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Más que vencedor

El EGO como amo, resulta en una vida de pesadumbre.
El EGO como esclavo, colabora en llevar una vida de plenitud.

El EGO como esclavo permite que la gente cuente con confianza en sí misma y en los otros, seguridad y estabilidad emocional; flexibilidad y creatividad; adaptativo y con fuerza para tolerar contrariedades y reincorporarse tras de caer; razonable; independiente y auténtico.

El EGO como amo presenta falta de confianza; se frustra fácilmente; es rígido y autoritario; es dogmático y egocéntrico; poco racional y manipulador; representa papeles en vez de ser sincero; es arrogante y narcisista; falta a la verdad; es frágil y débil aunque se muerte fuerte y resistente.

Cuando el EGO manda, la persona se esconde detrás de máscaras. Se infla para parecer más fuerte, más inteligente, más ético, más religioso, más querible, más todo lo que pueda hacerle pasar por admirado y necesitado por otros, cuando en realidad es la persona la que está desesperada por obtener calor humano, reconocimiento, aplauso externo, el poder que desde dentro no siente.

Tratar con la gente sometida al EGO no es sencillo ni resulta agradable.
Porque hay que tratarlos como si fueran globos inflados a su máxima capacidad, cualquier cosita puede hacerlos estallar y derramar su contenido.
Además, saltan reactivamente al menor roce, sin capacidad como para estabilizarse y sostenerse con seguridad.
Son vulnerables, están bajo constante estrés de caer en impotencia en cualquiera de los planos de existencia.
Para asegurarse deben ser duros, mostrarse grandiosos, negar sus errores, echar culpas, inventar excusas, justificarse en sus acciones, manipular para obtener ventajas, hacer trampas, engañar, ser frío y duro o aparentar gran amistad, todo lo que esté a su alcance para no estallar.

Si en verdad fueran fuertes, no andarían por la vida faltos de humildad, ni demostrando lo que tienen o presumen tener, ni avergonzando a otros, ni hostigando, ni obteniendo réditos de trampas y engaños. O, no estarían en constante demostración de patetismo, de debilidad, de hacerse la víctima.
Pues ambas caretas (del súper exitoso o de la víctima perenne) son las que suele usar el esclavo del EGO.

Así pues, cuanto más se vende la persona como grande, perfecta, incorruptible, sagrada, pura, probablemente más esclava esté de su EGO.
Cuanto más este centrada en sí misma, hable de sus logros o de sus problemas, diga saber todo o no poder nada, en fin, cuanto más hagan creer que el mundo gira a su alrededor, menos poderosa es esta persona.
Triste es que este juego del escondite no es solamente con otros, sino con ellos mismos.
No pueden verse al espejo del alma, así que sus máscaras también les tapan a ellos su percepción de sí mismos.
Ignorar la situación hace imposible corregirla.
Y estas personas no solamente son ignorantes, sino activamente ignorantes, pues no admiten errores, no aceptan críticas leales, se niegan a emprender cambios, rechazan ofrecer disculpas. Son rígidos, monolíticos, paralizados en sus miedos y delirios de poder.
En su afán por controlar todo, no controlan casi nada. Pueden ejercer el autoritarismo, pero no la autoridad.
Son despreciativos y burlones, los primeros en agredir, todo para mantenerse a resguardo.
Ellos no se equivocan, es lo que anuncian; y de equivocarse es por culpa de otros, del destino, de algún dios, pero no de ellos. A veces reconocen algún fallo, pero lo minimizan, le quitan importancia, lo comparan con los males de otros, tratan de evadirse, todo el tiempo están en escapatoria.
Difícilmente comunican, más bien ladran, ordenan, gritan, se quejan, denuncian, amenazan, maldicen, o son lisonjeros, falsamente amistosos, amplios en sonreír pero sin verdadera felicidad. Esconden sus sentimientos, aunque sepan arruinar los momentos con sus patéticas historias de heroísmo, con sus demandas, con sus groserías, con su falta de tacto y generosidad.
Por supuesto que esta forma de ser no solamente demuestra su impotencia y esclavitud al EGO, sino que también las refuerza. Porque se quedan pegados a sus creencias negativas, se esfuerzan en mantenerlas, no disponen de ningún cambio que resulte favorable.
Por si fuera poco, proyectan sus partes negativas en los otros. Entonces, si ellos sienten envidia, dicen que son envidiados. Si ellos se sienten fracasados, dirán que están rodeados de fracasados que obstaculizan su avance, etc.
Hacen de cuenta que sus logros son enormes, así lo van expresando por todos lados. Proclaman que son geniales, vigorosos, adelantados, pioneros, líderes, alumbrados por alguna divinidad. Sus logros son de ellos, le quitan relevancia a cualquiera que haya intervenido.
Son agentes del caos, siembran dudas innecesarias, generan conflictos, disputan, arruinan.
Con sus enflaquecidas energías puestas en taparse, en inventarse máscaras, en defenderse, en no reconocer su verdadera forma de ser, se siente más y más impotentes, por lo que caen más duramente bajo la tiranía del EGO.
Si entendieran esto, dejarían de malgastar fuerzas en apariencias y en pretender controlar lo incontrolable, y estarían con mayor capacidad para despertar su conciencia, ponerse a andar en el camino correcto.
Pero no lo hacen. Por el contrario, se atrincheran más y más tras sus toscas defensas, se alejan de la armonía multidimensional.
Activamente se esclavizan a sus EGOs.

Pero, quien puede librarse del sometimiento al EGO, tiene otra forma de vivir, comunicarse, ser.
Son genuinos, consigo y los otros.
Pueden aceptar que se equivocan, pedir perdón, corregirse, cambiar.
Pueden ser receptivos y no reaccionar lastimados. Aceptan puntos de vista diferentes, hasta incluso los solicita, pues pueden completar mejor una imagen del panorama.
Pueden compartir, pues no están anhelantes por llenarse sin desprender nada hacia otros.
Pueden agradecer y reconocer los aportes que reciben de otros, porque eso no les resta en nada a su fortaleza y poder.
Pueden ser abiertos, porque no temen, porque se saben competentes en algunas áreas e impotentes en otras.
Por ello tampoco están en competencia sanguinaria contra otros, sino que tratan de disfrutar lo propio, de mejorarse, de hacer su parte, de cohabitar en paz.
No tratan de controlar lo que está fuera de su control, por ello realmente son poderosos.
Culpan menos, se angustian menos, disfrutan más.
Son libres y tienden una mano amiga al prójimo.
Construyen Shalom.

Puesto así, ¿serías capaz de evaluarte?

¡Estás fuera!

Hemos referido en muchas oportunidades que el miedo básico primordial es a la impotencia, a no poder.
Este se desglosa en cinco ramas principales, de acuerdo a los cinco planos de la persona: físico, emocional, social, mental, espiritual.

