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UNA MIRADA SERENA A LOS CAMBIOS

Algo ocurre hoy en todas las sociedades a nivel mundial,  una suerte de vientos fuertes azotan en cada parte de las estructuras sociales provocando reacciones violentas e incluso a nivel de guerra civil interna. No sólo vemos el fenómeno a nivel latinoamericano, sino que este se expresa a nivel global.

Sociedades que hasta hace unos  dos o tres años atrás parecían perfectas puntas de flecha al desarrollo del hombre, hoy están en la bancarrota y muy aproblemadas,  otras, como las sociedades islámicas vienen padeciendo intensas convulsiones internas y aparecen los fantasmas de las divisiones  religiosas o facciones internas ocultas,  en otros casos, reaparecen viejas ideas secesionistas con nuevas banderas y renovados impulsos amenazando  con desmembrar  los que parecían estados nacionales sólidos.

Quizás un observador que recién se enfrenta a este escenario  piense que este estado de cosas es algo  nuevo,  y hasta podría apostar que todo lo que sigue es más y más convulsión, más y más sufrimientos hasta el caos total.  Es difícil no estar de acuerdo con ciertos diagnósticos, con la idea que “algo” se cae a nivel global, que se rompen cierto hilos que tenían sujeta la mecánica interna de las sociedades, y consecuentemente, viene  cierta desarticulación y probables  destrozos internos muy fuertes.

Si observamos con atención sin embargo el andar de las sociedades en la historia, nos damos pronto cuenta que los estado convulsionados en las sociedades y pueblos, son parte importante de una situación de cambio permanente, de un cambio que es  inevitable y que tiene que ver con una sola gran variable, la dinámica de la vida humana.

Hay algo en el hombre a diferencia de todo cuanto lo acompaña, que hace que siempre esté intentando  cambiar a voluntad su entorno, sus formatos, sus relaciones y buscando ciertas utopías a veces para bien, a veces para mal, en ese proceso se produce todo tipo de daño “colateral”,  e incluso su propia muerte, una cuestión paradójica si se piensa que el grueso de la acción,  intenta ir en el sentido contrario, buscar mejoras  en la calidad de vida, y por supuesto la mantención de esta.

Lo que vemos a nuestro alrededor son cambios,  estamos en un periodo de cambios sociales profundos, de reemplazo de paradigmas que creíamos estables,   quizás con una característica  adicional, se trata de cambios que ocurren en tiempos más cortos, quizás más masivos,  globales y muy interconectados gracias a las nuevas tecnologías de la información.

Una mirada serena a lo que pasa, nos dice que esto ocurre porque estamos vivos, porque tenemos expectativas, porque el cambio es una de las condiciones propias de lo que entendemos como humano, no somos estatuas. Así, cada uno de los procesos que hoy vemos como terribles, incomprensibles y hasta lejanos a nuestro pensamiento, en realidad “algo” se ajustan a las realidades locales, “algo” a las expectativas locales y de las personas, “algo” a los deseos de las comunidades locales, pero que hoy están bajo la gran lupa de la globalización, más expuestos por los medios globales y por lo tanto más en vitrina, finalmente eso nos lleva a considerar que no hay un “algo”, un sujeto malo, una idea destructiva, una fatalidad  que los impulsa, sino muchos deseos de cambio.

Me parece también que somos llamados a participar en esos cambios, quizás siendo más activos, proponiendo ideas sanas de mejoras,  evidenciando lo bueno, denunciando a aquellos que quieren llevarnos por los caminos oscuros, por los caudillismos, por la intolerancia, por  la falta de fe en las posibilidades humanas, es decir aquellos que con particular encanto nos invitan a encerrarnos y  a  pegarnos en el pecho ante lo que consideran “signos aterradores de destrucción total”.

Los cambios pasados en la historia humana  nos demuestras que estos pueden ser tremendamente traumáticos,  dolorosos en exceso, muy complejos y difíciles de superar, por ello más que nunca, se requiere de la participación de personas sensatas,  de mirada en perspectiva, reflexivas, que no acojan los llamados extremos de ideólogos, mesías  y «chantas» que parecen proliferar en estos tiempos,  se requiere de personas que inviten al dialogo permanente, que actúen serenamente.