Donde hay agradecimiento genuino,
se debilita el EGO.
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El consejo diario 410
¿Te animarías a reenfocar tu vida, si fuera necesario?
Porque, puedes continuar evaluando a través del cristal del ideal imaginado y jamás asequible,
y por ello ser ingrato, quejoso, amargo, ansioso, agitado y agotado;
o podrías aprender a usar la visión del real optimismo,
por el cual se agradece, se crea, se proponen alternativas, se construye shalom con los elementos que se tienen a mano.
El consejo diario 409
Si quieres sentir la Presencia,
aléjate de la religión
y construye shalom.
¿No al no?
Hemos trabajado en numerosas ocasiones la temática fundamental de la Comunicación Auténtica, como también compartimos acerca del valor central del preguntar.
Sigamos buceando en este océano de conocimiento para ir adquiriendo comprensión y actitudes constructivas, de shalom (interno y externo).
Es muy frecuente que nos manifestemos desde el polo negativo: “no puedo, no quiero, no me gusta, no tengo, no estoy en conocimiento, no comparto, no tengo suerte, no me alcanza el dinero“ no y más no, con sus variaciones: “nunca, nada, nadie, jamás” y por el estilo.
En ese mismo polo se encuentran las invectivas, insultos, bajezas, quejas, degradaciones, desprecios, agresiones, mentiras y todo uso similar de la palabra que no provoca un ánimo dichoso, ni brinda consuelo, ni refuerza la estima mutua, ni establece canales de flujo amable, sino todo lo contrario.
Sabemos que para el hombre la palabra es uno de los vehículos esenciales de la socialización.
De hecho, es un de los ropajes con los cuales se inviste su personalidad espiritual: pensamiento, palabra y actos.
Por si fuera poco, de acuerdo al relato sagrado, es por medio del verbo que el universo fue creado. Los dichos del Eterno fueron sucediendo.
Entonces, a través de nuestras palabras podemos crear situaciones, ubicarnos socialmente, generar una imagen que nos representa ante los demás como ante nosotros mismos.
¿Entiendes la importancia de guardar una palabra limpia y positiva?
Cuando insistes en tu impotencia, si te expresas desde el polo negativo, estás enmarcando tu existencia para encerrarte en tu celdita mental.
Por ahí es una estrategia de manipulación, para obtener influencia sobre alguien que quieres poner a tu servicio al presentarte en ese estado patético de incapacidad forzada.
Tal vez aprendiste a hacerte la víctima para obtener así alguna ventaja, sea cual fuera.
Podría ser un recurso que empleas, conscientemente o no, para alcanzar algo.
O, es con honestidad que sientes y crees ese negativismo que pones a circular a tu alrededor.
Como sea, el hablar negativo atrae negatividad.
¡Ojo!, no es una cuestión mística o mágica. No es que el pensamiento negativo verbalizado tenga un poder sobrenatural para imantar cosas oscuras, o de algún modo misterioso se fabriquen amarguras. Es simple y sencillamente una realidad psicológica, que no precisa de atarse a creencias ridículas o venerables supersticiones para existir.
¿Sería posible para ti ejercitarte para que antes de hablar escuches lo que vas a decir?
Si encuentras que usas un lenguaje negativo, ¿estarías dispuesto a transformarlo en su contrario?
Por ejemplo: “no puedo” –> “voy a hacer mi mejor esfuerzo”.
“No me gusta” –> “prefiero eso otro”.
”Soy un idiota perdedor” –> “buscaré alternativas a las que ya he intentado”.
”Otro fracaso más” –> “algo podré aprender para hacer las cosas de otra manera”.
Y así con todo el resto.
Por supuesto, a veces el NO es la respuesta única y necesaria.
NO debes temer decir “NO” cuando no es lo que corresponde.
Ni debes dejar de negarte a aquello que es perjudicial, injusto, caótico, etc.
Un solo ejemplo, si te ofrecen drogas (químicas, espirituales, emocionales, las que fueran) la respuesta debiera ser claro, corta, firme y concisa: “NO, gracias”, sin añadir más, sin excusas, sin dar espacio al tramposo para que introduzca el mal en tu vida.
Pero incluso en la oposición hacerlo desde el polo positivo.
