Tienes la sensación de que no sabes moverte entre la gente, o que no te dan el espacio. ¿Será que no te respetan?
Directamente, ¡ni te registran! Nadie se da cuenta de tu existencia.
¿Será ese el problema?
En las reuniones las personas conversan, se juntan en grupitos, van, vienen, ríen, carcajean, susurran, se invitan, y tú sientes que estás por fuera. Cuando ibas a decir algo, el otro te dio la espalda para irse con aquella rubia. Te preguntaron como estás y antes de poder responder ya estabas a solas con una aceituna a medio comer. Se te traban las palabras, estás convencido de que aburres, de que algo provoca que la gente te rechace en tanto los demás la pasan a las mil maravillas. No se te ocurren temas para la conversación, y cuando dices algo tienes la idea de que el otro ni te escucha, difícilmente dejas alguna huella en ellos. Tienes la certeza de que no hay nada interesante para compartir con los demás, y de haberlo, no tienes el carisma para expresarlo. Quisieras parecer inteligente, divertido, profundo, simpático, atrayente, seguro, todo lo que sientes que no eres, para de esa forma obtener la atención y reconocimiento.
Estás por largar el llanto, o de esconderte en algún sillón arrinconado y en penumbras. Quizás pudieras decir una excusa, a la cual nadie prestará atención, para retirarte ya y sumergirte en un pote enorme de helado en la soledad de tu habitación. Quisieras estar en control de esa mezcolanza que son las fiestas, encuentros, banquetes, convites, rejuntes, pero sientes y sabes que no tienes ningún poder allí, todo te supera, te pasa como una marejada enorme y desordenada en la cual te ahogas.
Sí, podrías decir que odias las reuniones sociales, no estás a gusto y preferirías estar en otra parte.
Puede haber algo de cierto en lo que sientes, crees, piensas; pero también te aseguro que hay un enorme componente de imaginación de tu parte.
¿Cómo decírtelo para que no te ofendas?
¡Te estás boicoteando!
El hecho cierto es que las reuniones sociales suelen ser caóticas, no hay un hilo conductor en las charlas, ni un tema que monopolice la reunión. Son olas que van y vienen, con una vida propia que supera a la individual de cada participante. Uno dice algo, el otro habla de otra cosa, aquel intenta responder lo que uno preguntó media hora atrás, ese otro está contando algo que nadie sabe bien qué es, aquellos están en su propio monólogo de a dúo pero en medio de la charla general, el otro interrumpe a cada rato, ese quiere rematar con un chiste tras cada frase de aquel, y así la cosa es mezclada, confusa, dinámica… como si solamente estuvieran pasando el tiempo soledades juntadas en un lugar y tiempo.
Ten presente que estás mostrando máscaras, así como los otros. Habrá seguramente competencia de poder, a ver quien se impone, quien predomina, quien se lleva la atención. Es un habitual choque de las partes más primitivas y menos desarrollables de nuestro ser, con las de los otros; todo ello mediado por reglas sociales, costumbres, expectativas, etc.
Las frases divertidas o inteligentes no son la norma, lo que se busca por lo general es impresionar, o mostrar el control de la situación.
La gente se aburre pero sonríe, mostrar debilidad no es una estrategia admisible por el grueso de la sociedad.
La gente está pensando en lo que ellos quieren responder y no en lo que el otro les quiere decir, porque en verdad poco importa la comunicación auténtica, sino tan solo predominar, obtener la satisfacción, o al menos no pasar papelones.
Tus palabras quedarán en la memoria lo que una papa frita en cumpleaños infantil, lo mismo que pasará con los dichos de los otros en ti.
Tu alarma de estar siendo inspeccionado y en la mirada de todos, probablemente sea solamente tu imaginación. Eres tú quien se cree en el centro de la inspección, los otros seguramente están pendientes de sus propios miedos y debilidades.
Los otros concurrentes, probablemente flaquean como tú en estas situaciones, aunque tal vez tengan a mano algunos recursos para hacer más disfrutable, o menos calamitosa, la ocasión.
Aunque, no faltan los criticones, los cítricos, aquellos que encuentran placer en el sufrimiento ajeno, porque de esa manera vil obtienen una miserable sensación de autoridad.
Por supuesto que hay gente que se mueve en las reuniones con facilidad, sin preocuparse, están en su medio. Pero, ¿quién dice que ellos sean la mayoría o la norma?
No te hundas, no te persigas, no te castigues, no te juzgues, simplemente trata de pasar un momento agradable junto a los otros participantes.
Te ayudaré con algunas ideas.
Si te escondes en algún rincón, si te alejas de los grupos, si estás en una posición defensiva, es muy difícil que puedas integrarte al ambiente de la charla.
