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Gozo, salvación, bendición gracias al trabajo de cada uno

"Cuando cortéis la espiga de vuestra tierra, no cortarás hasta el último rincón de tu campo, ni recogerás las espigas dejadas en tu campo segado.
Tampoco rebuscarás tu viña ni recogerás las uvas caídas de tu viña. Las dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo soy el Eterno, vuestro Elokim
."
(Vaikrá / Levítico 19:9-10)

"‘Y cuando cortéis la espiga de vuestra tierra, no cortarás hasta el último rincón de tu campo, ni recogerás las espigas sobrantes de tu campo segado. Las dejarás para el pobre y el extranjero. Yo soy el Eterno, vuestro Elokim.‘"
(Vaikrá / Levítico 23:22)

Estos son algunos de los preceptos (leket, peá, shijejá) que el Eterno ordenó al pueblo judío en lo que respecta al dueño de los campos en relación a los pobres y necesitados.
Podemos decir que tienen múltiple finalidades:

  1. Que el dueño del campo comprenda que sobre él está la Ley y sobre ella el Eterno.
  2. Que el dueño del campo disfrute de sus justos beneficios, pero que no deje de ver a su hermano necesitado a su lado.
  3. Que el necesitado obtenga lo que puede suplir sus necesidades básicas.
  4. Que el necesitado no solo obtenga caridad, sino también dignidad, al tener que trabajar para colectar lo que preparará como comida.
  5. Que la sociedad procure canales para la justicia social y que no se profundicen las desigualdades arbitrarias.
  6. Que no haya holgazanes que viven a costa del esfuerzo público y son “masas de votantes” para los políticos demagogos con sus planes “sociales”, o similares, que engrosan las capas de necesitados, los mantienen en ignorancia y necesidad, al tiempo que les proveen paternalmente con planes sociales como modo de capturar votos y adhesiones.
  7. Que todos aprendan que existe el EGO y estamos constantemente en riesgo de estar esclavizados por él. La solución es seguir la senda del AMOR, a través de la construcción de shalom por medio de actos concretos de bondad Y justicia con lealtad.

(Para quien desee profundizar y esté en condiciones de hacerlo, sugiero encarecidamente el estudio del capítulo 39, sección 3, del “Moré Nebujim”, allí se podrá ver mucho del origen y sentido de mis modestas palabras.)

Al que está necesitado a veces se le da caridad, tal como ordena Dios en Su Torá al pueblo judío:

"Cuando uno de tus hermanos esté necesitado en alguna de tus ciudades en la tierra que el Eterno tu Elokim te da, no endurecerás tu corazón ni le cerrarás tu mano a tu hermano necesitado. Le abrirás tu mano con liberalidad, y sin falta le prestarás lo que necesite."
(Devarim / Deuteronomio 15:7-8)

Esa es la faceta de la bondad.
La otra cara, la de la justicia es la que hemos visto más arriba. Esto es, que el pobre y necesitado trabaje por su sustento, que no espere pasivamente a que le regalen su alimento, (o peor, por medio de manipulación), sino que sea parte activa y positiva en la obtención de su manutención. El grado más alto de TZEDAKÁ según refiere el maestro de maestros, Maimónides.

Por ello quedan espigas sin recoger, uvas para arrancar, diversa tarea para cumplir. Para que el pobre deje de serlo (en parte) cuando se dignifica a través de la acción concreta que lo lleva a obtener su sustento y hasta su satisfacción.
No debe esperar a que le llueva del cielo, porque (como enseñan los Sabios) no debemos depender de milagros.
Tampoco sería razonable que Dios trabaje para él, porque Dios es el Amo y nosotros Sus siervos. Que haga su parte y si no la hace, si es su pereza o su falta de responsabilidad la que le mantiene en estado de indigencia, entonces que no eche culpas, ni a Dios, ni al inexistente destino, ni a la sociedad, ni al vecino.
Ni tampoco debe descansarse en la caridad para sobrevivir cuando la mano caritativa se extiende con unas monedas.
Menos que menos de la falsa bondad de los políticos y ventajistas, que solamente buscan sus propias ganancias indignas a través del abuso de riquezas que probablemente no les pertenezcan.

¡Sí, debe trabajar!
Tal es el mensaje de la Torá.
DEBE ir al campo y trabajar también él por su alimento.
El dueño también hace su parte correspondiente, porque preparó el campo, lo sembró, lo cuidó y dejó aquello que los mandamientos indican mantener para que venga el necesitado y lo recoja con su propio esfuerzo.

Es muy importante tenerlo en cuenta.
El dueño hace su parte, el pobre la suya.
¿Dios dónde participa?
Por supuesto que detrás de todo, proveyendo de la energía para que el ecosistema se mantenga.
Pero, está participando también en los mandamientos que Él dio para que se produzca el acto de bondad y justicia.
¿Se llega a comprender la gran enseñanza?

No es necesaria la magia, ni el milagro, ni la lluvia de maná a diario.
No se precisa de algún personaje reputado de “santo”, “tzadik” o milagrero.
Ni peregrinar a tumbas o correr a pedir bendiciones de hombres adorados por sus seguidores.
Ni disfraces de lo que se cree representa al judaísmo.
Ni cintas mágicas, rezos manipuladores de poderes místicos, ni pactitos con Dios, ni ángeles, ni demonios, ningún amuleto o “segulá”.
Nada de ello.
Tampoco el rezo, como instrumento de manipulación de Dios, como si Dios fuera la marioneta y las plegarias las cuerdas que lo movieran según voluntad del orante.
Ni leerse libritos, ni repetir lemas, ni rituales, ni nada que tenga aspecto religioso o de tráfico de la fe.
¡Oh sí! Tampoco es necesaria la fe.

Entonces, ¿qué es lo que se precisa?
Bueno, si vemos con honestidad y mirada pura y corazón claro, lo que se precisa es construir shalom.
Esto es: ACTOS de bondad Y justicia, con lealtad al Eterno.
Es eso lo que pide, una y otra vez, el Eterno.
Allí donde veamos, una y otra vez veremos que el mensaje se repite.
Actos concretos, no palabras, no fantasía, no rituales, no veneración de rabinos o “tzadikim”, sino bondad Y justicia, con lealtad.
No nos cansamos de repetirlo (releer luego este post, es necesario tenerlo presente a diario):

Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el Eterno?
Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Elokim
."
(Mijá / Miqueas 6:8).

¿Por qué será tan difícil de entenderlo y llevarlo a la práctica?
¿Por qué hace milenios el reclamo de todos los profetas de la Verdad fue el mismo y sus voces sagradas se perdían en el vacío?
¿Por qué una y otra vez se levantaban los falsos profetas, los presuntos sabios, y venían con mensajitos de fe, rituales, adoración, inciensos, palabrería, bailecitos, ropitas, sectitas y a ellos sí que se les seguía y aceptaba?
¿Por qué lo vacío, falso, ridículo, falsamente santo y espiritual sigue con tanto “éxito”, en tanto que el verdadero mensaje del Eterno, el de la construcción de shalom, se censura?
¿Por qué las fantasías de aplaudir desde la insania y esperar a que sea Dios quien mágicamente brinde la comidita en la boquita, en vez de cumplir con la parte que nos toca como socios de Él?

La respuesta: el EGO.
No te repetiré todo lo que ya hemos enseñado del mismo, tienes decenas, centenas, de textos de nuestra autoría publicados aquí, gratis, disponibles, para que te nutras y seas libre/feliz.
Solamente te diré unas pocas frases, quizás novedosas, quizás de repaso.

El EGO ese es el origen de la idolatría.
Como hemos enseñado (y te recomiendo leer/estudiar, pues da mucho más detalle que este breve repaso), el EGO es nuestro primer “salvador”. Es el que nos rescata, de cierta forma, de la atroz vivencia del trauma original. Luego se va afianzando en ese rol de “salvador” interno ante cada situación de impotencia, que son numerosísimas, constantes, durante los primeros meses de vida y en general. Allí se ubica el EGO, como el que nos salva, el que hace ciertos “trucos” para misteriosamente tener poder en donde antes solamente sentíamos impotencia.
El EGO, que es una función absolutamente natural del humano, que tiene su lugar en el cerebro, que no es un ángel, ni un demonio, ni una fuerza extraña, que es algo que nos pertenece como especie, bien concreto y específico. Ese EGO va proyectando su imagen al exterior, nos vamos representando dioses.
¿Qué son los dioses?
De forma primitiva, todo aquello que para nosotros tiene poder.
Así, todo aquello que consideramos un dios se adora, se teme, se trata de satisfacer, se lo manipula con astucia para obtener beneficios.
Lo terrible es que cada dios falso que asumimos lo vamos poniendo delante del verdadero Dios.
¿Y qué dijo Dios a los judíos como mandamiento?

"No tendrás dioses ajenos delante de Mí."
(Shemot / Éxodo 20:3)

Entre nosotros y Dios se interpone el EGO.
El EGO que junto a las vivencias va generando nuestras máscaras, el Yo Vivido, que rodean y amurallan a nuestro Yo Esencial, la neshamá, el espíritu que nos une constantemente al Eterno.
De esta forma perdemos el rastro de nuestra propia identidad espiritual al mismo tiempo que el la conciencia del nexo constante que tenemos con el Padre.
Así, pasamos a adorar falsos dioses, incluso cosas que no llamamos “dioses” (porque nos declaramos ateos, o creyentes en un solo dios, o fieles del Eterno), pero que en el fondo, para nuestra mente primitiva, lo son.
Adoramos al EGO, que se reviste en innumerables dioses.
Pero lo peor, hacemos del propio Uno y Único un ídolo más, cuando lo travestimos y creemos de Él cosa que no son Él.
Toda idolatría es repudiable y horrible, pero la que hace del Eterno una caricatura, según el gusto del EGO del consumidor, es espantosa.
(En un aparte, te recuerdo que los noájidas SÍ tienen el mandamiento de no adorar otros dioses, pero no es mandamiento para el gentil el de no creer en otros dioses, ni el de repudiar la idolatría, ni de creer en Dios).