Si lo que se precisa es un NO, no temas pronunciarlo con fuerza y claramente, ese NO es hijo del polo positivo. Pero, a veces hasta las negaciones positivas pueden manifestarse de forma positiva. Un solo ejemplo de esto: en vez de decir (una persona judía respetuosa del kashrut, o alguna de sus reglas): “no como jamón”; bien puede decir: “gracias por ofrecerme eso, pero mi dieta incluye otros alimentos”. ¿Estaría mal decir no al jamón? ¡Claro que no! Pero, ¿la otra forma permite una mayor posibilidad de construcción de un diálogo fecundo? Tal vez, habría que evaluar la situación, el momento, etc.
Recuerda, para construir shalom a veces es necesario demoler cosas, destruir. Ten presente que el límite existe y ser pasivo o proactivo en transgredirlos no es una manifestación de inteligencia o altura moral, sino lo contrario.
Quizás ahora no te quede claro cómo hacerlo, quizás te lo explique luego, pero probablemente cuando te entrenes en oírte ANTES de hablar y en modificar tu expresividad para que aflore desde lo positivo, no precises de mi explicación.
Me encantará saber tu opinión y que cuentes luego de experimentar lo que te propongo ahora. Gracias.
Influencia y unidad
Tus creencias y pensamientos pueden tener una poderosa influencia en todo tu ser, para bien o para mal.
Si crees que no puedes, probablemente no puedas.
Si crees poder, tal vez encuentres los recursos para alcanzar tus objetivos.
Si sientes que no vales, aceptarás sumisamente tu “destino”.
Si sientes que eres hijo de Dios, tratarás de llevar una vida acorde a tu dignidad.
Sí, los pensamientos/creencias son una de nuestras dimensiones, por tanto alcanzan las otras dimensiones de nuestro ser.
Al mismo tiempo, nuestras acciones ejercen efectos en nuestro ser, pero además se expanden por el ecosistema del cual formamos parte.
Es decir, no hay acciones sin consecuencias, para bien o para mal, de mayor o menor repercusión, más cercana o lejana la evidencia de tal hecho.
La inacción, el dejar de hacer lo que debiera ser hecho, también acarrea consecuencias.
Así como podemos buscar la unificación de nuestro ser, al aprender a poner en sintonía el Yo Vivido con el Yo Auténtico, podemos comprender que formamos una red de unidad con todo lo existente.
Entre los humanos la red, la unidad, se fortalece aun más por el hecho de que cada uno es neshamá, vivo conector con el Eterno, y a través de ello con todo lo creado.
En el resto de las dimensiones de nuestro ser las divergencias y separaciones se hacen evidentes, no somos el otro, lo comprobamos con nuestros cuerpos. Somos materia que no puede ser otro que nosotros. Somos una mentalidad formada de determinada manera. Ocupamos un lugar y roles. Hemos aprendido a sentir y reaccionar y lo hacemos de acuerdo a quien estamos siendo. Pero, en la dimensión espiritual somos unidad. Nos cuenta darnos cuenta, se nos dificulta vivir de acuerdo a esa imagen de unidad, pero cuando lo llegamos a hacer realidad, los conflictos caen, la necesidad de dominar también, las acusaciones y la amargura. Estamos conscientes de la otredad del otro, de sus fallos así como los nuestros, de las limitaciones, las flaquezas, pero también los logros, las bellezas, las excelentes cualidades, en fin, el todo que es y soy y estamos siendo.
Por supuesto, esto es un ideal, porque en lo cotidiano las diferencias quieren ocupar el centro.
El EGO se impone como timonel, cuando no es más que un ayudante circunstancial, lo que nos provoca amarguras varias, incluso el exilio de nuestro propio ser.
Pero, si gozamos del chispazo de consciencia de unidad y lo traducimos en construcción de shalom, sin dudas estaremos disfrutando de la Era Mesiánica, la mundial o la personal, pero Era Mesiánica.
Por ello, es necesario aprender a actuar con bondad y justicia, a pensar así.
A descartar las creencias, o darles su lugar, sin basar nuestra existencia en ellas.
Porque, las creencias tienen un componente grande de emoción y escaso de mentalidad, por ello están habitualmente del servicio del EGO.
Que el pensamiento sea de construcción de shalom, lo que atraerá acciones positivas y una reacción benéfica en nuestro entorno.
Pero, si el pensamiento se llena de decadencia, egoísmo, amargura, quejas, demandas, mandatos oscuros, violencia, ¿cómo pretendemos disfrutar de una existencia plena?
