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Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

La “cosa”

La persona ignorante e insegura por lo general busca aferrarse a cosas que le brinden seguridad. Creencias, doctrinas, ideas, lemas, partidos, sectas, rituales, prácticas, objetos, personas, lo que fuera que esté a mano y pueda ser usado como tosco madero flotante en medio de un naufragio. Una precaria tabla salvadora. Un improvisado salvavidas. Una cadena que retenga y asegure ante los embates de la tormenta.
Por sentirlo como su “decisión”, por adoptarlo como su brújula, por considerarlo como su única opción, por tenerlo como aquello que le permite seguir con una vida y dotarla de sentido, aprisiona con mucha fuerza su “cosa”, se niega a razonar, argumenta para seguir atrapado, idealiza, proclama la santidad de su “cosa” y no admite contradicciones. Levanta muros para no ver, para no sentir, para no admitir. Niega la realidad, hace complicados malabarismos para sostener la fantasía, es que muy dentro realmente siente que si la “cosa” el mundo se le acaba, nada tiene sentido, la vida se le termina, caería en un pozo de inseguridad e impotencia.
Sí, en verdad no puede retroceder ni un paso, aflojar un poco, soltarse apenitas, nada de eso puede hacer, porque siente que su mundo se quiebra, su realidad se raja, todo se desequilibra. Urgente corre a abrazarse a su “cosa”, aunque la mirada objetiva confirme que le dañe, que es un vicio, que está fracasando, que no tiene sentido, que es una vida hueca, que es una existencia oscura, nada de eso tiene valor porque solamente su “cosa”, su objeto asegurador, es lo que le fortalece (fantasiosamente). La “cosa” es sagrada, lo más santo, lo que debe ser defendido sin miramientos. Los que cuestionan son herejes, desleales, traidores, desertores, enemigos, aquellos que hay que destruir. Porque son los que denuncian la fragilidad del que adora a la “cosa”. Señalan la inseguridad, muestran la impotencia. Con su presencia y oposición, activa o pasiva, ponen en riesgo la falsa tranquilidad, la disfrazada salud del que está encadenado a la “cosa”.
Entre los adoradores de la «cosa» entonces les sucede que a la mayor inseguridad la suele acompañar el mayor fanatismo, necedad y violencia.

Los hijos y seguidores de estas personas pueden tomar la “cosa” también como central, como verdad, como algo bueno para aferrarse. Tal vez los continuadores no sean tan inseguros ni ignorantes, pero nacieron y se criaron en un entorno en el cual la “cosa” era un pilar, una herencia cultural que mantener con vigencia. Quizás los descendientes más esclarecidos puedan reconocer la endeble validez de la “cosa”, pero ya están insertos en un programa, dentro de un sistema, mandatados por sus antecesores, por lo cual con dudas y timidez no rechazan la “cosa”, sino que la mantienen en vigencia. La adoptan y la transmiten a sus continuadores. Sí gente brillante y bastante segura, también siguen encerrados en la celdita mental determinada por la “cosa” consagrada. Porque ellos también tiene su debilidad, sus puntos ciegos, su ignorancia. Quizás en otros aspectos, diferentes a los de los creadores del mito de la “cosa”, pero se apoyan en esa “cosa” o en otra igualmente falsa e igualmente esclavizadora.
Tu familia hace tal o cual cosa, ¿por qué habrías de hacer, sentir, pensar, creer algo diferente?
¿Por qué no?

Las costumbres se inventan por alguna causa insospechada y luego se inventan las interpretaciones, significados que le den algún sentido. Probablemente los motivos verdaderos no son ni siquiera rozados, escondidos detrás de mitos, leyendas, historias fantásticas, absurdos que se presentan como verdad sagrada.
La costumbres se reciben, se viven, no se cuestionan, se continúan, se transmiten. Si se las deja de lado se siente como si todo se viniera encima, si se estuviera en una fisura llena de mal, en lugar de aceptar las costumbres que tienen sentido, que promueven los valores de vida, que llevan a la construcción de Shalom. Dejar a los faraones en Egipto, no llevarlos con nosotros en nuestro viaje a la Tierra Prometida y mucho menos adorarlos como deidades estando ya alojados en la Tierra. Dejar a los faraones allí en donde han de estar. Tomar lo bueno, evaluarlo, compartirlo y dejar lo negativo.
Pero, la gente insegura e ignorante se fortalece en la unión, formando grupos de presión, expandiendo por la fuera y la amenaza sus “cosas”, santificando lo que ellos adoran y acusando/destruyendo lo que puede quitar la máscara a su debilidad. En su impotencia manipulan, ejercen la violencia, presionan, mienten, estafan , engañan , gritan, predican, repiten lemas, pelean sucio, lastiman, en su impotencia masacran en vez de romper con su adoración a ídolos y servilismo a sus “cosas”.

