Se nos ha dicho de que “si piensas bien, te irá bien”.
Y no, realmente no es así.
Es una falsedad evidente.
Es demostración del pensamiento mágico, típico de la inmadura mente infantil (link).
(Sí, ya sé, hay grandes personalidades que lo han instruido y sus seguidores lo repiten y otros los defienden. Sí, lo sé).
Claro, el pensar bien, el verdadero pensamiento positivo es beneficioso.
¿Por qué?
Lo podemos resumir con un verso: “Apártate del mal y haz el bien; busca la paz, y síguela. ” (Tehilim / Salmos 34:15).
Primero, entendamos al comienzo de las palabras del salmista.
Apartarse del mal, también de pensamientos, de acciones, de reacciones que sean malas, adversas, negativas, contrarias, conflictivas, falsas. Lo que sea mal.
En gran medida porque enfocarse en lo negativo, buscar la oscuridad, llenarse de abatimiento, sumirse en desesperación, prohibirse disfrutar, vaticinar calamidades solamente, produce un efecto túnel en nuestra percepción. Estaremos solo pendientes a los signos adversos que parezcan demostrar nuestra pesadez mental, nuestra parálisis emocional, nuestra impotencia.
Enchufarse a lo oscuro no brinda conexión con lo luminoso.
Así pues, si fuera solo para esto, para evitar caer en un pozo estimulado por la pesadez de pensamiento, ya estaríamos contentos con el pensamiento positivo.
Porque nos estaríamos apartando del mal.
Pero, mira el detalle significativo, el salmista inmediatamente después no te dice que te acerques al bien, tampoco que pienses bien, él te recomienda (con su inspiración divina al mando) a que HAGAS el bien.
Hacer. No divagar, fantasear, desear, anhelar, añorar, recordar, convocar con pensamientos, agitar con ensalmos… nada de superstición o magia, ni mandar a Dios para que sea Él quien nos haga los mandados.
Sino HACER el bien.
HACER el bien.
¿Y qué es el bien?
Aquello que te lleva a unificarte, a sintonizar tus dimensiones, a conectarte contigo y con el otro y con Dios.
Bien es lo que Dios ha declarado que es bien.
Así y todo, haciendo el bien, no es suficiente para el salmista.
Te aconseja que busques la paz, que la sigas, que la conviertas en tu meta, en tu destino.
La paz, que es la plenitud, la completitud, la armonía, la unificación del ser, la salud multidimensional, la conexión sin máscaras.
Tú debes buscar el Shalom afanosamente, es tu misión en la vida.
Construir shalom no es un mero ideal nacido entre nosotros, sino un imperativo sagrado de todos los tiempos.
Está implícito en el ser humano, en nuestra esencia como especie.
Construir Shalom, comenzando por dentro y luego con el afuera.
Unificarnos. Conectarnos. Despojarnos de la mentira. Ser auténticos.
Es lo que dice el salmista, al menos así lo vemos nosotros.
No se nos dice de pensar bien, ni de esperar milagros, ni de dejar que Dios haga todo.
Somos nosotros que tenemos el imperativo triple de accionar así:
- alejarnos del mal
- hacer el bien
- construir Shalom.
No cuenta pensar bien como si fuera todo lo anterior.
Pensar bien es bueno, es saludable, en tanto no sea una excusa para dejar de hacer lo que nos toca hacer, lo que es deber hacer.
Andar por la vida con un ánimo optimista, confiando en Dios y en las propias potencias y en el prójimo, suele tener buenos resultados, mejores que andar esperando desastres, penurias, maldiciones, etc. Es cierto, el pensar bien es muy saludable. Yo no me atrevo a negarlo.
Pero si tenemos la certeza de que haremos “milagros” a través del mero pensar, de que la vida cambiará radicalmente solo por esperar que nuestro pensamiento controle al universo… estamos lejos de haber madurado y andar por la senda de la cordura.
Estamos más próximos a los niños, a los supersticiosos, a los que creen que una cintita roja los protege de algo llamado “mal de ojo”, los que creen que si dan caridad recibirán automáticamente un tanto por ciento, los que pretenden manipular a Dios con oraciones o creencias.