Sanidad espiritual y total (¿o santidad?)
Pasamos mucho tiempo en nuestras celditas mentales.
Pequeñitas cajitas oscuras, en las que a veces penetra la Luz.
Encerrados allí, quizás viendo con desanimo desde los barrotes hacia fuera.
Creemos estar condenados a sufrir, en soledad, un destino cruel.
Por ahí si moviéramos la puerta nos daríamos cuenta de que no está cerrada con llave, que simplemente escogemos mantenernos esclavos, amargados, amarrados a creencias, a traumas, a recuerdos, a fantasías, a esperanzas, a sentimientos, a la impotencia.
Sí, eso es lo que suele suceder, somos nosotros los que decidimos ser nuestros propios carceleros y torturadores.
¿Suena extraño?
Probablemente que sí, pero es la triste verdad.
La creencia de que te mereces ese sufrimiento, la insistencia en tus quejas desde la impotencia, la amargura de rodearte de miedos, el consuelo de imaginarte otras vidas para luego aterrizar (con suerte) y golpearte contra el muro de la realidad.
Sí, escogemos la celdita mental, a veces de manera voluntaria y activa, otras dejándonos llevar y quedándonos allí.
No te estoy hablando de cuestiones metafísicas, no hay nada místico, no son complicadas fórmulas científicas para develar tu existencia, es una sencillita descripción de lo que nos suele pasar a la mayoría de los humanos.
Aprendimos a quedarnos en la celdita.
Nos da miedo imaginarnos fuera de ella.
Preferimos esa zona confortable pero dolorosa, la de lo “malo conocido”. ¿Para qué aventurarse a sufrir aun más? Entonces, nos justificamos en nuestra impotencia, nos fortalecemos en nuestra parálisis, nos enojamos si alguien nos muestra alguna alternativa más saludable, negamos e inventamos con tal de protegernos del miedo. Mientras tanto, somos consumidos en nuestra debilidad pudiendo disfrutar de lo permitido que está a nuestro alcance.
Llámalo traumas infantiles, recuerdos de sucesos –reales o no- que sientes te han marcado, llámalo como quieras, porque el nombre no importa sino la función que cumplen esas creencias. Las de someterte al EGO, las de mantenerte encerrado en la celdita mental.
Date cuenta, así como tienes tú el poder de quedarte atrapado allí, eres tú también quien tiene el poder para darte la libertad.
¿Cómo dices?
¿Que si fuera tan fácil ya lo habrías hecho?
Bueno, por ahí no es tan fácil.
Por ahí lo es, pero tú imaginas que no entonces deja de serlo.
Todo depende de cómo valoras tu situación.
Si entiendes que solamente puedes controlar aquello que está bajo tu dominio, y dejas de desgastarte por pretender controlar lo que no controlas, quizás descubras hasta donde llega tu fortaleza y en qué radica tu debilidad.
Si aceptas y agradeces tu porción, y la disfrutas con deleite, sin por ello negarte a trabajar por algo mejor para mañana, ¿estás perdiendo el tiempo y malgastando tu bienestar?
Si comprendes que el otro es otro, con su completa otredad, y la brecha suele ser enorme, por tanto, poco y nada puedes hacer para controlarlo, ¿dejarás de manipular, de amargarte, de quejarte, de buscar que el otro cambie para que te sientas mejor?
¿Estás entendiendo la propuesta?
¿No?
Bueno, entonces sigue en tu celdita mental… si eso es lo que eliges, ¡está bien, es tu decisión!
¿Cómo?
¿Que entiendes pero te cuesta poner en práctica estas ideas tan geniales?
¡Sí, estás en la senda correcta, para lograrlo!
Si te quedas en la celdita, con los mismos miedos, algunos más activos, otros más adormecidos, no esperes que tu vida cambie por un acto de magia.
Tampoco creas que el tiempo todo lo soluciona.
El tiempo es una función del movimiento, no tiene una sustancia propia.
Si no hay movimientos de cambio hacia el bienestar, difícilmente las cosas mejoren.
Ni tampoco el pensamiento positivo solamente, o plegarias cargadas de adoración idolátrica, ni supersticiones varias, ni terapias alternadas, mientras no salgas de la celdita, o al menos des algunos pasitos hacia la puerta y la abras, no habrá bienestar…
¿Cómo?
¿Que otros pueden hacer algo para ayudarte?