Puede que te parezca que estoy hablando de cosas lejanas, o sin sentido; quizás me estoy refiriendo a antiguos primitivos, a gente burda. Pero esto nos pasa a nosotros, en mayor o menor medida.
No te diré qué haces tú, cuál es tu “cosa”, cuáles tus debilidades que escondes detrás del ídolo “cosa”, porque eres tú el que debe hacer el recorrido de la libertad personal, quien debe reconocer su impotencia, admitir su falta de control en esto y aquello, denunciar a su ídolo, despojarlo del poder que se le ha otorgado. Hay gente que puede hacerlo, otros que aún no. Es necesario trabajar en uno mismo, ir conociendo las propias debilidades, admitiendo los propios errores, dejar de pretender manipular, fluir sin querer controlar todo, cuestionar con respeto. Es un trabajo necesario y difícil. Pero es la libertad.
Ah, pero el miedo… mejor volver a la esclavitud, encerrarse en la celdita, adorar a la “cosa” y quemar a los herejes que levantan una vocecita de saludable crítica.
El enemigo está dentro, hay que conocerlo para dejar de abrazarlo. Mejor es abrazar la vida, construir shalom, aunque eso no parezca provechoso, ni algo sagrado, ni esté lleno de costumbres y rituales. No precisamos de la “cosa”.

Sobre el juzgar

El juicio, el juzgar, es una parte esencial de la personalidad humana.
Sin juicio estamos sometidos a las pasiones, a los preconceptos, a las emociones, a las creencias absurdas.
El juicio es indispensable, es una cualidad muy humana.
El juzgar no tiene nada de vicioso, pecaminoso, engañoso, malicioso, siempre y cuando sea hecho correctamente, con la finalidad de encontrar la verdad, para establecer la paz, para equilibrar lo que las acciones u omisiones han desequilibrado. La justicia, y por ende el juicio justo, es uno de los pilares del mundo.
Así nos enseñan los Sabios de la Verdad, por ejemplo cuando expresan: “En virtud de tres principios el mundo perdura; por la justicia, por la verdad y por la paz.“ (Pirkei Avot 1:18).
De hecho, es el propio Divino Autor quien manda a los hijos de Su nación: “Juzgarás a tu prójimo con justicia." (Vaikrá / Levítico 19:15; mitzvá 235 del sefer HaJinuj).
Cada uno tiene el derecho y el deber de llevar una vida ajustada a juicio, ¿cómo? Juzgando al prójimo con justicia. Cooperando para que la sociedad sea justa. Aportando lo que sea necesario para que la justicia reine.
No es rehuyendo el juicio, ni proclamando la falta de competencia para juzgar, o predicando que no se ha de juzgar al prójimo y a uno mismo.
Pero dentro de los parámetros correctos, sin traspasar los límites.

Una de las pautas para no caer en error del juicio injusto es: “trata de juzgar a toda persona meritoriamente” (Avot 1:6).
Luego, como uno no debe erigirse en único juez, mucho menos si es parte del asunto, es que se debe recurrir a las instituciones sociales que funcionan en el establecimiento de la justicia.
La facultad de juzgar en la sociedad recae sobre sus representantes escogidos para tal finalidad, los jueces. Éstos deben cumplir con varios requisitos que fueron estipulados en los códigos legales, para evitar corrupciones, injusticias, errores, etc. La base está en unos pocos versículos de la Torá: "Pondrás jueces y alguaciles para ti en todas las ciudades que el Eterno tu Elokim te da en tus tribus, para que juzguen al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y poseas la tierra que el Eterno tu Elokim te da." (Devarim / Deuteronomio 16:18-20).
Los jueces designados son representantes de la sociedad, dependen de ella para cumplir sus tareas. Por tanto, no hay justicia en una sociedad carente de personas justas.

Pero, el prejuicio, el pre-juicio, el juicio que no se basa en fundamentos, que no busca la verdad, que etiqueta y degrada, que oculta la razón y la luz, que se usa como arma de dominación, no debe confundirse con el juicio justo, con el juzgar con prudencia y sabiduría.
El prejuicio es la corrupción, el mal uso, el abuso del pilar de la justicia.

Muchas veces hemos oído a personas confundidas, por lo general adherentes a diversas idolatrías, que tiene como lema “no juzgar”, “no juzgues si no quieres ser juzgado”, o “solo Dios juzga”; sí, muchas veces usan ese recurso cuando no pueden sostener y responder a la mínima visión crítica de sus doctrinas corruptas, de sus acciones extraviadas que se disfrazan de santidad. Entonces se hacen pasar por santos, por divinos mensajeros, por personas que no juzgan, para acto seguido lanzar una sarta de prejuicios, agresiones verbales, falsedades, y provocaciones prejuiciosas.

Sabemos que todas las agresiones parten del mismo núcleo, del EGO que toma el control de la persona.
Entonces, cuando desviamos nuestra capacidad de juzgar para convertirlo en un arma de agresión, en un método impuro de dominación, en un mecanismo de extorsión, estamos actuando bajo el manto oscuro del EGO y no a través del manto luminoso del AMOR.

Suele ocurrir que los que prejuzgan se sienten juzgados, que son amenazados, presionados, tenidos bajo el ojo criticón y poco amable de un amo. También es probable que en su infancia hayan sido sometidos a juicios severos, a amargos castigos, a palabras injuriantes de parte de aquellos que debieran amarlos por encima de cualquier circunstancia.
Puede ser que hayas sido invisible para tus padres, o que solo te vieran para criticarte o mandarte. A veces, absolutamente invisible.
Como sea, no recibiste el AMOR que precisabas, mientras crecías crecía en ti el odio, el resentimiento, la violencia, la amargura, la necesidad de ser amado, la duda de no saber por qué no eras querido y cuidado, crecía en ti el EGO.

