El EGO cuenta con una herramienta muy útil para manipular, procrastinar (dejas las cosas para después), engañarse, negar las evidencias, sumergir en vapores de fe y falsas esperanzas y limitar el desarrollo multidimensional de la persona; es la desconexión de la realidad, en cualquiera de sus vertientes y matices.
La persona genera excusas para eludir obligaciones o disculpar omisiones, como la invención de una “realidad” alternativa y paralela, en la cual uno queda de cierta forma liberado de sus deberes o de hacerse cargo por sus errores.
Esto no es nada nuevo, todo lo contrario.
Desde el primer hombre hasta la fecha así nos hemos querido quitar de encima la responsabilidad por nuestras acciones y omisiones.
Mira:
"Le preguntó Elokim: -¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses?
El hombre respondió: -La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí."
(Bereshit / Génesis 3:11-12)
“Yo comí del árbol que Tú me habías prohibido, pero esa no es mi culpa, es TU culpa Dios, sí, Tuya. Sí Dios, a Ti te estoy acusando, porque la mujer que me diste es la que me hizo comer de él. Así que si quieres acusar a alguien, acúsate a Ti, pues, ¿quién te mandó darme una compañera fallada y que me hiciera errar? Si Tú hubieras hecho bien las cosas, Dios, entonces yo no estaría en esta situación tan extraña.”
Algo así es la desvergonzada acusación con la cual el primer hombre se quiso excusar de no haber respetado el mandamiento particular que había recibido del Eterno.
Excusas groseras, violentas, fraudulentas, nocivas. Actitudes que mantienen y aumentan el daño y no aportan elementos para la recuperación y el restablecimiento.
A todo esto, ¿la primer mujer actuó mejor?
Atiende:
"Entonces el Eterno Elokim dijo a la mujer: -¿Por qué has hecho esto?
La mujer dijo: El serpiente me engañó, y comí."
(Bereshit / Génesis 3:13)
“Yo tampoco tengo culpa, Dios mío, yo soy una víctima en todo esto. No entiendo porqué mi marido me acusa de algo que no hice, ni porqué él te agrede a Ti. Es evidente que toda la culpa la tiene ese sujeto, tan simpático y ameno, el serpiente es el que debe pagar los platos rotos. Él me hizo trampas, me hizo el cuento del tío y yo compré un buzón. ¿Es mi culpa acaso? Vamos Dios, Tú sabes que el culpable es el serpiente. Castígalo a él, o si quieres a mi marido, pero a mí… ¡déjame en paz!”.
Si nos lo permitieran los demás, podríamos dar excusas de forma casi indefinida, que es como si dejáramos que la vida sea manejada por “el destino”, por las pasiones del momento, por otros, por deidades paganas, por cuestiones de la suerte o casualidad, por el EGO, en una aparente falta de responsabilidad, sin hacerse cargo de las cosas, en un falso fluir con los acontecimientos. Ciertamente que esto también es una decisión que hemos tomado, una claramente errónea, negativa, que conduce al dolor y el malestar. Sí, cuando soltamos las riendas y dejamos que las cosas sean llevadas por los vientos y las corrientes, sin control, también somos responsables de los desastres que se acumulen en nuestra existencia y de los que nos rodean.
El no querer decidir, ya es en sí misma una decisión.
El escapar hacia el mundo de la irrealidad, sea en forma de sueños, drogas, fantasías, excusas, engaños, negaciones, fanatismo, necedad, lo que fuera, es un escape ilusorio, porque seguimos estando allí, en medio de los problemas, aumentando el caos en vez de colaborar para establecer el orden y el flujo de la energía.
Lavarse las manos, mirar para otro lado, esconder la mugre debajo de la alfombra, tapar la mancha de humedad con un cuadro, echar culpas, maldecir, invocar dioses y demonios, posponer la asunción de la responsabilidad y actuar en consonancia, está como factor que obstaculiza la paz y no como promotor de estabilidad.
Entonces, si en vez de involucrar a otros en nuestras equivocaciones,
si en lugar de esperar que vengan poderosos milagrosos a resolver los conflictos,
si no decimos que “el tiempo todo lo cura”,
si dejamos de pretender manipular a Dios con rezos y negociaciones,
si no nos hacemos más los desentendidos
y nos hacemos cargo de lo que nos corresponde, por lo cual emprendemos el camino de la restauración,
seguramente que haremos grandes avances y encontraremos más disfrute.
Por ello la pregunta del Eterno hacia Adam no fue una acusación, ni siquiera una amenaza de castigo, sino una invitación a la reflexión, a que tras el error tome la decisión correcta y se haga responsable. Que el hombre responda por su error, por lo cual haría un proceso de TESHUVÁ, sincero y completo arrepentimiento o reparación.
