¿Culpable?

Una cosa es la culpa, otra –bien diferente- el sentimiento de culpa.

En el diccionario encontramos lo siguiente:

  • f. Falta que se comete voluntariamente.
  • Responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto incorrecto.

    En la culpa hemos hecho algo negativo, hemos faltado, nos hemos equivocado, salimos del trazado correcto, por lo cual recae sobre nosotros la responsabilidad.
    Entonces, podemos equipararla con una alarma, una señal de alerta, que nos anuncia que hay algún aspecto a examinar, alguna conducta a corregir, un daño a reparar, sentimientos a dejar fluir, teshuvá que hacer, etc.
    Es una oportunidad para aprender, para mejorar, para crecer, para pedir perdón, para perdonar, para ser responsables y construir shalom.
    Como somos falibles, cometemos errores, o hasta fallamos voluntariamente, y sin la culpa podríamos pasar de largo, sin que nada en nuestro interior nos advirtiera e invocara al cambio y corrección.

    PERO, en el sentimiento de culpa NADA hemos hecho, pero alguien –con el fin de manipularnos, seguramente- nos adjudica la culpa, nos somete a juicio, nos atormenta para despojarnos de nuestro poder y quedar a su merced.
    Sí, es una herramienta habitual en el arsenal de los manipuladores.
    Estos pueden ser tus padres, tus hijos, hermanos, amigos, socios, colegas, empleados, patrones, conocidos, el vagabundo, vecinos, políticos, cualquiera que esté en contacto contigo, directa o indirectamente, de manera habitual o circunstancial. El uso del sentimiento de culpa es frecuente, cotidiano, de hecho probablemente tú también lo hiciste el día de hoy, tal como yo.

    No es extraño que sea uno mismo quien genere ese sentimiento de culpa para consigo mismo.
    Sí, es el EGO actuando, invocando sus fantasías para postrarnos y dejarnos inermes, a merced del sentimiento de impotencia, y entonces aparecer como un mágico salvador. O, podría hacerse presente como un tirano, para hundirnos aún más en la desesperación y la debilidad. Como sea, estaremos atrapados por las redes del EGO, nuestro o de otros.

    Mira un ejemplo.
    La persona ha sido adiestrada para tener un sistema de creencias en las cuales se compara constantemente con un ideal superior, inalcanzable, de perfección. Hay mandatos y deberes imposibles de satisfacer, que son intocables, inaccesibles al análisis y crítica, allí se erigen sobre terribles pedestales de moralidad, de rigidez, de exigencias. La persona, sin escapatoria, termina aplastada por esa presencia ominosa. Se siente culpable de continuo, ¿cómo no hacerlo, si está fallando y en falta en todo? Sea en su físico, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en su trabajo, en sus estudios, en sus relaciones interpersonales, en su identidad, en TODO, pues cada aspecto de su existencia se compara con el monstruoso ideal de perfección, y le deja exánime, inoperante, fallado, pecador.
    De todo es culpable, aunque en la realidad lo sea de nada.
    Él mismo es su juez implacable, critica amargamente, señala destructivamente, no concilia, no negocia, no entiende de términos medios, no visualiza el aliento de los potenciales, sino solamente la falta, el error, la impericia, el fracaso.
    Cada puntito pequeñito en la enorme sábana clara, es magnificado, aumentado hasta tener un peso insostenible.
    Cada contratiempo es asumido como una calamidad espantosa, sin solución.
    Cada paso en falso es determinante de un fracaso completo.
    Todo sirve para ser humillado, para avergonzarse, para fatigarse en duelos y amarguras.
    Se hunde en ese sentimiento de culpa sin ninguna madera que lo sostenga a flote, sin un salvavidas que le rescate.
    ¡Cuanto más grave cuando se le afirma categóricamente que ha nacido con el “pecado original” y no hay manera de salvarse, sino solo la fe en absurdos supersticiosos!

    Por supuesto que la culpa y el sentimiento de culpa son anclas al pasado, pues tratan de hechos/dichos/pensamientos/sentires (reales en uno, imaginarios en el otro), que se cometieron. Pueden tener un segundo, un día, una vida de edad, pero siempre nos empantanan al pasado por lo cual se drenan energías del presente, nos desgastan y debilitan aquí y ahora.
    La gran diferencia en esto es que con la culpa se enciende la señal para corregir y así destrabar nuestro camino, librarnos del ancla, comenzar de nuevo, habiendo pagado lo que fuera necesario.
    En cambio, con el sentimiento de culpa como no hay nada real para arreglar, ¡nada podemos arreglar! Entonces, nos quedamos atados, dando vueltas en círculos o simplemente paralizados, malgastando energía. Es necesario descubrir el sentimiento de culpa y desactivarlo, despojarlo de sus pinzas que nos tienen fijados, corrernos del lugar del culpable sin solución, o con soluciones mágicas que no son otra cosa que aceptar la esclavitud a lo que nos ha esclavizado con el sentimiento de culpa.

    Ejemplo: por todos es conocido el sentimiento de culpa terrible de cierta religión, que acusa a toda la humanidad de un pecado original, todos somos culpables y punto. Todos nos vamos al infierno. Eso dicen y repiten los emisarios de tal religión. La única manera de zafar de esa maldición eterna, es tener fe en el absurdo de la idolatría, doblegar nuestra espiritualidad a la ferocidad de la religión. Dejarnos conquistar y todavía agradecer por ello. Se nos hunde en la desesperación y al mismo tiempo se nos ofrece la esperanza mágica de salvación. Pura, simple, grotesca y terrible manipulación que hace uso del sentimiento de culpa (y accesorios).

    ¿Te diste cuenta que en todo este asunto se esconde un afán enfermizo por el control?

    Entonces, ¿qué hacer?

    Es necesario actuar con bondad y justicia con nosotros mismos y con el prójimo. De aquí, ser comprensivos, amables, comprender sin juzgar, corregir sin excusar.
    Descubrir los patrones de conducta que se reiteran y nos retienen en estas situaciones terribles.
    Desactivar esos mensajes tediosos, abrumadores, asfixiantes –a veces hasta bien intencionados- que no son más que piedras que vamos añadiendo a nuestras mochilas.
    No querer controlar lo que no podemos controlar.
    Hacer de los sucesos experiencias, y de éstas obtener enseñanzas que mejoren nuestra existencia.
    Amarnos, respetarnos, cuidarnos.

  • 2 comentarios sobre “¿Culpable?”

    1. -Recuerdo un comercial donde un adulto le decia a un niño «usted no es bueno para nada» y otra clase de insultos.
      -Otros optan por hacer lo mismo con sus compañeros de trabajo. «ese no sirve para nada»
      -Esposos con esposas «no sirves para nada» Etc….

      En fin , si no haces parte del monton «no sirves para nada» . Esta es otra herramienta del EGO , que te hagan creer que «eres un bueno para nada» y por supuesto se empiezan a enfundar miedos.

      Gracias More.

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