Buscamos como desenfrenados en religiones, sectas, rituales, santitos, líderes, doctrinas, libros, etc. lo que ya tenemos en nuestro interior: la conexión sagrada con el Eterno.
Si nos despojáramos de todos los disfraces, las caretas, las imposturas, los dogmas, los ritos vacíos, de los rostros falsos del Yo Vivido, encontraríamos nuestro verdadero rostro resplandeciente, luminoso, espiritual en constante comunicación y armonía con el Creador.
Algo así le pasó al más grande de los profetas de todas las generaciones, presta atención:

"Aconteció que al descender Moshé [Moisés] del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, mientras descendía del monte, Moshé [Moisés] no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Elokim.
Aarón y todos los Hijos de Israel miraron a Moshé [Moisés], y he aquí que la piel de su cara era resplandeciente, y temieron acercarse a él."
(Shemot / Éxodo 34:29-30)

Sí, cuando nos despojamos de las falsas identidades, de las imposiciones e imposturas del EGO, resplandece nuestra verdadera identidad, el Yo Esencial, la neshamá, la conexión sagrada e ininterrumpida con Dios.
Recuerda, no está en rabinos, ni en difuntos, ni en mesías, ni en salvadores, ni en ángeles, ni en pastores, ni en líderes, ni en nada fuera la respuesta primera y última. Está en tu neshamá, que es lo que eres tú, sin cambios, sin manchas, sin religiones, sin nombres, sin caretas.
Claro, para llegar a desnudarte de tanta cosa que fuiste adquiriendo y tomando sobre ti, necesitarás un enorme trabajo. Que tampoco se te facilitará por recibir bendiciones de rabinos, ni peregrinar a tumbas, ni bailotear hasta el cansancio con música europea que se hace pasar por judía, ni por disfrázate de tal o cual cosa, ni por saberte de memoria pasajes de textos, ni por rezar mucho y sin real sentido, ni por…
El trabajo es quitar al EGO del comando de tu vida para afianzarte en la senda del AMOR, de la construcción de shalom.

¿Se entiende?
Puedes compartirlo o no, a mí me da lo mismo. No busco “conversos” a ninguna secta de mi autoría, ni obtener réditos materiales por tu opinión. Cree en lo que quiera, haz lo que te parezca, sigue en la cueva del EGO o sal y goza del AMOR. Me da lo mismo, aunque preferiría que optarás por la vida, por la bendición, y no por más de lo mismo.
Esta postura de libertad verdadera la aprendimos de Dios, que ha dicho:

"Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes"
(Devarim / Deuteronomio 30:19)

¿Cómo escoger realmente la vida?
¿Cómo doblegar al EGO?
Nuevamente, es la Torá quien brinda la respuesta:

"Mira, pues; yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición:
la bendición, si obedecéis los mandamientos del Eterno vuestro Elokim que yo os mando hoy;
y la maldición, si no obedecéis los mandamientos del Eterno vuestro Elokim, sino que os apartáis del camino que yo os mando hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido."
(Devarim / Deuteronomio 11:26-28)

Recuerda lo que los Sabios (en Bereshit Raba 44) han enseñado “los mandamientos están para perfeccionar al hombre”, no para esclavizarlo ni atontarlo.
Los mandamientos son el remedio.
La Torá, la Ley espiritual es la respuesta, como explica el Talmud (Kidushin 30b).
La Torá noájida, los Siete Mandamientos, para los gentiles.
La Torá de Moshé para los judíos.

¡Cuán lejos, cuánta diferencia!
No es el mensaje de las religiones, que son de opresión y falsa libertad a veces.
Ni el de los traficantes de la fe.
Ni el de los promotores de la fe.
Ni el de curanderos, milagreros, cabaleros, y otros charlatanes más.
Tampoco el de los religiosos ateos, ni el de los que vienen en nombre de religiones laicas.
Sino que es el mensaje de las vidas, vida aquí y vida en la eternidad.

La propuesta de construir shalom es hacer tu parte, la que te corresponde, no otra.
Ser lo que tienes que ser: ¡socio de Dios!
¿Cómo?
Hacer, con actos concretos, materiales, en el aquí y ahora lo que Él realmente te pide.
No por fe, no por sentimientos, no por repetición de palabras, no lo que algunos vivillos se inventan para seguir obteniendo poder sobre ti.
No tienes que usar ropajes diferentes, ni dejarte barbas, ni hacerte socio de ninguna organización, ni afiliarte a alguna secta, ni reverenciar a ningún personaje.
Solamente, construir shalom: bondad Y justicia, con lealtad a Dios.

¿Vamos a hacerlo o seguiremos dando excusas?

Si comprendiste y estás de acuerdo, un consejo muy, muy, muy importante.
No te centres en lo que hiciste mal, sino en hacer de aquí en adelante lo que está bien ahora.
Haz los pasos de la TESHUVÁ que son necesarios, y corta con los lazos de la culpa, del remordimiento, de las fantasías que asfixian.
Comienza a vivir.

Como última reflexión, para unir el principio con el final:

"Rescatad al necesitado y al huérfano; haced justicia al pobre y al indigente."
(Tehilim / Salmos 82:3)

y así

"tu hermano vivirá contigo"
(Vaikrá / Levítico 25:36)

Éste es el camino "mágico" para ser feliz: ayudar a otro a serlo, sin esperar NADA a cambio.
Sin tampoco someterte a manipulación o daños.
Sino, simplemente proveer a otro de bienestar, en la medida de tus posibilidades.
Eso es amor verdadero, y cuando amas generosamente, el resultado es la felicidad, la bendición, el bienestar.
Todo esto, es lo que te deseo.

Salmos 23:4, el miedo que te consume hoy

"Aunque anduviere en valle de sombra de muerte, no temeré mal, porque Tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me darán consuelo."
(Tehilim / Salmos 23:4)

Gran frase, memorable, famosa, que fue pronunciada y puesta por escrito (según dice la Tradición) por el rey judío David.
Por ser parte de los Ketubim/Hagiógrafos, se considera que fue motivada por inspiración divina, aunque su autor y redactor haya sido un hombre.
Tratemos de aprender algo del párrafo, pero especialmente alguna enseñanza para nuestra vida.

David, siendo rey y no, fue un hombre rodeado de dificultades durante su vida. Grandes tormentos y problemas cruzaban por su camino a diario. Aún desde el vientre materno y durante 70 años, hasta el día de su fallecimiento, estuvo atravesando valles oscuros, de sombras de muerte.
Sin embargo, él no se dejaba atrapar siempre por las trampas del EGO, sino que había aprendido a escoger su camino y actuar desde la vertiente del AMOR. Era un hombre y no un ángel, una persona real y no un cuento mitológico de librito religioso, por tanto era imposible que se librara de su EGO y de actuar siempre como constructor de shalom. A veces daba algún que otro traspié, ¿quién no?
Y como persona, también era posible que cometiera errores, por ejemplo la equivocación motivada por las buenas intenciones carentes de conocimiento o adecuación.

Sí, David conocía muy bien ese valle lleno de peligro y muerte, de terrores, de noches interminables, de perseguidores, de miedo inconfesable, de deseos insospechados, de violencia, de agresión, de ceguera, de soledad, de incomprensión, de falta de esperanzas reales. Atravesaba a diario por allí. Los traidores y asesinos se levantaban en su contra, aún los de su propia sangre querían dañarle.
A pesar de ello, David tenía confianza en el Eterno y por ello los males, los males absolutamente reales y palpables, males que nadie cuerdo y coherente podría negar, males que ninguna persona con corazón y cerebro puede decir que son “buenos”, esos males que ensombrecían su vida, no le hacían temer el “mal”.
¿Cómo?
¿Acaso David no tenía miedo a que le pasaran cosas malas? ¿Era insensible? ¿Quizás un súper héroe al que le resbalan las balas y las cuestiones del mundo?
Veamos: "David tomó a pecho estas palabras y tuvo gran temor de Ajish, rey de Gat. Así que cambió su conducta delante de ellos, fingiéndose loco cuando estaba con ellos. Hacía marcas en las puertas de la ciudad y dejaba caer su saliva sobre su barba." (1 Shemuel / I Samuel 21:13-14).

Bueno, parece que David sí era humano, con sentimientos, con zozobras, con miedo, con mucho miedo a morir o algo peor. David sentía miedo y actuaba a raíz de él. Acá rebajó su dignidad y en lugar de enfrentar con valentía y poder, o de usar a Dios como un escudo mágico que todo lo resuelve, prefirió hacerse pasar por loco. Aceptó la humillación, el maltrato, la burla, antes que decir “Dios lo resuelve por mí, yo solamente rezaré y Él hará hocus pocus y todo resuelto”. No, eso no dijo David, porque no lo pensaba, así como ninguna persona leal al Eterno supone que Él está para ser nuestro esclavo y correr a solucionar nuestros inconvenientes. No es así.
David tuvo que hacer lo que pudo para salir de ese peligro real, de ese mal, que en modo alguno dijo que era algo bueno, ni afirmó que los rezos harían magia instantánea.
David tuvo miedo, como hombre normal que era, e hizo lo que podía para sobrevivir. 
Varias veces nos encontramos la frase: “se fue David y huyó”, u otras similares.
Sí, David también escapaba. No es el tema saber el motivo o la razón de cada ocasión, sino que nos interesa conocer que él huía. No siempre luchaba, no siempre enfrentaba, no siempre era valiente, no siempre tenía las respuestas, no siempre vencía, y no… Dios no lo rescataba milagrosamente. No aparecían angelitos a defenderlo, ni nubes misteriosos a ocultarlo, ni piedras derrotaban gigantes una y otra vez. Porque David era un hombre absolutamente leal al Eterno, y por ello tenía conciencia clara de que Él no es el sirviente que está para satisfacer el capricho o la necesidad del momento de cada uno. ¡Gran diferencia a lo que enseñan las escuelas New Age, sean integradas por judíos o no, en las cuales siempre encuentran alguna manera extraña y maravillosa (ilusoria y falsa siempre) para obligar a Dios a actuar al servicio del EGO personal! Sea con amuletos, rezos, repetición de salmos, actos de supuesta bondad, bailoteos, musiquitas, pactos, negociaciones, aplausos, o lo que fuera, estas personas atormentadas por el EGO pretenden manipular al Todopoderoso desde su minúscula y ridícula impotencia llena de vanidad egoísta.
¡Cuánta diferencia a lo que hacía un héroe verdadero, un hombre de Dios verdadero, un hombre íntegro (aunque con sus defectos y con sus pecados, muchos de los cuales él mismo confesó y tenemos registrados en el Tanaj), como el gran rey David!

