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Para ser feliz: evaporar al Faraón

El EGO es aquel que bloquea tu bienestar emocional.
Ha recubierto tu Yo Auténtico con cáscaras que impiden o perturban el pasaje de luz (energía) entre fuera y dentro. Distorsiona las imágenes (creencias, ideas, pensamientos, sentimientos). Satura de máscaras que te envuelven asumiendo para sí el poder de tu identidad. Vives en la creencia de que eres tu Yo Vivido, muy lejano a tu Yo Auténtico en realidad.
Esas máscaras se imponen como tu personalidad, pero no son otra cosa que personajes, a los que sientes totalmente verdaderos, singulares, tú mismo, pero lejos están de serlo.

Es cierto, eres una amalgama de Yo Esencial, yo Auténtico y Yo Vivido.
Tristemente nos quedamos con la superficie, la careta, dejando de percibir y atender a lo Auténtico que somos.

Uno de los personajes que te habita, atención que es lenguaje figurado, es al que podemos llamar Faraón interno.
A semejanza del Faraón del relato en Shemot/Éxodo, aquel que esclavizara y sometiera a todo tipo de torturas al pueblo de Dios. Aquel que se atrevió a desafiar a Dios. Aquel que fue apaleado por el “dedo” de Dios y Su “brazo” extendido. El mismo que Faraón que ejercía su poder de manera despótica y sanguinaria, cuando en los hechos era un pobre sujeto, impotente, inestable, carente de toda trascendencia.
A semejanza de ese Faraón hay uno dentro de ti, es una de las manifestaciones de tu EGO que opera en ti, te domina, te mancilla, te debilita, te absorbe las energías, te usa para sus trabajos desquiciados, te impide ser feliz, te niega toda esperanza, te acecha en las sombras con presiones, burlas, amenazas, maldiciones, culpas.
En tu reside esa imagen espantosa, ese personaje formado por tu EGO.
Estás bajo el mando del Faraón interno, el cual se suele aliar con déspotas externos, con maltratadores, traficantes de la fe, líderes religiosos, mafiosos, buscapleitos, y otros patanes que vagan por la tierra.

Es hora de que aprendas a lidiar con este Faraón.
Te invito a que seas por un rato Moshé/Moisés, pues dentro de ti también habita esa imagen, que no es producto del EGO, ni te atormenta, sino que resplandece desde las profundidades de tu ser esencial.
Puedes confrontar a tu Faraón, para reconocerlo en su impotencia, para quitarle todo poder sobre ti, para desbloquear en buena medida algunos de los tropiezos que te impiden disfrutar, crecer, aprender, ser pleno.

Vamos a darle un rostro visible.
Pon delante de ti una pared en blanco, una tela, un papel, un pizarrón, cualquier cosa que sirva como una pantalla vacía en la cual proyectar las imágenes desde tu interior.
Ahora, imagínatelo.
Velo en sus ropajes faraónicos, con sus atavíos de apariencia de poder, con sus rasgos marcados y de presunta nobleza sádica.
Ahora mira sus ojos, descubre el destello de miedo que irradian. Él no quiere que te des cuenta de eso, por ello trata de ver a otro lado, te exige que no lo mires a la cara, pero tú no dejarás que te manipule. Mira directamente a sus ojos, date cuenta del terror que él te tiene a ti.
Sus ojos lo delatan, está lleno de pánico ante ti.
Puede esconderse con su maquillaje, travestirse con sus ropajes de realeza, hacerte creer que tiene poder por estar acompañado de símbolos imperiales y armas, pero realmente es un pobre tipo, impotente, pequeñito, débil, lleno de miedo, que se espanta ante tu presencia.
Se quiere escapar, pero tú retienes allí en la pantalla su imagen.
Observa con más atención, mira los colores, los gestos, las actitudes, ¿te das cuenta de que no es otra cosa que un astuto estafador, un hábil actor, uno que se hace pasar por todopoderoso pero que en los hechos es una sombra quebradiza, humo, debilidad, arrogancia y autoritarismo que sirven como escudo para su pobreza?
Y si eres atento reconocerás que aparte del miedo que le inunda, ese que expresan sus ojos con claridad, también está un poco desquiciado, no anda muy en sus cabales, no es tan racional y coherente como te hace creer su apariencia, su disfraz.
Sí, es cierto, es un pobre tipo que se hace pasar por una autoridad superior… es cierto, es un pobre tipo que está al mando cuando ni siquiera puede mandar en su vida.
¿Lo estás viendo?
Hasta te podría dar pena ahora que eres consciente de su patética realidad.
Ya no te inspira ningún temor, ni respeto, no es más ese súper hombre que decidía por tus cosas, que era el amo de tu vida.
Es un payaso temeroso, aterrorizado.
Un mediocre perezoso que se instaló en el poder porque tú le diste autoridad, porque tú se lo permitiste, porque te dejaste manipular.
Pero en verdad, no es nada, no es nadie.
Es un payaso.
Hasta te puedes dar lugar para reírte de él, ni siquiera se merece tu enojo, ni tu rencor, solamente tu desprecio, tu burla, la cual tiene totalmente merecida.
Velo, contempla con calma, es tal cual te lo he descrito.
Nada puede contra de ti.
No controla tu vida.
No es tu amo.
No tiene ningún poder.
Ni siquiera coordina sus acciones y pensamientos, tan solamente es una pobre figura de humo oscuro que ahora que se hace la luz va desapareciendo.
Sí, se esfuma, es un girón de humo, se desvanece, se hace nada.
De pronto ya ni siquiera te lo puedes imaginar, solamente es un borroso recuerdo de un pasado que ya no volverá.
Contempla la pantalla en blanco, está vacía, el Faraón no existe, ha muerto.
Eres libre.