¿A quién lastimas cuando cargas con la mochila del rencor?
¿A quién dañas cuando sigues con el resentimiento?
¿A quién enfermas cuando te la pasas juzgando sin encontrar méritos favorables?
¿Con quién estás enojado cuando te enojas?

Esperar a que el otro sea perfecto para respetarlo, que sea como queremos para amarlo, que nos brinde lo que queremos para aprobarlo, es propio de la infantilidad del EGO. Es otra forma de rechazar la vida y abrazar la muerte. Es otra manera de ser infeliz, cargado con oscuridad, encerrado en tu celdita mental.

Recuerda que tú, al igual que el otro, en el interior llevas/eres una luz pura, una esencia divina, un espíritu intachable. El Yo Esencial de cada uno es bello, bueno, noble, amable, digno. El tuyo y el del prójimo. Solo que nos revestimos con disfraces, con antifaces, con caricaturas del Yo Vivido. Eso nos hace actuar con malicia, con pobreza moral, con resentimiento, con rencor, con falta de solidaridad, con EGO.
Si dejamos de lado el juicio inútil, la excusa para el odio y el alejamiento, entonces podremos llevar una mejor vida.
Perdonar, sin dejar de lado el recurso de la justicia institucional.
Pedir perdón, como parte de un proceso de auténtico arrepentimiento.
Dejar fluir lo que no es posible, ni dable, controlar.
Dar menos importancia al EGO para que reine el AMOR.

Suena muy ilusorio, muy romántico y poco práctico y practicable en el mundo.
Pero es posible, de a poco, paso a paso. Ir soltando el dolor, juzgar  menos y comprender más, perdonar más sin por ello obstaculizar el trabajo de la justicia, reclamar menos, criticar amargamente menos, apreciar más lo bueno (oculto o manifiesto).

Bereshit–Génesis 5773

Es sabido que el relato de Bereshit presenta dos crónicas diferentes al respecto de la creación del ser humano. El primero en el primer capítulo, el segundo en el segundo. Presentan notorias disparidades, absolutamente evidentes y en modo alguno silenciadas u oscurecidas. A la vista están. Han sido comentadas y analizadas a lo largo de las generaciones.
Ahora te presento unas pocas de ellas, no todas ni de modo exhaustivo, solo un puñado, simplemente como aperitivo, como una invitación para despertarte el deseo de conocer y que tomes el sagrado texto y busques tú más. Para eso están nuestros libros, para conocerlos, aventurarse en ellos, interrogarlos, obtener claridad a través de sus mensajes, quedarse con dudas que no encuentran respuesta, seguir estudiando, mantener la llama encendida a través de la conexión, etc.

Tema

Capítulo 1

Capítulo 2

Origen Dios dice y Adam es creado Dios hace una figura de arcilla y le infunde la energía de vida a través sus narices
Género Adam es creado macho y hembra, se los nombra en plural y singular, pues es como un siamés, una persona que son dos personas Adam es varón
Relación con Dios El Eterno bendice a Adam para que se multiplique, se reproduzca, colme la tierra y la conquiste El Eterno pone al hombre en el huerto del Edén para que lo trabaje y cuide, le permite alimentarse de todo árbol que guste, menos del árbol del conocimiento, del bien y del mal
Ecosistema La creación va desarrollándose, evolucionando, hasta llegar al Hombre El hombre es puesto en el huerto del Edén y luego brotan
Relación humana Varón y mujer son una unidad desde el comienzo El varón está solo y busca compañía entre los animales sin hallarla, hasta que Dios le presenta a la mujer, con la cual finalmente se une y empareja
Nombre de Dios usado Elohim Hashem Elohim

Aquellos que no aceptan la autoría única y divina del texto sagrado reconocen en estas discrepancias una evidencia de tradiciones provistas por distintas fuentes, que fueron plasmadas con sus divergencias y contradicciones a la hora de concretar el texto de la Torá. Entonces hablan acerca de la línea “elohista”, que es diferente a la “yahvista”; de las variaciones motivadas por la política del momento o las influencias del folclore dominante en la región, u otros factores. Cosas muy interesantes, por cierto, pero en nada acordes a la Tradición y el sentido habitual que se les ha dado durante milenios a los relatos de la Torá.
Para los que no cuentan con herramientas intelectuales apropiadas ni el conocimiento necesario, estas especulaciones sesudas pudieran parecer verdades catastróficas, que borran de un saque la santidad de la Torá. Por ello muchos se embelesan con estas novedades y pierden la ruta trazada por el judaísmo., pero los adherentes a la divinidad de la Torá encuentran que no es necesario elaborar complejas teorías sobre muchos autores y numerosas fuentes para clarificar la doble exposición acerca del origen del Hombre. El judaísmo tiene varias respuestas apropiadas e idóneas, que brindan claridad al texto, y permiten ver que donde otros ven cuentitos mitológicos, realmente se encuentran enseñanzas sumamente profundas e intensas. Instrucciones para la vida cotidiana, para hacernos mejores personas, no meros malabarismos académicos de salón.

