Archivo de la categoría: Identidad noajica

Comparte noajismo

El noajismo es vida auténtica. Es la plenitud del ser para el noájida. Es la manera más pura y refinada que tiene la persona para desarrollar todo su potencial espiritual. Es el lazo sagrado que combina el cielo con la tierra.
El noajismo no es para encerrarlo en la comunidad de "fieles", sino para compartirlo a través de la vida diaria, con cada acción, en todo momento.
Entiende bien, en la vida cotidiana, haciendo las cosas de cada día, lo que es normal y no extraordinario. No se precisa de reuniones, seminarios, festividades, días de reposo, fechas marcadas en rojo en el calendario, retiros espirituales, nada de eso, sino lo que se hace de manera normal, habitual, lo cotidiano. Sí, también en esas ocasiones es bueno desplegar al máximo tu noajismo, pero no solamente en ellas. De poco vale que te concentres en noajismo en un encuentro especial, en un día de recogimiento con amigos, para luego volver a una existencia superficial, antojadiza, disfrazada de cosas extrañas.

Tampoco es necesario montar un espectáculo, predicar con desenfreno, usar terminología absurda o abstrusa, repetir pasajes bíblicos como un zombi, usar palabras hebreas, recurrir a dichos de rabinos o supuestos rabinos, violentar el tiempo o situación del prójimo. Nada de esto resulta beneficioso a largo plazo. Nada de esto es noajismo, sino una especie de nueva religión que se hace llamar “noajismo”, por lo que resulta en una traición al verdadero noajismo.

Lo que te propongo es que apeles a lo sano y natural, a lo que es corriente, lo sencillo, lo que hace a la relación normal y saludable entre las personas, siguiendo tu forma de ser. Cuando conversas, o cocinas, o estudias, o trabajas, o enseñas, o paseas, o visitas, o comes, o comercias, o haces turismo, o estás con tu pareja o hijos, siempre, con todos, sin angustiarte por “predicar” noajismo, pero sin tampoco dejar de vivir como noájida por lo que otros opinen o pretendan de ti.

Es importante que no te hagas pasar por quien no eres. Sé tú, sin imposturas, sin falsedades, sin ponerte en el rol de un guerrero que pretende ganar batallas o conquistar enemigos, sin engaños, sin presiones o amenazas. Sé tú, armonioso, con tu Yo Auténtico resplandeciendo en cada acto, con cada persona. Siendo de luz, a través de la luz espiritual que habita en tu interior.
Siguiendo el camino del noajismo, que implica el bien, la justicia y la lealtad; sin apelar a manipulación o extorsión, sin mentir, sin machacar insensiblemente.
Por supuesto que sin actuar agresivamente, sin pretender imponer, sin querer convencer a toda costa, sin faltar el respeto (propio y ajeno), sin ser misioneros de esta “buena nueva”. No es con la violencia (en ninguno de sus niveles) el camino que consideramos correcto.

No se debe seguir el estilo de religiones y sectas que son cárceles para sus seguidores, los cuales tienen prohibido el contacto con los de “fuera”. Muy por el contrario, el noajismo es vida, pura vida, para ser compartida RESPETUOSAMENTE con todos, sin importar lo que el prójimo piensa, cree, supone, adora, reverencia, etc. Porque, noajismo no es religión, ni secta, ni persigue a los disidentes, ni trata de tomar hegemonía mundial, ni tiene un clero para mantener económicamente, ni unos ritos para imponer como único mecanismo para obtener la “salvación”.

Así pues, con tu familia, con los amigos, con colegas, con el que viaja a tu lado en el bus, con tu compañero, con el  vecino, con el extraño con el cual entablas una conversación casual, con todos en todo momento. En casa, en la calle, en el trabajo, en la reunión con otros noájidas conscientes, en el estadio, en el centro comercial, en el metro, en el museo, en el parque, en la fila para entrar al cine, en… en todos lados, siempre, porque no estarás predicando “la Palabra”, ni revelando un “Secreto”, ni exponiendo la torpeza del otro porque no conoce/comparte lo que tú consideras verdadero y sagrado. Sino que estarás siendo tú, a plenitud, en paz, unificado, conectado con Dios, contigo, con el prójimo.

Así,  tu conducta será completa, en palabras, en hechos, en gestos, en todo, lo que enseñará tu belleza espiritual, tu claridad, lo que revelará tu luz interna al mundo.
Siendo tú, desplomando el imperio del EGO sobre ti, estando confiado en lo que tu haces es bueno y justo, amando al prójimo como a ti mismo. No precisas de más. No precisas altercados, ni disputas, ni precisas demostrar nada a nadie, ni siquiera auto-convencerte por medio de andar misionerizando entre los demás.
Serás tú viviendo lo que tú eres, un noájida consciente y feliz en tu identidad.

Esa es la manera que considero más efectiva y sagrada para cumplir con tu parte en la tarea de dar a conocer el noajismo, la senda sagrada que Dios diseñó con Amor y Sabiduría para la humanidad.
¿Estás dispuesto a andar este camino?

