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Dos otros consejos para estar en tu peso

Además de las sabias recomendaciones de nutricionistas, deportólogos, profesores de educación física y etcéteras varios; me atrevo a darte un par de consejitos para que llegues a alcanzar tu peso saludable y puedas mantenerlo.

1) No digas ni pienses: “tengo que bajar x kilos”, o subirlos.
La meta debe ser presentada de forma clara, positiva, exacta, firme, sin confusiones, sin atracciones hacia lo negativo. Por ejemplo podrías decirte y afirmarte: “Quisiera pesar x y lo haré”.

2) Ten siempre presente tu meta, delinéala con precisión, conócela, repítela, convéncete de ella, tenla como puerto al cual llegar, no dudes ni te confundas.
Si la meta propuesta es “pesar x”, entonces haz lo que tengas que hacer, que sea bueno Y justo, para lograrlo.
Porque, si al ver el chocolate, haces desaparecer la barra en medio minuto; si en el asado te comes la carne con papas y pan y cerveza y torta de postre además de helado al rato; porque encuentras un buen justificativo para cenar esas hamburguesas al pan enormes con una porción elefantina de papas fritas; si las golosinas de la media tarde son insustituibles; si el tarro de dulce de leche baja cada noche a impulsos de cucharadas de tamaño familiar… entonces, tu meta NO ES “tener x kgs. de peso”, sino que tu meta es pasarla bien y luego amargarte, quizás, con culpas y ayunos además de otros purgantes y angustiantes.
Pero, si tu meta es firme, cierta, adecuada, posible, consciente y querida, entonces evitarás las excusas, las tentaciones, las mentiras que a cada rato te cuentas.

Prueba ambos consejitos, además de las recomendaciones de los expertos, luego me comentas como te ha ido, ¿quedamos así?

Para concluir, ¿te has dado cuenta de que estas dos pautas de vida se aplican a todos los órdenes de la vida, no solamente para lidiar con la dura batalla contra la balanza?

No temas

De esas cosas seudo espirituales que la gente difunde por Facebook y similares, y que no tienen empacho en usar la voz DIOS, como si supieran de qué o quién están hablando, y por ello ya ameritan que la gente responda “amén”, “alelusha”, “alabado sea el dios de moda”, “BH hermana”, “Chalón chaverín” y cosas por el estilo.

“No temas al tiempo, nadie es eterno…
No temas a las heridas, te hacen más fuerte…
No temas al llanto, te limpia el alma…
No temas a los retos, te hacen más ágil…
No temas equivocarte, te hace más sábio…
y no le temas a la soledad, Dios está contigo siempre.”

Lo copie tal cual, con las faltas incluidas.

No sé el motivo ni la finalidad, pero unas humildes reflexiones de mi parte.

Temer, no hay que temer a nada.
Pero, el temor surge forma espontánea y natural.
Es totalmente normal.
Es una reacción típica ante cualquier cosa que nos produce expectación de impotencia.
Ordenar a alguien que “no tengas miedo”, es como decirle “no dilates tu pupila cuando la luz impacte tu ojo”.
El miedo se siente, punto.
Qué hacemos con el miedo, esa es la gran cuestión.
Y luego, cómo hacemos para mitigar sus efectos, así como el nivel en que nos puede afectar.
Pero, obviamente, el miedo siempre estará, en tanto estemos vivos y con algo de conciencia de nuestro entorno.

Yo no sé si le temo al tiempo.
Es algo que ni siquiera me planteo.
Hasta donde conozco, y es bastante poco lo confieso, el tiempo es una función del espacio y del movimiento.
En tanto hay espacio y movimiento, hay tiempo.
No depende de mi voluntad, ni de tu deseo.
Ni siquiera el tiempo es fijo, ya que como “profetizó” don Einstein, el tiempo es relativo a la velocidad en la cual nos estemos moviendo (lo cual en modo alguno quiere decir el disparate aquel de “todo es relativo”).
Si me equivoco en conceptos de física, por favor acepto ser corregido.
Así que, yo en lo personal creo que no, definitivamente no le temo al tiempo.
Lo que sí puede angustiarme, quizás y tal vez, es cómo vaya a envejecer, la manera en que mi cuerpo se desgaste, las funciones que pueda ir perdiendo. Digamos, al deterioro, la enfermedad, los achaques, la impotencia que implica ser humano.
El no haber aprovechado el irrecuperable tiempo, también.
Entonces, más que obligarme a no temer, mejor me pongo en campaña para hacer que mi vida tenga sentido, y cuando eventualmente mi cuerpo marche diferente/peor, ya veremos entonces cómo me arreglo. Mientras tanto, a cuidarme, comer saludable, descansar, hacer ejercicio, controlar las variables que están más o menos al alcance dominar, fomentar relaciones sociales, construir SHALOM a cada momento.
Parece buen prospecto, en lugar de meramente ordenarme no temer al tiempo, y además dar como excusa “nadie es eterno”.
Porque, este… hmmm… ¡sí somos eternos!
Nuestra NESHAMÁ, que es lo más auténtico que somos, es eterna. No perece con la muerte en este mundo, ni tampoco desecha las buenas  memorias de esta vida.
Entonces, mejor lleno mi valija de eternidad con recuerdos que ameriten ser nombrados así.
Es decir, nuevamente: ¡Construir SHALOM aquí y ahora!
Sí, ciertamente esto me suena mucho más verídico, profundo, trascendente y espiritual que la somnífera, cursi y atrevida “No temas al tiempo, nadie es eterno”.

