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Enfoque cabalístico

¿Recuerdas la reciente lección de no enfocarnos en el punto negro sino en la sábana de plenitud, la cual tú posees?
Podrías releerlo en este link: “Abundancia de todo”, si gustas, antes de continuar con este post.

Muchos tienen la rutina de concentrarse en las carencias, en las faltas, en lo que los limita, en lo que sienten incapacidad, en lo que no disfrutan, en lo que no tienen, en lo que los limita, en lo negativo, en el microscópico punto negro y por ello pierden de vista lo que SÍ son, tienen, valen.

Si tu mirada solo apunta al punto negro, y tu mente solamente da vueltas en torno a lo que es negativo,
¿cómo habrás de estar satisfecho, de ser feliz, de ser agradecido?

Esta misma actitud, de focalizarse en lo erróneo, de distraerse de lo bueno y por ello no disfrutarlo, conlleva limitarse en el avance para alcanzar cosas mejores.
¡Si tanto te apenas por lo que no tienes, cómo esperas conquistar lo que te falta!

Entonces, ¡cambia de actitud!
Mira lo que es mejor para ti, sin por ello engañarte.
Fortalécete con acciones y pensamientos y palabras positivas.
Pero, no es con buenas intenciones solamente, porque ello no sirve para mucho y probablemente empeore las cosas.
Así, acompáñame a ver unas ideas que nos pueden ayudar.

¿Puedes hacer el cambio de un día para el otro?
Por lo general no.
Suele ser un proceso, en etapas.
Es necesario varias victorias y derrotas en pequeñas batallas antes de conquistar mayores y mejores territorios.
Es imprescindible des-aprender para poder aprender.
Aprender a dejar de ser llevado por el impulso, por la inercia, por la rutina, para tomar el control del timón y encaminarse hacia rumbos mejores.
Entrenarse en reconocer lo que se tiene, de lo que se carece, aquello que puede ser perfectible, lo que es necesario modificar, lo que puede quedar si cambio.
Para lo cual, la buena voluntad no sirve. Se precisa conocimiento, análisis, compromiso, responsabilidad, esfuerzo.
Y lleva tiempo.
Hay altibajos.
Hay vacilaciones, dudas, temores, fatigas y hartazgo.
Son más los que quedan en el camino y se dejan arrastrar por la corriente que aquellos que vencen los obstáculos y continúan superándose.
Entonces, sé paciente contigo mismo, sé compasivo, admite los errores pero para corregirlos y perdonarte. Aprende para que las buenas intenciones no sean un resbaladera hacia el caos y el mal. Desaprende, aunque tengas que hacer un gran esfuerzo. Disfruta, sin excusas, pero solo de lo permitido.

La buena noticia es que el camino es el trofeo, no una supuesta meta.
Verás que cada victoria, cada vez que te levantas luego de una caída, cada pasito, cada mejoría servirán para complacerte sin por ello hundirte en el conformismo que paraliza.
Comprenderás que la meta final es un suculento banquete, pero te congratulas por cada platillo que vas saboreando.

¡No es conformismo!
Pero tampoco es la ingratitud del inconformista.
Es centrarse en la sábana, en su plenitud, en vez de deteriorarse por no salir del puntito negro.

Reza, comunícate con el Padre celestial. Por medio de este vínculo sagrado podrás descubrirte, conocer al prójimo y sus necesidades/virtudes, al tiempo de unificarte con el Eterno.
El rezo no es un formulismo ni un encantamiento, es el tiempo para la meditación.

Felicítate con entusiasmo, con honestidad, cada vez que logras un paso.
Aunque sea minúsculo, aunque parezca que estás a millones de kilómetros del puerto.
Es la ruta la que te brinda la satisfacción, no la quietud de sentir que llegaste.

De paso, usa la imaginación sin perder la razón. Sé creativo. Ante una dificultad no trates la misma respuesta, piensa y descubre otras. Tal vez finalmente uses la conocida, pero el mismo acto creativo de elaborar otras opciones te empodera.

Recuerda, no es necesaria la agresión, ni la manipulación, ni echar culpas, ni juzgar precipitadamente, ni dejar que las cosas sigan en caos y confusión.
Puedes sonreír, agradecer, hablar con amabilidad, pedir en lugar de demandar, compartir en vez de acaparar, disfrutar de lo permitido… es tan bueno gozar de todo el bien que tienes a tu alcance pero fastidias con tu acre actitud.

No quieras cambiar a otros, ni pretendas ser como otro.
Encuentra tu Yo Auténtico, que es esa Luz que te conecta permanentemente con el Eterno y desde allí te podrás comunicar auténticamente con el prójimo.
El consumismo, el apagar tu Luz para adoctrinarte, la repetición de lemas, el perderte en la multitud, pueden parecer remedios para la soledad, para la falta de ánimos, para la impotencia, pero no dejan de ser herramientas del EGO para seguir encerrado en tu celdita mental.

La vida cotidiana es el templo para desplegar allí la santidad.
Ésta se logra contribuyendo a que irradie la Presencia Divina en cada acción o situación.

El camino está abierto ante ti, puedes disfrutar del bien o seguir atrapado por el puntito oscuro.
Eres libre de equivocarte… tanto como para hacer lo correcto.
Escoge el camino de la construcción de shalom, de la bondad y la justicia.
Serás bendito y de bendición.

De comunicación espiritual

Es bueno que, cuando corresponde, compartas tus sentimientos.
Al expresarlos por medio de la Comunicación Auténtica estás entregando algo de ti que el otro debería admitir, aunque no comparta tu sentimiento.
De igual forma, tu deberías admitir el sentimiento por él expresado, aunque no lo compartas.
Porque, cada uno tiene sus sentimientos, propios, los cuales al ser negados podrían resultar en inconvenientes.
Si uno los niega para sí mismo, se enquistan, absorben energías que pudieran ser provechosas para otras cuestiones.
Si uno niega los del otro, se produce un bloqueo en el flujo de la comunicación. Tú me estás negando, ¿cómo esperas que yo te admita a ti?
Entonces, siempre con Comunicación Auténtica, cuando sea apropiado, puedes compartir tus sentimientos con el otro y admitir los tuyos, así como los de él.
Admites que los tiene, que son de él, que eso le está pasando aunque tú no estés de acuerdo en el contenido de los mismos.