La rama del miedo que corresponde al plano social la podemos reconocer como a ser rechazado, a ser dejado de lado, a ser anónimo, a no alcanzar estatus, a ser invisible o despreciable para el grupo.
No es el miedo al abandono, o la soledad, o el desamparo que corresponde al plano emocional, puesto que aquel refiere a procesos internos y a aquellos relacionados a personas significativas. Sino que el miedo en el plano social brota tano por relaciones con gente conocida como con extraños, con personas que valoramos y con aquellas que ni siquiera realmente nos importan tanto.
Piensa, por ejemplo, cuando algún “amigo” de Facebook te ha eliminado de su lista, cómo te sentiste, cómo te preguntaste qué pasó, cómo buscaste darte cuenta qué hiciste mal. En verdad, ¿ese “amigo” era un amigo? ¿Valía tanto su “amistad” como para amargarte o enojarte? Parece que sí, aunque no fuera un amigo en realidad.
O tal vez te pasó que alguno no te invito a una reunión, o el convite llegó tarde, o te dieron un asiento junto al baño en la fiesta, o… tantas cosas que te hicieron apenar por sentirte anónimo, no valorado, nadie. Cuando ni siquiera te importaba la fiesta, la gente, el motivo de la reunión, pero igualmente el miedo al rechazo estaba allí, haciendo de las suyas.

Este miedo y sus reacciones son bien conocidos por los manipuladores, por ejemplo los traficantes de la fe. Gente que emplea recursos emocionales para obligar a sus ovejas a seguirles a pesar de que racionalmente es evidente el engaño, la farsa, el caos, el mal camino. Se usa la presión de grupo, las amenazas, los amigos desaparecen, se quita el saludo, uno pasa a ser un paria, se pierde el contexto social al cual uno estaba acostumbrado, etc. Quizás a ti te ha tocado soportarlo cuando hiciste algún movimiento que resultara preocupante para el pastor de turno y su monopolio sobre sus ovejas. Tal vez cuando preguntaste algo que no le convenía, o cuando mencionaste tus dudas acerca de la verdad de esa fe teatral, o simplemente faltaste a alguna reunión de la congregación. Pronto, muy pronto te hicieron sentir el rechazo, te dejaron fuera, te infamaron. Probablemente lo has vivido, si quieres puedes compartir tus anécdotas aquí con nosotros, nos sirven para aprender y te sirve a ti para descargar lo que tienes en tu corazón.
Es un mecanismo sádico de dominación, que hábilmente manejan los traficantes de la fe, así como otros “líderes” que no cuentan con recursos saludables para mantener unido al grupo y sostener su liderazgo (jefes, patrones, políticos, cabecillas, etc.).

Así es amigo, el miedo es un instrumento muy peligroso en manos de los emisarios del EGO que se ponen a comandar las vidas de los que caen bajo su influencia.
El miedo en el plano social no queda por fuera de ser usado para someter y encasillar. De hecho, tiene una enorme influencia puesto que se replica y aumenta de acuerdo al número de integrantes del grupo.

Por ello es bueno conocer acerca de estos temas, y hasta reiterar las lecciones, aunque parezca aburrido.
Para conocernos, para entender cómo funcionamos, para ver qué acontece en nuestro entorno, para posibilitarnos ser sanos y felices.
Dios no quiere que seas una oveja de ningún pastor, de haberlo querido hubieras nacido oveja y no humano.
Así pues, toma este buen pan espiritual para hacer de tu existencia un canto sagrado eterno.
Esto es TORÁ en su bella expresión práctica, útil, beneficiosa. Sin artificios, sin trampas, sin eludir los temas que son esenciales para armonizar lo terrenal con lo espiritual.

Al sumergirse en las sensaciones producidas por el miedo, o al experimentar el rechazo realmente, la persona tiende a responder automáticamente con las herramientas del EGO: llanto, grito, pataleo y/o desconexión de la realidad, o alguno de sus derivados.
Esto, que nosotros afirmábamos desde tiempo atrás parece haber recibido soporte desde la neurociencia.
Según estudios académicos realizados recientemente (Peterson, C.K., Gravens, L.C., y Harmon-Jones, E. (2010). “Asymmetric frontal cortical activity and negative affective responses to ostracism.” ), se ha constatado que ante el rechazo se encienden dos zonas diferentes del cerebro, el lóbulo frontal izquierdo con enojo y el lóbulo frontal derecho con tristeza.

Ambas son reacciones “normales” ante el rechazo social.
Ambas son parte de las respuestas de lo que llamamos EGO, ante la impotencia o el sentimiento de la misma.

Ahora, ¿qué podemos hacer para mitigar el impacto de estos sentimientos?
¿Qué hacer para no aumentar el malestar a causa de nuestras reacciones, internas (sentimientos, pensamientos, ideas) y externas (acciones, gestos, palabras)?
¿Podremos eludir las trampas del EGO para no seguir siendo dominados e impotentes?

Hemos brindado algunas pautas en numerosas ocasiones anteriores, ahora quisiera proponerte otras (tal vez no muy diferentes de cosas que ya conoces y aplicas).
Si las pones en práctica me encantaría que me lo comentaras, todos aprendemos. Gracias.