¡Cuánta enseñanza que ya hemos adquirido hasta aquí!
¡Cómo demuele este ejemplo a los payasos religiosos que venden ilusiones de magia esotérica, de milagros por el mero hecho de rezar o “pactar” con Dios!
¡Cómo asegura el Tanaj que el mal es malo, y no algo bueno que misteriosamente Dios envía para que aprendamos que es bueno cuando en realidad es malo!
En fin, igualmente los esclavos del EGO seguirán predicando sus vanas enseñanzas, tan codiciadas y repetidas por otros esclavos del EGO.

Volvamos a David.
Si sabemos que él temía, si sabemos que el miedo también le susurraba a veces, ¿cómo afirma que no temerá al mal?
¿Cuál es ese “mal” que no temería David al andar por valle de sombras de muerte?

¿No será al propio miedo?
Vamos a pensar juntos un rato.

Existe un temor saludable, es el que produce la precaución, la cautela, la prudencia, el andar con cuidado para evitar daños o dificultades.
Cuando lo que se experimenta es una “sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal,sea real o imaginario”, o “el recelo de que suceda lo contrario a lo que se espera o desea” (ambas según Diccionario de la lengua española, 2005, Espasa-Calpe), entonces ya se ha cruzado el umbral de lo saludable, se ha entrado en el paraje del “mal”.

Sigamos profundizando.
Hemos enseñado en ya numerosas ocasiones que todo miedo surge del sentimiento de impotencia. Existen los cinco miedos básicos, de acuerdo a la dimensión humana correspondiente, y el miedo fundamental, a la impotencia. Esa misma que vivimos de forma atroz e inenarrable en el momento traumático del nacimiento. Esa pesadilla imposible de poner en palabras, que carcome desde las entrañas, que produce temblores incontrolables. Esa sensación espantosa, mortal, que lleva a cortar el pensamiento, a acelerar el corazón, a dejarse tragar por la desesperación.
No creo que nadie quiera volver a experimentar esta tortura que parecía sin fin, atemporal, el verdadero infierno terrenal, el trauma del nacimiento con su absoluta y total impotencia multidimensional. Así pues, detrás de todo miedo está la impotencia y la vivencia traumática ya vivida de la misma hasta el colmo de la intensidad.

Si observamos con atención, el miedo no es hacia eventos del pasado. De allí podemos tener sentimientos de culpa, remordimientos, pesar.
Al respecto de la situación que estamos viviendo, en este aquí y ahora, no cabe el sentimiento de miedo, porque o ya estamos inmersos en algo que puede provocar miedo, o no lo estamos padeciendo.
Así pues, todo miedo se une a la expectativa de algo lesivo en el futuro. El miedo se asocia así a la angustia y no (en principio) al remordimiento.

Traduciendo: la visión de la impotencia futura es la que genera el miedo, cualquiera de ellos.
Nuestro miedo es una visión borrosa, y generalmente falsa, de un futuro incierto y que no existe.
Esto es absolutamente terrible.
Estamos enfocados en un espejismo irreal, y que aparta asfixia, malgastando nuestro tiempo, el único existente, que es el ahora.
Esa impotencia futura fantaseada vive a expensas de nuestra energía del día de hoy.
¿Llegas a comprender la magnitud del asunto?

Tienes un recurso limitado de energía.
Parte de ella la encapsulas en situaciones del pasado que te atormentan, las culpas, las penas, los odios, las quejas, los “hubiera hecho tal o cual”, los recuerdos ingratos. El pasado que no se deja morir, como debiera estarlo, sigue vivo gracias a chuparte tu energía vital. Te succiona tu vida algo que debiera estar muerto y enterrado. Entonces, aquí y ahora, tu única vida para vivir, está debilitada, empobrecida, falta de recursos, carente de energía.
Bueno sería comenzar a recuperar esos fondos energéticos mal administrados, mal invertidos en bancos que no rinden ganancias.
Cuando sueltas el pasado nefasto, cuando dejas morir lo que está ya muerto, cuando dejas correr sin aferrarte a lo que es vacío pero succiona energía, cuando te liberas de las anclas del pasado, entonces recuperas montón de energía, toda tuya, toda para emplear en vivir a pleno, para disfrutar, para crecer, para ser feliz.

Atento, eso no significa perder tu historia, negar tu pasado, no hacerte cargo de tus responsabilidades, olvidar quien eres y fuiste, despreciar tu patrimonio de memorias. Significa que lo que debe estar muerto, debe estar muerto. Que lo que dañó, en realidad o en tu imaginación, en el pasado, no tiene porque seguir ocupando tu tiempo ahora. Que lo que te drenó energías ayer no tiene derecho a seguir sorbiendo tu vitalidad de hoy.
Deja que los muertos sigan muertos, en tanto que pones tu foco en la vida, en lo que vitaliza, en lo que construye shalom aquí y ahora.
Podrás avanzar por el valle de sombras de muerte, de sombras de muerte, sin ser atrapado por ellas. Son solamente sombras, cosas que no tienen realidad, cosas como un vapor sin consistencia, cosas pasadas y muertas, de las cual no hay nada para temer.
¿Comprendes?
¿Realmente comprendes el mensaje?

Algo similar con el miedo que, como te dije, es la expectativa de una impotencia. Es el inexistente futuro que te inventas el que te sorbe la vitalidad, es el mañana en sombras que también se encarga de robarte tu energía que debieras usar aquí y ahora para gozar de todo lo bueno que desde Arriba te envían.
Pero no, en lugar de saborear y disfrutar, te enfocas en el miedo, te dejas atrapar y te abrazas a él, lo haces tu guía, lo adoptas como tu maestro, te sometes a él, pones tu foco en ese futuro que no tiene forma ni verdad, es solo una sombra de muerte y te desangras, te debilitas, te empequeñeces, dejas morir tu optimismo para morir mientras estás aún vivo.
El miedo crece porque le permites hacerlo.
Porque le regalas tu energía.
Porque te sumerges en el sentimiento de impotencia, como si fuera a darte bienestar o salud. Como si fuera un tesoro. Como si tu obsesión con ese futuro irreal lo fuera a modificar de alguna forma.

En tu mente aparece la idea negativa, por ejemplo de que algo bueno que tienes durará poco. Es un ejemplo, no importa ahora dar precisión, pero suponte que es una pareja, un trabajo, un objeto, algún bien que te agrada y satisface.
En vez de dedicar tu energía a gozar del aquí y ahora, de disfrutar a pleno de lo permitido, de obtener el beneficio que te corresponde por derecho, dejas escurrir tu energía hacia la fantasía de impotencias futuras. Tu novia te dejará, tu esposa te será infiel, tu esposo se irá a buscar cigarros y no volverá, te echarán del empleo, se fundirá tu negocio, te robaran el móvil, chocarás el auto, morirá tu familiar querido, y así, cualquier cosa que quieras suponer, eso invadirá tu mente. Se posicionará allí y vivirá porque te succiona la energía vital. ¡Es una estafa! Te venden ilusiones que pagas a precio muy caro, pero lo sigues haciendo una y otra vez.

Entonces, en vez de atormentarte, pelear, llorar, sufrir o creer la fantasía de la impotencia, puedes hacer otra cosa.

Admite tener esa idea,
acepta que te cruzó por la mente,
reconoce que algo en ti ha generado esa imagen irreal del futuro,
PERO,
no te subas a ese tren, déjalo ir.
Que fluya, así como el pasado negativo. Que se escurra sin llevarse consigo tu energía.

Tienes que abordar el tren a Barcelona, no el que va a Madrid. Entonces, no te subes al que dice Madrid, o Toledo o Córdoba. Te subes al que está en el andén hacia Barcelona.
Ahí está la idea negativa, la invitación al miedo, el desastre que pasa por tu mente.
Ve como pasa la idea y luego dedícate a otra cosa. No malgastes tu tiempo. Allí pasó el tren que no te servía, que iba para cualquier lado menos hacía tu felicidad, ¿por qué habrías de seguir pensando o aferrándote a él?
Te enfocas en otras cosa, en aquello que tú realmente quieres, o mejor aún, en lo que estás haciendo aquí y ahora, en eso que es justo y bueno.

Estás vivo, aquí y ahora, estás haciendo lo permitido, entonces, ¿cómo habrás de temer al mal?
Dios está contigo.
Deja ir a ese tren y enfócate en disfrutar de lo permitido.

La primera quizás abordes el tren equivocado, la segunda también, pero luego empezarás a dejar ir los trenes que te llevan a la infelicidad, a la miseria, a la duda, al enojo, al encono, a la pobreza, a la soledad, a la angustia… chau, adiós a esos trenes, ahora abordo al que me lleva por la senda del bienestar.

Dar excusas es fácil, para algunos todo un arte, una costumbre constante.
Entre que mienten y se engañan, dejan de vivir aquí y ahora, viven en una nube intoxicada, llena de penurias y penas.