Cuéntame que sentiste, que pensaste, cómo te sientes a partir de ahora.
Hasta luego.

Torá viviente

La Torá judía fue dada por el Eterno a los judíos, por intermedio de Moshé, a partir de un día de Shavuot de hace 3300 años y pico.

Algunos siglos antes, por intermedio de Noaj, Dios entregó a todo el mundo la Torá noájica.

El mundo entero cuenta con un código real, divino, para descubrir la Voluntad del Padre hacia cada uno.
El gentil con su propia Torá, compuesta de Siete Mandamientos Fundamentales, que deben ser cumplidos por cada uno y trasmitidos de una generación a la siguiente.
El judío con la Torá de su nación, que incluye 613 mandamientos que Dios dispuso para los judíos, así como narraciones particulares de la nación judía y algunas claves para compartir saludablemente con los vecinos gentiles.

Sabemos que las naciones del mundo bien pronto dejaron de lado su patrimonio sagrado, a pesar de ser santo, de ser puro, de ser de origen divino, de ser el pacto con Dios, de ser sencillo de cumplir, de ser base para la vida ética, a pesar de no comprometer a grandes esfuerzos ni sacrificios, a pesar de brindar una buena vida aquí y en el reino de los cielos, a pesar de tanta ventaja, a pesar de todo esto, bien pronto las naciones se descarrilaron.
Lo más triste es que aún hoy siguen en la senda de la derrota, del desvío.
Usurpan identidades, se disfrazan, se travisten, se adoctrinan, se hacen religiosos, se fanatizan, hacen de misioneros, matan y mueren por sus dioses, condenan a maldiciones e infiernos a los que consideran herejes e infieles, porque siguen esclavos de sus EGOs, ajenos a Dios, desconectados de su propia esencia sagrada y de su verdadera identidad.
Triste, cierto.
Tienen el bello y simple camino de la perfección al alcance de sus manos, pero corren como desesperados detrás de sus pasiones, de sus rencillas, huyendo de sus miedos, a esconderse en su oscura celdita mental, arrodillados ante su amo: el EGO, que se inviste como algún dios, algún líder, algún poder, algo que les hace sentir fracasados, culpables, indignos, miserables, rastreros, pecadores… pero que al mismo tiempo les brinda una amarga esperanza, promesas borroneadas, palabras de torpe consuelo.
Sí, el EGO, que te lanza al piso y te pisotea, te maltrata, te zarandea, pero te acaricia y te dice palabras bellas y mentirosas.
¿Cómo comprender esta paradoja?
Sí, se puede comprender, es claro el mecanismo que existe detrás, lo hemos desnudado en otras oportunidades.
El EGO se presenta como salvador, como el único camino, el intercesor para alcanzar algo de poder; pero antes te hace sentir una piltrafa, una pútrida gota sin sentido, un macabro engendro lleno de maldad.
Te denigra, te pega, te violenta, te viola, para luego hacerte un mimo y que te creas salvo.
Te condena a mil infiernos y tormentos, te presiona, te culpa, te hace merecedor de la peor maldición, pero te promete salvación si es que te esclavizas a su –inexistente- poder salvífico.
Sí, amigo mío, te suena mucho a lo que las iglesias que siguen al personaje de la cruz te dicen, ¿no es cierto? Pues, porque es precisamente lo que hace el EGO, tal cual, solamente que no le dicen “EGO”, sino cristo, mesías, salvador, Jesús, Yeshua, cordero, etc.
Exactamente lo mismo.
Exactamente la misma terrible pesadilla que se repite y perpetúa generación tras generación.
Es que el EGO es parte intrínseca del ser humano, y se replica, cual virus peligroso. Hace copias de sí mismo, te bloquea el acceso a tu esencia sagrada para que te sientas de lo peor y clames por su –inexistente- salvación milagrosa.

