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Lej Lejá 5773–Viaje al centro de la tierra

Ingresamos a la tercera parashá de la Torá, Lej Lejá, en la cual encontramos la narración de los inicios de la gran familia judía, su relación eterna con la tierra de Israel, así como la misión que le asignó el Eterno en la orquesta de las naciones del mundo.
De a poco el relato de la Torá se va centrando en la familia judía, en su origen y destino, en sus historias familiares y populares, mientras tangencialmente refiere a su relación con individuos o grupos de los otros pueblos.
Es razonable que vaya reduciendo su amplitud de mirada, para irse enfocando en este pequeño número de personas que componen la familia judía (actualmente el 0,2% de la población humana mundial ), puesto que la Torá es el libro judío por antonomasia, que trata de cuestiones relativas a la idiosincrasia judía, a su estilo original de vida, a sus vínculos familiares, a su corazón, a su relación y compromiso con el Eterno.
Tal como en la Torá queda certificado: "Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel." (Devarim / Deuteronomio 4:44) y "Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob]." (Devarim / Deuteronomio 33:4).
Por supuesto que, aunque es propiedad perpetua del pueblo judío, igualmente tiene mucho para compartir con todo el que esté dispuesto a recibir de su mensaje eterno de vida, ya que contiene una gran riqueza para el mejoramiento del individuo y la sociedad sin distinción. Pero, esta posibilidad de ser aprovechada no implica que sea un libro de todos y que sus 613 preceptos aplican a todos. Claramente sus 613 mandamientos son para la nación judía, tal como todo el contenido del libro lo es. Vemos que la propia Torá lo deja en claro: "Éstos son los mandamientos que el Eterno ordenó a Moshé [Moisés] para los Hijos de Israel, en el monte Sinaí." (Vaikrá / Levítico 27:34) y luego "Éstos son los mandamientos y decretos que el Eterno mandó a los Hijos de Israel por medio de Moshé [Moisés] en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó." (Bemidbar / Números 36:13).

Sin embargo, esta propiedad judaica de la Torá no va en desmedro del carácter universal de su esencia, pues el corazón de su mensaje perpetuo y sagrado es que la persona actúe siempre con bien y justicia, lo que es una obligación divina que ha sido impuesta para todo ser humano y que anida en el espíritu de cada persona.
Debemos apreciar que no resulta sencillo comprender la naturaleza y finalidad de la Torá, porque, por ejemplo, si bien incluye historias, no es un libro de historia y nunca pretendió serlo.
Si bien contiene principios éticos y espirituales universales, que hacen a la esencia natural de todo ser humano, no es el libro de la humanidad, sino humildemente de la nación judía.
Si bien comienza con temas universales y aporta elementos para toda la humanidad, confirmando al Eterno como el Creador de todo y Padre de todos (crean o no, sean judíos o no), y da orientaciones para llevar una vida de plenitud (los Mandamientos Universales, por ejemplo), su intención es concentrarse en el pueblo judío y su relación particular con Él.
Por sus múltiples facetas, se la ha designado como el manual para la vida judía por excelencia. Es la instrucción, la guía para orientarnos por los caminos de una vida justa, buena, leal y trascendente. Se espera que la persona judía al seguir sus pautas desarrolle una vida armoniosa, beneficiosa, bendita y de bendición.
Es de esta forma que el pueblo judío se constituye en una luz para las naciones, en un faro para sus hermanos. No es por enseñar Torá a aquellos que no son sus receptores y propietarios. No es por pretender que el judaísmo es aplicable para todos, pues no lo es.
Sino que el judío es una luz para alumbrar a los demás cuando lleva una vida en sintonía con el mensaje de la Torá,  es con la conducta cotidiana, con lo que uno hace y deja de hacer, que el judío comparte con todos de la luz sagrada de la Torá.
Así el mensaje particular para los judíos se universaliza y alcanza a toda la humanidad. Lo que es la esencia de la Torá se expande entre las naciones y alcanza a todos los corazones y los motiva a la acción positiva, constructiva, digna, noble, plena, de belleza y lealtad.

Entiéndase bien, no es la Torá lo que se debe enseñar a las naciones, ni andar rebuscando en textos judíos para hacer alarde ante el público gentil; sino que la conducta del judío debe procurar estar en sintonía con la esencia de la Torá, es decir, conducirse con bondad, con justicia y lealtad.
Al hacer así, las personas apreciaran lo valioso que tienen en sí mismos, aquello que conecta con la armonía sagrada de la Torá.
Porque de conexión se trata todo.
Conectarse con uno mismo, con su Yo Auténtico, conectarse con su Yo Vivido, conectarse con el prójimo, conectarse, con el universo, conectarse con Dios.
De eso se trata.
Todo lo demás puede servir como soporte para esa tarea, o puede ser un obstáculo para concretarlo.
Aquello que lo favorece, es lo que se debe de incorporar a la vida, reforzarlo, mantenerlo, mejorarlo. Pero lo que perturba la realización de este ideal, lo que desconecta, eso es lo que se debe procurar soltar, dejar ir, permitir que fluya y no se empantane en nuestro ser.