¡Claro que sí, que bueno que exista gente solidaria y altruista!
Pero, ¿dónde queda tu poder en ello?
¿Quieres comer el pan de la vergüenza solamente, o estás dispuesto a hornear tu propio pan de la dignidad?
Son opciones, lo que te deje feliz y no perjudique a nadie, está bien. A nadie, lo que te incluye a ti…
Sí, puedes llamar la atención, como el niñito pequeño, para que un adulto cuidador te alce en brazos y te cuide.
Claro que puedes hacerlo, de eso se encarga el EGO.
Hasta puedes creer que tienes tanto poder que obligas a otros a hacer lo que tú podría estar haciendo con independencia y salud.
Entonces, sé libre, sé espiritual.
Unifica tus dimensiones, actúa guiado por la Luz que se esparce desde tu Yo Esencial (neshamá o espíritu). Esto no significa vestir de manera graciosa, ni llenarte de rituales, ni repetir palabras en arameo o hebreo, o saberte cada frase genial de sabios, o estar con el “amén” en la boca todo el tiempo. Sino, explorar tus capacidades, descubrirlas, desarrollarlas, y con ello unir el cielo con la tierra, unificar tu Yo Auténtico con tu Yo Vivido. Ser pleno.
Lo que te lleva a vivir en constante construcción de shalom, es decir, desde la bondad y la justicia. En cada uno de tus planos.
Seguirán los miedos existiendo, las dudas, la impotencia así como los trucos del EGO. Por supuesto que sí, porque es condición humana, normal, natural. Todo en su justa medida.
Pero, tú ya no estarás atrapado en tu celdita, sino que podrás decidir lo que es bueno y justo, leal a los mandamientos, manifestación de lo divino en lo terrenal.
Tal es la vida de santidad.
Así es una vida de AMOR.
Un Dunbar, por favor
Era Roberto Carlos el que cantaba “quisiera tener un millón de amigos”, ¿no?
¿Para qué quería tantos, me pregunto?
Él en su canción nos daba una respuesta: “así más fuerte poder cantar”.
Es decir, no eran amigos realmente, sino un enorme coro que vociferara junto a él. Quería sumar la voz de esa cantidad inmensa de personas para que su canción se escuchara.
Interesante marketing viral, o algo parecido, pero que poco y nada tiene que ver con “tener amigos”.
De hecho, me pregunto también: ¿se “tienen” amigos?
Que me lleva a otra pregunta: ¿se “tienen” hijos?
¿Es el verbo apropiado en ambos casos?
En la antigua Tradición se menciona el “adquirir/crear amigos”, pero no recuerdo si se habla de “tenerlos”.
Me fui por las ramas, así que volvamos al cantor brasilero y su anhelo.
¿Alguien tiene un millón de amigos, que sean realmente amigos?
Surgen otras preguntas, muy obvias, tales como: ¿se acuerda de los nombres de cada uno?
¿Tiene tiempo suficiente como para que su amistad sea significativa con cada uno de ellos?
¿Será que Carlos maneja una definición de amigo un poco peculiar?
Me parece, y lo digo a ojo no más, que es entre imposible e improbable que alguien llegue a mantener lazos amistosos reales con tanta gente.
¿Cuántos son tus amigos actualmente?
¿Cuántos los fueron a lo largo de los años?
¿Cuántos siguen siendo desde el preescolar hasta ahora?
¿De dónde son?
¿Ya no consideras amigos a aquellos que en una época eran como tu sombra?
¿Cuándo fue que te hiciste de un nuevo amigo?
¿Cuándo conversaste con alguno de ellos?
¿Cuándo se encontraron personalmente?
¿Qué cosas de la vida los unen y los alejan?
Tantas preguntas podemos hacer, ¡tantas! Algunas son más que obvias y cursis, otras podrían ser más profundas, pero son todas preguntas. ¿Te sirven para algo en este momento?
Volviendo a los amigos, cuando somos pequeñitos pareciera como si hacerse de amigos fuera la cosa más natural del universo. Nos revolcamos en la misma mugre, metemos en la boca las mismas porquerías, jugamos a las mismas cosas que para los niñitos tienen total sentido y trascendencia, no andamos discriminando por esto o aquello (a no ser que ya de tan chiquitos nos hayan metido creencias idiotas como brújula), en fin, pasamos el rato juntos y hasta llamamos “amigo” a alguien solo por estar a medio metro de distancia o hacer las mismas actividades o similares.