Yo sí sé absolutamente que no quiero heridas, de ninguna clase.
De hecho, Dios me ha ordenado que me cuide mucho, en todas mis dimensiones de existencia, y que no provoque daños innecesarios a mi organismo.
Y, hasta donde sé, las heridas no fortalecen a nadie; cuando cicatrizan, y si es que lo hacen, el daño ya está causado. No es lo mismo una piel marcada por una cicatriz, a una tersa y sin fracturas. Algo parecido, supongo, ocurre con los huesos. ¡Y qué decir cuando las heridas son a nivel emocional!
Si ando errado, por favor en mis suposiciones que algún médico me corrija, será bienvenido.
No, la verdad que no supongo que las heridas me ayudarán en algo a crecer; más bien, todo lo contrario. Me dejarán de lado en mi entrenamiento por un cierto tiempo, ese que decidí aprovechar a full. Me dolerán. Y hasta incluso lleguen a dejarme incapacitado, o disminuido.
Sí, prefiero evitar al máximo las heridas.
Claro que para aprender a andar en bici, o a patinar, dicen que hay que caerse, para levantarse y así aprender. Cierto, probablemente funciona porque uno adquiere cierta confianza. Sé que si me caigo, me duele, me avergüenzo, pero tengo el poder de levantarme y seguir para adelante. A eso le dicen los inteligentes actuales “resiliencia”. Y me encanta la idea.
Igualmente, prefiero eludir las heridas, si me dan la opción para elegir. Prometo tratar de agarrar confianza a través del compromiso, de la responsabilidad, de enfocarme en la tarea, de disfrutar de hacer lo que estoy haciendo sin entorpecerme con creencias de heridas fortalecedores o catástrofes redentoras.
¿Puedo?
¡Gracias!

¿Temer al llanto? ¡Cada cosa hay que escuchar hoy día!
Para algunas culturas se ha vedado el llanto para los hombres, como si fuera signo de debilidad. ¡Cosa contraria a la razón! Pero bueno, así es como funciona el EGO a cargo de manipular con tal de obtener apariencia de poder.
El llanto tiene su utilidad, pero seguramente no la de limpiar el alma.
El alma no se limpia, tampoco se ensucia, porque el alma es la manera antigua de denominar la energía que nos permite realizar los procesos biológicos que sostienen la vida.
Así pues, alma es energía vital.
Seguramente que no se obtiene una energía más poderosa a través de las lágrimas, sino con ejercicio, nutrición adecuada, descanso reparador, seguridad y todo aquello que provea al organismo para su sustento y estabilidad.
Pero, el llanto sí puede servir, a veces, como mecanismo para disminuir presiones emocionales; pero solo a veces. Porque, el llanto es usado perversamente, como mecanismo de manipulación, y no precisamente para estar menos congestionado emocionalmente.
Entonces, temer al llanto… ¡seguro que no! Pero absolutamente ser precavido para no usarlo para manosear relaciones interpersonales, ni ser usado abusivamente con la excusa de “he llorado” o “me haces llorar”.

¿Los retos hacen más ágil?
¿Ágil?
Yo pienso que cuando uno se esfuerza, y a través del esfuerzo se supera algún obstáculo, es entonces que uno obtiene mayor fuerza, poder, control, confianza, y por ahí tal vez también agilidad. Pero no creo que sea la primera ni más importante opción.
Si me caigo de la bici, pero me levanto, me vuelvo a subir y comienzo a pedalear, no he ganado en agilidad, ni creo haber bajado dos gramos de mi eterna pancita; pero seguramente he obtenido un certificado interior de autoconfianza. Siento que a pesar de la caída, es posible levantarse y avanzar cada vez con mayor seguridad.
Entonces, bienvenido sea el reto, pero cuando estamos preparados para atravesarlo, aunque sea con dificultades; porque, sin preparación y con tan solo buena voluntad es como se termina fracasando estrepitosamente, provocando mayores traumas, impidiendo el crecimiento. Como el que tiene lesionado un músculo de la pierna y pone toda la buena onda para seguir corriendo, lastimando más gravemente su carne de esa forma. Tal vez llegue a la meta, pero será solamente esa vez; puesto que el cuerpo se negará a continuar en esa tortura sin sentido. Claro, se podrá decir que emocionalmente se ha vencido un tremendo reto, que se cruzo la línea de llegada a pesar del padecimiento infernal del músculo destrozado; ¿y cuál es la ganancia de ello? Cuando nos topamos con muros reales, contra los cuales no tenemos modos para cruzarlos, lo sabio no resulta seguir rompiéndose la cabeza una y otra vez, sino parar y analizar las opciones apropiadas y acordes, para entonces ponerlas en práctica.
En resumen, el reto en sí mismo es una oportunidad para evaluar si estamos en condiciones de hacer algo o no.
Si no tenemos un trabajo interno previo, de confianza, de autovaloración, podremos seguir enfrentándonos como necios al reto una y otra vez, que seguramente no llegaremos a superarlo, pero sí a sumergirnos más y más en impotencia y dolor.

Por supuesto que hay que tener cuidado para no equivocarse, porque los errores pueden ser terribles, incluso provocar la muerte o daños incluso mayores.
No, no se aprende de los errores.
Porque si ese dicho superficial y mentiroso fuera cierto, no tropezaríamos más de una vez con la misma piedra. Estaríamos en un paraíso terrenal, pero es evidente que no lo estamos.
La sabiduría no proviene del error.
Por supuesto que en el camino al conocimiento (que no es lo mismo que sabiduría), habrá tropezones, contratiempos, desvíos, malos entendidos, aburrimiento, falta de cordura, todo lo que afecta el entendimiento y nubla la razón. Lo sabio no está en no temer al error, sino en advertirlo, reconocerlo, y a pesar de él recuperarse para volver a una senda de mejoramiento y crecimiento.
Si llegamos al conocimiento sin errores, qué bueno que así sea, pero no es lo habitual en el humano.
Entonces, para ser sabio debemos estudiar de los que supieron y compartieron, o saben y comparten.
Si queremos conocimiento, debemos estudiar lo que acontece, analizar, evaluar, razonar, preguntar, investigar, descubrir, repasar, reparar, corregir, volver a investigar, en un proceso casi sin fin.
Si queremos entender, debemos suspender el prejuicio, dejarnos llevar mentalmente por los postulados que se nos presentan, sin aferrarnos a ninguno, hasta que encontremos la respuesta que congenia a la situación expuesta.