Sí, sé que crees que te cuesta, que no quieres ser el centro de las miradas, que tienes miedo de lo que opinan de ti. Estoy consciente de todo eso, por ello es que te sientes como te sientes.
Entonces, haz el pequeño esfuerzo de acercarte a algún grupito y no quedarte por fuera, ni en la periferia, ni en un extremo. Mejor sitúate en el medio de la ronda, por el lugar donde vuelan las conversaciones de un lado para el otro. Así estarás participando incluso sin mover los labios.
Atiende a lo que los demás tengan para decir. Es como una receta mágica, a la gente le encanta hablar y hablar y que alguien les escuche, o al menos parezca hacerlo. Sé tú quien les escucha y por supuesto puedes intervenir cuando te surja algo para comentar.
No te esfuerces en llevar la voz cantante, ni en brindar las respuestas inteligentes, ni en ser el tipo más ocurrente de la sala.
Con tu actitud receptiva y algunas palabras ya es más que suficiente para generar un clima amigable.
Ten en cuenta tu postura corporal, porque los gestos, las posiciones, las entonaciones, las miradas, todo ello dice muchísimo, incluso más que las palabras.
Pero, no tienes la obligación de guardar silencio ni de ser el psicoanalista de la velada, recibiendo en mutismo neutral todo lo que tienen para lanzarte encima.
Tú también tienes algo para contar, algún chiste para divertirte, algo que te molesta, ¡qué sé yo! Lo que quieras y convenga y sea beneficioso para ti y los concurrentes.
Si tienes que interrumpir, y no es algo frecuente en ti, hazlo. Ser amable y amistoso es parte de la construcción de shalom también. Por ello, cuando te interrumpan, pásales la posta. Ya podrás terminar tu idea, o tal vez ya no te interese hacerlo. Tú evalúa, pero con una meta en mente: que todos lo pasen lo mejor posible.
Cuando hables, procura ser claro, conciso, en un tono y volumen que alcance el oído de la gente a tu alrededor, los destinatarios de tu mensaje.
Si no te escuchan, ¿cómo van a saber que estás hablando con ellos?
Y si te escuchan, pero el sonido es estridente, molesto, abusivo, agresivo, aburrido, ¿qué pretendes que te respondan?
Está en ti manifestar tu presencia, hacer que te reconozcan, proponer tu autoridad.
Si estás como si no estuvieras, ¿cómo quieres que aprecien lo que tienes para compartir?
Si tu voz indica debilidad, hostilidad, desprecio, altanería, y por el estilo, ¿cuál crees que será la respuesta del otro lado?
No admitas agresiones pero tampoco agredas.
Si no estás a gusto, puedes correrte hacia un espacio más positivo.
Si por alguna causa debes permanecer en la cercanía de algún personaje tóxico, trata de controlar tus reacciones inmediatas, no les brindes el placer de que te saquen de quicio y así obtener ventajas sobre ti.
Como ves, en este baila participan varios convidados.
Tú eres uno de ellos, las creencias que te dominan cual títere son otras de las que participan.
Si permites que tus creencias, fantasías la mayoría de ellas, sigan dirigiendo tus pasos, pronto estarás en un lugar que podrás sentir confortable pero te horroriza. Tu celdita mental, tu zonita de confort.
Si a pesar de las voces que te disminuyen, haces el esfuerzo de imponer una presencia amable, sonriente, atenta, participativa, confiable, entonces estarás quebrando el dominio del EGO sobre ti, al menos un poquito, lo suficiente para darte confianza y vigor para un nuevo paso.
Si sigues los pequeños consejos e igualmente sientes que eres un fracasado, que la gente te rehúye, que no tienes valor a sus ojos, que te dejan con la palabra a medio decir, en fin, todo lo que ya mencionamos; sería hora de revisar a conciencia tu actitud hacia el mundo, tu sistema de creencias, tus máscaras que ocultan tu rostro, el poder que permites al EGO tener sobre ti.
Ten en cuenta que tienes derecho a la privacidad, a tus gustos, a que no te agraden los eventos sociales. Pero una cosa no quita la otra. Si tu timidez te impide socializar, no es lo mismo a optar por ser retraído. Si sientes como nefasto el tener que rodearte de otros en una fiesta, no es parecido a preferir voluntaria y agradablemente otro tipo de solaz.
Por último, de manera similar a como ocurre con esa timidez social, suceden en los otros obstáculos que están en tu mente más que en la confrontación con la realidad.
A todo esto, ¿cómo se vincula este tema tan interesante con la finalidad de SERJUDIO.com o FULVIDA.com?