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Del Ietzer HaRá

Comencemos recordando que ietzer se asocia en el idioma de la Creación con ietzirá, que es creatividad, generar, también está vinculado con dar forma, modelar.
Pero se suele traducir como instinto, impulso, índole, naturaleza, deseo, afán, o tendencia.
De forma interesante Lehatzer es restringir, confinar o limitar.

El ietzer es un impulso natural, irracional, necesario, constituyente del ser humano.
Genera impulsos para alcanzar objetos, para saciar necesidades, para colmar deseos.
Esta energía confina a la persona, la restringe, la somete, la esclaviza.
Aunque puede resultar paradójico en una primera mirada, aquello que busca la expansión sin límites, el tomar más y más, el recibir por el mero hecho de recibir, es lo que reduce a la persona a un estado de esclavitud.
La manera de liberarse, ciertamente está en limitar al ietzer.
Limitarlo, pero no destruirlo, puesto que cumple funciones básicas que son orgánicas y necesarias para el funcionamiento de la persona y de la sociedad (Midrash Tehilim –Buber- Mizmor 9).

Cuando opera para sostener el funcionamiento de la persona o el colectivo, se denomina ietzer hatov, es decir, impulso o inclinación hacia el bien.
Cuando se transforma en una entidad nociva, demandante, opresora, enemiga de la persona, enojosa, obstaculizante, ensimismada, enceguecida, egoísta, empedernida entonces se denomina ietzer hará, impulso o inclinación al mal o negativo

Observemos las palabras de Hilel:

“Él solía decir:
Si no soy para mí mismo, ¿quién es para mí?
Y cuando soy para mí mismo, ¿qué soy?
Y si no es ahora, ¿cuándo?”
(Pirkei Avot 1:14)

Yo debo hacer para mí, eso es ietzer hatov.
Si me hundo en mi mismo, soy un egocéntrico, un ególatra, un siervo del EGO, eso es ietzer hará.
Si me dedico a cavilar sobre el pasado, si fantaseo sobre el futuro, si no vivo aquí y ahora, NO VIVO.

En la Torá Oral se trata con intensidad y profundidad acerca del Ietzer Hará.
Son varios y sustanciales los pasajes a considerar del sagrado legado de Israel, pero hemos escogido solamente un párrafo pequeño (Talmud Babilonio, Suca 52a), muy interesante, que espero nos sirva para aprender un poco al respecto:

“R. Avira o, como dicen algunos, R. Ioshua b. Levi, hizo la siguiente exposición: ‘La inclinación al mal tiene siete nombres.

  1. El Santo, bendito sea, le llama el mal, como dice <<porque la imaginación del corazón del hombre es mal desde su juventud.>> (Bereshit/Génesis 8:21)
  2. Moisés lo llama no circuncidado, como dice <<Circuncidad pues, el prepucio de vuestro corazón.>> (Devarim/Deuteronomio 10:16)
  3. David lo llama impuro, como dice, <<Crea en mí un corazón puro, Oh Señor>> (Tehilim/Salmos 51:12) que implica que hay uno impuro.
  4. Salomón le llama enemigo (u odiador), como dice, <<Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan y si tuviere sed dale de beber agua. Pondrás así un montón de carbones encendidos sobre su cabeza, y el Señor te recompensará>> (Mishlei/Proverbios 25:21,22); no leas, <<ieshalem-recompensará>>, sino <<iashlimenu-hará que esté en paz contigo.>>
  5. Isaías lo llama tropiezo, ya que dijo, <<¡Allanad, allanad la calzada! ¡Preparad el camino! ¡Quitad los obstáculos del camino de mi pueblo!>> (Ieshaiá/Isaías 57:14)
  6. Ezequiel le llama piedra, como dice, <<y quitaré el corazón de piedra de sus cuerpos y les daré un corazón de carne.>> (Iejezkel/Ezequiel 36:26)
  7. Joel lo llamó el oculto, como dice, <<Yo haré que se aleje de vosotros lo que viene del norte (u oculto)>> (Ioel/Joel 2:20)’”

¿Cuál es el tabique, mojón, evento, que podemos considerar que transforma al ietzer en un monstruo interno que maltrata al ser y su entorno?
Según aprendemos es desde la primer vivencia de impotencia del ser humano, que se produce en el mismo instante del nacimiento.
Hasta ese momento la vida intrauterina se desarrollaba en una constante placidez, satisfacción, plenitud. Es probable pero poco representativo el sentimiento de impotencia dentro del útero materno.
Sin embargo, el impacto del nacimiento marca al alma de la persona de una forma intensa.
Por primera vez se sufre, y grandemente.
El hambre, el desamparo, el frío, el descontrol, la insatisfacción, el no poder nada, repito no poder nada, quizás tan solo llorar y quejarse sin siquiera emitir una palabra, un movimiento coordinado, un acto provechoso.
El instinto de supervivencia ejecuta su partitura, pero en el ser ya ha quedado fijado ese recuerdo de impotencia terrible, que se reiterará incontadas veces y que irá afianzando el dominio del ietzer hará en la persona.
Notemos que en principio, y por mucho tiempo la tendencia no es malvada ( en el idioma de la Creación), sino meramente centrada en el Yo, absorta en la supervivencia y en alejarse del sufrimiento.
Paulatinamente ese accionar y sentir irá adosando negatividad, malicia, despojando del sentido de supervivencia o reacción ante el terror, para hacerse un modo de vida negativo, malvado.
Advirtamos también que modernamente se ha hecho frecuente identificar al ietzer hará con el EGO.
Cambia la terminología, se tiñe de los conocimientos vertidos por el tiempo, pero en su esencia sigue siendo lo mismo.