Allí están los adictos a la queja. Los que hablan de sus problemas, que se victimizan, que hacen del gemido un pasatiempo, que encuentran cualquier motivo para dolerse y demostrar su llaga abierta. De una gota hacen una tormenta. De una palabra destemplada inventan un insulto. De un gesto que no comprendieron suponen agresiones y conspiraciones. Algo que les desagrada, por el motivo falaz que sea, es disparador para toda una imaginería oscura y siniestra. Se quejan, murmuran, difaman, corroen con sus palabras venenosas, inyectan toxinas como al pasar y si no tienen una audiencia con quien compartir su malestar, lo mascullan, lo mastican, lo regurgitan y lo vuelven a mascar. Rumian sus ideas negativas, cargadas de odio, llenas de impotencia disfrazada de fuerza. Son impertinentes, incontinentes, sumergidos en sus miedos terribles, los cuales probablemente niegan a más no poder para no hacerse cargo de sus enfermedades.
Tratan de contagiar a otros de su ánimo derrotista, de su rebeldía, de su vanagloria, con la intención de camuflarse en la masa de dolientes.
Y encuentran víctimas a las cuales torturar. Sean éstas las que reciben los disparos y malicias de diversos tonos, o sean los que prestan sus oídos para tales desmanes.
Avisan que no lo hacen con mala intención, que son justicieros, o luchadores por alguna causa, o pobres víctimas de sistemas complejos y ocultos, o que es necesario descargarse hablando y por tanto se los debe aceptar y tolerar en todas sus calamidades afectadas.
Hablan, escupen, ensucian, maldicen, atemorizan, llenan de dudas, provocan miedo, encabezan cruzadas y cazas de brujas. Una y otra vez vuelven a tragar el vómito para volverlo a vomitar, pero en medio se disculpan y se vuelven a victimizar. Roban la energía vital de quien cae en sus redes, sean sus damnificados o sean quienes les siguen el paso. Son fosas abiertas que llevan a la muerte, constantes vampiros que sobreviven gracias a consumir la vida de los inocentes.

¿No sería mejor hablar de bendiciones y construcción de shalom?
¿No es mucho mejor hacerlo en realidad, promover activamente la paz y ser de bendición para el prójimo?
¿No es más factible ser feliz cuando hablamos de cuestiones reales y dichosas, que si giramos incansablemente alrededor de dolores y penurias?
¿No es necesario que la vara y el cayado sean puestos en funcionamiento para corregir y enmendar a los que se descarrían en cuestiones enfermizas?

La vara del pastor, que es un pequeño bastón con el cual el pastor toca a sus ovejas, con amor, con cariño, pero con firmes límites, tal cual explica el Malbim. La vara de la justicia, (de los “isurin” según el Midrash) matizada con la bondad, la cual resulta ser misericordia. Esa vara del maestro, del líder, del conocedor del camino que lejos de herir, cura; que no lleva ánimo de dominación o castigo, sino de enseñanzas y restricciones saludables.

Y el cayado, el largo y duro bastón del pastor, aquel que empleaba para sostenerse en terrenos resbaladizos, pero también para proteger a su rebaño de las hambrientas fieras de afuera (de la Torá, según el Midrash). La garrocha protectora, que puede ser sentida como “agresiva” por parte de quien viene a agredir, pero que su sentido es eternamente protector, nunca destructor de inocentes. El bastón de la firme protección de los males que atacan sin compasión.

Estos dos elementos menciona el rey David como lo que le proveen consuelo.
Porque el sabio y experimentado rey no concibe la vida sin límites, sin justicia estricta cuando es necesaria, sin la fuerza necesaria para detener a los agresores. Es necesario el puño cuando la palabra no sirve para mantener a raya al pendenciero. Siempre dentro de la justicia, con la finalidad de construir shalom.
Sí, para que haya shalom también se precisa de la fuerza y firmeza del puño, del garrote. Pero atención, no para atacar al inocente, no como método infame de procurar obtener poder donde se es impotente, no como arma de destrucción; pero sí como elemento indispensable para mantener los límites, aquellos que son necesarios para desarrollar los mejores aspectos personales y colectivos.
El dar la otra mejilla no entra dentro del manual del leal al Eterno, del que actúa ciertamente en la construcción de shalom. Por supuesto que sí está la paciencia, la tolerancia, la comprensión, el perdón, el arrepentimiento sincero, la negociación, la comunicación, pero cuando es necesario también existe la vara y el cayado.

Por ello el camino del constructor de shalom parece difícil, porque precisa de ideas acompañadas de acciones. De firmeza a la vez que ternura. De gozo pero de lo permitido. De espiritualidad pero con los pies en la tierra. De respeto pero no de admisión del mal. De muchas otras cualidades que no te repetiré hoy, ya las hemos trabajado durante años en este sagrado Hogar.
Es el Árbol de las Vidas sefirótico armonizado, energizado, en equilibrio y sin ninguna sefirá obstruida o drenando energía de otra.

Por supuesto, es mucho más simple ser un destructor, un agresor, un perezoso, un quejumbroso. Pero a la hora de presentar los estados de cuenta ante Dios, vemos que lo que parece difícil es lo que realmente tiene valor aquí y en la eternidad; en tanto eso que parecía fácil, dejarse estar, romper, promover el caos, todo ello, al final –a la larga o a la corta- es un desastre.

Sí, también los que por miedo-impotencia dejan pasar las cosas, para que se arreglen por sí solas, para que Dios se encargue de ellas, para que el tiempo las soluciones, cuando en verdad esto no ocurrirá. Van acumulando dificultades sobre problemas, excusas sobre faltas, agresiones sobre provocaciones, miedo sobre impotencia.

Violentarse, hacia fuera, hacia dentro, con palabras, con actos, con quejas, con llantos, con sufrimiento, todo es útil a la hora de sumergirse en la impotencia.
Todas éstas son maneras erróneas de pretender obtener cierto control, pero que es también falso. Son maneras de postergar la muerte en vida, muriendo en vida.
Son pretensiones de dominio, sin jerarquía ni autoridad.
Es la triste figura del que demanda atención, se desespera por una gota de aprecio, se desvive por el aplauso ajeno, lleno de máscaras que esconden su verdadero rostro, probablemente nunca visto en el espejo.

¿Será de todo esto que nos enseña el párrafo que citamos del rey David?
¿Acaso es del miedo a lo que había aprendido a no temer David?

Ese miedo que nos consume y se manifiesta de diversas formas, pero siempre impotencia en su origen y en su fin.
David lo sabía, entonces comenzó su viaje para des-aprender y poder así aprender.
Quitarse las máscaras del Yo Vivido, para dejar solamente aquellas que estuvieran en sintonía con su Yo Esencial. Para lo cual, resulta indispensable irse conociendo. Conocer aquello que somos en verdad, nuestra eterna identidad espiritual, y no las etiquetas y nombres que nos fueron, y fuimos asignando.
La plenitud se alcanza cuando se nos revela lo que somos en realidad, nuestra identidad eterna, espiritual.
Una esencia que no teme, que no lleva al mal, que no miente, que no agrede, que no se burla, que no vive de fantasías. Una esencia que somos y nos unifica, pero que está amurallada detrás de aprendizajes, miedos, imposturas, máscaras, deberes superfluos.

El sabio hijo del rey David, nos lo dice con sus divinamente inspiradas palabras:

"Mejor es un muchacho pobre y sabio que un rey viejo e insensato que ya no sabe ser precavido; aunque aquél para reinar haya salido de la cárcel, o aunque en su reino haya nacido pobre."
(Kohelet / Predicador 4:13-14)

El muchacho pobre y sabio es nuestra esencia espiritual, nuestro Yo Esencial.
El viejo rey insensato es nuestro EGO, con las máscaras del Yo Vivido a su servicio.
El joven nace pobre, porque no tiene grandes despliegues, aunque en verdad es inmensamente rico. El joven estuvo encarcelado por mucho tiempo, detrás de las murallas que impone el EGO al Yo Esencial. Cuando podemos salir de nuestra celdita mental, cuando nos atrevemos a cruzar hacia la Luz, entonces descubrimos que nuestros miedos son aire, nubes, sombras de muerte. Allí perdimos nuestra energía, nos desgastamos, desperdiciamos oportunidades fantásticas de mejoramiento.
Cuando el rey debe gobernar, pero lo mantenemos exiliado dentro de esa celdita, rodeado de excusas, justificaciones, mentiras, adulaciones, quejas y un breve etcétera que ya vinimos mencionando.

El rey David nos dice que no tengamos miedo al miedo, que éste es el mal, y de él no hemos de temer.
Cuando fomentamos una relación directa y comprometida con el Uno y Único, sin intermediarios, sin “santos” de por medio, sin rituales inútiles, sin intercesores, sin nada entre el Padre y tú, cuando fortalecemos esa comunión con el Uno, nos volvemos parte del Uno. Es relación perfecta que siembra una paz interior que solo da el Shalom del Eterno. Nuevamente en palabras del rey David:

"Aunque acampe un ejército contra mí, mi corazón no temerá. Aunque contra mí se levante guerra, aun así estaré confiado.
Una cosa he pedido al Eterno; ésta buscaré: que more yo en la casa del Eterno todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Eterno, y para inquirir en su templo."
(Tehilim / Salmos 27:3-4)

No, no está diciendo de habitar el templo que se ubicaba en el monte Moriá en Jerusalén, pues aún no existía en aquella época.
Es otro el templo el que está haciendo referencia.
Es el templo de la confianza en Él, de estar en comunicación auténtica con Él, de no usar el rezo como ritual o “poción mágica”, sino como lazo sagrado que te une al Padre de forma íntima y perfecta.
¡Cuán lejano de la fantasía de las religiones o de los malabares de los gurúes religiosos que inventan rituales y amuletos!
El rezo para entrar en un estado de comunicación desde lo más verdadero de uno, con el Verdadero.
Sí, esto también aleja temores, quita el (falso) poder que el EGO tiene sobre ti.

En otro salmo encontramos:

"Por eso, nuestro corazón se alegra en Él, porque en Su santo nombre hemos confiado."
(Tehilim / Salmos 33:21)

El eminente sabio, el Rav Kook (Olat Reiyah vol. I, p. 218), explica que son dos estados diferentes de conexión con el Padre: el de alegría EN Dios, y el de confiar en Su santo nombre.
El primero es el más alto, aquel en el cual estamos unidos a Él, por lo cual estamos en un estado constante de gozo. No es necesaria la confianza, menos que menos la fe, ni las palabras, ni los ritos, sino un estado inexplicable de satisfacción y plenitud. De unidad interna y externa. Ser uno con el Padre.
Ocurre cuando descubrimos quien somos realmente, cuando nos despojamos de los disfraces del Yo Vivido y nos encontramos cara a cara con nuestro Yo Esencial, el lazo eterno con nuestro Padre.
Sin embargo, esta condición de autenticidad suprema, de unidad EN Dios, no puede ser constante, porque es imposible para el hombre en este mundo permanecer así sin pausa. Más bien sin momentos únicos, flashes de una intensidad sin igual, muy raramente alcanzados por la mayoría de las personas. Pero es un ideal posible, deseable, al alcance de la mano, siempre y cuando trabajemos de manera permanente en nuestra superación a través de actos de bondad y justicia y de aprender a quitar el miedo, la angustia, el reproche, la queja, la burla… en fin, al EGO del camino.

