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Herramientas para Vivir y Ser Feliz

¿Cómo alcanzar la felicidad? ¿Podemos ser libres, y vivir a plenitud?¿Qué hacer para lograr el equilibrio que precisamos para estar en armonía con nosotros mismos, con el prójimo y con el entorno?

Hemos aprendido que la mayoría de nuestros males tienen su origen en nuestro Ego, es importante conocerlo, aprender de él, porque también así es posible descubrir que no es del todo malo, sino que incluso puede ser una herramienta para crecer, por supuesto siempre que aprendamos a controlar su influencia.

Comprendo que para algunas personas que recién leen del tema pueden confundir al Ego con un ser, a veces con tintes malignos o misteriosos, pero NO, no lo es…; por ello te recomiendo que indagues en éste hogar acerca del mismo. Podrías leer por ejemplo este link http://fulvida.com/ajenos/misioneros/del-ego o éste otro, http://fulvida.com/fortalecimiento/feliz-septimo/el-oscuro-poder-del-ego-y-cmo-dominarlo.

Allí descubrirás entre otras cosas que aunque el Ego tiene una función muy primitiva y primaria para ayudarnos a sobrevivir cuando nos vemos impotentes, (razón por la cual resulta útil y necesario para el recién nacido y sus primeros años de vida), después sólo es útil para casos extremos en los que nuestra supervivencia está en peligro, pero que con el paso del tiempo resulta totalmente ineficiente para manejar otros aspectos de nuestra vida.

Sin embargo, dado que no conocemos del tema del Ego y no se nos ha enseñado sobre él, le hemos dado un sitial de mando sobre nuestra vida, y como consecuencia de ello no somos plenos, ni felices, ni vivimos en verdad, ni somos lo suficientemente equilibrados en nuestras diferentes dimensiones; como para alcanzar la armonía con nosotros mismos, con el prójimo y con el entorno. El Ego nos lleva a reaccionar de forma instintiva y reactivamente frente a aquello que nos hace sentir impotentes. Nos hemos acostumbrado tanto a su presencia, que a veces ni nos percatamos de él y de cómo opera en nosotros.

El Ego nos hace aparentemente potentes, donde somos impotentes, fuertes cuando en realidad somos débiles y presa del miedo, “buenos o malos” dependiendo de cuál sea la fantasía que finalmente nos mantendrá sumidos en la impotencia, sin la posibilidad de reconocer nuestro valor real.

¿Qué podemos hacer entonces para ser libres, para alcanzar la felicidad, para ser plenos, para ejercer nuestro libre albedrío?

Carl Jung mencionaba alguna ocasión lo siguiente: “Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”, considero muy atinado éste pensamiento, porque el primer paso que se requiere para empezar un cambio, para transformar algo que precisa modificarse, sin dudas es el “Reconocimiento”, ello implica arriesgarse a ser sinceros aun con nosotros mismos, pese a que nos cueste hacerlo, somos nosotros quienes podemos emprender el viaje para re – conocernos, para descubrir eso que NO somos, pero con lo que nos hemos identificado por tanto tiempo, porque así se lo hemos permitido al Ego, y ello no es saludable, es nocivo y enfermizo.

Pero esto sólo es el comienzo, si quisiéramos una pequeña lista tendríamos de acuerdo a lo que hemos aprendido aquí en Fulvida las siguientes herramientas1:

  • Reconocer el enfermizo modo de vida,

  • Dejar de lado las herramientas del EGO

  • Aceptar la impotencia,

  • Controlar lo que realmente se puede controlar,

  • Comunicarse auténticamente

  • Trabajar por armonizar su ser,

  • Amar y respetar al prójimo.

Estas herramientas sencillas son la forma más saludable de ser felices y en verdad ser grandes. Pero no olvidemos incluir una herramienta fundamental, e importante que nos permitirá complementar la lista anterior.

  • Conocer nuestra identidad

Ésta herramienta es la invitación para emprender el viaje de conocernos, y al hacerlo re – conocer nuestra identidad, lejos de los títulos y de las máscaras, descubrir que hay una razón y un propósito en nuestra existencia, y que ello implica la oportunidad de vivir y gozar eso que hemos recibido como porción, que es valioso y significativo.

Al conocernos descubriremos que en nuestra limitada condición humana, albergamos una conexión con el Creador, con Aquel cuyo poder y magnificencia es ilimitada; esa es la chispa de divinidad que está en nosotros, que se halla anclada a nuestro “Yo Auténtico”, al cual hemos de aprender a oír, mientras trabajamos por dejar de percibir y obedecer los mandatos del Ego, colocando en modo “apagado” las respuestas instintivas que resultan del miedo, para encender el modo que me permite “elegir” una respuesta que sea de construcción, empezando por nosotros mismos pero extendiéndola hacia nuestro prójimo y hacia el entorno.

Conocer nuestra identidad es a la vez descubrir eso que el Eterno nos ha indicado para ser plenos y felices, para nosotros los Noájidas la guía que nos da son “los 7 preceptos universales”, ellos nos invitan a actuar de acuerdo a nuestras posibilidades; construyendo Shalom en un mundo que precisa alcanzar el equilibrio que ha sido roto por el Ego, Es Allí donde tenemos oportunidad siempre que podamos de hacer actos buenos y justos, Pero…¡sin confundirnos!; como el caso del “bombero involuntario”1 quien se ha olvidado de hacerlo primero para sí.

Si nos armamos de valentía para empezar a sobreponernos al Ego, si nos arriesgamos a ser felices, y a vivir a plenitud, hemos de contemplar la posibilidad de encontrarnos con eso de lo que realmente estamos hechos, y finalmente nos conoceremos y ese es quizás el premio o el privilegio que nos acompaña a la libertad.

Un abrazo, queridos amigos… que sepamos construir Shalom!

Abandono: todos tus miedos

Quizás más de una vez no has podido entender los motivos por los cuales una persona sigue al lado de quien la maltrata, ya sea física, emocional, social y/o mentalmente.
Tal vez has tratado de preguntarle, preguntarte: ¿Por qué sigues así?, ¿para qué sigues ahí? 
¿Te convencieron sus respuestas, sus excusas?

Sentías y sabías que como persona tiene el derecho de ser tratada con respeto y consideración y que nadie, nunca, puede abusar de su libertad, nadie tiene el derecho ni el poder de humillar, lesionar ni coartar su libertad.
Y sin embargo, ¡sigue aferrada a esa relación!

Quisiera que me acompañaras a explorar un poco este asunto, veamos qué más se puede descubrir al respecto, espero te sea de beneficio y bendición.

