La justicia es un ideal, una entelequia.
Debemos procurarla, hacer lo que esté a nuestro alcance para transformarla en una realidad.
Pues, sin justicia difícilmente haya paz.
Es un mandato divino, pero también una imposición de nuestra NESHAMÁ que se traduce en el sentido ético.
Pero, es imprescindible darnos cuenta de que solo somos personas que aplicamos como podemos lo que podemos.
También aquellos que han estudiado y han sido designados como jueces en sus correspondientes instituciones sociales.
Ellos también están dominados por el EGO.
Ante la sombra del sufrimiento, cuando pincha la impotencia, se disparan los mecanismos oscuros.
A veces para obtener dolosos beneficiosos; en otras para disminuir la amenaza del terror que se avecina.
La presión social suele ser inmensa, la masa apremia y desde las cúpulas de poder hay aun más intimidación.
Aunque fuera de manera inconsciente, se doblega el pensamiento de aquel que debe dictaminar para establecer justicia.
No todos los dictámenes son apegados a lo que es objetivamente justo, o se aproxima humanamente a ello.
En ocasiones queda margen de duda, en otras resulta evidente que algo no está bien.
El desvío de la justicia puede ser dentro de la ley, y hasta enmarcado por leyes que pudieran resultar benignas y sabias.
O puede ser en el filo que separa lo legal de aquello que no lo es.
O ser un acto arbitrario, sin amparo.
Como sea, falta la justicia.
¿Hasta cuando seguiremos en el CAOS, sin construcción de SHALOM generalizada?
Moré para ser columnista de FulVida a quién le tendría que dirigir mis escritos y cómo. Contácteme por email.