El segundo estado, el de confiar en Su nombre que no es ni siquiera parecido a estar alegre EN Él.
Es una relación más lejana, menos intensa, menos poblada de placer aunque con gran veneración y tranquilidad.
Esa confianza que erradica al miedo, que ocupa los espacios del corazón con la llama luminosa del Eterno la cual aleja las sombras del EGO.
Entonces, cuando las vicisitudes de la vida acontecen, no se los toma a la tremenda y no se reacciona en piloto automático. Sino que se procede a responder de acuerdo a esa confianza en el Eterno.

¿No te hace recordar a una frase que ya mencionamos?
”No temeré mal, porque Tú estás conmigo”.

A partir de esto, no esperar milagros, ni que Dios haga lo que tú tienes que hacer. Sino construir shalom, activamente, de dentro hacia fuera.
Shalom que debemos hacer nosotros en la tierra, con actos de bondad y justicia.
Al respecto, el Eterno en la Torá promete:

"Daré paz en la tierra; dormiréis, y no habrá quien os espante. "
(Vaikrá / Levítico 26:6)

Si leemos con mucha atención descubriremos que no dice que será por milagro, por desaparición mágica del mal, por evaporación del libre albedrío, por actos maravillosos de Dios.
Sino, consecuencia directa de las acciones de construcción de shalom de los hombres.
Es decir, el Shalom lo da Dios, pero no como acto propio de Él, sino a través de los actos que hacen los hombres que siguen Sus mandamientos.
Según comprobamos pocas líneas antes:

"Si andáis según Mis estatutos y guardáis Mis mandamientos, poniéndolos por obra…"
(Vaikrá / Levítico 26:3)

Sí, el shalom es posible, el que no haya “que espante”, también.
No con rezos, no con rituales, no poniendo la fe en algún santurrón que rece por uno, no usando cintas alrededor de la muñeca, no por repetir palabras raras, no por leer libros confusos, no por actos de fe, no por amor sentimental… no… nada de ellos es lo que el Eterno ha dictado.
Sino que el shalom proviene de una construcción, de poner por obra el plan específico que Él ha encomendado.
No por milagros, no por fe, no por rezos, no por esperar pasivamente la mano “mágica” del Señor, sino haciendo cada uno lo que tiene que hacer. El gentil a través del respeto y cumplimiento de cada uno de los siete mandamientos para las naciones, ni más, ni menos. El judío, tomando para sí aquellos de los 613 mandamientos que corresponden a la nación judía. Para andar con fidelidad según los mandamientos y lo estatutos del Eterno, poniendo por obra Sus órdenes, y no más seguir en la penuria de la servidumbre del EGO.
Recuerda, hay muchos que dicen “shalom, shalom” (Irmiá / Jeremías 6:14) y que vienen en nombre del Eterno, pero sus ropas, sus palabras, sus movimientos, sus doctrinas religiosas  NO provienen de Él ni sirven a la sagrada finalidad de construir Shalom.

Shalom, la paz, la armonía, la plenitud, el estad de unidad multidimensional y con el prójimo, el shalom que requiere acción, constante, continua, sin pausa, de construcción de Shalom.
Regresamos al rey David, quien nos dice:

"Al Eterno he puesto siempre delante de mí"
(Tehilim / Salmos 16:8)

Siempre delante, no para hacer de Él un esclavo que me hace favores, ni para sumergirme en el delirio de que rezando o aplaudiendo obtendré lo que es mi porción mágicamente.
Sino, tenerlo delante de mí para no desviarme, para no fracasar, para no temer al mal, es decir, al miedo.
Tener sus mandamientos como acción, esos mandamientos que me corresponden de acuerdo a mi identidad espiritual. Sin fantasías espirituales, porque todas ellas son producto del EGO. Lo realmente espiritual no se confunde con lo fantasioso, más bien llena de plenitud a lo mundano, dota de sentido cada cosa terrenal. ¡Todo lo contrario a la religión!

Si el mundo lo comprendiera, sería todo muy pero muy diferente.

Me despido y te encomiendo la lectura del salmo 73, teniendo presente lo que te he enseñado hoy.

Un sincero anhelo no es igual a un deseo ególatra

Hace pocos días, me llamó la atención un párrafo que aparece en el artículo “Feliz de Cuerpo y Alma y algo más”, ya que me hizo pensar que una necesidad física no solamente se satisface con una respuesta instintiva. Requiere valores agregados.

El párrafo dice así:

“…Su cuerpo, repito, su cuerpo anhela a Dios como anhela el agua cuando está sediento…”

En la conversación que sostuvimos en el apartado de los comentarios, una buena amiga nos compartió, abreviadamente, algunos malos sentimientos que sentía hacia ella misma y que tuvo debido a malas experiencias pasadas en su vida.

Posteriormente, trasladamos nuestra conversación para el apartado de comentarios del post publicado “El consejo Diario 392”, en donde la buena amiga nos continuó compartiendo, más detalladamente, sus experiencias y deseos personales; y fue en dichos comentarios donde me identifique con esas sensaciones molestosas y apáticas que en algún momento experimenté debido a malas experiencias personales pasadas, y que de alguna manera, llevan a la persona en estados catatónicos y apáticos hacia La Vida.

Considero que poco a poco, con paciencia y lectura, especialmente lo referente al EGO y su funcionamiento, es que la persona va a ir entendiendo que sus deseos personales de que las circunstancias que vive sean mejores para no tener apatía por la vida, tienen una causa: La Sensación de Impotencia (real o imaginaria). Es decir, esos deseos que se sienten de no sufrir, de no vivir o de superar lo que considera injusto para la propia vida, con toda sinceridad, son sentimientos profundos de impotencia.

Equivocadamente, se cree que esa sensación de impotencia es una especie de “sed espiritual” o “sed de Dios”; pero si se analiza calmadamente la razón de esa “búsqueda implacable de Dios” se deduce fácilmente que no es un anhelo sincero, sino que es un deseo a no sufrir más por las circunstancias que se viven debido a esa rebeldía que tenemos los hombres a negar o controlar las circunstancias. A modo de ejemplo:

Se pasa una circunciancia que a uno no le gusta, agrada, o no quiere. Se siente impotente, solo y abandonado ante dicha circunstancia por que no tiene ningún control sobre ella. Se intenta luchar con todas las fuerzas y todos los recursos que se disponen para tomar el control de las circunstancias y así cambiarlas, pero no se puede y son insuficientes los recursos.

Como medida desesperada, se reza a Dios (o se inicia en alguna religión, rito, etc) con el fin de buscar su favor, casi en suplicio para que corrija esa mala racha que se está atravesando por que se es injusta, mala o no es merecida, etc.. Pero parece que Dios es sordo, por que las circunstancias no cambian; más bien empeora.

Se llega a la conclusión de que Dios no existe, no oye, no se interesa, no le importa, etc por que la circunstancia en lugar de irse, corregirse o eliminarse, empeoró o se mantuvo igual. Como sigue igual, se llega a la conclusión de que la vida es injusta e ingrata, que no vale la pena nacer para sufrir tanta desdicha o desgracia. A veces se intenta autoelimirase directamente; pero la mayoría de veces indirectamente (no importándole a la persona nada, ni su salud, ni la de las personas que dependen de él o ella, se dedica a autodestruirse a pocos), entonces de bebe en exceso, se fuma sin freno, se consume drogas, se llega tarde al trabajo, y un sin fin de ejemplos.

¿Qué paso acá? ¿Por qué se siente tanta impotencia ante lo que ocurre? ¿No será más bien que lo que me está matando es que no se está cumpliendo mi voluntad al querer no pasar lo que se está viviendo? ¿No será que lo que yo llamo “sed de Dios” o “sed espiritual” es más bien un “oscuro” deseo de “buscar” a Dios para que el controle lo que a mí no me gusta de la vida? ( puse La Vida, y no Mi Vida, porque con la sinceridad del caso, es La Vida lo que uno quiere corregir para estar, egoístamente, más cómodo; o bien, no sentir tanta impotencia y creer que alguien más fuerte está controlando todo).

De a poquitos, y con la información que se puede obtener de este sitio, se entiende de que no hay nada místico en el cuadro que expuse; ni nada que solo una persona ha vivido. Todo apunta a que ha sido El Ego lo que ha impedido la “entrada de Dios” en la vida propia; ha sido nuestro Activo Natural de Sobrevivencia el que ha impulsado a intentar controlar las malas rachas o las circunstancias; o bien, a buscar a algo o alguien que imaginamos más fuerte para que  nos ayude a controlarlas. Nunca sentimos con sinceridad algo que se pareciera a “Hágase Tu Voluntad porque yo quiero vivir”. Todo fue “Ayúdame a que se cumpla mi voluntad porque no quiero sufrir”.

Por otro lado, esa sensación de impotencia ante lo que ocurre y que equivocadamente se asocia con “sed espiritual” o cualquier otro pseudoconcepto, no se va a eliminar de nuestra vida, tampoco se va a desaparecer, por más que se lo “roguemos a Dios”; por una sencilla razón: es el detonante que necesita el EGO para mantener con vida al Hombre; es lo que el motor generador que arranca el instinto de sobrevivir. Primeramente ante el inicial terror de impotencia del nacimiento que experimenta el recién nacido, para que sea atendido por otros, debido a que nacemos sin ninguna arma física como si las tienen otras especies. Segundo, porque la sensación de impotencia es lo que detonará al EGO en el caso de un peligro real e inminente de muerte (caso por ejemplo el de una persona que se esté ahogando).

Así pues, nuestro gran problema no fue la sobre extralimitación de esa Sensación de Impotencia, sino la sobre extralimitación del EGO cuando se sentía impotencia.

Gracias amigos por leerme. Hasta acá dejo mis ideas. Se les quiere.