El EGO es la tendencia a recibir, el impulso a la vida.
El Ego positivo es cuando su meta es para que la persona funcione, para que la sociedad sea estable y armoniosa. Se conforma así en buena parte del Yo Auténtico, a partir de la armonización del Yo Vivido.
El Ego negativo es cuando su meta es corroer la identidad, usurparla, llenar al hombre de fantasías pavorosas, correr el centro del ser, ahogarse en sí mismo desconociendo su Yo Esencial.

En la parashá Mishpatim que hemos leído esta semana (29/1/2011), encontramos que en cuanto al tratamiento adecuado del guer – prosélito (converso legal y leal al judaísmo; según el contexto puede entenderse como residente extranjero), Rashi nos hace ver que la Torá nos invita a reflexionar sobre el sufrimiento y las penurias del “recién llegado de lejos” tal y como si estuviéramos en su misma situación.
Por ello dice (Shemot/Éxodo 22:20 y 23:9):

“No hieras los sentimientos del guer ni lo oprimas, puesto que ustedes fueron extranjeros en Egipto.
וְגֵר לֹא תוֹנֶה וְלֹא תִלְחָצֶנּוּ כִּי גֵרִים הֱיִיתֶם בְּאֶרֶץ מִצְרָיִם:”

“No oprimas al guer. Ustedes saben lo que se siente al ser extranjero, puesto que fueron extranjeros en Egipto.
וְגֵר לֹא תִלְחָץ וְאַתֶּם יְדַעְתֶּם אֶת נֶפֶשׁ הַגֵּר כִּי גֵרִים הֱיִיתֶם בְּאֶרֶץ מִצְרָיִם:”

¿Por qué Rashi siente que la reflexión personal es la clave para dominar este impulso al maltrato, a la indiferencia, a la repulsión del que es “recién llegado de lejos”?
¿Por qué sería necesario ponerse en el lugar del otro para actuar de la manera moralmente correcta?
¿Acaso no sería suficiente que nos dejáramos llevar por nuestro impulso ético?
¿O que la Torá lisa y llanamente nos ordenara hacer lo que hay que hacer sin mencionar el pasado extranjero y de prosélito de todos nuestros antepasados judíos?

Rab Eliahu Dessler, en una magnífica colección de cartas y ensayos creativos y originales, se pregunta «¿por qué Dios tiene que crear nuestro ego tan fuerte?»
R. Dessler audazmente sostiene que es sobre todo debido a nuestro ego que somos capaces de alcanzar los niveles de la espiritualidad de otro modo inalcanzables. La sed insaciable de grandeza nos empuja más allá de nuestros límites aparentes. Sin embargo, cuando no se controla el EGO puede ir demasiado lejos. Si no se controla, nos podemos creer dioses, tal como la falsa promesa del serpiente a Eva para que ingiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Permitir que el EGO nos controle, es perder el control.
El EGO ha de ser un siervo, una herramienta a nuestro servicio.
¿Qué nos mantiene en equilibrio?
«Veahavta Leracha Kamoja», «Ama a tu prójimo como a ti mismo.»
Significado, utiliza tu EGO para determinar en primer lugar lo que nosotros queremos para nosotros mismos y en qué podemos hacer por nuestro prójimo.
Por ello Rashi recurre a nuestros sentimientos personales, para que despierte nuestro EGO así identificamos nuestras propias necesidades para apreciar las necesidades de nuestros vecinos.

Para finalizar nuestro encuentro, su me permites, te dejo una tarea domiciliaria.
Si la haces, tú y los tuyos serán los únicos beneficiados.
Te presento una pequeña lista de párrafos tomados del Pirkei Avot, que es un muestrario condensado de la sabiduría de los Maestros de la Santa Tradición.
Te voy a pedir que los leas, los analices, los comprendas y le encuentres el nexo con el tema de nuestro artículo así como con tu vida.
Si descubres la clave que te estoy ofreciendo, abrirás la puerta a un gran tesoro que te llenará de riquezas materiales y espirituales.
¿Te animas a hacerlo?
¿Te animas a compartir con nosotros, aquí debajo en la sección de comentarios, lo que hayas aprendido?
Gracias.

  • Shemaia y Avtalion recibieron de ellos [Sabios mencionados en fragmentos anteriores]. Shemaia dice: Ama el trabajo y detesta la actitud autoritaria, y no te asocies con los que detentan el autoritarismo. (Pirkei Avot 1:10)
  • Raban Shimon ben Gamliel dice: En virtud de tres principios el mundo perdura: por la justicia, por la verdad y por la paz. Pues fue dicho “Éstas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo. Juzgad en vuestros tribunales con juicio de paz.»
    (Zejariá / Zacarías 8:16)”. (Pirkei Avot 1:18)
  • Sean prudentes con los que detentan la autoridad, pues no se acercan al hombre sino por interés propio; dan la impresión de ser amigos cuando les conviene, mas no ayudan al hombre en el momento de su necesidad. (Pirkei Avot 2:3)
  • Hilel dice: no te separes de la comunidad, no creas en ti mismo hasta el dia de tu muerte, no juzgues a tu compañero hasta que no estés en su lugar, no digas cosa alguna que no sea posible escuchar, pues terminara por ser oída, y no digas: “Cuando me desocupe estudiaré”, no sea que no te desocupes. (Perkei Avot 2:5)
  • El [Ben Azai] solía decir: No menosprecies a ningún hombre, y no desdeñes ninguna cosa, pues no hay hombre a quien no llegue su hora, y no hay cosa que no tenga su lugar. (Pirkei Avot 4:2)
  • Rabí Levitas, hombre de Yavné dice: Sé de espíritu modesto en extremo, pues el porvenir del hombre es la putrefacción. (Pirkei Avot 4:3)
  • Ribi dice: No te fijes en la vasija sino en su contenido; hay vasijas nuevas llenas de añejo, y viejas que ni siquiera nuevo hay en ellas (Pirkei Avot 4:26)
  • Rabí Elazar HaKafar dice: La envidia, la voracidad y el honor destierran al hombre del mundo. (Pirkei Avot 4:27)
  • La espada de la guerra llega al mundo a causa de la postergación de la justicia, a causa de la perversión de la justicia, y a causa de quienes ensenan Torá en discrepancia con la Halajá. (Pirkei Avot 5:9)