¿Serán amigos? ¿No? ¡Qué se yo! Lo que sí sé es que en apariencia tenemos menos barreras naturales y aprendidas para pasar el rato con gente extraña.
Pero al crecer y ampliar nuestro radio de acción social, al irnos socializando, es como si las amistades se fueran restringiendo.
Digo según una apreciación muy general, y sin basarme en estudios estadísticos o similares.
Así los que son amigos son contados con los dedos de una mano, o un poquito más.
¿Cómo es contigo?
¿Qué nos une?
¿Qué nos sostiene en el tiempo?
¿Qué hace que podamos surfear las dificultades y mantenernos en una relación amistosa?
Ya ves, más preguntas…
Hoy día nos llenamos de “amigos” por las redes sociales virtuales.
Amontonamos amigos como likes, con un valor similar supongo.
(Lee este texto cuando tengas tiempo y ganas: http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/consumir-el-fruto-permitido).
Probablemente de esos mil amigos en la red social preferida, en verdad sean amigos tuyos tres o cuatro.
Bueno, tú que eres más simpático y social que yo, te admito que digas que son treinta o cuarenta. Sin contar colegas, conocidos, familiares, clientes, y otras relaciones funcionales, o útiles u obligatorias.
Sobre el número de relaciones significativas, te comento que un antropólogo llamado Robin Dunbar, hace una década atrás, tras una prolija investigación en primates estableció que llegamos a contabilizar 150 individuos en nuestro círculo de relaciones significativas.
¡Que ni siquiera son todos amigos!
Esto se da en primates, en hombres, en el campo, en la ciudad, en la villa, en todos lados donde hay vínculos entre congéneres.
A este número se le conoce como… ¡adivinaste!, “número de Dunbar”.
Te recomiendo que le des una lectura, quizás aprendas algunas cosillas interesantes y provechosas.
Así pues, son 150 personas, aproximadamente, con las que nos relacionamos de una manera que tiene significado y sentido.
¿Es hora de ir expurgando tus “amistades” en tus redes sociales más frecuentes?
¿Es hora de revalorizar a los que son amigos, y gente especial, reales?
¿Podría ser que las comunidades virtuales, así como las amistades ídem, sean valiosas pero no significativas?
¿Es tiempo de replantear algunas prioridades en tu vida?
¿Te sirve para algo este post?
Feliz cumpleaños Estado de Israel
Un 5 de Iyar (en aquella ocasión 14 de Mayo) de hace 66 años nacía el moderno Estado de Israel.
Lo que parecía un imposible sucedió.
De las cenizas de la Shoá, tras siglos de exilio, con la desesperación a cuestas, con la esperanza en un porvenir venturoso, de pronto comenzó el amanecer.
Cuando nadie, o bien pocos, lo consideraban posible.
Si bien mucha gente puso trabajo, ingenio, esfuerzo, dedicación, y hasta su vida para el sueño fuera un hecho.
Estos 66 años son una gota de agua en el océano del tiempo, una pisada en la mas de 3 veces milenaria historia de la Familia Judía; sin embargo, ¡cuánto ha hecho está nación en esa pequeña parcela de su tierra ancestral y prometida para la perpetuidad!
Logros increíbles, incluso hasta más llamativos que un mar que se parte para dejar pasar a un pueblo por él.
Una realidad que parece sacada de un libro de cuentos míticos.
Pero claro, no todo es lustroso y brillante.
Hay opacidades, hay contratiempos, no todas las decisiones son fáciles o acertadas.
Aunque, ¿quién puede poner en duda que hay algo milagroso, sobrenatural y al mismo tiempo totalmente humano en lo que ocurre en ese minúsculo territorio tan lleno de espíritu y vitalidad?
Es solo los albores, el momento previo al despertar del sol con su poderoso nuevo día.
Quiera Dios que podamos ser parte.
Ayudarte a encontrar el tesoro escondido
Alguien depositó, sin avisarte nada, un inmenso tesoro en el centro de tu casa, está bajo una montaña de muebles, utensilios, vestimentas.
Tú no tienes noción de su existencia, ni remotamente sospechas que eres muy rico.
Por el contrario, te crees pobre, necesitado, siempre al límite de tus fuerzas, carente de muchas cosas, buscando con desesperación aquello que sientes en falta.
