Algunas personas se imponen cargas extras en aquello que en principio podría ser correcto y saludable, lo que terminaría siendo pesaroso, enfermante, incorrecto.
Ejemplos cotidianos, en alguno quizás te veas reflejado, podrían ser: meticulosidad en ingerir solo comida “sana”; pasarse muchas horas haciendo ejercicio físico; encerrarse por períodos extensos a meditar o rezar; consumir libros de autoayuda o seudo espiritualidad; revisar con inusitado detallismo que lo que se va a realizar no representa ningún riesgo o peligro; sumar actividad tras otras a una recargada agenda; estar siempre disponible y sin condiciones para dar una mano a otros; aceptar todo lo que le hacen con paciencia y “dando la otra mejilla”; usar siempre el martillo para arreglar todas las cuestiones, aunque no sea esa la herramienta aconsejada; usar el filoso intelecto para saturar en críticas, que dejan de ser analíticas y reflexivas, para ser demoledoras, irrespetuosas; dar dinero, regalos, atenciones, indulgencias de manera indiscriminada a los hijos/amigos/pareja; puedes tú si quieres agregar aquí las que consideres.
Todas estas conductas y actitudes, que en su justa medida son beneficiosas, se tornan en pesadas cargas, conscientemente o no, para quien las realiza y/o para quien las recibe.
Las dificultades que genera esto pueden ser variadas, tales como vivir con culpa si no se cumple con lo exagerado que se ha impuesto; obligarse a seguir mandatos (del EGO propio o externos) que no brindan satisfacción ni aseguran el bienestar; oprimir al prójimo, sea con atenciones, negándoles la oportunidad de realización personal, sofocándolos que nuestras necesidades; dejando de lado otras actividades, encarcelando el pensamiento, reduciendo las emociones; entre otras que tú puedes ayudarme a añadir aquí si deseas.
Si eres estudiante de estos textos, seguramente que podrás percibir pronto qué hay detrás.
A riesgo de parecer reiterativo, tengo que decirte que es el EGO.
Sí, otra vez el EGO. Pareciera como si fuera la única herramienta que conozco, mi martillo, el cual quiero usar aunque precise un desarmador o unas pinzas. Pero, no es el caso. Te mostrará rápidamente como la hipótesis del EGO se sostiene y explica esta conducta.
El EGO te mantiene en impotencia, puesto que estando en ese estado, o con ese sentimiento, es que él obtiene control sobre tu existencia.
¿Cómo se puede someter a alguien a ese estado o sentimiento?
Una forma es golpeando sucesivamente con mensajes –en palabras, gestos, actos, etc.- que atormenten a la persona afirmándole en la creencia de que es impotente. Tales como: tú eres un inútil; la vida es injusta y la gente mala; el destino te es adverso; eres pecador de nacimiento y te irás al infierno si no haces esto o aquello; siempre te equivocas; nadie te quiere; todo lo que empiezas lo dejas sin terminar; fracasado; idiota; loser; etc.
La otra forma es llenándote de creencias de grandeza, haciéndote sentir con superioridad, cuando realmente no lo eres. Creencias tales como: me como al mundo; nunca fallo; soy un genio; el dios está de mi lado; soy más que vencedor por tener fe; el destino me sonríe; si uso este cordón en la muñeca no hay modo de perder; todo lo que hago es perfecto; debo llamarme nadie, porque nadie es perfecto; si yo digo se hace; yo haré la diferencia; dejaré mi marca en el mundo y seré reconocido; estoy para salvar, iluminar, a los demás; etc.
En el primer caso, el del que se cree perdedor, resulta harto evidente que la persona carga con creencias pesadas de futilidad, sumergido está en la impotencia. Aunque tuviera capacidad, habilidad, oportunidad, lo más probable es que manifieste en los hechos su impotencia.