Aunque es cierto que Dios es una presencia constante, eso no evita que tengamos necesidad de contacto con otras personas. Es parte de nuestra naturaleza, así nos diseñó ese mismo Dios.
Somos seres construidos por lo social, y que lo construimos.
Por tanto, aquel que padece la soledad, no tiene que avergonzarse, ni tampoco fantasear que por estar Dios presente está pecando por sentirse solo.
La compañía de Dios no sirve, ni vale, para desplazar la compañía de otras personas.
Entonces, obviamente que no hay que temer a la soledad, pero tampoco negarla con la presunta frase espiritual (que es solamente un malabarismo religioso): “Dios está contigo”.

E n resumidas cuentas, se nos plantea un absurdo tras el otro.
Un manual de autoayuda reducido, que más que ayudar embota y enferma.
Con la apariencia de espiritualidad y sabiduría, simplemente nos dan recetas de cocina que no tienen valor.

Eso sí, ponen de manifiesto alguna de las impotencias que nos suelen aquejar:
a la muerte, a la decrepitud, a la enfermedad, a la lesión, a la debilidad, a la contrariedad, al error, a la locura, a la ignorancia, a la soledad, al dolor.
Impotencia.
Pero, la respuesta mágica que brindan, son solamente trampas del EGO, para seguir atrapados en las redes de la impotencia, negando la realidad, ignorando el camino verdaderamente espiritual y de vida plena.
No dan la clave de construir SHALOM, por medio de acciones de bondad y justicia.
Sino solamente la habitual droga de las religiones y otras manifestaciones del EGO.

¿Yo tengo fe?

Nacemos tremendamente necesitados y en casi total impotencia. Por si fuera poco, todo el ambiente y modo de funcionamiento ha variado de un momento al siguiente.
El terror es sentido intensamente y no tenemos como mitigarlo, pues no contamos con elementos de comparación previa, ni un raciocinio que nos ubique en lo pasajero de nuestro malestar, ni palabras que identifiquen lo que nos sucede y nos brinden alguna orientación.
Estamos a merced del espanto y apenas provistos de unas muy básicas y primitivas herramientas para la supervivencia.
Esa pesadilla terrible queda grabada en lo más recóndito de nuestra memoria orgánica, en un lugar inaccesible al lenguaje, sin códigos compartidos socialmente para representarlo y mitigarlo, y por tanto con un poder destructivo inmenso y que apenas puede brota de una u otra forma.

Nuestra forma natural de supervivencia es llamar la atención, por medio del llanto, especialmente del grito, y el pataleo; para así obtener así satisfacción a nuestras necesidades. Si por algún motivo no funciona el llamado, entramos en estado de desconexión con la realidad, como una forma de preservar la energía, y fantasear que estamos protegidos y calmar un poco el terror; para luego volver a sentirlo y reiniciar el alboroto reclamando ser atendido.
Además. tenemos un limitado pero útil repertorio de movimiento reflejos; todo encarado a la misma finalidad, sobrellevar la impotencia y mantenerse con vida.
Es tan maravilloso, en su simpleza. Es espantoso, en su sumisión.
Estas herramientas dependen de porciones profundas de nuestro cerebro, que compartimos con otras especies animales.
Nosotros le hemos dado el nombre de EGO, aunque en las neurociencias este vocablo no tiene cabida.
En la Tradición se le denomina comúnmente como IETZER HARÁ.

Las reacciones nacidas del EGO a la necesidad e impotencia se va repitiendo sucesivamente, creando así por encima del reflejo del instinto también un hábito, una conducta que de tanto repetirse se automatiza.
Entonces, de forma natural nos vamos entrenando para obtener un sorbo de satisfacción, de poder, de seguridad cuando hacemos uso de estas herramientas toscas pero efectivas.
Aprendemos a “controlar la realidad” sin siquiera darnos cuenta.
En verdad, no es más que una ilusión de poder, puesto que es la debilidad que usamos para que alguien con “poder” nos resguarde de nuestros sufrimientos.

De este modo, quedan inscriptos en lugares profundos y míticos de nuestra inconsciencia los patrones de conducta que nos movilizarán y serán también la base sobre la que se sostendrán las creencias por medio de las cuales modelamos nuestra realidad.

En una síntesis muy esquemática:
sentir impotencia –> reacción automática de manipulación –> obtención de cierta satisfacción –> creencia de control.

Pero, podría ser también:
sentir impotencia –> reacción automática de manipulación –> no hay satisfacción –> aumento del sentir impotencia –> reacción automática de manipulación aumentada –> etc.

Cuando crecemos, no varía sustancialmente este cuadro.
Podemos añadir conductas, que son ramificaciones de las herramientas básicas del EGO.
Podemos actuar con mayor uso de la inteligencia, pero si en la base se encuentra el EGO, se repite una y otra vez el modelo infantil, primitivo, que a esta altura ya es enfemizo.

Pero, podemos aprender modos alternativos, que no dependen del EGO, sino de otras fuentes en nuestro interior. Pero, como sobre esto ya hemos trabajado en demasía, ahora seguiremos por otra lado.

Toda religión surge como adhesión sumisa al EGO.
Tal vez de manera difusa la religión sea un camino entreverado y complicado para encontrar al verdadero Uno; pero en su origen y desarrollo podemos afirmar que no hay orientación espiritual en la religión, sino solamente adoración al EGO; el cual es sentido como un salvador milagroso, la fuente misteriosa de vida, la figura mágica que todo lo puede y rescata de la muerte y del dolor. El EGO, quien controla la realidad y mueve los elementos para que se orquesten a satisfacer las necesidades y deseos del siervo del EGO.
Cambia la palabra EGO por el nombre de cualquier dios, y verás que es una descripción fiel de la religión.
Recordemos, ni el judaísmo ni el noajismo son religiones, aunque tristemente muchas personas las vivan como tales, y lleven a sí mismos y a otros a espantosas confusiones. Es que, ser judío y noájida no quiere decir estar libre del influjo del EGO.

