Archivo de la categoría: EGO

¿Vida o fe?

El espléndido maestro de generaciones, el Rav Kook expresó en la introducción a “Orot haTeshuvá”:

התשובה היא תופסת את החלק היותר גדול בתורה ובחיים, עליה בנויות כל התקוות האישיות והציבוריות, היא מצות ה’ שהיא מצד אחד קלה שבקלות, שהרי הרהור תשובה הוא כבר תשובה, ומצד אחר הרי היא קשה שבקשות
(אורות התשובה הקדמה)

“La TESHUVÁ ocupa la porción más grande en la Torá y en la vida, sobre ella se construyen todas las esperanzas individuales y colectivas. Es un precepto ordenado por el Eterno, que por una parte es sencilla de las sencillas, porque el deseo de TESHUVÁ ya constituye TESHUVÁ; por otra parte, es la más difícil entre las difíciles.”

En las religiones, todas ellas productos socializados del EGO, la TESHUVÁ es inexistente, o inoperante, o ineficaz, o de alcance limitado.
Porque para las religiones la libertad es un enemigo temido, ya que el hombre debe seguir esclavizado, sumiso, ignorante, orgulloso de su escaso conocimiento, imposibilitado de cuestionar críticamente, reducido a adorar del EGO en cualquiera de las formas y rituales que él codifica.
La presunta libertad que ofertan las religiones es otra forma de esclavitud. Tal como sus promesas de salvación y bendición.
Y TESHUVÁ implica necesariamente romper las cadenas dejar de estar sometidos, quebrar los ciclos tóxicos, salir de la celdita mental, aventurarse a decidir y escoger con libertad.
Es la TESHUVÁ la que nos asegura que podemos equivocarnos y no por ello condenarnos eternamente; por tanto, es la que nos ratifica la libertad.
(Recordemos que hay religiones con dioses que son seres poderos, otras son religiones sin dioses, otras anteponen sus creencias desviadas y las atribuyen al Uno y Único Dios, entre otras formas de enviciar la multidimensionalidad para apartar al hombre de su identidad verdaderamente espiritual).

Para aquellos que viven espiritualmente, y por tanto carecen de religión, el saber de la TESHUVÁ y adherirse a ella brinda consuelo, esperanza, fuerza, ánimo, confianza, poder, libertad.
Porque, el hombre es limitado, escaso su dominio, imperfecto y fácilmente tropieza y se confunde.
Si viviéramos bajo el reino de los dioses de las religiones, esa imperfección natural sería motivo para el castigo eterno, la condena más terrible.
El único escape que ofrecen las religiones es la esclavitud, el sometimiento, el dejarse caer abatido ante el dios, rogando por misericordia que no es merecida sino una gracia concedida por voluntad de la deidad, sin que opere ningún parámetro de justicia.
Ante esto se erige la TESHUVÁ que afirma que es posible el retorno a la senda correcta, que Dios está dispuesto a perdonar y ayudarnos a corregir nuestros errores.
No es necesaria la fe, ni la ceguera, ni la negación, ni el ritual, ni el sacrificio, sino la más básica de las tendencias espirituales: el anhelo por vivir de forma ética/espiritual.

Es por ello que este mandamiento (para los judíos, y gran conducta positiva para los noájidas) es considerado por el maestro como el más sencillo, ya que tendemos a él.
Está inscrito en nuestra NESHAMÁ, anhelamos establecer una armonía entre nuestro Yo Vivido y el Yo Esencial, aunque el EGO se interponga, aunque las manchas provocadas por nuestros pecados se interpongan y nos hagan sentir a oscuras y alejados de Dios.
Queremos el camino del Eterno, porque es nuestra esencia más auténtica, nuestra vida eterna. No la buscamos para obtener alguna ventaja práctica, o para satisfacer algún dictado egoísta, o por ser algo decretado obligatoriamente por el Señor. Sino que es la voluntad natural de nuestra espiritualidad.

Pero, al mismo tiempo es el mandamiento más difícil, porque el EGO nos lleva a considerarnos impotentes, incapaces, fallados, abandonados por Dios. Así es el EGO quien ocupa el sitial de dios, del rey en nuestra existencia. Nos impone la torpeza de la fe. Nos somete a ser sus esclavos. Nos hace creer que la TESHUVÁ es imaginaria y que solamente sometidos al EGO tendremos alguna salvación.
¡Cuán alejado de la verdad!

En lo posible debes evitar el pecado, es decir, desviarte del camino correcto.
Pero, si por alguna causa terminas apartándote de él, no te desesperes, no te angusties, no te des por condenado a un infierno (inexistente), no te aferres a creencias religiosas, no busques resucitados que te salven, no profundices tu exilio espiritual.
Mejor, emprende el camino del retorno, haz TESHUVÁ.

Está en ti la elección, si quieres vivir en verdad o quieres ser persona de fe.
Ambas juntas, son incompatibles.

El ancla que nos lleva a la deriva

El EGO en su función primaria sirve para anclarnos a la realidad.
Para el recién nacido, para la persona en real estado de impotencia, el EGO sirve para llamar al atención y que se nos provea de lo necesario para satisfacer verdaderas necesidades, las cuales no estamos capacitados por nosotros mismos para satisfacer.
Sin EGO, difícilmente podríamos sobrevivir.

Es así nuestro primer salvador, totalmente natural y automático, elemento de nuestra presencia biológica.
El problema está en cuando se mantiene activado y en actividad en aquellas situaciones en las cuales no somos impotentes, pero nos sentimos así.
Recurrimos al servicio del EGO en lugar de hacer lo que nos corresponde.
Por pereza dejamos que el EGO nos domine, nos mantenga en estado de impotencia cuando solamente lo que tenemos es un sentimiento de no poder.

El otro problema está en que formamos el hábito, por la repetición abundante de las conductas egoicas, de llamar la atención con modales poco “civilizados”. Gritamos, pataleamos, lloramos, manipulamos para obtener la atención que nos provea de la satisfacción a nuestras necesidades (sean físicas, emocionales, sociales o mentales).

Y estamos desesperados por recibir, por obtener del mundo, por seguir siendo cuidados por madres todopoderosas (a los que solemos llamar dioses, ángeles, gurús, maestros ascendidos, etc.).
Porque es el EGO quien nos mantiene esclavizados, en impotencia, en fracaso pero delirando con que tenemos poderes sobrenaturales.
Como los niños esperando por sus mayores que les brinden lo que precisan.

Entonces, aquello que debe dispararse para cuidarnos y brindarnos auxilio, de pronto nos deja en situaciones de vergüenza, indefensión, cobardía, bravuconería, incomunicación, malestar, angustia, ira, reproches, malestar por doquier.
Es que, permitimos que el último de los siervos se transforme en el primero de los reyes.