Lej Lejá 5773–Viaje al centro de la tierra

Ingresamos a la tercera parashá de la Torá, Lej Lejá, en la cual encontramos la narración de los inicios de la gran familia judía, su relación eterna con la tierra de Israel, así como la misión que le asignó el Eterno en la orquesta de las naciones del mundo.
De a poco el relato de la Torá se va centrando en la familia judía, en su origen y destino, en sus historias familiares y populares, mientras tangencialmente refiere a su relación con individuos o grupos de los otros pueblos.
Es razonable que vaya reduciendo su amplitud de mirada, para irse enfocando en este pequeño número de personas que componen la familia judía (actualmente el 0,2% de la población humana mundial ), puesto que la Torá es el libro judío por antonomasia, que trata de cuestiones relativas a la idiosincrasia judía, a su estilo original de vida, a sus vínculos familiares, a su corazón, a su relación y compromiso con el Eterno.
Tal como en la Torá queda certificado: "Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel." (Devarim / Deuteronomio 4:44) y "Moshé [Moisés] nos prescribió la Torá, es heredad de la congregación de Iaacov [Jacob]." (Devarim / Deuteronomio 33:4).
Por supuesto que, aunque es propiedad perpetua del pueblo judío, igualmente tiene mucho para compartir con todo el que esté dispuesto a recibir de su mensaje eterno de vida, ya que contiene una gran riqueza para el mejoramiento del individuo y la sociedad sin distinción. Pero, esta posibilidad de ser aprovechada no implica que sea un libro de todos y que sus 613 preceptos aplican a todos. Claramente sus 613 mandamientos son para la nación judía, tal como todo el contenido del libro lo es. Vemos que la propia Torá lo deja en claro: "Éstos son los mandamientos que el Eterno ordenó a Moshé [Moisés] para los Hijos de Israel, en el monte Sinaí." (Vaikrá / Levítico 27:34) y luego "Éstos son los mandamientos y decretos que el Eterno mandó a los Hijos de Israel por medio de Moshé [Moisés] en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó." (Bemidbar / Números 36:13).

Sin embargo, esta propiedad judaica de la Torá no va en desmedro del carácter universal de su esencia, pues el corazón de su mensaje perpetuo y sagrado es que la persona actúe siempre con bien y justicia, lo que es una obligación divina que ha sido impuesta para todo ser humano y que anida en el espíritu de cada persona.
Debemos apreciar que no resulta sencillo comprender la naturaleza y finalidad de la Torá, porque, por ejemplo, si bien incluye historias, no es un libro de historia y nunca pretendió serlo.
Si bien contiene principios éticos y espirituales universales, que hacen a la esencia natural de todo ser humano, no es el libro de la humanidad, sino humildemente de la nación judía.
Si bien comienza con temas universales y aporta elementos para toda la humanidad, confirmando al Eterno como el Creador de todo y Padre de todos (crean o no, sean judíos o no), y da orientaciones para llevar una vida de plenitud (los Mandamientos Universales, por ejemplo), su intención es concentrarse en el pueblo judío y su relación particular con Él.
Por sus múltiples facetas, se la ha designado como el manual para la vida judía por excelencia. Es la instrucción, la guía para orientarnos por los caminos de una vida justa, buena, leal y trascendente. Se espera que la persona judía al seguir sus pautas desarrolle una vida armoniosa, beneficiosa, bendita y de bendición.
Es de esta forma que el pueblo judío se constituye en una luz para las naciones, en un faro para sus hermanos. No es por enseñar Torá a aquellos que no son sus receptores y propietarios. No es por pretender que el judaísmo es aplicable para todos, pues no lo es.
Sino que el judío es una luz para alumbrar a los demás cuando lleva una vida en sintonía con el mensaje de la Torá,  es con la conducta cotidiana, con lo que uno hace y deja de hacer, que el judío comparte con todos de la luz sagrada de la Torá.
Así el mensaje particular para los judíos se universaliza y alcanza a toda la humanidad. Lo que es la esencia de la Torá se expande entre las naciones y alcanza a todos los corazones y los motiva a la acción positiva, constructiva, digna, noble, plena, de belleza y lealtad.

Entiéndase bien, no es la Torá lo que se debe enseñar a las naciones, ni andar rebuscando en textos judíos para hacer alarde ante el público gentil; sino que la conducta del judío debe procurar estar en sintonía con la esencia de la Torá, es decir, conducirse con bondad, con justicia y lealtad.
Al hacer así, las personas apreciaran lo valioso que tienen en sí mismos, aquello que conecta con la armonía sagrada de la Torá.
Porque de conexión se trata todo.
Conectarse con uno mismo, con su Yo Auténtico, conectarse con su Yo Vivido, conectarse con el prójimo, conectarse, con el universo, conectarse con Dios.
De eso se trata.
Todo lo demás puede servir como soporte para esa tarea, o puede ser un obstáculo para concretarlo.
Aquello que lo favorece, es lo que se debe de incorporar a la vida, reforzarlo, mantenerlo, mejorarlo. Pero lo que perturba la realización de este ideal, lo que desconecta, eso es lo que se debe procurar soltar, dejar ir, permitir que fluya y no se empantane en nuestro ser.