  1. No supongas intenciones.
    A veces los otros se olvidan de ti, sin intenciones negativas. Eso pasa. Tú no eres el centro del universo ni de oro como para que todos estén pendientes de ti.
    Claro que esto no le quita peso al EGO, que pretende hacerte sentir inútil, nada, nadie, a la vez que te infla y te hace subir a un pedestal de barro, para que cuando te caigas y lastimes el dolor sea mayor y su dominio sobre ti esté asegurado.
    Que sepas que se olvidaron de ti puede excusas la mala intención, pero no el sentirte “menos” de lo que te crees.
    Igualmente, no supongas.
    Si tienes la oportunidad, cuando no estés enojado ni triste, pregunta amablemente qué pasó. Si es que quieres saberlo, si es que la pregunta y la respuesta no provocará mayores conflictos.
  2. Enojo y tristeza.
    Como mencionamos, la investigaciones han confirmado que surgen dos emociones: enojo y tristeza.
    Debes aceptar ambas, no solamente una. Reconocerlas. Manejarlas de modo provechoso.
    Si admites estar enojado pero no triste, o viceversa, habrá algo que no comunicas y tarde o temprano se expresará de algún modo.
    Admitir pero NO actuarlo.
    Comunicarlo para quitarle peso.
  3. No se acaba el mundo.
    Ok, no te quieren, no te invitan, no te valoran, sigue adelante entonces.
    Que no es fácil, me dices. Que ya conoces a la gente desde hace mucho tiempo y te cuesta desprenderte de ellos, me comentas. Que para los adultos se complica iniciar nuevas amistades, ser recibido en grupos, me aseguras.
    Sí, probablemente tienes razón… ¿y qué?
    ¿Por ello te quedarás en un lugar, situación, soledad, que no te gusta ni te sirve?
    Vamos, aprovecha ahora la oportunidad para encontrar gente más sensible, más afines.
    Permanecer varado por un fracaso, no es la forma de avanzar hacia tu bienestar.
  4. Lo que crees es más catastrófico que lo que es realmente.
    Sí, en líneas generales nuestra fantasía suele ser más recargada y dolorosa que el hecho en sí mismo.
    A veces es necesario cortar los lazos viciosos, romper los bastones tóxicos, desprenderse de las relaciones enfermizas, alejarse de los grupos fanatizados.
    Supondrás muchos tremendos resultados, que probablemente ninguno serán reales.
  5. Sé amable.
    Si realmente te han hecho el vacío, si no te han tomado en cuenta, sé amable con esas personas.
    No puedes, ni debes, obligar a nadie a que te quiera, a que te invite, a que sea tu socio o amigo.
    Pero si debes respetarte y respetar al otro.
    Podrás no estar de acuerdo con su decisión, con su acción, pero igualmente sé amable (en la medida de lo que es éticamente posible).
    Los de la iglesia, que hasta ayer te llamaban hermano, hoy no te saludan… bueno… tú sé amable con ellos. Acepta que en su fanatismo ahora eres para ellos un “hereje”, un “hijo del demonio”, pero tú no eres esclavo del EGO como lo están siendo ellos. O al menos no quieres serlo. Entonces, no actúes de acuerdo a los dictados del EGO. Sé amable, en la medida de lo que es éticamente posible.
  6. Reconoce la manipulación.
    Con enojo y tristeza a cuestas no es sencillo reconocer la manipulación, pero luego, date tiempo para reflexionar.
    Mira lo que sucedió.
    Si has hecho algo que provocase el rechazo, quizás puedas disculparte, enmendar tus acciones.
    Si en realidad es decisión de los otros, por sus propias razones, no tienes nada que hacer.
    Si es una manipulación, no permitas que se te falte el respeto, que se te quiera dominar a través de estos mecanismos subversivos.
    Aprende a manejar tu vida, no admitas ser títere.
  7. Enfócate en lo que es importante.
    Las culpas del pasado no sirven para mucho.
    Las angustias hacia el futuro, tampoco.
    Enfócate en aprender, aplicar, construir Shalom.
    De dentro hacia fuera.

Bien, hasta aquí por ahora.
Me gustaría no ser invisible para ti y que tuvieras la amabilidad de agradecer este texto que te regalo, de comentarlo, de compartirlo, de difundir nuestro HOGAR de VIDA con todo el que esté a tu alcance.
Pásala bien.

¿Lanzas a Iosef al pozo?

Querido lector, espero que estés bien al leer estas líneas.
Hoy estudiaremos brevemente un pasaje de la parashá Vaieshev, que corresponde ser leída públicamente en las comunidades judías alrededor del mundo esta semana.

No quiero aburrirte hablando nuevamente del EGO, pero hablaré tratando de no aburrirte.
Es muy importante la comprensión de los mecanismos que nos hacen pensar, sentir, hablar, hacer, puesto que puede redundar en una vida de plenitud, de salud, de bienestar, o en una vida de amarguras y fracasos.

Así que, por favor amigo lector, acompáñame, prometo que trataré de ser breve e interesante, de paso te puedes llevar algún beneficio gratuitamente.

El EGO es una parte de nosotros, en su momento necesario, en su dosis justa es útil.
Como siervo, es eficiente.
Como amo, resulta en descalabros para la persona, las relaciones, la sociedad.
Tristemente el EGO es quien se sienta en el trono de la mayoría de las personas, por eso el mundo anda como anda desde el comienzo de las épocas.

Aprender acerca de esto, vernos en el espejo del alma, encontrar herramientas para armonizarnos, se constituye en un trabajo esencial, que brinda réditos aquí y en la vida postrera.
Cada parashá, especialmente aquellas que refieren historias humanas, anécdotas de personas vitales, es un buen campo para cosechar enseñanzas de vida, de cómo actuar, proceder, relacionarnos, limitarnos para crecer.
Cada parashá, las que cargan con numerosos mandamientos y reglas, nos da pautas de cómo encauzar nuestra existencia, para ser más dueños de nosotros mismos y menos esclavos del EGO, propio o de otros.

La parashá Vaieshev, la nuestra, es una enciclopedia completa de instrucciones para la vida, de moralejas, de iluminaciones fundamentales.
Yo me detendré en un breve pasaje, que no es el más sublime en la historia de los antiguos hebreos, pero es un momento clave sin dudas.

Te presentó el párrafo:

«(12) Sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre cerca de Siquem,
(13) e Israel dijo a Iosef [José]: -Tus hermanos apacientan las ovejas cerca de Siquem. Ven, te enviaré a ellos. Y él le respondió: -Heme aquí.
(14) Él le dijo: -Anda, por favor, y mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Lo envió desde el valle de Hebrón, y él llegó a Siquem.
(15) Andando él extraviado por el campo, un hombre lo encontró. Y aquel hombre le preguntó diciendo: -¿Qué buscas?
(16) Y él respondió: -Busco a mis hermanos. Dime, por favor, dónde están apacentando.
(17) Aquel hombre le respondió: -Ya se han ido de aquí. Yo les oí decir: ‘Vámonos a Dotán.’ Entonces Iosef [José] fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán.
(18) Cuando ellos lo vieron desde lejos, antes de que se acercase, actuaron engañosamente contra él para matarle.
(19) Se dijeron el uno al otro: -¡Ahí viene el de los sueños!
(20) Ahora pues, venid; matémoslo y echémoslo en una cisterna. Después diremos: ‘Alguna mala fiera lo devoró.’ ¡Veamos en qué van a parar sus sueños!
(21) Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos diciendo: -No le quitemos la vida.
(22) -Y Rubén añadió-: No derraméis sangre. Echadlo en esta cisterna que está en el desierto, pero no pongáis la mano sobre él. Era para librarlo de sus manos a fin de hacerlo volver a su padre.
(23) Sucedió que cuando Iosef [José] llegó hasta sus hermanos, ellos despojaron a Iosef [José] de su túnica, la túnica de diversos colores que llevaba puesta.
(24) Lo tomaron y lo echaron en la cisterna. Pero la cisterna estaba vacía, sin agua.
(25) Después se sentaron a comer, y alzando los ojos miraron, y he aquí que una caravana de Ismaelitas venía de Galaad con sus camellos cargados de perfumes, bálsamo y mirra para llevarlos a Egipto.
(26) Entonces Yehudá [Judá] dijo a sus hermanos: -¿Qué provecho hay en matar a nuestro hermano y en encubrir su sangre?
(27) Venid, vendámoslo a los Ismaelitas. No pongamos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne. Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él.
(28) Y cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron a Iosef [José], subiéndolo de la cisterna, y lo vendieron a los Ismaelitas por 20 piezas de plata. Éstos se llevaron a Iosef [José] a Egipto.
(29) Cuando Rubén volvió a la cisterna y no halló a Iosef [José] allí, rasgó sus vestiduras.
(30) Volvió a sus hermanos y les dijo: -¡El joven ha desaparecido! Y yo, ¿a dónde iré?
(31) Entonces ellos tomaron la túnica de Iosef [José], degollaron un cabrito del rebaño y empaparon la túnica en la sangre.
(32) Después enviaron la túnica de diversos colores, la trajeron a su padre y le dijeron: -Esto hemos encontrado. Reconoce, pues, si es o no la túnica de tu hijo.
(33) Él la reconoció y exclamó: -¡Es la túnica de mi hijo! ¡Alguna mala fiera lo ha devorado! ¡Ciertamente Iosef [José] ha sido despedazado!
(34) Entonces Iaacov [Jacob] rasgó sus vestiduras, se cubrió con cilicio y guardó duelo por su hijo muchos días.
(35) Todos sus hijos y todas sus hijas fueron para consolarle, pero él rehusó ser consolado. Y decía: -¡Enlutado descenderé hasta mi hijo, al Sheol! Y su padre lo lloraba.
(36) Pero los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, funcionario del faraón, capitán de la guardia.»
(Bereshit / Génesis 37:12-36)

