esencia humana e indispensable; o si es una construcción social, no lo discutiremos en esta oportunidad)
Con base en mi propia experiencia y mis conversaciones con personas (judías y gentiles), de mi ciudad y de otros lugares, sé que tal afán es la regla generalizada. 
Muchos, si no la mayoría, se sienten frustrados, con lo que el judaísmo tradicional y el noajismo –puro, sin mezclas extrañas- ofrecen como camino saludable de vida.
En particular la decepción se señala en la categoría de “la oración”, pues sienten que el rezo, al modo tradicional, no "hace nada" para ellos, no brinda resultados mágicos, ni somete a Dios al papel de un esclavo a la espera de las demandas y órdenes por parte del orante.
La plegaria tradicional es bastante diferente de los rezos que se acostumbran en esas comunidades evangélicas, católicas carismáticas, mesiánicas, netzaritas, judaicas místicas-metafísicas, religiones animistas varias, paganismo africano mezclado con americanismos, entre otras formas de religiosidad, en las que se vocifera, clama a vivo grito, se soborna al dios con pactos u ofrendas, se bailotea entre gestualidades teatrales, se entrega el diezmo (u otro dinero) a cambio de promesas de riquezas, y que más tarde se comprueba (sea real o no) que los “milagros” suceden, que el dios o los dioses acatan el clamor de sus fieles.
Sumado a un repertorio abundante de palabras claves (levanta la mano, amén, aleluya, en este día señor te pido, etc.), lemas reiterados hasta el cansancio (en nada seremos avergonzados, ¿diste tu diezmo al señor?, etc.), actuaciones y gestos programados (levantar la mano, aplaudir, arrodillarse, girar en torno a un punto, imposición de manos, mecer el cuerpo en sincronía con el resto de los congregados, etc.) y un etcétera variado, que no referiremos ahora, pero que tú puedas añadir para el esclarecimiento del lector (escríbelo en la zona dedicada a los comentarios, debajo de este texto).
Analicemos un poquito la temática de la oración, para ver si hacemos un poco de luz al respecto.

Hay dos tipos de la oración que es mencionada en la tradición sagrada.
El primer tipo de oración, que se encuentra al principio de la Torá, es la solicitud suplicante de asistencia:

  • Cáin ruega a Dios después de ser castigado.
  • Abraham utiliza la oración para implorar el perdón de Sodoma, y reza por un heredero para que continúe su legado.
  • Itzjak y Rivka no tienen hijos, rezan para pedirlos.
  • Iaakov tiene miedo de sus enemigos, de Esav y Labán y Esav, eleva su pedido a Dios por protección.
  • Los judíos en Egipto no soportaban más el tormento a causa de su penosa esclavitud, por lo que claman a Dios para el alivio de su dolor.

Notemos que en todos estos casos, sin excepción, son de personas que recibieron comunicaciones directas de parte de Dios.
A diferencia de nosotros, nuestras generaciones, que desde hace más de 2500 años ya no existe el canal de la profecía abierta directamente para ninguna persona.
Así pues, el ejemplo de aquellos antiguos no puede ser calcado completamente por los modernos.
Para ellos existía un canal abierto, una comunicación de un grado y tipo que ya no funciona más.
(Es sabido que hay mucho pordiosero espiritual –léase: clérigos de religiones- que insisten con que son “profetas” y reciben mensajes directamente de su dios. Un gran número de estos mensajes no son más que sus invenciones, fraguadas para estafar, adquirir bienes, someter a los seguidores, etc. Otro buen número de supuestas profecías pueden provenir de una ingenua, sincera, pero poderosa imaginación, que está fecundamente infectada por creencias tóxicas, ajenas a la santidad espiritual. Otro número de supuestas profecías, no dejan de ser revelaciones acordes a una mente desquiciada. En resumen, no hay profetas en la actualidad, especialmente NO entre los que adoran falsos dioses y siguen perversos salvadores.)

Por otra parte, es claro que este tipo de oración demandante tiene una lógica efectiva: yo necesito algo, Dios puede darlo, así que Le pregunto si me lo brinda.
Llevado al extremo, podemos afirmar que la persona ni siquiera tiene porqué creer en Dios… ¡qué más da! Si existe y quiere, que Lo haga. Si no existe, o no Lo quiere hacer,  ¿qué tengo para perder al intentarlo?
De hecho, conozco a más de un “ateo”, que llegado el caso, no tuvo mucho reparo en rezar pidiendo por salud, salir de la miseria, etc.. Luego de pasado el trance, algunos regresaron a la comodidad de hacerse el ignorante de Dios…
(También conozco gente que, lamentablemente, tenían su corazón tan endurecido que ni siquiera ante la agonía dolorosa de un ser amado, ni siquiera entonces, hicieron el mínimo intento de reducir un poco su EGO y clamar por misericordia de ese Dios para ellos inexistente).