Con esto en mente, estamos en condiciones de descifrar con mayor claridad el siguiente mensaje y promesa que el Eterno dice en la parashá a nuestro patriarca (de los judíos) Abraham, pero nos lo repite a cada uno de nosotros (sus descendientes):

"Vete hacia ti, de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación.
Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."
(Bereshit / Génesis 12:1-3)

Debes partir hacia ti mismo, dejar de creer que eres lo que no eres. Es tiempo de que emprendas el camino que te lleva a conocerte.
Hasta ahora viviste de imágenes, con disfraces, detrás de máscaras.
Te sentías o creías identificado por tu lazo con tu país, por la cultura de tu patria, por lo que heredaste y aprendiste de tu familia.
Hasta ahora seguías el mandato social y familiar, por el cual actuabas un papel, como si de una obra de teatro se tratara.
Eras un actor que encarnaba un personaje sin quitárselo de encima jamás. El personaje ficticio, el que habían guionado otros, el que no era auténtico , se había comido a la persona, la había ocultado.
Allí dentro estaba Abraham, el verdadero, el puro, el bello, pero impedido de manifestarse en su poder a causa del personaje que lo revestía.
Es hora de que salgas de lo que conoces, que dejes la zona de confort y te aventures hacia una tierra desconocida, pero que es prometida como insuperable. Es tiempo de que madures, dejes de lado lo que creías conocer de ti mismo y de los demás, para que aprendas con ingenuidad y sabiduría acerca de todo y todos. Es el momento indicado para marchar hacia lo desconocido, que eres tú mismo.
Tal es el requerimiento que podemos oír en la orden dada por Dios a Abraham.
No era solo un decreto para dejar un espacio físico, en Ur de los Caldeos, para asentarse en la tierra de Canaán; sino que requería un compromiso total, como un nuevo nacimiento, la adquisición de una nueva identidad, más plena y auténtica.
No era fácil para Abraham asumir esa tarea. Ya contaba 75 años de edad, muchas cosas había padecido para llegar a la estabilidad que gozaba en la actualidad. No parecía el momento para volver a comenzar, para renacer a una nueva realidad, más plena. Pero él fue valiente, él tomó el compromiso y lo llevó a cabo. Él se atrevió a creer en que podía ser mejor, que tenía la aptitud para desprenderse de todo aquello que le pesaba en su vieja mochila de cosas oscuras del pesado. Y lo hizo. No fue fácil, ni un día fue de completa tranquilidad, pero bien valió el hecho.
Pasados casi cuatro mil años, su estirpe aún existe y mantiene su memoria y legado. Abraham sigue conectado a la línea de la vida, de forma ininterrumpida.
Y nació de él una gran nación. Quizás no grande en número, pero sí en alcance y logros.
Y ciertamente que fue un ejemplo de dignidad y entereza, pudo conocerse a sí mismo, se conectó con lo que era posible conectarse, lo que equivalió a ser bendito.
Esa misma tarea podemos desarrollar nosotros y sentir en nuestra vida que “Los que te bendigan, serán benditos”; eso es lo que promete Dios a cada judío, desde Abraham en adelante.
Al mismo tiempo, todas las naciones de la tierra pueden ser benditas gracias al judío, por medio de estas enseñanzas, que no se predican con palabras, sino con los actos cotidianos llenos de bondad y justicia.
Esta conexión con nuestra esencia, con el prójimo, con la creación es una gran oportunidad que tenemos a diario y que no debemos desconocer. Pues al establecer la conexión, estamos siendo benditos y de bendición. Estamos marcando nuestro paso, dejando una huella, cumpliendo nuestro destino. Estamos aportando a los demás para que cada uno alcance la plenitud, el shalom, que es la máxima bendición.

¿Tú sientes que eres bendito y de bendición?
¿Cómo identificas si eres bendito?
¿Por qué Dios no nos hace las cosas más fácil y nos hace nacer ya firmes en una identidad, asentados en la “tierra prometida”, sin necesidad del esfuerzo por auto-conocernos, apreciarnos y amarnos?

Creo que son preguntas oportunas para seguir profundizando en este importante aspecto.

Antes de despedirnos, un pequeño relato.

El niño no entendía bien a los adultos, ¿por qué siempre serios y a veces enojados?
Decidió que era porque no sonreían, así que decidió enseñarles a hacerlo.
Iba por la calle, sonreía y sonreía, pero no encontraba mucha respuesta de parte de los mayores. Cada día salía a su misión de enseñar a sonreír al mundo, a cambiar el gris por los vívidos colores del buen humor. Pero la gente pasaba taciturna, seria, encerrada en sus cosas.
De a poco él se fue cansando, su sonrisa se fue borrando, estaba creciendo… ¿será por eso?
Un buen día, el niño ya era padre y su hijo le disparó una pregunta inesperada, olvidada en las nubes del tiempo: ¿por qué los adultos nunca sonrían, siempre van serios?
El padre no supo qué contestar, se quedó en silencio por un minuto o dos. Luego intentó una respuesta, pero se la guardó. Trató de sonreír, pero no recordaba como hacerlo. Entonces murmuró algo así como: – No lo sé hijito, no lo sé.
El niño decidió que le enseñaría a su padre a hacerlo. Cada día se ponía a su lado y sonreía y sonreía. Al tiempo la mirada del padre se llenó de un “algo”, era diferente, era como una mirada más viva. Pasados unos días la boca intentó unas muecas, algo parecido a una sonrisita. El lento éxito no amargó al niño, por el contrario le impulsó a doblar sus sonrisas. Y cada día que pasaba su padre progresaba más y más, y maduraba por fin realmente.