Mira:
"el Eterno Elokim llamó al hombre y le preguntó: -¿Dónde estás tú?"
(Bereshit / Génesis 3:9)
¿Dónde estás tú?
En todo este lío que armaste, ¿dónde estás?
¿Estás escondido detrás de máscaras, de muecas del Yo Vivido, de malabarismos del EGO?
¿O te presentarás realmente TÚ, desde tu Yo Esencial, para tomar las riendas y corregir el asunto?
¿Dónde estás Tú y no dónde están tus excusas y justificaciones?
Para que desde el error pueda emerger lo mejor de ti, porque también en el momento oscuro es tiempo para que alumbre la Luz, aunque parezca más tenue y lejana.
Eso quería el Eterno, y si así hubiera sido la respuesta del hombre y de la mujer, seguramente que otra hubiera sido la conclusión del episodio.
Pero ellos prefirieron seguir jugando a las escondidas, a las excusas, a las acusaciones, a la falta de respuesta sincera y real… y así les fue.
A Caín, su hijo primogénito, el inventor de la proto-religión y del asesinato, no le fue mejor:
"Entonces el Eterno preguntó a Caín: -¿Dónde está tu hermano Abel?
Y respondió: -No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?"
(Bereshit / Génesis 4:9)
Acababa de asesinar a su hermano pero responde que no sabe, además se desentiende y de cierta forma agrede al Eterno con su respuesta.
’¿Qué te piensas que soy, Dios, el guardián de mi hermano? ¿Qué te hace suponer que yo puedo saber dónde está o qué es de su vida? ¿Cómo te atreves a preguntarme a mí? ¿De qué me acusas?’. Caín no tiene la culpa, la tiene otro, quizás el propio Dios por molestarlo con cuestiones.
Quizás te has dado cuenta de que cuando pones excusas y ellas implican el echar culpas a otros (que a veces hasta son inocentes), estás aumentando el alcance del daño que provocas, pues perjudicas a los que no tienen parte, no haces nada para resolver o mitigar la situación y para peor sigues perturbando el flujo saludable de la corriente energética.
Esto corre también cuando al que se culpa es a Dios (o a cualquiera de los dioses inexistentes en los que puedes creer).
Por supuesto que para el idólatra es más simple culpar a alguna de sus deidades, o a su deidad única. Esto es así pues bien en el fondo sabe que esa o esas deidades no tienen existencia real. Sabe que todos esos dioses y todas las religiones son productos del EGO. En ese lugar de pureza intachable que nos conecta al Uno no hay lugar para la mentira, la idolatría pierde todo su encanto, los dioses son lo que son: nada. En ese lugar de pureza, de comunión, de unidad, de conexión, en nuestro Yo Esencial es sabido que los dioses no existen, solamente son imágenes del EGO, representaciones mentales, creencias basados en emociones, confusión, excusas. Se sabe, pero para que el rayo de Luz alcance la conciencia, es preciso correr las numerosas capas que hemos ido acumulando encima de nuestra esencia espiritual. Es necesario destapar los oídos para percibir la suave vos del Eterno que nos habla desde el interior de nuestro ser. Sin embargo, esa convicción está allí, la que afirma que todos los dioses son nada, pero el Eterno hizo el universo.
Por ello, es muy diferente cuando del Uno y Único se trata, pues tu Yo Esencial está ligado a Él. Allí, bien oculto en ti está esa Luz brillando, que proviene directamente de Dios y se mantiene encendida en ti por Su Voluntad. El Yo Esencial que no puede ser dañado ni modificado por el EGO, que nada lo perturba. Ese Yo Esencial tiene plena conciencia de Dios así como de lo que acontece.
Es el EGO el que interpone a los falsos dioses, a esos supuestos salvadores y redentores, quien comulga en religiones y te envuelve en rituales y dogmas.
Es el mismo EGO que usa a los dioses y las doctrinas como excusados para las excusas, o infernales acusadores que te someten a sentimientos tenebrosos de impotencia.
Allí donde está el EGO se encuentra la impotencia, recuérdalo, y está la violencia en alguna de sus formas, sea activa o pasiva, hacia fuera o hacia dentro.
Allí donde hay excusas, sin dudas hay una situación de impotencia (real o percibida) que no ha sido resuelta.
Donde hay impotencia, la respuesta automática es el EGO.
Queremos encontrar un ilusorio poder a través de la desconexión de la realidad, o atenuar el impacto que el sentimiento de impotencia nos genera.
Como fuera, al desconectarnos a causa del EGO, estamos limitando nuestra existencia, perjudicando las alternativas para recomponer las circunstancias, evitando reponer lo que hemos dañado.
¿Qué podemos hacer en lugar de esto?