Seamos breves en la enseñanza.

Iosef al igual que sus hermanos fueron personas reales, hijos de Iaacov, cabezas de tribus de Israel.
Pero también pueden ser tomados como tipos de personalidad, características del ser, actitudes cotidianas, tuyas y mías.

(12)
Los hermanos de Iosef fueron a apacentar el ganado, a dedicarse a las cosas del cuerpo, a lo básico, a lo absolutamente terrenal. Esto no tiene nada de malo, ni de pecaminoso, ni de erróneo. A diferencia de las religiones que condenan al cuerpo, que lo demonizan, nosotros podemos darnos cuenta de que somos cuerpo, en tanto vivimos en este mundo. Sin cuerpo no tendríamos existencia terrenal, por tanto estaríamos incapacitados de cumplir aquello para lo cual hemos sido creados por Dios. Por tanto, al cuerpo que somos hay que respetarlo, conocerlo, amarlo, cuidarlo. Por supuesto que no es el cuerpo lo principal, pero tampoco un objeto para desconsiderar o maltratar. De hecho, es obligatorio ser sumamente cuidadosos con nuestro cuerpo, con lo que somos materialmente. Si bien las religiones y algunas sectas tratan de empobrecer el cuerpo, restringirlo e incluso castigarlo, porque lo ven como cuna del deseo, centro de las pasiones, culpable de los males, en realidad la santidad no se encuentra en estas acciones y doctrinas, sino justamente todo lo contrario.

(13-14)
Pero, como dijimos, no somos solamente cuerpo y enfocarse únicamente en él es un error.
Por lo cual la conciencia, Iaacov/Israel, intenta tomar contacto.
Envía a Iosef, que estaría simbolizando la percepción, los sentidos (materiales y el espiritual) puestos al servicio de la comprensión e inteligencia.

(15-17)
Lo que percibimos es lo que nos vincula con nosotros mismos, con el prójimo, con el entorno.
Cuando tenemos dificultades en la percepción, estamos en problemas para comprender, comunicarnos, integrarnos.
Muchos inconvenientes en tu vida se ocasionan por estos obstáculos en la percepción.
A veces nos sentimos perdidos, como si no estuviéramos integrados con nosotros mismos. Tal como si un vértigo se apoderara de nuestro pensamiento y no hiciera sentir desconectados, desconfigurados. A veces aparecen aquellos que nos orientan, que pasan por nuestros caminos y nos dan una mano. Gente que queda anónima, tal vez perdidos en la nube del olvido, pero que allí hicieron su aporte.
Como si cada ocasión sirviera como un nuevo ladrillo en la tarea de construir una personalidad integrada, una multidimensionalidad armonizada.
Debes saber que mientras vivimos en el exilio personal, desconectado de ti mismo, es difícil que puedas ser alegre, vivir en paz, con plenitud.

(18-20)
La percepción está en procura de encontrarse con sus partes, tal como vimos.
Pero, algo no está bien.
Desde dentro se recibe una orden extraña: “acabemos con el soñador”.
Matarlo antes de que llegue.
Actuar maliciosamente, con engaños, para entramparlo y desaparecerlo.
Se elaboran excusas.
Se inventan justificaciones.
El EGO está al mando y no quiere perder su dominio. Está cómodo en su sitial de salvador, de dios, de amo, hará lo que pueda para eliminar aquello que pueda alterar su patético reinado.
Hundirá en el fondo de algún pozo a la percepción, de esa forma la conciencia no tendrá forma de conectarse y desintegrar el reino del EGO.
El EGO trama contra el ser.
Es extraño, porque el EGO es parte de la persona, destruir a la persona es destruirse, pero el EGO no razona, está en un ámbito pre-racional. Se maneja con otro sistema, otras prioridades, otros valores. Si debe destruir a la persona, a sí mismo, lo hará, sea para seguir siendo el salvador, el redentor, el dios. Pero el EGO no es unívoco, también hay conflictos en él. Por supuesto que esto genera conflictos enormes para la persona, pero así somos…

(20-22)
Pareciera que el EGO es tendencia a la muerte, por los modos que usa, por los extremos a los que llega, por los mecanismos destructivos que emplea.
Pero esencialmente el EGO es predisposición hacia la vida, porque supervivir es la tarea original y natural del EGO.
Es nuestro mecanismo instintivo para sobrevivir, para reaccionar cuando no hay tiempo de razonamiento, ni de reflexión, ni de valorar opciones. Es el mecanismo innato de supervivencia.
Que luego se transforme en un tirano, que ocupe lugares que no debe, que nos someta a torturas constantes, ya es otra cosa.
El EGO, cuando nacemos es nuestro primer amigo y luego nos sigue acompañando hasta el último aliento. Pero ya no como un verdadero amigo, sino como un aprovechador.

(23-24)
El EGO se las apaña para quitarnos nuestro rostro y ponernos antifaces. Vamos actuando como actores en una obra de teatro, creyéndonos el personaje que actuamos, en lugar de encontrar nuestra esencia y ser la persona que estamos capacitados para ser.
Se nos quita nuestra identidad para darnos otras, falsas, pero que terminan siendo adoptadas como propias.
Al final, también somos esas máscaras, porque es lo que vamos siendo y haciendo, aunque en el fondo no se alineen con la identidad espiritual que somos.
La salud consiste en armonizar nuestras facetas, no en expulsar las máscaras, sino integrarlas y hacerlas sintonizar con nuestra esencia espiritual.
Pero, no es fácil. De hecho, la mayoría cae en el pozo, se sumerge en la oscuridad, queda encerrado en su celdita mental, llena de prejuicios, de cosas no comunicadas, de falsedades, de deseos inconfesables, de dolores reprimidos, de sueños vanos, de… sumergidos en un pozo, allí nos encarcela el EGO.
El hombre sigue vivo, pero no lleva una vida de plenitud, no consigue el shalom.
Está preso, esclavo del EGO.
Por supuesto que las excusas nacen a cada rato para esquivar el tremendo dolor, por supuesto que la amargura está a la orden del día, así como las mentiras y los engaños.
Es que estamos presos en celditas mentales, pequeñitas, oscuras, apenas alumbradas, encerrados por mandatos, preconceptos, creencias erróneas, en un pozo en el desierto y sin agua.
Es una muerte en vida, una vida vacía, sin sentido.