Por ser los sentimientos personales, propios, intransferibles, luego de la admisión de ellos podemos intentar etiquetarlos dentro de lo que tenemos conocido, pero ciertamente jamás sentiremos exactamente lo que el otro siente.
Aunque hagamos lo posible para establecer una relación intensa, por medio de la Comunicación Auténtica, igualmente habrá una brecha insalvable.
Son sentimientos, por tanto imposible de objetivar, de clasificar para sentirlos idénticamente.

Algo diferente ocurre con las ideas.
Cuando compartimos ideas estamos en un terreno en donde la separación se puede reducir.
Por ejemplo, si le dices al otro: “te quiero mucho”, el otro admite que sientes eso, lo comprende racionalmente, pero no lo puede sentir como tú lo haces. Quizás el sentimiento sea mutuo, tú también sientes gran afecto por él, pero es tú cariño, que necesariamente es diferente.
Pero, si el otro te dice: “uno más uno es dos”, tú lo admites, lo comprendes y la imagen mental se forma idéntica a la que el otro expresó.

Cuando las ideas son abstractas, igualmente permiten un acercamiento mayor que en la expresión de los sentimientos.
Éstos se sienten, se traducen en gestos, entonaciones, palpitaciones, palabras –que no llegan a servir para sentir idénticamente-.
Las ideas, establecen un puente de comprensión.

Hay una dimensión en la cual no hay palabras, ni son necesarias.
Es la del espíritu.
En ella es lo cotidiano que se reviste de espiritualidad, de conexión con los designios del Eterno.
Ciertamente no es algo ritual, en sí mismo. Es contrario a lo religioso, aunque muchos lo cofunden.
Lo espiritual es lo que verdaderamente une y unifica, aquí-ahora y en la eternidad-cosmos.

Aprende a identificar tus sentimientos, pensamientos, acciones.
Conócelos, admítelos, exprésalos cuando sea necesario y correcto.
Modifica lo que dañe.
Fortalece lo que colabora con el crecimiento.
Construye shalom.

¿Y ahora, quién podrá ayudarme?

Allí está el recuerdo de la infancia, la persona en problemas que exclama: “Oh, y ahora, ¿quién podrá ayudarme?”. Y del lugar menos esperado, saltando como un chapulín (langosta), vemos aparecer la inefable figura del máximo súper héroe de todos los tiempos, quien con su quebrada y aguda voz responde: “Yo, el Chapulín Colorado”.

También, para los memoriosos, estaba la letanía de la perrita Sweet Polly Purebred en apuros: “¿Adónde, adónde, adónde estará, mi héroe adorado, mi gran Súper-Can?”.

Así, podrás recordar infinidad de personajes de ficción o de la historia, de religiones y sagas históricas, que tienen algo en común: la espera de ese alguien que vendrá a rescate.

¿Estás esperando que alguien te venga a rescatar?
Cualquiera que fuera la situación, una sentimental, laboral, de pobreza, enfermedad, soledad, dudas, presentar un informe, rendir un examen, en cualquiera de las dimensiones de tu vida. Te encuentras abrumado, entonces, ¿esperas ese rescate?

¿Alguna persona, el gobierno, Dios, una deidad, un santo, un ángel (de la guarda), un profesional, un amigo, un familiar, un rabino, un maestro, cualquiera?
¿Te quejas, reclamas, dependes, rezas ordenando soluciones, dictaminas con decretos para que el universo los concrete, pides auxilio, tienes esperanzas en que de alguna forma las cosas se resolverán?

¿Sientes como si algo te faltara para conseguirlo por ti mismo?
Dependes de esa ayuda, y te angustias si no aparece, o te enojas, hasta llegas incluso a odiar al que te decepciona (sepa o no que tú esperas su auxilio, pueda o no brindártelo).

Hasta pareciera como si a veces tu pareja no fuera otra persona, alguien para amar y que te ame, para respetar y que te respete, para construir juntos una vida.
No, pareciera como si estuviera para tapar algún pozo, esconder alguna amargura, cubrir alguna falta, servir a tus necesidades (y/o viceversa).

¿Le reconoces como una persona completa, o es alguien para “completarte” solamente?
¿Y ella a ti?
¿O son como dos personas que se usan mutuamente como si fueran muletas, tal como si estuvieran incapacitados para caminar cada uno sobre sus propios pies?

Necesariamente surgen las fallas, los desencuentros, las faltas, las imprecisiones, los disgustos, los no quiero, o la sumisión que representa la muerte emocional de al menos uno de los dos.
En la pareja así como en los otros lazos que formaste de dependencia. Sea con tu pastor, clérigo, jefe, empleado, vecino, amigo, hijo, cuidador, médico, sicólogo, deidad… nómbralo tú.

Con tal de no perder esa ilusoria ayuda, eres capaz de… ¡tú sabes qué!
No preciso contarte lo que bien puedes reconocer que haces, dejas de hacer, obligas, te obligan para no quedarte inerme, sin poder, sin esa ayuda.

Así no puedes ser feliz.
¿Cómo serlo, si cada cosa está dependiendo de otro?
Entonces, te mantienes alerta a no perder el lazo con es persona, sospechas, ansías, te esclavizas para esclavizar, con la esperanza de mantener la cadena bien tensada, para el otro no escape y quizás no tomaste conciencia que tú eres también esclavo de esa relación poco feliz.
De modo que pretendes controlar aquello que no está bajo tu dominio, al tiempo que renuncias a controlar lo que ciertamente puedes/debes controlar.
Estás más interesado en saber minuciosamente que hizo ella, en vez de aprender a controlar tus pensamientos confusos y empobrecedores. Dedicas horas y energías a que el otro no salga de tu órbita, pero no aprendes a vivir felizmente.
¿No te parece poco razonable?

Por supuesto que la comunicación auténtica es inexistente o impracticable, atenta contra el estado de impotencia en el cual te encuentras a (dis)gusto.
Podría espantar a aquel que consideras un salvador.

Indudablemente, disfrutar a pleno de tu espiritualidad (enemiga declarada de la religión), puesto que el espíritu libera, refuerza la identidad, mantiene vigorosas relaciones con el prójimo, construye shalom. Mejor esfumarse en la religión, en las doctrinas necias, en lemas repetidos hasta el cansancio, en rituales, en falsas santidades, en pactitos y negocitos con la deidad, a la cual se le atribuye el rol de salvador al servicio del impotente hombre. Impotente pero pretende dominar con palabras mágicas, sacrificios inútiles, prácticas supersticiosas a los poderes, al Todopoderoso. ¿No es irracional?