Cuando estamos ante la situación problemática, que siempre es de impotencia (real o percibida), hemos de tomar el control de la respuesta automática del EGO.
Es decir, hacer un esfuerzo para lo que nuestro instinto dispara no se manifieste. Ni gritos, ni llantos, ni pataleo ni desconectarse de la realidad, como tampoco ninguno de sus derivados.
Aunque sintamos que explotaremos en algunas de estas cosas, no permitirlo. Repito, hacer el esfuerzo de tomar el control de lo que es una respuesta automática. Se logra dominar la conducta, en estas situaciones, tras pocos segundos, puesto que las vías neuronales más evolucionadas tardan unos instantes más en funcionar que aquellas primitivas que corresponden al EGO.
Por supuesto que serás más fácil si tenemos entrenamiento en el auto dominio, en ejercer el control de aquello que podemos controlar (dejando fluir aquello que no podemos controlar).
Probablemente las primeras veces fracases en tu esfuerzo por dominar tu respuesta, lo cual conllevará que aumente tu sensación de impotencia. Es por ello necesario que sigas ejercitándote, entrenando tu voluntad, aprender a dejar fluir sin reaccionar desde el EGO pero convertirte en un ente indiferente y sin respuesta. El justo equilibrio, que promueve la paz interna, esa es la meta.
En lugar de las reacciones automáticas tendrás ante ti alternativas que harás surgir a partir del análisis de la situación de impotencia que te provocó el malestar.
Debes plantearte al menos tres alternativas, que sean todas ellas en la senda del bien y la justicia, del constructor de Shalom. Al menos tres, pero tampoco te desanimes si no alcanzas ese número, ni te esfuerces por demás en elaborar decenas y decenas de alternativas. Aprende a limitar tus energías hacia la construcción de Shalom y no hacia los malabarismos del EGO.
En un paso inmediato, para el cual no debes consumir mucho tiempo, deberás decidir cuál de las alternativas escoges para realizar. Nuevamente, que sea hecho en base al bien y la justicia, no para obtener falsos éxitos, ni las victorias presumidas del EGO.
Al tiempo que decides debes desechar dos cosas: las otras alternativas que te supiste plantear así como aquellas que no pensaste hasta ese momento y particularmente desecharás las reacciones del EGO ante la impotencia. Es decir, no te sumergirás en culpas, agresiones, victimización, reproches, miedos, dudas, obsesiones, excusas, fe, vanidad ni ninguna de las otras burlas que el EGO hace de ti.
Y luego aplicarás aquellas alternativa que has escogido al tiempo que aprendes la lección que todo esto lleva encerrada para ti.
Como ayuda para tu memoria, recuerda: IEADA.
- Impotencia.
- Ego.
Hasta allí es lo típico, lo “natural”, lo que seguramente vienes haciendo. Entonces, en medio de ambas, quitando la “E”, haces que se realice:
- Alternativas, Análisis.
- Decisión, Desechar.
- Aplicar, Aprender.
Por supuesto que para el que desconoce el funcionamiento del EGO, para aquel que no tiene noción de su verdadera identidad (Yo Esencial), para el que lleva una vida de rituales y religión, para quien es servil al EGO aunque le llame “Hashem”, todo esto es prácticamente imposible de realizar.
Si bien es cierto no es necesaria una maestría en psicología multidimensional, en Cabalaterapia, ni ser experto en descubrir la presencia del EGO en nuestra vida cotidiana; también es cierto que al no tener idea de estos asuntos, es virtualmente imposible romper las cadenas del EGO.
Por más buenas intenciones que se tengan, por más libros que se lean, por más palabras en hebreo que se repitan, por más disfraces de lo que se cree judío se usen, por más perorata anti misionera que se escupa, poco y nada puede la persona para quebrar el dominio del EGO sobre su vida.
Es necesario el conocimiento en esta materia que lleve a una vida real de construcción de shalom, de plenitud, de gozo de la bendición, de bondad y justicia, de lealtad, de responsabilidad.
Con humildad, que es el reconocimiento del lugar en el cual uno realmente está, sabiendo lo correcto e incorrecto que hacemos, sin engaños, sin excusas, con el compromiso por la construcción de shalom, es posible avanzar, ejercitarse en el perfeccionamiento integral de la personalidad y de ese modo perfeccionar la sociedad.
¿Te equivocaste? Pide disculpas sinceramente.
¿Rompiste algo? Trata de repararlo.
¿Robaste? Devuelve.
¿No fuiste promotor de la vida? Construye shalom.
¿Quieres controlar y predominar? Aprende a gozar de lo que tienes permitido y apártate de lo prohibido.
¿Sufres? Ve qué puedes hacer para que domines lo que está en ti dominar.
¿Quieres respeto? Respeta.
¿Quieres el poder? Controla tu EGO.