Si ésta es la cualidad de nuestra relación con Dios, si nuestra unificación con Él se define en un intercambio de favores celestiales a cambio de plegarias (de alabanza, de ruego o de agradecimiento), ¿cuál es nuestro papel en la creación? ¿Para qué fuimos creados?
¿Acaso solamente para ser perpetuamente como bebes indefensos, a merced de todo tipo de peligros y necesidades, que incapacitados de un mínimo de autonomía dependen en plena impotencia de la misericordia y/o responsabilidad de un adulto a cargo?
¿Para eso fuimos creados? ¿Para llevar una existencia de opaca impotencia, de nada misma, a la espera de milagros constantes que nos provean y sostengan?
¿Solamente nacimos para elevar pedigüeñas voces, incapacitados de hacer siquiera un poquito por mejorarnos y perfeccionar el mundo que nos cobija?
¿Somos menos que las bestias del campo, quienes se valen por sí mismas, aunque estén por completo a merced de los elementos de la naturaleza?
¿Ese es el rol que Dios ha dispuesto para nosotros?
¿El de la plena impotencia que se manifiesta en un perpetuo ruego de bondades divinas?

Y, ¿ese es el rol de nuestro Creador?
¿Ser nuestro sirviente que corre detrás de nuestras necesidades para satisfacerlas?
¿O el del vil opresor, que por sádica malicia se regocija haciendo sufrir y padecer a los miserables bajo su mando?
¿O el de padre castrador, que impide el desarrollo de su hijo, para mantenerse siempre en un sitial de paternalismo asfixiante?

¿Tal es la imagen que tenemos de nosotros mismos y de nuestro Padre?

Bien, es cierto, es bueno que la persona reconozca su lugar en el Cosmos, que comprenda que tiene un inmenso poder, pero en modo alguno es ilimitado o todopoderoso.
Es bueno que en ocasiones la impotencia esencial del ser humano se manifieste, se sienta, moleste, se haga carne, para ponernos en nuestro lugar.
Es bueno que dejemos de creernos LA autoridad sobre el mundo, dioses, chispas de divinidad con ínfulas de poder.
Es bueno que elevemos con humildad nuestra voz pidiendo el auxilio de Aquel que todo lo puede.
Es bueno que dejemos de alabarnos y mirarnos al espejo/ombligo, para mirar al prójimo y ver qué precisa, y elevar la mirada a lo Alto y admirar a nuestro Rey, para de Él pedir sustento.
Claro que es bueno alabar al Eterno, pedir de Su Mano bondades, agradecerLe sin excusas.

Pero, no es tan bueno hacer de este mecanismo de yo-te-rezo-y-Tú-me-beneficias nuestro único sentido para entablar la comunicación con Él.
El encuentro de lo mundano con lo espiritual no se realiza de esta forma.
Nuestro lugar en la obra del Eterno es bastante más amplio y activo que el de ser hormigas orantes sin otro quehacer.

Se nos cuenta (TB Shabat 10a) que el sabio talmúdico Rava vio a un maestro pío que estaba orando  ya por un largo período de tiempo, Rava se reía de él, diciendo: "¡Él abandona la vida eterna [del estudio de la Torá y del cumplimiento de los mandamientos que corresponden a cada quien] con el fin de procurarse la vida temporal!" .

Aparte de esto, ¿no es un tanto contradictorio rezar pidiendo cosas de parte de Dios? ¿Acaso no las sabe Él mejor que nosotros?
¿No sería más correcto NO rezar, para dejar que Él haga Su Voluntad según Su sabiduría?
¿O es que Lo consideramos todopoderoso, pero ignorante de lo que es mejor para cada uno?
Y si Él en Su sabiduría perfecta decide que es mejor para nosotros la pobreza, la miseria, la persecución, la enfermedad, la calamidad, etc., ¿con qué derecho vamos nosotros a rezarLe para demandar que se haga según nuestro deseo y no según Su Sabiduría?
Una respuesta a esto sería: “no rezamos pidiendo para que Él se entere de nuestra necesidades, sino para que nosotros podamos darnos cuenta de lo que tenemos y de lo que nos falta. Rezamos para ser conscientes de nuestra situación y de que todo se lo debemos a Él”.
Es una buena respuesta, sin dudas, pero que abre otro flanco débil: ¿para qué queremos saber lo que nos falta o lo que tenemos, si sea como fuera (de acuerdo a esta visión opaca y nulificada del hombre) nada está en nuestro poder hacer, sino solamente rezar?
¿Rezamos para darnos cuenta de que tenemos que rezar?
¿Rezamos porque somos perfectamente impotentes y así rezando nos damos cuenta de que somos perfectamente impotentes?
¿No es otra contradicción que elevemos plegarias, cual ensalmos mágicos, ordenando acciones de parte de Dios, al mismo tiempo que nos reconocemos impotentes para hacer alguna cosa favorable en nuestro beneficio o en el del prójimo?
Pues, parece que –al menos a mí me parece- que hay algo aquí que no cierra.