El gran salto

Hace pocos días el mundo estaba pendiente de un hombre que intentaba batir varios récords  altura en un salto, velocidad y caída libre. Es bueno que como seres humanos nos fijemos metas, y que se haga todo lo humanamente y eticamente posible para lograrlo  En un comentario he visto que nuestro More hablaba de este salto, y se refería al salto que se da al noajismo. Creo que el salto que damos los que hemos participado activamente en algún tipo de practica religiosa, lo damos pero al revés  no desde las alturas hacia abajo, sino desde lo mas profundo de la miseria del alma hasta las alturas insondables de la voluntad de nuestro Creador. Estamos engañados, dentro de la religión nos hacen ver lo que no es, nos hacen sentir lo que no somos, y nos sientan en lugares celestiales cual cohorte servil de algún ser híbrido  mitad divino mitad humano. Te crees pues ellos así te adoctrinan, uno de los elegidos, de los vencedores, de los lavados, eres élite  has sido elegido en la presciencia divina desde antes de la fundación del mundo. Eres un ser tan afortunado que te ha tocado vivir bajo la gracia de Dios, algo que antes no existía  pues antaño la imposible de cumplir, cruel y caduca ley mosaica hacia de los hombres unos desgraciados, unos ruines y fracasados. Eres parte del grupo de privilegiados que tienen acceso al trono de la gracia, algo que antes no era posible, pero ahora si puede hacerse, ahora si la deidad te escucha pues por los méritos y la muerte de alguien se ha roto el velo y hay acceso al Lugar Santísimo  Podría seguir escribiendo mas mentiras por mucho mas tiempo, pero con esto llega para hacernos una idea del estado emocional que logran en la psique de aquellos que han elegido estar en las alturas. Los que hemos sido valientes para cuestionar, para razonar, para desafiar incluso a los que nos enseñaban, tuvimos la gran dicha de abrir nuestros ojos y darnos de bruces contra el duro piso de la mentira, y ver, que por el contrario no estábamos en la cima sino en el fondo. Espantoso fondo que nos condeno a vivir una vida lejos de nuestra identidad, de nuestra preciada herencia, cubiertos por un velo que no nos permitía ver que para el Creador Bendito sea no hay élites  ni preferidos, ni tan buenos o espirituales, ni siquiera elegidos, pues al principio toda la humanidad fue puesta para la tarea de cumplir la voluntad de Dios en la Tierra, pero lamentablemente el hombre permitió que la injusticia y la maldad se adueñara de su hábitat  Parecía que todo estaba perdido, pero así no lo quiso nuestro Creador, surge un pueblo de la esclavitud con las ganas suficientes para asumir un rol en la historia del mundo, ser luz y maestros para el resto. Debemos tener presente que toda la humanidad fue «elegida» para esa tarea, pero pudo mas eso que llevamos dentro, que nos dice que las cosas las hagamos según nuestra conveniencia, eso que cuesta tanto controlar y tanta desgracia ha traído y aun trae, eso que es la consecuencia del caos social, político y económico del mundo, eso que ha impulsado e impulsa al hombre a asesinar a su semejante en nombre de una religión o de una ideología política, eso que saca lo peor del corazón del alma o de la mente humana, eso que nos mantiene atados con pesadas cadenas al fondo de un abismo oscuro, eso que no nos permite ser libres, que no nos permite elevarnos a vivir una vida espiritual, eso que nos aleja de nuestra herencia y de la voluntad del Creador, nos aleja de nuestro prójimo  del semejante, eso que llamamos EGO, tenebroso carcelero de nuestras vidas. Descubrir nuestra identidad espiritual es un duro golpe que quiebra esos grilletes, y poco a poco comenzamos a dar el gran salto pero a la inversa, desde el pozo, desde el abismo espiritual a lo alto, a la cima, a nuestra identidad, al noajismo.

Noaj 5773–Un paraíso en la tierra

Según comprendemos de la parashá anterior, Bereshit, Adam fue creado en un mundo regido por las leyes de la naturaleza. Existía un límite al caos, un orden que no deja nada a la casualidad. El mundo se estructura y sistematiza por medio de un código de leyes, las cuales el hombre ha venido descubriendo y comprendiendo a lo largo de los siglos (y esperemos que lo seguirá haciendo). 
El Creador hizo el universo con todo lo que lo conforma, lo que incluye a las leyes que lo regulan. Son reglas firmes, que se cumplen, lo queramos o no, las conozcamos o no, estemos de acuerdo o no.
Esto es, hoy día, evidente en el plano físico de la realidad, e incluso en el inmaterial que está compuesto por sueños, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, etc.
En la antigüedad se pretendía dominar las reglas físicas por medio de lo que se llamaba brujería o magia, en todas sus versiones, desde las más circenses hasta las más estremecedoras y secretas. En la actualidad el mecanismo se desviste de fantasías y se llena de observación, análisis, conocimiento verificable, razonamiento, pues es campo de trabajo de las ciencias. Al conocer la leyes naturales estamos en mayor capacidad para cuidar mejor de nuestra salud, preservarnos de daños, hacer un uso provechoso y responsable de los recursos naturales, proveer de mayor bienestar, entre otras ventajas. Claro, el conocer las leyes no nos pone por encima de ellas, no nos convierte en amos de la realidad, no nos evita todo contratiempo, pero mejora en mucho nuestra existencia. No es casualidad que desde el desarrollo de la ciencia vivimos en mundo material de mayor bienestar para gran cantidad de personas.