Así surge la fe irracional, aquella de creer incluso en absurdos. Como dice el diccionario: “Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia”. (¡Ojo! La voz hebra “emuná”, aunque a veces lo traduzcan fe y lo confundan con ella, ¡no lo es!).
Desde la profunda oscuridad del EGO nace la fe.
Es el deseo de seguridad, de control, de satisfacción, a través de  manipular a la deidad (cualquiera fuera la fuerza sobrenatural).
”Piensa bien y te saldrá bien”, aunque la realidad no se deja manipular por nuestra ridícula pretensión. Entonces, se elaboran excusas, a la cual más malabarista y llamativa, para pretender justificar la evidencia en contra.
“Todo es para bien”, cuando es más que cierto que no todo lo es. Pero, no tardan en hilvanar frases, conminar al apego a la voz de “la autoridad”, para de esa manera adormecer el pensamiento, secuestrar a la mente y dejar la fe absurda como valor central.
Recuerda un dato esencial: el EGO secuestra el intelecto, por tanto, suele haber pintorescas elucubraciones para justificar lo que no tiene razón de ser, ni existencia real. Se arman inmensas catedrales teológicas, filosóficas, de supuesto pensamiento, con la única finalidad de seguir desprovistos de libertad de pensamiento.
Con la fe se recibe un letargo de la conciencia, que alivia momentáneamente el sentimiento de culpa, para luego agravarlo.
La fe entontece, por lo que quita temporalmente el miedo, pero al rato resurge con mayor ferocidad y descontrol.
(Revisa nuevamente la síntesis esquemática que puse más arriba).
Es un falso paliativo, cuando en verdad es la enfermedad y jamás la cura.
Es la bota de plomo, cuando ya estamos sumergidos y ahogados en el océano de impotencia.

La fe, en lugar de madurar el intelecto, la razón, la construcción de SHALOM por medio de acciones de bondad Y justicia, la aceptación, el agradecimiento, el análisis, etc.; la fe mantiene a la persona encerrada en su celdita mental.
La fe no construye conciencia, ni tiende lazos de entendimiento, ni ayuda en la edificación de un paraíso terrenal.
Por el contrario, embota, confunde, destruye.

Ciertamente hay gente llena de fe que actúa con bondad y es justa, pero esto es ¡a pesar de su fe! Si se libraran de la fe, y siguieran limpiando su hogar interno para quitar en la mayor medida de lo posible el mandato del EGO, seguramente que construirían infinitamente mucho más y mejor SHALOM.

Entonces, tengamos firme una simple propuesta, que a la vez es poderosa y nos dará fuerza, bendición y cercanía con el Uno.
Dejemos de pretender que seguimos y sabemos las cosas de Dios, cuando tan solo repetimos las cosas de nuestro EGO, al que endiosamos y llamamos con el nombre del dios de moda.
Abandonemos la pretensión de bailotear en asuntos teológicos, rebuscando en extrañas conjeturas para apaciguar nuestra impotencia y angustia.
Soltemos la droga que nos perturba la conciencia, intentemos conectarnos a nuestra NESHAMÁ y no a nuestras caretas que representan la nada misma.
Desentendámonos de la fe, de la superstición, de las palabrerías y creencias banales; no son dignas de hijos de Dios.
Al Uno no se llega con la convicción en lo que no se ve, ni en adorar cosas muertas o de muerte.

No miremos a otros con superioridad, creyéndonos mejores y libres, cuando probablemente somos esclavos esclavizados de otros esclavos.
Mejor, atendamos con humildad y no desde arriba de un falso pedestal, para crecer y elevarnos junto a otros, no por medio de fe, sino de la verdad y la construcción de SHALOM.

Shir haShirim para vivir en paz y felices

Enseña el Rav Kook (Orot haKodesh, segunda parte, página 444 ), a partir del concepto cabalístico del “Shir Merubá”, que hay cinco tipos de shirim – cantos, que son lo que hace vibrar especialmente al alma de la persona.
Cuando estos cánticos ocupan el centro de la vida de una forma intensa, se van tornando en exclusivos, en excluyente de los otros; a excepción del quinto, según ya veremos.
Así, con esa intensidad se transforman de trovas en ideologías, en sistemas de creencias que filtran la manera de percibir la realidad y por tanto en mecanismos para dirigir nuestra manera de actuar en consecuencia.

Te presento como entiendo los cantos y algunas de las explicaciones y moralejas que podemos aprender de ellos:

  1. Primario: el que forma la ideología centrada en sí mismo. Todo lo encuentra en él y para él. Este canto es del individualismo.
  2. Secundario: el que centra su accionar y creencia en la relación con el prójimo, porque es prójimo, en lo del prójimo; en lo que surge de la relación emocional. De aquí proviene el basamento de la religión, el colectivismo y el nacionalismo. Por ejemplo, el que cuando la selección de su país juega un partido, él dice “hoy jugamos”, “salimos a la cancha”, “perdimos/ganamos”; aunque él no sea jugador, ni nunca haya pisado el césped de un estadio. Pero, se identifica de tal manera con el colectivo, que vive como si no fuera individuo.
    Y esto no sucede con todo lo que concierne a lo emocional, en su relación con el otro: religión, política, equipos deportivos, club, grupo de referencia, etc.
    ¿Te imaginas el grado de secuestro mental que puede sufrir cuando se sumerge por completo en este cántico? ¿A qué hazañas o desastres puede conducir, cuando se fanatiza?
    Es lo emocional controlando las otras tres dimensiones del ser, y bloqueando la dimensión espiritual. El resultado no suele ser benéfico. Sin embargo, en su medida adecuada, tiene también su valor; tal como veremos ocurre con los otros tres cánticos (sin incluir el quinto, que es de una naturaleza diferente).
  3. Terciario: el que toma en cuenta a todos los seres humanos, sin distinguir entre razas, etnias, naciones, familias; es lo que funda el humanismo.
    Como dijera el pensador Terencio, hace 22 siglos: “Nada de lo humano me es ajeno”.
    Esta perspectiva es una amalgama imperfecta entre lo emocional y lo mental, como un punto de encuentro volátil entre ambas dimensiones del ser. Esta imperfección explica cómo ideologías que en principio pueden tener objetivos sublimes, terminan convirtiéndose en abismos oscuros para sus seguidores. Por ejemplo, el ideal socialista que suele conducir a todo tipo de aberraciones e injusticias. En sí mismo, se podría descubrir que la esencia del socialismo es buena, enraizada en un humanismo que busca racionalmente el bienestar del individuo dentro del colectivo. Pero, llevado el ideal a la práctica, la raíz emocional absorbe y va dejando de lado el racionalismo constructivo, para excusar todo tipo de arbitrariedades, deformaciones y atropellos. Podemos observarlo en todos estos populismos presentes, así como en las historias no tan lejanas.
  4. Cuaternario: el que atiende todo lo existente, sea orgánico o inorgánico, y se ocupa de ello. Es la visión y acción que motiva el ecologismo. Aquí lo emocional queda supeditado al pensamiento, aunque éste puede no ser racional ni coherente ni correcto. Entonces, es posible que por “amor” al ambiente se llegue a la negación del individuo, de la sociedad, o de la humanidad. No es infrecuente que gente muy dada a considerar el cuidado del ambiente, no tenga inconvenientes en ser pasivos ante la muerte o el dolor del prójimo humano, en tanto y en cuanto con ello se libere a algún individuo (animal o plante), una especia o ecosistema del estrés producido por el hombre. Por ejemplo, entre los nazis de alto rango no faltaban aquellos que eran vegetarianos, no por razones de salud personal, sino por misericordia hacia los animales; estos mismos sujetos mientras degustaban una ensalada, no tenían ningún remordimiento para enviar a la tortura y la atroz muerte a caravanas milenarias de judíos. ¡Es solo un ejemplo, es evidente que no son los ecologistas como estos asesinos y genocidas! Pero, no faltan otros ejemplos en los cuales testimoniamos que por defensa de animales, se incurre en todo tipo de bajezas en contra de personas y sociedades.
  5. Shir haShirim: el único que comprende y unifica a todos los anteriores, es el cantar de los cantares. Es la mirada y la conducta que comprende que somos criaturas y creación de un mismo Padre, y se nutre en cada dimensión de su existencia y encuentra la armonía. Ésta es la espiritualidad. Se pasa del conflicto, a la música ordenada y agradable, como una orquesta variada y en la cual cada instrumento tiene su parte y no hay otro que lo pueda reemplazar. Hay lugar y tiempo para el individualismo, para el nacionalismo, para el humanismo y para el ecologismo; pero todo bajo la batuta y con el sentido de lo espiritual.

Como sabes, resumimos el cántico propio del camino espiritual en dos sencillas palabras: CONSTRUIR SHALOM.
Con acciones de bondad Y justicia.
Siendo leales al Eterno.
Disfrutando de lo permitido y apartándose de lo que es prohibido.
Te invito que cantes este canto, viviendo el noajismo si eres gentil, desplegando el judaísmo si eres judío.

Al rescate

Siempre la traducción es una cierta forma de creación. A veces tendenciosa adrede, otras basada en la ignorancia, otras en la incapacidad de transferir eso más que gramática que es el lenguaje, y en ocasiones por la propia profundidad y dificultad del texto.
Las obras del gran maestro, el Rav Kook, suelen ser de una complejidad extrema, incluso para gente que domina el hebreo con extrema facilidad; ¡mucho más al querer traducirlo!
Hice un modesto intento en este párrafo que quisiera estudiar junto a ti:

הוי! כמה עשוקה היתה הנפש, בעוד משא החטא, קדרותו, גסותו וסבלו האיום מונח עליה! כמה היתה ירודה וסחופה, גם אם עושר וכבוד חיצוני נפל לה לחבל! מה יועיל כל הון, אם התוך הפנימי, תוך החיים, הוא מדולדל ויבש?
(אורות התשובה ג)

¡Ay! ¡Cuán privada (desposeída, carente, despojada) estaba el alma, en tanto carga el pecado, su miseria, su grosería y su terrible sufrimiento recargado sobre ella!
¡Cuán grande es su descenso y desvarío, aunque le caiga riqueza y honor externo, es en vano!
¿De qué le vale todo el poder, si en su profunda interioridad, incrustado en su vida, él está empobrecido y seco?

Bien, me disculpo nuevamente por no ser una traducción literal, sino apuntando lo mejor posible a su sentido.

Ahora, una rápida mirada comprensiva.

La NESHAMÁ, el espíritu, el Yo Esencial, irradia su LUZ de manera constante, nada ni nadie puede oscurecer o apagar su brillo.
Pero, alrededor de la NESHAMÁ, no en ella sino rodeándola, se van formando costras, manchas, velos, coberturas, cáscaras, klipot, que impiden o dificultan que la LUZ alcance todos los rincones de nuestro ser.
Esas cáscaras son el producto de nuestros pecados.
Recuerda que pecado no es un concepto religioso, sino el desvío de la senda correcta que Dios ha trazado para cada uno de acuerdo a su identidad espiritual.
Cada pecado ensucia y por tanto obstaculiza el pasaje de la LUZ celestial en nuestra vida.
Como es una cuestión metafísica, no tenemos máquinas que realicen el diagnóstico del nivel de iridiscencia que disfrutamos, ni detectamos la ubicación y grosor de las cáscaras; pero sus efectos los podemos percibir, en nuestro interior, en el debilitamiento en otras dimensiones de nuestra existencia.
Te repito, la LUZ sigue tan brillante y pura como siempre, pero los efectos benefactores se ven bloqueados como resultado de nuestro accionar.
Estamos sufriendo del exilio interior, como si Dios nos hubiera dejado abandonados; cuando en verdad Él sigue tan firme y leal como siempre, pero somos nosotros los que a causa de nuestro pecado nos sentimos solos, enfermos, despojados, miserables.
Así, podemos llenar nuestra existencia de todo tipo de poder externo, sea fama, dinero, contactos influyentes, autoritarismo, belleza, lo que sea; pero a la hora de hacer un honesto análisis de nuestro estado de satisfacción y felicidad, debemos reconocer nuestra tristeza y pobreza. Claro está, si somos honestos y tenemos un poquito de conciencia de nuestro ser.
Al poder atisbar el sufrimiento, esa estaca atravesada en nuestro corazón, quizás queramos otra vida, una mejor.
Entonces, por ahí dejaremos de estar cayendo y sin rumbo, para enfocarnos en la TESHUVÁ.
Una que nos lleve a nuestro verdadero hogar, finalizar el exilio y disfrutar de la Era Mesiánica personal.