Te propongo que antes de continuar releas, saques apuntes, pongas en claro las ideas, si quieres coméntalas aquí debajo, en la zona dedicada a los comentarios. Gracias.
Ahora continuemos.

En esta lógica de rezar para satisfacer necesidades, encontramos otro problema.
¿Qué pasa cuando la persona se ha nulificado a tal punto que ya no siente necesidades? ¿Dejaría de rezar?
O, si por el contario, la “vida” le ha sonreído con plenitud de todo, ¿habría de dejar de rezar hasta padecer de alguna dificultad?
O, si la persona no es consciente de lo que le falta, o lo que posee y debiera agradecer, ¿no dejaría por ello de rezar?
Es decir, si el motivo para el rezo está en pedir, en mover a Dios a nuestro servicio, en reaccionar como bebes recién nacidos que solamente atinan a llorar y gritar en reclamo de cancelar el sufrimiento de “la falta”, ¿cuál es el valor que tiene el rezo?
¿Es solamente el llanto más sofisticado, pero llanto al fin, del impotente que en nada puede valerse por sí mismo?
¿O es la presuntuosa demanda del que se cree con capacidad como para ordenar y exigir de Dios que le sirvan?

Y por si fuera poco, hay otro pequeño inconveniente.
Es muy frecuente que la respuesta a nuestras oraciones no sea "Sí", ni siquiera “Ní”, sino un rotundo “No”, o un silencioso silencio… lo que nos llevaría a preguntarnos: "¿Escucha Dios mis oraciones? ¿Escucha Dios la oración de alguien? ¿Existe Dios, ya que nunca responde como uno quiere?".

De paso, otro obstáculo en la oración está en aquellos que la hacen de manera mecánica, sin sentimiento, sin concentración, como un mero recitado, como un trámite, como una negociación que se debe hacer, un ritual falto de aliento espiritual y de satisfacción interna.

Una variante de este problema, es aquel que solamente se enfoca en lo que necesita, y en adular a Dios para “comprar Su buena voluntad”, es decir, no emplea el rezo como una forma de auto-conocimiento, de apertura al prójimo, de comunicación con Dios, sino como mero instrumento al servicio de su EGO.

Pero, ¿acaso Moshé no rogó a Dios por comida, por agua, por sanidad, por salvación, por perdón, por vida?
¿No es Moshé el gran maestro de las generaciones, del cual mucho podemos aprender y emular?
¿Acaso Moshé, quien es llamado por Dios “el más humilde de los hombres” pretendía dictar a Dios sus demandas y usarLo como sirviente?
¿No vemos que en verdad la oración tiene una cualidad de pedir, agradecer, alabar, y que está bien que así sea?

¿Y qué decir del rey David, con su poderoso libro de los Salmos?
¿O de tantos y tantos sabios y maestros que a lo largo de las generaciones usaron la oración como mecanismo para elevar pedidos al Eterno?

En síntesis: ¿es la oración una súplica o no?

Pasemos a un segundo modelo de la oración: la oración como vínculo.

La oración como vínculo no es frecuente en los primeros relatos de la Torá, pero está presente.  
Encontramos su presencia en el comienzo de la parashá “Vaierá” con Abraham convaleciente tras de su Brit Milá, entonces recibe la “visita” del Eterno.
Abraham no pide nada, no se queja de nada, no busca nada, no profetiza hacia futuro nada, simplemente están en un vínculo intenso y profundo, en un diálogo personal, sin otra finalidad que la comunicación en sí misma.

Muchos consideran que ésta es la forma ideal de la oración.
Yo rezo porque mi único deseo es vincularme con Dios por medio de la plegaria.
Hay otras formas de vincularse profundamente con Dios, tales como el estudio de Torá (para el judío, y lo que tiene permitido el gentil), como el cabal cumplimiento de los preceptos que corresponden a cada uno, pero el acto de “vincularse sin nada que medie” es el de la oración.
Por ello es conocido el rezo como “servicio del corazón”, ya que en la pureza del vínculo está la propia grandeza del mismo.