¿Te sientes identificado con esta descripción?

¿Y si comenzarás a dejar ir las esperanzas en salvadores y soluciones mágicas?
¿Si trataras de hacer tu parte en lugar de depender de otros?
¿Si te comprometieras y fueras responsable en vez de quejarte y demandar?
¿Si aceptaras tus limitaciones, te entrenarás para mejorar, y admitieras tus fuerzas?
¿Si controlaras tu porción y con ello fueras feliz?
¿Si rezaras para conocerte mejor, agradecer, comunicarte con el Padre, pensar qué pudieras hacer para mejorar la vida del prójimo?
¿Si fueras más solidario y menos pedigüeño o avaro?
¿Si construir shalom entrara en tu vida, no como un lema más, sino como la manera de vivir a cada instante?
¿Si dejaras de necesitar a tu pareja y fueras un integrante al 100% de un equipo en el cual el otro participante también pone el 100%?
¿Si juzgaras menos y aceptaras más, sin por ello permitir lo negativo, ilegal, contrario a la ética?
¿Si fueras una persona que integra lo espiritual a la vida cotidiana, en lugar de enfrascarse en dogmatismos y religión?
¿Si no creyeras más en reyes magos, Papa Noel y cualquier otra fantasía o superstición, para dedicarte de pleno a vivir?

Unidad y soledad

Cada uno cuenta con su propio mapa interno idéntico.
Lo vamos armando con nuestras experiencias, sensaciones, sentimientos, encuentros, desencuentros, etc.
Así, tu forma de percibir el mundo (interno y externo) es única, te pertenece a ti y no puede ser compartido por completo por nadie más.

Alguien podrá comprenderte, sentir simpatía y empatía, sintonizar en tu misma onda, pero necesariamente estarás solo por siempre. Incluso si tienes un hermano gemelo, que en apariencia son iguales, que recibieron similar educación, que pasaron por parecidas experiencias en su etapa formativa, ni siquiera él cuenta con un mapa interno idéntico. Tú sientes, piensas, crees, accionas y reaccionas de acuerdo a ese mundo interno, tu gemelo de acuerdo al suyo propio.
¡Imagínate cuan diferentes somos con los demás!

Por supuesto que hay puntos de contacto, es lo que nos permite comunicarnos, convivir, colaborar, aprender de otro, disfrutar la compañía, etc.
Pero estamos solos. El cuerpo nos separa, tal como lo hace nuestro mapa interno.

Contamos con la Comunicación Auténtica, con la Construcción de Shalom, con los actos de bondad y justicia y algunas otras técnicas para convivir en la armonía posible, para mitigar el dolor de la separación, para fomentar el encuentro. Pero, en última instancia siempre estamos solos.

Sin embargo, hay algo que nos permite evitar la soledad, es nuestra esencia espiritual, nuestro Yo Esencial, aquello que somos y que proviene directamente del Eterno.
La neshamá no depende del material genético de tus progenitores, ni se nutre con lo que consumes de este mundo, ni se engrosa con emociones, ni se altera con tus acciones u omisiones. La neshamá, es lo más humano que somos, pero al mismo tiempo es lo que pertenece al Eterno.
La neshamá es tu esencia divina, aquello que eres tú por siempre y que al mismo no eres tú.
En la dimensión de la neshamá no hay separatividad sino solamente unidad.
Ni el tiempo, ni el espacio, ni los acontecimientos provocan una desconexión de la neshamá con la Fuente de toda Vida.
(En verdad, existen casos extremos en que sí ocurre esa desconexión, a causa de la inmensa brecha que han abierto con sus acciones, pero son casos realmente contados, tales como Hitler, Pablo de Tarso, Arafat, Stalin, gente de esa índole de maldad, nada que probablemente alcancemos nosotros).

Sin embargo, esa dimensión divina en lo humano, de unidad perfecta, no es fácilmente accesible para nosotros.
El Yo Esencial se encuentra encapsulado en este mundo por las otras cuatro dimensiones que nos forman (física/material, emocional, social, mental).
Sigue en permanente conexión con el Todo, pero no accedemos a tener conciencia de ello, ni siquiera una impresión. A veces en sueños nos llega un atisbo. En ocasiones sentimos su poderosa pero silenciosa voz que nos impulsa a acciones éticas, de construcción de shalom, aunque todo se oponga a ello. Pero, por lo general se encuentra escondida, envuelta en máscaras y cáscaras que hemos ido acumulando y asumiendo, que nos han ido mandatando.

Por ello, es como si estuviéramos separados, como si fuéramos solamente individuos y no integrantes de una red que todo lo conecta.
Si alcanzamos a despojarnos de máscaras y cáscaras que vamos sumando en nuestra vida, entonces resplandece la Luz de nuestro interior, la que nos unifica con el todo.
Pero, tal como los casos de maldad extrema son escasos, los de unificación del ser hasta alcanzar la unificación cósmica también son escasos.

Tenemos referencias explícitas en la Torá de que Moshé estuvo conectado al Todo.
Por ejemplo:

"Aconteció que al descender Moshé [Moisés] del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, mientras descendía del monte, Moshé no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Elokim.
Aarón y todos los Hijos de Israel miraron a Moshé y he aquí que la piel de su cara era resplandeciente por lo cual temieron acercarse a él."
(Shemot / Éxodo 34:29-30)

El más alto grado de profecía, el que solamente obtuvo Moshé, poder hablar “frente a frente” con el Eterno.
Un acceso claro y fluido al Todo.
Como consecuencia, Moshé se despojó de las máscaras accesorias de su Yo Vivido y se unificó en sí mismo, por lo cual estaba en unidad con el Eterno.
Hasta su cuerpo se había modificado, ya que el resplandor del espíritu irradiaba desde su rostro.
Y a pesar de ello, no tenía conciencia de su cambio. Fueron los otros, los que le miraron quienes le tuvieron que advertir de su nuevo estado. Parece paradójico, conocedor de secretos profundos y al mismo tiempo ignorante de su situación. Los que estaban absortos de su identidad espiritual pudieron testimoniar el resplandor sagrado de Moshé, mientras que el propio Moshé no era consciente de su manifestación.