Con esto en mente, estamos en condiciones de descifrar con mayor claridad el siguiente mensaje y promesa que el Eterno dice en la parashá a nuestro patriarca (de los judíos) Abraham, pero nos lo repite a cada uno de nosotros (sus descendientes):

"Vete hacia ti, de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."
(Bereshit / Génesis 12:1-3)

Debes partir hacia ti mismo, dejar de creer que eres lo que no eres. Es tiempo de que emprendas el camino que te lleva a conocerte.
Hasta ahora viviste de imágenes, con disfraces, detrás de máscaras.
Te sentías o creías identificado por tu lazo con tu país, por la cultura de tu patria, por lo que heredaste y aprendiste de tu familia.
Hasta ahora seguías el mandato social y familiar, por el cual actuabas un papel, como si de una obra de teatro se tratara.
Eras un actor que encarnaba un personaje sin quitárselo de encima jamás. El personaje ficticio, el que habían guionado otros, el que no era auténtico , se había comido a la persona, la había ocultado.
Allí dentro estaba Abraham, el verdadero, el puro, el bello, pero impedido de manifestarse en su poder a causa del personaje que lo revestía.
Es hora de que salgas de lo que conoces, que dejes la zona de confort y te aventures hacia una tierra desconocida, pero que es prometida como insuperable. Es tiempo de que madures, dejes de lado lo que creías conocer de ti mismo y de los demás, para que aprendas con ingenuidad y sabiduría acerca de todo y todos. Es el momento indicado para marchar hacia lo desconocido, que eres tú mismo.
Tal es el requerimiento que podemos oír en la orden dada por Dios a Abraham.
No era solo un decreto para dejar un espacio físico, en Ur de los Caldeos, para asentarse en la tierra de Canaán; sino que requería un compromiso total, como un nuevo nacimiento, la adquisición de una nueva identidad, más plena y auténtica.
No era fácil para Abraham asumir esa tarea. Ya contaba 75 años de edad, muchas cosas había padecido para llegar a la estabilidad que gozaba en la actualidad. No parecía el momento para volver a comenzar, para renacer a una nueva realidad, más plena. Pero él fue valiente, él tomó el compromiso y lo llevó a cabo. Él se atrevió a creer en que podía ser mejor, que tenía la aptitud para desprenderse de todo aquello que le pesaba en su vieja mochila de cosas oscuras del pesado. Y lo hizo. No fue fácil, ni un día fue de completa tranquilidad, pero bien valió el hecho.
Pasados casi cuatro mil años, su estirpe aún existe y mantiene su memoria y legado. Abraham sigue conectado a la línea de la vida, de forma ininterrumpida.
Y nació de él una gran nación. Quizás no grande en número, pero sí en alcance y logros.
Y ciertamente que fue un ejemplo de dignidad y entereza, pudo conocerse a sí mismo, se conectó con lo que era posible conectarse, lo que equivalió a ser bendito.
Esa misma tarea podemos desarrollar nosotros y sentir en nuestra vida que “Los que te bendigan, serán benditos”; eso es lo que promete Dios a cada judío, desde Abraham en adelante.
Al mismo tiempo, todas las naciones de la tierra pueden ser benditas gracias al judío, por medio de estas enseñanzas, que no se predican con palabras, sino con los actos cotidianos llenos de bondad y justicia.
Esta conexión con nuestra esencia, con el prójimo, con la creación es una gran oportunidad que tenemos a diario y que no debemos desconocer. Pues al establecer la conexión, estamos siendo benditos y de bendición. Estamos marcando nuestro paso, dejando una huella, cumpliendo nuestro destino. Estamos aportando a los demás para que cada uno alcance la plenitud, el shalom, que es la máxima bendición.

¿Tú sientes que eres bendito y de bendición?
¿Cómo identificas si eres bendito?
¿Por qué Dios no nos hace las cosas más fácil y nos hace nacer ya firmes en una identidad, asentados en la “tierra prometida”, sin necesidad del esfuerzo por auto-conocernos, apreciarnos y amarnos?

Creo que son preguntas oportunas para seguir profundizando en este importante aspecto.

Antes de despedirnos, un pequeño relato.

El niño no entendía bien a los adultos, ¿por qué siempre serios y a veces enojados?
Decidió que era porque no sonreían, así que decidió enseñarles a hacerlo.
Iba por la calle, sonreía y sonreía, pero no encontraba mucha respuesta de parte de los mayores. Cada día salía a su misión de enseñar a sonreír al mundo, a cambiar el gris por los vívidos colores del buen humor. Pero la gente pasaba taciturna, seria, encerrada en sus cosas.
De a poco él se fue cansando, su sonrisa se fue borrando, estaba creciendo… ¿será por eso?
Un buen día, el niño ya era padre y su hijo le disparó una pregunta inesperada, olvidada en las nubes del tiempo: ¿por qué los adultos nunca sonrían, siempre van serios?
El padre no supo qué contestar, se quedó en silencio por un minuto o dos. Luego intentó una respuesta, pero se la guardó. Trató de sonreír, pero no recordaba como hacerlo. Entonces murmuró algo así como: – No lo sé hijito, no lo sé.
El niño decidió que le enseñaría a su padre a hacerlo. Cada día se ponía a su lado y sonreía y sonreía. Al tiempo la mirada del padre se llenó de un “algo”, era diferente, era como una mirada más viva. Pasados unos días la boca intentó unas muecas, algo parecido a una sonrisita. El lento éxito no amargó al niño, por el contrario le impulsó a doblar sus sonrisas. Y cada día que pasaba su padre progresaba más y más, y maduraba por fin realmente.

iEGO

Hace algunas semanas era presentado el nuevo gadget de la gigantesca empresa tecnológica de la manzana, de la pretenciosa línea a la que el mercado denomina ‘teléfono inteligente’. Es increíble como un aparato electrónico pueda causar tanto revuelto para que masas enteras lleguen a enloquecer por tal dispositivo y esperarlo con ansias, a tal grado que las personas están dispuestas a esperar afuera de las tienditas desde un día antes para ser los primeros en tenerlo.