Cuando Dios ordena a los judíos “harán un santuario para Mí, y Yo habitaré en medio de ellos" (Shemot / Éxodo 25:2-8) se puede explicar que Él está pretendiendo exactamente esto, que cada uno de nosotros reviva el paradigma de esa visita Divina a Abraham, a través de una oración que no es pedido, sino simplemente vínculo entre Dios y el hombre que ora.

Tal como la Divina Presencia se mantenía sobre el Tabernáculo, sin esperar ruegos, sin correr a resolver los problemas de los que pedían de Dios, sino aguardando el momento del vínculo, cuando el orante puro ingresaba dentro de la nube opaca sin otro motivo ajeno al deseo de unificarse con el Eterno. Si entraba para pedir, reclamar, demandar, suplicar, clamar, alabar, agradecer, su presencia no era bienvenida. Pero si ingresaba con el sentido de solamente pretender nulificar su EGO para ser uno con Dios, entonces podía acceder al encuentro místico verdadero (y no esas bullangas que tan habituados tienen los pastores, predicadores, supuestos “rabinos” mesiánicos y/o cabalisteros).

El domesticar el EGO, es el ingrediente que permite que nuestra oración sea un verdadero vínculo con el Padre.

Todas nuestras relaciones que son vínculos, se basan en la confianza.
Quien quiera encontrar que su rezo es algo más que un rito, una observancia aburrida de reglas, un intercambio comercial con Dios, deberá someter primero a su EGO, y luego dejarse caer en los “brazos” de Dios, con confianza en Él.

Cuando se confía plenamente en Dios, se deja de lado el chismorreo, el recitado de rezos vacíos, el show para los demás, el exigir como si uno fuera el amo del mundo, los reclamos, el deseo de dominar, y se descansa en plenitud, paz, armonía con Dios y con el universo.
No es fácil llegar a este grado de verdadero misticismo, muy alejado de las ridículas enseñanzas de supuestos rabinos cabalisteros de internet, para nada semejante a rituales melodramáticos copiados al budismo –o similares-, en las antípodas de las parodias enfermizas de los que con gritos y aullidos pretenden sobornar a Dios.

Es una experiencia de plegaria.
Plegaria: plegarse sobre uno mismo, para encontrar aquello que es relevante y trascendente, el foco de luz espiritual que nos conecta en un vínculo de Shalom con Dios.

“En cuanto a ti … hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírveLe de todo corazón y con ánimo dispuesto; porque el Eterno escudriña todos los corazones, y entiende toda tendencia de los pensamientos. Si Le buscas, El te dejará encontrarLe; pero si Le abandonas, El te rechazará para siempre.” (Divrei HaIamim 1 / 1 Crónicas 28:9)

Las mitzvot y el mundo: de magia, cabalistería, astrología o racional apego a Dios

De acuerdo al punto de vista es como vivimos.
En esta ocasión te presento dos puntos de vista acerca del mundo y por consiguiente acerca del valor de las mitzvot (los preceptos).
Espero que con estos datos que te aportaré podamos vislumbrar nuestra propia forma de vislumbrar y actuar en la realidad.

