Humildad es la clave

Es muy frecuente que nos acordemos de Dios al momento de pedir, pero muy raro hacerlo presente cuando disfrutamos de lo que tenemos.
Porque, sentimos que estamos en control, que nuestro es el poder, que tenemos derecho y que somos dignos de recibir y de que nos agradezcan; ¿cómo vamos a menoscabar nuestro sentimiento de poderío siendo humildes ante el Señor?
¡Cuando mayor debiera ser nuestra cercanía con la LUZ, pareciera que abrimos más las ventanas para que ingrese la oscuridad!
Ponemos al Yo en el lugar de Dios, como si de esa manera tuviéramos mayor posibilidad de gozar y no sentir nuestra finitud, que pronto lo bueno también se acaba.

¡Cómo cambian las cosas cuando surge la falta, cuando sufrimos del hambre y no hay qué lo extinga, cuando luchamos débilmente y seguimos sometidos a la impotencia!
Nos arrebata la ira, nos enfurecemos, rugimos, gritamos, insultamos, golpeamos, nos quejamos, nos lamentamos, lloramos, nos encerramos en un silencio quebrado por el suspiro insolente, destrozamos llenos de agresividad; y entre esto y aquello, nos viene a la mente que podemos manipular al Creador con rituales, con petitorios que suenan a mandatos, con reclamos en formas de rezos, con extorsiones mágicas de apariencia espiritual.
Hacemos pactos, negociamos, ordenamos que el Cosmos se ponga en marcha según nuestra infantil mirada de las cosas; porque en nuestra impotencia y limitación, tenemos la trastornada idea que podemos usar a Dios como si fuera un títere sometido a nuestro servicio.

¿Te suena conocido?
¿Es lo que haces?
¿Lo has visto en otros?

A veces, nuestra desesperación y enojo llega al punto de la ruptura con la Deidad.
No queremos saber nada de ese Dios que permite que A NOSOTROS nos pase cosas malas. ¿Cómo se atreve ese Dios? ¿Acaso Él también es impotente que no actúa para librarnos del mal? ¿Somos tan insignificantes que no merecemos milagros y salvaciones mágicas celestiales? ¿Cómo vamos a adorar o siquiera creer en un Dios que demuestra que no puede, y si puede, no quiere ayudarnos? ¡Porque somos el centro del universo y ese Dios debiera saberlo y actuar en consonancia!
Así, nos abstenemos de Dios, de tanta impotencia que sentimos, de tanto afán de control que abruptamente todo se descontrola.

¿Conoces gente así?
¿Te pasa a ti?
¿Lo has vivido en carne propia?

Humildad es la clave.
Para poder estar feliz por el disfrute de nuestro éxito material, con orgullo y alegría; pero sin por ello dejar de agradecer y bendecir al Aquel que permitió que sucediera.
Humildad en los momentos de quiebre, para sobrepasar la automática respuesta furibunda del EGO, y no envolvernos en un ciclo negativo de mayor impotencia-agresión.

Humildad, para actuar con bondad Y justicia, como constructor de SHALOM, en las buenas y en las no tan buenas.
¿Sabes quién obtiene beneficios siendo así?

(Humildad: tomar conciencia y admitir los propios límites, reconociendo lo positivo así como lo negativo, descubriendo el potencial para hacer lo posible para desarrollarlo. Es hacer sin prometer, sin hacer demostraciones, sin reclamar la atención).

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