El mundo no está solamente construido con bloques de materia/energía, sino que existe también un componente invisible, intangible, que es imperceptible a través de los órganos de los sentidos físicos, que es el plano espiritual. Éste no es mensurable, no tiene espacio ni tiempo, ni forma ni materia, es absolutamente diferente a todo lo que conocemos, porque solamente conocemos aquello que ingresa por nuestros sentidos o se conecta con algo que alguna vez hayamos percibido por los sentidos (estos son temas muy complejos, que en estas breves líneas no pretendemos abarcar ni siquiera en una porción mínima). Como lo espiritual es totalmente indescriptible, a lo largo de las generaciones se han usado diversas metáforas, símiles, comparaciones, leyendas, para tratar de tener alguna idea o noción de aquello que es incomprensible. Por supuesto que todas ellas no llegan a definir y dar una idea acabada de lo que es el espíritu y la dimensión espiritual.
Al ser ésta su realidad, queda por fuera del ámbito de estudio de la ciencia, si entendemos por ésta a “el conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados…” (Wikipedia/Ciencia).

De acuerdo a lo que sabemos por nuestra Tradición, también al mundo espiritual el Eterno le ha impuesto leyes, las leyes espirituales.
Debemos saberlas, comprenderlas, aplicarlas, puesto que el ser humano es la criatura con mayor componente espiritual de este mundo. Al hombre, desde su origen el Eterno le ha impuesto mandamientos, los conocidos en aquel momento como Mandamientos Adámicos, que eran seis, según consta en nuestra Tradición: no asesinar, no maldecir a Dios, no adorar dioses que no son Dios, no robar, no a la infidelidad matrimonial y establecer sistemas de justicia social.
El Eterno se los ordenó a Adam y comprometió a todas las futuras generaciones a conocerlos, aceptarlos y cumplirlos. El único beneficiario del acatamiento a este código es el hombre, puesto que la finalidad principal de estos mandamientos era posibilitar la armonía personal, colectiva, ambiental, tanto en lo espiritual como en lo material. Eran las leyes para permitir que el mundo fuera un paraíso terrenal, un pedazo del Cielo en la Tierra. Un código básico, simple, pero completo para cada una de las personas, sin distinción de origen, creencia, posición social, edad, o cualquier otra distinción. Eran (y siguen siendo) las reglas espirituales con las que el Eterno codificó el comportamiento de cada ser humano para llevarlo a la auto-realización integral, tanto en lo material como en lo espiritual.
Pero el hombre no supo conservar la senda de la corrección y de a poco fue perdiendo su conexión espiritual, fue dejando de lado los Mandamientos Universales (hoy también conocidos como Mandamientos para las Naciones o para los Hijos de Noé o Noájidas).
Hasta que la situación se hizo insostenible, según recalca la Torá en nuestra parashá: "La tierra estaba corrompida delante de Elokim; estaba llena de violencia." (Bereshit / Génesis 6:11).

Sí, cuando el hombre repudia su identidad espiritual, se niega a vivir de acuerdo a las leyes espirituales, termina por llevar al mundo a la corrupción, a que se extienda la violencia en sus múltiples facetas. Sobre la violencia mencionada en el versículo quisiera mencionar un par de aspectos. La voz hebrea empleada en la Torá es “jamás”, que comúnmente se traduce como violencia, lo cual es correcto. Sin embargo, la Tradición nos refiere los detalles de esta violencia: robo, usura, tomar a la fuerza mujeres como esposas, injusticia e incluso agresiones físicas y asesinato. Tal como vemos en el profeta Iejezkel/Ezequiel (7:23): "Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia.".
Y ya por ese entonces las personas habían olvidado la unidad y unicidad del Eterno, se habían convertido en adictos a dioses y creencias extrañas; cuando alguno mentaba al Eterno, no faltaban los insultos y faltas de respeto hacia Él. En resumen, el mundo se llenó de depravación, falta de respeto, injusticia, corrupción, maldad, rebeldía. Era el anti-paraíso, es decir, no se cumplió el ideal para el mundo que pretendía el Eterno. Porque no se seguían los mandamientos básicos, porque el hombre escogió hacer el mal en lugar de un pequeño esfuerzo para construir un mundo de Shalom.
Ya sabemos lo que pasó luego, sobrevino el Diluvio, la gran destrucción. Las acciones de los hombres provocaron un terrible caos que desembocó en una catástrofe dolorosa y espantosa, pero que fue el primer paso para borrar lo anterior y comenzar de nuevo. La intención del reinicio era hacer de este mundo un paraíso terrenal a través del código espiritual que ahora se conoce como Mandamientos Noájicos, los siete mandamientos que el Eterno dictó a Noaj/Noé para él y todas las generaciones siguientes. Una forma de vida sencilla pero pleno, sin asuntos extraños, sino simplemente el anhelo por vivir bien uno y en compañía del otro.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros?
¿Qué es lo que en la práctica podemos aprender y emprender para mejorar nuestro entorno y sociedad?
¿Tiene la parashá algún mensaje para ti en particular?

Espero que podamos seguir compartiendo juntos este emocionante camino de conocimiento y bendición.