Para Rambán (Rabí Moshé bar Najman, o Najmánides) nuestro mundo no es de materia finamente ordenada y coordinada por leyes “naturales”, leyes que son producto de la Mano de Dios y condicionan la realidad. No hay lugar para la ciencia, ni el estudio de la realidad por medio del intelecto, puesto que no hay leyes físicas invariables, no hay un orden establecido desde lo Alto y mantenido rigurosamente por el Creador.
El mundo está sujeto a un directo control de entidades espirituales que gobiernan los diferentes aspectos de la realidad.
Tales entidades rectoras tienen la potestad de variar lo que es en apariencia el orden habitual de las cosas, de modificar el mundo según normas místicas ocultas.
Así pues, el orden habitual de las cosas es solamente aparente, lo natural es contingente a la voluntad de las fuerzas rectoras de los elementos, quienes a su vez son subordinados del Eterno.
Lo natural no trabaja de acuerdo a reglas naturales definidas a priori por el Creador, sino que la creación se mantiene en un orden aparente, en un estado de constante milagro oculto.
Que el mundo gire, que haya gravedad, que el agua moje, que el corazón lata, que respiremos, etc. todo es parte de redes infinitas de milagros ocultos.
Entendamos bien este aspecto. Rambán es de la creencia de que nuestro mundo está plagado de espíritus, algunos de los cuales gobiernan directamente sobre los elementos de la naturaleza (vivos e inanimados), también considera pertinente la creencia que existe efectivamente la magia,  y que estos factores (espíritus y magia) deben ser manipulados y aprovechados para que el hombre no sea sacudido por eventos más allá de su control.
¿Cómo se lograría esto?
Él es de la idea de que la Torá enseña al hombre a alejarse del vano deseo de controlar a la naturaleza caprichosa y mágica, para arrojarse a la misericordia de Dios.
Las Mitzvot tienen un significado intrínseco, místico, y por lo tanto interfieren con el designio mágico de las cosas, pues tienen el poder para desviar la influencia nefasta de las fuerzas sobrenaturales.
Al centrarse la persona en el Eterno y anular la propia voluntad para servir la Divina Voluntad, al aceptar de todo corazón que todo viene de Él, al arrojarse en brazos del Eterno, se queda a la espera de Su misericordia.
Entonces, como respuesta a esa sumisión completa, a ese cumplimiento de los preceptos por parte de la persona, es que el Eterno dicta que las huestes espirituales que dominan a la naturaleza protejan a esa persona en particular.
Si hay sequía, aquel que se entrega por completo al cumplimiento de los preceptos recibe lluvia.
Si hay hambruna, el siervo del Eterno recibe provisión milagrosamente.
Si el terror recorre las sendas, el ensalmo del hombre de fe borra a los perseguidores y espectros malignos.
Todo es posible por medio de la fe, del dejarse abrazar por Dios y esperar que Él opere el milagro salvador.
Dentro de esta economía espiritual, algunos actos están prohibidos por mandamientos debido a que interfieren con el buen funcionamiento de estas fuerzas espirituales rectoras de los elementos.
Así pues, cumplir preceptos para obtener control sobre los seres espirituales que dominan el mundo, y abstenerse de ciertos actos para no perjudicar el poder de tales entidades.

Debemos consignar que en su contexto histórico no resultaba una voz discordante la del Rambán, pues en la Edad Media era ampliamente aceptada la existencia de la magia, los actos que por efectos de simpatías procuraban el control de los elementos, etc..
De hecho, aún en la actualidad existen individuos y colectivos que conscientemente o no, abiertamente o no, siguen viviendo a partir de un punto de vista similar. Los hay también entre aquellos que se identifican plenamente con el judaísmo y con la ortodoxia (específicamente entre los jaredim), sin encontrar motivos para reformularse sus creencias o su estilo de captar la realidad. Siguen apartados del racionalismo, incómodos por la ciencia, fervientes devotos de las palabras de sus líderes religiosos, quienes dictan lo apto de lo inapto, lo que está bien y lo que no lo está. Dentro de ese marco de pensamiento/acción, es notorio que no todas las personas tienen idéntico derecho y factibilidad de contactarse con el Eterno, pues dependiendo del grado de altura espiritual es el poder para el apego con Él. Por lo cual, las personas menos meritorias dependen de los de mayor jerarquía para obtener bendiciones, recibir consejos, ser escuchados por Dios, decidir acerca de las cuestiones prácticas de la vida diaria, tomar decisiones fundamentales, recibir el perdón por pecados, ser absuelto de crímenes, condenar personas y objetos, excluir tajantemente lecturas o exponentes, etc..
Se afianza entonces un sistema en el cual los de la cúspide de la pirámide se convierten en representantes de Dios, en personas con plena autoridad, en personas a las que se considera infalibles, en canales entre este mundo y el venidero, en redentores, etc..
Se despliegan lazos para sostener este sistema, se incentiva el uso de uniformes, se refuerzan las propias doctrinas en tanto se condenan a los ajenos, se vilipendia a los que salen de la norma establecida por el líder, etc..