Aclaro que no estoy en contra del móvil, ni de los que lo quieran obtener, y mucho menos en el desarrollo de la tecnología, que a mis ojos debe servir a las sociedades como una simple y mera herramienta de progreso en todas las áreas de la vida. Sin alienarnos, sin obsesionarnos, ya que pudiera ser contraproducente o en su caso llegaría a ser una maldición para nosotros. Desconozco que diga la Tradición acerca de la tecnología, sería muy interesante saber que piensan los sabios sobre ella, como para tener un marco de referencia y no dejarnos llevar tan fácilmente por las enormes olas de la era tecnológica.

En torno a todo esto, hay ego. El EGO cohabita en cada uno de nosotros, sin excepción.  Y casualmente, una de sus funciones es hacer que deseemos lo que no necesitamos (posiblemente sea el mayor socio estratégico del Mundo Corporativo que vivos hoy), y por tal motivo somos vilmente engañados por él, y por supuesto que también por las grandes campañas de publicidad y  marketing que preparan las compañías. Estamos viviendo en una época en la cual hay una sobrecarga de información para los humanos, hay Datos por doquier, y el único remedio por el momento a la mano, es ser conscientes de la información y las cosas que consumimos.

Nada en exceso es malo, a excepción de las industrias de las drogas y la religión que debieran ser consideradas veneno para la humanidad. Aunque están ahí, bien plantadas en la legalidad porque el hombre pareciera que quiere huir, escapar del ensimismamiento al que está sometido.

Estamos enchufados a unos audífonos, nos cubrimos en una burbuja y así suprimir la realidad ‘local’, a los demás, a nosotros mismos, con el fin de estacionar la mente dejando que la vida fluya y se desperdicie en lo que verdaderamente es nada. Porque hay EGO, y porque infantilmente creemos que el exterior nos herirá.

Somos parte de una gran estructura cósmica, cada uno de nosotros somos únicos, pero configurados de forma diferente, somos parte de un todo, y por tal razón, dependemos de cómo se comporte nuestro cuerpo, el universo, el ecosistema, las relaciones humanas. Será inhumano desenchufarnos de todo lo que nos rodea.

La característica más humana que poseemos, es el habla. Hablemos, aprendamos a comunicarnos. No importa si es de forma virtual o local. Aprendamos a silenciar si hay EGO en nuestra forma de decir las cosas. No importa si es desde un iPhone o desde nuestros labios.

Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

La “cosa”

La persona ignorante e insegura por lo general busca aferrarse a cosas que le brinden seguridad. Creencias, doctrinas, ideas, lemas, partidos, sectas, rituales, prácticas, objetos, personas, lo que fuera que esté a mano y pueda ser usado como tosco madero flotante en medio de un naufragio. Una precaria tabla salvadora. Un improvisado salvavidas. Una cadena que retenga y asegure ante los embates de la tormenta.
Por sentirlo como su “decisión”, por adoptarlo como su brújula, por considerarlo como su única opción, por tenerlo como aquello que le permite seguir con una vida y dotarla de sentido, aprisiona con mucha fuerza su “cosa”, se niega a razonar, argumenta para seguir atrapado, idealiza, proclama la santidad de su “cosa” y no admite contradicciones. Levanta muros para no ver, para no sentir, para no admitir. Niega la realidad, hace complicados malabarismos para sostener la fantasía, es que muy dentro realmente siente que si la “cosa” el mundo se le acaba, nada tiene sentido, la vida se le termina, caería en un pozo de inseguridad e impotencia.
Sí, en verdad no puede retroceder ni un paso, aflojar un poco, soltarse apenitas, nada de eso puede hacer, porque siente que su mundo se quiebra, su realidad se raja, todo se desequilibra. Urgente corre a abrazarse a su “cosa”, aunque la mirada objetiva confirme que le dañe, que es un vicio, que está fracasando, que no tiene sentido, que es una vida hueca, que es una existencia oscura, nada de eso tiene valor porque solamente su “cosa”, su objeto asegurador, es lo que le fortalece (fantasiosamente). La “cosa” es sagrada, lo más santo, lo que debe ser defendido sin miramientos. Los que cuestionan son herejes, desleales, traidores, desertores, enemigos, aquellos que hay que destruir. Porque son los que denuncian la fragilidad del que adora a la “cosa”. Señalan la inseguridad, muestran la impotencia. Con su presencia y oposición, activa o pasiva, ponen en riesgo la falsa tranquilidad, la disfrazada salud del que está encadenado a la “cosa”.
Entre los adoradores de la «cosa» entonces les sucede que a la mayor inseguridad la suele acompañar el mayor fanatismo, necedad y violencia.

Los hijos y seguidores de estas personas pueden tomar la “cosa” también como central, como verdad, como algo bueno para aferrarse. Tal vez los continuadores no sean tan inseguros ni ignorantes, pero nacieron y se criaron en un entorno en el cual la “cosa” era un pilar, una herencia cultural que mantener con vigencia. Quizás los descendientes más esclarecidos puedan reconocer la endeble validez de la “cosa”, pero ya están insertos en un programa, dentro de un sistema, mandatados por sus antecesores, por lo cual con dudas y timidez no rechazan la “cosa”, sino que la mantienen en vigencia. La adoptan y la transmiten a sus continuadores. Sí gente brillante y bastante segura, también siguen encerrados en la celdita mental determinada por la “cosa” consagrada. Porque ellos también tiene su debilidad, sus puntos ciegos, su ignorancia. Quizás en otros aspectos, diferentes a los de los creadores del mito de la “cosa”, pero se apoyan en esa “cosa” o en otra igualmente falsa e igualmente esclavizadora.
Tu familia hace tal o cual cosa, ¿por qué habrías de hacer, sentir, pensar, creer algo diferente?
¿Por qué no?