Lecturas recomendadas:

http://fulvida.com/id-noajica/identidad/los-miedos-y-el-noajismo-2

http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/la-agresividad-y-su-canalizacin

Resp. 1071 – Virtudes y valores

F.G. FLORES nos consulta:

Buenas querido amigo Moré y amigos de FULVIDA. Mi pregunta es un tanto filsófica pero me ha llegado con base a algo que escuché. ¿Cuál es la diferencia entre el valor y la virtud y cómo podemos aplicar estos conceptos a la vida como constructores activos de Shalom?
Felipe G. Flores, 28, San José, Costa Rica.

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¿Tú te callas?

El salmista, inspirado por el espíritu de santidad, expresó:

"Yo dije: ‘Cuidaré mis caminos para no pecar con mi lengua. Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté frente a mí.’
Enmudecí, quedé en silencio; me callé aun respecto de lo bueno, pero mi dolor se agravó."
(Tehilim / Salmos 39:2-3)

Ah sí, quería guardar silencio para ser todavía más “santo”.
Ayunar de palabras, para no cometer errores.
¡Qué bella intención! De verdad que sí…
Pero cuan corto alcance…, tan lejano a lo que debe hacer una persona en su plenitud.

Pretendía silenciar su voz, para no dar al malvado motivo de burla.
Con su silencio quería resguardarse de las críticas y afrentas del perverso.
Si no exponía su situación, si no manifestaba sus ideas, esperaba estar a salvo de la malicia del rufián.
¡Cuánto temor conduciendo al extravío!

De tanta precaución exagerada, de tanta acción provocada por el miedo, de tanta restricción en lo permitido, el buen hombre no supo, no pudo, no se animó a decir lo que tenía que decir.
Cuando estaba ante lo bueno, tampoco habló.
Era mudo, era como polvo.
Sin voz, sin expresión, sin comunicación, sin autenticidad.

Por huir a causa del miedo, también perdió la senda de lo bueno.

Entonces, el remedio fue peor que la enfermedad.
Los dolores se agrandaron, el pesar tomó más territorio, la Luz sagrada se ocultó todavía más.

No, el callar no es la solución cuando se debe de hablar.
El ser mudo no reemplaza a la Comunicación Auténtica.
El pretender ser más pío por restringirse en lo permitido, termina acarreando oscuridades y sombras en vez de radiar luz sagrada.

Tienes la boca para hablar, también para callar.
Cada cosa a su tiempo debido.
Como el hijo del salmista sabiamente dijo:

"tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar;
tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz."
(Kohelet / Predicador 3:7-8)

El silencio es bueno, pero también la palabra certera.
La prudencia al hablar, bienvenida, pero la exageración debe ser evitada.

Tenlo presente en cada momento de tu vida, contigo, con tu prójimo, con el extraño, cuando rezas.

Pero también tenlo en cuenta a la hora que das excusas, más o menos coherentes, para no exponer tus creencias, tu identidad espiritual.
Conozco muchos noájidas que prefieren no hablar de noajismo con su familia o conocidos, con la excusa de no ser “proselitistas”, y me achacan a mí la petición de no serlo.
En realidad, es bueno ser proselitista, alentar el noajismo, difundirlo, darlo a conocer, pero NO con las técnicas de terror de los misioneros.
Por supuesto que es necesario que el noájida hable de noajismo, lo presente a su familia, le quite el velo de misterio, sea activo en la difusión. Es parte del ser noájida.
No vale callar, con la excusa de que el otro está preso del EGO, de la religión.
No sirve justificarse diciendo que el otro se reirá, maldecirá o vaya uno a saber qué.
Tampoco cuenta que dices no querer parecer misionero, te aseguro que si te respetas y respetas al prójimo no estarás en la senda del misionero.
Ni que menciones que has fracasado antes y tienes miedo de volver a hacerlo.
Ni que te sientes impotente ante el fabuloso poder del imperio religioso, que mueve sus tentáculos por todos lados y tú apenas te tienes a ti y tu escaso poder (¿cuando te enteres que tienes un poder ilimitado, al asociarte con el Socio, entonces qué podrás argumentar para no hacer tu parte?).

Así pues, querido amigo, aprende de Comunicación Auténtica, aplícala.
Que hoy sea el día que más personas saben de noajismo gracias a ti.

No sea que tu silencio apague el bien que está a tu alrededor y dentro de ti.
No sea que te conviertas en mudo y no tengas luego la capacidad de agradecer, elogiar, rezar, mimar, hacer justicia.

La función del habla es sumamente poderosa, úsala para el bien.

Es tiempo de hablar.
Es tiempo de destruir lo viejo y terrible, para dar paso a la construcción de shalom.

Ve y dile a los que quieres cuánto los quieres. Sí, el amor son hechos, es la conducta, lo que haces generosamente por el otro, pero las palabras tienen su importancia.
Ve y abraza con arrullos verbales a tu familia.
Elogia a tus amigos, con sinceridad, con autenticidad.
Deja de lado los insultos, las quejas, la criticonería, la pesadez, el EGO. Eso mándalo al mundo del silencio.
Pero habla lo que tienes para hablar.

¿Tú te callas?