Tan poderosa era la Luz que provocó miedo en los que le rodeaban, gente esclavizada al EGO, personas normales y corrientes como nosotros.
Temieron al contemplar el rostro iluminado, el poder del yo unificado.
El sentimiento de impotencia de la gente disparó al EGO de inmediato, como siempre.
Así, Moshé debió ocultar si rostro, usar voluntariamente una máscara o velo, que quitaba para comunicarse con el Eterno.
El maestro debió auto limitarse para poder relacionarse con el resto de sus hermanos.

Volviendo a nosotros, ninguno tiene un mapa interno idéntico.
Cada cual percibe y reacciona según ha ido construyendo su personalidad.
Entonces, ante una ilusión óptica, por ejemplo, todo observamos la misma imagen y se produce parecida ilusión; sin embargo, procesamos esta experiencia de acuerdo a nuestro mapa mental y reaccionamos acorde a éste.

Suele pasar que en determinados aspectos admitimos el punto de vista de otro. Aceptamos las divergencias. No pretendemos imponer nuestro mapa mental a otros.
Pero, el fanático, el cegado por la fe, el extremista, necesita eliminar a cómo dé lugar la diferencia.
Tiene la compulsión de hacer callar la duda, eliminar lo que lo pueda llevar a salir de su creencia.
¿Qué hace entonces?
Se despoja y obliga a despojar a cada cual de su identidad, para sumergirse todos en la misma masa doctrinal estrafalaria. “Ya no hay más griegos ni judíos, sino todos hermanos en nuestra creencia que nos iguala”, sería la consigna a seguir, con las variantes del caso.
Se repiten los lemas, se disparan las consignas memorizadas, se cancela el pensamiento, se prohíben las preguntas, se exilia lo que pueda provocar el sentimiento de separación, se adoctrina, se adora al líder salvador, se persigue y detesta lo diferente, se puede llegar a cualquier abuso.
Ser parte del rebaño da sensación de seguridad, de poder, de formar parte de algo que promete unificar y hacer morir esa angustia de estar solo y ser impotente.
Es todo ilusión del EGO, nada realmente cercano a la unidad que solamente es posible por la senda del AMOR.

Éxodo 2:5

"Entonces la hija del faraón descendió al Nilo para bañarse. Y mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del Nilo, ella vio la arquilla entre los juncos y envió a una sierva suya para que la tomase [o, estiró su brazo y lo tomó]."
(Shemot / Éxodo 2:5)

Si es axiomático que la Torá no tiene palabras accesorios, que todo en ella es necesario, ¿para qué nos cuenta que la princesa envió una sierva a tomar el arca con el niño dentro (o su brazo se estiró de manera sobrenatural, según consta en el Midrash –y que no es para ser tomado literalmente-)?
¿Es realmente éste un dato que aporta a la idea medular de la narración?
¿No era suficiente contarnos que el niño fue recogido?
¿Vivimos más felices y servimos mejor al Eterno al conocer el detalle que la princesa mandó a una de sus esclavas a recoger el arca con el niño dentro?

Algunas humildes ideas:

  1. Al involucrar a una de la servidumbre estaba protegiéndose de ser traicionada. Recoger y salvar de la muerte a un niño, evidentemente hebreo, sería una violación a una regla impuesta por su padre, el faraón. Hacerlo de manera individual, pero a la vista de las siervas la dejaría en situación de desventaja con respecto a ellas. Porque ellas tendrían un secreto con el cual extorsionarla. Ahora, todas serían cómplices.
  2. Eventualmente la orden del faraón de exterminar a los bebes varones se extendió a los pequeños de Egipto, no solamente a los hebreos. Recién nacidos y a los de poco tiempo. A la princesa contrariaba tal decreto, el cual incluso llegó a perjudicar a algunas de su servidumbre, gente a la cual ella apreciaba. Con este acto de misericordia compartida estaba ofreciendo a la doncella un compensación simbólica por la decisión sanguinaria de su padre. Perdiste un hijo por culpa de mi padre, ahora lo reemplazas gracias a mí.
  3. La princesa tenía una alta conciencia ética y al tener esta oportunidad magistral para salvar una pobre vida quiso que otros también compartieran con ella. Como el que en vez de dar dinero para caridad se lo entrega a sus hijos para que sean estos quienes se lo depositan en la mano al necesitado. Se cumple con la caridad, al tiempo que se educa a los pequeños en su valor, además de hacerlos partícipes de la mitzvá en la práctica.
  4. La princesa estaba dispuesta a ver el contenido del arca y hasta quizás rescatar al niño hebreo, aunque ello la pusiera como contraventora de una ley del padre, pero no estaba inclinada a sumergirse en las aguas del río y arriesgar su vida o dignidad para hacer el trabajo. ¡Qué paradójico! Arriesgar la vida o la integridad para salvar a un desconocido, pero no atreverse a hundirse en las turbulentas aguas.
  5. Ella era una idealista pero poco pragmática.
  6. De alguna manera llegó a despojarse de servir a la idolatría, era noájida consciente o al menos se aproximaba a ello. Tal vez era solamente monoteísta, o rechazaba la tremenda cultura politeísta de su cultura. El hecho es que tenía la oportunidad de salvar una vida y de “predicar” el valor de ser libre de los ídolos. Ésta era una ocasión especial, quizás única, para hacer comprender a su séquito un poco acerca de su ideología y forma de vida.
  7. La joven dio la orden a la esclava, pero ésta se negó aduciendo que no estaba dispuesta a contradecir un decreto del padre, de mucho mayor valor que el de la princesa. Ante el obstáculo inesperado la princesa iba a desistir, pero entonces oyó el llanto desde el arquita y venció las resistencias y se hizo con la barca y el niño.
  8. ¿Realmente ella pretendía salvar al niño? ¿O fue más bien a partir de la sugerencia de Miriam (Shemot / Éxodo 2:7) que a la princesa se le ocurrió tal idea?
    Entonces, si fue así, si no había ni temor a violar una orden faraónica, ni había deseo de ser heroica, ni cuestiones éticas en juego, ¿será simplemente que la niña estaba curiosa y como chica criada dentro de la nobleza hizo lo que sabía hacer, enviar a una criada a hacer el trabajo “sucio”?

Bien, tan solo una ideas que quise compartir contigo.
¿Quisiera decirme si te ayudan a comprender mejor cuestiones en tu vida cotidiana?
¿Podrás construir shalom mucho mejor con el estudio de estas posibilidades?