Y no, el rey no debe ser el EGO. Ni su cargo es de el administrador, ni gerente, ni cadete, ni oficinista, sino solamente el encargado de los sistemas de alerta para llamar la atención en caso de real impotencia.
¡Qué mal nos va con el EGO dirigiendo esta empresa llamada “YO”!

Así, el EGO que nos sirve para anclarnos a la realidad termina llevándolos fuera de ella.
Construye una celdita mental, debilucha, sin barrotes fuertes, sin cerradura, y nos encerramos allí.
Somos prisioneros es esa pequeña celdita.
Con miedos y enojos, nos apartamos del mundo creando un mundo alternativo, que en apariencia es un refugio, pero en verdad es un asilo demencial.
Nos resistimos al cambio, porque lo llenamos de miedo, porque nos obliga a alterar el reinado del EGO al cual estamos acostumbrados/habituados.
Y, aunque no parezca, en verdad sí estamos cambiando, pero para peor, porque el ciclo tóxico se sigue cumpliendo. Las tenazas del EGO se aprietan más. Los miedos nos paralizan con mayor frecuencia y debilidad. Tanto huimos del cambio para no darnos cuenta de que estamos cambiando para empeorar.

¿La solución?
Tomar conciencia de esta realidad y luego…

Salud y bienestar

La NESHAMÁ, nuestro espíritu, nuestro Yo Esencial, es aquello que permanece, que no cambia, que no se modifica. Es nuestra identidad original, perfecta, eterna. Es paz, es bienestar, es conocimiento, es conexión, es LUZ.
Pero está detrás de un velo impuesto por nuestro Creador, tal como la cortina en el Templo que separa el Santo de los Santos del resto del Templo y del mundo.
Además, queda más oculto aún a causa de la suma del barullo e incomprensión provocada por nuestra agitada vida mundana.
Está bien, así es como somos creados, así debemos vivir.

Por su parte, nuestra identidad más superficial y pasajera, la que denominamos Yo Vivido se nos presenta como nuestra personalidad, siendo que es meramente un traje que estamos usando y que vamos modificando a voluntad o imperceptiblemente.
Es un caos que organizamos como podemos, está en medio del incesante flujo indetenible e inasible el mundo, sometido a constante cambio.

Nos guarecemos en la imaginación de ser estables, de ser una identidad inalterable, pero no lo somos. Es nuestro refugio aparente en medio de la tormenta real.
Sin embargo, esta creída estabilidad nos brinda confianza, seguridad, posibilidad de trabajar con nosotros mismos y el entorno de cierta forma medida y saludable.
Es una necesidad, y está bien que usemos estas máscaras para de esa forma no dejarnos arrastrar por el caos y la desesperación.

Pero mucho mejor sería encontrar las máscaras que estén en armonía con esa identidad real pero desconocida de nuestra NESHAMÁ.
Porque entonces, las máscaras no estarían en conflicto sino que serían representaciones coordinadas y poderosas de nuestro ser.

Sin embargo, ¿cómo lograrlo?
Si la NESHAMÁ, con su LUZ, están detrás del pesado cortinaje impuesto por Dios.
Si hay multitud de manchas, costras, cáscaras y máscaras que se han abarrotado a su alrededor e impiden el pasaje de su LUZ.
Si la NESHAMÁ pertenece a una realidad por completo diferente a lo que podemos llegar a conocer o entender, ya que estamos limitados al tiempo/espacio.

El Creador nos ha dado la respuesta.
Ha dado siete mandamientos para los hijos de las naciones, los gentiles. No son un código ritual o religioso, sino el manual de vida ética esencial.
Ha dado 613 mandamientos a los hijos de Israel, para que se entrenen de manera mucho más intensa y esforzada, de tal forma de poder servir como luz para los hijos de las naciones. No por medio de misionerismo, ni convirtiendo a la gente al judaísmo, o enseñando porciones de Torá que no son apropiadas para la espiritualidad noájica. Sino que cumplen esa tarea al vivir a pleno de acuerdo a su propia identidad espiritual. Entonces, los gentiles al ver la integridad, bienestar, prosperidad, plenitud de la vida acorde a los mandamientos que los judíos fielmente cumplen, encuentran guía y modelo para aceptar amorosamente su propia identidad espiritual como noájidas y vivir de acuerdo a ella.
Recuerda, no es cuestión de religión, de palabrería de maestros repetida hasta el cansancio, ni de bailoteos o poses atrevidamente místicas. Sino de llevar una vida de construcción de SHALOM, por medio de acciones concretas de bondad y justicia, tanto en lo interno como en lo externo.

Así, estaremos llevando al Yo Vivido a estar en armonía con la dimensión ética/espiritual, la de la NESHAMÁ.
Gracias a la TESHUVÁ se limpian las manchas producidas por el pecado.
Con la conducta positiva se corre un poquito, en la medida de lo posible (bien poquito, para no intoxicarnos y llevarnos a la terrible muerte –hazme acordar de contarte más de esto, por favor-), el cortinaje que separa el Yo Esencial del Yo Vivido, y resplandece entonces la LUZ en nuestra vida.

Podemos seguir en oscuridad, con las cosas caóticas de siempre, convertidas en pesada rutina de amargura, ira contenida, enojos, reproches, culpas, manipulación, violencia, negación, idolatría, religión, y todo el resto que es pesada carga de muerte en nuestra vida.
O podemos empezar a andar el camino de la LUZ.
No es magia, no es milagros, es simplemente construir SHALOM.
¿Para quién es la ganancia sino para ti y aquellos que amas?

NEFESH y NESHAMÁ

El alma (NEFESH) NO debe ser confundida con el espíritu (NESHAMÁ).
NESHAMÁ es nuestra identidad espiritual, el Yo Esencial, la chispa divina que somos aquí y en la eternidad.
La NESHAMÁ no depende de nuestras acciones, ni de nuestras creencias o voluntad, ni se afecta por nuestros pecados o incordios. Su existencia pura y exclusivamente de Dios, y nada más que de Él. No se forma con materia, ni se transforma con mitzvot, ni se desbarranca en la desesperación del pecado. Su lugar y tiempo es fuera del aquí y ahora, aunque está absolutamente presente aquí y ahora.
La NESHAMÁ es de otro plano de existencia, completamente por fuera de nuestro tiempo/espacio, y por tanto incomprensible.
Podemos darnos algunas ideas con metáforas, tratar de explicar confusamente, pero ciertamente que no tenemos herramientas cognitivas y cognoscitivas para penetrar su realidad.
Entonces, quédate con este simple hecho: el tú que más eres, es ese tú que más desconoces, esto es tu NESHAMÁ.
Y sin embargo, también somos Yo Auténtico y el Yo Vivido, este último es el más pasajero y cambiante pero al cual reconocemos habitualmente en el espejo y en nuestra vida cotidiana.