Etica noájida: No porque peque y rece va a empatar

Etica noájida

Conversando con varias personas que han despertado de las cadenas de la idolatría pero no de la egolatría, me he venido a enterar que el proceso de liberación de las personas es mucho más complejo de lo que otrora creyera. Cada día que pasa uno se convence más que cada persona es un mundo, mundos muy distintos unidos por situaciones comunes, pero al fin y al cabo mundos separados.

Los Siete Mandamientos Universales son amplísimos y dan para mucha teorización y desarrollo, sin embargo, tienen una raíz común que tiene que ver con la misión de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos esta tierra, la misión de construir un mundo de paz y armonía que nos permita crear un paraíso en la tierra y, por consiguiente, deleitarnos en la Creación.

Ya los demás seres lo hacen, ellos cumplen con su misión: el árbol de naranja da fruto, sombra y contribuye a la conversión del dióxido de carbono en oxígeno, el caballo con un entrenamiento sirve como medio de transporte y de recreo, el perro sirve como medio de cuido y compañero, el viento sirve para refrescar y contribuir al ciclo del balance de los otros elementos y así todos y cada uno de los seres, sea en una forma más avanzada o más  primitiva que otros, realiza su misión en este mundo.

Entonces, como seres humanos no podemos creernos tan arrogantes de hacer lo que se nos venga en gana, quizás alguien por ahí argumentaría que si el perro tuviera libre albedrío sería como nosotros los humanos, bueno, eso habría que verlo, lo cierto del caso es que nosotros somos los capataces de este mundo, o sea, Dios llegó y creó un planeta para que vivamos en paz y armonía, no lo creó para que lo destruyéramos ni lo creó para que le sirviéramos a El como piensan algunos que es una misa eterna o un fuego eterno sino admirando Su Creación y trabajando para la mantención del mundo.

La esclavitud a un Dios vengativo y caprichoso es el producto de las ideas pueriles de mentes un poco más vivillas que las de sus coetáneos quienes encontraron en la invención de dioses ególatras la fórmula perfecta para la sumisión y subyugación de masas que mezclado con supuesta “misericordia” creaba un aura etérea alrededor del personaje de ficción y las masas ignorantes le seguían porque en el pueblo de ciegos el tuerto es rey.

Es claro y obvio por qué es así, el secreto de interrogar a una persona se encuentra en desvanecer las líneas de defensa que ésta construye para guarecerse y resguardar la verdad o lo que quiere ocultar; ese es el objetivo del interrogatorio cruzado, el desbalancear y socavar las líneas de defensa del interrogado. El punto básico es que el pensamiento es lineal y si se obstruye la línea de pensamiento es como si se le eliminara el director de orquesta a la sinfónica, pasamos de la sintonía a la cacofonía.

Por eso es que hablan de dioses vengadores y misericordiosos que hablan de lanzar piedras solo cuando se está libre de pecado, etc., pero a la vez hablan de dioses que botan mesas en el templo, o sea de un personaje bipolar y errático que no solo se da en la mitología cristiana sino en muchas otras mitologías idolátricas. Esa misma forma de pensar es la que utilizan para decir que todos somos iguales pero el hermano del convento tiene un todo terreno del año mientras los otros hermanos duermen en un cuchitril aunque todos pertenezcan a la misma iglesia.

Esos son los reflejos del EGO actuando y enmascarando la verdadera esencia de las personas, empero, no sólo los idólatras son así, también están los noájidas no idólatras que ven al noajismo como una cuasi-religión o lo ven como una sucursal del judaísmo o como un club elitista rarificado que exime de responsabilidad por el mal actuar de las personas siempre y cuando estas no sean idólatras. O sea, los derivados de las vertientes del EGO  son tantas y tan creativas que no es posible nombrarlas todas, lo que sí es posible es distinguir la naturaleza auténtica de la naturaleza sintética. El cuentecito este que les acabo de mencionar suena parecido a aquel adagio popular que “el que peca y reza, empata”. Nada podría estar más alejado de la realidad.

Entonces el primer consejo que la persona que se ha despertado de las cadenas de la idolatría tiene que aplicar es el de estudiar al EGO y saber que no es un enemigo sino una herramienta que sirve para lograr esos objetivos que todos tenemos y que existe también la situación de creer que ya porque no somos idólatras, que somos buenos, asunto que ya mencionamos anteriormente.

Con respecto a que el que peca y reza empata, nada podría estar más alejado de la realidad, aquí sí voy a tomar un ejemplo muy evidente, un judío se dedicaba a estafar a otras caridades y le robaba a sus propios hermanos judíos, no creía ni adoraba movimientos celestiales, no le rezaba a muñequitos pero sí le robaba a otras personas. El tipo no era idólatra pero infringía varias mitzvot. Entonces un noájida que dice que no es idólatra pero hace negocios con personas que lavan dinero, a sabiendas que ese dinero viene de las drogas y del dolor de otros seres humanos, no puede creerse exento de culpa ni bueno. Tiene una naturaleza y una chispa divina interna, pero la acción que realiza es completamente espernible y reprochable, en otras palabras, es culpable.

El creerse exento de culpa por no ser idólatra es un pensamiento del EGO porque la creencia suena algo así como decir que ya por que no soy idólatra entonces puedo tomar ventaja de otros. Y no porque haya judíos que laven dinero eso le da el derecho a un noájida de hacerlo también. Cuántas veces no ha habido noájidas que le han abierto los ojos a más de un judío que andaba deambulando por el mundo sin oficio ni rumbo?

La ética noájida no se queda atascada en no ser idólatra ni en no blasfemar contra Dios, eso son apenas un par de mandamientos de relación entre Dios y nosotros,  pero luego vienen más mandamientos que deben ser cumplidos. Si alguien se involucra con enemigos abiertos de Israel y se alía con ellos aduciendo que todas las personas tienen una naturaleza buena pero que están llenas de máscaras y, si al hacer dinero para esas personas, dicho dinero se destina para atacar al pueblo de Dios, y, el noájida lo hace a sabiendas que lo que hace es facilitarle el camino a los enemigos de Israel para que ataquen a los judíos, entonces no puede ser muy buen noájida que digamos.

Si un noájida hace negocios con alguien que ha hecho su dinero a coste de la trata de blancas, no puede decir que es bueno. Entonces el aducir un argumento completamente espurio como que todos somos seres humanos con defectos, no da derecho ni mucho menos justificación para aliarse con personas que bien se sabe andan en malos pasos.

Inclusive por eso se habla de la pena de muerte, no como una medida de venganza pero sí de reacción a una acción. La ética parte de la moralidad que no es lo mismo que la moral. La moralidad tiene que ver con los valores que trascienden el tiempo y el espacio mientras que la moral es un conjunto de reglas y creencias que se dan en cierto lugar y en cierta situación.

Existe el descaro y la manipulación, que curiosamente también son valores, aunque por supuesto negativos, y que son mucho más malos que la idolatría y que la blasfemia. La ética noájida exige que en todas y cada una de nuestras actuaciones analicemos y pensemos previo a actuar, no al revés y mucho menos que busquemos darle vuelta a las cosas para justificar lo injustificable.

La raíz de todo esto es el EGO desaforado y desenfrenado y la subyugación de la persona a éste. Los atributos que Dios nos da son herramientas para la construcción de Shalom, no para la destrucción del mundo. Así como lo que Bernie Madoff hizo no tiene justificación, así hay muchos otros pillines no tan grandes como Madoff, en cuanto al quantum de la estafa, pero sí igual de grave y ni se diga de los pillos que lucran con el sufrimiento ajeno a mayor escala.

La transferencia de energía se da de acuerdo a la función de cada quien, hay que mantener la energía fluyendo, lo que no se mueve se pudre y la mejor forma de dejar la energía fluir es siendo libres y no encasillando ni buscando tergiversar lo que es intergiversable. Que pasen una buena semana y reciban un caluroso abrazo.

Feliz de cuerpo y alma y algo más

Leamos con atención el siguiente pasaje de Tehilim:

«[Salmo de David, compuesto cuando estaba en el desierto de Yehudá [Judá]]
¡Oh Elokim, tú eres mi Elokim!
Con diligencia (desde la mañana) te he buscado;
mi alma tiene sed de ti.
Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua.»
(Tehilim / Salmos 63:1-2)

David, quien ya era ungido como rey pero aún no estaba legalmente en ejercicio de sus funciones, estaba escondido en el árido desierto de Yehudá.
Huía de Shaúl, quien seguía siendo (de hecho) el rey de Israel.
Su escapatoria no se debió a una disputa por el derecho al trono, ni por rencillas para esclarecer quién gobernaba, no había iniciado el hijo de Ishai una revuelta para hacerse con el poder ni reclamó nada para sí que provocara la indisposición del rey.
David huía a causa de la locura conspirativa-persecutoria de Shaúl.
El rey le había tomado rencor, lo sentía peligroso, desde lo profundo de su EGO surgía el clamor por asesinarlo.

En el desierto, sin estar preparado para la “excursión”, uno suele tener muchas necesidades.
Algunas básicas que son obvias: agua, alimento, refugio, protección del calor y los rayos terribles del sol, cobijo del duro frío al ponerse el astro rey, cuidado de las alimañas y bestias peligrosas.
El desierto no es un lugar fácil para visitar, mucho menos para vivir en él, y muchísimo menos sin recursos y a las escapadas.

El cuerpo de David habla, grita, clama, reclama por un poco de paz, de calma, de satisfacción, de unas gotas de agua. Algo tan común, tan poco valorado, tan corriente, pero que tiene su verdadero valor a ojos del que la necesita. Agua.
Su cuerpo está sediento, necesita lo indispensable o muere.
Lo sabe y hace lo que puede para conseguirla.

Esto le sirve para darse cuenta de que así es su relación con el Eterno.
Su cuerpo, repito, su cuerpo anhela a Dios como anhela el agua cuando está sediento.
Con la misma fuerza, con la misma necesidad, con el mismo deseo.
Eso lo comprende muy bien David, porque lo está viviendo en carne propia.
Y desde ese conocimiento que parte de la terrible experiencia es que se da cuenta de como es su vínculo con Dios.

