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Comunicación con gestos

Quería compartir con ustedes algo de mi corta experiencia como padre. No me creo el mejor pero he visto crecer a una pequeña maravillosamente y lograr tener una comunicación que no he visto en otros padres.

Con todo respeto a los activos papás que lean este escrito, sabrán lo maravilloso y apasionante que es, además de estudiar y aplicar mejores estrategias de crianza mediante uno va aprendiendo también a superarse.

En esta ocasión quería comentarles que me he dado cuenta que en momentos de tensión o berrinches simples, una buena técnica me ha sido mostrarle con gestos lo que ella debería hacer.  Es decir, gesticular lo que quiero expresarle, lo más claro posible, pero sin hablarle o sin que sepa a través de mis palabras que le estoy dando una instrucción. Eso al parecer la hace tener otra perspectiva, una que no es de alguien diciéndole qué hacer, sin embargo ella a ir comprendiendo el mensaje, realiza la acción, o puede que se niegue un par de veces pero la «simpatía mímica» le da un toque didáctico y no tarda en cooperar.

Muy útil a la hora que ellos con toooda su gran energía de vivir, no quieren irse a la cama no?

Pueden así pulir sus dotes artísticos aplicando una entretenida mímica, total no hay cámaras ocultas ni paparazzis que les muestren al mundo nuestras desfiguradas caras cuando se niegue unas 5 o 6 veces… jeje…

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Eso por ahora, debo hacerle dormir.

Saludos.

Resp. 1131 – Instruyendo al niño en el Noajismo

Alviri nos consulta:

Estimado maestro,tenga usted un buen día y que el Eterno lo bendiga.

Le escribo para pedirle un consejo. Como hago para instruir a mi niño de 10 años,ya que durante algún tiempo estuve asistiendo con el al mesianismo donde aprendió que el debía ser un judío. Cual seria la mejor manera de indicarle el camino del Noajismo.

Alexander Victoria,34,agente inmobiliario,Cali,Colombia.

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El jardín de las estatuas

Hace mucho tiempo, existía un lugar mágico que guardaba grandes maravillas y tesoros del mundo. No era un lugar oculto, ni escondido, y cualquiera podía tratar de acceder y disfrutar sus delicias. Bastaba cumplir un requisito: ser una buena persona. Ni siquiera heroica o extraordinaria: sólo buena persona.

Allá fueron a buscar fortuna Alí y Benaisa, dos jóvenes amigos. Alí fue el primero en probar suerte, pues cada persona debía afrontar sus pruebas en solitario. Pronto se encontró en medio de un bello jardín, adornado por cientos de estatuas tan reales, que daba la sensación de que en cualquier momento podrían echar a andar. O a llorar, pues su gesto era más bien triste y melancólico. Pero Alí no quiso distraerse de su objetivo, y conteniendo sus ganas de seguir junto a las estatuas, siguió caminando hasta llegar a la entrada de un gran bosque. Esta estaba custodiada por dos estatuas de piedra gris muy distintas de las demás: una tenía el gesto enfadado, y la otra claramente alegre. Junto a la entrada se podía leer una inscripción: “La bondad de tu carácter deberás a las piedras contar”.

Así que Alí se estiró, aclaró la gargante y dijo en alta voz:

– Soy Alí. Una buena persona. A nadie he hecho ningún mal y nadie tiene queja de mí.

Tras un silencio eterno, la estatua de gesto alegre comenzó a cobrar vida, y bajándose de su pedestal, dijo amablemente:

– Excelente, tu bondad es perfecta para este sitio. Está lleno de estatuas como tú: ¡a nadie hacen mal, y nadie tiene queja de ellas!

Y en el mismo instante, Alí sintió cómo todo su cuerpo se paralizaba completamente. Ni siquiera los ojos podía mover. Pero seguía viendo, oyendo y sintiendo. Lo justo para comprender que se había convertido en una más de las estatuas que adornaban el jardín.