Como te decía, alma no es espíritu ni se confunde con él.
El alma no tiene adicción al espíritu, más por el contrario, en este mundo está su sentido. Por ello, una de las maneras tradicionales de comprender el NEFESH es como “energía vital”, aquella fuerza que nos impulsa a mantener con vida en este mundo, para este mundo.
Se nutre con materia y energía, la que proviene de nuestros alimentos. No comes, o tu dieta no es saludable, tu alma se resiente. Sea la comida kasher o no (en la comida apta para judíos o la que es apta para noájidas, cada cual según sus reglas).
Precisa de luz, ejercicio físico, reposo, cuidados corporales, abrigo, medicamentos, suplementos nutricionales, dormir; es decir, lo que cualquier profesor de biología te puede indicar y el médico recetar para llevar una calidad de vida adecuada.

Si tu brújula ética/espiritual, que proviene de la NESHAMÁ, te anda desorientando, entonces probablemente afectes a tu NEFESH, pero no en un plano místico, ni cuestiones metafísicas, o de índole espiritual. Será afectada porque vivirás estresado, amargado, angustiado, mintiendo, robando, delinquiendo, consumiendo drogas, en relaciones con personas tóxicas, en fin, pon tú aquí en la lista todo lo que nos puede maltratar por no seguir la senda de la ética/espíritu.

Pero no, no será el espíritu el que se afecte si se afecta el alma, aunque puede que sea el alma la que se vea afectada si desoyes la guía silenciosa y poderosa del espíritu.
Sin embargo, el NEFESH no tiene conciencia ni predisposición por la NESHAMÁ.
El NEFESH alimentará con su energía vital otras áreas de tu ser para posibilitarte tomar conocimiento y conciencia de la necesidad de una vida ética/espiritual.
Pero, no por una voluntad sobrenatural, sino por el sencillo procedimiento de brindar energía a tus células para que realicen los procesos que habilitan el pensamiento, el cual llega a conectar de manera despierta con la conciencia espiritual.

Todo tu ser depende de la NESHAMÁ, tal como del NEFESH.
Pero, los animales siguen su vida sin ser NESHAMÁ, y hasta tuvimos antepasados y contemporáneos antiguos en todo idénticos a la especie de Adam, hasta en cultura y obras, pero que carecían de NESHAMÁ.
Sin embargo, el día que el NEFESH se desprende de tu organismo, ese día pasas a ser solamente NESHAMÁ, un difunto para este mundo.

Cuidemos mucho nuestra NEFESH, porque es la que posibilita que la NESHAMÁ tenga una presencia material en este mundo, y así pueda ejercer la tarea sagrada que Dios le ha encomendado.
Y no cuidamos nuestra alma con estudio inspirados, ni con palabras filosóficas, ni con entreveradas resoluciones legales; sino simplemente llevando una vida ecológica, armoniosa, vital. Y si contamos con la activa guía de la NESHAMÁ, con su sentido ético/espiritual, entonces el NEFESH podrá precaverse de muchos inconvenientes y malestares.

Haz las cosas razonables para llevar una vida saludable. No precisas de maestros espirituales para ello, la ciencia y la experiencia sabia nos da grandes líneas de conducta.
Pero también, añade la guía ética de TUS mandamientos, aquellos que Dios te ha dado, así pones en armonía tu NEFESH con tu NESHAMÁ.
Siete que corresponden para los hijos de las Naciones, y para el judío aquellos que sean apropiados para él de los 613 de la Torá.

(Publicado originalmente en SERJUDIO.com)

Tú eres caos

Tu mente procesa la realidad, con los datos que recibe a través de las percepciones va generando un mapa interno que muchas veces determina el mapa externo.
Porque, tal como creemos es como vemos.

Estamos en el mundo, pero no somos ajenos a él.
Somos mundo también y al mismo tiempo vamos creando y recreándolo con nuestras ideas.

Somos juez y somos parte.
En un constante cambio, lo que pasa fuera y lo que sucede dentro, todo está en movimiento, incluso cuando parece monótono y monolítico.
¿O acaso te das cuenta de que el planeta gira y rota a velocidades fantásticas a cada instante, pero tú te lo imaginas quieto y reposa, como un centro universal inamovible?

Algo parecido nos pasa con nuestra propia identidad, la del Yo Vivido.
La armamos con los retazos que recibimos de otros, con sus mandatos, con las presiones sociales, con lo que vamos elaborando, con lo que vamos experimentando, con los latigazos del EGO y los susurros claros y cristalinos de la NESHAMÁ.
En cierto momento nos imaginamos que somos el ombligo del universo, que somos esa tierra alrededor de la cual gira todo el cosmos. Y no somos más que una pequeña particula del universo. Con gran importancia, claro está, porque nuestra existencia tiene sentido y trascendencia; pero no dejamos de ser un átomo en la creación.
Y sin embargo, vemos como la luna nos sigue, creemos que hablan de nosotros, que si ordenamos a los dioses ellos cumplen nuestros deseos (incluso pretendemos que el Uno y Único lo haga), sí fantaseamos con ese poder que no tenemos, cuando estamos hundidos en la impotencia.
Y nos creemos inamovibles, como que nuestra identidad del Yo Vivido es esa, estable, sin cambios, lo que fue, es y será.
Y lo cierto es que no es así.
Nuestra NESHAMÁ sí es el centro inmóvil, inalterable, pero el resto de nuestra personalidad, esa que llamamos “yo”, esa está en movimiento incluso aunque nos aferremos a ciertas imágenes o creencias.
Y al no reconocer los cambios, al luchar inútilmente contra ellos, al negarlos, lo único que conseguimos es hundirnos, amargarnos, excluirnos de la realidad, derivar hacia el caos.

La realidad es caótica, pero hay manera de que cobre sentido.

Es caos, que se organiza cuando se pone energía en hacerlo.
Va por sí mismo hacia el desorden, si no se interpone poder para enmendarlo.
Corregir el caos, tal como el Creador hiciera desde el comienzo, en los “días” en que Él creó y ordenó.
Mejorar el mundo, tal como Él nos mandó que hiciéramos en este Séptimo Día Universal que estamos viviendo hasta que amanezca definitivamente la Era Mesiánica.

El caos se quiere imponer desde su no voluntad ni conciencia. Lo dice la Ley de la Entropía, pero mucho antes lo explica la Torá.
Y si no ponemos de nuestra parte poder, ingenio, creatividad, voluntad, será finalmente la controversia la que venza, la mescolanza la que reine sobre el vacío de sentido.