Si te encontraras con el tesoro, si alguien te indicara su paradero, si tropezaras con él, si de alguna forma se hiciera presente en tu vida, ¡cuántas cosas cambiarían o cambiarías!
Pero, sigue oculto, invisible, como inexistente.
¿Eres rico o no?
Somos un Yo Esencial, una neshamá que nos mantiene en constante conexión con Dios y todo lo creado.
Esa es nuestra identidad más firme, perpetua, irremplazable.
Fuente de bienestar, recipiente de bendiciones.
Pero, nadie nos muestra su existencia.
Por el contrario, se nos insiste en que usemos máscaras, que nos identifiquemos con fugaces personajes al que llamamos Yoes. Creemos que el hacer, que el tener, que el llenarnos de objetos y vivencias pasajeras es lo que somos. Amontonamos cosas encima de nuestro Yo Esencial, lo mantenemos escondido, invisible, como si no existiera, como si no lo fuéramos.
Pero, nos arropamos con los disfraces que nos imponen, nos hacemos pasar por otros, jugamos a creernos importantes, pero cuando estamos a solas, cuando nos atrevemos a reconocernos, nos damos cuenta de que estamos como vacíos, que vivimos como pobres.
¡Siendo inmensamente ricos!
Nos llenamos de cosas, buscamos un pedazo más de pizza, otra copa de alcohol, un litro más de helado, otra prenda de vestir, una nueva TV, el celular con una “S” que se supone nos darás más “S”atisfacción, otro auto aunque el nuestro solo tenga mil kilómetros recorrido, relaciones totalmente superficiales y vacías con otros como nosotros, pedimos dioses, adoramos santos, nos llenamos de rituales, nos llenamos de cosas y más cosas, nos atiborramos, estamos hasta la coronilla de cosas, para sentirnos algo, para creernos poderosos, para no sentir miedo, para hacer de cuenta que estamos acompañados, para olvidarnos las penas, para…
Y todo ello no deja de ser confusión, caos, desorden, destrucción, sombras, obstáculos para ir descubriendo nuestra neshamá y permitir que su Luz nos alumbre y alegre.
Pero, el EGO nos asigna otras metas, ganar otra medalla, coronarnos con otro éxito, vencer otra disputa, tener la razón, adquirir otro ritual e imponernos un nuevo rigor carente de sustento, ser el que sabe y domina, luchar permanentemente, o manipular, o hacerse la víctima.
Cualquier cosa viene bien, con tal de mantener amurallada la Luz, estar absortos a nuestra verdadera identidad.
Ahí está el gran tesoro, a nuestro alcance, si quisiéramos, si nos permitiéramos ser libres de violencia, de gritos, de golpes, de gimoteos, de quejas, de afanes inútiles, de quejas vacías, de enojos, de llenarnos de cosas para sentirnos “algo”.
El EGO no es malo.
Es una función natural de tu sistema nervioso, está para ayudarte en los momentos de real impotencia, cuando no tienes otros recursos más que los primitivos que permiten la supervivencia o la llamada de atención para recibir auxilio.
Pero, cuando ocupa el sitial que no le corresponde, cuando se convierte en el capitán en lugar de ser el ayudante de limpieza, entonces es cuando el drama se desarrolla.
Sin embargo, cuando aprendemos a reconocer al EGO, a darnos cuenta de nuestras carencias, a dejar fluir lo incontrolable, a hacernos cargo de nuestra parte, a superar las pruebas del EGO, es que nos convertimos en nosotros mismos. Allí somos poderosos.
Entonces, el EGO dejó de ser un problema, EL problema, para volver a ser un ayudante provechoso. También es como la pesa que emplea el que está ejercitando para desarrollar el músculo. Es un socio en la tarea de encontrarnos y vivir a plenitud, si hacemos las cosas como debe ser.
Te propongo dejar los dramas y los papeles impuestos por el EGO, o la sociedad agobiada por el EGO.
Si te enojas, date cuenta, acéptalo, es normal, pero no actúes desde el enojo.
Si no puedes, no por ello te tildes de inútil, no te dejes caer en la impotencia, aprende a reconocer tus límites para que uses tu poder y seas poderoso.
Si te equivocas, admítelo, subsana lo que es corregible, pide disculpas si corresponde, aprende, modifica tu conducta.