Así estamos nosotros.
En el conflicto que se genera por el dominio del EGO, alias Ietzer haRá, que nos lleva a asumir máscaras acordes con las cáscaras, y por tan seguir sumergidos en la impotencia aunque aparentemos honra, riqueza y poder.

No novedoso si eres habitual lector/estudiante de nuestros artículos en la sección de CABALATERAPIA.
Y también sabes qué acompaña a la TESHUVÁ: la construcción de SHALOM, por medio de acciones de bondad Y justicia.
Son claves para deleitarte en el jardín del SHALOM, aquí y en la eternidad.

(Escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, compartido aquí por su gran valor en espiritualidad noájica).

Falsas lealtades

Hay mandatos familiares que se pasan de una generación a la siguiente.

Están los explícitos, aquellos que son marcados y codificados, decretados y grabados a fuego. Esto es lo que debes, esto es lo que no debes. Esas son las reglas de esta familia. Cual barrotes de una prisión, determinan, limitan, marcan la pertenencia.

Y están los mandatos que no son explícitos. Son transmitidos por gestos, insinuaciones, tonos, silencios, rituales sin explicación, repeticiones sin contexto ni sentido, palabras que encubren significados, secretos de familia.
Entonces, los miembros del grupo se encuentran enredados, en esa tela pegajosa que los tiene atrapados, inmovilizados, ahuecados, inmóviles pero al mismo tiempo golpeando al vacío para destruir fantasmas enemigos.

Así podemos descubrir diversos personajes que viven y reviven similares situaciones, como si estuvieran detenidos en un espejo que congela el tiempo.

Gente que vive sus propias circunstancias, pero de acuerdo a los reglamentos que les inscribieron y ellos adoptaron como verdad; sin resolver las cuestiones, puesto que no las enfrentan en verdad, sino solamente como referencias a esos asuntos familiares que les dan forma. Con finalidades que les son ajenas, aunque pudieran sentir el éxito y la victoria como propios.

Sin saberlo, sin reconocerlo, lo habitual es continuar repitiendo esas tradiciones familiares, al pensar, sentir, hablar, criar, actuar, responder, huir, etc.
Sin preguntas, sin cuestiones, sin evaluaciones, solamente cumpliendo el programa armado con los mandatos, más las reacciones que se producen de manera natural desde el EGO.
Quien se queja, sufre el destierro.
Quien pregunta, es un enfermo.
Quien cambia, un rebelde.
Quien rompe el mandato, alguien merecedor del peor destino.

Así, los lemas que mantienen la manipulación se fortalecen.
Uno es parte del sistema de sometimiento, sometiendo a otros, sometiéndose a otros, sometiendo la propia conciencia al mandato.

Hay maneras de crear una realidad alternativa.
Una de ellas la provee este pasaje (parte de la Haftará de esta semana, parashá Terumá):

«Entonces vino la palabra del Eterno a Shelomó [Salomón], diciendo:
‘Respecto a este templo que tú edificas, si caminas en Mis estatutos, y pones por obra Mis decretos, y guardas todos Mis mandamientos andando de acuerdo con ellos, Yo cumpliré contigo Mi palabra que hablé a tu padre David: Habitaré en medio de los Hijos de Israel, y no abandonaré a Mi pueblo Israel.'»
(1 Melajim / I Reyes 6:11-13)

Supongo que lo que he explicado en estas pocas líneas debe ser bastante denso, de dificultosa captación, por lo cual te pediré que comentes aquí debajo qué es lo que has podido entender hasta ahora de esta temática. Gracias.

(Escrito originalmente para ser publicado en SERJUDIO.com, pero considero que contiene enseñanzas de importancia para la identidad del noájida).

Amar al ser, no a su mal actuar

El gran maestro, el Rav Kook enseñó:

אדם נשחת ראוי לשנאתו רק מצד חסרונו, אבל מצד עצם צלם-אלהים שלו ראוי להוקירו באהבה, גם לדעת שמציאות יקרת ערכו היא יותר עצמית לו ממציאות מקריו הפחותים.
(מידות ראיה, אהבה)

“El hombre corrompido es pasible de ser odiado, pero solamente por aquello que está en falta, pero su esencia es a imagen de Dios y por tanto digna de amoroso aprecio;
también hemos de saber que su esencia es más real y preciosa, que aquella realidad eventual y humillante.”
(Midot Reia, Ahava)

¿Es necesario repetir nuestras insistentes lecciones acerca de las identidades de la persona?
Creo que no, por lo que solamente haré una breve síntesis y luego te pido que estudies con detenimiento la sección dedicada a tal fin, que encuentras haciendo clic aquí.

Está el Yo Esencial, la NESHAMÁ, el espíritu, que proviene directa y completamente del Eterno.
Es nuestro ser eterno, el que nos acompaña aquí y en la eternidad.
Es el canal de conexión constante con Dios, pero también con el resto de la creación, sin límites de espacio o tiempo.
Nada de lo que hacemos lo afecta, ni se ve perjudicada por acciones y omisiones. No hay factor humano que le dé existencia o le provoque variaciones.
Su presencia se intuye, nunca se impone. Su acción es casi silenciosa, al punto que los que niegan su existencia parecen tener la razón.
Es lo más propio que somos, al mismo tiempo que lo más ajeno.
La NESHAMÁ del gentil (no judío) tiene un punto de conexión diferente a la NESHAMÁ del judío, por ello es que existen estas únicas dos identidades espirituales: la noájica, de gentiles; la judía, de judíos. Cada una de estas identidades espirituales recibe su nutriente correspondiente, con los Siete Mandamientos Universales para los gentiles, y los mandamientos acordes a los 613 de la Torá para judíos. (Por ser este de las identidades espirituales un tema complejo, no ahondaremos más, encuentra lo que ya hemos explicado en varias oportunidades anteriormente).