Rambán, y los que leales al Eterno que están dentro de similar perspectiva, son personas de valor, maestros leales, faros de Torá, recursos genuinos para el aprecio al Eterno y Sus mitzvot.Pero, esta perspectiva no es solamente mantenida por gente sincera y de buena fe, gente de corazón amistoso hacia lo sobrenatural; por desgracia está perspectiva es abusada por todo tipo de charlatanes, mercachifles, traficantes de la fe, vendedores de baratijas supersticiosas, cabalisteros, supuestos gurúes jasídicos, “rabinos mesiánicos”, ambiciosos de poder y renombre, gente que hábilmente manipulan las mentes y corazones de los que no están entrenados en el conocimiento y el entendimiento, y que buscan salidas fáciles, soluciones instantáneas, recetas mágicas, fórmulas o plegarias milagrosas, medallas de la suerte, etc., y que con la pátina de “seriedad religiosa” adquieren cualquier esperpento y sufren de continuos timos, siempre excusados por uno u otro argumento falaz pero lleno de palabrería complicada y hueca.
Esos niños en cuerpos de mayores, que añoran mundos de fantasías, en donde el pensamiento propio es mágico, en donde el mundo gira en torno al propio ombligo, buena gente inocentona, que se aferran a los gurúes que venden religión, que se enriquecen con pantomimas enfermizas. que hacen de la superstición y el engaño su lucrativo comercio.
Abundan en el mundo “offline”, pero son innumerables en el mundo “online”.
Estamos rodeados de gente con blogs, twiters, feisbucs, emails, que propagan las creencias simplonas, el sometimiento a los líderes todopoderosos, las recetas sobrenaturales, el letargo de murmurar sin ton ni son los mantrams pergeñados por sus “maestros o rabíes”.
Y a veces, los inescrupulosos, se defienden señalando a grandes como Rambán, o lo que ellos suponen que dice el Zohar, o este o aquel rabino (si es que en verdad es rabino), procurando así dar una cara de respetabilidad a sus mugrientos negocios, a sus oscuras cárceles del alma.
Como siempre, no faltan los malandrines que se disfrazan de santos para obtener dinero, poder, fama, bienes materiales, placeres, etc..

Rambam (Rabí Moshé bar Maimón, o Maimónides) por otra parte entiende el mundo de manera diferente.
El Eterno no necesita intermediarios para ejecutar Su gobierno sobre el mundo.
Él es omnisciente y omnipotente, en Su amor y Su sabiduría perfectos creó un mundo regulado y reglado, marcado por leyes “naturales”, que ordenan y que se ejecuta sin la necesidad de la intervención constante de fuerzas rectoras místicas.
Hay leyes, hay orden, hay regularidad, hay un Amo que creó y sostiene con lealtad Su creación, hay un Rey que gobierna y que no opera modificaciones de acuerdo a los deseos o anhelos del corazón de cada hombre.
Dios es el Rey de un reino ordenado y (a Su vista) perfecto, en tanto que nosotros somos hijos y siervos, que no tenemos la habilidad para que Él cambie según nuestra necesidad del momento. (Por supuesto que Maimónides explicó los milagros y sucesos sobrenaturales, y sus enseñanzas cuadran perfectamente dentro de su perspectiva. No ahondaremos en esta ocasión al respecto.)
El hombre puede manipular la naturaleza, Dios le ha conferido ese enorme poder, pero no a través de la magia o de la pasiva espera del milagro, sino por medio de las acciones concretas, que modelan y varían la realidad.
Si no hay lluvia en un área, debe buscar y acarrear las aguas desde lejos, construir canales y trabajar la tierra de tal forma que sea productiva.
Si hay hambruna, habrá que redistribuir la riqueza, encontrar otros canales de abastecimiento, reformular la tecnología, emigrar, etc..
Si hay terrores, se deberá entrenar para la defensa y la guerra; para el crecimiento personal y el fortalecimiento intelectual y moral.
Ninguna cantidad de mitzvot cumplidas o la oración van a cambiar la realidad física por arte de magia o de favores personalizados de Dios a través de entidades espirituales.
Por supuesto que el rezo tiene efectos positivos, claramente que algo cambia para bien cuando se reza con la profundidad y concentración que son óptimas, de seguro que habrá algo bueno también en este mundo para quien cumple con los preceptos de manera desinteresada (recalco: de manera desinteresada).
Eso no está en la balanza ni en el banquillo de las dudas.
Maimónides nos enseña, junto a otros grandes del conocimiento, que no dependamos de milagros, que no andemos procurando manipular fuerzas (reales o ficticias) místicas, que no seamos niños a la espera de un adulto nos lleve de la mano.
Maimónides nos enseña a ser activos, proactivos, constructores de Shalom a pleno, en cada uno de nuestros planos de existencia.
Cuanto más nos apartemos de fantasías de secretos poderes del pensamiento, más pronto pensaremos con claridad y podremos encaminar nuestros pasos por sendas de luz y verdad.
Cuanto menos ahondemos en supersticiones, poderes mágicos, invocaciones a entidades descarnadas, menos problemas inyectaremos a nuestra existencia.
Cuanto más confiemos en Dios, sin pretender manipularlo, sin ambicionar negociar arteramente con Él, con mayor pureza haremos nuestra parte en la Obra y nos apartaremos del mal.
Sin embargo, no queda el cumplimiento de los mandamientos como una mera obligación decretada por Dios, ni todo a cargo de nuestro accionar sobre el mundo físico.
El hombre también tiene la capacidad de actuar más allá de sus necesidades inmediatas de supervivencia.
También puede tratar de entender cómo sus acciones tienen un efecto a largo plazo, a veces más allá de su propia vida.
Por medio del cumplimiento de los mandamientos que nos corresponden, y con su análisis, se puede tratar de encontrar y descifrar la Voluntad de Dios y participar con Él en la obra constante de la creación.
Aquel que cumple con su parte de manera desinteresada y no se somete a supersticiones o pretensiones autoritarias, tiene abierto el camino para buscar sentido más allá del presente y queda en condiciones para descifrar el significado de su propia existencia.
El hombre en esta búsqueda puede fácilmente perderse en un universo imaginario, fuera de contacto con la realidad, un mundo de fantasía y que puede conducir eventualmente a la idolatría.
Torá y Mitzvot (lo que corresponda a cada cual, sea judío o gentil) es el camino que, si se siguen correctamente, nos impide virar a este mundo de fantasía. También establece las relaciones interpersonales de manera que podamos dedicarnos a crecer en armonía interna y con el prójimo. Nos enseña de la disciplina tanto en las acciones y el pensamiento. Se nos enseña a pensar en Dios en todo momento, primariamente al hacer mitzvot, sin esperar que Él se someta a nuestro deseo.
En resumen, se fortalece el ser, la familia, la sociedad, el apego al Eterno, sin depender de fuerzas externas, sin arrodillarse ante líderes, si dejarse manipular por el EGO enmascarado.