Precisa  al Eterno tal como el sediento en medio del desierto demanda agua.
Y ese es un requerimiento de todos nosotros, no solo particular de David cuando huye de Shaúl y vaga por el desierto.

Cada uno de nosotros siente en su cuerpo necesidades, que provienen de sus múltiples dimensiones.
Ese Yo Esencial que somos está perpetuamente conectado al Eterno, nos sacia con bien, pero la sed se expresa en el cuerpo a causa de las murallas que interpone el EGO .
La solución para esta sequía la provee el salmo: con diligencia, con esmero e interés, aplicadamente, buscar al Eterno y encontrarlo en cada momento.
Satisfacer nuestra necesidad del Eterno desde nuestra multidimensionalidad.

Porque no somos cuerpo, tampoco somos alma, ni somos espíritu. En tanto estamos en este mundo somos todo ello y algunas cosas más, tales como nuestras relaciones que vamos estableciendo.
En cada una las situaciones de vida podemos vivir bajo la sombra del EGO, o por Luz del AMOR.
Podemos vivir pendientes del Eterno y por tanto actuar como constructores de shalom, por medio de acciones concretas de bondad y justicia.
O podemos apartarnos e ir a parar al desierto que genera el EGO, sedientos y sin poder llevarnos a los labios el refrescante sorbo de agua sagrada.

Ten siempre presente lo que te revelaré ahora, es agua sagrada de manantiales de Kabbalah antiguos y preciosos.
La felicidad resulta de actuar en todo momento conforme a las circunstancias de una forma positiva, tomando decisiones basados en la voluntad (sintonizada con la Divina Voluntad) y no desde el EGO.
El EGO limita tu libertad, al coartar tu poder, al llenarte de miedos, al negarte al amor, al ilusionarte en lugar de centrarte en la realidad.
Entonces, cuando te conduzcas como constructor de shalom, no lo hagas con el propósito de tener el EGO a raya, sino para construir shalom.
Porque si te centras en someter al EGO, entonces seguirás siendo esclavo de él.
Cuanto más te empeñas en ser “anti”, más pegado estás a eso.
Imposible ser así feliz, porque estarás enfrascado en guerras, en tratar de vencer y no de SER. Serás un miliciano, un guerrero, un combatiente, pero dudosamente alguien pleno (feliz).

Mejor sé pleno.
La plenitud, que es el goce de lo permitido, de hacer lo justo y bueno de acuerdo a lo que nos corresponde, de aceptar nuestras limitaciones y valorar nuestras potencialidades, consentir nuestras responsabilidades y controlar solo aquello que realmente podemos controlar.
Ten al Eterno ante ti todo el tiempo, que sea quien te sacia. Pero no por medio de magia o milagros, ni de rituales o fantasías, sino al reconocer que estás llevando una vida de constructor de Shalom, tal como Él quiere que sea.

No seas anti-nada, sé constructor de Shalom.

Como en FULVIDA y en SERJUDIO.com que no somos anti cristianos, ni anti musulmanes, ni anti ateos, ni anti sectas, ni anti eso o aquello. Tampoco anti EGO.
Pretendemos comprender cabalmente, discernir lo que es bueno para nosotros de lo que no lo es, y en consecuencia construir shalom.

Si te pidiera un resumen de este artículo, ¿qué pondrías (en no más de quince palabras)?
Gracias por compartir tu valioso tiempo conmigo.

 

¿Así que tu hija no te hace caso?

El EGO se dispara ante el sentimiento de impotencia, sea real o imaginario.
Recurre entonces a sus herramientas: llanto, grito, golpes y/o desconexión de la realidad, cada uno con sus derivados.
Con sus maquinaciones y manipulaciones, con su violencia más o menos física y explícita, el EGO trata de atraer la atención para que alguien/algo solucione la sensación de impotencia.
De no conseguirlo, procede a desconectar a la persona de la realidad (aunque muchas veces esta desconexión ya está combinada con alguna de las otras reacciones del EGO).
Nos damos cuenta de que trata de controlar aquello que cree (o así es realmente) que no tiene poder para controlar.
Pongamos un ejemplo, uno entre millares posibles, que usaremos para clarificar la comprensión: la niña  no come, la mamá le dice que coma. La niña no come, la mamá con tono duro le ordena que coma. La niña no come, la mamá amenazando con castigos le exige que coma. La niña no come, la mamá acalorada y a grito pelado exige que coma. La niña no come, la mamá golpeando o lanzando mesa, utensilios, lo que sea que tenga a mano vocifera algo que debemos entender que es que la niña coma. La niña sigue sin comer, aunque tal vez llorisquea un poco o hace gestitos de dolor, entonces la madre abofetea a la niña y le inserta la cuchara en la boca y le mueve a manotazo limpio la mandíbula para que coma. La niña llora, se retuerce, mastica forzada, pero no traga, entonces la madre insultando se va del comedor y reclama al mundo por haber tenido una hija tan mala, tan $%%&$%&”@#@€~~€ y justifica todo lo que hizo y dice porque es por el bien de la niña, que si no se le muere desnutrida.

Es un caso real, uno entre millares posibles y con los que a diario nos enfrentamos, actuamos o padecemos.
Allí está el EGO, a las claras. El de la madre, por supuesto. Y el de la  hija también.
Es una lucha de poderes, o podercitos, para ver quien controla, y a la postre nadie controla o más bien todo es un descontrol.

El ejercicio del EGO no suele resolver positivamente nada, con ciertas excepciones que te mencionará unas líneas más abajo. Por el contrario, genera una reacción de fantasías de poderío, hasta alcanzar la ilusión de súper poderes; o por el contrario, hunde más aun a la persona en su estado o sensación de debilidad, ineptitud, ineficacia, inoperancia, fallas, fracasos.
¿Te parece que la madre del ejemplo tiene alguna autoridad, poder, o control sobre su hija? Por supuesto que tiene cierta fuerza, la que le da su complexión física y su posición social con respecto a la niña. ¿Pero tiene algún poder real, trascendente, válido? ¿Ganó la madre, la hija o todos perdieron?
El EGO por un rato puede obtener sucesos, pero a poco que se confronte con la realidad, decae todo su falso poder.

Sin embargo es bueno recordar que el EGO es necesario para toda persona, puesto que es el actor indicado en situaciones de extrema indefensión, cuando realmente la persona no tiene otros mecanismos para obtener auxilio.
Un ejemplo entre varios posibles: la marea te atrapó y te arrastra con fuerza e inexorablemente mar adentro. Ya no tienes energía ni capacidad para resistir más, sientes como decaes, como la orilla se aleja de ti rápidamente. Aunque en algún lugar de tu cerebro recuerdas que no es bueno en estos casos patalear desesperado, en este instante no piensas fríamente, te dejas llevar y alzas las manos, las mueves con locura, gritas con lo que te queda de aliento, pataleas como si en ello te fuera la vida (y es cierto). Tus movimientos y alaridos alertaron al guardavidas, quien con aplomo profesional se lanza al agua y en tu última bocanada de aire te rescata y lleva hasta la orilla.

Sí, allí actuó tu EGO tal y como debe ser, para lo que ha sido creado y por lo cual no podemos desprendernos de él.
Gracias a Dios nacemos con él, nos acompaña toda la vida y es el último en abandonarnos a la muerte.

La sabiduría no está en despreciarlo.
Tampoco en odiarlo.
Ni mucho menos en negar su presencia y existencia.
Allí está y tiene algo que aportar para que vivamos bien.

La sabiduría está en apreciar su labor y dejarlo fluir cuando no corresponde.
Admitirlo, aceptarlo, apreciarlo, pues es parte de nuestro ser en este mundo, una herramienta necesaria y provechosa, cuando no rompe los límites y ocupa roles que le quedan grandes.
No, no hay que proponerse luchar contra Él, tampoco querer controlarlo.
Lo mejor es saber que está ahí,
saber que nos hace mover como títeres (sin que esto implique que dejamos de ser responsables por nuestra conducta),
admitir que toma el control muchas veces,
pero no dejarle hacer lo que suele hacer.
Esfumar su poder, diluir su acción, que sea la voluntad guiada por el espíritu e intelecto la que controle aquello que realmente podemos controlar.

Me siento con ganas de estallar, de gritar, de insultar, de despreciar, de humillar, de golpear, de manipular, de ejercer algún tipo de violencia innecesaria y destructiva en sí misma… es lo que estoy sintiendo, ¿cómo voy a negarlo? ¡Allí está! Si lo niego, entonces me hundo en el oscuro sentimiento al que se le suma la energía que malgasto en reprimirlo o negarlo.
Si le doy rienda suelta, seguramente dañaré a otra persona, o a mí, o a algún objeto.
Entonces, admito lo que siento, también acepto que algo me ha hecho sentir impotente por lo cual se disparó automáticamente el EGO. Allí está, ¿para qué negarlo?
Respiro, me concentro en la respiración, contengo la palabra hiriente, bajo el tono de voz, no me permito actuar bajo el dominio circunstancial del EGO. Respiro y me enfoco en aspirar y expirar. Sigo con ojos internos el camino del aire por mi ser. Veo que el aire me recorre en cada célula, y por donde va atrapa “moléculas negativas” producidas por el EGO (es una metáfora), para expulsarlas con la exhalación. Veo mi interior que se limpia de la toxicidad del EGO. Mientras pasan esos segundos “mágicos” de concentración, el cerebro se activa en otras zonas, de mayor predominancia intelectual y menos instintiva. El EGO ya no podrá controlar mi conducta, ahora será otra faceta de mi persona la que se encargará de tratar con la situación que me hizo sentir impotente.
Como mi respuesta es menos violenta, menos rudimentaria, más elaborada, probablemente el otro no se sienta agredido y entonces la espiral ascendente de agresiones mutuas se vaya apagando.
O puede que el otro reaccione desde el EGO y quiera hacerme entrar en el jueguito turbio de EGOs en disputa. Lo admito, lo reconozco, lo acepto, no lo juzgo, simplemente lo dejo correr, que fluya… si respondo desde el EGO no soluciono nada, aunque quizás “venza” porque me quede con la última palabra o dé el puñetazo más fuerte.
Claro, si el otro trata de agredirme físicamente, no daré ninguna mejilla a su mala acción. Me defenderé con mis mejores armas, pero siempre procurando que no sea el EGO quien domine la situación.
Si el peligro es real, debo protegerme, es un mandato divino y moral.