Está el Yo Auténtico, formado por la NESHAMÁ y por el material genético que recibimos de nuestros progenitores. Su existencia depende de otros, está determinada por otros y no por nuestra voluntad o deseo. Nacemos con esta identidad y nos acompaña por el resto de nuestros días, pautando todos los aspectos de nuestra identidad.

Por sobre Yo anterior se construye el Yo Vivido, el cual es el que habitualmente denominamos “yo”.
Está formado por las vivencias, recuerdos, acciones, decisiones, conflictos internos, elementos reprimidos, etc.
Son múltiples máscaras que ocultan el verdadero rostro, el de la NESHAMÁ.
Cuanto mayor es la distancia de las máscaras con ésta, mayor es nuestro grado de exilio interno, de enfermedad. Al contrario, cuando se encuentra sintonizar las máscaras para que representen la esencia, se está en estado saludable. La dificultad radica en descubrir y vestir las máscaras que mejoren representen al rostro esencial.

Ahora, al haber repasado esto, podemos comprender mejor las palabras del gran maestro que citamos al principio.

Es aborrecible la mala conducta, aquella que afecta a la persona y a otros, o al ambiente.
Es detestable y despreciable lo que causa el mal. No debe ser admitido ni promovido.
Para tener una guía, contamos con la Torá (judía y noájica).
Pero, si no conociéramos dicha guía, la ética espiritual, la que irradia la NESHAMÁ, debiera ser suficiente para mantener a la persona alejada del mal evidente.

Las máscaras negativas que usa la persona, que lo aferran al mal, que le imponen la mala conducta, deben ser quitadas del rostro, eliminadas del reportorio vital.
Aunque puedan proveer de ciertos beneficios temporarios, a largo plazo son malignos; y a plazo eterno, contraproducentes.
Llevan a la persona a estar en un exilio torturante, alienado de su identidad, en falsa existencia.
Es por ello tan tajante el maestro en determinar que es esto lo que debe ser aborrecido.

Pero, no podemos olvidar que la esencia de la persona es divina, es un hijo de Dios, aunque esté pecando.
A diferencia de las religiones, no se considera a la persona en oposición a Dios, desconectada de él, en estado de pecado perpetuo y sin remedio. No precisa de fe, salvadores mágicos, sacrificios milagrosos, y otros malabarismos para despojarse de la mancha del pecado.
Sino la TESHUVÁ.
Porque, sigue siendo un Yo Esencial puro, luminoso, conectado a Dios.
Aunque esté sumergido en el lodo del pecado, de la mala acción, de la religión, de la idolatría, del EGO en cualquiera de sus versiones nefastas y desubicadas.

No podemos olvidar que esa persona, incluso el pecador frecuente, en su esencia es LUZ.
Pero, tampoco podemos dejar de lado el imperativo de establecer justicia, también en términos humanos.
Y hasta, aunque suene feo decirlo y repetirlo, aborrecer aquello que es odioso en la persona.

No es dando la otra mejilla como se establece el bien y la justicia.
Ni esperando que sea Dios quien juzgue.
Ni siendo misericordioso con el que actúa malignamente.
Tales no son caminos espirituales.

Por el contrario, es obligación trabajar para extirpar al mal del mundo, de esa forma también estamos ayudando al malo a que retorne a su verdadero rostro.
Y cuando decimos malo, obviamente tenemos todos una pesada mochila, quien más quien menos, la cual revisar y de la cual expulsar las costras horrendas, así como las piedras siniestras.
Por supuesto, cada uno con la gravedad de sus acciones, sin minimizar la verdadera culpa, ni excusar lo que no merece misericordia alguna.

Entonces, tenemos un inmenso trabajo para hacer con nosotros mismos y con el prójimo.
Amar al ser, pero odiar su mal actuar.

¿Cómo hacer para no confundir las cosas?
Sabiendo de nuestras múltiples identidades y atribuir adonde corresponda lo que corresponde.

Aquel que peca, realmente ha hecho el mal. Aunque su esencia siga siendo pura, merece el “castigo” acorde a sus acciones. Que se encargan los tribunales de hacerlo, cuando es de su competencia. O nos encargamos cada uno de lo que está a nuestro justo y legal alcance.

Está también la misericordia, cuando el mal no es a causa del deseo de hacerlo. Sin por ello obviar la necesidad de hacer responsable al culpable y de ayudarle en el proceso de reparación.

Y está la TESHUVÁ, en todo caso.
Porque la TESHUVÁ no es un regalo exclusivo para quien ha pecado o se ha apartado de la buena senda, sino que es una manera de denominar el encontrar y andar el camino hacia la unificación del ser.

Lo que llamamos realidad, este mundo, es eventual y pasajero, sin embargo, nuestras acciones tienen fruto en la eternidad.
Hagamos lo que podemos, aquí y ahora, para convertir este mundo en un verdadero paraíso.
Revisemos el catálogo de nuestras caretas, dejemos de usar las que nos empobrecen y dediquémonos a encontrar el canal para irradiar la LUZ de la NESHAMÁ en nuestra vida y en la del entorno.

Construyamos SHALOM.

¿Hay algo más espiritual que esto?

