Factores del aprendiz

En la Mishná, Pirkei Avot 3:17, encontramos:

“Rabí Eleazar ben Azaria solía decir: toda persona cuya sabiduría es superior a sus obras, ¿a qué se parece?
A un árbol cuyas ramas son numerosas, pero sus raíces escasas; viene el viento y lo desarraiga y le obliga a doblarse sobre sí mismo, según está escrito: será como enebro en la estepa, y aunque le venga el bien, no lo verá; habita en las arideces del desierto, en tierra salitrosa e inhabitable (Irmiahu/Jeremías 17:6).

En cambio, todo aquel cuyas obras sean superiores a su sabiduría, ¿a qué puede compararse?
A un árbol de pocas ramas, pero con numerosas raíces. Aunque todos los vientos el mundo vinieran y soplaran contra él, no le podrían mover de su sitio, según está escrito: y será como árbol plantado junto a las aguas y que hacia el torrente envía sus raíces; no teme que venga el calor, y conserva verde el follaje. En año de sequía, no la siente, y no cesa de dar fruto (Irmiahu/Jeremías 17:8).”

Para aprender es necesario tres componentes, los cuales a su vez son aprendidos:

  • Actitudes, como humildad, respeto, voluntad, apertura, empatía, atención, paciencia, constancia, comunicación, entre otros.
  • Conocimiento, que es aquello que se aprende.
  • Práctica, que es aplicar los procedimientos.

Cuando falla alguno de ellos, entonces está en riesgo el aprendizaje y comprometido el resultado.

Si nos llenamos de saber pero somos flojos en realizaciones, no estamos transformando el mundo, no producimos el bien, estamos encerrados en nuestra egoísta imagen de sapiencia. Se compara con alguien estéril en un lugar estéril, difícilmente tenga continuación puesto que nadie conoce su tesoro ni se alumbra con su luz.

Si actuamos desde la ignorancia, aunque estemos llenos de buenas intenciones, somos como ciegos avanzando al borde del precipicio, faltos de entendimiento y probablemente provocando el dolor y sembrando el caos. Por supuesto que la realización es indispensable para la obtención de frutos, pero al mismo tiempo se puede estar sembrando yerba mala que perjudica.

Si obtuvimos conocimiento y lo aplicamos en los hechos, necesariamente debemos manifestar las actitudes idóneas, que hacen del hombre un receptor del saber, un analista respetuoso, un preservador responsable, un portador sagaz y que con sus obras no atenta contra el bienestar del prójimo ni el suyo propio.

Sería bueno tomarse un tiempo para evaluar nuestra postura y darnos cuenta qué tanto estamos en la senda del aprendizaje, y cuánto nos queda aún por aproximanos a ella.

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