Las costumbres se inventan por alguna causa insospechada y luego se inventan las interpretaciones, significados que le den algún sentido. Probablemente los motivos verdaderos no son ni siquiera rozados, escondidos detrás de mitos, leyendas, historias fantásticas, absurdos que se presentan como verdad sagrada.
La costumbres se reciben, se viven, no se cuestionan, se continúan, se transmiten. Si se las deja de lado se siente como si todo se viniera encima, si se estuviera en una fisura llena de mal, en lugar de aceptar las costumbres que tienen sentido, que promueven los valores de vida, que llevan a la construcción de Shalom. Dejar a los faraones en Egipto, no llevarlos con nosotros en nuestro viaje a la Tierra Prometida y mucho menos adorarlos como deidades estando ya alojados en la Tierra. Dejar a los faraones allí en donde han de estar. Tomar lo bueno, evaluarlo, compartirlo y dejar lo negativo.
Pero, la gente insegura e ignorante se fortalece en la unión, formando grupos de presión, expandiendo por la fuera y la amenaza sus “cosas”, santificando lo que ellos adoran y acusando/destruyendo lo que puede quitar la máscara a su debilidad. En su impotencia manipulan, ejercen la violencia, presionan, mienten, estafan , engañan , gritan, predican, repiten lemas, pelean sucio, lastiman, en su impotencia masacran en vez de romper con su adoración a ídolos y servilismo a sus “cosas”.

Puede que te parezca que estoy hablando de cosas lejanas, o sin sentido; quizás me estoy refiriendo a antiguos primitivos, a gente burda. Pero esto nos pasa a nosotros, en mayor o menor medida.
No te diré qué haces tú, cuál es tu “cosa”, cuáles tus debilidades que escondes detrás del ídolo “cosa”, porque eres tú el que debe hacer el recorrido de la libertad personal, quien debe reconocer su impotencia, admitir su falta de control en esto y aquello, denunciar a su ídolo, despojarlo del poder que se le ha otorgado. Hay gente que puede hacerlo, otros que aún no. Es necesario trabajar en uno mismo, ir conociendo las propias debilidades, admitiendo los propios errores, dejar de pretender manipular, fluir sin querer controlar todo, cuestionar con respeto. Es un trabajo necesario y difícil. Pero es la libertad.
Ah, pero el miedo… mejor volver a la esclavitud, encerrarse en la celdita, adorar a la “cosa” y quemar a los herejes que levantan una vocecita de saludable crítica.
El enemigo está dentro, hay que conocerlo para dejar de abrazarlo. Mejor es abrazar la vida, construir shalom, aunque eso no parezca provechoso, ni algo sagrado, ni esté lleno de costumbres y rituales. No precisamos de la “cosa”.

Sobre el juzgar

El juicio, el juzgar, es una parte esencial de la personalidad humana.
Sin juicio estamos sometidos a las pasiones, a los preconceptos, a las emociones, a las creencias absurdas.
El juicio es indispensable, es una cualidad muy humana.
El juzgar no tiene nada de vicioso, pecaminoso, engañoso, malicioso, siempre y cuando sea hecho correctamente, con la finalidad de encontrar la verdad, para establecer la paz, para equilibrar lo que las acciones u omisiones han desequilibrado. La justicia, y por ende el juicio justo, es uno de los pilares del mundo.
Así nos enseñan los Sabios de la Verdad, por ejemplo cuando expresan: “En virtud de tres principios el mundo perdura; por la justicia, por la verdad y por la paz.“ (Pirkei Avot 1:18).
De hecho, es el propio Divino Autor quien manda a los hijos de Su nación: “Juzgarás a tu prójimo con justicia." (Vaikrá / Levítico 19:15; mitzvá 235 del sefer HaJinuj).
Cada uno tiene el derecho y el deber de llevar una vida ajustada a juicio, ¿cómo? Juzgando al prójimo con justicia. Cooperando para que la sociedad sea justa. Aportando lo que sea necesario para que la justicia reine.
No es rehuyendo el juicio, ni proclamando la falta de competencia para juzgar, o predicando que no se ha de juzgar al prójimo y a uno mismo.
Pero dentro de los parámetros correctos, sin traspasar los límites.

Una de las pautas para no caer en error del juicio injusto es: “trata de juzgar a toda persona meritoriamente” (Avot 1:6).
Luego, como uno no debe erigirse en único juez, mucho menos si es parte del asunto, es que se debe recurrir a las instituciones sociales que funcionan en el establecimiento de la justicia.
La facultad de juzgar en la sociedad recae sobre sus representantes escogidos para tal finalidad, los jueces. Éstos deben cumplir con varios requisitos que fueron estipulados en los códigos legales, para evitar corrupciones, injusticias, errores, etc. La base está en unos pocos versículos de la Torá: "Pondrás jueces y alguaciles para ti en todas las ciudades que el Eterno tu Elokim te da en tus tribus, para que juzguen al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y poseas la tierra que el Eterno tu Elokim te da." (Devarim / Deuteronomio 16:18-20).
Los jueces designados son representantes de la sociedad, dependen de ella para cumplir sus tareas. Por tanto, no hay justicia en una sociedad carente de personas justas.