En la parashá Mishpatim se nos brindan leyes que fueron dadas por el Eterno antes de la Revelación en Sinaí, que se cuenta en la parashá anterior, Itró.
Pero también se dan detalles que no fueron mencionados anteriormente y que hacen al momento único e irrepetible de la Revelación.
Entre los puntos de la narrativa encontramos una descripción impresionante de la visión imaginativa de lo que el Eterno manifestó de Sí:

«Luego Moshé [Moisés], Aarón, Nadab, Abihú y setenta de los ancianos de Israel subieron, y vieron al Elohim de Israel. Debajo de sus pies había como un pavimento de zafiro, semejante en pureza al mismo cielo.
Y no extendió Su mano contra los principales de los Hijos de Israel. Ellos vieron a Elohim, y comieron y bebieron.»
(Shemot / Éxodo 24:9-11)

Recuerda a la visión profética que tuvo Iejezkel / Ezequiel, y queda relatada en el capítulo primero del libro que lleva su nombre.
Aquí y allí no hubo visión material de Dios, porque Él no es materia, ni forma, ni se aparece en este mundo con cuerpo o figura; aunque los mitómanos e idólatras así lo expresen y lo vociferen.
El Eterno se niega a “ser” una cosa, ni siquiera para revelar Su Ser ante los testigos fieles.
Tal como se encarga con precisión de declarar la propia Torá:

«Entonces el Eterno os habló de en medio del fuego. Vosotros oísteis el sonido de Sus palabras, pero aparte de oír Su voz, no visteis ninguna imagen.»
(Devarim / Deuteronomio 4:12)

Pero, basta de “teología”, porque abundar en estas cuestiones no aporta demasiado y por el contrario, puede llevar a lugares inhóspitos.
Por ello, te propongo que nos detengamos en las palabras finales del párrafo citado: “Ellos vieron a Elohim, y comieron y bebieron.”

¿Notas algo raro en esta frase?
¡Yo sé!
Ellos estaban presenciando, en su vívida imaginación, a Elohim y la reacción fue “comieron y bebieron”.
¿Entiendes?
No dice que se enclaustraron a adorar a Dios, ni que se convirtieron en fanáticos ascetas, ni que se dedicaron a predicar la teología revelada, ni que renunciaron al mundo para ser del “otro mundo”, ni que despreciaron la buena vida del “más acá”.
Dice: “comieron y bebieron”.

Los Sabios explicaron esto de diversas maneras:

  • El poder espiritual fue tan tremendo que les sirvió también para satisfacer sus necesidades biológicas, sin recurrir a lo natural. Es decir, la energía espiritual fue suficiente para nutrirles, tal como si hubieran bebido y comido materialmente. Ejemplos de esto encontramos en otras partes del TANAJ, sin ir más lejos, con los cuarenta días y noches que Moshé estuvo sin comer ni beber, por estar recibiendo la Torá directamente de Dios.
  • Los que critican amargamente a este grupo de ilustres, que no estuvieron a la altura de su situación, y pronto dejaron de lado la visión espiritual para hundirse en el fango del materialismo más corriente.
  • Y están aquellos que encuentran un mensaje claro, positivo, de vida, para compartir y aprender: estamos en un mundo en el cual debemos espiritualizar lo material, materializar lo espiritual. Ellos vieron la visión de Elohim, pero también tenían necesidades físicas que cumplir, y lo hicieron. El solo hecho de alimentarse, para nutrirse, y con la energía realizar buenas y justas obras, ya eso es un hecho sagrado, de espiritualidad plena. Si además se le suma agradecer por el alimento antes y después, preocuparse del necesitado, y todo el resto de actividades positivas que rodean al acto de comer, entonces mucho mejor aún.
    Por tanto, ver a Elohim, comer y beber no eran cuestiones antagónicas, separadas, divergentes, mutuamente excluyentes. Eran ingredientes necesarios para una única receta: ¡construir shalom!

La enseñanza que comparto contigo es la que ha compartido la familia judía desde siempre: la vida espiritual se vive en los hechos cotidianos, desde lo simple y necesario para sostener la existencia, hasta lo menos cotidiano y accesorio.
Así, no hay fiesta judía sin comida y bebida. Ni tampoco duelo en el cual no participe de una u otra forma.
El rezo también se vincula al comer. El comer al rezo.
Cada acción debiera estar llena de materialidad y espiritualidad, no de religión o abstención innecesaria. Tampoco de mera animalidad, sea en su aspecto positivo o en su aspecto negativo.

Así pues, a disfrutar de lo permitido.
A apartarse de lo prohibido.
A vivir a pleno.
A materializar lo espiritual y espiritualizar lo material.
A descubrir la santidad en las cosas corrientes, porque, tal como enseña el gran Rav Kook: la santidad de lo profano es mucho más elevada que la santidad de lo santo.
A construir shalom, por medio de acciones de bondad Y justicia.

¿Hay algo más espiritual que esto?

(Texto original publicado en SERJUDIO.com compartido aquí por su gran valor para la identidad noájica).

Historia en espejos infinitos

Por motivos que no vienen al caso, me atraganté con varias películas estos días.
La mayoría de ellas de fantasía, ciencia ficción, que es el género que me gusta a mí.
En todas ellas, todas sin excepción (de las que no interrumpí por hartazgo de mal gusto a los dos o tres minutos), el cuento es el mismo, variando la decoración.
¿Adivinas cuál?

Si tuviera posibilidad y ganas de ver de otro género, estoy casi seguro que la trama sería, en su base, siempre la misma (a no ser que sea realmente malísima, pero incluso en ellas también).
Y en los libros de ficción, novelas, cuentos, etc.; según recuerdo, se encuentra exactamente la misma historia, desdibujada y vuelta a dibujar según criterio y arte del autor.
En la narrativa sacra, del TANAJ (mal llamado “Viejo Testamento”) obviamente, también se descubre; como no podía ser de otra manera.

Yendo un poco más lejos, creo que en cada situación de nuestra vida (aunque quizás exagero), al simplificar la trama, quitar los excesos, evitar las añadiduras anecdóticas, finalmente está el mismo meollo.

La pregunta que te dejo para que tú me respondas, si quieres y puedes: ¿cuál es?

Con gusto leeré, y tal vez comentaré, lo que compartas aquí debajo, en la sección de los comentarios.

Luego, otra pregunta: cuando tienes claro esto, ¿cómo te sirve para mejorar tu vida y la de tu sociedad y entorno?