Hemos enseñado en más de una ocasión que todos los miedos se derivan a cinco básicos, y estos a su vez se reducen a uno solo: miedo a la impotencia, al no poder.
Cada uno de los miedos que has experimentado, todos, sin excepción, si te pones a observar con detenimiento reconocerás que no son más que una visión a futuro de padecer de impotencia, falta de control. Mayor o menor. Real o imaginaria. Pero siempre a no poder.
Vamos, piensa en alguno de tus miedos, o de alguna persona que conozcas bien, míralo con cuidado y dime, ¿no es acaso a causa de alguna impotencia?
¿Accidentes? ¿Enfermedades? ¿Muerte? ¿Pobreza? ¿Abandono? ¿Dolor? ¿Miseria? ¿Burla? ¿Fracaso? ¿Divorcio? ¿Locura? ¿Extravío? ¿Animales? ¿Aviones? ¿Ascensores? ¿Demonios? ¿Dios?
Cualquiera de los miedos que menciones, son sospechas de padecer de impotencia a futuro.

El origen se encuentra en el espantoso trauma inicial del nacimiento, hecho que quedó registrado en una capa de tu memoria que no puede ser modificada posteriormente, ya que se inscribe en regiones profundas y primitivas de nuestro sistema nervioso. A diferencia de otros recuerdos, éste es vívido, inalterable (en tanto se preserve físicamente y siga activo), sin conexión a símbolos y por tanto imposible de definir con palabras, imágenes, sonidos, etc., solamente se lo siente, con mayor o menor carga energética. Encuentra canal para expresarse, entre otras cosas, con los miedos.
Cada miedo que sentimos se genera por una expectación de impotencia, en cualquiera de las cinco dimensiones de nuestro ser, que se enlaza con aquella sensación de pesadilla sin solución que fue el trauma inicial.

Comprendamos bien, el miedo actual está a la espera de un evento que aún no ocurre (futuro) y que está conectado al terror inicial marcado en nuestra memoria (pasado).
Entonces, no es extraño encontrar un motivo de miedo consciente que podríamos evaluarlo como relativamente leve, pero que provoca reacciones a la vista desproporcionadas.
Por ejemplo, un perrito faldero se transforma en nuestra imaginación corroída por el miedo en una fiera descontrolada. Una puntada en el pecho en un infarto. Terminar una relación sentimental, que ya está finiquitada hace rato, en una condena a la soledad eterna. Un despido laboral a la miseria total. Unos pasos en la noche a una escena violenta sacada de películas macabras. Un vuelo en avión en una catástrofe de proporciones bíblicas. Invitar a una chica a salir en una tortura de las más espeluznantes. Mil ejemplos, tú recuerdas más de uno.

Concentrémonos ahora en el miedo al abandono, que fue el que dio pie a estas reflexiones.

Para no ser abandonados, y/o para mitigar el miedo a serlo, entonces:

  • Abandonamos nosotros
  • Soportamos cualquier cosa, para seguir “acompañados
  • No nos involucramos en relaciones humanas

Modalidades de éstas:

  • Abandonamos primero
  • No nos permitimos tener intimidad emocional
  • Somos infieles
  • Engañamos
  • Somos agresivos
  • Manipulamos para que no se nos abandone
  • Sometemos al otro
  • Hacemos creer que hemos superado la necesidad de compañía
  • Decimos que nos gusta como se nos maltrata
  • Explicamos que tenemos ciertas obligaciones que nos exigen vivir como lo hacemos
  • Seguimos con el que nos abandona constantemente, que nos hace sufrir horrores la soledad en compañía

Consideramos que el miedo al abandono cuenta con una distinción especial por sobre los otros miedos básicos.
Te explico brevemente.
Como sabemos, en su origen las herramientas activas del EGO sirven para llamar la atención, de forma tal de conseguir resolver las necesidades/impotencias que disparan al EGO.
Necesariamente precisamos que alguien nos atienda, por tanto, el llamar la atención se convierte en (cierta forma) vital.
Vamos formando un hábito con la repetición de la conducta: alguien/algo nos salva cuando hacemos lo suficiente para que se nos preste atención. Como bebes no entendemos qué pasa, solamente nos dejamos llevar por nuestro instinto (el EGO), y se va marcando en nuestra memoria la presencia de ese algo/alguien sin identificar que nos rescata de las peores miserias. No estamos capacitados para reconocer que es mamá, papá, la nana, todos son lo mismo, nadie es un individuo, son cosas que se sienten y no se fijan como identidades en nuestra memoria. Solamente queda la profunda impresión de que de alguna manera algo/alguien nos rescata.
Esto es lo que crea también la imagen de un salvador, real o imaginario. De un dios. De un algo/alguien con poderes más allá de los nuestros que se presenta para sacarnos de problemas.
Si lloramos, gritamos, pataleamos, tarde o temprano surge de las sombras el salvador, nos cuida, nos protege, nos satisface, y luego desaparece nuevamente en las sombras. Eso es lo que iba percibiendo el bebe, lo que fue quedando registrado en su memoria. No es coincidencia que sea la fe de religiosos, supersticiosos y similares .
Sí, así nacen los dioses a imagen y semejanza del EGO y de los que vinieron a darnos una mano estando en necesidad.
Es una diferencia sustancial del Eterno y de la espiritualidad con respecto a las religiones y sus dioses (uno o mucho).

Entonces, también queda rotulada en nuestro inconsciente la creencia de que la soledad es igual a destrucción, a caer en la pesadilla de la impotencia, de que algo/alguien debe rescatarnos o de lo contrario estaremos sometidos a la desgracia.
Siendo así, el abandono podría considerarse como la antesala indiscutida a la tortura, al infierno.
Entonces, ya podemos ir viendo que detrás de estrategias conscientes y beneficios racionales, detrás del miedo al abandono se esconde el miedo a la impotencia (como en todo miedo), al que se suma a la certeza inconsciente de que solos estamos perdidos. O alguien/algo nos rescata, o perecemos en dolores y sufrimiento. O algo/alguien nos salva, o nada podemos.

Es fácil descubrir lo que se esconde detrás de frases como “Sin cristo nada podemos hacer”, “Con dios todo, sin dios nada”, “Separados de mí nada podéis hacer”, “Con Jesús lo tenemos todo, sin él nada”, “Vivir en cristo” y similares. Sea de esta idolatría o de cualquier otra. Sea con religiones organizadas o de aquellas individuales. Sean supersticiones más o menos estrambóticas. Sea gente que pone su fe en la ciencia y los científicos, o en el progreso del hombre, o en cuestiones similarmente ateas o agnósticas, pero que no dejan de tener al EGO como el salvador ilusorio en las sombras. E incluso, con gente que tiene su confianza puesta en el Uno y Único, pero que vive la relación con Él como si fuera un ídolo más, y el judaísmo/noajismo una religión de “salvación”.

