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CUANDO EL TIEMPO PASA, Y LA ESPERA SE HACE ETERNA

Muchos al formar un hogar, anhelamos tener esas “extensiones”  que un día hablarán de nosotros y nos llenarán de alegría cuando de sus bocas sean oídas las palabras papá y mamá.  Pero a veces esos anhelos parecen deteriorarse cuando mes a mes, luego de desearlo e intentarlo, descubrimos  esa mancha que nos confirma el inicio de nuestra regla, y con ello sobreviene nuevamente la tristeza al saber que   aun no seremos mamá.

Es difícil describir lo que sentimos como mujeres, cuando la espera se alarga, cuando vemos pasar el tiempo, tras cada intento fallido, a menudo algunas preguntas  tales como: “¿para cuándo los bebés?; ¿ya casi? ¿si lo están intentando?, … sumado a la gran cantidad de sugerencias, y comentarios a veces no solicitados, causan más ansiedad, Al principio sonreímos, y tenemos respuestas que suenan seguras y optimistas, pero en el fondo seguimos soñando con ese momento que deseamos disfrutar y vivir; pero que pese a los intentos no llega.

 Cuando me casé, pensé y casi que decidí que no debía tener hijos tan pronto, muy convencida decidí cuidarme con métodos naturales que resultaron muy efectivos, pero cuando creí estar preparada, y pensé que era el momento adecuado para los hijos, ¡La buena noticia no llegaba!, y con esta ausencia empezó a pasar el tiempo, la espera se hacía muy larga, tras cada intento fallido, venía la tristeza, la tensión, la impotencia, y sin quererlo las culpas.


Veía parejas conocidas que iniciaban esta etapa que yo tanto anhelaba, etapa que nueve meses después tendrían en sus manos, para derramar todo su amor como padres. Recuerdo una ocasión haber llorado, quería compartir esa alegría que sorprendía a los futuros padres, había una diferencia ellos no lo anhelaban, no lo esperaban, pero serían papás, vi a mi esposo sorprenderse,  y luego volver a mirarme, sentí que me preguntaba porque yo no, ¿por qué nosotros no? claro nunca lo dijo, solo sentí, supuse, saque conclusiones, sentí como si todo dependiera de mi, ¡son tantos los sentimientos que desfilan por nuestras mentes!, aunque no sean verdaderos.


Lloré muchas veces a solas, no me sentí completamente mujer, aunque  lo era exteriormente y  profundamente pues esa era la voluntad de mi Hacedor, pero nuestros altibajos nos hacen olvidar a veces lo que somos y lo que valemos.  No quería hacer reclamos ni cuestionar a mi Creador, pero creo que con mi dolor y mi llanto lo hice sin querer.


Oía comentarios y posibles soluciones que no quería escuchar, es como estar en medio de un duro proceso de negación  y de aceptación.  A pesar de intentar convencerme a mi misma de que “todo estaba bien” decidí aceptar algunas sugerencias que a mi modo de ver eran razonables; como  ir al médico.  Según su opinión, “todo estaba bien” sólo debía esperar.  Pero el tiempo seguía pasando y “nada”; mi esposo visitó al médico pero tampoco había indicios del “problema”.

Cuando empezamos la construcción de nuestra casa, pensamos en nuestros hijos, pero luego de tantos intentos los ánimos disminuyen porque dudábamos al pensar que “ya no llegarían”. 


A nuestra casa, aún en construcción llego un día una grata visita, a esta persona debemos  inmensamente nuestra gratitud, mi esposo y yo, gracias a él conocimos nuestro roll en el mundo, nuestra identidad como noájidas y anhelamos aprender y seguir por este camino.  Yo no estaba en casa; mi esposo lo atendió aunque por poco tiempo, cuando él le dijo que teníamos una casa grande, mi esposo respondió que sí, pero que teníamos un problema, y le conto que no habíamos podido tener hijos.  Su repuesta fue algo así “¿Cuál es el problema?; eso no es un problema.

Luego le dio algunos concejos: “busquen ayuda, oren, hagan todo cuanto esté a su alcance”; y le conto como hacían algunas parejas que con ese mismo anhelo iniciaban largos tratamientos y, siempre hacer hasta el último esfuerzo.