Ordenemos nuestra mente, para ordenar nuestra realidad.
Y luego, no nos quedemos simplemente en pensamientos positivos, en buenas intenciones, en ideas geniales, sino que transformemos creativamente el mundo para llevarlo a su máximo nivel.
Comenzando por el mundo interno, para reverberar luego en el mundo compartido.

El rústico emperador

Siendo tan débil, ¡qué fuerza tiene el EGO!
¿Cómo una minúscula parte escondida en lo profundo de nuestro cerebro puede levantarnos para dejarnos caer, arrastrarnos para destrozarnos?
¿Cómo?
¿Una minúscula sección de nuestro ser, que no tiene conciencia, que carece de voluntad o deseo, que no es una personalidad o una entidad mística, nos esclaviza y somete?

Ante esta realidad, no es de extrañar que los primitivos creyeran en la existencia de un demonio bravucón y tentador, que como un ángel caído del alto sitial en la corte celestial buscara perjudicarnos.
Porque, sí, eso es lo que parece.
Porque lo imaginamos como un ser con inteligencia, creativo en sus malas intenciones, codicioso de alabanzas, dispuesto a cualquier trampa para doblegarnos. Y esa imagen no tiene realidad, es solo nuestra antigua fantasía que trataba de dar cuenta del fracaso del hombre para sobreponerse a sí mismo.

El EGO se impone, con sus herramientas simples y rústicas. Nos ataca desde lo más profundo de nuestro ser primario. Allí, en en un lugar que no usa palabras o símbolos para expresarse. En una realidad material, totalmente material y sin visos de misticismo o magia. A cargo de enviar códigos químicos que nos exaltan y también nos nublan. Hormonas que nos paralizan en terror y desánimo, o nos elevan en sensaciones de gloria y poder. Trabaja en las sombras el EGO, sin pretender nada, pero con la apariencia de quererlo todo. Sin ningún viso de conciencia, pero que nos lo imaginamos astuto y hábil en su trabajo de esclavizarnos y mantenernos a su servicio.

Sí, es fácilmente comprensible que las personas faltas de conocimiento le atribuyan poderes de divinidad, que asuman su presencia y dominio con reverencia y religioso temor. Porque no falta quien le detesta y maldice, así como los que le adoran y tratan de conciliarlo con señuelos rituales. Todos ellos, los contrarios y los propios, confundidos por sus febriles imaginaciones y creencias, que trastocan una realidad simple y material para de esa forma tratar de ganar un poco de entendimiento y tal vez dominar a aquel que creen que los domina. Y no, nada consiguen realmente, porque el EGO no es ni dios ni demonio, ni ángel ni pervertido, ni guerrero ni pacifista, es solamente un pedacito de nosotros encargado de unas cuantas tareas vitales y primarias, tal como las tienen también muchos otros de los animales con los cuales compartimos este planeta.

No es con religión ni con palabrería politizada que tendremos el relativo control sobre nuestras vidas.
Aunque, quizás con sus mecanismos opresivos estas manifestaciones sociales del EGO por ahí alcancen a mantener un poco al EGO a raya. Pero, lo más probable es que el EGO se ría en sus caras finalmente.

Hay que ser cuidadosos y no dejarse llevar al barranco, aunque parezca que la respuesta naciente del EGO sea «solución» a los problemas.
Porque la verdadera función del EGO es proveernos de algún mecanismo primitivo y básico para obtener ayuda/atención en momento de real impotencia, y así resguardar nuestra vida. En otros momentos, solo puede provocar desastres, aunque en apariencia a veces se obtienen éxitos externos.

Para que lo sigas estudiando y si quieres comentando aquí debajo.

Lo oscuro que es producto de la luz

El tropiezo es parte de lo esperado y esperable.
Habrá más de uno. Si no te has caído, o al menos trastabillado, entonces… ¡no estás en movimiento hacia lado alguno! Y quedarse petrificado es sinónimo de muerte, de desaparición.
Si no remas, te llevan las corrientes hacia donde ellas conducen, no hacia donde tú pudieras querer o apreciar.
Claro, puede resultar más sencillo no esforzarse, dejar que la pereza siga su curso. O tal vez, es una extraña forma de no sentirse inepto y fracasado, pues se puede levantar la excusa: “si yo lo hubiera intentado, seguramente lo hubiese alcanzado”. Porque, en ciertos sistemas de creencias (individuales o colectivos) se esconde en la inacción el miedo al fracaso.

Los contratiempos y destiempos no dejan de ser componentes de la ecuación de nuestra existencia terrenal.
Los tiempos difíciles acontecen, ¿cada cuánto? ¡Cuándo sea que fuera!
Y, como menciona el popular dicho: “a mal tiempo, buena cara”.
Lo que podemos traducir como: admite tu limitación, no te golpees insistentemente contra los muros que así no se moverán, fluye sin pretender dominar lo que está fuera de tu alcance y poder, acepta tu fracaso pero para emplearlo como trampolín para iniciar el ascenso. Con confianza, con seguridad, a sabiendas de que no controlas el universo, ni tu pensamiento positivo organiza al cosmos para que te sirva, ni tus aplausos o quejas harán de Dios tu sirviente que será tu genio de la lámpara satisfaciendo tus caprichos o necesidades.
Tú encárgate de hacer tu parte, no dejes de ver con optimismo realista el futuro, pero saca del aquí y ahora todo su jugo vital.

Los malos tragos pueden abrumarte y hundirte en el enojo, la desesperación, el reproche, la venganza, la apatía, la muerte.
O, puedes descubrir cuál es la enseñanza y oportunidad que contienen escondidos para ti.
¿Quién desea la amargura del trago? Supongo que nadie emocionalmente centrado, pero al ser inevitable en nuestra endeble existencia, no ahondemos su pesadez con el pesimismo y el abandono del camino correcto.
Es una oportunidad para aprovechar, y ya que está ahí, ¡aprovechémosla!

Las personas contenciosas son como piedras dentro del zapato, ¿quién las quiere?
Podemos dedicarnos a rumiar la venganza, atesorar como si fueran diamantes el odio, darle vueltas a los mismos traumas, barruntar el reproche y la excusa.
Sí, podemos hacer de la mala relación un pésimo recuerdo y una experiencia que nos marca negativamente.
O podemos usarla para examinarnos de manera reflexiva, profunda, trascendente, plena de sentido.
¿Qué de la persona desafiante me provoca el malestar?
¿Cuánto de lo oscuro en mí se ve espejado en esa persona?
¿Soy tan diferente a él?
¿Mi conducta es tan noble que no merece reparos?
¿Seré yo una persona desagradable para mi prójimo, el cual padece por mi causa, tal como yo creo padecer por la suya?
¿Cuáles son las cuestiones mías, propias, personales, en las cuales debo trabajar para convertir el desgano y la ira en cuestiones efímeras, que se esfuman rápidamente, y crecer en verdad?
¿Cómo puedo aprovechar este momento de nubarrones y tormenta para que rieguen el jardín de mi beneplácito y satisfacción sana?
Sí, esas piedras en el zapato tienen algo para enseñarme, ¿no es suficientemente malo soportarlas, que además no voy a aprovecharlas para avanzar dignamente?