Pero, el prejuicio, el pre-juicio, el juicio que no se basa en fundamentos, que no busca la verdad, que etiqueta y degrada, que oculta la razón y la luz, que se usa como arma de dominación, no debe confundirse con el juicio justo, con el juzgar con prudencia y sabiduría.
El prejuicio es la corrupción, el mal uso, el abuso del pilar de la justicia.

Muchas veces hemos oído a personas confundidas, por lo general adherentes a diversas idolatrías, que tiene como lema “no juzgar”, “no juzgues si no quieres ser juzgado”, o “solo Dios juzga”; sí, muchas veces usan ese recurso cuando no pueden sostener y responder a la mínima visión crítica de sus doctrinas corruptas, de sus acciones extraviadas que se disfrazan de santidad. Entonces se hacen pasar por santos, por divinos mensajeros, por personas que no juzgan, para acto seguido lanzar una sarta de prejuicios, agresiones verbales, falsedades, y provocaciones prejuiciosas.

Sabemos que todas las agresiones parten del mismo núcleo, del EGO que toma el control de la persona.
Entonces, cuando desviamos nuestra capacidad de juzgar para convertirlo en un arma de agresión, en un método impuro de dominación, en un mecanismo de extorsión, estamos actuando bajo el manto oscuro del EGO y no a través del manto luminoso del AMOR.

Suele ocurrir que los que prejuzgan se sienten juzgados, que son amenazados, presionados, tenidos bajo el ojo criticón y poco amable de un amo. También es probable que en su infancia hayan sido sometidos a juicios severos, a amargos castigos, a palabras injuriantes de parte de aquellos que debieran amarlos por encima de cualquier circunstancia.
Puede ser que hayas sido invisible para tus padres, o que solo te vieran para criticarte o mandarte. A veces, absolutamente invisible.
Como sea, no recibiste el AMOR que precisabas, mientras crecías crecía en ti el odio, el resentimiento, la violencia, la amargura, la necesidad de ser amado, la duda de no saber por qué no eras querido y cuidado, crecía en ti el EGO.

¿A quién lastimas cuando cargas con la mochila del rencor?
¿A quién dañas cuando sigues con el resentimiento?
¿A quién enfermas cuando te la pasas juzgando sin encontrar méritos favorables?
¿Con quién estás enojado cuando te enojas?

Esperar a que el otro sea perfecto para respetarlo, que sea como queremos para amarlo, que nos brinde lo que queremos para aprobarlo, es propio de la infantilidad del EGO. Es otra forma de rechazar la vida y abrazar la muerte. Es otra manera de ser infeliz, cargado con oscuridad, encerrado en tu celdita mental.

Recuerda que tú, al igual que el otro, en el interior llevas/eres una luz pura, una esencia divina, un espíritu intachable. El Yo Esencial de cada uno es bello, bueno, noble, amable, digno. El tuyo y el del prójimo. Solo que nos revestimos con disfraces, con antifaces, con caricaturas del Yo Vivido. Eso nos hace actuar con malicia, con pobreza moral, con resentimiento, con rencor, con falta de solidaridad, con EGO.
Si dejamos de lado el juicio inútil, la excusa para el odio y el alejamiento, entonces podremos llevar una mejor vida.
Perdonar, sin dejar de lado el recurso de la justicia institucional.
Pedir perdón, como parte de un proceso de auténtico arrepentimiento.
Dejar fluir lo que no es posible, ni dable, controlar.
Dar menos importancia al EGO para que reine el AMOR.

Suena muy ilusorio, muy romántico y poco práctico y practicable en el mundo.
Pero es posible, de a poco, paso a paso. Ir soltando el dolor, juzgar  menos y comprender más, perdonar más sin por ello obstaculizar el trabajo de la justicia, reclamar menos, criticar amargamente menos, apreciar más lo bueno (oculto o manifiesto).

Otro momento de inspiración

Es tan grandiosa y asombrosa tu Creación

Has puesto las luminarias para que nos calienten

 Los elementos para que nos conformen

 El tiempo para que nos enseñe

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El firmamento resplandece con luces

Pero ninguna de ellas es Tú

Aunque en nuestra tremenda ignorancia

 Tratamos de obviar lo que conocido es

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Tuya es tu Creación y todos la que la conformamos

La planta y el animal que crecen y nos alimentan

Los elementos que luego nos complementan

Y todo esto nos lo has dado simplemente por amor

Poder religioso

Se ha enseñado en más de una ocasión que una vida adquiere significado de acuerdo al esfuerzo que se realiza por alcanzar una meta valiosa.
No en alcanzar la meta, sino en el esfuerzo por andar o hacer el camino hasta ella.

Sucede que el día que llegas, pierdes el interés.
Se acaba el esfuerzo y ya no hay esa pujanza, esa ansia.
Como si nada ya tuviera sentido.
Como si la meta no fuera la que satisface, sino el caminar hacia ella.

Luego quedara el dulzón sabor del recuerdo, de lo hecho y ya no.
El beneficio de lo que actualmente se tiene.
Pero falta ese ingrediente especial, el esfuerzo.

Por supuesto que a  cada cima le puede suceder otra, más alta, más difícil, más comprometida. No es necesario caer en valles de oscuridad y olvido, sino mantenerse en la meseta un rato y luego seguir escalando hacia otras metas.
¿Cuál es el límite?
¿Dónde está la línea que establece lo sano de lo que no lo es?