(25-29)
El vacío existencial no se llena con comidas, ni con diversiones, ni con payasadas, ni con religiones, ni con lemas, ni con activismo político, ni con muros del Facebook o vanidades del Twitter.
Habrá bailes, drogas, música, desenfreno, deportes, películas, sexo, bailes, prédicas desde el púlpito, congregaciones religiosas, fiestas, títulos, trofeos, dinero, fama, pero puro vacío, nada con un sentido verdadero.
Hasta que se alza la vista y se da cuenta de que nada de esto sirve.
Pero el EGO no se inmuta por la falta de sentido. La trascendencia no es su objetivo de vida.
La celdita debe ser decorada para aparentar libertas. Pero jamás ser libre, porque la libertad marea, da miedo, desconcierta.
Mejor esclavizarse, hacerse adicto, ser fan, ser religioso, ser parte de un grupo o de la masa, perderse en la inconciencia del colectivo, en la fantasía del poder de un dios o salvador.
Nos llenamos de cosas, compramos, perseguimos títulos, buscamos fama, formamos familias, nos llenamos, nos llenamos, pero seguimos vacíos, porque no es la armonía entre nuestras dimensiones la que existe, sino meramente ilusiones de plenitud.

(29-30)
La angustia existencial nos alumbra en esos raros instantes que sentimos que nuestra vida es sin sentido.
¿Qué hacer?
¿Terapia?
¿Píldora mágica del psiquiatra?
¿Brujería?
¿Religiones?
¿Comprar cosas?
¿Destruir?
¿Suicidio?
¿Qué hacer?
¿Seguir viviendo?
¿Cambiar? Pero… da muchísimo terror cambiar, hasta solo de pensar ya uno se deja vencer por la impotencia.

Es como estar rasgado, como sentir por un momento la desconexión.
¿Y luego?

(31-36)
Pero…. ¡no!
Se suele decantar por seguir en la mentira, por seguir en un tétrico baile de disfraces.
La esclavitud se acrecienta.
El dolor se hace constante.
Uno inventa excusas, justifica, los pretextos se suman, pero no se hace lo que es necesario para ser libre.
Otros tienen la culpa, es el destino, Dios es malo, la vida es injusta, aquello y lo de más allá, todo vale para adormecer la conciencia, embotarla, reducirla a escombros.
Y así vivimos, pasamos por la vida, hasta la tumba.

Bien querido amigo, éste ha sido el relato que quería compartir contigo, junto a la modesta interpretación desde el punto de vista de lo que acontece en nosotros.
El párrafo no ha dado respuestas ni soluciones.
Es un capítulo oscuro, opresivo.
¿Cuándo veremos la puerta que da paso al retorno, al fin del exilio, a la salud integral?

Si Dios quiere, lo estudiaremos en otra ocasión.

Si te gustó, si no te gustó, si tienes algo positivo para aportar, me encantaría leerlo y compartirlo aquí debajo, en los comentarios.

Quiero agradecer al amigo Nathanael, de El Salvador por su constante apoyo en varios niveles. Quiera el Eterno permitir que goce de bendición, él y su familia. Que pronto todos seamos constructores de Shalom y gocemos de la plenitud.

Pasa un excelente día.

En la sala de embarque

El hombre trajeado llegó corriendo hasta la puerta de embarque de su vuelo, pero ya era tarde. Las puertas estaban cerradas, no había forma de abordar el avión.
Agitado y alzando la voz le dispara a la encargada de la aerolínea: “¿Cómo ME hicieron esto a mí?”.
La mujer se lo queda mirando en silencio, sin habilitarle el paso hacia la aeronave.
Aún más exaltado el hombre grita: “¡Déjeme abordar ahora mismo! ¿No sabe quien soy?”.
Y más fuerte todavía: “¿No sabe quien soy?”.
La empleada sonríe, toma el intercomunicador y dice: “Atención señores pasajeros, tenemos un señor en sala de embarque que no sabe quien es. Si alguno de ustedes lo conoce, tenga a bien desembarcar de inmediato para ayudarlo. Gracias”.

Ah, cuando el EGO es el que manda, ¡qué difícil saber quien uno es!
Andamos por la vida como títeres de nuestros miedos, de nuestras creencias erróneas, de nuestras mentiras.
Pretendemos manipular, sea por el imperio de la fuerza o a través de hacer sentir culpable al otro.
Nos quejamos, vivimos amargados, no sentimos placer real, no aportamos al mejoramiento del mundo.

Es hora de despertar, de abordar a tiempo el avión de tu vida.

La amargura

Estoy elaborando un libro para presentar en el Simposio a realizarse en México en Febrero de 2012.
Espero que nos encontremos allí, si Dios quiere.
Confirma pronto tu participación, los cupos son limitados.
También habrá encuentros personales, estás invitado a concurrir, a hacer el cambio favorable que te permita disfrutar la bendición constante que recae sobre ti.

El libro está destinado a abrir puertas y ventanas a la felicidad, es la intención y el objetivo.
Quiero compartirlo contigo y que tú te beneficies de él.

Uno de sus capítulos trata acerca de la amargura.
Esto es más o menos lo que hemos escrito hasta ahora, me encantaría que comentaras al respecto, pues tus aportes son tomados en cuenta.
De paso, tal vez puedas compartir con los otros lectores de este HOGAR, cómo el tema de la felicidad es central y necesario para todos los leales del Eterno. ¿Te animas? Gracias.

Ahora, el esbozo del capítulo.
Hasta luego.

¿Qué es lo que provoca amargura?

Si queremos ser breves y concisos, podemos encontrar que en la raíz de toda amargura se encuentra la impotencia, sea real o fantaseada.

Esto lo podemos evidenciar porque nos solemos amargar cuando:

  • No alcanzamos algún logro.
  • Perdemos algo que consideramos propio.
  • No sabemos cómo actuar.
  • No tenemos conocimientos o herramientas para resolver situaciones.
  • Nos aferramos a lo que debemos soltar.
  • Terminamos una relación sentimental.
  • Nos sentimos humillados o en desventaja.
  • No son respondidas nuestras plegarias.
  • Nos traicionan.

Por supuesto que la lista es ampliable hasta el límite de las experiencias humanas, pero en todos los casos, si rastreamos hasta su origen, la amargura es siempre efecto de sentirse impotente.
De la impotencia ya hemos enseñado y lo seguiremos haciendo.