Luz original en tu interior, estudio cabalístico

El espíritu de santidad invistió al salmista cuando expresó:

"Los que amáis al Eterno, aborreced el mal. Él guarda la vida de sus fieles; los libra de manos de los impíos.
La luz está sembrada para el justo, la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, oh justos, en el Eterno; celebrad la memoria de su santidad."
(Tehilim / Salmos 97:10-12)

Al respecto, en el Zohar encontramos:

“R. Isaac dijo: La radiación que Dios produjo en el tiempo de la Creación iluminó al mundo de un confín al otro, pero fue retirada para que los pecadores del mundo no la gozaran, y se halla atesorada para el justo, es decir, para el Tzadik, como está escrito: “La luz es sembrada para el Tzadik”; entonces los mundos se hallarán firmemente establecidos y formarán un todo único, pero hasta que emerja el mundo futuro esta luz permanece oculta y almacenada. Esta luz salió de la oscuridad que fue tallada por los golpes del Más Recóndito; y de manera similar, de esa que fue almacenada fue tallada por algún proceso oculto la oscuridad del mundo inferior en la que reside la luz. Esta oscuridad inferior es llamada “noche”  en el versículo: “Y a la oscuridad llamó noche””.
(Zohar, Bereshit 56)

La Luz está sembrada para cada uno, pero solamente los justos pueden gozar de ella.
La Luz es nuestra esencia espiritual, nuestra conexión sagrada con el Eterno, nuestra identidad perenne.
Pero está oculta.
Se encuentra debajo de máscaras y cáscaras que nos han ido poniendo o hemos ido asumiendo.
Allí permanece, intacta, eterna, perfecta, irradiando su perfección original, pero no la podemos gozar, puesto que está oculta por nuestras acciones, creencias, pensamientos, palabras, emociones.

Como la Luz no alcanza a alumbrar nuestra vida, es que no contamos con la dicha sincera y pura.
Podemos tener momentos de alegría, pero generalmente pasajera. Nos alegramos con trofeos, algún triunfo material, de esos que manifiestan nuestro poder y nos apartan del temor a la impotencia.
Pero, el gozo verdadero, esa dicha reservada para los rectos de corazón, pareciera como si estuviera lejos.

Es necesario hacer el trabajo de unificar nuestra multidimensionalidad.
Establecer nuestros mundos, nuestras dimensiones, para formar un todo unificado, un atisbo de mundo venidero.
Porque en ese mundo venidero interior está reservada la Luz, el goce de la bendición constante que resplandece sobre nosotros.

Es que, los pecadores, los que se extravían de la ruta prefijada por el Eterno, tienen imposibilitado el gozo esencial.
Todos somos pecadores, no hay uno que sea perfecto y esté libre.
Porque el pecado no es una acción inmoral, no es una falta grave, no es un corte con Dios, no implica un infierno terrible, sino sencillamente el apartarse de nuestra esencia, aferrarnos a fantasías de Yoes Vividos como si fueran la realidad, como si fueran nuestra auténtica identidad.

Por supuesto que no existe un pecado original del que no somos responsables pero se nos echan todas las culpas.
¡No! Eso es parte de un mito que la idolatría usa para someter a la gente.
No estamos hablando de pecados originales, ni de abismos infranqueables, ni de desconexión permanente con Dios.

Estamos hablando de vivir en estado transitorio, como personajes en una obra de teatro, como sombras, en lugar de ser integrados, unificados, constructores de Shalom.
Al encontrar la armonía en nuestro ser, al construir shalom interna, estamos alcanzando la redención, la Era Mesiánica personal, que asemeja a la era universal de Shalom.

Pero, en tanto no armonicemos nuestra multidimensionalidad, permanecemos en noche, en caos, en confusión, en mezclas de sombras y algunos rayos difusos de luz.

Emprendamos el camino de la unificación, de la integración.
Amemos al Eterno, ¿cómo? Cada cual cumpliendo aquellos mandamientos que Él ha dispuesto para cada uno.
Seamos leales a nuestra esencia espiritual, si somos judíos a través del judaísmo, si somos gentiles a través del noajismo.
Seamos buenos, amemos al prójimo sinceramente, generosamente, sin esperar NADA a cambio.
Seamos justos, promoviendo el acercamiento, el orden, los valores éticos.

Tal es lo que aprendemos que expresa el salmista a través de su inspirada meditación, lo que cotejamos en el conocimiento cabalístico del Zohar.
Como una y otra vez venimos pregonando, invariablemente, desde hace años: construir shalom, siendo buenos, justos y leales.

La Luz del Eterno, la Luz de Vida que da nombre a nuestra Fundación y Hogar, es la que está allí, oculta, dentro de ti, en cada uno.
¿Quieres disfrutar de ella o permanecer en las sombras, en la noche?

Tu tefilá diaria

Dijo el inspirado salmista:

"Para Ti el silencio es alabanza, oh Elokim, en Tzión [Sion]; a Ti serán pagados los votos.
Tú oyes la tefilá –oración-; a Ti acudirá todo ser."
(Tehilim / Salmos 65:2-3)

Sí querido amigo, el silencio es alabanza para el Eterno, porque el que mucho abunda en referirse a Él, termina blasfemando (expresa Rashi in situ, apoyado en fuentes más antiguas).

Silencia tu jerga, concéntrate en hallar ese delicado hilo sagrado que te une permanentemente con Él.
No rebusques en palabrería, no trates de inventar rituales, no demandes entre clamores aberrantes, sino simple y sinceramente conéctate con Él.
Cada día, no solamente cuando estés en problemas o quieras un favor.
Conversa, desde lo más íntimo de tu ser.
Conéctate con Él, porque también así te conectas contigo.

Hasta el silencio más callado Él escucha y comprende.
Él atiene a todo ser, no solamente a los que se hacen llamar consagrados o líderes.

Él no precisa de ceremonias, ni de rituales, ni de fanfarrias, ni de que te aprendas palabras oscuras en idiomas extraños.
Con sencillez, con el corazón despojado de soberbia, conversa con Él.