En el segundo caso, el que se cree ganador sin tener méritos para ello, la realidad lo confrontará con sus limitaciones, seguramente que sus vanas aspiraciones chocarán contra el muro de la realidad, que no depende de nuestros deseos, buena voluntad, o pensamiento engañosamente positivo. Entonces, como un globo relleno de humo, se pincha fácilmente para quedar derribado, derruido, en la nada.
Engañoso es el EGO (también conocido como Ietzer haRá), que recuerda, no es un ángel caído, no es un demonio, no es una entidad metafísica, no es un extraterrestre, no es un mito, es solamente una pequeña porción de tu cerebro que cumple una función esencial para la supervivencia, pero al permitírsele controlar otras áreas, lleva al desastre.
Esto ocurre también con los que pretenden llevar una vida de ultra exigencias “religiosas”, con la excusa de ser así más espirituales. Imponen rituales, acciones, obligaciones que sobrepasan en mucho la letra y el espíritu de la ley.
Dicen hacerlo por requerimientos superiores, en adhesión a reglas que estiman sagradas y de obligatorio cumplimiento. Emplean la coacción, la amenaza, la presión social, el engaño, la violencia, el ostracismo, plegarias, invocaciones, y todo lo que tengan a mano para someter a los que no se acoplan a ese estilo de vida ultra riguroso y falto de coherente equilibrio.
Asfixian para no permitir las libertades. En ocasiones hasta con la manipulación “amorosa”, dadivosa, que entrega algún bien o servicio a cambio de la lealtad, la sumisión, el voto, el no marcharse, etc.
Todo en nombre de adhesión a leyes de supuesta confección espiritual, con la fingida santidad que brinda la dureza irracional.
Y pasa en gente que ha sido religiosa, en los que no lo han sido, en los que creen estar en la senda espiritual, en los que luchan por librarse del adoctrinamiento pasado, en ti, en mí, cada uno en su medida.
Cuando, el camino debiera ser el manifestar la LUZ que somos, aquella de nuestra neshamá (Yo Esencial), para lo cual es imprescindible correr la muralla de cáscaras y máscaras que el Yo Vivido ha ido formando alrededor de ella.
Cuando logramos minimizar el accionar del EGO, por medio de andar según las reglas del AMOR; encontramos máscaras del Yo Vivido que sirven para representar al Yo Esencial y no ocultarlo; cuando somos nosotros mismos; cuando nos unificamos internamente y en unidad con el prójimo y con el Eterno; entonces, todas estas exigencias inhumanas pasan a tener el verdadero sentido que tienen: armas de esclavitud, nada de santidad ni de vida.
Ahí adonde estamos, está nuestra oportunidad de ser la persona que podemos llegar a ser.
Como dijera el sabio Hilel: “Donde no hay hombres, sé tú el hombre”.
Que se puede explicar también como: allí donde reine el caos, la confusión, la esclavitud, la falsa identidad, la religión, el oprobio, el autoritarismo, el EGO; entonces haz lo que tienes que hacer para que reine el orden, la claridad, la libertad, la verdadera identidad, el espíritu, el honor, el poder, el AMOR.
Sé tú el hombre, sé tú mismo, y no un personaje digitado por otros, o un títere de tu EGO.
¿Es fácil?
No.
¿Suena a argumento místico poco plausible?
Seguramente.
¿Todos pueden?
Sí.
Tu neshamá habla constantemente, en susurros, en una voz silenciosa, que se oculta entre el griterío del EGO y del mundo.
Su luz siempre está, nunca se apaga ni debilita.
Precisamos hacer silencio para oír la voz silenciosa.
Precisamos correr las diversiones, cáscaras y máscaras para que desde dentro irradie la LUZ del Eterno.
No llegamos a ella con gritos, enojo, sacudones, impaciencia, incomprensión, demandas, quejas, violencia, con ninguna de las herramientas del EGO.
Entonces, el camino está ante ti, te lleva a ti mismo, y de allí al prójimo y a Dios.
¿Quieres intentarlo?