El esfuerzo es necesario, el camino es maravilloso, pero también tomarse el tiempo para meditar, observar sin presión, evaluar, hacer modificaciones necesarias, tener el momento consagrado para dejar de creerse el centro del cosmos y que si uno se detiene todo se termina.
Oh sí, el esfuerzo dentro de un sistema saludable, tal es lo bueno.

En lo “religioso” se nota este fenómeno del esfuerzo también, llevado al extremo nocivo.
Antes de continuar, recordemos que la religión es el disfraz para ocultar lo espiritual. La religión es un invento de hombres, usado por hombres, para dominar a hombres.
Lo espiritual es totalmente otra cosa.
Religión es un concepto arbitrario y relativo; espiritual es eterno como Su Creador.
A veces, por ignorancia o costumbre del hablar, decimos que el judaísmo o el noajismo son religión, cuando ciertamente NO lo son. Pueden compartir algunos pequeños rasgos con religiones, a ojos inexpertos pueden ser religiones, pero judaísmo y noajismo son formas de vida que apelan a la espiritualidad, en tanto que la religión es cárcel que manipula para conquistar y dominar.
(Por supuesto hay mucha gente que vive el judaísmo y el noajismo como religiones, dejan de lado lo espiritual para concentrarse en lo ritual desprovisto de sentido espiritual, en las instituciones fabricadas para el dominio. Sí, esas personas son realmente “religiosas”, aunque profesen cosas surgidas o emparentadas con el judaísmo o el noajismo).

Una congregación religiosa florece cuando encuentra algo/alguien contra lo qué luchar.
Un enemigo externo o interno.
Un ser demoníaco u otra secta.
El “traidor” que hasta ayer era el “hermano”, pero luego tuvo la “desfachatez” de preguntar, cuestionar, indagar más allá de los libritos sagrados y autorizados, negarse a servir como títere y payaso de un pastor vividor.
La ciencia o el que trae un mensaje diferente, que puede alentar el despertar de la conciencia espiritual y quebrar el yugo de la religión sobre sus esclavos.
Tales o cuales actos que son considerados pecados y nefastos (por esa religión y no por el Creador), que deben ser desterrados, al igual que aquellos que los cometen.
Lo que queda por fuera de imposiciones cada vez duras y extrañas, porque cada día más y más pesadas cargas se añaden, junto a rituales nuevos que se presentan como sagrados y de antigua data. Lo que obliga a redoblar el esfuerzo, para cumplir esto nuevo, para no ser detectado como “pecador”, para estar alerta a las novedosas advocaciones al ritual. No sea cosa que si uno se deja estar un ratito se convierta en el enemigo de la congregación.
El que no se congrega tanto y con tanta pasión como el líder de la comunidad demanda.
El que está “frío”. El “infiel”. El de fuera.
No importa, lo que sea, todo vale en tanto se someta a la congregación al estrés, al esfuerzo, a la presión, a la obligación, a la necesidad de estar en lucha, en “guerra espiritual”, en constante movimiento para alcanzar la ilusoria meta que promete la religión como deseable.
Y esto ocurre en congregaciones judías de toda cepa (particularmente en las que se han dado en llamar ultra-ortodoxas), en incipientes comunidades noájicas (que siguen un modelo parroquial o de rasgos misioneros), y por supuesto en la variadísima gama de las religiones del mundo, y con especial énfasis en la de los cristianos que se hacen pasar por judíos (mesiánicos, netzaritas, ebionitas, efraimitas y todos los otros inventos que van haciendo a diario). Cada una con sus peculiaridades, con sus símbolos, con sus modos, pero en el fondo el mismo recurso del ejercicio del autoritarismo, del exceso, de la falta de apego a lo espiritual, de la exigencia, en una palabra… del EGO.

Esto podría parecer suficiente para declarar la insania de tales congregaciones y que de inmediato fueran abandonadas.
Sin embargo, resulta paradójico pero es lo que les dota de poder para manipular, conquistar y dominar. No es el poder real, aquel que se genera en la bondad y la justicia, no es el poder del altruismo, no es el poder de la espiritualidad. Sin embargo es el poder que permite obtener dividendos materiales, llenar catedrales, organizar mega eventos, hacerse oír por todos lados. La habilidad del EGO para hacer de la impotencia una forma enferma del poder. El poder del grito, de la violencia, de la manipulación emocional. De las demandas irracionales, de la presión social, del abuso, del crimen, de todo lo que vivimos lamentando pero en cierta forma somos cómplices.

Muchos se han quejado al conocer el noajismo de que es “poco”, o “muy simple”. Que les falta sentir aquello que sentían en sus iglesias, en sus religiones. Quieren imágenes que impongan temor, quieren sentir miedo, quieren sentir incertidumbre, se quieren sentir pecadores, quieren que desde el púlpito les maltraten, quieren que les esquilmen y les saquen el dinero, quieren alimentar a gordos pastores mientras ellos viven en la miseria y el hambre. Quieren más mandamientos, quieren parecer judíos con sus innumerables preceptos y reglas para cumplir. Quieren someterse a más y más sacrificios y esfuerzos. Quieren que les hagan sentir culpables, quieren que les manipulen abiertamente o en secreto pero al mismo tiempo quieren que les mientan con esperanzas de salvación, de amor incondicional, de dioses que son capaces de dar la vida por ellos, de paraísos perdidos, de identidades superiores.

No se conforman con el sano y santo pan espiritual del noajismo, no les agrada el camino que el propio Eterno ha diseñado con Amor y Sabiduría.
Les parece poco, superfluo, demasiado mundano, poco esforzado, sin rituales, sin exigencias alocadas, sin dogmas entreverados, sin malabarismos para tapar mentiras. Quieren seguir viviendo bajo el EGO, en religión.