Ansiedad

Ahí está la ansiedad.
La sientes.
Tu corazón late más rápido, percibes como un hormigueo, la sangre fluye con más fuerza, se acelera la respiración, piensas más rápido (y probablemente previendo algo catastrófico o caótico), es tu cuerpo que se puso en estado de alerta ante un eventual peligro.
No hay nada concreto, externo, que señalar como peligroso, absolutamente nada objetivo que dispare estos cambios, pero surgen.
La ansiedad es una reacción normal del organismo ante una imagen/creencia de peligro, que por lo general se relaciona con sentirse en impotencia ante la agresividad o la sexualidad.
Entonces, el disparador fáctico pudo haber sido a causa de un malestar gástrico, un golpe de calor, un período de estrés, un pequeño accidente sin mayores consecuencias, algo que escuchó al pasar, nada en concreto pero allí está la presencia oscura.

Sientes la ansiedad, y puedes querer huir, pero no sabes de qué; 
hacerte el desentendido, pero no tienes idea cómo pensar en otra cosa;
esperar a que mágicamente desaparezca, y angustiarte porque no se va;
intentar con algún amuleto o remedio alternativo, y caer en supersticiones y otros timos que servirán para confinarte más;
aguardar a que alguno te rescate, dependiendo y sintiéndote inepto e ineficaz;
aprender a convivir con ella, creyendo que te acostumbras al malestar;
padecerla, de manera estoica y sufrida;
dar los pasos necesarios para superarla, lo cual sería genial.

La ansiedad se hace sentir en su nebulosa caótica y poco definida, que pesa y trastoca la normal experiencia de vida.
Es pariente del miedo, el cual suele depositarse sobre algún objeto, situación o persona que son específicos y reales (para la persona que lo padece al menos, porque Satanás, embrujos,  maldiciones no tienen existencia en el mundo real).
Para el miedo, el mecanismo automático de respuesta es el que provee el EGO, que dispara sus herramientas para tratar de controlar aquello que le impone el sentimiento de impotencia. Manipulará, llamará la atención, llorará, gritará, pateará, se desconectará de la realidad, lo que sea necesario y esté a su disposición para obtener dominio (real o imaginario; directo o indirecto) y así sortear el miedo, sepultar el sentimiento de impotencia, obtener satisfacción. Tengo miedo a que el perro me muerda, entonces mi cuerpo responderá de manera automática para evitar esa impotencia (ataque canino). Tengo miedo a hacer el ridículo en una reunión social, las herramientas del EGO se encargarán de hundirme más en ese miedo o conseguirán manipular la situación para sortearla, aunque sin resolver las causas ni evitar efectos secundarios. Tengo miedo a lo que me deparará el más allá, entonces hago supersticiosas negociaciones con entidades sobrenaturales, compararé expiaciones religiosas, me someteré a rituales y dogmas, todo ello con el afán de contener al miedo y obtener un supuesto poder (sobre lo que nadie domina). El EGO tiene sus trucos y los sabe usar, de paso mantiene sometido, esclavizado, a su amo. El EGO salva (o eso parece), pero no libera, ni admite la felicidad, ni empodera a la persona.

Pero ante la ansiedad las herramientas del EGO parecieran como si no se dirigieran hacia fuera en procura de satisfacción o dominio (librarse del sentimiento de impotencia), sino más bien se quedaran a medio camino, descargando su acción sobre uno mismo. Es que, al no haber algo concreto contra lo cual luchar, ni alguna necesidad real para satisfacer, ni impedimento del cual librarse, resultan ineficaces las herramientas del EGO. Así pues, a la impotencia que motiva la ansiedad se le suma otra impotencia, la de no tener ni siquiera las rudimentarias (pero sumamente efectivas) herramientas del EGO.
Así, por lo general no hay llanto, grito, pataleo, sino que será sofocación, dolor de cabeza/cuello/espalda, dificultad para respirar y/o tragar, mareos, sensaciones corporales desagradables, sensación de perder el contacto con la realidad, hiperventilación. Sí, las herramientas del EGO que se quedan sin expresión externa y corroen desde dentro hacia adentro.

Entonces, la ansiedad puede ser usada para formar la creencia de que existe un peligro concreto, palpable, justificable (lo que significa que ahora también hay un miedo), por ejemplo a estar enfermo, probablemente con ataque de pánico, a enloquecer, a engordar, a ser humillado, a morir, o cualquier otra idea apocalíptica que justifique ese cuadro de intenso malestar.
Ya no es solamente la ansiedad, que puede desaparecer o mantenerse, sino también la aparición de un miedo, la energía que se ancla a un objeto, situación, persona.
Esto puede resultar beneficioso, puesto que al tener un enemigo en concreto es factible buscar soluciones emocionalmente valiosas, o al menos recurrir a las estrategias del EGO para eludir momentáneamente los embates provocados por el EGO.

La ansiedad puede también mantenerse en el tiempo, sin enfocarse en nada en particular. Entonces la persona se siente fatigada, irritada, inquieta, tensa, duerme mal, se deterioran sus lazos afectivos y sociales.
Está “estresada”, porque sostiene por demasiado una reacción de preparación para el peligro que debiera ser fugaz. Nuestro cuerpo no está especializado para ese incesante estado de alerta y reacción.
En esta situación no formó un miedo particular a partir de las sensaciones ansiosas, sino que mantiene la energía difusa, debilitando a la persona, envolviéndola cada vez más en su telaraña.
Recuerda que nuestro cerebro primitivo no tiene manera de distinguir si un estímulo proviene de una amenaza real, concreta, material, presente; o es una que imaginamos, producto de la ficción (película, teatro, lectura, etc.) o de la imaginación. Solamente percibe algo riesgoso y reacciona al mismo. No está fuera la amenaza y por tanto tampoco la solución efectiva.

Sea que se forme un miedo o se mantenga la ansiedad persistente, se toma los síntomas de ansiedad como “prueba” de que algo malo ocurre, como demostración de que en realidad sí hay algo mal en la persona. Esto aumenta el malestar, provoca mayores reacciones ansiosas, lo que encierra a la persona en un círculo vicioso, en su celdita mental.