Nadie (cabal y en su sano juicio y con profunda espiritualidad) promete que la vida sea fácil, que todo transcurra mágicamente, que dioses y ángeles conspiren para aligerarnos las cargas y hacernos más que vencedores.
Y si alguien te lo promete, seguramente te está llevando a la celdita mental de la vergüenza, impotencia, malestar, pecado; aunque abundes en dinero u otros bienes materiales.

¿Cómo saberlo?

Gran ingenuidad o torpeza de aquel que considera que ha arribado a la sabiduría plena, poseedor de todas las respuestas. Como la de aquel que pretende controlar el universo a través de su pensamiento, de su deseo, de la manifestación de órdenes proclamadas a los cielos.
Porque, también en el plano intelectual estamos limitados, tal como en las otras tres dimensiones que conforman nuestra presencia material.
Es cierto que el intelecto es una herramienta poderosa, que nos abre a reinos y posibilidades en apariencia inaccesibles, pero finalmente chocamos con el muro invisible de nuestra humanidad, de ser finitos, limitados.
¿Hasta dónde llega nuestro poder? Si bien hemos superado notables escollos y crecimos en tecnología y dominio del mundo, en última instancia, los terrores primitivos nos sigan acosando tal y como a nuestros antepasados alrededor de las primeras fogatas.

Nuestro saber es reducido, aun si descubriera los secretos de las partículas subatómicas o las constelaciones más lejanas del cosmos.
De últimas, seguimos sin tener idea de aquello que nos motiva a cada instante y cómo hacer para dejar de lado las angustias, decepciones, esperanzas inútiles, egoísmo y todas las otras manifestaciones de nuestra patente ignorancia.

El precaverse de ser arrogantes con nuestro poder intelectual es una de las motivaciones por las cuales en la Tradición a los sabios se los suele denominar “talmidei jajamim” – “estudiantes de sabios”, porque nunca terminan de estudiar, siempre hay un poquito más para avanzar, una lección por captar, un conocimiento por perfeccionar, un capítulo por repasar, un tema para reflotar del olvido, en una carrera que no culmina y se duplica cuando el alumno es responsable y cumplidor. Pero también, porque los sabios deben ser portadores del mensaje de aquellos que le precedieron y han compartido con ellos el conocimiento. En el mundo de la Tradición no es sabio aquel que descubre, inventa, imagina, crea; sino el que sabe lo que sus maestros le han transferido. Por supuesto que habrá entre los sabios aquellos que dotarán de más fuertes alas al conocimiento, encontrarán asociaciones ocultas para los anteriores, resaltará aspectos que permanecían escondidos, abrirá nuevos y renovados senderos para que otros puedan seguir avanzando. Pero, dentro de un marco, no al azar y en el caos, sino en un trabajo colectivo que tiende a ser organizado, que tal vez no encuentra eco en su generación, o alguna figura que le sirva para el diálogo.

Los sabios son también aquellos que admiten su error, no se esconden de él, hacen su debido trabajo para restaurar lo dañado, y hasta tal vez encuentran que al levantarse de su tropiezo han podido aprender lo que sin contratiempos hubiera sido omitido y desconocido. Por estar conscientes de la posibilidad del error, no temen en preguntar, en no dejarse llevar por sus creencias o imaginerías, buscando el rayo de verdad en vez de la fe del necio que llama visión a su ceguera.

Los sabios son también los que se dan de frente con su muro de limitación cognoscitiva, pero igual empujan un poco el límite, a veces con éxito, corriendo así la frontera de la zona de confort (real o imaginaria) hacia un nuevo territorio por explorar y compartir. Y a veces, se quedan allí, ya incapaces de continuar, porque no les da las fuerzas o su humanidad se resiste al infinito.
Como sea, contemplan el mundo con la mirada sensible y confiada de haber dado todo de sí y estar conformes con su tarea. Otros vendrán a continuar, o no… ¿quién lo sabe? Esto es precisamente lo que estamos comentando aquí y ahora…

El dios de este 4730

Leí por ahí a una persona que no tiene conocimiento del Eterno, el llamado Dios de Israel, pero Lo agrede y junto con Él a aquellos quienes Le son fieles.
Quizás porque confunde al “dios padre” de la religión cristiana con el Eterno, tergiversación muy frecuente y prejuiciosa. ¡Si hasta hay judíos que cometen semejante disparatada confusión! (Bueno, no debería sorprendernos ya que hay judíos que afirman que la “fe” es algo fundamental, que el judaísmo es una religión, o cuestiones totalmente ajenas por el estilo).
Lo cierto es: ¿a qué persona culta, con veros conocimientos de judaísmo, se le ocurriría hacer esa mixtura entre un dios fantaseado y el verdadero Uno y Único?

Lo que el presunto ateo afirmó es lo siguiente: “un dios edonista creó a la humanidad para cumplir su deseo de sentirse adorado, y que a la mínima que la humanidad, sea individualmente o un conjunto de individuos, se desvía de ese cometido de borregos adoradores la castiga con matanzas y sufrimiento eterno. En cualquier cultura eso sería un demonio tiránico al que le gusta torturar a los demás para demostrar su poder”.

Con vuestro permiso iré haciendo pequeños comentarios para dar un poco de luz allí donde el EGO pasea su sombra como amo y señor.

un dios edonista: ante todo Hedonista, con H.
¿Y qué es el hedonismo?
Una rápida lectura al diccionario nos informa: “Doctrina ética que identifica el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato.” Y, “tendencia a la búsqueda del placer y el bienestar en todos los ámbitos de la vida.”.
Como nos damos cuenta rápidamente, si “edonista” fue un pretendido insulto o injuria, ¡de poco sirve!
Si realmente el Eterno fuera hedonista, ¿cuál sería el problema? Un Dios que busca el placer y el bienestar en todo momento y lugar, que iguala el disfrute con el bien… ¿eso es un inconveniente para alguien?
¡Por el contrario!
Sería una deidad dichosa, afable, bonachona, dispuesta al juego y la diversión, a prodigar solamente el bien en todas sus formas.
Y sí, el Uno y Único tiene una faceta así, porque Él es Bien.
Pero, Él también es Justicia.
Así que Dios no es hedonista, porque definirlo así es limitarlo a una realidad que no le comprende.
Disfruta cuando Sus hijos, nosotros, disfrutamos; pero, como todo padre realmente bondadoso sabe y actúa de tal forma que el rigor también sea parte de la ecuación. Porque, el extremo generoso es malo, asfixia al receptor, reduce la actividad del otro, niega la posibilidad de crecimiento, al tiempo que sea agota personalmente (si no es Dios, quien es inagotable, obviamente).
No sé si se llega a entender lo que quiero expresar.
Dios por supuesto que ama el placer, nos invita a compartirlo con Él; pero también ama el deber, porque es la manera por la cual adquirimos un mayor grado de placer, el cual surge del compromiso, del trabajo, de la dedicación, del limitarse en aquello que pudiera ser placentero pero no es permitido.