No, ese no es el camino indicado para el leal a Dios.
Entonces, adelante, llena tus pensamientos de Luz, pero no te creas el que controla todo, el que decide todo, el que a través del pensamiento adquirirás aquello que deseas.
También habrás de esforzarte, de trabajar, de comprometerte, de levantarte y seguir luego de tropezar… sí, deberás hacer tu parte y no aguardar milagritos ni magia.
¡Qué pena si no te gusta!
Pero no soy yo quien lo dice, solo lo repito para ti.
Y por si no fuera claro, el salmista reitera y amplía: “Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre.” (Tehilim / Salmos 37:27).
Ciertamente no es una promesa tonta de vida eterna en este mundo limitado, en el cual la muerte es una realidad constante, en la cual las desgracias ocurren, en la cual las fallas y deterioros acontecen sin por ello ser “castigos divinos”.
El “vivir para siempre” es una promesa de superación, de dejar de estar limitado por nuestra condición material, de unificar nuestro ser y gozar en el más allá de los placeres que cosechan los que actúan en sintonía con los dictados de Dios.
Sí, la promesa del “paraíso”, de la “salvación”, que no se adquiere por creer en dioses crucificados, ni por peregrinar a tumbas, ni por cosechar reliquias, ni por venerar líderes religiosos.
Se adquiere muy fácilmente, apartándote del mal y haciendo lo que Dios te ha dicho que es bueno.
Encontrando la unificación. Siendo uno. Conectándote, contigo, con el otro, con Dios. Dejando libre el dolor. Dejando de imponer tus miedos. Asumiendo tu impotencia y no adorar al EGO a causa de ella.
Y, presta atención, el salmista, inspirado por Dios, no te dice que si haces el mal eres un demonio, o un fracaso espiritual.
El salmista, por ser un hombre de Dios, sabe que tienes que luchar contra tu EGO, que no la tienes fácil, que en la vida del hombre es natural la tendencia al mal y que muchas veces caemos, nos resbalamos hacia la mala acción.
El salmista, un hombre de Dios, lo sabe, él también tuvo que luchar esa batalla diaria contra sus tendencias, contra las presiones sociales nocivas, contra la pereza, etc.
No te condena por haber errado algún paso. No eres un demonio por equivocarte. No eres “condenado” por pecar.
Sino que el salmista, en su sagrada sabiduría te recomienda que te apartes del mal, que hagas el esfuerzo necesario para no caer.
Eres humano, así que eso es lo que debes hacer.
Luego, cuando te has fortalecido, o mientras lo estás haciendo, es que debes hacer lo posible para construir Shalom, por supuesto.
¡Cuánta diferencia con el mundo plagado de infierno y maldición de la idolatría que se hace pasar por santidad!
Mira el enorme contraste: “Amado, no imites lo malo sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; el que hace lo malo no ha visto a Dios.” (Libro idolátrico tercero de Juan 1:11).
¡Mira que malicia, petulancia, ignorancia, falsa santidad!
Este señor te dice que si haces lo que él te dice, entonces eres “de Dios”, sea lo que ellos signifique en su doctrina oscura.
Pero, pobrecito de ti, si haces lo malo eres alguien sin Dios, desconectado, en falta eterna, en pecado original, carente de salvación, un hijo de Satanás.
No te reconoce en tu dimensión humana. No se identifica contigo. No admite que todos tenemos que esforzarnos para alejarnos del mal.
Este santulón te exige que seas perfecto, que no metas la pata, ni un poquito, porque si haces algo malo entonces es demostración que eres de Satanás y te vas al infierno, con tu padre…
¡Es TERRIBLE!
Es inadmisible, pero a pesar de esto sigue siendo predicado por todos lados, sigue siendo considerado un libro santo, sigue siendo adorado como único modo para alcanzar “la salvación”.
El profeta de la Verdad ha declarado firmemente la cuestión:
"(11) Dice el Eterno: ‘¿De qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y del sebo de animales engordados. No deseo la sangre de toros, de corderos y de machos cabríos.