Y ahí, dentro de ti, a tu lado, encima tuya, alrededor, el manto protector del Eterno, el verdadero Uno y Único que espera por ti.
Aguarda a que te quieras y puedas conectar.
Nunca te deja de abrazar, pero tú lo niegas, rechazas sus mandamientos, te desplomas ante los edificios fatales de las religiones en vez de construir shalom con tu espiritualidad.

Eso pasa con los gentiles, que tienen Siete Mandamientos simples, directos, claros, específicos, muy sencillos para cumplir, si es que se acepta la ética divina que los inspira y demanda, pero no… la gente corre detrás de otra conducta, que tiene poco de divina aunque se camufla de tal, el EGO.

El EGO también agrede a los judíos, no están libres por supuesto de él.
Sin embargo, ¡qué gran diferencia!
El pueblo judío, minúsculo, débil, desarraigado, perseguido, desamparado, asesinado, exterminado, expulsado, pisoteado, negado, vejado, burlado, ese mismo pueblo es el que se ha mantenido fiel a su legado sagrado.
Teniendo 606 mandamientos más que sus hermanos gentiles, es decir muchísima más carga, peso, sacrificio, privaciones, limitaciones, exigencia, a pesar de ello –o gracias a ello- supieron no abandonar como pueblo la responsabilidad de conocer, contemplar, cumplir y transmitir a sus hijos su Torá.
Pareciera que no, pero sí.
Aquel que estuvo y está mucho más atribulado y recargado ha sido aquel que ha sobrevivido y sido fiel a su patrimonio espiritual, y de paso por si fuera poco, guardado el recuerdo y herencia de sus hermanos gentiles (la Torá noájica con sus Siete Mandamientos dados por Dios a las naciones).

Más de 3000 años de relacionare los judíos con la Torá, es muchísimo tiempo, ¡tantos imperios dominaron y desaparecieron en este lapso!
Los poderosos marcaron su presencia, extendieron sus tentáculos, impusieron sus marcas, pero ahora no son más que ruinas, despojos, recuerdos vagos, idiomas muertos, nombres confusos.
Pero el pueblo judío, vive y existe, vital, activo, dinámico, promisorio, de vida.
Por supuesto que con altibajos.
Es evidente que no todos los hijos de Israel se han mantenido dentro de la ruta prevista.
Es claro que son muchos los que se perdieron y pierden detrás de las prisiones del EGO.
Es cierto que muchos son “religiosos”, se empalagan con exigencias inexistentes y reprobables, se alejan del camino aunque dicen ser los únicos representantes del mismo.
Es verdad, no todo está bien dentro del pueblo judío.
Pero… ¿qué otro pueblo puede decir con palabra verdadera que se ha mantenido fiel a su identidad espiritual?
Ninguno, solamente el judío.
Con la misma Torá, la milenaria Torá, la repetida y reiterada una y otra vez Torá. Cinco tomos, un rollo, la palabra de Dios escrita por Moshé y preservada, encarnada y transmitida por el pueblo judío.

Siendo así, uno podría suponer con facilidad que ya está agotada la relación, que nada novedoso puede surgir de la Torá.
Son tres mil años y trescientos y pico… es mucho tiempo.
Tantas cosas han cambiado desde aquellos páramos del Medio Oriente… la sociedad ha avanzado al punto de hacer aparecer el mensaje del Eterno como anticuado, propio para los vagabundos del desierto, recién escapados de la esclavitud egipcia, que eran los antepasados de los actuales judío; pero que no es un mensaje vital y vibrante para los actuales.
Claro que se puede decir algo así, y de hecho hay más de uno que lo dice y lo publica.