Por ello, te mencionaré ahora algunos ingredientes en la receta de la felicidad, partiendo desde una situación de tristeza:

  • Reconocer que uno está triste, no mentirse ni justificarse con engaños.
  • Saber que la amargura es normal, cuando no se convierte en permanente.
  • Encontrar qué es lo que hemos hecho erróneamente, sea un acto, una creencia, una esperanza, un deseo, etc., que nos provoca a someternos al EGO.
  • Dejar ir aquello que ya no debemos aferrar más.
  • Tomar conciencia de que el mal es pasajero, o necesario, o inevitable y que negarse a transitarlo no aporta a la solución sino que aumenta el problema.
  • Comunicar aquello que ha quedado sepultado, porque tarde o temprano lo silenciado se expresa y no siempre de manera saludable.
  • Agradecer, hablar bellamente, reconocer lo bueno.
  • Hacer algo beneficiosos para otro, es muy importante.
  • Conversar humildemente con el Eterno.
  • Y sí, también realizar ejercicio físico, por ejemplo caminar, simplemente caminar.

Estos son pequeños pasos para no hundirse en la amargura, para no fortalecer los lazos del EGO, para sobresalir y construir Shalom interno y externo que produce felicidad.

Terafim, trofeos del EGO

«(19) Labán se había ido a esquilar sus ovejas, y Raquel [Rajel] hurtó los TERAFIM de su padre.
(20) Además Iaacov [Jacob] engañó a Labán el arameo al no decirle que se iba.
(21) Huyó, pues, Iaacov [Jacob] con todo lo que tenía. Y levantándose cruzó el Río y se dirigió a la región montañosa de Galaad.
(22) Al tercer día le informaron a Labán que Iaacov [Jacob] había huido.
(23) Entonces tomó consigo a sus parientes y fue tras él en el camino, por siete días, y lo alcanzó en la región montañosa de Galaad.
(24) Aquella noche Elokim vino en sueños a Labán el arameo, y le dijo: ‘Ten cuidado, no hables a Iaacov [Jacob] ni bien ni mal.’
(25) Alcanzó, pues, Labán a Iaacov [Jacob], quien había instalado su tienda en el monte. Y Labán también instaló sus tiendas en el monte Galaad.
(26) Entonces Labán dijo a Iaacov [Jacob]: -¿Qué has hecho? ¡Me has engañado al traer a mis hijas como cautivas de guerra!
(27) ¿Por qué has huido a escondidas, engañándome, sin avisarme? Yo te habría despedido con alegría y cantares, con tamborín y con arpa.
(28) Ni siquiera me has dado la oportunidad de besar a mis hijos y a mis hijas. Ahora pues, has actuado locamente.
(29) Yo tengo poder para haceros mal, pero el Elokim de tu padre me habló anoche diciendo: ‘Ten cuidado, no hables a Iaacov [Jacob] ni bien ni mal.’
(30) Y ya que te ibas definitivamente porque tenías tanta nostalgia por la casa de tu padre, ¿por qué me has robado mis DIOSES?
(31) Iaacov [Jacob] respondió a Labán y dijo: -Yo tuve miedo, pensando que quizás me arrebatarías a tus hijas.
(32) La persona en cuyo poder halles tus dioses, que muera. Reconoce en presencia de nuestros parientes lo que yo tenga que sea tuyo, y llévatelo. Iaacov [Jacob] no sabía que era Raquel [Rajel] quien los había robado.
(33) Entró, pues, Labán en la tienda de Iaacov [Jacob], en la tienda de Lea y en las tiendas de las dos siervas, y no los halló. Saliendo de la tienda de Lea, fue a la tienda de Raquel [Rajel].
(34) Pero Raquel [Rajel] había tomado los TERAFIM , los había puesto en la montura de un camello y se había sentado encima de ellos. Labán, pues, rebuscó toda la tienda y no los halló.
(35) Entonces ella dijo a su padre: -No se enoje mi señor porque no pueda levantarme delante de ti, pues estoy con la regla de las mujeres. Buscó, pues, los TERAFIM, pero no los encontró.»
(Bereshit / Génesis 31:19-35)

TERAFIM, que en la pronunciación idish y yemení es TEROFIM, se suele traducir como ídolos domiciliarios, penates, imágenes oraculares, estatuas de cuerpo o bustos.
Sin dudas que así los vemos funcionar en otras partes del Tanaj (Shoftim 18, I SHmuel 19, entre otros), y también Labán el Arameo informa que los TERAFIM que le fueron sustraídos eran dioses para él.

Pero para los comentaristas no está muy claro el origen y sentido de la palabra.
Por supuesto que todos giran en torno a lo mismo, a que es algún objeto de idolatría, pero sin especificar en concreto.

Resulta llamativo que existe una palabra en otros idiomas que pareciera provenir de la voz TERAFIM: trofeo (trophy inglés, trophée francés, pras hebreo, trophäe alemán, trópaio griego moderno, trofyeĭ ruso).

En latín se encuentra “tropaeum”, a su vez del greco “tropaion”, que sería el botín de guerra, lo que testimonia el triunfo.
Podían ser armas, escudos, pertenencias, partes del cuerpo, esposas, hijos, que fueran de los derrotados, etc.
También odas que se escribieran en honor a los vencedores, piezas de arquitectura (recordemos el tristemente célebre Arco de Triunfo de Tito, vencedor de Judea y saqueador del Santo Templo), estatuas, medallas, coronas de laureles, copas, etc.
Actualmente los trofeos son variados y muchos conocidos: el Óscar, la Copa del Mundo, medallas de atletas olímpicos, copas, dinero, contratos publicitarios, etc.

Resulta que, según modestamente entendemos, desde el EGO parte el deseo insaciable de conquistar TEROFIM, trofeos.
Es una manera del EGO para manipularnos, dominarnos, someternos, mantenernos bajo su yugo despótico.
Vivimos afanosos por alcanzar trofeos, cada cual puede reconocer aquellos que persigue.
Están los que llenan sus paredes de medallas deportivas, los que tienen títulos enmarcados y a la vista de todos, los que impresionan con bibliotecas repletas, los que coleccionan mujeres u hombres en relaciones ocasiones, los que se glorían con su dinero, los que muestran sus autos, los que hablan incesantemente de sus logros, los que no tienen más logros que mencionar aquello que hacen o harán sus hijitos, los que no tienen nada para mostrar pero se esconden detrás de los supuestos milagros y poderes de sus dioses y pastores, los enfermos que acumulan basura o enfermedades, los adictos que se regodean con los tipos y cantidades que consumen, los asesinos seriales con sus desquiciados actos, etc..
Todos vamos en busca desenfrenada por adquirir nuestros trofeos.
Para la gran mayoría es lo que da sentido a la vida.

¿Qué es del atleta glorioso el pasado cuando la vejez corrompe su vitalidad?
¿Qué del rico que recuerda desde su pobreza el pasado más lustroso?
¿Qué del guerrero que está vencido?
¿Qué del que hacía de su profesión o trabajo su carta de presentación y ahora es jubilado?
¿Qué del mujeriego que ya no está más vigente como “conquistador”?
¿Qué de la estrella del espectáculo que ahora es ignorando o en infama?