Como mencionamos más arriba, la causa que dispara la ansiedad suele ser banal e indeterminada, pero hay condiciones de base que la posibilitan:

  • Haber tenido criadores (padres, abuelos, nana, etc.) ansiosos.
  • Vivir en un entorno que presiona y descalifica.
  • Imponerse metas irreales (como la perfección), en donde se esfuerza para alcanzar el podio pero se llega siempre al fracaso.
  • No emplear la Comunicación Auténtica de manera cotidiana.
  • Confundir los necesito con los debo.
  • Esperar la aprobación externa.
  • Enfocarse en lo negativo en lugar de valorar lo positivo.
  • Compararse y competir en áreas o momentos que no son apropiados para ello.
  • Pretender controlar aquello que está por fuera del control.
  • Imaginar siempre el peor escenario.
  • Rumiar acerca del fracaso, fallos, errores, ocurrencias de daños, etc.
  • No estar con ambos pies firmemente parado en el aquí y ahora, sino estar con uno o dos en el pasado/futuro.
  • Juzgarse por el resultado de la acción.
  • Esperar sentirse mal.
  • Calificarse negativamente, en desmedro de sus logros alcanzados y los potenciales.
  • Dramatizar cada situación.
  • Evitar de manera consecuente el contacto con lo que incomoda o es sentido como peligroso.
  • Dejar para mañana.
  • Emplear un léxico negativo, de auto desvalorización, de verse en impotencia.
  • Concentrarse en las sensaciones de ansiedad.
  • Concentrarse en las sensaciones de ansiedad para evitar sentirlas.
  • Esperar la ayuda mágica que resuelva la situación, o creer que no existe solución posible.
  • Usar la ansiedad y los trastornos derivados para obtener beneficios secundarios.

Una buena manera de afrontar la ansiedad es convertir cada uno de los ítems recién sentidos en su inverso, en la medida de lo posible:

  • Reconocer los patrones de conducta que hemos adquirido y no nos favorecen. Acepar y perdonar. Dejar ir.
  • No admitir más descalificaciones o juicios.
  • Evaluar cuáles podrían ser las metas reales y aceptar que el fracaso, o el error, son parte de la ecuación.
  • Emplear la Comunicación Auténtica de manera cotidiana.
  • Establecer con claridad qué se necesita y que es una imposición.
  • No depender de la aprobación externa; si se recibe- bien, si no se recibe- bien. Es el aplauso interno el que debemos aprender a darnos y escuchar. Aceptar las opiniones de los demás, respetarlas como expresión de ellos, pero no convertirlas en “la verdad” o lo único que otorga valor y validez a la existencia.
  • Reconocer lo negativo así como lo positivo. Valorar lo positivo y enfocarse en ello.
  • Competir cuando es apropiado. Compararse con uno mismo, para mejorar el funcionamiento siempre y cuando no vaya en desmedro de la salud y felicidad.
  • Controlar solamente aquello que está a nuestro alcance controlar. Lo que no se puede dominar, dejar que fluya.
  • Usar la imaginación para visualizar opciones de manera constructiva e imaginativa.
  • Aceptar el fracaso, fallos, errores, ocurrencias de daños, etc., reparar lo que sea mejorable, comprometerse a un accionar más pulido –dentro de las posibilidad- y luego dejar que pase ese pensamiento .
  • Vivir a pleno el aquí y ahora, sin desprenderse de las lecciones valiosas del pasado ni comprometer negativamente el futuro.
  • Juzgar la acción en su contexto.
  • Esperar con confianza.
  • Calificarse positivamente,, valorando con precisión y realismo los  logros alcanzados y los potenciales.
  • Des-dramatizar cada situación.
  • Entrar en contacto con lo que incomoda o es sentido como peligroso, sin por ello dejar de lado la precaución saludable. Para lo cual hay que aprender el límite sano entre miedo y precaución.
  • Realizar lo que está a nuestro alcance.
  • Emplear un léxico positivo, amable, de confianza y reforzamiento de la seguridad.
  • Concentrarse en la tarea a realizar cuando haya que hacerla. Disfrutar del momento.
  • Evitar entrar en círculos viciosos. La mejor manera de no luchar afanosamente por salir de en un pozo es no entrando en él.
  • Analizar posibles soluciones y alternativas y actuar en consecuencia para lograr aquello que se puede.
  • No usar excusas para seguir encerrado en celditas mentales.

Así pues:

  1. Educa tu mente.
  2. Ordena tu vida.
  3. Acciona constructivamente.
  4. Aprende a respirar.
  5. Conversa con Dios.
  6. Haz obras de bondad y justicia que beneficien realmente a otros y sin esperar absolutamente nada a cambio.

En ocasiones será necesaria la visita al médico (específicamente, el psiquiatra) para tener una visión concreta del problema y obtener quizás algún apoyo químico o derivación a terapia psicológica. No temas en recurrir al auxilio profesional, no siempre podemos resolver todo solos (ni consultando a un rabino, ni pidiendo el consejo de un sabio, ni esperando la bendición de un santo o rezando a más no poder).

Tengo miedo

Supongo que repetiremos algunos conceptos ya trabajados, igualmente espero que el repaso sirva para perfeccionar lo aprendido y mejorar la aplicación práctica, para así obtener mayor satisfacción y bendición en la vida. ¿Quién te dice que haya algo novedoso y benéfico en este texto?

El miedo es una presencia casi permanente en nuestras vidas.
Puede ser más o menos visible y activo, pero allí está.
Todos los miedos, sin excepción, se derivan de un único miedo, básico, fundamental, absoluto: al no poder (ser impotente).
De esta madre nacen cinco miedos medulares, que se corresponden a las cinco dimensiones que forman al ser humano. Todos cargamos con estos cinco miedos, de manera más o menos consciente, con mayor o menor grado de incidencia en nuestra vida. Allí están los cinco, esperando su turno para aparecer. Pueden estar como dormidos temporadas largas, pero eventualmente demostrarán su existencia.
Estos son:

  • La muerte. Aquí se derivan miedo a accidentes, enfermedad, lesión, parálisis, pobreza, infección, ser mordido por un perro, quedar atrapado entre los escombros, ser enterrado con vida, un diagnóstico equivocado, a ser encarcelado, no cubrir las necesidades básicas y todo aquel otro motivo de impotencia que se refiera al plano físico/material.
  • La soledad. De esto se origina miedos al abandono, sufrimiento, no reciprocidad de los sentimientos, fracaso en las relaciones, la dependencia, la violencia de pareja, a ser tratado de forma injusta y no poder defenderte, a la muerte de un familiar/allegado, a la traición, al abuso emocional y cualquier otra circunstancia que manifiesta la impotencia en la dimensión emocional.
  • El anonimato. De aquí proviene el miedo a la miseria, al fracaso económico o estudiantil, a ser humillado, a ser avergonzado, a ser diferente, a ser olvidado, a opinar en minoría, dificultad para integrar grupos, miedo a la discriminación, miedo al hostigamiento así como toda otra situación de impotencia en la dimensión social.
  • Falta de razón. De éste se genera miedo a la locura, a ser idiota, a equivocarse, al error, a no ser perfecto, a no ser capaz de comprender, a la torpeza, a la depresión, a cualquier enfermedad siquiátrica, a la demencia, a que se burlen de ti, a que te engañen así como lo que implique la impotencia en el plano mental.
  • Lo desconocido. De aquí nace el miedo a la oscuridad, a lo que hay luego de la muerte, a los fantasmas, a Dios, al castigo divino, al pecado, al infierno, a no ser puro y casto, a lo sobrenatural, al Diablo, a la brujería, a lo desconocido, a no trascender, a lo que no se puede comprender de manera racional, y cualquier otra prueba de impotencia en la dimensión espiritual.

Si haces una pequeña lista de tus miedos, probablemente ya los hayamos mencionado en esta breve enumeración.
Si sigues indagando en tus propios sentimientos, verás que es correcta nuestra apreciación, pues cada uno de tus miedos se reducen a uno solo: a ser impotente.
¿Reconoces como el miedo te debilita?
¿Te das cuenta que el miedo no te ayuda a preservar tu vida y bienestar, sino que lo dificulta?
¿Comprendes la diferencia entre miedo, susto y precaución?
¿Pudiste comprobar, en algún momento, cómo la mayoría de tus miedos eran infundados y que podías sortear las dificultades que te atemorizaban previamente?
Cuando no pudiste vencer los obstáculos y ocurrió lo que temías, ¿te sirvió de algo el miedo anteriormente sentido?
¿Cuáles ejercicios realizaste para quitar de ti aquellos miedos que ya no te atormentan?

Final de Campeonato Apertura 2013

Ayer en menos de seis minutos, a la mitad (más muchos) de uruguayos, “se le cayó la estantería”.
Era la última etapa en el campeonato de fútbol de primera profesional.
Había tres equipos con chance de ser el campeón: Nacional, River y Danubio.
El más grande, con mayor trayectoria, mejores sueldos y etc. es Nacional, con ganar y que no ganará River saldría campeón. Tenía otras varias opciones para abrirle el paso al campeonato, al igual que las tenía River. El menos favorecido, en principio, era Danubio.

Las probabilidades eran para cualquiera, pero la gente estaba convencida que sería el equipo grande de Uruguay nuevamente quien alzara la copa.
Si bien fue un campeonato con altibajos, bastante pobre y escaso de ingenio, igualmente “el bolso” estaba seguro de su preeminencia, de su destino para la gloria.

Los tres encuentros deportivos se desarrollarían a la misma hora.
Al poco de comenzar los tres partidos “el bolso” se puso en ventaja, en tanto los otros mantenían el cero.
Alegría junto a nervio, porque no sería la primera vez que Nacional comenzaba con racha ganadora y terminaba con estrepitosa pérdida.
Pero, un gol arriba y los otros sin miras de avance da esperanza e ilusiona.
Es solamente un partido de fútbol, pero la gente lo vive como una experiencia religiosa, comunal, mística, algo que supera la descripción racional (o quizás proviene y pertenece a un reino ajeno a la precorteza frontal del cerebro).

Al iniciar el segundo período, la expectativa crecía más porque los resultados permanecían sin cambio.
En la hinchada se hacían bromas sobre el tradicional adversario, en franco fracaso este año.
No solamente se gana, sino que se “babosea” al perdedor, se hace escarnio del fracasado, se aprovecha la ola para surfear sobre los caídos.
Sí, parece un momento de gloria dificil de equiparar cuando el equipito va ganando y se aproxima, lenta pero seguramente, al nuevo triunfo.

La fanaticada estaba feliz, cuando de repente, quién sabe cómo, le empataron a Nacional.
No importaba, se decían los ilusionados hinchas, con este resultado igual vamos a la final el viernes con River.
A ellos ya les ganamos en el torneo, así que no pasa nada –seguían tranquilizándose los nacionalófilos.
Para mejorar las esperanzas, River recibió un gol; con ello nuevamente era campeón Nacional y sin añadir otro partido. Faltaban unos treinta minutos para consagrarse y el ánimo estaba jubiloso, pero ansioso para que el tiempo volara. Los cánticos en la cancha eran soberbios, orgullosos, de victoria y de burlas al tradicional adversario (aquel que hacía un par de semanas atrás les había dado una paliza inesperada y que estaba complicando un poco este cotejo final).

Entonces, vaya uno a saber cómo, le metieron otro gol a Nacional. ¡Pasó de ganar y ser el campeón a estar en desventaja pero a mano con River para la final extra!
Al ratito, penal a favor de Nacional, lo iba a disparar el “ídolo”, el “salvador”, el elogiado Alvaro “Chino” Recoba. Sí, todos soñaban con el gol mágico, milagroso, ese que a último momento resuelve todo, y en el botín del líder de los amores del cuadro.
El “Chino” lanza para que lo contenga fácilmente, por pura casualidad, el arquero.
¡No! ¡Qué desastre!
Pero igual, los hinchas alentaron el doble, sin parar, alentando a su cuadro, a eso que los hace sentir más grandes que ellos mismos y sus impotencias.
Y mientras no se pasaba el malhumor, la amargura, la decepción desde la radio se escuchó lo que no se quería escuchar: gol de Danubio. Golazo. Inesperado, fuera de planes, la Cenicienta que nadie esperaba a la fiesta pasó de pronto al frente, faltando tan solo seis minutos reglamentarios.
Entonces, gol de River…
Nacional, en un ratito, pasó de festejar el campeonato a conformarse (no, no es cierto, no se conformaron) con el tercer puesto, a dos puntos del Campeón y uno del segundo.
¿Cómo pudo ser?
Durante casi 90 minutos, todo el partido, la cosa estaba resuelta.
De pronto pasa a perder, el otro empata, el otro gana y la cosa estaba saldada.
”A llorar al cuartito”.