Es cierto, los judíos tienen un manual de rezos que está codificado y es mandado orar tres veces diarias, en días regulares.
Pero eso no es lo único, ni todo lo que es el rezo o plegaria.
Es solamente una parte, quizás la menos sustancial.

Todos, judíos o gentiles, mujeres u hombres, grandes o pequeños, ricos o pobres, sabios o menos sabios, enfermos o sanos, todos estamos cada día en condiciones de establecer ese vínculo sagrado, de reforzar nuestra identidad espiritual a través del silencio profundo, de las palabras suaves, del clamor que sale del corazón y no golpea los oídos.

Enfócate en Sión, el centro de tu ser, el lugar donde reposa la divinidad, la Shejiná, el Templo interior, tu espíritu puro.
Que el silencio retumbe y llene los espacios, que ahuyente las sombras, que espante al EGO, que someta a los temores, que te eleve, que te unifique, que te sintonice con el universo.

Haz tu plegaria, tu oración, tu rezo, hazlo con sinceridad, eso es lo que cuenta.
Y no dejes de dar caridad, de ayudar al prójimo necesitado, de colaborar con los que fomentan la construcción de Shalom: paga tus votos a tiempo. Porque así estarás haciendo una parte de tu tarea, de tu sociedad con Dios.

Pruébalo, saboréalo, luego me cuentas.

No tendrás dioses ajenos delante de Mí

«No tendrás dioses ajenos delante de Mí.»
(Shemot / Éxodo 20:3)

Este es uno de los famosos mandamientos que componen el Decálogo, al que erróneamente se menciona como “Diez Mandamientos”, cuando en realidad son “Diez Frases”, con catorce mandamientos (para los judíos) en ellas.
Éste es uno de los 613 mandamientos para los judíos, uno bastante peculiar puesto que no requiere de acción o abstención de una, sino que remite al mundo de las creencias, de lo intangible.
Si bien no es mandamiento para los noájidas, es una regla a tener en cuenta, como derivado del mandamiento universal de “no adorar dioses que no son Dios”.

A primera vista es una norma fácilmente comprensible, pero cuando somos delicados en el análisis descubrimos la hondura.
Prestemos atención.

Ante todo, donde dice “dioses” en el original se lee “Elohim”, que es “dioses”, pero también EL Dios (Uno y Único), también poderosos, también gobernantes.
Ya con este conocimiento comprendemos que el mandamiento se complejiza.
¿De qué se está hablando?
De falsos dioses, de Dios pero que está “ajeno”, de dioses ajenos, de dioses que ajenos creen en ellos, de poderosos… ¿de qué?

El EGO toma el control en las situaciones de impotencia real, cuando no quedan otros recursos para implementar.
Esa es su función natural.
Sin embargo, en la mayoría de las personas continúa gobernando, usando y abusando de las otras herramientas y potencias con que cuenta la persona: intelecto, imaginación, emociones, relaciones, posesiones, etc.

Resulta necesario que la persona se vea sometida a la sensación de impotencia, sea real o fantaseada, para que el EGO siga al mando.
Por ello, casi a cada rato nos vemos involucrados en situaciones en las que sentimos no poder, en las que no tenemos recursos propios para resolver, en los que dependemos de auxilio externo, en los que se evidencia nuestra inoperancia, nuestra falla, nuestra debilidad, nuestra culpa, nuestra falta de sentido, entonces recurrimos a hundirnos en el EGO: huimos de la realidad, lloramos, gritamos, pataleamos (y todos los posibles derivados de estas herramientas básicas del EGO).

Que te quede claro, cuando dices “todo me sale mal”, “soy un inútil”, “nadie me quiere”, “soy un fracasado”, “no sirvo para nada”, “no puedo”, “tengo mala suerte”, “es mi destino”, “es el pecado original”, “solo un milagro me puede salvar”, “solo cristo salva”, “clamemos para sanación, trabajo, prosperidad, marido, etc.”, “recemos para que se cure”, o similares, estás expresando tu impotencia (seguramente fantaseada), estás bajo el yugo del EGO.
Entonces, te aferras al EGO, que es tu dios.
Sí, es tu dios.
Aunque digas creer en Dios (el Uno y Único), o en cualquier dios o diosito, sin embargo es el EGO tu dios, puesto que es al único que adoras, sirves y esperas en él tu salvación.
Sí, aunque digas que eres ateo, y estés plenamente convencido del poder de tu razonamiento y lógica, absolutamente firme en que no adoras ninguna deidad y te opones a ella, igualmente estás adorando a tu EGO, aunque no lo admitas ni siquiera se te cruce por la mente la posibilidad de ser “religioso”.

Para que lo entiendas, las religiones son la manifestación externa, visible, socializada, cultural, del EGO en su lugar de deidad salvadora.
Todos los dioses son reflejos externos de ese EGO interno.
Todos, incluso Dios (tristemente) es puesto (en la mente y creencias) como títere manipulado por el EGO.
De allí que la frase diga: «No tendrás dioses ajenos delante de Mí.» (Shemot / Éxodo 20:3).
Que se puede entender de la siguiente forma: aunque creas en Mí, aunque digas reverenciarMe, no pongas entre Mí y tú dioses ajenos, aquello que la gente adora como una deidad.
Nada que se interponga entre tu Padre y tú, porque entonces ya no estás en comunión con Él, sino con un “artefacto”, un intermediario, algo que interrumpe el flujo santo.