Para finalizar, para emular la grandeza de Maimónides en muchos aspectos, les dejo esta historia.
Si usted va a la Biblioteca Nacional en el campus de Givat Ram en Jerusalén, tal vez coincida con las esporádicas exposiciones de manuscritos de Maimónides.
En uno de ellos, el “Pirush mishnaiot”,  se puede ver, de puño y letra de Rambam, frases tales cosas como: "Pensé que esto era correcto, pero he encontrado un manuscrito más preciso y revisé mi opinión". Otras veces no es que haya encontrado un texto antiguo más preciso que el usado hasta el momento, sino que tras una repetición del análisis, luego de estudiar y repasar y volver a repasar, Rambam no era tímido para decir "me equivoqué", porque su meta era la búsqueda de la verdad, no la gloria, el dinero, el poder sobre el ingenuo o la populachera alabanza.

POR LA SALUD DE NUESTRA AMIGA SOLICITAMOS TU AYUDA

Solicitamos tu rezo, ayuda por la salud y pronta recuperación de:

Marcela Olivia Rodriguez Rubio

Quien ha participado activamente en el quipo para desarrollar el simposium Fulvida Mexico 2011.
El dia sabado 27 de noviembre a las 7:00 AM sera sometida a una cirugia craneal, en la ciudad de México.

Por favor pidamos por su pronta recuperación.

Que sepamos construir Shalom.

Tu parte de la bendición

El Eterno hizo saber a Rivcá que de los hijos que llevaba en su seno: "…el mayor servirá al menor" (Bereshit / Génesis 25:23).

Entonces, ¿por qué diseñó ella el plan de engaños y farsas para que su hijo preferido, el menor Iaacov, se hiciera con la bendición que correspondía al primogénito?
¿Acaso no había sido anunciado que el menor sería quien prevaleciera y obtendría el mando espiritual (derechos de primogénito) de la familia?

Podemos intentar dar dos respuestas en esta oportunidad.

Están los que mencionan que Rivcá se crió en una familia de engañadores, gente dedicada a la astucia y el engaño. Por si fuera poco, gente inmersa en la idolatría y serviles a sus EGOS.
Por supuesto que al pasar a morar junto a Itzjac fue aprendiendo un estilo de vida más justo y bueno, el correcto para el noájida (recordemos que ellos eran noájidas).
Sin embargo, aún no había logrado evolucionar completamente de su primera educación.
Quizás todavía la afectaba la idea del politeísmo, de que los dioses son poderosos pero no todopoderosos, que los dioses tiene falencias, que los dioses pueden ser manipulados con artes mágicas (entre las que se incluyen invocaciones, sacrificios, ofrendas, etc.), que los dioses a veces precisan de la ayuda de las personas para cumplir con sus misiones.
Quizás este veneno idolátrico aún devoraban alguna parte de su corazón, sumado a la conducta de bajeza que mamó desde la cuna, lo que la llevó al engaño con tal de alcanzar lo que el Dios había anunciado como una realidad futura.
Esta manera de interpretar el asunto nos da una imagen humana de la matriarca, quizás alejada de la imagen idealizada y plena de pureza que se nos hace común considerar; pero es una forma de interpretar las acciones de nuestros antepasados que nos sirven para encontrar que tal como ellos encontraron el camino para el crecimiento y la superación, así mismo podemos nosotros. No precisamos ser tzadikim guemurim –justos completos-, ni haber nacido en un hogar inmaculado, ni pretender llevar una vida de 100% perfección, sino hacer lo que está a nuestro alcance para llegar al mejor nivel que podamos.