Hasta aquí por hoy, espero que te sirva lo que has aprendido. Te pido que me expliques, por favor, lo que has podido comprender y cómo crees que te sirve para llevar una mejor vida, llena de bondad y justicia, construyendo shalom. Me ayudas, ¿por favor? Gracias.

Felicidad

Quiero compartir contigo mi idea de la FELICIDAD.

Felicidad: disfrutar de lo que puedes controlar, aquí y ahora, sin inquietarte por aquello que no está bajo tu control.

Contrastemos, un poco y humildemente, con los tres padres de las tres escuelas de la psicología vienesa del siglo XX.

Según Freud, el hombre busca dos finalidades en su vida: evitar el dolor y el displacer; y experimentar sensaciones placenteras. La felicidad sería como la sensación transitoria de placer que otorga la descarga de una tensión vivida como displacentera.

Según Adler, felicidad es superar los caminos de angustia, miseria y neurosis de los sentimientos de inferioridad sufrida y de superioridad ansiada, para lograr una vida de armonía y desarrollo en lo afectivo, laboral, social, etc.

Para Frankl, la felicidad es una actitud ante la vida, y no una finalidad en sí misma, surge de acuerdo a cómo uno afronte las situaciones, cómo las dote de sentido. Incluso en ocasiones en que nada pueda hacerse, igualmente le queda su actitud, por lo que puede aferrase al dolor o dejar de luchar inútilmente.

¿Cómo sabes qué puedes controlar y qué no?

¿Cómo no convertirse en una persona resignada, falta de empeño, que acepta cualquier cosa sin proponerse modificaciones y mejoras?

¿Hasta dónde dejar esforzarse por controlar lo que es posible, y entonces dejar fluir lo incontrolable?

En principio, no puedes controlar a otra persona, nunca, jamás.

(De hecho, controlas bastante poco realmente de ti mismo).

Puedes (, pero no es correcto) manipular, presionar, extorsionar, amenazar, obligar, atormentar, en fin, cualquier forma de falso poder, de pretendido control, que nunca es un real control sobre otro. Podrás obtener alguna ventaja, creer que mandas, acallar las oposiciones, imponerte, pero a precio de negar al otro su derecho y empobrecer tu vida (aunque te desconectes de la realidad y quieras creer algo diferente).

Pero, puedes negociar, comunicarte auténticamente, ceder y obtener, compartir, construir shalom en verdad, que es la manera correcta de aportar a tu felicidad y a la del otro.

En cuanto al resto de las cosas, aquello que no es relación con otra persona, ¿cuál es el límite y cómo reconocerlo?

Si nos dejáramos convencer por el desánimo, en aquello de dejar fluir ante los impedimentos, seguiríamos en las cavernas. Es parte de nuestra identidad espiritual el querer avanzar, progresar, superar escollos, crecer, convertirnos en algo diferente y mejor, ser autores de nuestra existencia, verdaderos socios de Dios.

Pero, el EGO desde el origen nos impone su ritmo de miedos y angustias, de sus falsas promesas e ilusiones de poder, de sus susurros que se convierten en rugidos, nos acobardamos y quedamos en la impotencia, aunque a veces deliramos con súper poderes.

Sin embargo, podemos y debemos conquistar el mundo físico, para hacer buen uso de él, disfrutarlo, desarrollarnos junto a él. Está marcado así en nuestros genes, tal como nos lo codificó nuestro creador.

Entonces, en lo material tenemos siempre un pasito más para dar, ya la naturaleza se encarga de ponernos el límite que no podemos ni debemos franquear, e incluso entonces encontramos el elemento para avanzar un poquito más. Quizás nos dentemos por unos siglos o milenios, pero el sano afán de conquista sigue impulsándonos.

Lo lamentable es cuando ese real poder se ve congestionado por el EGO, sea por apocarnos y hacernos acurrucar en impotencia; o sea por creernos con derechos y capacidades que no nos pertenecen y generan todo tipo de desequilibrios y situaciones traumáticas, a la persona, la sociedad o el entorno.

Todas estas ideas las encuentro en los dos primeros capítulos de Bereshit/Génesis, y luego veo que el mismo patrón se repite una y otra vez.

Tanto el del potencial inmenso, como el desequilibrio que promueve actuar desde el EGO.

En resumen, retorno al tema de la felicidad con una pregunta: Si Java/Eva, tenía absolutamente todo lo placentero a su alcance, a quien no le faltaba realmente nada para ser plena, y tan solo quedaba fuera de su dominio un 0.0001% de la existencia, cual era el paladear una fruta que tenía prohibida, ¿cómo llegó a perder TODO a cambio de probar de esa fruta?

 


Apéndice:

La felicidad según Schopenhauer

Tallulah Murphy recupera algunos consejos para alcanzar la felicidad del gran pesimista: Schopenhauer. En el libro El arte de ser feliz (Herder), se disfraza de optimista.

No todos los filósofos han escrito un manual para conseguir la felicidad. Con frecuencia, la felicidad es tomada como una aspiración fútil, frívola, propia de gentes sin grandes alcances. Me cuentan en la redacción de Filosofia Hoy que el concepto de “felicidad” a nuestros lectores les parece subproducto de la literatura de autoayuda. Por llevar la contraria, ya que desde Nueva York no voy a oír las críticas, me he sumergido en los consejos de autoayuda escritos por el maestro supremo del pesimismo; convencido como estaba de que la vida de los humanos oscila entre el dolor y el aburrimiento.

Schopenhauer no se lanza alegremente a una carrera de escritor de libros de autoayuda. De modo resignado pone su talento al servicio de la prudencia, no con la alegría atolondrada de los manuales al uso. Ni siquiera se promete a sí mismo alcanzar la felicidad (eudemonología, eudaimonia o arte de ser feliz en la medida de lo posible), sino meramente evitar las penurias y los golpes del destino con la esperanza de que al menos la ausencia de dolor nos proporcione bálsamo para nuestro corazón decepcionado. Si puedo tratar de hallar la columna esencial del pensamiento de nuestro Arthur más querido sería: nada como la prudencia para no ser atrapado por la desdicha. ¿No es delicioso? Lejos de nosotros la loca seducción por el riesgo; solo la contemplación puede proporcionar alguna felicidad; la volición es como jugar con un revólver cargado; contemplar la vida y reducir nuestros actos a la mínima exigencia de la búsqueda del sustento imprescindible.