Como ves, tienes otros modos para vivir, que te vayan sincronizando con tu verdadera esencia espiritual, que te permitan ser tú y no una sombra de lo que podrías ser en este mundo.
También con la ayuda del EGO, si aprendes las lecciones, entonces estarás a un paso de encontrar el tesoro que tienes escondido en el centro de tu hogar.
Juzgar meritoriamente
La Tradición judía enseña a juzgar favorablemente, en la medida de lo posible, en la máxima: “eveh dan et kol adam l’kav zjut" – “juzga a toda persona para el lado del mérito” (Pirkei Avot 1:6).
Esto no significa excusar el mal, hacerse cómplice de lo negativo, fomentar el vicio o participar del quebrantamiento del mundo, ¡de ninguna manera!
Más bien, es no apresurarse a prejuzgar, no correr a tildar nefariamente, a ser clementes en tanto procuramos la rectitud, a indagar con cautela y respeto en pos de la verdad.
Sabemos que el mundo carente de justicia se derrumba en el caos y la violencia.
Es un hecho que el amor sin el límite del rigor, o de la justicia, termina corroyendo, lastimando, avergonzando, sumiendo en la impotencia y la angustia desesperante.
Al mismo tiempo, la justicia estricta, cuando es una vara intolerante e intransigente, suele dejar de ser justa para transformarse en otra cara de la angustia y de la impotencia, una arma de corrupción y sometimiento.
Por ello es imprescindible que la bondad sea siempre acompañada por la justicia, la justicia por la bondad.
Apartar con una mano en tanto se acerca con la otra.
Señalar los errores existentes, sin menospreciar los logros alcanzados.
Elogiar los triunfos, sin esconder las faltas a superar.
Ambas caras son complementarias, al escasear una de ellas, no existe el equilibrio.
Cuando el juicio es apresuradamente estricto, una reacción automáticamente condenatoria, sin amago de prudencia ni de bondad, deberíamos inspeccionar que hay por debajo de ello.
¿Qué impulsa una conducta de este tipo?
¿Qué se esconde detrás de la dureza tirante, indispuesta a un atisbo de benevolencia?
¿Qué hay en el rictus castigador del autoritario, de aquel que ejerce con brutalidad su porción de fuerza?
Tal vez nos encontremos que encubierto o rechazado de la conciencia se encuentra una persona encorvada por el peso de su miedo, insegura, aterrada por las sombras de su impotencia.
Suele pasar que debajo de uniformes y galardones, debajo de armas y fieros gestos, debajo de griterío e insultos, debajo de golpes y amenazas, debajo de patotas de bandoleros, debajo de eso que quiere parecer como poderoso, no hay otra cosa que una persona desamparada, débil, falta de seguridad, encerrada en celditas mentales, que se siente de continuo impotente.
Cuando revelamos el interior del dictador deja de aterrorizar y pasa a dar lástima, a veces hasta risa por su pose que inspira terror pero es solamente eso: pose.
Claro, esto no disculpa un gramo las maldades que haya cometido, ni perdona el daño causado a los inocentes.
Debemos juzgar favorablemente, pero para alcanzar un juicio justo y verdadero, no para patrocinar el mal o justificar al malvado en sus andanzas. ¡Tengámoslo claro!
Solamente el esclavo del EGO, o el que se dejó arrastrar por él, recurre al grito, al insulto, a la amenaza, a la mentira, a la manipulación, al engaño, a la discriminación negativa, a la burla, al golpe, a la violencia, al acoso, al abuso, a atemorizar, a cualquiera de esas manifestaciones de un supuesto poder, que es solamente externo porque el interno es inoperante.
Solo el que está sumergido en su sentimiento de impotencia se permite esos arranques nefastos, porque quien está en ejercicio de su poder real no precisa de las herramientas oscuras para vivir en paz.
El autoritarismo es una especie de conducta compensatoriamente enfermiza para no sentir la atroz impotencia, pero que no ayuda a la persona a ser poderoso o a sentirse interiormente así.
Son varias las enseñanzas prácticas de esta sabiduría, una de ellas es darte la oportunidad de analizarte para que cuando te sientas necesitado de recurrir a las herramientas del EGO, NO LO HAGAS, por el contrario date cuenta de qué estás por hacer, detente y encuentra qué sentimiento de impotencia te ha llevado hasta allí.
¿Qué otros instrumentos para mejorar tu vida encuentras en este mensaje?