Poco después era Benaisa quien disfrutaba de las maravillas del jardín. Pero al contrario que a su amigo, la visión de aquellas estatuas, y sus ojos tristes e inmóviles, le conmovieron hasta el punto de acercarse a tocarlas una por una, acariciándolas, con la secreta esperanza de que estuvieras vivas. Al tocarlas, sintió el calor de la vida, y ya no pudo apartar de su cabeza la idea de que todas seguían vivas, presas de alguna horrible maldición. Se preguntaba por sus vidas, y por cómo habrían acabado allí, y corrió varias veces a la fuente para llevar un poco de agua con el que mojar sus labios. Y entonces vio a Alí, tan inmóvil y triste como los demás. Benaisa, olvidando para qué había ido allí, hizo cuanto pudo por liberar a su amigo, y a muchos otros, sin ningún éxito. Finalmente, vencido por el desánimo, se acercó a las estatuas que custodiaban la entrada al gran bosque. Leyó la inscripción, pero sin hacer caso de la misma, habló en voz alta:

Otro día defenderé mis buenas obras. Pero hoy tengo un amigo atrapado por una maldición, y muchas otras personas junto a él, y quisiera pedir su ayuda para salvarlos…

Cuando terminó, la estatua de gesto enfadado cobró vida entre gruñidos y quejas. Y sin perder su aire enojado, dijo:

– ¡Qué mala suerte! Aquí tenemos alguien que no es una estatua. Habrá que dejarle pasar…¡y encima se llevará una de nuestras estatuas! ¿Cuál eliges?

Benaisa dirigió entonces la vista hacia su amigo, que al momento recuperó el movimiento y corrió a abrazarse con él. Mientras, los árboles del bosque se abrían para dejar ver un mundo de maravillas y felicidad.

Cuando un feliz Benaisa se disponía a cruzar la puerta, el propio Alí lo detuvo. Y echando la vista atrás, hacia todas las demás estatuas, Alí dijo decidio:

Espera, Benaisa. No volveré a comportarme como una estatua nunca más. Hagamos algo por estas personas.

Y así, los dos amigos terminaron encontrando la forma de liberar de su encierro en vida a todas las estatuas del jardín, de las que surgieron cientos de personas ilusionadas por tener una segunda oportunidad para demostrar que nunca más serían como estatuas, y que en adelante dejarían de no hacer mal ni tener enemigos, para hacer mucho bien y saber rodearse de amigos.

Quien «no hace mal a nadie» aún está muy lejos de ser bueno

Autor: Pedro P. Sacristán

Esos inútiles ídolos

Abraham-sacrifica

Una vez leí una historia, creo que era un Midrásh que me hizo gracia; dicho relato contiene una enseñanza muy, pero muy, básica, que quiero relataros en una versión un poco, sólo un poco, libre, jocosa pero respetuosa, al estilo de los relatos de un padre cuenta a sus hijos pequeños. Supongo que muchos conocen la historia, pero vale la pena recordarla; En todo caso ruego me disculpen el versionar la historia haciéndola más infantil.

Se cuenta que el padre de Abram (Téraj) era un fabricante de ídolos y tenía, en la propia tienda, una especie de altar donde algunos clientes dejaban ofrendas. Un día Téraj tuvo que salir de viaje y dejó a cargo de su hijo del negocio-templo.

Abram (que ya era consciente de la existencia de un solo Dios único) tuvo hambre y, como la gente dejaba ofrendas de alimentos a esos diosecillos de barro, Abram decidió comerse las ofrendas.
Pero fue más lejos, decidió dar una lección a su padre y tomó un palo para romper todos los ídolos que había… todos menos uno.
Escogió al más grande, el que tenía forma de más bruto; a éste lo dejo entero y le colocó ente las manos el palo que había utilizado para romper a los demás ídolos.
Así lo dejó y así lo encontró Téraj cuando volvió de su viaje.

Téraj, al entrar en la tienda, quedó horrorizado:
– ¿Abrám que has hecho?
– ¿Yo, padre?, yo no he hecho nada malo.
– Pero has roto todos los dioses, y has comido toda la comida de las ofrendas

Abrám se hizo el sorprendido…
– Pero padre, no ves que ese ídolo grande tiene el palo y que el palo tiene las marcas de haber roto todos los demás ídolos más pequeños… Acaso no puede ser que ese dios grandullón se haya comido las ofrendas, por eso es el más gordo y grande, y que los demás dioses se hayan enfadado con él y lo hayan atacado. Al ver al grandullón con el palo da la impresión que debió tomarlo para defenderse y así ha destrozado y matado a todos los demás dioses.

Téraj miró con estupor a Abram no dando crédito a la historia de su hijo, pasó del asombro a la ira, pues sabía que Abrán se estaba burlando de él; al final gritó:
– ¡Pero eso que cuentas es imposible y lo sabes!

Abrám lo miró y le contestó:
– ¿Qué es lo que es imposible, padre? ¿Qué ese ídolo coma? Entonces ¿Por qué le dan ofrendas de alimentos? ¿Es imposible que se defendiera de un ataque? ¿Entonces por qué le reza? ¿Es imposible que se moviera y tomara un palo? Entonces que es sino un simple trozo de barro. Padre si sabes que es imposible… ¿por qué los adoras?