Antes de despedirnos, un cuento muy especial que quiero compartir contigo:

El aguatero llevaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas sujetas a un gran madero que cargaba sobre sus espaldas.
Una de las vasijas tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija íntegra estaba siempre muy orgullosa de su desempeño porque tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

Poder religioso

Se ha enseñado en más de una ocasión que una vida adquiere significado de acuerdo al esfuerzo que se realiza por alcanzar una meta valiosa.
No en alcanzar la meta, sino en el esfuerzo por andar o hacer el camino hasta ella.

Sucede que el día que llegas, pierdes el interés.
Se acaba el esfuerzo y ya no hay esa pujanza, esa ansia.
Como si nada ya tuviera sentido.
Como si la meta no fuera la que satisface, sino el caminar hacia ella.

Luego quedara el dulzón sabor del recuerdo, de lo hecho y ya no.
El beneficio de lo que actualmente se tiene.
Pero falta ese ingrediente especial, el esfuerzo.

Por supuesto que a  cada cima le puede suceder otra, más alta, más difícil, más comprometida. No es necesario caer en valles de oscuridad y olvido, sino mantenerse en la meseta un rato y luego seguir escalando hacia otras metas.
¿Cuál es el límite?
¿Dónde está la línea que establece lo sano de lo que no lo es?

El esfuerzo es necesario, el camino es maravilloso, pero también tomarse el tiempo para meditar, observar sin presión, evaluar, hacer modificaciones necesarias, tener el momento consagrado para dejar de creerse el centro del cosmos y que si uno se detiene todo se termina.
Oh sí, el esfuerzo dentro de un sistema saludable, tal es lo bueno.

En lo “religioso” se nota este fenómeno del esfuerzo también, llevado al extremo nocivo.
Antes de continuar, recordemos que la religión es el disfraz para ocultar lo espiritual. La religión es un invento de hombres, usado por hombres, para dominar a hombres.
Lo espiritual es totalmente otra cosa.
Religión es un concepto arbitrario y relativo; espiritual es eterno como Su Creador.
A veces, por ignorancia o costumbre del hablar, decimos que el judaísmo o el noajismo son religión, cuando ciertamente NO lo son. Pueden compartir algunos pequeños rasgos con religiones, a ojos inexpertos pueden ser religiones, pero judaísmo y noajismo son formas de vida que apelan a la espiritualidad, en tanto que la religión es cárcel que manipula para conquistar y dominar.
(Por supuesto hay mucha gente que vive el judaísmo y el noajismo como religiones, dejan de lado lo espiritual para concentrarse en lo ritual desprovisto de sentido espiritual, en las instituciones fabricadas para el dominio. Sí, esas personas son realmente “religiosas”, aunque profesen cosas surgidas o emparentadas con el judaísmo o el noajismo).

Una congregación religiosa florece cuando encuentra algo/alguien contra lo qué luchar.
Un enemigo externo o interno.
Un ser demoníaco u otra secta.
El “traidor” que hasta ayer era el “hermano”, pero luego tuvo la “desfachatez” de preguntar, cuestionar, indagar más allá de los libritos sagrados y autorizados, negarse a servir como títere y payaso de un pastor vividor.
La ciencia o el que trae un mensaje diferente, que puede alentar el despertar de la conciencia espiritual y quebrar el yugo de la religión sobre sus esclavos.
Tales o cuales actos que son considerados pecados y nefastos (por esa religión y no por el Creador), que deben ser desterrados, al igual que aquellos que los cometen.
Lo que queda por fuera de imposiciones cada vez duras y extrañas, porque cada día más y más pesadas cargas se añaden, junto a rituales nuevos que se presentan como sagrados y de antigua data. Lo que obliga a redoblar el esfuerzo, para cumplir esto nuevo, para no ser detectado como “pecador”, para estar alerta a las novedosas advocaciones al ritual. No sea cosa que si uno se deja estar un ratito se convierta en el enemigo de la congregación.
El que no se congrega tanto y con tanta pasión como el líder de la comunidad demanda.
El que está “frío”. El “infiel”. El de fuera.
No importa, lo que sea, todo vale en tanto se someta a la congregación al estrés, al esfuerzo, a la presión, a la obligación, a la necesidad de estar en lucha, en “guerra espiritual”, en constante movimiento para alcanzar la ilusoria meta que promete la religión como deseable.
Y esto ocurre en congregaciones judías de toda cepa (particularmente en las que se han dado en llamar ultra-ortodoxas), en incipientes comunidades noájicas (que siguen un modelo parroquial o de rasgos misioneros), y por supuesto en la variadísima gama de las religiones del mundo, y con especial énfasis en la de los cristianos que se hacen pasar por judíos (mesiánicos, netzaritas, ebionitas, efraimitas y todos los otros inventos que van haciendo a diario). Cada una con sus peculiaridades, con sus símbolos, con sus modos, pero en el fondo el mismo recurso del ejercicio del autoritarismo, del exceso, de la falta de apego a lo espiritual, de la exigencia, en una palabra… del EGO.

