¿Recuerdas la reciente lección de no enfocarnos en el punto negro sino en la sábana de plenitud, la cual tú posees?
Podrías releerlo en este link: “Abundancia de todo”, si gustas, antes de continuar con este post.
Muchos tienen la rutina de concentrarse en las carencias, en las faltas, en lo que los limita, en lo que sienten incapacidad, en lo que no disfrutan, en lo que no tienen, en lo que los limita, en lo negativo, en el microscópico punto negro y por ello pierden de vista lo que SÍ son, tienen, valen.
Si tu mirada solo apunta al punto negro, y tu mente solamente da vueltas en torno a lo que es negativo,
¿cómo habrás de estar satisfecho, de ser feliz, de ser agradecido?
Esta misma actitud, de focalizarse en lo erróneo, de distraerse de lo bueno y por ello no disfrutarlo, conlleva limitarse en el avance para alcanzar cosas mejores.
¡Si tanto te apenas por lo que no tienes, cómo esperas conquistar lo que te falta!
Entonces, ¡cambia de actitud!
Mira lo que es mejor para ti, sin por ello engañarte.
Fortalécete con acciones y pensamientos y palabras positivas.
Pero, no es con buenas intenciones solamente, porque ello no sirve para mucho y probablemente empeore las cosas.
Así, acompáñame a ver unas ideas que nos pueden ayudar.
¿Puedes hacer el cambio de un día para el otro?
Por lo general no.
Suele ser un proceso, en etapas.
Es necesario varias victorias y derrotas en pequeñas batallas antes de conquistar mayores y mejores territorios.
Es imprescindible des-aprender para poder aprender.
Aprender a dejar de ser llevado por el impulso, por la inercia, por la rutina, para tomar el control del timón y encaminarse hacia rumbos mejores.
Entrenarse en reconocer lo que se tiene, de lo que se carece, aquello que puede ser perfectible, lo que es necesario modificar, lo que puede quedar si cambio.
Para lo cual, la buena voluntad no sirve. Se precisa conocimiento, análisis, compromiso, responsabilidad, esfuerzo.
Y lleva tiempo.
Hay altibajos.
Hay vacilaciones, dudas, temores, fatigas y hartazgo.
Son más los que quedan en el camino y se dejan arrastrar por la corriente que aquellos que vencen los obstáculos y continúan superándose.
Entonces, sé paciente contigo mismo, sé compasivo, admite los errores pero para corregirlos y perdonarte. Aprende para que las buenas intenciones no sean un resbaladera hacia el caos y el mal. Desaprende, aunque tengas que hacer un gran esfuerzo. Disfruta, sin excusas, pero solo de lo permitido.
La buena noticia es que el camino es el trofeo, no una supuesta meta.
Verás que cada victoria, cada vez que te levantas luego de una caída, cada pasito, cada mejoría servirán para complacerte sin por ello hundirte en el conformismo que paraliza.
Comprenderás que la meta final es un suculento banquete, pero te congratulas por cada platillo que vas saboreando.
¡No es conformismo!
Pero tampoco es la ingratitud del inconformista.
Es centrarse en la sábana, en su plenitud, en vez de deteriorarse por no salir del puntito negro.
Reza, comunícate con el Padre celestial. Por medio de este vínculo sagrado podrás descubrirte, conocer al prójimo y sus necesidades/virtudes, al tiempo de unificarte con el Eterno.
El rezo no es un formulismo ni un encantamiento, es el tiempo para la meditación.
Felicítate con entusiasmo, con honestidad, cada vez que logras un paso.
Aunque sea minúsculo, aunque parezca que estás a millones de kilómetros del puerto.
Es la ruta la que te brinda la satisfacción, no la quietud de sentir que llegaste.
De paso, usa la imaginación sin perder la razón. Sé creativo. Ante una dificultad no trates la misma respuesta, piensa y descubre otras. Tal vez finalmente uses la conocida, pero el mismo acto creativo de elaborar otras opciones te empodera.
Recuerda, no es necesaria la agresión, ni la manipulación, ni echar culpas, ni juzgar precipitadamente, ni dejar que las cosas sigan en caos y confusión.
Puedes sonreír, agradecer, hablar con amabilidad, pedir en lugar de demandar, compartir en vez de acaparar, disfrutar de lo permitido… es tan bueno gozar de todo el bien que tienes a tu alcance pero fastidias con tu acre actitud.
No quieras cambiar a otros, ni pretendas ser como otro.
Encuentra tu Yo Auténtico, que es esa Luz que te conecta permanentemente con el Eterno y desde allí te podrás comunicar auténticamente con el prójimo.
El consumismo, el apagar tu Luz para adoctrinarte, la repetición de lemas, el perderte en la multitud, pueden parecer remedios para la soledad, para la falta de ánimos, para la impotencia, pero no dejan de ser herramientas del EGO para seguir encerrado en tu celdita mental.
La vida cotidiana es el templo para desplegar allí la santidad.
Ésta se logra contribuyendo a que irradie la Presencia Divina en cada acción o situación.
El camino está abierto ante ti, puedes disfrutar del bien o seguir atrapado por el puntito oscuro.
Eres libre de equivocarte… tanto como para hacer lo correcto.
Escoge el camino de la construcción de shalom, de la bondad y la justicia.
Serás bendito y de bendición.