Cuando mi esposo me conto,  me dije a mi misma que aún no había hecho lo suficiente.  Acepte la invitación de una amiga a una charla de fertilidad, a la que antes me había rehusado a ir.

Recuerdo haber orado, puedo decirte que lo hice muchas veces, lo hice con todo mi  corazón, le conté a Dios mi tristeza, le hable de mis miedos, de mi impotencia, hasta le aseguraba que si tenía un hijo, intentaría ser una gran mamá, quería que supiera que ese amor que como mujer tengo podría derramarlo todo sobre esos pequeños “nuestros,  y no – nuestros “, no recuerdo que más hable con él, fueron tantas veces, y le dije tantas cosas, pero en todo momento lo hice, sinceramente, sin cuestionar, sin demandar, lo hice porque con ello me sentía oída, amada, escuchada.

Asistimos a la charla que daría el especialista, concurrieron también muchas parejas, me di cuenta que no éramos los únicos, escuchamos inquietudes de parejas que tras largos intentos, tratamientos duros, largos y costosos, habían tenido pérdidas de embarazos, habían casos duros, muy, muy duros.  Mi amiga, que conocía al especialista, que es una eminencia en Colombia y reconocido en el mundo, por sus éxitos en estos procesos, nos pregunto si nos solicitaba una cita, mi esposo quería que fuera inmediatamente, pero yo le dije a ella que en esa semana le avisaba.


De camino a casa mi esposo insistió, que debía solicitar la cita lo más pronto posible, yo le dije que “no”, que quería esperar; ante la insistencia tuve que darle una noticia  “Tenía un retraso, pero … aún no estaba segura” tiempo atrás había tenido uno similar, pero no era más que otro intento fallido.


Mi retraso tiene hoy 17 mese de edad, ya camina dice papá, mamá y otras palabras, es un motivo inmenso de alegría, y sobre él he derramado ese inmenso amor que una madre puede dar. 

Le doy infinitas gracias al Eterno por esa oportunidad de ser Co – participe en la creación,  le agradezco profundamente por ese Milagro increíble, que obró en su tiempo, y no en el mío, le agradezco por su paciencia, su amor, por todo lo que Él hace. 

Ya me había hecho a la idea de que no tendría hijos, y pensaba en los posibles caminos para continuar mi vida, mi hogar, para serle fiel al Creador y actuar correctamente, para no reclamar, no cuestionar, y sobre todo para no culpar.


No sé cómo hablar de lo maravilloso que es vivir ese proceso, ver crecer ese milagro en ti, y luego al tenerlo en tus brazos desear protegerlo, abrazarlo, y satisfacer sus necesidades, es indescriptible.

Si tú, como mujer has tenido esa misma dificultad, has vivido esa larga espera que nos entristece, y abruma, solo puedo repetir esas palabras que me hicieron pensar:

“¿Cuál es el problema?;  “busca  ayuda, ora, haz todo cuanto esté a su alcance”. Y no olvides orar sinceramente al que hace posible, lo imposible.  Sea cual fuere la respuesta pide también guía y ayuda para aceptarla y vivirla.


Quiero compartir con ustedes aquí, en FULVIDA “mi segundo hogar”,  una hermosa noticia: “por segunda vez, espero un milagro”; tengo 11 semanas de embarazo, y con el favor del Eterno, todo va bien, las lágrimas que un día derrame por el dolor de pensar que era infértil, que no sería mamá, hoy las derramo de felicidad, de agradecimiento al Creador, quien me ha permitido tener el privilegio de ser mamá.

 

PD: 

Este escrito lo dedico como  agradecimiento al rav. DaniEl Guinerman por permitirme iniciar este camino como benei Noaj, por brindar conocimiento de luz, por su labor que me permitió salir de la idolatría y encaminarme por el buen camino.

También agradezco grandemente al Moré Yehuda Ribco, por su disposición, respuesta y guía a todos aquellos gentiles que anhelan volver a su verdadera identidad, por este hogar, por Fulvida.

Quiera el Eterno bendecirlos grandemente.