Esto podría parecer suficiente para declarar la insania de tales congregaciones y que de inmediato fueran abandonadas.
Sin embargo, resulta paradójico pero es lo que les dota de poder para manipular, conquistar y dominar. No es el poder real, aquel que se genera en la bondad y la justicia, no es el poder del altruismo, no es el poder de la espiritualidad. Sin embargo es el poder que permite obtener dividendos materiales, llenar catedrales, organizar mega eventos, hacerse oír por todos lados. La habilidad del EGO para hacer de la impotencia una forma enferma del poder. El poder del grito, de la violencia, de la manipulación emocional. De las demandas irracionales, de la presión social, del abuso, del crimen, de todo lo que vivimos lamentando pero en cierta forma somos cómplices.

Muchos se han quejado al conocer el noajismo de que es “poco”, o “muy simple”. Que les falta sentir aquello que sentían en sus iglesias, en sus religiones. Quieren imágenes que impongan temor, quieren sentir miedo, quieren sentir incertidumbre, se quieren sentir pecadores, quieren que desde el púlpito les maltraten, quieren que les esquilmen y les saquen el dinero, quieren alimentar a gordos pastores mientras ellos viven en la miseria y el hambre. Quieren más mandamientos, quieren parecer judíos con sus innumerables preceptos y reglas para cumplir. Quieren someterse a más y más sacrificios y esfuerzos. Quieren que les hagan sentir culpables, quieren que les manipulen abiertamente o en secreto pero al mismo tiempo quieren que les mientan con esperanzas de salvación, de amor incondicional, de dioses que son capaces de dar la vida por ellos, de paraísos perdidos, de identidades superiores.

No se conforman con el sano y santo pan espiritual del noajismo, no les agrada el camino que el propio Eterno ha diseñado con Amor y Sabiduría.
Les parece poco, superfluo, demasiado mundano, poco esforzado, sin rituales, sin exigencias alocadas, sin dogmas entreverados, sin malabarismos para tapar mentiras. Quieren seguir viviendo bajo el EGO, en religión.

Quieren llegar a la meta y no aprendieron a disfrutar del camino, porque el camino es lo único que realmente tienen…

Relación de los Preceptos.

Como sabemos existen para las naciones Siete Preceptos, solo los escribo a continuación para los que recién entraron y porque sirve para demostrar mis planteos y cómo se relacionan.

Con el Eterno.

  –  NO servir a un/unos dios/dioses que no es/son D’os.

–  PROHIBICION de la blasfemia.

Con semejantes.

–  NO cometer asesinato.

–  No cometer relaciones sexuales indebidas.

–  Crear cortes de JUSTICIA.

–  No robar.

Con otros seres vivos.

– No comer miembros de animal vivo.

Los que se relacionan con el Supremo para mi es el mas importante, por eso lo escribí primero ya que para poder estar en paz y buena relación con nuestros semejantes  primero debemos recordar Quien nos trajo aquí y lo que podemos realizar para poder mejorarnos como personas, nuestro entorno e incluso a la mayor cantidad de personas que podamos.

La segunda cita trata de la relación de los Preceptos con los que nos rodean, estos son muy importantes ya que nos involucra a nosotros pero nos conduce directamente a nuestra forma de correspondencia con los que tenemos a nuestro alrededor pero cabe recordar que somos seres sociales por lo tanto una manera de estar bien también llevarse bien con los que tenemos al lado. Agrego que otro motivo por el cual es importante la relación con el prójimo es porque debemos unirnos judíos y noajidas para alabar al Rey del universo.

El ultimo no es menos importante ya que trata de nuestra manera de manejar a los seres con los que compartimos el mundo además que por ahora sin ellos no podríamos vivir ya que muchos de nosotros tenemos dietas variadas en las que obviamente incluyen carne.

Para terminar quiero aclarar que si bien todos son importantes, no debemos caer en el error de darle mayor importancia por ejemplo a los que se relacionan con los semejantes solo por el hecho de que son más además que cabe aclarar que para vivir en plenitud debemos estar en excelente ‘relación’ con el Eterno con los individuos que componen la sociedad en la que vivimos y con nuestro entorno.

Buscando a la viajera

Los invito a leer esta noticia: http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_178252_1.html, regresen luego si desean por aquí.

No sé muy bien el motivo, pero a mí me hizo acordar a tanta persona (7.000.000.000 de noájidas y varios millones de judíos, no más de 14) que anda por la vida desconociendo su identidad. Que se fanatiza en religiones, se hace adicto a personajes, se disfraza de lo que no es, vive una vida de fantasías, se desespera por ser alguien ajeno y otro, pretende usurpar identidades que no le corresponden, se niega a asumir su lugar, busca y no para de buscar sin tener nunca paz.
En tanto aquella bella esencia que realmente es, y está a su lado, es desconocida, rechazada, obviada.
No sé muy bien por qué me dio por pensar esto al leer la noticia.

Quizás tú puedas comentar, tanto qué te hizo sentir/pensar la noticia, como ayudarme a mí a entender mi propia idea al respecto.