creó a la humanidad: sí, es cierto, la creó como también creó TODO. Y cuando digo todo, es todo.
Ahora, me pregunto una cosa bien sencilla, tan evidente que hasta da pena tener que escribirlo aquí.
Si es un Dios tan poderoso, que tiene a su alcance la creación de una especie y de todo el universo para albergarla, ¿tenemos nosotros, pequeños y limitados mortales, alguna capacidad intelectual o perceptiva para llegar siquiera a arañar un poco Su “naturaleza” y Sus motivaciones?
¿No estará el señor que escribió esas líneas simplemente proyectando su propia pequeñez, su debilidad, su ambición, su deseo, su malestar; que en nada tiene que ver con el verdadero e impensado Uno y Único?
Porque, el señor ciertamente no está hablando de Dios, al cual desconoce y no comprende, solamente está hablando de sí mismo y de su reducido mundo.
Entonces, sería válido preguntarnos si el autor de esas líneas no es un hedonista, un buscador afanoso del placer en cualquier forma, y porque no lo alcanza, se decepciona, se angustia, se aterra, se aferra a sus creencias, entre las cuales está la de negar una Autoridad, una entidad superior insobornable, alguien que sí tiene todo el poder a su alcance pero prefiere limitarse para darnos espacio a nosotros y a nuestras minúsculas existencias.

para cumplir su deseo: si así fuera, si el Creador nos trajo a existencia para satisfacer Sus deseos, ¿habría algún inconveniente?
Porque, si seguimos la creencia del autor de las líneas, entonces ese dios creador de la humanidad es el que dicta las reglas del universo, o al menos las que nos gobiernan, y si ese dios decidiera que fuéramos sus siervos, que nuestra vida solamente estuviera en función de satisfacerlo, ¿quién es el autor para oponerse a este deseo o para contravenirlo?
Resulta un poco pretencioso el autor al querer imponer su opinión por sobre la de su creador, todo dentro de las creencias que él expone. Ese dios te ha creado y te ha dado la misión de servirle, entonces, si no lo haces y te rebelas, ¿estás cumpliendo con tu rol para el cual fuiste creado? ¿O eres solamente un despojo, amargado, carente de sentido, inutilizado por tus creencias, abogando por una supuesta libertad que no existe para ti, porque solamente existe la orden que ese dios te ha impuesto?
En este párrafo no estoy afirmando o negando que el autor haya dicho algo respecto al Eterno, simplemente hice notar que él se contradice en tan pocas palabras.

de sentirse adorado,: no, el Eterno no anda por el universo reclamando ser adorado. Si hay algo que le importa poco y nada es el elogio, sincero o falso. Porque, si ese fuera Su deseo, si el aplauso y el reconocimiento fueran Su motor, entonces Él haría acto de presencia a diario, nos mantendría alertas con milagros, dispondría de todo tipo de efectos especiales para que notáramos Su poder y no tuviéramos ninguna duda de que Él está ahí y le debemos adorar sin pausa ni fin.

Pero, Él Se ha ocultado detrás de la naturaleza, mimetizado con el mundo.
Él no Se muestra, por el contrario, vela toda manera de saber que está aquí y ahora.

¡Todo lo contario a lo que pretende el autor de las líneas!

Tenemos un Dios humilde, todopoderoso y al mismo tiempo anónimo, que hasta soporta que le ridiculicen aquellos que no Le conocen, que le inventen cualidades, que le hagan padre de hijos que no tuvo, que le describan de mil maneras infantiles y pendencieras.

No, no es un chiquillo desesperado por llamar la atención, que hace cualquier malabarismo ridículo para obtener la aprobación de su grupito. Tampoco es el dictador falto de autoestima, carente de amor, que impone su presencia hasta en los lugares más inverosímiles y decreta veneración so pena de condena terrible.

Él es el Uno y Único, no depende de nada ni nadie, no precisa nada ni de nadie, pero todo y todos dependemos de Él, lo sepamos o no, lo creamos o no, lo agradezcamos o no.

Por otra parte, si queremos adorar al Uno y Único, de acuerdo a lo que Él admite como acción de adoración… ¿cuál es el problema?

Es de buena y justa gente agradecer a quien nos hace bondades.
Es de persona leal estar agradecido y ser atento y elogioso con aquel que lo merece.

y que a la mínima que la humanidad, sea individualmente o un conjunto de individuos, se desvía de ese cometido: si así fuera, entonces el dios que describe el autor no es uno hedonista, sino salvajemente estricto en el cumplimiento de la ley. Entonces, el autor nuevamente cae en ridículas contradicciones sin haber siquiera avanzado unas pocas líneas.

Pero, como sea, podemos darnos cuenta de que lo que afirma el autor es por completo falso, porque si fuera cierto… ¿hace cuántos milenios ya se hubiera extinguido la mediocre y tóxica especia humana?

Pero no, seguimos aquí y continuamos causando daños inmensos al ecosistema. Nos desviamos, como conjunto y como individuos, de las normas de existencia ética hasta más mínimas. Pero, Él es misericordioso. Nos protege de nuestra propia idiotez, es un escudo contra nuestras auto agresiones. Nos tiene paciencia, espera que nos demos cuenta del daño que nos causamos y al prójimo y que hagamos TESHUVÁ, que llevemos a cabo el proceso de arrepentimiento. Porque, Él no quiere la destrucción del pecador, sino que le pecado desaparezca para que el pecador esté libre de esa carga y pueda gozar del bien y bienestar que está a su disposición.

La mayoría de los desastres que nos ocurren son causados por nuestra propia conducta, o por nuestras omisiones.

Miremos el agravio que hacemos a nuestra existencia, el miedo que tenemos a los otros hombres, nuestra propia vulnerabilidad que pretende dominar a través de los mecanismos de la violencia.

Si la gente viviera en base a la ética, a los mandamientos para las naciones, estaríamos virtualmente en un paraíso terrenal. Porque, seamos sinceros, ¿cuáles son las peores desgracias que nos acontecen? ¿Acaso no son las que nosotros mismos nos provocamos?