Más adelante Él ordena: «No recurráis a los ídolos, ni os hagáis dioses de fundición. Yo soy el Eterno, vuestro Elokim.» (Vaikrá / Levítico 19:4).
Donde dice “dioses de fundición”, en el original expresa: “masejá”, que puede entenderse también como “máscara”.
El versículo diría entonces: «No recurráis a los ídolos, (a esos que evidentemente son falsedades, vanidades, ilusiones, pobreza) ni os hagáis dioses – máscara (que se presentan como si fueran Yo), porque solo Yo soy el Eterno, vuestro Elokim”.
Ni EGO, ni Jesús, ni cualquier otro que se ponga entre tú y tu Hacedor y Sostenedor.
Pero, eres tú aquel que debe despojarse de máscaras, de cáscaras, de interferencias, para que fluya la Luz santa en todo su esplendor.

Entonces, el camino a la integridad, a la felicidad, al gozo, a la dicha, al disfrute de la bendición no pasa por ser religioso, ni someterse a rituales innecesarios, ni sumergirse en plegarias sin fin.
El camino está en apartar al EGO, encontrar la armonía interna y externa, equilibrar nuestros planos para estar en paz, conectados, siendo uno.

Fácil de decirlo, pero muy difícil de tomar conciencia y más aún de perseverar para no volver a la celdita mental que nos tiene preparado el EGO.

Yendo por la ruta

El otro día me tocó estar por las rutas de mi país.
No es algo habitual en mí, en parte porque no me agrada andar en auto (mi vehículo habitual es la bicicleta), en parte porque me muevo en una zona restringida de mi pequeña ciudad.

Me resultó sumamente tedioso, incomodo, una pérdida de tiempo. Si bien hicimos algunas paradas, disfrutamos paisajes, conversamos, igualmente… no es lo mío…

Sin embargo, entre una y otra cosa me di cuenta de un par de hechos, que quiero ahora compartir contigo.

El primero: no siempre el que va apurado y parece seguro de lo que hace sabe donde está yendo y que está haciendo.
El asunto es así. Estábamos intentando cruzar por una ruta panorámica y alternativa, desde una ciudad balneario hacia otras que nos llamaban la atención. La ruta marcada en los mapas se desvía varios kilómetros y se aleja de la costa. Podíamos tomarla, pero escogimos la otra, la que a duras penas aparece en los mapas, la que carece de asfalto. Pero un par de personas nos habían mencionado que era hermosa, pintoresca y que había un rústico puente para pasar por encima de una bella laguna, hecho lo cual alcanzaríamos nuevamente una ruta principal rumbo hacia las ciudades de destino.
Igualmente, nos fijamos en el Google Maps, hicimos un par de averiguaciones por internet, blogs por aquí, sitios turísticos online por allá, algunas cosas más y sí… vimos el viejo puente sobre una laguna y sobre otra un cruce en balsas. ¡Maravilloso! Sería algo para recordar, no solo en fotitos, sino como experiencia casi única en nuestras vidas.
Y hacia allí nos fuimos.
Dimos vueltas, porque no había señalización, otras vueltas más. Consultamos el mapa, revisamos algún cartelito al costado del camino, preguntamos a un buen vecino y seguimos recorriendo.
Muy hermosas vistas, aromas a bosques, sonidos de vientos vírgenes sobre dunas, un océano rumoreando al fondo, solo –mucho sol- y kilómetros por una empolvada ruta, llena de baches, de recovecos, de luces y pocas sombras.
Tras una media hora la laguna no aparecía, el puente tampoco, pero el paisaje era cada vez más agreste, menos transitado y transitable.
Entonces se revolearon mapas, se revieron opciones, se proponían retrocesos, porque, en definitiva se estaba en la incertidumbre.
En eso, pasa a nuestro lado como bólido un auto, comiendo metros y metros a gran velocidad, con una seguridad y firmeza envidiables.
El polvo se levantaba tras sus ruedas traseras con gran vigor.
Rápidamente llegamos a la conclusión de que el conductor tenía claro el camino, sabía los secretos de la ruta “mística”, ¿cómo podía ser de otra manera dada su solvencia en este camino tan incierto?
Decidimos seguirlo, a paso lento, más parsimoniosos, es que no somos baqueanos ni tampoco ases del camino como para andar volando a ras de suelo.
Igualmente, lo teníamos como guía, ya que el rastro de polvo se mantenía por sobre la senda sinuosa a transitar.
Nos serenamos un poco, ya que conseguimos quien nos mostrará, fuera nuestro “maestro”.
Y lo seguimos.
¿Cómo seguir dudando o cotejando la información, si el tipo aquel tenía una firmeza y una certeza sin temblores?
Pero, unos minutos más tarde vimos que la mujer acompañante se había bajado y estaba revisando un mapa al costado del paisaje.
Nosotros pensamos que tal vez había bajado para hacer alguna “necesidad”, no necesariamente relacionada con el mapa.
¿Para qué precisaría un mapa alguien tan experto, según titulamos al otro conductor?
Veloces volvieron a partir rumbo hacia “allá”, el sitio ese que estábamos nosotros queriendo ir. 
Así que continuamos la marcha, pero le pedí a quien conducía que se detuviera también junto al mapa del camino, yo quería verlo, comprobar. Otro de los acompañantes descendió conmigo. Analizamos los datos confusos, el “usted esta aquí”, el mapa, las fotitos de referencia, etc.
Sí, según nuestros cálculos nuestro guía improvisado estaba en la senda correcta, era un buen líder el que por gracia del “destino” nos habíamos escogido.
Volvimos al auto y arrancamos detrás de la estela que dejaba nuestro líder.
Pero las dunas estaban ganando la vista, cada vez menos caminito y cada vez más arenas profundas y salvajes.
Allá, a lo lejos venía otro auto. En dirección contraria. De regreso.
Calculamos o que no había camino, o que venía de las ciudades a las que nosotros queríamos ir, o que venía de un punto intermedio.
Como no sabíamos le hicimos luces, sacamos la mano por la ventanilla pidiendo que se detenga, y el buen señor turista argentino (demasiado confiado para hacerlo) paró su auto a nuestro lado.
Muy amablemente nos dijo que el camino era “una porquería en mal estado”, refrendado por su coqueta señora y nos aseguraron que no había camino, que la cosa se ponía peor, que ellos ya habían estado por allí el año anterior y era intransitable.
Agradecidos a la pareja simpática debíamos nosotros decidir qué hacer.
Les hacíamos caso a ellos, ancianitos amables pero extranjeros que estaban volviendo, o a nuestro improvisado líder y cabecilla que con tanta firmeza siguió a gran velocidad por esa zona ignota de la realidad.
Votamos por seguir adelante y seguimos.
Ya parecía una expedición al Sahara, pero igualmente nos confiamos en que si el líder podía con un auto similar, nosotros también podríamos.
Pero entonces, la duna se hizo imposible.
Bajé del auto a explorar junto con otro de los pasajeros.
Escalamos unos cuantos metros por la arena hirviente y pesada. La experiencia valía el esfuerzo, aunque estábamos un poco perdidos… “un poco”… digo con optimismo.
Allí arriba tuvimos otra visión, parcial y escasa, pero un poco más amplia.
El desierto continuaba hacia adelante. Nuestro auto y pericia no daban para adentrarse, y no sé si no había alguna ley que prohibiera transitar con vehículos por allí.
En eso, nuestro osado y seguro líder volvía, iba para atrás, tan veloz y seguro como había ido hacia adelante.
Y allí marchaba, como un rayo, comiendo metros y metros por segundo, hacia atrás, de vuelta hacia la civilización.
Pero nosotros decidimos seguir adelante un poco más, había un pequeño sendero que pasaba cerca de una casas de pescadores artesanales.
Nos metimos por allí, lentamente, entre baches, desconcertados.
En eso vemos un niño, vestía harapos, cara de hambre, pero del lugar.
Lo saludamos y le preguntamos amablemente si sabía del estado de la ruta hacia el otro lado, de las posibilidades de atravesarlo con auto.
El niño con escasas palabras, con cierta rusticidad amable nos informa que no hay camino. Que pocos metros más allá está cortado todo pasaje.
Agradecemos, giramos y volvemos.