Sheal abija… zekeneja

"Acuérdate de los días antiguos; considera los años de muchas generaciones. Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán."
(Devarim / Deuteronomio 32:7)

Ya lo sabía el Autor, por supuesto que lo sabía.
Llegaría el momento en el cual las nuevas generaciones dudarían del pasado de su propia nación, de la historia de su propia familia. Llegaría la oscura época en la cual no se sentirían conectados con ellos mismos, con su ayer.
Estarían en sombras, por falta de memoria, o peor, porque nadie les enseñó acerca del esplendor de los días antiguos y del resplandor sagrado en su propio interior.
Sí, llegaron esos días, claro que llegaron.
Los hijos desconocen sus raíces, se escapan del espejo y se buscan en desiertos, en espejismos, en religiones, en disfraces, en modas, en los personajes que les codifican ajenos.
Así están, en sombras, perdidos, perplejos, no sabiendo, ignorantes, alelados, apartados.
Sí, han habido muchas, muchísimas generaciones, que se mantuvieron firmes y leales, constantes en su trasmisión del sagrado mensaje. Una y otra vez repitiendo el legado, haciendo que sus hijos lo adquirieran y se apropiaran de él, para luego vivirlo y trasmitirlo a su vez. Muchas generaciones que preservaron la senda, el camino, el mensaje. Y no precisaron de rituales ajenos, ni de ropas estrambóticas, ni de idiomas extraños, ni de severidades fuera de control, ni de dogmas irreverentes hacia la verdad, sino que solamente precisaron abrir sus oídos, absorber el mensaje que en el hogar era inculcado, que ellos hacían carne, que lo vivían a diario y que con entrega generosa pasaban a sus propios hijos.
Pero, las cosas se fueron degradando, el aroma se fue diluyendo, el sabor perdiendo, la cultura mimetizando, se tomaron prestados disfraces, se usaron rituales complejos con la presunta intención de ser defensas de un legado que ya no se sostenía en sus vidas.

Entonces, el Autor nos impele a que preguntemos a nuestros padres, que no dejemos de lado el lazo familiar, que allí está la respuesta. Porque el judaísmo no es una religión, ni una cultura, sino el modo de vida que corresponde a la Familia Judía. Son los padres los que tienen el relato, la historia, el nexo con el pasado, con el espejo. Al menos, son los que debieran tener todo esto y compartirlo con sus hijos.
Ah, pero el Autor sabía que esos padres también serían los hijos de la generación desmemoriada, los que perdieron su rostro de tanto usar caretas, por lo cual su mensaje sería estéril, hueco, falso, lleno de ajenidad, desprovisto de autoridad y autenticidad.
Entonces el Autor propone que lleguemos más lejos en nuestra búsqueda, que vayamos a los ancianos, a los que se supone tienen más arraigada la tradición. Ellos nos dirán.
¿Qué nos dirán?

"Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los personas, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los Hijos de Israel.
Porque la porción del Eterno es su pueblo; Iaacov [Jacob] es la parcela de su heredad.
‘Lo halló en tierra desértica, en medio de la soledad rugiente del desierto. Lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas.
El Eterno solo le guió; no hubo dioses extraños con Él."

(Devarim / Deuteronomio 32:8-12)

Sí, eso, junto a lo que completa el cántico de Moshé que hemos leído en la parashat Ahazinu.

Nosotros somos hijos de hijos de gente a oscuras.
Estamos divagando, perdiendo el tiempo, desconectados de nosotros mismos.
Empecinados en vivir vidas que no son propias.
Llama más la atención el último juguete vistoso de Apple que el mensaje que es eterno de la Torá.

Es hora de recuperar la memoria, volver a la fuente.
Preguntar a los que saben.
Pero ojo, no supongamos que el “disfraz de judío” hace al judío, ni la apariencia es lo que otorga entendimiento.
Vayamos a donde hay agua para saciar la sed, no donde se destila alcohol que corrompe las vías vitales.

Este es un texto que he escrito para ser publicado en SERJUDIO.com, y refiere específicamente a la realidad de la Familia Judía. Pero creo que hay varios puntos de contacto y otros de aprendizaje que pueden ser muy provechosos para el noájida. ¿Podrías comentar qué te parece a ti, en su aplicación a los noájidas y la realidad noájica?

Ser espiritual en el diario vivir

Un querido amigo colombiano comentó en un post de mi autoría:

“Me agrada ser más espiritual que religioso.
He entendido que en mi diario vivir es cuando puedo ser más espiritual que en otros casos, pues no se finge bondad sino simplemente se es bondadoso.
No se finge amar sino simplemente se es amoroso.
No se finge ser noájida ante otros noájidas, sino simplemente se es.”
(William en http://fulvida.com/id-noajica/identidad/la-espiritualidad-diaria#comment-51792)

Me pareció sencillamente oportuno y genial, por eso quise compartirlo ahora contigo.
¿Tú que opinas?

La espiritualidad diaria

Leo en la publicación “Kesher” de este mes (pag. 19) el siguiente pasaje del rabino Naftali Silberberg, quien integra el equipo editorial de chabad.org:

“Dios está más interesado en nuestros rutinarios días de trabajo que en nuestras piruetas extra-curriculares de los días festivos.
Podemos ser la imagen misma de la devoción cuando vestimos un ‘kittel’ (túnica larga de color blanco) y, meciéndonos mientras pronunciamos las oraciones en los Iamim Noraim o, desafiando a los elementos, comemos en la sucá o bailamos en estado de éxtasis durante Simjat Torá; pero, ¿es esto tu verdadero yo?
Es nuestra rutina diaria la que realmente refleja quienes somos, no nuestros aislados arrebatos de devoción durante los días festivos.”

Quise compartirlo contigo, porque refleja con sencilla claridad nuestra postura constante en lo que refiere a espiritualidad, tanto la judía como la noájica.
¿Quisieras tú darnos a saber tu comentario al respecto?