Sé amable contigo así como con el prójimo.
No te exijas demasiado, no te propongas ser absolutamente ecuánime, paciente, falto de EGO. Eres persona y tienes derecho a llorar, a enojarte, a sentirte impotente, a equivocarte, a dejarte llevar, a tener emociones negativas. Tienes derecho a ello, pero NO a quebrar ninguna ley o mandamiento.
No permitas que el EGO se disfrace de santidad, de no-violencia, de pacifismo, de religiosidad extremista, de imposiciones carentes de razón. Porque el EGO te hará creer que tienes que sonreír siempre, pensar positivo siempre, no sentirte desanimado nunca, no errar jamás, juzgar duramente por los yerros, etc. Sí, el EGO se pone las ropas de un Superyó freudiano, con sus reglas imposibles, sus obtusas justificaciones, su fe ciega. Mucho cuidado de esto que puede ser mucho más peligroso que el EGO en su cara habitual.

Lo mejor es aléjate del mal y haz el bien.
Disfruta de lo permitido en tanto te apartas de lo prohibido.
No quieras controlar aquello que no puedes controlar.
No pretendas ser el mejor, el más destacado, el más perfecto, el intachable, el que nunca cae, mejor simplemente sé bueno y justo.
Aprende a pedir ayuda, incluso antes de que estés al límite de tus capacidades.
Construye shalom en cada momento, a través de actos de bondad y justicia.
Sintoniza tu Yo Vivido con tu Yo Esencial, sin imposiciones nefastas, sin venganzas, sin negaciones, sin apariencias.

¿Tienes algo para compartir ahora que leíste y comprendiste este texto que quise compartir contigo?
Por ejemplo, ¿te has visto en situaciones parecidas a la del ejemplo de la madre o del bañista?
¿Cómo crees que sería mejor que la madre actuara ante el no comer de su hija?
¿Padeces mucho a causa de tu EGO?
¿Eres demasiado exigente contigo?
¿O tal vez muy indulgente?
¿Y con los demás?
¿Ya te aburre que enseñemos acerca del EGO o sientes que cada vez aprendes algo que es útil, práctico y de bendición?

¡Que pases una jornada excelente!

El Sentimiento de Impotencia

                           «…Entonces, es necesario trabajar sobre el enojo, pero especialmente sobre su sentimiento de impotencia, y por ende evaporar el yugo que el EGO está manteniendo en su vida…»  (El subrayado es propio).

Resp. 4524 – Estoy enojado…

Me pareció un párrafo recordatorio, al menos para mí, que se me olvida tanto. Se puede enmascarar las intenciones ególatras con cualquier justificante; se puede justificar cualquier acción u omisión con cualquier excusa, sea válida o irracional.

Pero lo cierto es que Antes de una acción u omisión egoísta como respuesta ante otra, existe la sensación de impotencia; caldo de cultivo del EGO, que justifica cualquier conducta.

Lo que hay que vigilar, entonces, no es al EGO (que va a justificar siempre a nuestro favor), sino la sensación de impotencia. Dando fluidez a esa sensación cuando se presenta, el Activo Natural se mantendrá exclusivamente para su función: salvar la vida, no tomar el control de ella.

El delfín que termina con T

Hay un acertijo muy simpático: “Delfín empieza con D y termina con T”.
Vamos, encuentra el sentido.
Adelante, está listo para que tú des una pronta respuesta, no puedes tardar más que pocos segundos.
Está ante ti el acertijo pero también su solución.
Es un desafío a tu inteligencia, ¿o tal vez no? Quizás sea solo una desafío a tu conciencia, o a tu percepción.
Vamos, ¿qué es lo que está oculto pero a la vista?
”Delfín empieza con D y termina con T”.
¿Lo entendiste?

La gente se queda pensando en asociaciones extrañas, en que es un planteo erróneo, en que no hay sentido en las palabras.
Es obvio que delfín empieza con D tal como es obvio que termina con N. D E L F I N. No hay ciencia. ¿Cuál es el truco, si es que lo hay?

Se les repite más lentamente, se acentúa con claridad y muchos siguen con la mirada perdida buscando alguna milagrosa respuesta a este laberinto.
Sus mentes buscan veloces dar orden y significado a lo que sienten como caótico, o directamente falso y engañador.
Pero en verdad, no hay falsedad, está todo a la vista… simplemente hay que aprender a ver, a pensar diferente, a salir de la celdita mental.

Tú ya pudiste, ¿no es cierto?

Pero se sigue viendo al “delfín que empieza con d y termina con t”… ¿¡cómo que termina con t si termina con n!? ¿Dónde está la trampa? ¿Es una locura? ¿Hay algo que me estoy perdiendo? ¿Qué información me están ocultando? Es un chiste, ¿no? En verdad no hay nada que descubrir, es pura trampa, ¿no? O está mal planteado, ¿no? Falta algo, no cierra.
Algunos se quedan en silencio, intentan combinaciones, inventan justificaciones, tratan de no quedar en evidencia en su torpeza mental.

Hasta que se dice solamente “termina con T”, o algo parecido que ilumine el entendimiento.
Sí, delfín empieza con D, pero no es que esa palabra termina con T, sino que se afirma que la palabra “termina” comienza con T.
La gente piensa que se está afirmando que la palabra delfín termina con T, cuando lo que se afirma es que hay una palabra que empieza con D y otra que empieza con T.
Pero no se conecta, no se comprende, se pasa por alto, se ignora.

¿Por qué cuesta entender tanto esta adivinanza cuando todo está a la vista y en verdad no hay nada escondido ni misterioso?
Porque es así, todo está dicho y con claridad definida.
Ninguna trampa, nada dejado al azar, cero confusión.
Es la mente del receptor la que provoca el engaño.

Será porque nos aferramos a la primer idea, a esa creencia que nos hace suponer que tenemos cierto dominio sobre la realidad, que poseemos conocimiento.
Pretendemos controlar aquello que no controlamos, con la ilusión de no ser impotentes. Pero es nuestra falsa fuerza, la prepotencia, la que nos deja desamparados, impotentes.
Si pensáramos realmente, con lucidez, espíritu crítico, sin dejarnos embelesar por apariencias, sin aferrarnos a cadenas, sin miedo a salir de la celdita mental, descubriríamos quizás que todo el tiempo estamos viviendo en el paraíso, solo que no nos damos cuenta y lo llamamos infierno.

Nos pegamos a la idea de que somos el Yo Vivido y dejamos de lado al Yo Esencial, no lo atendemos y desaparece de nuestra conciencia. Al ocurrir esto, estamos dormidos, narcotizados, a merced del EGO que juega con nuestra impotencia.
Recuerda que una de las patas de la impotencia es la ignorancia, también la incapacidad mental para organizar las percepciones e ideas .
Entonces sentimos y afirmamos que aquello que no conocemos suele ser “peligroso”. Algo como “mejor malo conocido que bueno por conocer”. “Lo que funciona no se cambia”. Y cosas por el estilo, que niegan la posibilidad del cambio favorable, de la mudanza a una realidad con mayor conciencia y disfrute.
Creemos que se nos está afirmando que delfín termina con T, cuando en verdad lo que se dijo es que termina empieza con T. Pero somos sordos, ciegos pero parlanchines, y hablamos desde el miedo, desde la manipulación, desde la angustia, desde la soberbia, desde el error… desde el EGO.

Somos Yo Esencial, espíritu, unidad, conexión, serenidad, felicidad, abrazo con el Eterno.
En palabras del salmista:

"Porque Señor Elokim, eres mi esperanza, mi seguridad desde mi juventud.
Por ti he sido sustentado desde el vientre; tú eres quien me sacó del seno de mi madre. Siempre será tuya mi alabanza."
(Tehilim / Salmos 71:5-6)

Pero al nacer, comienza el reino del EGO, el disfrazarse con los parches del Yo Vivido, el temer, el sentir culpa, la ansiedad por lo que vendrá, la falta de confianza, la esperanza vacía, la religión, la fidelidad ciega y necia a dioses y pastores, las creencias, la esclavitud:

"Mis enemigos han hablado contra mí, y los que acechan mi vida consultan unidos diciendo:
‘Elokim lo ha abandonado. Perseguidlo y capturadlo, porque no hay quien lo libre.’"
(Tehilim / Salmos 71:10-11)

Está el Yo Esencial opacado por las creencias, por las imposturas, por las etiquetas, por lo que nos mandan y acatamos.
Se nos hace creer que somos un nombre, una parte de una familia y nación, pertenecientes a una religión y otras asociaciones, que nuestro trabajo o profesión es lo que somos, que nuestras enfermedades y pecados es lo que somos.
Se nos llena de contenidos que vamos admitiendo como identidad.
Cuando lo cierto e incambiable es que seguimos siendo ese espíritu, que no muta, que no se empaña, que no se extingue, pero que está amurallado detrás de las paredes del Yo Vivido, como si hubiera sido abandonado y solamente quedara a la vista y existente la cáscara que es el Yo Vivido.

Sí, también somos el Yo Vivido, pero no es lo único ni lo constante. Más bien es algo pasajero, como una prenda de vestir que se usa y se puede cambiar.
El problema está en que no nos damos cuenta de esto y asumimos que la careta es la cara, la etiqueta es la esencia, lo pasajero es lo trascendente.
Este menudo error nos convierte en exiliados, gente que vive fuera de su hogar. Ese hogar que llevamos dentro, que somos, al cual estamos siempre conectados, pero que nos es lejano, ignoto, desconocido. Vivimos en el exilio cuando podríamos disfrutar aquí y ahora del hogar.

Para que aflore nuestra identidad esencial es necesario desprendernos de la forma, de lo que creemos, de lo que tenemos como cierto.
Unificarnos, dejar de luchar, fluir, no apegarnos a lo externo pero tampoco a lo que consideramos interno.
Despertar y asumir la existencia en su plenitud.

¿Cómo?