Aprendamos algunas cositas:

  1. Los partidos se ganan en la cancha (si no hay compra de referís, extorsión a jugadores, o cualquier otra práctica mafiosa que por supuesto no ocurre en el fútbol profesional).
  2. Un resultado no está asegurado hasta que el referí no pita la finalización del partido.
  3. No podemos controlar lo que no está en nuestro dominio controlar.
  4. La esperanza es lo último que se pierde, pero a veces sería mejor perderla desde el comienzo para trabajar con realismo y sentido práctico.
  5. Los ídolos tienen pies de barro, tarde o temprano caen.
  6. Idealizar a alguien o algo, es la mejor forma de destruir la relación.
  7. Ni siquiera el mejor jugador puede asegurar la trayectoria del balón.
  8. El fútbol es un deporte, no debe salirse de su encuadre.
  9. El fútbol es un juego, debe ser jugado como tal.
  10. A veces el que es menos tomado en cuenta puede resultar el que obtenga el triunfo.
  11. Los que juegan son los jugadores (y los del equipo arbitral).
  12. Burlarse del que pierde no te hace mejor.
  13. La ilusión suele ser un engaño.
  14. Buscamos ser parte de un algo más grande, que sentimos como poderoso, para ocultar… ¿qué?

¿Tienes más ideas o comentarios que nos puedan ayudar a crecer más?
Gracias por tomarte el tiempo de leer y opinar.

——–

Lecturas complementarias:

  • 1 Shemuel / I Samuel cap. 17
  • 1 Melajim / I Reyes cap. 20
  • Amos / Amós cap. 6

¿Eres nada?

En muchas personas, de todas las edades, se puede distinguir un sentimiento de “no futuro”, lo que equivaldría a un “no sentido”, y al vivir vacío.
Algunos pueden enfocar este sentimiento en lo jóvenes, otros en los jubilados, también en los muy entrados en años, y para otros esto incluye a los adultos en “edad productiva”.
El vacío que se trata de llenar con compras, sexo casual, adquisición de títulos y saberes, paseos turísticas, ingestas desenfrenadas, likes en el Facebook, adicciones variadas, fanatismo de diversa índole, religiosidad y rituales, enfermedades, o cualquier otro elemento que pareciera servir como relleno para esa empanda hueca que resulta ser la propia existencia.

No es un sentimiento novedoso, no es producto de nuestra Era ni de las ideologías imperantes.
Supera las barreras de tiempo, espacio, creencia y se ubica con el hombre desde sus orígenes.

Tomemos como muestra tan solo un ejemplo bíblico.

"’Insignificancia de insignificancias’, dijo el Predicador; ‘insignificancia de insignificancias, todo es insignificancia.’
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol?"
(Kohelet / Predicador 1:2-3)

No hay provecho en nada, todo es insignificante, banal, vacío.
Así como venimos, nos vamos.
Nuestra existencia es un destello mínimo, un puntito perdido en la infinitud del cosmos y los tiempos.
Nada vale, somos nada.
¿Qué es el futuro, entonces?
Una copia de este momento insufrible, más oscuridad, más falsas esperanzas, un tiempo para repudiar.
El vacío corroe, destruye, sumerge.
La impotencia está por todos lados y pareciera que nada logra escapar a ella.

Entonces, se sigue viviendo por inercia.
Apáticos, sin compromisos, faltos de ingenio y creatividad, encadenados al miedo, faltos de adaptación, rumiando esperanzas y promesas que se sabe nunca se concretarán.
Repitiendo al sabio de antaño:

"Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá; tal como vino, se irá. Nada de su duro trabajo llevará en su mano cuando se vaya.
Éste también es un grave mal: que de la misma manera que vino, así vuelva. ¿Y de qué le aprovecha afanarse para el viento?
Además, consume todos los días de su vida en tinieblas, con mucha frustración, enfermedad y resentimiento."
(Kohelet / Predicador 5:14-16)

Parece que lo único seguro es la inseguridad, la oscuridad, la impotencia.
De en medio de este torbellino de pesadilla emerge un supuesto salvador, un libertador, un viejo amigo (que con el paso del tiempo se volvió un feroz enemigo camuflado), el EGO.
Aquel que de manera natural está para socorrernos en momentos de impotencia, que nos ayudó a obtener atención y supervivencia en los primeros días de vida terrenal.
Se levanta como un dios, como un ídolo para ser reverenciado, al cual encadenarse, al cual amar, al cual temer, al cual adorar.
Seduce con sus promesas, invade con sus estrategias, paraliza en tanto provoca ilusiones de libertad.
Allí está el EGO, Ietzer haRá en la terminología tradicional, una pequeña zona primitiva de nuestro cerebro, que opera desde los abismos de la inconsciencia para arrastrarnos y esclavizarnos. Sus herramientas originales son mínimas, limitadas pero efectivas: llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad (con lo que se deriva de ellas). Con esto le da para convertirse en el rey y seguir su reinado de decepción y terror, pero con innumerables promesas de poder y bendición.

El EGO se inviste en dioses, ídolos, héroes, personas de renombre, líderes, clérigos, cualquier otro que sea un aparente fuente de poder o conecte con ella.
El EGO, al tiempo que hunde en la desesperación y el caos, promete paz y éxito.
Asegura ilusiones de bienestar y poder, mientras trabaja para mantener al hombre encerrado en su pequeñita celdita mental.
Estimula a desear el control de todo, incluso de aquello que no hay como controlar.

El hombre se siente vacío, nulo, nada, sin futuro.
Los días pasan a veces con promesas de un mejor tiempo, pero que no será en este mundo, o no en estas condiciones, o cumpliendo con X requerimientos que indudablemente resultarán en fracaso.
Quizás pueda parecer que sometiendo a otros, con hostigamiento, con violencia, con agresiones, provocando dolor y sufrimiento, se obtiene una dosis de poder. Pero no es real. Es una ilusión de poder, que probablemente tiene sus efectos materiales pero en poco y nada sirve para elevar al hombre por encima de su angustia, de su miedo, de su sentirse vacío y condenado a la impotencia.

¿Cómo salir de esta prisión?
Hemos dado varias pautas a lo largo del tiempo que encontrarás en este hogar.
Quizás quieras compartir con nosotros algún resumen de lo que públicamente compartimos y a ti te ha servido para construir shalom en tu vida.