Muchos nos presentamos como “buscadores de la verdad”, gente que tiene un cierto compromiso con ese altísimo valor.
Sin embargo, a la hora de los hechos, podemos comprobar que nos quedamos en prejuicios, en cómodas celditas mentales, dentro de la caja que conocemos y nos resulta confortable al mismo tiempo que asfixiante (quizás de esto último no seamos conscientes). Repetimos lemas ya memorizados, explicamos con las soluciones aprendidas, manejamos las herramientas con las que estamos acostumbrados a manipular. ¿O es que nos tomamos el esfuerzo, tiempo, ingenio, energía para preguntar y repreguntar? ¿Nos atrevemos a renegar de nuestras frases prefabricadas para crear nuevas y apropiadas? ¿Somos capaces de admitir que estábamos en un error y empecinados en sostenerlo?
¿Queremos la verdad o queremos tener razón?
Con dificultad admitimos y nos apropiamos de un punto de vista divergente, a lo sumo podemos ser (o parecer) “tolerantes” (siempre y cuando dejemos en claro que no se nos está ganando en ninguna pulseada verbal/intelectual).
Lo más frecuente será hacer malabarismos y piruetas para demostrar que lo que pensamos/creemos es correcto, que es el otro el que anda a los tumbos en la oscuridad. Porque reconocer el error, o la ignorancia, es demostrar que somos débiles, que estamos a merced del otro.
Es cuestión de ser sinceros y tratar de evaluar nuestra conducta con imparcialidad, para comprobar que tan ajustados a la búsqueda de la verdad estamos siendo, o qué tanto estamos peleando para sostener una careta de poder.
Hay gente que se dedica a estudiar y conocer, como especie hemos alcanzado un gran nivel de comprensión de ciertos fenómenos y leyes naturales, pero lo cierto es que sabemos poco, estamos sumamente limitados en varios aspectos.
Solamente date cuenta de la infinita cantidad de seres minúsculos que nos rodean, que nos colonizan; de las millones de células que están activando en este mismo momento en tu ser; de los incontables fenómenos físico/químicos de todo tipo que están ocurriendo en cada instante. Somos un átomo dentro de compleja e inacabable red de redes que nos involucra en la multidimensionalidad. Pero, nos creemos con poder para dominar los elementos, los seres y hasta a la propia Deidad. Esa fantasía de poder nos lleva a creer que tenemos razón en todo, que nuestro deseo es suficiente para convertirlo en realidad, que si repetimos las frases mágicas con que nos adiestran nuestros gurúes tendremos el acceso a secretos de maravillosa y fantástica autoridad. Murmurar un salmo traerá sanación, otro dinero, otro más felicidad matrimonial; y si no es un salmo, puede ser al usar una sortija, o encender un cirio, o sacrificar un animal, o tener fe en determinada entidad, o… lo que sea que nos hace creernos con poder sobrenatural.
¡Cuán diferente con observar el mundo y maravillarnos con él, y agradecer a Quien lo creó y sustenta! Con humildad, con respeto, con confianza, con admiración.
Entender que hay un inimaginable poder que no nos pertenece mientras admitimos nuestra impotencia así como nuestra limitada capacidad. Es precisamente ESA capacidad la que tenemos para hacer nuestra parte, ejercer nuestro real poder. Así podremos encendernos en regocijo, plenitud, amor, solidaridad, potencia, sentido, propósito, dignos de ser amados y valorados.
Entonces, no tendremos necesidad de actuar personajes, ni de llamarnos “buscadores de verdad”, porque seremos reales y adherentes a la verdad (en la medida que podamos alcanzarla).
Toda una lección de vida Moreh. Cuanto bien habría si mas gente conociera el camino de la sinceridad y la humildad.
Una vida sin mascaras, sin depender del EGO excesivo, rompiendo las celditas para ser mas libres cada dia