Te presentaré brevemente ahora dos de las maneras de comprender el valor e importancia de estos dos relatos, en apariencia, diferentes del origen del Hombre.
El Rav Josef Soloveitchik ztz»l, en su “La Soledad del Hombre Creyente”, armoniza la narrativa duplicada y divergente equiparándola a la identidad duplicada y divergente del ser humano. Somos al mismos tiempo espirituales y materiales; conectados al infinito, pero restringidos a un determinado espacio y tiempo; capaces de las mayores hazañas y novedades, como también de las ruindades y catástrofes; somos seres creados a imagen y semejanza del Eterno, pero moldeados con barro y perecederos. Sí, somos seres complejos, multidimensionales, uno pero múltiples. Tal como el relato de Bereshit nos representa. En el primer capítulo como obras celestiales, príncipes del Reino; en el segundo como insertos en el mundo, marcados por las vicisitudes de la existencia, por las necesidades.
Otro sabio actual de poderosa impronta, el Rav Mordechai Breuer ztz”l, también nos muestra con múltiple facetas, no meramente sometidos a instintos, o a influjo del entorno, o a lo genético, o a mandatos sociales, o a una ética espiritual innata, sino como una combinación de todos estos factores y muchos más. Somos uno pero muchos, además de diferentes individuos pero siendo partes de una unidad sistémica y metafísica.
En esta complejidad, atribuye la descripción del primer capítulo al nacimiento de la especia humana como tal y no de algún individuo en particular. No era Adam macho y hembra, sino que la especie humana sexuada fue creada. El Eterno no bendice a un hombre para que se reproduzca y conquiste la tierra, sino que brinda ese poder a la especie humana. En tanto que el segundo capítulo aterriza la reseña sobre el hombre en particular, Adam el primero de nuestra especie.
Como notamos, evidentemente hay maneras de explicar satisfactoriamente la aparente dualidad de criterios o de historias narradas en la creación del Hombre.
Proponemos una más. La primera aparición en la Torá es la que toma al hombre de manera natural, por lo que es, tal cual es, en su plenitud. La segunda es la que expresa el esfuerzo por superar sus limitaciones, por aprovechar sus potenciales. En el primer capítulo el hombre ya está completo, es como un ideal en un mundo controlado por la Voluntad de Dios; en tanto que en el segundo tiene que desarrollarse, cambiar, probar, equivocarse, corregirse, asumir compromisos, trabajar para perfeccionar, ser atento con el medio y mejorarlo, dialogar, negociar, fracasar, ser victorioso, en resumen, ser una persona real en un mundo real. No son dos relatos diferentes, son el mismo para un hombre que es complejo.

Un pequeño y conocido relato para concluir.

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…
– No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».
Dice el libro de los Mishlei/Proverbios (cap. 18) del sabio rey Shlomó/Salomón: «Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría… Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes… Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias«.

Uno de los grandes desafíos de cada hombre y de toda la humanidad es aprender a comunicarse auténticamente.

Poder religioso

Se ha enseñado en más de una ocasión que una vida adquiere significado de acuerdo al esfuerzo que se realiza por alcanzar una meta valiosa.
No en alcanzar la meta, sino en el esfuerzo por andar o hacer el camino hasta ella.

Sucede que el día que llegas, pierdes el interés.
Se acaba el esfuerzo y ya no hay esa pujanza, esa ansia.
Como si nada ya tuviera sentido.
Como si la meta no fuera la que satisface, sino el caminar hacia ella.

Luego quedara el dulzón sabor del recuerdo, de lo hecho y ya no.
El beneficio de lo que actualmente se tiene.
Pero falta ese ingrediente especial, el esfuerzo.

Por supuesto que a  cada cima le puede suceder otra, más alta, más difícil, más comprometida. No es necesario caer en valles de oscuridad y olvido, sino mantenerse en la meseta un rato y luego seguir escalando hacia otras metas.
¿Cuál es el límite?
¿Dónde está la línea que establece lo sano de lo que no lo es?

El esfuerzo es necesario, el camino es maravilloso, pero también tomarse el tiempo para meditar, observar sin presión, evaluar, hacer modificaciones necesarias, tener el momento consagrado para dejar de creerse el centro del cosmos y que si uno se detiene todo se termina.
Oh sí, el esfuerzo dentro de un sistema saludable, tal es lo bueno.

En lo “religioso” se nota este fenómeno del esfuerzo también, llevado al extremo nocivo.
Antes de continuar, recordemos que la religión es el disfraz para ocultar lo espiritual. La religión es un invento de hombres, usado por hombres, para dominar a hombres.
Lo espiritual es totalmente otra cosa.
Religión es un concepto arbitrario y relativo; espiritual es eterno como Su Creador.
A veces, por ignorancia o costumbre del hablar, decimos que el judaísmo o el noajismo son religión, cuando ciertamente NO lo son. Pueden compartir algunos pequeños rasgos con religiones, a ojos inexpertos pueden ser religiones, pero judaísmo y noajismo son formas de vida que apelan a la espiritualidad, en tanto que la religión es cárcel que manipula para conquistar y dominar.
(Por supuesto hay mucha gente que vive el judaísmo y el noajismo como religiones, dejan de lado lo espiritual para concentrarse en lo ritual desprovisto de sentido espiritual, en las instituciones fabricadas para el dominio. Sí, esas personas son realmente “religiosas”, aunque profesen cosas surgidas o emparentadas con el judaísmo o el noajismo).

