Promover el sentimiento de culpa en el otro es uno de los modos más habituales para dejarlo en impotencia y aprovechar para manipularlo.
¿Recuerdas la lección ya ofrecida, que no es lo mismo culpa que sentimiento de culpa?
En resumidas cuentas, la culpa es la alarma que dispara nuestra conciencia cuando hemos actuado incorrectamente y no hicimos lo necesario para corregirlo.
En tanto, el sentimiento de culpa es un artefacto diseñado para la manipulación allí en donde no existe motivo de culpa verdadera. Por lo general alguien atribuye culpas inexistentes a un receptor, el cual sentirá culpa y como no hay nada real para reparar en esa situación, porque ninguna acción suya motivo la culpa, entonces queda inerme, a manos de los deseos del manipulador.
A veces, es nuestro EGO el que se encarga de imputarnos culpas, para dejarnos indefensos, a su merced.
(Ya explicamos esto varias veces, si quieres estás invitado a recorrer nuestro sitio y aprovechar sus miles de textos gratuitos disponibles para tu beneficio).
Ahora, hagamos un breve ejercicio.
Piensa bien, recuerda las veces que manipulaste o lo hicieron contigo, ¿no había alguna echadita de culpas escondidas o a la vista?
Vamos, tómate un ratito para traer a la memoria, visualízalo, date cuenta, admite (es parte de un proceso liberador, reparador, sanador).
¿Pudiste reconocer esos sentimientos de culpa que alguien hizo caer sobre ti, o que tú adjudicaste a otros?
¿Vista aquella vez que el niño echó culpas a otro, por algo erróneo que él había hecho?
Quizás el niño eras tú, o era tu hijo, o un hermanito, o un amiguito, o quien fuera, pero seguramente esa imagen está en alguna esquina de tu memoria.
¿Te topaste con la imagen de la persona infeliz, que acusa a otros (Dios, dioses, demonios, amigos, padres, maestros, jefes, políticos, illuminatis, masones, comunistas, ateos, judíos –por supuesto-, etcétera) de provocar su pesar y falta de éxito?
¿Se cruzó la memoria de esa madre achacando todo tipo de taras y males a sus hijos, para conseguir de ellos sumisión, favores, “amor”?
¿O, la madre que se hace la abnegada, sufrida, enferma, abandonada, desamparada, etc., para obtener similares retornos de parte de sus hijos?
¿Tuviste la experiencia del jefe que inculpa a sus empleados por el bajo rendimiento, algún fracaso, las dificultades de la empresa; con ello buscando obtener sometimiento, mayor rendimiento sin recompensarlo, trabajo extra sin remuneración, o alguna otra finalidad egoísta?
¿El marido maltratador, que a veces puede que pida perdón, pero que al principio y al final hace creer a la esposa que es ella la culpable de todo lo malo y es justicia que sea castigada… por el marido?
¿El cónyuge infiel que al ser descubierto se proclama inocente, una víctima de la indiferencia de su contraparte, “obligado” a ser infiel por culpa de él/ella?
Probablemente sí, alguna o todas de estas cuatro escenas están contenidas en tus recuerdos. Siendo tú el generador de mensajes culposos, o el que los recibió para fabricar con ellos sentimientos de culpa.
Hay muchísimas otras ocasiones en que esto se ve, sería imposible enumerarlas todas.
El denominador en común es: el EGO emitiendo mensajes culpógenos, para así explotar la debilidad que genera el sentimiento de culpa.
Una posible manera detener esto podría ser al evitar emitir y/o recibir tales mensajes tóxicos.
Hay otras cosas que se puede hacer, pero centrémonos ahora en ésta.
A veces se emiten estos mensajes de manera inercial, llevados por un impulso aprendido hace mucho tiempo. No se tiene intención consciente de que se está echando culpas para generar sentimientos de culpa y así manipular. Simplemente, se hace, sin analizarlo, sin preocuparse.
¿Está bien?
Por supuesto que no.
Por una parte, es mejor para pararlo, ya que al no querer dañar a otro adrede, tal vez al esclarecerlo se decida actuar para cambiar.
Pero, quizás se dificulte, ya que siendo una acción nacida automáticamente, la persona pudiera negar que algo nocivo esté sucediendo por su causa.
En ocasiones, y para algunas personas de manera cotidiana, se emplea este mecanismo como una verdadera arma, de manera totalmente voluntaria, sabiendo qué se persigue con ella, queriendo destruir o arrinconar para obtener ventajas.
Aquí ya no se puede argüir ignorancia, la persona está consciente de sus acciones y motivaciones; lo cual sin dudas obstaculiza bastante a la hora de dar el paso para modificar la conducta perversa.
Si eres quien emplea este método de manipulación y adviertes que no es lo que quieres para tu vida, entonces, es hora de que lo cambies.
- Piensa bien antes de hablar.
- Usa la Comunicación Auténtica, encuentras decenas de textos aquí sobre ella.
- Modifica la inculpación por el pedido amable y sincero, aunque eso te coloque en una aparente situación de desventaja.
- Deja la recriminación, a no ser que sea justa y no como una agresión o manipulación, sino para dejar en evidencia una situación injusta la cual debe restablecerse el equilibrio.
- Expresa tus sentimientos, para darlos a conocer, el otro no tiene porque adivinar o suponer cómo estás o te sientes.
- Reconoce o establece límites que sean saludables.
- Aprende a que también se pierde.
- Ten en cuenta que tú también eres responsable, aunque no quieras, aunque eches las culpas a otros.
- Cede, concede, recibe.
- Pide ayuda a un profesional si te ves superado por tus tendencias mezquinas.
- Construye shalom de manera constante, por medio de acciones buenas Y justas.
Si eres quien está padeciendo de las agresiones inculpatorias y te haces cómplice con tus reacciones que no construyen shalom, entonces estas son algunas ideas:
- Piensa bien antes de responder a lo que escuchas.
- Usa la Comunicación Auténtica, encuentras decenas de textos aquí sobre ella.
- Admite que el otro tiene su manera de hacer las cosas, sus creencias, sus modos; admite que el otro es otro; pero no te hagas cargo de lo que no te corresponde.
- Si te están echando culpas, no admitas que eres culpable. Evalúa con sinceridad y sin dejarte llevar ni por gritos, ni gemidos, ni actuaciones, ni amenazas, simplemente permanece en silencio, sin asumir nada, sin responder nada, sin aceptar como verdad nada.
- Expresa tus sentimientos, para darlos a conocer, el otro no tiene porque adivinar o suponer cómo estás o te sientes. Si el otro es un manipulador consciente, ten cuidado, también usará esto como munición para agredirte. Igualmente, exprésate pero no seas ingenuo.
- Reconoce o establece límites que sean saludables.
- Aprende decir NO y mantenerte firme en ello.
- Ten en cuenta que tú también eres responsable, aunque no quieras, aunque eches las culpas a otros. Pero, también el otro es responsable de lo que le corresponde. No cargues mochilas que no son tuyas.
- No creas que ceder a la presión, a la manipulación emocional, te dará tranquilidad. Quizás el agresor no continúe ahora con sus perversiones, pero al demostrar tu debilidad, eres presa fácil para seguir siendo víctima. No seas colaboracionista.
- Pide ayuda a un profesional si te ves superado por tus tendencias pasivo-agresivas.