(12) Cuando venís a ver mi rostro, ¿quién pide esto de vuestras manos, para que pisoteéis mis atrios?
(13) No traigáis más ofrendas vanas. El incienso me es una abominación; también las lunas nuevas, los shabatot y el convocar asambleas. ¡No puedo soportar iniquidad con asamblea festiva!
(14) Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras festividades. Me son una carga; estoy cansado de soportarlas.
(15) Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos. Aunque multipliquéis las oraciones, yo no escucharé. ¡Vuestras manos están llenas de sangre!
(16) ‘Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras acciones de delante de mis ojos. Dejad de hacer el mal.
(17) Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, reprended al opresor, defended al huérfano, amparad a la viuda.
(18) ‘Venid, pues, dice el Eterno; y razonemos juntos: Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
(19) Si queréis y obedecéis, comeréis de lo mejor de la tierra.
(20) Pero si rehusáis y os rebeláis, seréis consumidos por la espada; porque la boca del Eterno ha hablado.’"
(Ieshaiá / Isaías 1:11-20)
Lee lentamente el párrafo del profeta.
De a poco, entiende cada palabra, cada una en su contexto.
Des-aprende lo que te hayan introducido como dogma religioso (específicamente cristiano, recordemos que los mesiánicos o netzaritas son cristianos también), para permitir que el sentido espiritual te sea claro.
Te lo resumo, si quieres me lo agradeces luego: apártate del mal, haz el bien, construye shalom y vivirás por siempre.
No fe, no pensamientos mágicos, no rituales, no repetir lemas, no memorizar párrafos, no llenarse de mitología, no ahondar en cabalistería, no servir líderes religiosos, no ser fanático irracional… no, nada de eso…
Es lo que dijo el profeta, lo que sintetizo el salmista, lo que permea la Sacra Tradición desde el mismo comienzo de la humanidad.
Ahora, un dato de la investigación de psicología científica.
En un serio estudio reciente (link) se ha arribado a un inesperado resultado.
La visualización positiva NO ES efectiva para alcanzar éxitos, y además muchas veces es contraproducente.
Básicamente se explica de la siguiente manera.
El cerebro no tiene cómo reconocer si lo que percibe es un pensamiento, una actuación, una broma, un hecho real y verídico, un delirio. El cerebro recibe la información primaria y la procesa como original y dispara las reacciones automáticas oportunas.
Ejemplo, estás viendo una película de terror y aquella escena te paralizó, realmente te llenaste de pavor. Pero oye, dime, estabas en el cine o en tu sala, sabías que no era real, que era una película, entonces, ¿por qué sentiste miedo? Porque tu cerebro no discierne si es cuento o fáctico, simplemente lo toma y reacciona para preservar su existencia como mejor pueda.
Cuando la persona por medio de la técnica de la visualización positiva induce a su cerebro a creer que ha alcanzado la meta buscada, entonces se dispara una respuesta de relajación, tal y como si hubiéramos conseguido lo anhelado.
Se pierde fuerza, concentración, intención. Se fracasa por haber “pensado bien”.
Claro, el EGO está detrás de esto.
Usa cualquier recurso para someterte, para hacerte sentir impotente.
Sí. también el pensamiento positivo. Sea en su versión mágica, para que te quedes quieto y no cambies tu mundo. Sea en su versión “visualiza exitoso”, para que tu cerebro se lo crea y te desarmes. Para que en la realidad nada mejore y entonces la realidad sea la que te denuncie como impotente.
Como sea el EGO es astuto.
El EGO juega con la mente, se crean excusas a una velocidad impresionante. Todo suena plausible, hasta lo ridículo, en tanto sigas sometido al EGO.
Me he extendido muchísimo más de lo que era mi intención inicial.
He tocado muchos puntos, demasiado importantes e intensos.
Creo que de tan largo y complejo podría resultar confuso o perder poder, así que te pido me hagas el favor de releerlo, de estudiarlo y de compartirlo para poder conversar con otros al respecto y ver si estás de acuerdo, si encuentras algún error, si deseas expresar tu opinión, etc.
Quedo de ti, hasta luego.