Una congregación religiosa florece cuando encuentra algo/alguien contra lo qué luchar.
Un enemigo externo o interno.
Un ser demoníaco u otra secta.
El “traidor” que hasta ayer era el “hermano”, pero luego tuvo la “desfachatez” de preguntar, cuestionar, indagar más allá de los libritos sagrados y autorizados, negarse a servir como títere y payaso de un pastor vividor.
La ciencia o el que trae un mensaje diferente, que puede alentar el despertar de la conciencia espiritual y quebrar el yugo de la religión sobre sus esclavos.
Tales o cuales actos que son considerados pecados y nefastos (por esa religión y no por el Creador), que deben ser desterrados, al igual que aquellos que los cometen.
Lo que queda por fuera de imposiciones cada vez duras y extrañas, porque cada día más y más pesadas cargas se añaden, junto a rituales nuevos que se presentan como sagrados y de antigua data. Lo que obliga a redoblar el esfuerzo, para cumplir esto nuevo, para no ser detectado como “pecador”, para estar alerta a las novedosas advocaciones al ritual. No sea cosa que si uno se deja estar un ratito se convierta en el enemigo de la congregación.
El que no se congrega tanto y con tanta pasión como el líder de la comunidad demanda.
El que está “frío”. El “infiel”. El de fuera.
No importa, lo que sea, todo vale en tanto se someta a la congregación al estrés, al esfuerzo, a la presión, a la obligación, a la necesidad de estar en lucha, en “guerra espiritual”, en constante movimiento para alcanzar la ilusoria meta que promete la religión como deseable.
Y esto ocurre en congregaciones judías de toda cepa (particularmente en las que se han dado en llamar ultra-ortodoxas), en incipientes comunidades noájicas (que siguen un modelo parroquial o de rasgos misioneros), y por supuesto en la variadísima gama de las religiones del mundo, y con especial énfasis en la de los cristianos que se hacen pasar por judíos (mesiánicos, netzaritas, ebionitas, efraimitas y todos los otros inventos que van haciendo a diario). Cada una con sus peculiaridades, con sus símbolos, con sus modos, pero en el fondo el mismo recurso del ejercicio del autoritarismo, del exceso, de la falta de apego a lo espiritual, de la exigencia, en una palabra… del EGO.

Esto podría parecer suficiente para declarar la insania de tales congregaciones y que de inmediato fueran abandonadas.
Sin embargo, resulta paradójico pero es lo que les dota de poder para manipular, conquistar y dominar. No es el poder real, aquel que se genera en la bondad y la justicia, no es el poder del altruismo, no es el poder de la espiritualidad. Sin embargo es el poder que permite obtener dividendos materiales, llenar catedrales, organizar mega eventos, hacerse oír por todos lados. La habilidad del EGO para hacer de la impotencia una forma enferma del poder. El poder del grito, de la violencia, de la manipulación emocional. De las demandas irracionales, de la presión social, del abuso, del crimen, de todo lo que vivimos lamentando pero en cierta forma somos cómplices.

Muchos se han quejado al conocer el noajismo de que es “poco”, o “muy simple”. Que les falta sentir aquello que sentían en sus iglesias, en sus religiones. Quieren imágenes que impongan temor, quieren sentir miedo, quieren sentir incertidumbre, se quieren sentir pecadores, quieren que desde el púlpito les maltraten, quieren que les esquilmen y les saquen el dinero, quieren alimentar a gordos pastores mientras ellos viven en la miseria y el hambre. Quieren más mandamientos, quieren parecer judíos con sus innumerables preceptos y reglas para cumplir. Quieren someterse a más y más sacrificios y esfuerzos. Quieren que les hagan sentir culpables, quieren que les manipulen abiertamente o en secreto pero al mismo tiempo quieren que les mientan con esperanzas de salvación, de amor incondicional, de dioses que son capaces de dar la vida por ellos, de paraísos perdidos, de identidades superiores.

No se conforman con el sano y santo pan espiritual del noajismo, no les agrada el camino que el propio Eterno ha diseñado con Amor y Sabiduría.
Les parece poco, superfluo, demasiado mundano, poco esforzado, sin rituales, sin exigencias alocadas, sin dogmas entreverados, sin malabarismos para tapar mentiras. Quieren seguir viviendo bajo el EGO, en religión.

Quieren llegar a la meta y no aprendieron a disfrutar del camino, porque el camino es lo único que realmente tienen…

El poder de la palabra

Puede ser que algún día despiertes tu conciencia espiritual y reconozcas cómo has estado sometido a esclavitud del EGO.

Hay gente que tiene un fugaz despertar, por uno o dos segundos un rayo de claridad atraviesa su mente y corazón, se ve por primera vez en el espejo, y al rato regresa a la celdita mental, pequeñita, oscura, maloliente, plagada de fantasmas y fantasías.

Otros amenazan con despertar, dan todos los indicios externos, hacen todos los gestos y muecas, repiten las palabras que suenan a las dichas por alguien que ha adquirido conciencia, pero no es más que otro disfraz, otra impostura más del Yo Vivido que se hace pasar por el Yo Auténtico.