Quieren llegar a la meta y no aprendieron a disfrutar del camino, porque el camino es lo único que realmente tienen…

El poder de la palabra

Puede ser que algún día despiertes tu conciencia espiritual y reconozcas cómo has estado sometido a esclavitud del EGO.

Hay gente que tiene un fugaz despertar, por uno o dos segundos un rayo de claridad atraviesa su mente y corazón, se ve por primera vez en el espejo, y al rato regresa a la celdita mental, pequeñita, oscura, maloliente, plagada de fantasmas y fantasías.

Otros amenazan con despertar, dan todos los indicios externos, hacen todos los gestos y muecas, repiten las palabras que suenan a las dichas por alguien que ha adquirido conciencia, pero no es más que otro disfraz, otra impostura más del Yo Vivido que se hace pasar por el Yo Auténtico.

Están los que ciertamente van despertando de a poco, en un proceso paulatino, como un lento amanecer que va corriendo los velos de la noche para dejar paso al esplendor perdurable de la iluminación. Hay momentos de confusión, de caos, de dudas, de retrocesos –aparentes-. Está con un pie aquí y el otro allí. Por ahí tropieza y se le viene de pronto la noche sin haber podido gozar del esplendor del mediodía, a pleno de su identidad espiritual. Por ahí logra despojarse de los harapos que le impiden consubstanciar su neshamá con su nefesh y su guf.

Los hay que despiertan de un día para el otro, como por milagro, algo se quiebra, un suceso maravilloso rompe las cadenas, entonces se incorpora el esclavo y goza de su libertad. No precisa de atavíos ni ropajes ajenos, no anda husmeando lo que no le corresponde, es feliz con su porción y goza a pleno de lo permitido. Pero, por ser tan inesperado el evento, como sin preparación previa, están en riesgo de que de un instante al otro se nuble su cielo espléndido y la tormenta afee su virtud.

Están los que se aferran como náufragos desesperados al maderito que les hace sentir a salvo, se quedan atrapados a su EGO, sin darse cuenta de que no existe tal catástrofe, que es todo delirio inventado por su temor, manipulado por su EGO.

Todos cargamos con el EGO, con nuestras virtudes y defectos.

Aquel que despierta se va dando cuenta, más pronto o más tarde, de los insultos, maldiciones, palabras soeces, términos denigrantes, quejas absurdas, ofensas ridículas, agresiones gratuitas, violencia, gritos, intentos de manipulación, echar culpas, lloriqueos, hacer sentir la impotencia a otro, pensamientos de adversidad expresados en alta voz, orgullo viciado de egocentrismo, falsa modestia, entre otras trampas del EGO  que verbalizaba/expresaba a diario, quizás con demasiada frecuencia.
Como una armadura que parece proteger del peligro externo, pero que inmoviliza por dentro.
Como una muralla en torno a la ciudad, que hace sentir seguridad, pero prohíbe la expansión positiva y la comunicación auténtica.
El que grita, insulta, rebaja a alguno, comparte chismes innecesarios, emplea la palabra como un arma agresora, no es fuerte, sino todo lo contrario. Ciertamente que puede ser peligroso y dañino, pero no poderoso.

Si tú estás despierto, o en proceso de despertar, o quieres hacerlo, o tal vez lo hiciste pero regresaste a la mazmorra, o te interesa esta propuesta, te propongo que lleves un pequeño estudio, de unos días, a lo sumo una semana, de las palabras, gestos, tonos de voz, que usas. Quizás te sorprendas al ver tu grado de esclavitud al EGO que expresas con lo que dices y lo que callas.
Y si quieres cambiar, o aportar al cambio, o fortalecer tu cambio, entonces escucha lo que dices, mejor aún escucha lo que estás a punto de expresar. Y si por una de esas cosas vas a emitir algo propio del EGO, di otra cosa. Tal vez su contrario. O tal vez algo positivo, que te vivifique, que dé ánimos a tu prójimo, que dignifique en lugar de violente.
Por supuesto que no habrás de faltar a la verdad, pero tampoco estás obligado a decir todo lo que se te ocurra y no sea de construcción de Shalom.
Recuerda: Comunicación Auténtica.

Si haces el análisis de tus expresiones y quieres compartirlo con nosotros, muchas gracias.
Si haces algún cambio en tu expresividad y quieres contarnos, muchas gracias.

Lo importante es que te sirva para llevar una vida mejor, de bendición y bendita.

Buscando a la viajera

Los invito a leer esta noticia: http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_178252_1.html, regresen luego si desean por aquí.

No sé muy bien el motivo, pero a mí me hizo acordar a tanta persona (7.000.000.000 de noájidas y varios millones de judíos, no más de 14) que anda por la vida desconociendo su identidad. Que se fanatiza en religiones, se hace adicto a personajes, se disfraza de lo que no es, vive una vida de fantasías, se desespera por ser alguien ajeno y otro, pretende usurpar identidades que no le corresponden, se niega a asumir su lugar, busca y no para de buscar sin tener nunca paz.
En tanto aquella bella esencia que realmente es, y está a su lado, es desconocida, rechazada, obviada.
No sé muy bien por qué me dio por pensar esto al leer la noticia.

Quizás tú puedas comentar, tanto qué te hizo sentir/pensar la noticia, como ayudarme a mí a entender mi propia idea al respecto.