La segunda: no todo lo que aparece en internet y tiene aspecto de valioso y valedero, lo es.
Si relees la anécdota anterior encontrarás mi fuente de inspiración.

La tercera: no por mucho apretar el acelerador llegarás antes a donde quieres llegar.
En la ruta, en la que está en los mapas, las que tienen estaciones de servicio, peajes carísimos, la ruta en fin… varios autos nos pasaron, obviamente.
Nosotros íbamos un poquito menos que el límite de velocidad, a unos 100km/h, y a nuestro lado pasaban autos volando sin alas. Calculamos que subían de los 150km/h en donde lo permitido es 110 en algunos tramos.
Nosotros podíamos ir a esa velocidad o mayor, el auto lo permite, pero la ley y la prudencia dicen otra cosa.
Sí, quizás los pilotos-aviadores terrestres llegarían antes al baño, a un sillón, al no-estrés de estar en la ruta, a sus tareas, a sus líos, a sus problemas familiares, a sus trabajos, a sus deleites, a rescatar una vida… yo que sé… llegarían antes… nosotros no…
Entonces vimos que no siempre el que acelera más llega antes.
Uno había volcado, ya estaba la policía caminera, una ambulancia… pobre gente… esperemos que sea solo pérdida de plata por arreglar la chatarra y no otros males.
Otro estaba siendo multado por otra patrulla de la caminera. No sabemos si por exceso de velocidad (ese quería ganar algún premio de F1, estoy seguro de ello), ir sin cinturón de seguridad, sin luces, o vaya uno a saber. Lo cierto es que el que nos había pasado como si estuviéramos quietos, ahora estaba demorado a un lado de la ruta y llevándose un “regalito”.
Otros más estaban allí, en fila india, en un trencito, detrás de un camioncito pesado y lento que estaba obstaculizando a todos los que veníamos detrás. Estuvimos así, uno detrás del otro a paso de ancianita durante varios kilómetros.

En resumen, creo que he aprendido algunas cosas necesarias para la vida en este breve paseo por las rutas nacionales.
¿Qué aprendiste tú?
¿Cómo lo relacionas con el pasaje por esta vida y el vínculo con la espiritualidad?

¿Te has puesto a meditar lo importante que eres?

Antes de que Dios entregará la Torá a Israel solamente existían gentiles, noájidas.
Un grupito de noájidas, los hebreos, también llamados israelitas o hijos de Israel, se distinguían de los demás por ser miembros de una gran familia, aquella que reconocía a Abraham y Sará, Itzjac y Ribcá, Iaacov (también llamado Israel) y Rajel, Lea, Bilaa y Zilpá como sus patriarcas, matriarcas y concubinas.
Ellos debían cumplir, al igual que todos los otros seres humanos, con los Siete Mandamientos Universales, y muchas veces así procedían.
En su historia familiar fueron añadiendo costumbres, que les eran propias o a veces compartidas con otros pobladores de su época y región: separaban el diezmo para obras de bien, rezaban, ofrendaban al Eterno, se abstenían de comer el tendón trasero de los animales, eran respetuosos con sus mayores, entendían la importancia de la familia, entre otras costumbres (que no mandamientos, costumbres).
Por su entereza, por su constancia, por su dedicación, por su compromiso, por su responsabilidad el Eterno les confirió una ordenanza extra, exclusiva para ellos: la circuncisión del prepucio de los varones de la familia, rito que se debía hacer –en lo posible- al octavo día del nacimiento. Esta ordenanza fue símbolo de una alianza entre los israelitas y Dios, una que incluía la tierra de Israel para ellos, el ser numerosos, el que posteriormente recibirían la Torá, con sus 606 mandamientos extras, con toda la carga que implica hacerse responsable de cumplirlos a cabalidad.