Por si fuera poco, si toda la plata e inteligencia dedicad a la guerra, el terrorismo, la religión, el mercantilismo esclavista, la opresión se dedicaran a la promoción del bienestar, ¿no sería un mundo casi perfecto? Te aseguro que los males que nos acontecerían serían esporádicos y reducidos, teniendo supremacía sobre los elementos naturales y quien te dice que incluso sobre la muerte.

Pero, dejamos que sea el EGO nuestro amo en lugar de guiarnos de acuerdo a la LUZ de la NESHAMÁ. Entonces, el mal abunda, hacemos lo malo por doquier, y todavía tenemos la mala actitud de señalar acusadoramente a Dios y hasta tildarlo a Él de culpable de nuestros males (Shoá incluida)… ¡si seremos mal agradecidos, tóxicos!

de borregos adoradores: seguramente que en el mundo de este autor la gente puede ser considerada como borrega, inconscientes, incapaces de cuestionar, fanáticos que siguen las doctrinas a las cuales están afectados.
Pero, en el judaísmo (el original y tradicional y no esas versiones modernas que se presentan como reliquias vivas y únicas admisibles del judaísmo), se exhorta a confiar pero preguntar, aprender y trasmitir pero también cuestionar. No es la repetición insensible y automática la tónica tradicional, sino el diálogo, en el cual se pregunta y se responde, se argumenta y se rebate, se propone y se rechaza, se diversifica y se cohesiona. Así fue durante siglos y siglos la vivencia judía, muy diferente a la imagen monolítica y embrutecida que hoy presentan ciertas agrupaciones judías “religiosas”.
Desde el primer padre de la Familia, Abraham, se ha comprendido la necesidad del hombre de aceptar sus limitaciones pero a no quedarse solamente con ellas. Ya el primer patriarca se atrevió a pedir de Dios justicia, cuando él consideró que el el juicio del Eterno no era correcto. Y así, no han pasado ocasiones en que se Le ha pedido a Dios rendir cuentas por lo que acontece en el mundo.
Como expusimos más arriba, al final encontramos que es el hombre en amplísima mayoría de las ocasiones el culpable y causante de las desgracias del hombre. Pero igualmente, no dejamos de pedir a Dios que establezca el orden, aunque es nuestro deber hacerlo.
No somos borregos ni debemos comportarnos con ellos.
Tristemente, hay gente que se dice apegada a la Torá que viven como fanáticos y dejaron de pensar y sentir para solamente repetir a la sombra de sus amos, todos ellos encarcelados en las prisiones del EGO.

la castiga con matanzas: como ya explicamos más arriba, si Dios fuera tan severo en Sus juicios, nos existiríamos hace milenios.
Y, hasta donde recuerdo, todas las matanzas son provocadas por el hombre.
Y de aquellas que provienen de desastres naturales, ¿cómo atrevernos a acusar a Dios de enviarlos como castigos cuando existen suficientes causas naturales que no precisan de un dios dictador destruyendo poblaciones enteras para satisfacer un apetito odioso de dolor?
No, el verdadero y único Dios no castiga con matanzas, en todo caso quizás deja de contener las mareas naturales (y/o provocadas por nosotros) que hace tiempo amenazan con destruirnos.
Allí está la catástrofe preparada desde un rato largo pero la protección invisible del Eterno la detiene, la mantiene apartada de nosotros, simplemente por Su bondad. Pero, cuando nuestras acciones siguen aumentando el desastre y no hacemos nada para cambiar la situación, tal vez Él dice “basta” y deja que los sucesos ocurran como deberían haber ocurrido desde mucho tiempo atrás.
¿Se entiende?
Lo que vemos como castigo, probablemente es solamente el resultado de nuestra conducta.

y sufrimiento eterno. : pues no, tampoco esto es así. El verdadero y único Dios no promete sufrimiento eterno, sino solamente un período limitado de tiempo –en medida terrestre- de reacondicionamiento para estar en condiciones de disfrutar del estado espiritual armoniosamente. Como máximo, un año terrestre de readecuación.
Pero, por otra parte, si el hombre cosecha estiércol, porque eso es lo que ha sembrado, ¿a quién se le debiera pedir explicaciones?
Si el hombre deposita en su cuenta bancaria solamente deudas y malestares, ¿cuál será el fondo que colectara al ir a pedir dinero a su banco?
¿Es el hombre que así ha hecho el responsable de su malestar, o a quien le entrega lo que él ha depositado?

En cualquier cultura : pues parece que no es así, puesto que hay culturas que supuestamente adoran a ese dios que este autor está describiendo.
Como estamos comprobando, el autor pretende estar hablando del Eterno y violentándolo, pero en realidad hace una descripción de una deidad ajena, algo que no es Dios. Más bien es su dios, aunque se pudiera declarar ateo.
Gracias a Dios que ese dios no es nuestro Dios.
Gracias a Dios que esa cultura no es la nuestra.

eso sería un demonio tiránico: el autor parece estar describiendo a su EGO, que como todos los EGOs es el prototipo de las deidades idolátricas y de los líderes dictatoriales.
Sí, sin dudas que su EGO puede ser sentido como un demonio, sea lo que ello quiera decir; como un tirano sin piedad.
Por ello nuestra insistencia para que aprendamos del EGO, tomemos conciencia de él, lleguemos a identificarlo, para que podamos ser libres, felices, gozosos, responsables, constructores de SHALOM.
Pero, mientras nos seguimos declarando religiosos o ateos, y estamos luchando o adorando dioses que no son Dios, no hacemos más que seguir en exilio, apartados de nuestro ser, desconociendo nuestra identidad espiritual.
Vivimos en el infierno que nosotros mismos creamos.
Cuando tenemos el paraíso terrenal, y el espiritual, al alcance de la mano.

al que le gusta torturar a los demás: sí, es así. SU dios, ese el cual usted detesta en apariencia, el EGO al cual usted está esclavizado, sin dudas que tortura a la gente. A usted mismo, a los demás, a todos. De eso vive el EGO, de mantener a la gente en miseria, en impotencia, en dolor, en amargura, en duda innecesaria, en rencor, en vergüenza, postrados, adorando dioses –sean cuales fueran-.
Sí, ese dios es terrible, y por ello el verdadero Dios nos ha advertido acerca de él y nos ha dado los mandamientos para que no seamos presas fáciles en las redes del EGO y sus colonizados misioneros.
Pero usted, autor de las líneas, lejos está de comprenderlo.

para demostrar su poder: si es del dios EGO que habla, en verdad no tiene ningún poder, solamente el de manipular y el de usar el poder de sus víctimas para seguir gobernando.
Si es del verdadero Dios que habla, sin dudas que tiene un poder tremendo, inacabable, incomprensible y que no hace nada para demostrarlo, porque como hemos visto más arriba, Él escogió esconderse, hacernos lugar, dejarnos tener la impresión de que Él no existe o no opera, para que así podamos ser realmente libres a la hora de escoger entre ser éticos o lo contrario.
Podemos ser poderosos, podemos ser impotentes.
Nosotros escogemos en que Dios confiamos y cuál dioses inventamos.