El problema real es cuando hacemos de los trofeos nuestros dioses.
Cuando el resto de la vida no cuenta, sino solamente adularnos con la adoración a esos terafim.

Se pueden llevar nuestras riquezas, nuestra familia, nuestra dignidad… nos enojamos pero no nos desesperamos como cuando alguien se atreve a tocarnos a nuestros terafim.
¡Ahí saltamos como locos!

La vida deja de tener sentido.
Se nos acabó…
Porque depositamos nuestra esperanza, nuestro ser, nuestra permanencia en esas victorias aparentes, en esos botines de guerra, en esas medallas, en ese dinero, en ese renombre, y nos olvidamos de todo lo que es realmente importante.

Ahora sabes que existen los TERAFIM y que no son meramente ídolos, ni imágenes de dioses, ni la tontería de los adoradores de estatuas, sino que es algo común, cotidiano, que también te afecta a ti.
Ahora que lo sabes, puedes hacer el ejercicio de ver cuáles son tus terafim, a que le estás dando ese lugar privilegiado en tu vida, que es lo que consideras sagrado porque te da la ilusión de bienestar y poder.
Hazlo, cuando quieras y puedas.
Luego podrás ver como eliminar esa idolatría de tu vida y empezar a llevar una existencia más plena.

Si quieres compartir tus ideas, comentar cuales son tus terafim, aquí me tienes.
Hasta luego.

Nuestro Yo

Nacemos con el Yo Esencial, es nuestro ser espiritual, inmodificable, invariable, inmortal. No se alimenta ni se desgasta. No se mejora con nuestras buenas obras ni se perjudica con nuestras acciones equivocadas. Nos conecta con Dios y con todo lo creado.

Nacemos con el Yo Auténtico, que es nuestro Yo Esencial y nuestro cuerpo, particularmente la información genética que nos construye desde el primer instante de concepción.
Del ser espiritual, recién comentamos.
La otra parte de nuestro Yo Auténtico va cambiando con el paso del tiempo, con nuestras acciones o sin ellas. Constantemente se modifican algunos de sus componentes, casi todas nuestras células mueren y son reemplazadas, por ejemplo. Crecemos y nos desarrollamos. Vamos perdiendo capacidades y funciones. El cuerpo no es eterno ni petrificado. Sin embargo, igualmente lo seguimos reconociendo como “yo”.

El Yo Vivido se va armando con nuestras experiencias, con lo que hacemos, con lo que omitimos, con lo que negamos, con lo que nos mandan, con lo que introducimos del mundo exterior como “verdades”, con las identificaciones, con las imágenes de personas valoradas, con los objetos con los que nos compenetramos, con lo que nuestro EGO nos provoca a reaccionar, con lo que manipulamos, con lo que nos manipularon. Son máscaras que recubren nuestra cara. Son cáscaras que se pegotean al Yo Esencial y le restan resplandor, si bien la Luz se mantiene intacta nosotros no alcanzamos a percibirla. Son pensamientos, sentimientos, creencias, ideas que vamos asumiendo como propias y que nos apartan de la conexión con nuestra esencia, con Dios y con el prójimo.
Sin embargo, no son algo ajeno completamente, también son uno de nuestro “yo”. No es el original, no es el eterno, pero es el que vamos construyendo con nuestra vida, es lo que vamos haciendo con ella.

La salud se encuentra en armonizar estas facetas de nuestro ser.
No se trata de negar al Yo Vivido, denunciarlo, extirparlo, atacarlo, sentirlo como travesuras de los demás o ataques de algún demonio.
Tampoco se trata de negar nuestra esencia y someternos a las variaciones de lo pasajero.
Ni de rechazar al cuerpo, con sus virtudes y/o defectos.

Se trata de integrar nuestro ser para poder llegar a ser el “Yo que estoy siendo Yo”, en la medida de lo humanamente posible.
El único que ciertamente puede decir “Soy el que Soy” (Shemot / Éxodo 3:14) es Dios, el Uno y Único.
Nosotros podemos alcanzar un nivel infinitamente menor, pero que es necesario alcanzar, el de la integración de nuestro ser.

No se precisan religiones, ni rituales, ni sectas, ni congregaciones de adoradores, ni posturas extrañas, de palabras incomprensibles, no conocimiento místico.
Se trata de viajar hacia dentro, de conocerse, de re-conocerse, de amarse, de aceptarse, de cambiarse para bien.

Te invito a que lo hagas.

Ser integral

Decía Confucio, allá por el siglo VI EC que: “Ser capaz de juzgar a los demás por lo que hay en nosotros mismos, esto puede ser llamado el arte de la virtud.”
Es una interesante observación.
Pero, sería realmente virtuoso cuando somos capaces de des-cubrir aquello que hay en nosotros mismos, evaluarlo correctamente, sin engaños, sin ocultamientos, sin excusas, sin omisiones, sin añadidos.
Es imprescindible, por tanto encontrar métodos para llegar a conocer nuestro ser, tanto el esencial -el espiritual-, como el que vamos siendo a lo largo de nuestra existencia.
Ver en el espejo al Yo Esencial, al Yo Auténtico y al Yo Vivido, no como extraños, otros, partes desconectadas, intrusos, sino como elementos que nos constituyen y somos en tanto vamos haciendo nuestra andar por la vida.
Y no solo conocerlos, sino integrarlos, armonizarlos, permitir que nuestro ser multidimensional esté en equilibrio y sanamente nutrido.
De esa forma podremos juzgarnos con verdad y justicia a nosotros mismos, y así hacerlo con nuestro prójimo.

Algunas facetas de nuestro ser se ubican como obstáculos para la integración, uno de los más ubicuos es el EGO (tendencia negativa, Ietzer HaRá).
Allí está, por un lado nos distrae, nos confunde, nos somete, nos aliena, nos debilita, nos ahoga, nos detiene detrás de barrotes de miedos y prejuicios.
Nos impide conectarnos con nuestra esencia, con Dios, con el prójimo.
Pero, no está para destruirnos, sino para que aprovechemos sus habilidades en nuestro beneficio.
Hemos de procurar liberarnos de la tiranía del EGO para usarlo como nuestro siervo, para ayudarnos en nuestra integración multidimensional. Es otra herramienta más que debemos aprender a usar.

Por supuesto que la integración cierta se debe sostener de algún marco invariable, que le sujete y rectifique.
Ese marco universal se denomina “Siete Mandamientos Fundamentales”, que son las leyes espirituales-naturales, para desarrollar una vida de bondad, justicia y verdad.

Al respecto leemos:

«El Santo, bendito sea, dijo a Israel: Mi hijo, he creado la tendencia negativa (EGO), y he creado la Torá, que es su antídoto/condimento. Si ustedes se sumergen en Torá, ustedes no serán llevados a manos de la tendencia negativa…»
(TB Kidushin 30b)

La Torá, con sus 613 mandamientos, SON del pueblo judío.
Pero la Torá –instrucción- universal, con sus Siete Mandamientos, es regalo de Dios para todos los hombres.
Cada uno tiene su propia Torá, los judíos la extensa y codificada hasta el detalle, los judíos la concisa y abierta hasta el infinito.