Están los que ciertamente van despertando de a poco, en un proceso paulatino, como un lento amanecer que va corriendo los velos de la noche para dejar paso al esplendor perdurable de la iluminación. Hay momentos de confusión, de caos, de dudas, de retrocesos –aparentes-. Está con un pie aquí y el otro allí. Por ahí tropieza y se le viene de pronto la noche sin haber podido gozar del esplendor del mediodía, a pleno de su identidad espiritual. Por ahí logra despojarse de los harapos que le impiden consubstanciar su neshamá con su nefesh y su guf.

Los hay que despiertan de un día para el otro, como por milagro, algo se quiebra, un suceso maravilloso rompe las cadenas, entonces se incorpora el esclavo y goza de su libertad. No precisa de atavíos ni ropajes ajenos, no anda husmeando lo que no le corresponde, es feliz con su porción y goza a pleno de lo permitido. Pero, por ser tan inesperado el evento, como sin preparación previa, están en riesgo de que de un instante al otro se nuble su cielo espléndido y la tormenta afee su virtud.

Están los que se aferran como náufragos desesperados al maderito que les hace sentir a salvo, se quedan atrapados a su EGO, sin darse cuenta de que no existe tal catástrofe, que es todo delirio inventado por su temor, manipulado por su EGO.

Todos cargamos con el EGO, con nuestras virtudes y defectos.

Aquel que despierta se va dando cuenta, más pronto o más tarde, de los insultos, maldiciones, palabras soeces, términos denigrantes, quejas absurdas, ofensas ridículas, agresiones gratuitas, violencia, gritos, intentos de manipulación, echar culpas, lloriqueos, hacer sentir la impotencia a otro, pensamientos de adversidad expresados en alta voz, orgullo viciado de egocentrismo, falsa modestia, entre otras trampas del EGO  que verbalizaba/expresaba a diario, quizás con demasiada frecuencia.
Como una armadura que parece proteger del peligro externo, pero que inmoviliza por dentro.
Como una muralla en torno a la ciudad, que hace sentir seguridad, pero prohíbe la expansión positiva y la comunicación auténtica.
El que grita, insulta, rebaja a alguno, comparte chismes innecesarios, emplea la palabra como un arma agresora, no es fuerte, sino todo lo contrario. Ciertamente que puede ser peligroso y dañino, pero no poderoso.

Si tú estás despierto, o en proceso de despertar, o quieres hacerlo, o tal vez lo hiciste pero regresaste a la mazmorra, o te interesa esta propuesta, te propongo que lleves un pequeño estudio, de unos días, a lo sumo una semana, de las palabras, gestos, tonos de voz, que usas. Quizás te sorprendas al ver tu grado de esclavitud al EGO que expresas con lo que dices y lo que callas.
Y si quieres cambiar, o aportar al cambio, o fortalecer tu cambio, entonces escucha lo que dices, mejor aún escucha lo que estás a punto de expresar. Y si por una de esas cosas vas a emitir algo propio del EGO, di otra cosa. Tal vez su contrario. O tal vez algo positivo, que te vivifique, que dé ánimos a tu prójimo, que dignifique en lugar de violente.
Por supuesto que no habrás de faltar a la verdad, pero tampoco estás obligado a decir todo lo que se te ocurra y no sea de construcción de Shalom.
Recuerda: Comunicación Auténtica.

Si haces el análisis de tus expresiones y quieres compartirlo con nosotros, muchas gracias.
Si haces algún cambio en tu expresividad y quieres contarnos, muchas gracias.

Lo importante es que te sirva para llevar una vida mejor, de bendición y bendita.

Buscando a la viajera

Los invito a leer esta noticia: http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_178252_1.html, regresen luego si desean por aquí.

No sé muy bien el motivo, pero a mí me hizo acordar a tanta persona (7.000.000.000 de noájidas y varios millones de judíos, no más de 14) que anda por la vida desconociendo su identidad. Que se fanatiza en religiones, se hace adicto a personajes, se disfraza de lo que no es, vive una vida de fantasías, se desespera por ser alguien ajeno y otro, pretende usurpar identidades que no le corresponden, se niega a asumir su lugar, busca y no para de buscar sin tener nunca paz.
En tanto aquella bella esencia que realmente es, y está a su lado, es desconocida, rechazada, obviada.
No sé muy bien por qué me dio por pensar esto al leer la noticia.

Quizás tú puedas comentar, tanto qué te hizo sentir/pensar la noticia, como ayudarme a mí a entender mi propia idea al respecto.

Sheal abija… zekeneja

"Acuérdate de los días antiguos; considera los años de muchas generaciones. Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán."
(Devarim / Deuteronomio 32:7)