A continuación os propongo una selección de entre las 50 reglas de Schopenhauer para conseguir la eudaimonia:

Regla número 1: Todos venimos al mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y al goce y conservamos la insensata esperanza de realizarlas, hasta que el destino nos atrapa y nos muestra finalmente que nada es nuestro. La experiencia nos enseña que la felicidad es pura quimera, y mientras solo cabe escapar del dolor. ¿Por qué habría de ser necio procurar el disfrute del presente como lo único seguro?

Regla número 2: Evitar la envidia. Sabemos cuán cruel e implacable es la envidia y, sin embargo, nos esforzamos sin cesar en suscitarla en los demás. ¿Por qué?

Regla número 4: La resumiría en: contén tus pretensiones en los límites de lo que posees.

Regla número 5: La medida del dolor, o de su ausencia, está en nuestro interior y no en las circunstancias externas, de modo que evitar ilusiones o comparaciones injustificadas prepara tu ánimo para entender el conjunto de tu vida con ecuanimidad inalterable.

Regla número 6: Hacer con buena voluntad lo que se puede y tener la voluntad de soportar el sufrimiento inevitable.

Regla número 7: Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla y una vez llevada a cabo no angustiarse con los resultados, sino desprenderse plenamente del asunto.

Regla número 10: Sométete a la razón si quieres someterlo todo.

Regla número 12: Nada será tan provechoso como comportarse de manera no llamativa y hablar muy poco con los demás, pero mucho consigo mismo.

Regla número 13: Cuando estemos alegres, no debemos pedirnos permiso para ello con la pregunta de si tenemos motivo para estarlo.

Regla número 14: La sabiduría de la vida se basa en una justa proporción entre la atención que prestamos al presente y al futuro, para que la una no pueda estropear a la otra.

Regla número 18: En todas las cosas que afectan a nuestro bienestar y malestar, nuestras esperanzas y temores, hay que poner riendas a la fantasía.

Regla número 20: Debemos organizar la manera de pensar en nuestros asuntos de forma fragmentaria; debemos poder abstraer, pensar, arreglar, disfrutar, sufrir cada cosa en su momento y sin preocuparnos de todo lo demás; tener cajones que abrimos y cerramos para nuestros pensamientos.

Regla número 22: Vivir feliz solo puede significar vivir lo menos infeliz posible.

Regla número 25: Debemos ver lo que poseemos como lo estaríamos mirando si alguien nos lo quitara; sea propiedad, salud, amigos, amantes, esposa e hijos, la mayoría de las veces sólo sentimos su valor después de haberlos perdido.

Regla número 30: La actividad de emprender o aprender algo es necesaria para la felicidad del ser humano.

Regla número 32: Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud.

Regla número 33: Debemos llegar a dominar la impresión de lo intuitivo y actual, que nos resulta desproporcionadamente fuerte frente a lo puramente pensado y sabido, no por su materia y contenido, sino porque su inmediatez altera nuestro ánimo y tranquilidad.

Regla número 34: Cuando analizamos nuestra vida y nuestros fallos en ella podemos excedernos fácilmente en los reproches contra nosotros mismos.

Regla número 35: Lo que más frecuentemente y casi forzosamente descuidamos y dejamos de tener en cuenta en nuestros planes de vida son las transformaciones que el tiempo opera en nosotros mismos.

Regla número 38: Para bien y para mal es mucho menos importante lo que le sucede a uno en la vida que la manera en que lo experimentamos. Para la felicidad de nuestra existencia, el estado y la condición de la conciencia es absolutamente lo principal.

Regla número 39: Debido al poder secreto que preside los sucesos más azarosos de nuestra vida, deberíamos acostumbrarnos a considerar todo acontecimiento como necesario, un fatalismo que resulta tranquilizador.

Regla número 40: En lugar de especular sobre las posibilidades favorables, inventando cien esperanzas ilusas, todas preñadas de decepción si son incumplidas, deberíamos centrarnos en todas las posibilidades adversas. Eso nos llevaría a tomar precauciones.

Regla número 42: Una de las insensateces mayores y más frecuentes es hacer amplios preparativos para la vida, no importa de qué tipo sean. La vida vista desde el principio parece infinita, o cuando se mira atrás, desde el final del camino, parece extremadamente breve.

Regla número 43: Aquel que fue ricamente dotado por la naturaleza no necesita obtener del exterior nada más que la libertad del ocio para poder disfrutar de su riqueza interior. Únicamente lo interior, la conciencia y su estado son el yo y solo en él se halla nuestro bienestar y malestar.

Regla número 44: La mayor fortuna está en la personalidad.

Regla número 45: Como Aristóteles define: la vida filosófica es la más feliz.

Regla número 47: Entre lo que uno tiene, los amigos ocupan un lugar principal. Mas esta posesión tiene la particularidad de que el poseedor tiene que ser en la misma medida propiedad del otro.

Regla número 49: Una existencia feliz sería aquella que objetivamente, según una reflexión fría y madura, fuera decididamente preferible al no ser.

Regla número 50: Toda realidad, es decir, todo presente colmado, consiste en dos mitades, el objeto y el sujeto, en una combinación tan necesaria y esencial como la del oxígeno y del hidrógeno en el agua.

Ya veis, Arthur Schopenhauer transparente: un pensamiento independiente, que nunca acaba de ceder ante la seducción ni ante el fatalismo. Siempre jugando con la coquetería del pesimismo, pero consciente de que la vida por poco que contenga es mucho.

La diferencia en la suerte de los mortales para Schopenhauer se reduce a tres puntos:

1. Lo que uno es, es decir, la personalidad.

2. Lo que uno tiene.

3. Lo que uno representa: la opinión que otros tienen de uno.

Nueva York sigue llena de afanes, divertida tras el paso sobrevalorado  del huracán Irene (la prudencia que aconseja Schopenhauer…) y expectante ante la campaña lanzada por Obama contra los grandes bancos. La vida.

* Die Kunst, glücklich zu sein. El arte de ser feliz explicado en 50 reglas para la vida, publicado por Herder.

De: http://www.filosofiahoy.es/Schopenhauer_Reglas_de_felicidad.htm

¿Por qué no la dejas ir?

¿Por qué te cuesta tanto dejar ir el recuerdo de tu ex?
Explicaciones y respuestas, seguramente, haya muchas.
Si me permites, con humildad y simpleza te compartiré una.
Es el EGO quien te hace aferrar (sea al ex, a los ex, a objetos, fantasías, etc.).