Problemas y respuestas

Hablando un poco de todo, cada vez que escribo algo nuevo, me voy compenetrando más con el valor de la precisión y de la puntualidad a la hora de escribir. Esas solemnidades de muchísimas palabras producto del imperialismo romano que se enseña en el Derecho y demás ciencias derivadas vienen a convertirse en un mecanismo similar al que se utiliza en el ejército a la hora de hacer que los reclutas marchen por horas y horas para inducirlos a un estado cuasi-meditativo donde después de un momento no ponemos atención a lo que se está escribiendo, precisamente por la extensión de las palabras; y es que creo a nosotros los que escribimos de esa forma nos sucede que por tanto escribir comenzamos a divagar y nos encerramos en un proceso eutanásico mental que nos hace creer que estamos siguiendo una secuencia lógica cuando en realidad no es así. Por ende, he decidido que salvo excepciones muy calificadas, no escribiré más de mil palabras para expresar una idea.

El problema es simplemente una reacción a una acción anterior que generó el resultado que percibimos como malo. Nuestro EGO, en su típico lloriqueo (manifestación activa del mismo) busca lamentarse sobre la leche derramada cuando lo que tenía que hacer era no derramarla en primer lugar, pero ya cuando el problema está hecho, lo más importante es buscar enmendar el error y no agravarlo. Es una cadena, una concatenación de sucesos que comienzan con una acción que generó una reacción (el problema que percibimos) pero que tiene dos opciones, o actuar para acentuar el problema o buscar resolverlo, sin embargo, si usáramos la metáfora de un camino, tendríamos que eun día nos dispusimos a dar un paseo y resultó ser que encontramos un tenedor en el camino.

Por un lado está el camino izquierdo que lleva una secuencia, si escojo ese trecho, caminaré y en algún momento tendré que llegar a otra intersección, es decir, a otro tenedor en el camino, lo mismo ocurriría si escogiera el lado derecho. ¿Y será el lado izquierdo el lado “siniestro” o será el lado derecho el lado “diestro”? Si analizamos etimológicamente las dos palabras, derecho implica rectitud y rigidez, o sea, seguir el lado más fuerte del cuerpo y por otra parte está la izquierda que es seguir el lado que es más débil (siniestra). Para los griegos, en su creencia de la dualidad del ser en géneros (positivo-masculino) y (negativo-femenino) definieron la diestra y la siniestra, sin embargo, el concepto peyorativo con el que se ve a la izquierda tiene que ver con la injerencia de la iglesia católica durante el oscurantismo que vino a demonizar a la izquierda pues adujo que las mujeres eran más fáciles de corromperse al demonio, ya que creían que el lado izquierdo era el lado débil del cuerpo.

Oscuras leyendas plagadas de chovinismo y misoginia que vinieron a tergiversar a la Ciencia y a sembrar maldad y confusión en las mentes pueriles de los súbditos que en nada se asemejan a la realidad pero que aún hoy en día siguen ahí. Cabe hacerse la pregunta, si siento hambre (aspecto relacionado con el cubrir una necesidad humana) y satisfago mi hambre, ¿es esto malo o es esto bueno? Reformulemos la pregunta: ¿será la necesidad de satisfacer el hambre algo bueno o algo malo? Quizás sea más importante preguntarse ¿es bueno el suicidio? ¿Por qué usamos el ejemplo del suicidio? Porque el que deja de comer deja de percibir vitaminas y minerales necesarios para el correcto funcionamiento de su cuerpo y eventualmente perecerá (interrupción del ciclo biológico microcósmico dentro del cuerpo humano) lo cual, de mediar voluntariedad, implicaría el peor crimen de todos, asesinato a sí mismo.

Entonces, la persona escogió el camino de la izquierda (satisfacción de una necesidad corporal) y una vez satisfecha esa necesidad se vuelve a encontrar un tenedor en el camino; seguir comiendo (camino de la izquierda, aspecto siniestro) o una vez que ya satisfizo su necesidad de alimento, dedicarse a enriquecer el alma (camino de la derecho, aspecto diestro). Como podemos ver, no se trata de si este camino es malo o si este es bueno sino más bien se trata de cómo utilicemos las herramientas que el Creador ha puesto en este mundo para que nosotros construyamos nuestra vida, la respuesta es la razonabilidad, o sea, el buscar el medio. Claro que está bien satisfacer el hambre, pues de otra manera nos moriríamos, pero una cosa es satisfacer el hambre y otra es atiborrarse, porque el que se atiborra crea exceso de minerales en el cuerpo que eventualmente se calcificarán y le traerán problemas de salud al atiborrado.

Así que no fue que un demonio le tiró una zancadilla a fulanito que está obeso y con problemas cardiovasculares y endocrinológicos, sino que, en el momento en que satisfizo su hambre física, debió haber ingerido vitaminas y minerales espirituales. Pero no vamos a hacer como esas religiones ignorantes que parten de la premisa de la culpa para confundir a sus seguidores, después de todo nuestro propósito es el de traer luz, entonces no tiene sentido el fustigar, mejor digamos que la próxima vez que tengas dos caminos en frente no pienses en términos de mal o bien, sino más bien de izquierda (polo negativo) y derecha (polo positivo) donde el Creador, en su infinita sabiduría creó las cosas para que sean utilizadas pero no para que sean desperdiciadas.

Por ello no se trata de no comer, sino de comer con medida; no se trata de no hacer ejercicio, sino de hacer ejercicio con salud y mensura; no se trata de no tener relaciones con la pareja, se trata de no ser un promiscuo y así hay cualquier cantidad de ejemplos que podemos aplicar y citar a diario.

Que pasen una excelente semana y que siempre busquen traer luz a donde quieran que estén.