Te animo a ir aprendiendo acerca de ti.
El camino es hacia dentro, pero trabajando con el afuera.
Vamos, vamos a canalizar al EGO y a sus manifestaciones externas, para darles el lugar que les corresponde en el ordenamiento cósmico.

Te recomiendo que sigas este enlace: http://fulvida.com/id-noajica/identidad/construir-shalom-2

Eres un fracasado

El EGO toma el control, es tu amo.
Haces y deshaces según sus deseos.
Usas el ingenio para inventar excusas y justificativos, en vez de apoderarte de tu vida y hacerla resplandecer a pleno

El EGO se aferra al poder, para lo cual tiene que hacerte sentir impotente, fracasado, enfermo, débil, pecador, falto de salvación, inútil, tonto, sin amor, culpable.
Sus ataques se agudizan cuando intentas prosperar, sobresalir, sentirte en control.

Por ello ocurre una de dos cosas:

  1. Te boicoteas, te haces la guerra a ti mismo y terminas fracasando aún antes de haber comenzado.
  2. Tomas riesgos indebidos, te aventuras más allá de lo necesario, para terminar fracasando.

En la primera, te bloqueas, te paralizas, piensas en mil maneras en que las cosas saldrán mal para ni siquiera intentar progresar.
Es la típica forma del perezoso, también del cobarde, del que duda todo el tiempo, del que se queda en lo que conoce por miedo a lo que desconoce.
De tanto pensar en controlar lo que puede llegar a pasar, se enmaraña y no encuentra soluciones, pero sí constantes inconvenientes y dolores.

En la segunda, se te sube a la cabeza el éxito (real o fantaseado) anterior. Te crees imbatible, insuperable, el amo de todas las circunstancias, el dueño de todas las respuestas, como protegido por un (inexistente) ángel de la guarda.
Es la típica forma del engreído, del que se cree más allá de los fracasos, del que se lleva el mundo por delante- hasta que el mundo se lo lleva por delante a él.
De tanto pensar que controla lo que pasa, se enceguece y no se da cuenta de que puede ser muy hábil en tal o cual aspecto, pero en el resto es mediocre o ineficiente.

Una y otra son maneras de proceder a partir de estar esclavo del EGO.

No le sigas dando el poder al EGO para esclavizarte.
Conócelo, conócete, cambia.

El EGO según Salomón el rey

Dijo el sabio predicador:

«Mejor es un muchacho pobre y sabio que un rey viejo e insensato que ya no sabe ser precavido;
aunque aquél para reinar haya salido de la cárcel, o aunque en su reino haya nacido pobre.»
(Kohelet / Predicador 4:13-14)

Rashi, el exégeta clásico, a partir del Midrash (Tehilim, mizmor 9) nos instruye de la siguiente manera:

«Mejor es a un niño pobre y sabio: Esto es la tendencia al bien. ¿Por qué es llamado un niño? Porque no viene a la persona hasta sus 13 años.
pobre: porque los miembros del cuerpo no obedecen a la tendencia al bien mientras que son subyugados por la tendencia al mal.
sabio: pues da a la persona inteligencia para actuar de buena manera.
que un viejo y absurdo rey: es la tendencia al mal que gobierna sobre todos los miembros.
viejo: se impone desde que el niño nace.
insensato: porque lo engaña para hacer mal.
que ya no sabe ser precavido: porque la tendencia al mal ha llegado a ser viejo y no acepta el reproche correctivo”

La tendencia al mal, Ietzer HaRá, es posible identificarlo casi exactamente con lo que nosotros denominamos EGO.

El EGO acompaña a la persona desde el nacimiento.

El EGO no actúa racionalmente, sino que hace de la persona un insensato, movido por miedos y deseos. Usa el poder del pensamiento para justificarse, para engañar, para hundirse en mentiras y tramoyas, para perfeccionar sus habilidades detestables.

El EGO es ese faraón interno, que controla y domina. Tiene bases fisiológicas que le permiten operar sobre el cuerpo, inducir sensaciones, producir fantasías. Es un rey perverso en nuestro interior. Sin poder real, sino el que nosotros le conferimos y le seguimos admitiendo.

El EGO no trabaja para beneficiar a la persona, sino que la deja a la deriva.

El EGO nos hace creer impotentes, aprovecha cada oportunidad para manipularnos con sensaciones de impotencia, ya sean reales o ficticias. Se nos alienta a la pasividad y la debilidad, a la impotencia concretada. O se nos impulsa a la búsqueda afanosa del poder, en una competencia constante por no ser sumiso pero sí ser “más que vencedor”. Eso es EGO.

Estamos en una interminable guerra por el poder, por los recursos, por la energía, por el dominio, cuando en verdad en la solidaridad, el altruismo, el trabajo en comunidad se alcanzan mejores y mayores logros y beneficios.

Mantener al EGO al mando, es seguir enroscados en los miedos, en la manipulación, en la enfermedad.

Tenemos la capacidad para derrotar al EGO, para hacer que el buen niño sabio sea el que lleve las riendas de nuestra vida.
Pero tenemos que querer salir de la celdita mental a la cual nos afiliamos y adherimos como si de ellos dependiera nuestra vida.
Tenemos que encontrar el camino para armonizar nuestro Yo Auténtico con nuestro Yo Vivido, de modo tal de romper los lazos viciosos y esclavizantes.
Aunque creíamos ser miserables, débiles, inoperantes, inútiles, pecadores, esclavos o pobres… aunque haya sido cierto, todo ello no es más que excusas del EGO para someternos a la impotencia.
Podemos ser los reyes, realmente nosotros y no esa parte tosca y adulterada de nuestro interior, el EGO.
Podemos gobernar, aunque parezca que no tenemos opción.
Podemos hacer algo mejor que decir “no puedo”, “es difícil”, “duele”, “nunca probé”, etc.
El reto está allí para ser vencido y podemos hacerlo.

Para el EGO es fácil.
Ya nos conoce y lo conocemos.
Es nuestro “amigo” más antiguo.
Nos acompaña desde que salimos al mundo.
Nos ha visto crecer.
Sabe cuáles son nuestros puntos débiles y los usa para dominarnos.
El EGO está cómodo sentado en el trono de nuestra alma.
Controla sistemas fisiológicos, domina al pensamiento, se burla de nosotros despiertos y en sueños.
Es un rey que desde dentro nos controla.
Y nosotros lo asumimos como “salvador”, como “redentor”, como “dios”.
Lo adoramos en religiones, en ejércitos, en agrupaciones, en modas, en cultura… está por todos lados demostrando su –falso- poder.
Nos admitimos impotentes, aunque odiamos reconocerlo.
Para el EGO es tan sencillo…

Pero podemos romper las cadenas.
Podemos ser libres y luego encontrar qué hacer con nuestra libertad.