Una relación que ha terminado, es sinónimo de impotencia.
Sea que terminó por muerte, por hartazgo, violencia, infidelidad, aburrimiento, incomprensión, “enamoramiento” de otra persona, incompatibilidad, sin causa aparente, por cualquiera sea el motivo o la razón, detrás aparece la impotencia.

Será que tú no has sabido mantener la relación.
Tú no has querido seguir dentro de ella.
Tú no hiciste lo que hubieras podido para que el resultado fuera diferente.
Tú dejaste que las cosas derivaran de tal o cual manera.
Tú te cansaste de ser el bombero que corría a arreglar los desastres de tu ex.
Tu suegra era insoportable.
Tu pareja se sentía atraída por otra persona y no pudiste hacer nada por reconquistarla.
Cualquiera sea causa o motivo, ficticio o real, habrá alguna impotencia.

El EGO quiere controlarte, para lo cual usa sus reducidas pero poderosas estrategias.
Como su existencia se comprende solamente unida al sentimiento de impotencia, ya que con éste se dispara de forma automática y natural, siempre que actúa hay sentimiento de impotencia.

Entonces, para luchar contra ese sentimiento, harás lo posible y hasta lo imposible.
Te obsesionarás, viajarás miles de kilómetros, batallarás, llorarás, escribirás poemas, amenazarás con hacerte daño y a veces lo cumplirás, serás violento, manipularás emocionalmente, negarás que sea un fracaso, echarás culpas, rezarás, odiarás, andarás dando lástima por la vida, huirás lejos, insultarás, mendigarás su presencia, soñarás y anhelarás su presencia, te excusarás por mencionarla de continuo, justificarás que siga su fantasma presente en tu vida, impedirás nuevas relaciones… ¿Cuántas cosas más, imaginables y no?
Todo a causa del EGO, para no sentir impotencia y al mismo tiempo hundirse en ella.

Querer controlar lo que no se puede controlar, en vez de ser feliz controlando lo que se puede controlar y dejando fluir lo que no.
Pero el EGO, no comprende, no razona, no negocia, no construye shalom. El EGO es el EGO, y hace lo único que sabe hacer.

¿Por qué te cuesta tanto dejar fluir, no querer controlar, asumir, desechar, valorar, y seguir adelante hacia una mejor existencia?

¿Por qué hacemos cosas buenas?

¿Por qué hacemos cosas buenas?
¿Te lo preguntaste alguna vez?
¿Te lo respondiste?
¿Te satisfizo la respuesta?

Si me permites, compartiré contigo algunas ideas, espero que nos beneficie a ambos.

  1. La neshamá, nuestra identidad espiritual que es pura, intachable y eterna, nos compele al bien sin otro motivo que el bien en sí mismo. La misma neshamá que sabe que todos estamos conectados, somos parte de una unidad cósmica y estamos separados por la materialidad pero no en esencia.
  2. Por empatía con la persona o ser vivo.
  3. Hemos sido educados adrede para llevar una vida de responsabilidad, compromiso, solidaridad, etc.
  4. Porque eres consciente de los bienes que has recibido, y recibes, y te parece justo y correcto agradecer y retribuir. Si no fueras consciente, o no hubieras sido receptor, o si no estuvieras educado moralmente quizás no harías bondades.
  5. Para obtener algún provecho egoísta:
    1. Por creer que Dios, o la deidad en la que pones tu fe, te recompensa aquí, en otra vida, en ambos.
    2. Con la idea de ‘hoy por ti, mañana por mí’.
    3. Para obtener aprobación social.
    4. Para sentirte bien, a gusto contigo mismo, regodeándote en tu “bondad”.
    5. Porque se obtiene ascendiente sobre los que son beneficiarios.
    6. Para sentirnos con poder, por tanto en control, y así sentirnos más felices, creernos más deseados, especiales, dignos de admiración, etc.
  6. Para someter al beneficiado a alguna especie de manipulación, extorsión, negociación o similar.
  7. Por sentimiento de culpa.
  8. Por alguna compulsión enraizada en el inconsciente, puede que por cuestiones genéticas que mueven a proteger a los de la propia especie, por mandatos sociales nacidos en antiguos clanes familiares, traumas ocasionados por vivencias personales, o algún otro origen indefinido.
  9. Para evitar algún castigo o situación incómoda, real o fantaseada.
  10. Porque es un mandato divino el vivir de acuerdo a la bondad y la justicia.

Creo que no hace faltar explicar ninguna de estas opciones, son todas simples de comprender y ejemplificar.

Ahora, me gustaría me hicieras el bien de ayudarme con tus comentarios al respecto, así como las implicancias de tus creencias en tu vida cotidiana.
Gracias, hasta luego.

Envuelto para regalo

Imagina, o recuerda, la siguiente escena.
Alguien quiere darte un regalo pero tú no lo aceptas, crees que tienes buenos motivos para negarte, por ello le dices cosas como: ‘No te hubieras puesto en gastos’, ‘No me lo merezco’, ‘Siempre me regalas cosas y yo nada’, ‘No hay motivo para esto’, ‘Demasiado para mí’, ‘No corresponde’, etc.
Quizás en el fondo piensas cosas tales como: ‘Es pobre y está gastando de más’, ‘Algo me va a pedir a cambio’, ‘Me siento como un abusivo aprovechador’, ‘Aquí hay gato encerrado’, ‘Qué cosa tan desagradable e inútil’, etc.

De forma habitual, ¿cuál piensas que podría ser la reacción de esa persona?
Al principio quizás sorpresa. Luego insistencia. De a poco fastidio y hasta enojo.
¿Es así?
¿Piensas que habrá alguna reacción diferente, o algo más aun?

¿Por qué lo que comienza como un gesto bondadoso, amistoso, deriva en un momento de tensión, agresión, mal sabor o similar?

Te presento una idea que tal vez sirva para responder y así poder aprender.
Aquel que da (regalo, caridad, favor, consejos, tiempo, compañía, etc.), siente que tiene algún poder, de cualquier tipo que fuera (económico, sabiduría, generosidad, paciencia, experiencia, salud, etc.).
Un poder que tú no posees, o que en ti es menor.
Él está en posición de dar, porque puede hacerlo (sea para obtener algún rédito egoísta con ello, o no).
Tú quedas en posición de recibir, lo que te pone en está ecuación en desventaja.
(Tal vez en otra ocasión presente un estudio que pueda desvirtuar un tanto esta ecuación).

Cuando tú, por el motivo que fuera, rechazas su regalo, ¿no estás haciendo que sienta algún grado de impotencia?
Sea ésta real o imaginaria, el hecho es que aquel que tenía listo el regalo siente que tú le pones un obstáculo, que le impides ejercer su poder (real o imaginario), que le haces sentir impotencia.