Téraj, ante la evidencia del absurdo, y siendo presa del orgullo, hizo una huída hacia delante y reaccionó con fanatismo queriendo castigar a Abrám, no sería hasta años más tarde que saldría de su error.

Reflexión: Cuando uno que conoce el noajismo, no puede por menos verlo algo absolutamente natural; es un pacto antiguo, el más antiguo, entre Dios y el ser humano; Y, a mi modo de ver y de alguna manera, es algo que está inscrito en nuestros corazones.

De esta forma, por muy atrapados que esté los idólatras en sus creencias hay algo que (vamos a llamarlo sentido común) les impide creer lo que ellos predican y, en el fondo de sus almas, saben que viven algo que, sencillamente es un absurdo.

En el relato se ve como se ofende el idólatra por romper el ídolo al que ofrecían alimento… “matar a su dios” al que dirige sus plegarias, al que le solicita ayuda y favores…
pero al tiempo no se acepta que un ídolo tenga tanto poder de romper otros ídolos… tan claro que, paradójicamente, son incapaces de verlo.

Es tan triste (por no emplear otras palabras más duras) que nosotros, que hemos sido creados a imagen y semejanza del Eterno, nos postremos ante ídolos, que por ello el mandamiento de NO IDOLATRÍA, ocupe un nivel tan importante en los listados de los mandamientos de la humanidad, de TODA la humanidad.

Amigos, Dios es liberador, la idolatría es esclavitud y la sumisión de la inteligencia (que es un don de Dios) al absurdo.
Se puede ser idiota… pero no TAN idiota y, sin embargo ¿cuántos ídolos aún quedan en el mundo?
¿y en nuestra vida?

TU HIJO ES UNA BUENA PERSONA (parte 2)

Ah, los hijos… he aquí la continuación del texto  Extractado del libro  Bésame mucho  escrito por   el Dr.Carlos González, pediatra.  ¡Espero lo disfrutes!

TU HIJO ES UNA BUENA PERSONA (parte 2)

 
Tu hijo sabe ceder 

Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.

Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un «Tontanchante», «la tontería que se engancha y es un poco repugnante», y que todos los de su clase tienen ya. «Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?» «¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero…!» Ya tenemos crisis.

Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.

Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos «salimos con la nuestra» cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo.

 
Tu hijo es sincero 

¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público «¿Por qué esa señora es calva?» o ¿Por qué ese señor es negro?» Que contestase «Sí» cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar «Sí» a nuestra retórica pregunta «¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?»

Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese «feo vicio». Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.

 

 
Tu hijo es un buen hermano 

Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: «Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para ti sólito. Pero te seguiré queriendo igual». ¿No le parece que estaría «un poquito» celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.

 

 
Tu hijo no tiene prejuicios 

Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir «vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles»? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.

 
Tu hijo es comprensivo 

Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos.

Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años («De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis…») La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.

 
La semilla del bien 

Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.

Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la «falta de disciplina», que se hubieran evitado con «una bofetada a tiempo». Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo «adecuado» para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita.
Espero te haya sido de agrado, y que cuando mires a tus hijos, los veas como lo que son “niños”, que también tienen mucho para enseñar a quienes nos llamamos padres.

 Cuánto de bueno se puede ir sembrando allí en donde el EGO de los niños aún no ha tomado completa posesión de la sagrada casa.  Yehuda Ribco

http://fulvida.com/ajenos/misioneros/eres-un-ttere-no 

¡Un abrazo, y que nos convirtamos en verdaderos constructores de shalom!.

TU HIJO ES UNA BUENA PERSONA (parte 1)

Nuestros hijos nos cambian la vida, pero a veces nosotros no nos damos cuenta de cuanto podemos sembrar como padres en  sus vidas,  Uno de los pilares fundamentales para el noájida es  la familia,  por ello aprendamos a valorar aquellas  oportunidades para construir shalom allí, donde haremos gran parte de  nuestra historia, y donde marcamos el  inicio de la historia de ellos,

Somos  depositarios temporales para dar impulso y  brindar herramientas para que un día …ellos sean:  “Ellos”.

Comparto contigo el siguiente texto,  Extractado del libro  Bésame mucho  escrito por   el Dr.Carlos González, pediatra.

TU HIJO ES UNA BUENA PERSONA (parte 1)

Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable… En cambio, si una madre exclama «mi hijo es muy bueno», casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que «no hace más que comer y dormir» (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: «¡Qué monos son… cuando duermen!»

Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de «problemas de la infancia»: problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos… Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema.

Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos «problemas», precisamente, a sus virtudes.

 
Tu hijo es generoso

Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!

Tal vez la mamá de Marta piense que su hija «no sabe compartir». Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.

 
Tu hijo es desinteresado 

Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada… pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?

La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego «si te he visto no me acuerdo»? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?

El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres.

Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice «hambre», «agua», «susto», «pupa»; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice «mamá». Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo… Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: «papá, mamá, venid, os necesito», no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?

 
Tu hijo es valiente 

Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. «¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!» Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte.

Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. «Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar» es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza.

Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras… son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores.

 

 
Tu hijo sabe perdonar 

Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos…

Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. «¿Será posible?» «Mírala, no le pasa nada, era todo cuento».

No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? («Mamá se ha estado portando mal…»). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.

(continua…)

Para ayudar a crecer a nuestros hijos es necesario desprenderse del EGO, porque es virtualmente imposible educar en libertad en tanto uno es esclavo del EGO.  Yehuda Ribco

http://fulvida.com/ajenos/misioneros/romper-el-crculo-vicioso

Hasta aquí por hoy querida familia, espero tus comentarios.

Un abrazo

 pd: en la foto mi hijo mayor, que en poco tiempo cumplira sus 3 añitos

Consejos para fortalecer los vínculos con tus hijos

Te presento aquí unos pocos consejos que desde la sagrada Tradición nos llega para fortalecer los vínculos con tus hijos.

Síguelos, aprovéchalos y toda tu familia será la que vivirá con dicha y bendición.

  1. Habla, no precisas ladrar. ¿Acaso eres perro o lo son tu hijos?
  2. Mantén en un tono mesurado tu voz. ¿Crees que te escuchan mejor si gritas?
  3. Endulza tus palabras. ¿Te parece que beneficies a la autoestima de tu hijo si lo desprecias con tus dichos?
  4. No mientas. ¿Te sientes seguro cuando sabes que el que te habla de podría estar mintiendo?
  5. No exijas ni demandes. ¿Sabes que se conquistan imperios con ternura?
  6. Sé respetuoso. ¿A ti no te gusta que te respeten?
  7. Sé amable. ¿No te gusta cuando te tratan con amabilidad?
  8. Sé coherente. ¿Cómo te sentirías si a cada rato tu padre cambiara de opinión?
  9. Cumple con tu palabra. Si no estás seguro de poder hacer algo que has dicho, ¿no te parece más prudente si guardas silencio?
  10. Aprende a escuchar. ¿Acaso solamente tú tienes la voz en tu casa?
  11. Aprende a comprender. ¿Comunicarse es solamente emitir aire por la boca y que pase por los oídos?
  12. Manifiesta tu amor. ¿No te das cuenta de que tus hijos te saben más fuerte y recio cuando más tierno y justo eres con sinceridad?
  13. Sonríe. ¿No es contagioso el humor? Sea bueno o malo, siempre se contagia.
  14. No juzgues a tus hijos. ¿Acaso ellos son perfectos, o tú lo eres? Puedes juzgar sus acciones concretas, pero no sus intenciones ni su personalidad.
  15. Admite tus errores. ¿No sabes que creces como persona y a ojos de tus hijos cuando reconoces tus faltas y haces algo positivo para corregirlas?
  16. No compares a tus hijos. ¿Recuerdas cuando te comparaban con tu hermanito, primito o vecinito?
  17. Ten confianza en las capacidades de tus hijos. ¿Cómo crecerán si no les permites experimentar con seguridad el mundo?
  18. Sé generoso. ¿Todo tiene que tener un precio, todo está para comerciar?
  19. Sé justo. Ni demasiado estricto, ni demasiado permisivo. Tanto el látigo como la caricia perenne carcomen el alma de tu hijo.
  20. No presiones por demás. El camino del medio, severidad con bondad, ¿no es éste el modo de que las cosas funcionen?

¿El ABC de la enseñanza?

Lo que aprendemos  traza un camino al hombre cuyo transitar  deja huellas permanentes sobre nuestras vidas, y sobre el mundo  en el que vivimos.      Y nosotros ¿Qué enseñamos?

«Vivamos a pleno nuestra identidad, y seamos trasmisores de verdaderos valores, enmarcados bajo los mandamientos universales, que dio el Eterno a toda la humanidad».

 

¡Es todo lo que necesitamos aprender y lo mejor que podemos enseñar!

¡Un abrazo!