El último Tishá beAv

En la perashá Devarim nos encontramos un par de veces (2:34; 3:6) con la palabra “metim”, la cual es comúnmente traducida como “muertos”.
Pero, cuando prestamos la corriente atención a la grafía y el contexto, debemos traducirlo correctamente como “hombres”, “personas”.
Existe unas diferencias mínimas pero esencial de escritura entre un metim y el otro:

  • cuando se trata de difuntos la “e” es una tzeiré, que son dos puntitos en horizontal debajo de la letra – מֵּתִים, y la mem está acentuada (indicando una letra que se ha obliterado);
  • cuando se trata de hombres la “e” es un shevá ná, que son dos puntitos en vertical debajo de la letra – מְתִם.

Estos metim en la perashá Devarim eran hombres que estaban condenados a muerte, pero… ¿quién no lo está?

Nuestro pasaje terrenal es limitado, tenemos los días contados.
Esto puede ser vivido con angustia, con el terror a la constante presencia de la muerte que se la espera a cada momento. Como también, saber que todo lo que hicimos, hacemos y tal vez haremos está destinado al foso, a la corrupción, al olvido a la nada. Es la máxima de nuestras impotencias, y por más que plantemos un árbol, criemos un hijo y escribamos un libro, nuestro ser se desvanece, desaparece, se transforma en una niebla mezclada entre otras neblinas hasta ya no ser. Todas nuestras creaciones son alimento para la nada, puesto que todo lo material tiene un final.
Y allí fuera, el universo es ajeno, ausente, frío, impasible, sigue inconmovible y no corre a darnos una mano ni a convertirnos en un héroe de cuento.

Somos metim con los dos puntitos en vertical, pero avanzando para ser metim con los dos puntitos en horizontal.
¿Cómo no estar aterrados, llenos de miedo y pavor?
¿Cómo no sumergirse en un mar de dolor y pesimismo?
¿Cómo no soñar con tener súper poderes y controlar el universo con nuestro deseo y pensamientos positivos, como una manera primitiva de escondernos de nuestra miseria y suponernos libres de padecer la más cruel de las impotencias?
¿Cómo no alterarnos ante cualquier manifestación o síntoma de nuestra vulnerabilidad, si pone a la vista (propia y/o ajena) que estamos consumiendo nuestra corta existencia y que nada podemos hacer para evitar nuestra conversión en nada?
¿Cómo no adorar al EGO, en forma de deidad mágica, que nos ilusiona y hace delirar con controlar y dominar a todo y todos, aunque en la realidad ni siquiera llegamos a conquistar nuestras más básicas tendencias?
¿Cómo no adoctrinarse en religiones y grupos sectarios, que nos prometen salvaciones milagrosas, curaciones increíbles, victorias más allá de lo posible, felicidad al solo costo de nuestra fanática fidelidad e irracional fe?
¿Cómo no seguir adormecido, anestesiado, estupidizado, los dictados de líderes de toda calaña (religiosos, seculares), quienes nos permiten sentirnos importantes, protegidos, a resguardo de la impotencia, aunque queramos o no seguimos navegando a la deriva rumbo a la nada total?

¿Qué es Tishá beAv, el día de hoy, sino un patético recuerdo de que así estamos en este mundo?
Todos, judíos o gentiles, creyentes en algo real o en fantasías producidas por el EGO, todos estamos en el mismo barco que se terminará por hundir. Tishá beAv nos los recuerda a todos, sin excepción, si es que queremos entender el mensaje y hacer algo con él para mejorar nuestra limitada existencia.
Tan vulnerable y entregada al olvido, al punto que el profeta menciona, por ejemplo:

«Aun los esclavos se han enseñoreado de nosotros; no hubo quien nos librara de su mano.»
(Eijá / Lamentaciones 5:8)

¿Te das cuenta?
Más esclavos que los esclavos, abandonados de todo poder, carentes de decisión, carcomidos por el no-poder, sin siquiera esperanza de que ese mal termine.

Lo que lleva a lo que sabemos:

«Por esto está enfermo nuestro corazón; por esto se han ensombrecido nuestros ojos.»
(Eijá / Lamentaciones 5:17)

Y sin embargo, hay esperanza.
Hoy mismo, cuando leímos la Meguilá Eijá finalizamos su lectura dolorosa con:

«Haz que volvamos a ti, oh Eterno, y volveremos.»
(Eijá / Lamentaciones 5:21)

La respuesta está en encontrar el camino a nuestra propia identidad, a la NESHAMÁ, el espíritu que somos.
Volver al hogar, a la vida en armonía con nuestra esencia espiritual, según las coordenadas dictadas por el Eterno.
Pero, ¿esto nos da ese poder mágico del cual presumen todas las religiones?
¿Seremos por ello los que dictaremos a Dios lo que Él debe hacer por nosotros? ¿Él correrá a hacernos los mandados y a hacernos vencer allí en donde nada hemos hecho? ¿Nos salvaremos de la muerte  de cualquiera de las otras impotencias que nos agobian en este mundo?

Seguiremos siendo limitados, seguiremos destinados a la muerte, los males seguirán golpeándonos, pero el temor será vencido, la nada ya no afectará nuestra existencia terrenal.
Porque estamos seguros de que hay un sentido y una posteridad.
Muere el cuerpo, el Templo se destruye, pero la esencia es intocable, nada la vulnera. No es cuestión de fe, de opinión, de deseo, de fanatismo. Es, simplemente, ser quien somos. Sencillamente, sin complicaciones, sin malabarismos, sin manipulaciones, sin entregar la vida a dioses o pastores/rabinos.

Estamos en un mundo donde todo tiene un fin, pero estamos al mismo tiempo en un mundo que no tiene fin pero es la finalidad.
Podemos ser muertos en vida, destinados a la nada. Es una de las posibles opciones, pero también tenemos la otra opción, aquella que Dios ha aconsejado que tomemos, pues podemos ser gente que morirá algún día, pero que cada momento es aprovechado al máximo, disfrutando de lo permitido, apartándose de lo prohibido, construyendo SHALOM con acciones de bondad y justicia y asegurando nuestra existencia eterna llena de plenitud.

Que se éste el último Tishá beAv de duelo, el primer día de la completa redención.
Depende en gran medida de ti.

(Publicado originalmente en serjudio.com, republicado aquí por tener enseñanzas acordes a la identidad noájica.)