¿Cuál es el mecanismo automático y natural ante el sentimiento de la impotencia?
El EGO.
Éste dispara de forma inmediata cualquiera de sus cuatro reacciones instintivas (y/o sus derivados): llanto, grito, pataleo y desconexión de la realidad.

Ya no importa la intención del regalo, ni la de oponerse a recibirlo, ni cualquier otra cosa, solamente imponerse, controlar lo que no se debe controlar, tener la razón, satisfacer ese deseo oscuro, demostrar quien tiene el poder.
Eso mismo, demostrar que uno tiene el poder, aunque no sea así.

¿Qué opciones hay, para uno y otro?
¿Recibir siempre lo que el otro quiere dar?
¿Aceptarlo pero dejarlo de lado a la primera oportunidad?
¿Dar vueltas, excusas, justificaciones, indirectas?
¿imponerse a como dé lugar?
¿Mentir?
¿Qué hacer?

Si te tomas el tiempo para leer, estudiar y meditar acerca de esto que compartí contigo, quizás puedas aprovecharlo para llevar una vida de más felicidad, construyendo shalom siempre.
Espero me regales tus comentarios, tus ideas, tus aportes, muchas gracias por haberme regalado tu tiempo y atención al haber llegado hasta aquí con tu lectura.

Salir del balde

Se encontraba un pescador ocupado en su tarea cuando se acercaron unos turistas, los que con curiosidad se asomaron a ver qué había en su balde.
Como estaba cubierto, se disculparon por su curiosidad y le preguntaron que había dentro. El amable pescador movió un poco la tapa y les mostró que estaba casi lleno de cangrejos.
Conversaron un poco de la tarea del pescador cuando advirtieron que a un lado había otro balde, pero que estaba destapado. Igualmente de curiosos se acercaron a ver que contenía, y para su sorpresa estaba también lleno de cangrejos.
Fue inevitable que le preguntaran el motivo por el cual un balde estaba tapado en tanto el otro permanecía descubierto, siendo que en ambos había cangrejos.
El agradable pescador contestó que el destapado tenía cangrejos de la especie “X”, y el motivo por el cual no salen es que cuando uno ya va alcanzando el borde para escaparse, el que esta más abajo lo jala para que no salga, en cambio los cangrejos del otro balde son de la especie “Y” que hacen una pirámide, luego colaboran para que todos puedan salir a la libertad.

¿Te resulta conocida esta anécdota?
¿Con qué la podrías relacionar?
¿Cuál crees que podrían ser sus enseñanzas?
¿Cuál consideras que podrían ser los puntos a favor y los contrarios de cada una de las especies de cangrejos?
¿Tienes ideas cómo se puede vincular con la parashá de la semana, Vaierá?

Déjame compartir contigo lo que pensé.
El primer patriarca de la Familia Judía, Abraham Avinu, ya es un hombre muy mayor, va rozando casi el siglo de vida. Durante ese largo tiempo casi no pasó día en el cual no viera o sufriera toda clase de cosas que intimidan hasta al más valiente.
Era un mundo egoísta, hostil, lleno de acciones y actitudes negativas. Casi siempre las personas tenían una buena excusa para ello y siempre amparados por la idolatría; es decir, el apego a divinidades creadas según la imaginación y el deseo del hombre. Un dios deseaba el robo, el otro la mentira, uno más la violencia, aquel otro el hostigamiento y así, cada dios inventado justificaba una mala acción.
El buen patriarca hacía lo que humanamente podía para no dejarse hundir en ese abismo, para sobresalir y vivir con dignidad, con respeto, con amor desinteresado hacia el prójimo. Su repertorio de respuestas ante la realidad circundante era amplio, ya que iba desde dar comida y reposo al necesitado hasta salir a encabezar una guerra, en la que estaba en franca desventaja, para liberar a inocentes capturados. En el medio podríamos mencionar también el debatir con Dios para salvar del desastre a ciudades repletas de maldad, o el aceptar su fragilidad, cuando era débil, y no atormentarse por ello.
En todo momento y lugar Abraham trataba de vivir con bondad y justicia, aunque su tendencia más fuerte era la de hacer el bien al prójimo sin pedir nada personal a cambio. Así vivía, así creía que era el mejor camino para alcanzar la plenitud, el shalom, en este mundo, en lo individual y en lo colectivo.
Creo que el primer patriarca hubiera colaborado con el resto de los cangrejos de su balde para que todos y cada uno disfrutara al máximo de su felicidad.

(Publicado originalmente en serjudio.com)

Resp. 1151 – Jesús, arma del imperio

Buena noche Yehuda, Diana desde Guatemala le saludo y le agradezco por su paciencia y por compartir su conocimiento con todos.
1- Quisiera preguntarle algo que muy dentro de mi me hace sentirme cofundida.
2- Ahora que publicó lo de jesucristo…
3- yo he leido y se sobre la historia pero me cuestiono por que razon inventaron todo eso…?
4- Por que Di-s ha permitido eso y otras cosas más…
entiendo que todo lo hacemos nosotros los humanos y que todo es energia…
5- pero detras de todo esto debe haber un por que…?
6- Abraham no cuestiono y solo obedeció…
7-  es duro pero yo si necesito preguntar…
8- tengo días muy buenos… a veces malos…
9- siempre con ganas de aprender y mantener la sanidad mental y paz para mi familia y para mi.
10- Pero hay momentos en donde siento que somos solo titeres…
11- aprecio mucho su comentario y agradezco su tiempo.
Buena noche! Y disculpe mi ignorancia… no quiero aburrirlo pero le digo su lectura me ha hecho aprender muchísimo.
Que El Eterno lo bendiga grandemente

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Para mis amigos, los bomberos involuntarios

Egoísmo positivo, negativo y el manipulador

En alguna ocasión anterior estudiamos acerca del “egoísmo positivo”, aquel que es necesario e indispensable para preservar la propia integridad, salud, estabilidad, etc.
Es el egoísmo esencial, para que la persona no reniegue de otros, pero tampoco de uno mismo. 
Toma lo que precisa y le corresponde, aunque otro pueda precisarlo, aunque otro se lo pida, aunque alguien se lo demande o exija.
Lo usa, porque está bien hacerlo, porque le pertenece, porque es para satisfacer su necesidad, y a veces hasta su placer.
No está pecando, ni robando, ni abusando, ni usurpando, ni disfrutando de la falta de otro, ni tomando aquello que puede salvar al prójimo de la muerte; sino que está ejerciendo su sano derecho a satisfacer su necesidad con lo que es propio.

