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“Y dijo Dios …”, lo que la ciencia llamó casualidad

 

Pensar en el  Universo, intentar imaginarlo  para luego llenarlo de  constelaciones, planetas, galaxias y  luego poner allí  la tierra,   como un punto; y sólo eso… “un punto” dentro del universo;  es como unir muchos pliegos de papel y con la punta  de un lápiz presionar sobre uno de ellos   y luego  decir:  “esa es la tierra”,  pero saber;  que en realidad, estaríamos limitando las dimensiones del universo a unos cuantos “pliegos de papel”.

 

Entonces para no verse tan limitados mejor mirar  la tierra sin intentar ubicarla dentro del universo, quizás lo que vemos ó creemos ver en su totalidad, un paisaje, la naturaleza, los animales, el hombre,… tal vez  así nos sentimos más potentes, más grandes,  pero luego bastaría con detenerse a mirar siquiera una sola cosa, para empezar a sentirnos nuevamente pequeños, limitados, casi que invisibles…  

Estamos rodeados de procesos y sucesos que hemos intentado explicar mediante conocimientos físicos, químicos, matemáticos, médicos, científicos, tradicionales, … y aun tenemos muchas preguntas, y sólo algunas respuestas, sin mencionar que  la vida del hombre cuenta con un tiempo tan corto, es tan efímero, tan transitoria su existencia que no alcanza para siquiera atisbar al conocimiento total, ó completo de  “una sola cosa” del mundo y del universo. 

 Y pese a ello el hombre dedica parte de su vida a encontrar la  “causa de las causas” y ofrecer respuestas comprensibles  a  lo incomprensible.

Pero el estudio de una ciencia, ó  de un área fuere cual fuere,  no nos hace genios, sólo nos hace humanos ya sea que encontremos respuestas ó no.  Humanos por el simple hecho de hacer preguntas  e intentar responderlas. 

La ciencia suele ofrecer explicaciones a  fenómenos y procesos que vistos con detenimiento, nos dejan con la boca abierta.  Y luego los describe, por medio de  leyes que nos hablan de “ una constante” en un proceso ó comportamiento,  que dista mucho de la casualidad.  Así por ejemplo “la ley de la gravedad”  no obedece a una casualidad, en la que unas veces las cosas caen y otras veces solo flotan. 

 

La magia, deja de ser magia cuando aprendes ciencia. 

 

La ciencia describe los procesos  de forma  lógica, ordenada, y  bajo ciertas condiciones, que finalmente producen magia.

El agua  es agua porque su composición obedece a una constante: un hidrógeno unido a  dos átomos de oxígeno, con un enlace característico, con una fuerza propia en sus enlaces, con resultados que otorgan propiedades únicas.  No hay otro compuesto que por “casualidad” se comporte de la misma forma.  Y  el  hombre aún no ha hecho, desarrollado, creado,  ó inventado algo nuevo que sea igual al agua, pero diferente. 

Es más; el hombre “no inventa”, solo descubre lo que ya existe, y luego le busca  aplicaciones.

Estudie  ingeniería química, y reconozco que lo aprendido no alcanza para explicar lo maravilloso de este mundo que va más alla de leyes, de conceptos, de definiciones,  el  conocimiento adquirido ha sido solo para re-conocerme, y re – conocer lo humanos que podemos ser,  tan pequeños  y a la vez tan grandes, tan perfectos en nuestras funciones, pero tan imperfectos en nuestras relaciones.    

“Y de la misma manera como la ciencia puede maravillarse al mirar lo extenso del universo, y lo complejo de lo atómico, también podría hacerlo al reconocer en ese despliegue de majestuosidad a Dios”.

Pero la ciencia no es más que una herramienta humana, que intenta fusionar la razón con la maravilla, mediante leyes humanamente entendibles.   Es gracias a  la multiplicidad de la creación, y a la genialidad de nuestro Hacedor,  al crearnos «iguales pero diferentes»…  que encontramos  quienes precisan de explicaciones complejas, de  largas sustentaciones,  de estudios mas ó menos profundos, específicos,  ó de mayor detalle sobre un tema,  y sólo para «descubrir» lo que fácilmente entenderíamos con los ojos del alma,  desprovista de conocimientos teóricos adquiridos, para percibir la «simpleza de lo complejo» y a la vez al artífice de la creación.

Y aquello que la ciencia llama casualidad, muchos lo llamamos Dios,  porque hay respuestas que llenan de sentido nuestras vidas, al reconocernos netamente humanos, pequeños en el universo, pero grandes  de la mano de nuestro Hacedor.

¡Un abrazo amigos! Y que seamos más que simples transeúntes por este hermoso planeta.