Otra forma de verlo.
La matriarca confiaba plenamente en Dios, había logrado limpiar su alma de las impurezas adquiridas en su pasado, había desarrollado una vida de justicia y bondad acorde a su altura como matriarca de una nación santa.
En su confianza sabía que Dios hace su parte, pero que cada quien debe hacer la que le corresponde.
Dios no hará lo que tú puedes, tienes y debes hacer.
Entonces, ella supo que la bendición que le correspondía al más idóneo de los hijos debía ser adquirida y no solamente recibida.
Dios le anunció cómo debían ser las cosas, que el menor debería ser quien recibiera la bendición del primogénito, por lo cual, ella esperaba que Itzjac (su esposo) así procediera.
Pero, al no actuar de esa manera, ella reconoció que había que encaminar las cosas de acuerdo a como debía ser.
En realidad el tal engaño, hacerse pasar Iaacov por su hermano, era el último recurso para rectificar el error que estaba por cometer Itzjac.

Como ves, amigo lector, tienes dos opciones que parecen ser diametralmente opuestas, pero ambas comparten un núcleo en común: la persona no tiene que esperar que del Cielo le llueva su bendición, sino que es necesario que haga su parte, que cumpla la misión que le corresponde, que reme el trecho que le toca, para de esa manera usufructuar las bendiciones que están a su espera.
Tienes un ejemplo en la estada de los judíos en el desierto.
El Eterno hacia aparecer a diario el maná, pero era cada judío quien debía ir fuera del campamento para hacer su tarea de recogerlo.

En los Salmos leemos:

"Encomienda al Eterno tu camino; confía en Él, y Él hará.
Él exhibirá tu bondad como la luz, y tu juicio como el mediodía."
(Tehilim / Salmos 37:5-6)

Está muy bien rezar y esperar la ayuda del Eterno.
Esperar en Él.
Confiar, aunque no sabemos cual será la respuesta (quizás sea “no”, o “más tarde”).
Lo cierto es que Él es fiel y hace Su parte.
Y esa parte deja al descubierto lo que nosotros hemos hecho.
Nuestra bondad y justicia quedan alumbrados, como a la luz del mediodía.
Es decir, si hemos actuado como nos corresponde, siendo buenos y justos, entonces, obtendremos un beneficio, una bendición, una posteridad.
No esperemos sentados a que Él nos regale la vida, no nos humillemos más, no pretendamos hacer de Él un muñeco mágico que nos sirve como si fuéramos sus amos.
Dediquémonos a vivir con justicia y bondad en todo momento, siendo leales a Él; luego, confiemos en que Él siempre hace Su parte (aunque ésta no siempre nos agrade).

Tú tienes tu parte de la obra del Eterno, no esperes que Él haga lo que te corresponde a ti.
A construir shalom.

Resp. 886 – ¿Gentiles rezando el salmo 121?

Guerrero nos consulta:

Estimado Moré:

Antes que nada, le deseo desde México que Dios le bendiga y le proteja ahora y siempre y que el Eterno le siga dando vida y salud para que continúe con su labor tan importante en la construcción de shalom. Mi pregunta es:

1- ¿Es correcto para los gentiles rezar o leer el salmo 121?

2- O bien, ¿No es ese salmo exclusivo para las personas judías?
Ignacio Bernal, 27 años, médico, Guerrero, México.

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Resp. 885 – ¿Pedir justicia al Eterno?

Juan_25 nos consulta:

Buen día Moré Yehuda:
Deseándole bendiciones del Eterno a Ud. y los suyos le consulto:
1- ¿Los noájidas podemos pedirle al Eterno que aplique justicia a personas que nos han dañado y no hay posibilidad de construir Shalom?
2- ¿El Eterno oirá nuestro clamor?
Gracias anticipadas. Bendito sea el Eterno y bendito sea Israel. Shalom.
Juan, Perú.

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Resp. 883 – Se puede recibir el libro de rezos gratis?

aruiz nos consulta:

M eintereso en leer el libro de rezos noajida, pero no cuento con el medio electronico de donacion. Actualmente mis recursos son limitados.. mi pregunta es: Qué consideración hay para estos casos? si bien como lei hay una proteccion de derechos de autor, al autor le agradaría que se difundiera su obra mas que una regalia? con todo respeto hago esta pregunta, ya que ayudando pronto llegariamos a la meta: SU conocimiento
aruiz Monterrey México

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