Ya lo sabía el Autor, por supuesto que lo sabía.
Llegaría el momento en el cual las nuevas generaciones dudarían del pasado de su propia nación, de la historia de su propia familia. Llegaría la oscura época en la cual no se sentirían conectados con ellos mismos, con su ayer.
Estarían en sombras, por falta de memoria, o peor, porque nadie les enseñó acerca del esplendor de los días antiguos y del resplandor sagrado en su propio interior.
Sí, llegaron esos días, claro que llegaron.
Los hijos desconocen sus raíces, se escapan del espejo y se buscan en desiertos, en espejismos, en religiones, en disfraces, en modas, en los personajes que les codifican ajenos.
Así están, en sombras, perdidos, perplejos, no sabiendo, ignorantes, alelados, apartados.
Sí, han habido muchas, muchísimas generaciones, que se mantuvieron firmes y leales, constantes en su trasmisión del sagrado mensaje. Una y otra vez repitiendo el legado, haciendo que sus hijos lo adquirieran y se apropiaran de él, para luego vivirlo y trasmitirlo a su vez. Muchas generaciones que preservaron la senda, el camino, el mensaje. Y no precisaron de rituales ajenos, ni de ropas estrambóticas, ni de idiomas extraños, ni de severidades fuera de control, ni de dogmas irreverentes hacia la verdad, sino que solamente precisaron abrir sus oídos, absorber el mensaje que en el hogar era inculcado, que ellos hacían carne, que lo vivían a diario y que con entrega generosa pasaban a sus propios hijos.
Pero, las cosas se fueron degradando, el aroma se fue diluyendo, el sabor perdiendo, la cultura mimetizando, se tomaron prestados disfraces, se usaron rituales complejos con la presunta intención de ser defensas de un legado que ya no se sostenía en sus vidas.

Entonces, el Autor nos impele a que preguntemos a nuestros padres, que no dejemos de lado el lazo familiar, que allí está la respuesta. Porque el judaísmo no es una religión, ni una cultura, sino el modo de vida que corresponde a la Familia Judía. Son los padres los que tienen el relato, la historia, el nexo con el pasado, con el espejo. Al menos, son los que debieran tener todo esto y compartirlo con sus hijos.
Ah, pero el Autor sabía que esos padres también serían los hijos de la generación desmemoriada, los que perdieron su rostro de tanto usar caretas, por lo cual su mensaje sería estéril, hueco, falso, lleno de ajenidad, desprovisto de autoridad y autenticidad.
Entonces el Autor propone que lleguemos más lejos en nuestra búsqueda, que vayamos a los ancianos, a los que se supone tienen más arraigada la tradición. Ellos nos dirán.
¿Qué nos dirán?

"Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los personas, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los Hijos de Israel.
Porque la porción del Eterno es su pueblo; Iaacov [Jacob] es la parcela de su heredad.
‘Lo halló en tierra desértica, en medio de la soledad rugiente del desierto. Lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas.
El Eterno solo le guió; no hubo dioses extraños con Él."

(Devarim / Deuteronomio 32:8-12)

Sí, eso, junto a lo que completa el cántico de Moshé que hemos leído en la parashat Ahazinu.

Nosotros somos hijos de hijos de gente a oscuras.
Estamos divagando, perdiendo el tiempo, desconectados de nosotros mismos.
Empecinados en vivir vidas que no son propias.
Llama más la atención el último juguete vistoso de Apple que el mensaje que es eterno de la Torá.

Es hora de recuperar la memoria, volver a la fuente.
Preguntar a los que saben.
Pero ojo, no supongamos que el “disfraz de judío” hace al judío, ni la apariencia es lo que otorga entendimiento.
Vayamos a donde hay agua para saciar la sed, no donde se destila alcohol que corrompe las vías vitales.

Este es un texto que he escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, y refiere específicamente a la realidad de la Familia Judía. Pero creo que hay varios puntos de contacto y otros de aprendizaje que pueden ser muy provechosos para el noájida. ¿Podrías comentar qué te parece a ti, en su aplicación a los noájidas y la realidad noájica?

Shabat y Sucot 5773

A cada uno de los siete días de la festividad de Sucot le corresponde una pequeña lectura de la Torá en particular. 
Fueron escogidas del capítulo 29 de Bemidbar/Números y describen las ofrendas diarias prescritas por el Eterno para consagrar esta festividad. 
En Shabat, además se añade la porción en Shemot/Éxodo 33:12 a 34:26, en la que se tratan diversos temas, de los cuales se destaca la mención a las tres fiestas de la peregrinación (Shalosh Regalim: Pesaj, Shavuot y Sucot).

Asomando entre la descripción de estas festividades encontramos el siguiente pasaje relativo al Shabat:

"Seis días trabajarás, pero en el séptimo día te abstendrás (de labor). Aún en el tiempo de la siembra y de la siega te abstendrás (de labor)."
(Shemot / Éxodo 34:21)

¿Para qué son mencionadas especialmente las tareas de siembra y siega?
¿No era suficiente con decir “seis días trabajarás y al séptimo no lo harás”? ¿Qué necesidad de especificar el no realizar labor de la siega y de la cosecha? ¿Acaso las tareas agrícolas no son también trabajo y/o labor creativa como las otras prohibidas de realizarse en el día de Shabat?
¿Hay algo en especial en estas actividades que precisan ser resaltadas por sobre el resto de las posibles?
Como no hay casualidades ni palabras superfluas en la Torá, podemos captar que existen motivos de peso, enseñanzas valiosas que trataremos de descubrir ahora. Ésta es una de las virtudes de la Torá y del judaísmo, ambas nos impelen a estudiar, a analizar, a no tomar las cosas por fe y sin cuestionamientos, sino que nos invitan a que descubramos lo que está oculto en aquello que está a la vista.