Luego del terrible exilio en Egipto, de la espantosa esclavitud, de siglos de sufrimiento sin nombre, finalmente la promesa del Eterno es cumplida.
Salen de Egipto, son llevados a Sinaí y allí se concreta una nueva alianza, entre Dios y los judíos, una alianza sagrada y eterna. Una que no se puede quebrar ni cambiar.
Dios pactó con los judíos que serían un pueblo especial, no para recibir honores y poder, sino para ser emisarios de Él, luz para las naciones.
¿Cómo?
Al vivir integralmente con el manual de vida que Él les entregó a ellos, la Torá.

A partir de aquel 6 de Siván de hacer 3323 años, el mundo conoció otra identidad espiritual equivalente a la noájida, la judía.
Desde aquel día habría personas con su espíritu noájida y otras con su espíritu judíos.
Ambas esencias sagradas, conectadas al Eterno, plenas, llenas de promesas de eternidad y bendición, pero con rasgos diferentes a la hora de ejecutar los planes de Dios en la tierra.
Los noájidas viven de acuerdo al noajismo.
Los judíos al judaísmo.
Uno no es mejor que el otro, sino complementos.
Unos tienen la misión de construir shalom en este mundo, para hacerlo un paraíso terrenal.
Los otros además deben proveer de sentido espiritual a este paraíso, ser una nación de sacerdotes un pueblo santo, es decir, uno que se distingue a través de sus actos de bondad y justicia y fortalece a los otros en su conexión con Dios.

Ambas identidades sagradas y complementarias.
Una no puede ser plena sin la otra.
Ambas con tareas para cumplir, diferentes, importantes, necesarias.
Ambas con el paraíso, “la salvación”, lista y preparada, sin necesidad de rituales complejos, ni de fe, ni de salvadores.
Ambas amadas por Dios, saludables, bellas.

Los noájidas no recibieron 613 mandamientos como recibió el pueblo judío, ¡alabados sean los gentiles! Pues, tienen los beneficios de saciar su espíritu y adquirir placer eterno por cumplir con siete mandamientos simples, fundamentales, claros.
Los noájidas no recibieron la Torá, sino que fue recibida por el pueblo judío, pues contiene los 613 mandamientos, además de cuestiones propias que hacen a la identidad judía y del judaísmo, e indirectamente aporta datos y reglas provechosas para los gentiles.

Así pues, querido amigo noájida, tienes tu herencia, tu historia, tu futuro pero especialmente tu presente para que hagas tu parte y alcanzas el máximo que puedes.
No eres sucursal del judaísmo, sino una identidad propia y valiosa.
No tienes Torá –judía-, pero tienes la Torá (instrucción) –noájida-, la de los Siete Mandamientos, la del mundo con su belleza y posibilidades.
Tienes conexión con Dios, tienes salvación, tienes todo lo que necesitas para ser feliz y gozar de la bendición constante que Dios te regala.

Tú tienes tu porción, conócela, disfrútala, compártela, difúndela.

Porque, si no lo haces, el mundo pierde lo que tú tenías para ofrecer, y tú pierdes de recibir el placer que estaba preparado para ti.

Te pondrá un simple y breve ejemplo.

El niño Moshé (que aún no se llamaba así) fue depositado en una arquita sobre el río Nilo.
El Faraón quería su muerte, al igual que quería la de todo niño judío recién nacido.
Pero la madre del niño lo escondió y después, cuando ya no pudo guardarlo más, fue que lo puso en ese barquito improvisado.
Y allí, la hija de Faraón, la hija del asesino y esclavista más duro de su época, ella … "vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: -Éste es un niño de los hebreos… Él vino a ser para ella su hijo, y ella le puso por nombre Moshé [Moisés], diciendo: ‘Porque de las aguas lo saqué.‘" (Shemot / Éxodo 2:6, 10).

Ese es el Moshé que fue instrumento de Dios para liberar a los judíos, para llevarlos hacia la tierra prometida, para recibir la Torá de parte de Dios y encomendarla a los judíos.
Ese niñito débil, impotente, a punto de morir en el río, ése a quien salvó la hija de Faraón, ése fue el hombre que más impacto tuvo en toda la historia del mundo.

Si no hubiera sido por los gentiles justos, difícilmente habría judíos en el mundo, tampoco habría Torá para instruir, o muchas cosas que se dan por sentadas hoy en día y tal vez no existirían.
El ejemplo de la hija del Faraón, Batiá, es evidente. Si ella no hubiera sido una gentil justa, no habría Moshé, ni todo lo que se logró a través de él y los que vinieron luego gracias a él.

Cada gentil justo es un socio de Dios, tal como los judíos lo son. Ni más, ni menos.
Cada gentil que deja de vivir de acuerdo al noajismo, no esta aportando su cuota de bendición para iluminar al mundo con la Luz de Dios.
Sino que está esclavo de su EGO y ahuyenta la Luz.

Entonces… ¿van a seguir mendigando o escondiéndose o van a salir a hacer su parte?
¡Difundan la buena nueva!
El noajismo vive, ha revivido y no volverá a morir.
La conciencia noájica se está expandiendo.
El mundo necesita ya de más noájidas conscientes y activos.

Tú tienes tu parte.
Tú eres la diferencia entre un mundo de Dios o un mundo de EGO.
Tú eres la hija de Faraón, puedes seguir esclavizado, aunque vivas en un palacio, o puedes ser libre y trabajar como socio de Dios.
Porque si no haces tu parte, nadie la hará.
Si no haces lo que te corresponde, el mundo pierde su salvación…

¿Te has puesto a meditar lo importante que eres?