Pero, hay personas a las que las entrenaron para sentir culpa si disfrutan de algo. A otros además hasta se le inculcó la culpa por usar de algo, aunque fuera para satisfacer una necesidad básica. Están también a los que se les endilgó que no tenían derechos, solos responsabilidades y culpas, por tanto debían entregarse y entregar lo suyo a quien les dominara.
Cada sorbo de agua, mendrugo de pan, bocanda de aire debía sentirse como un robo, como una ofensa, como perjuicio, ¡cuánto más si era algún placer un poquito más elaborado!

Es frecuente que los manipuladores hagan sentir culpa a sus víctimas si (éstas) reclaman algo para ellas mismos, si sugieren que precisan de algo que no pueden dar al manipulador, si mencionan que no se entregaran como marionetas a sus deseos.
Allí se enrosca el manipulador para agredir, atacar, manosear, ofender, acusar de egoísta, de poco sensible, de enfermo, de malvado a quien solamente pide un poco de lo que le pertenece y corresponde.
El manipulador acusa de egoísmo (del negativo), señalan la evidencia de maldad, demuestran que hay alguna podredumbre emocional o moral, porque los manipuladores suelen recurrir al sentimiento de culpa para dejar inermes a sus víctimas y aprovecharse de ellas.

Por supuesto que detrás del que siente que no tiene derecho para disfrutar como del manipulador está el EGO ejerciendo su tarea.
Y, donde está el EGO, está la impotencia.

En una generalización, que como siempre deja fuera muchas cosas, el manipulador se siente impotente y de alguna manera rebuscada trata de obtener algún el falso poder con su ejercicio perverso. En lugar de reconocer su impotencia, evitar la acción del EGO, se entrega por completo a él. Llanto-grito-pataleo y cualquiera de sus derivados, junto a la desconexión de la realidad. Todo ello o alguna de sus partes son empleadas para sentir un alguito de sensación de poder, falso poder.
¿Cómo? Haciendo que alguien sea servil a sus deseos, manipulando, obteniendo réditos del sufrimiento ajeno.
No son felices, no hacen felices, viven sin paz, atormentadores atormentados.
Pero, están también los que sienten que no pueden obtener amor ni atención de otra forma, no han aprendido a hacerlo diferente, entonces, es una compulsión, como un acto obligatorio el mantenerse en esa pose y conducta. De lo contrario, ¿quién les prestaría la más mínima atención?
Son sus berridos, sus trampas, sus piruetas macabras lo único que les abre al contacto con otros, al menos, así lo sienten en lo profundo.
La solución iría por reconocer su enfermizo modo de vida, dejar de lado las herramientas del EGO, aceptar su impotencia, controlar lo que realmente pueden controlar, comunicarse auténticamente, trabajar por armonizar su ser, amar y respetar al prójimo, pero… ¿para qué tanto trabajo si se puede pasar el tiempo sufriendo y haciendo sufrir?

Por su parte, el que siente que no tiene derechos (particularmente de gozar), cree que cualquier disfrute acarrea problemas, castigos, males.
Se apoca para que nadie lo maltrate.
Se castiga para que nadie lo castigue.
Justifica su deleite para escudarse de que le mortifiquen por él.
Las acciones perversas del manipulador, en parte, le dan una sensación de justo castigo, de que se merece ser destratado de esa forma.
¿Se entiende la idea?
Es como si buscaran que les maltraten, porque de esa forma son castigados “justamente” por algún pecado que han cometido y evitan algún castigo mayor que no pueden controlar.
Pero, están también aquellos que creen que solamente siendo miserables obtendrán amor, atención, la protección del terrible sentimiento de la impotencia que los carcome por dentro. Entonces, ser miserable, débil, derrotado, amargado, carente de placer, es su manera de gritar pidiendo amor, auxilio, una madre que los venga a rescatar del infierno en el cual se creen caer a cada instante.
Por supuesto, son mecanismos inconscientes en buena parte, difícilmente quien vive así lo haga de manera premeditada.
También estas personas deberían emprender un camino de autosuperación, de conocimiento, de perdonarse, de aceptarse, de aprender a gozar de lo permitido, entre otros pasos necesarios para alcanzar un modo de vida pleno.

Bomberos involuntarios

Una variante de las personas que no se sienten con derechos, especialmente a disfrutar, son lo que se entregan por completo a causas “buenas” y se extralimitan hasta el punto de terminar agotados, vacíos, secos y enfermos.
Siempre dispuestos a ayudar, como bomberos siempre listos para apagar todos los incendios, sin darse tiempo para sí, ¿porque no lo merecen?, sin adquirir para ellos bienes, ¿porque no los merecen?, porque deben estar atentos a las necesidades de los otros, siempre, en todo momento, sin excepción. El otro es importante, yo no.
Si soy egoísta, aunque sea el mínimo que consideramos positivo, ya soy malo, solamente malo, sin recuperación.
Entonces, nada debe ser para mí, todo para otros.
Están al servicio como salvadores, sin siquiera darse la oportunidad para salvarse a sí mismos de sus empeños nacidos en la enfermedad.
Se ponen el lema de dar, sin recibir. Encuentran vocaciones místicas que les confirman que quien recibe es malo, menos feliz, pecador, oportunista, y que solamente es salvo, dichoso, espiritual el que da y da y da.
Así, la palabra no, cuando para defender sus derechos se trata, no existe.
Los límites, tampoco.
Siempre en servicio de rescate de otros, los que se aprovechan de esta debilidad.
Pero, allí mismo los aprovechadores reciben su “castigo”, porque se debilitan al no aprender a solucionar sus propios problemas, no se fortalecen por no actuar con independencia y las situaciones se suelen empeorar porque el “bombero” no puede hacerse cargo de todo, ni le corresponde.
Aunque no lo parezca, son estos bomberos los que mantienen le caos en familias, empresas, grupos, relaciones de pareja, etc., ya que al hacerse cargo de las dificultades ajenas o grupales, no permiten que las cosas sean resueltas por quien debe hacerlo o como debe hacerlo.
Entonces, aquellos que corren apurados a resolver todo, no permiten que los sistemas se compongan, ni encuentren los recursos para existir de manera saludable, sino que se mantienen en desequilibrio y dependencia, aguardando a que ese salvador que en apariencia los socorre los siga empobreciendo y enfermando.
¿Paradójico?