Explica el sabio Najmánides (RaMBaN) que siembra y siega son labores esenciales para la vida humana, sin ellas es impensable obtener organizadamente el sustento de la tierra, y sin embargo tampoco han de hacerse en Shabat. No valen las excusas y justificaciones del hombre cuando el mandato del Eterno es explícito y claro. Seis días son para trabajar, para hacer toda la obra que es necesaria, para conquistar, para crear, para modificar, para creernos tan poderosos como para ser los amos del mundo que habitamos; pero llegado el día séptimo, cuando es Shabat, el hombre (judío) debe reposar de todo intento por demostrar su dominio sobre la naturaleza. Debe aprender a convivir en armonía con el entorno, en contemplación y aprecio, en respeto y humildad, y no en actitud de posesión, de supuesta propiedad. Porque Dios es el Señor del Shabat, tal como es el Señor de todo el universo, y Él ha establecido que cesemos (los judíos) de laborar en ese día santo. Tengamos en cuenta que de las labores agrícolas el sembrar y cosechar son el principio y el fin, lo que da sentido primero y último a toda el duro trabajo en el campo. Pero tampoco esta importancia es excusa admisible para cancelar el Shabat. Que las nobles e importantes tareas se realicen antes o después, pero no en Shabat. Solamente el riesgo de vida es justificativo para quebrar este mandato, asegura la ley judía.

Aprendemos así que el hombre tiene permiso para tomarse con calma el tiempo de relax del Shabat. Que el hombre abandone la pretensión de dominar, de obligarse a estar a cargo de todo, que cese su ilusión de poder total. Tal es uno de los motivos que sostiene esta idea de no laborar en Shabat. Podemos comprender que no tiene porque controlar todo, estar atento a todo, pretender manejar todo. Cuando aprende a controlar solamente aquello que puede controlar, a hacer lo que está en su capacidad y posibilidad hacer, es que está en real posesión de dominio y fortaleza. Pero muchas veces el hombre se pone en situaciones extremas, se agita, se angustia, se desespera por ejercer el control allí en donde no lo tiene, y por ello fracasa, y se duele y se esfuerza inútilmente aún más.
El comprender nuestro lugar, nuestro real poder y nuestros límites, es importante para mantener un estado de salud integral, de bienestar. Es una enseñanza que emana directamente de las prohibiciones de ejercer actos creativos, acciones de posesión artificial sobre la naturaleza, en el santo día del Shabat y en los iamim tovim (días sagrados). Cuando el hombre aprende que el mundo sigue girando aunque él no esté a cargo, que no tiene la obligación de estar pendiente de cada detalles y de todo al mismo tiempo, es que comienza a tomar conciencia de su verdadero poder, que es inmenso, pero limitado.

Además, esta prohibición ordenada por el Eterno, sirve para incorporar la idea de que la obtención de trofeos y logros materiales no lo es todo, ya que por encima de esto se encuentra el valor espiritual de las cosas. Si para alcanzar el éxito se recurre a acciones negativas, a actos prohibidos por la ley, a cuestiones contrarias a la ética, de poco y nada vale el éxito, ya que es un trofeo falso, una apariencia de triunfo. En el judaísmo sabemos que el fin NO justifica los medios, y que NO vale todo para alcanzar las metas propias o grupales. Más bien, la meta es el camino que se va transitando, los pasos que se van dando, lo que contribuye a la construcción de un mundo de mayor bienestar compartido con el prójimo. Si llegamos a obtener la medalla de oro, qué bueno, si es merecida y ha sido con honor y salud. Pero si no la alcanzamos, pero hicimos nuestra tarea con dignidad y honestidad, dando lo mejor, igualmente hemos salido victoriosos. Quizás no en la evaluación materialista y parcial, pero sí en la perspectiva espiritual.

Estas sencillas ideas que surgen de la interpretación de este versículo sin dudas ponen de manifiesto la frecuente enseñanza de la Sucá: “Las endebles chozas, de precaria construcción, jamás hubieran proporcionado protección el desierto salvaje, a menos de que los judíos contaran con el brazo protector del Eterno” (Sefer HaJinuj 286; TB Sucá 11b).
Siendo así, hasta la más humilde Sucá vale más que la más impresionante mansión.

¿Comprendes como esta frase acerca de la Sucá se vincula con la enseñanza que mencionamos del Shabat?
¿Puedes dar ejemplos en tu vida cotidiana de cómo a veces quieres controlar lo que está fuera de tu alcance?
¿Cuál suponías que era el motivo por el cual Dios prohibió realizar labores creativas en Shabat?

Quiera el Eterno que sepamos tomarnos el tiempo para la contemplación, para así hacer posible el tiempo de la construcción de un mundo de mayor bienestar para todos.

Shabat Shalom y Jag Sameaj.

Moré Yehuda Ribco

Espiritual y religioso

Un querido amigo uruguayo, radicado en España por el momento, nos ha regalado el siguiente comentario en un post de mi humilde autoría:

“Lo espiritual nace de la propia esencia de Dios, lo religioso nace del EGO de la persona. El espíritu anhela realizar la voluntad de aquel que lo dio, lo religioso busca cumplir la voluntad que nace del capricho del EGO.”
(Charlie, http://fulvida.com/id-noajica/identidad/ser-espiritual-en-el-diario-vivir#comment-51799)

Lee por favor estas breves líneas con cuidado y comprensión.
Ahora, ¿Qué tienes tú para aportar al respecto?
Gracias.