Así, por una cosa o por otra, el bombero cada vez tiene menos fuerza, los problemas se incrementan, los otros le exigen más, los agujeros para tapar se multiplican, la sensación de impotencia se generaliza y crece, las acusaciones se cruzan, el EGO reina por doquier.
¡Alto!
¿Qué hay que hacer?
Seguro que no seguir en lo mismo, ni dar excusas, ni echar culpas, ni esperar que Dios o destinos solucionen lo que está en manos de cada uno arreglar.

Por ser quien eres

Por lo general el jefe de la empresa era un hombre hosco, malhumorado, estricto en extremo, exigente y a veces explosivo en vez de comunicativo. Este día, no parecía ser diferente a todos los otros. Hasta que, a media mañana, solicitó permiso para entrar a la oficina un empleado. El patrón con un gesto de su cabeza, seco y sin gracia le autoriza.
Entonces el hombre le dice con humildad: “Jefe, si me permite quiero obsequiarle esta sencilla pulsera, espero no le incomode mi atrevimiento, es que deseaba expresarle mi reconocimiento por ser usted quien es.”
El patrón se sintió confundido, pues le pareció que era víctima de una mala broma; ¿cómo le iba a reconocer que estuviera encima de él todos los días, que le destratara, que tuviera que soportar sus broncas? Sí, seguramente era una burla… pero, por otra parte, los gestos, el tono, las palabras expresaban sinceridad, agradecimiento, incluso un increíble aprecio.
Aún desorientado respondió al rato con un sencillo «gracias”, y aceptó que el subordinado le entregara ese premio “por ser quien era”.
Un poco más tarde, aún dubitativo el jefe va hasta el escritorio del subalterno y le pregunta: “¿Qué quiso decir que me quiere reconocer por ser quien soy?”.
Y responde el otro: “Ah, perdone si no fui muy claro. Es que usted me lleva a esmerarme en mi tarea, a no dejarme ganar por la pereza y hasta me obliga a que encare mi trabajo diario de manera creativa. Sí, usted me inspira a mejorar cada día. Quería agradecerle por ello. ¿No le molesté, no?”.
Y contestó: “No, no… gracias.” – esto lo dijo como un murmullo, inesperado en él. Es que estaba hondamente impresionado. No paró de meditar en esta experiencia extraordinaria. No se había percatado de los alcances de sus acciones. Sí, sabía que tenía mal genio, reconocía que a veces podía pasarse un poco de la raya en sus explosiones intempestivas, admitía que era un tanto exigente por demás, pero lo que nunca había imaginado es que alguien fuera capaz de hallar en ello una faceta positiva y usarlo como trampolín para el crecimiento en vez de excusa para la revancha, la queja o el descontento. Quizás debiera ser él quien agradeciera y reconociera al empleado “por ser quien era”, un simple hombre que le dio una tremenda lección, pues supo descubrir una cara profunda mucho más noble que sus habituales máscaras de exasperación, impaciencia e incomodo.
Pensaba camino a casa, y mientras conducía cada tanto miraba esa pulsera sencilla alrededor de su muñeca.
Al llegar a casa se encontró con su esposa, con sus hijos, su perro, el hogar, como todos los días, pero también diferente. Algo había cambiado. No se daba cuenta de qué, pero sin dudas que sentía que algo estaba distinto.
Estuvo con ellos largo rato, conversaba, atendía mientras jugaba con su nueva pulsera, hasta que se dio cuenta de que era la primera vez en mucho tiempo, años quizás, que ellos estaban allí. Porque hasta entonces él llegaba del trabajo malhumorado, estresado, no quería saber nada de nada, ellos estaban pero como si no estuvieran. Como la lámpara, el timbre o el tapete. Eran parte de la casa. Sin embargo hoy eran ellos, su familia, cada uno con su propia personalidad y vida. Entonces, emocionado, salió de la casa para regresar al rato. Los llamó y les dijo que quería darles un regalo a cada uno, una sencilla pulsera como reconocimiento “por ser quien eres tú”. Ellos no comprendieron muy bien, el silencioso y ausente padre de pronto estaba tan efusivo, comunicativo, agradecido, no entendían bien que pasaba por lo que pasó a explicarles el extraño encuentro por la mañana en la oficina.
Mientras tanto, en casa del empleado, éste conversaba con su esposa la cual, el día anterior, le había entregado una pulsera de reconocimiento “por ser quien eres tú”.

Tu esencia es pura, es tu neshamá, o espíritu, tu Yo Esencial. Esa poderosa pero silenciosa voz que desde lo profundo te inspira al bien, a lo bueno, a la vida, a la eternidad. El lazo con el prójimo, con el cosmos y con el Eterno. Esa chispa sagrada que no perece ni se contamina, y sin embargo está oculta bajo las pesadas cáscaras que el EGO va sumando a su alrededor.
El EGO nos atribula, nos llena de sentimientos de impotencia, nos asfixia, nos lleva al exilio interior, ajenos a nuestra identidad más pura. Creemos que somos las máscaras, los rostros prestados del Yo Vivido, nos aferramos a esas camisetas y banderas, nos creemos todos los mandatos que nos van instruyendo y todas las doctrinas que hacen del EGO nuestro dios y salvador.
Tanto el EGO como esas máscara también somos nosotros, pero a diferencia del Yo Auténtico no es nuestra impronta sagrada y eterna, sino lo que vamos adosando a nuestra autenticidad. Por lo general ocultan la verdad, opacan la luz, en vez de permitir que la línea de energía poderosa irradie desde nuestro centro.
Lo saludable no es batallar contra el EGO ni renegar de las máscaras, sino darnos cuenta de qué rol están cumpliendo, y aprender a usar uno y otras en sintonía con nuestra neshamá.
Es una tarea que lleva toda la vida, con altibajos y tropiezos, pero es parte de nuestra misión en esta vida.

Una manera de hallar esa armonía es gozar de lo permitido. Esto es, disfrutar de todo aquello que está a nuestro alcance, que es lícito, que es saludable, aunque pareciera ser algo pasajero y sin sentido trascendente. Pero, sin olvidar que es “de lo permitido”, esto es, con límites, con control.
Control de uno mismo y de aquello que podemos controlar, dejando fluir lo que está por fuera de nuestro control.

Una buena medida es para el gentil aprender y cumplir el código universal otorgado por el Eterno para las naciones, los Siete Mandamientos Noájicos.
En tanto que la identidad espiritual judía se entrena y desarrolla por medio del código del judaísmo.
Son puntales que sostienen y promueven nuestra buena vida.
Una desprovista de supersticiones, sin rituales carentes de sentido, sin religión, sin atrevidos planteos al Eterno, sin negociados extraños, sin EGO.

¡Qué tarea ser quien eres!