Sin embargo, en verdad cada año que pasa la Torá va descubriendo que su fuerza está intacta, y que las palabras que resonaron por primera vez en Sinai hace milenios, aún poseen poder y sabiduría.
Tomemos un sólo ejemplo, de innumerables, que la Torá nos provee, por ejemplo cuando está ordenado a los judíos:

«No torcerás el derecho del forastero o del huérfano, ni tomarás en garantía la ropa de la viuda.»
(Devarim / Deuteronomio 24:17)

Tres eran los tipos de persona socialmente desprotegidos en la época de Moshé:

  • El extranjero, o el que es diferente, por ejemplo una minoría, o el pobre.
  • El huérfano, o el que no tiene lazos estables con la sociedad.
  • La viuda, o la que no cuenta con recursos como para sobrellevar las circunstancias de la vida diaria.

Tres mil años han pasado, ¿acaso estos tres tipos han variado en algo?
Veamos nuestras sociedad tan modernas y tecnológicas.
Veamos lo que acontece a nuestro lado, o a nosotros mismos.
¿Es el extranjero pobre y desplazado tratado con igualdad por la mayoría?
¿Tiende a ser marginado el joven pobre, con poca educación y sin vínculos importantes?
¿Es la persona débil e indefensa ante los requerimientos sociales protegida y promovida a superarse?

La Torá, la vieja Torá judía, es muy vigente y actual.
Su mensaje aún golpetea entre las arenas del Sinai, porque busca convertirse en una Torá de vida, una Torá vivida.

La Torá no son cuentos fantásticos, ni mitología, ni alabanzas a personajes o lugares, ni un cúmulo de enseñanzas teológicas, ni siquiera un manual de leyes y buenas costumbres.
La Torá es una guía de caminos, la mejor indicación para comportarnos del mejor modo posible para convertir al mundo en un paraíso bajo el reinado del Eterno.
Es cuestión de que aprendamos a vivir la Torá a diario.

Tú también querido amigo noájida, tú también tienes tu parte.
Eres socio en la construcción de Shalom.
Pero no al hacerte pasar por judío, ni por soñar en convertirte en uno, ni por usurpar sus mandamientos para ti, ni por disfrazarte de “religioso” judío.
Tú también tienes tu sagrada parte y misión: cumplir con tus Siete Mandamientos.
Eso es lo que Dios te ha dado como pacto, como señal, como instrucción, como vida.
Eso es lo que te da vida aquí y en la eternidad.
Puedes hacer de tu Torá una Torá de vida y recrear aquí y ahora el Edén.
Puedes vivir de acuerdo a la ética divina, o puedes hacer caso de tu EGO y desmoronarte ante tus fantasías.
Yo creo que es mejor que escojas la Torá, aquella que por derecho sagrado te pertenece, aquella que Dios te ha dado, aquella que le habla a tu esencia.

No tienes porque penar ni soñar por ser lo que no eres, sino simplemente ser quien eres.
Eso es maravilloso.
Romper las cadenas del EGO, salir de tu celdita mental, dejar de jugar al religioso para ser sagrado y  espiritual al fin.

Yo veo apesadumbrado a diario gentiles en Facebook, por ejemplo, que no dejan de poner mensajes que pretenden judaicos, con pasajes del Tanaj –el mal llamado Antiguo Testamento-, que dicen escuchar música “judía” (como si la música europea oriental, o arábica, tocada por judíos fuera “música judía”), que dicen shalom haverim yom tov a cada rato, que se la pasan hablando de su “jashem”, y sus cosas tan presuntamente judaicas, que se hacen amigos de instituciones judías y rabinos y barbados que se hacen pasar por tales, que ponen mensajes y pins a favor del rehén Shalit o a favor de Israel, que ponen “el mensaje del rabino” como salutación pública, y ni siquiera son mesiánicos que andan queriendo meter gato por liebre, etc. y quizás se piensan que con ello llenan su vida de espiritualidad…
Tristeza al comprobar que es religión, es EGO, son buenas intenciones carentes de sentido, es mucho “dios” pero poca santidad en sus vidas.

La Torá, la verdadera Torá, la que corresponde a cada uno, no tiene que ver con disfraces, ni con usar barbas y gorritos, ni con vestirse como europeo del siglo XVIII, ni con hablar en un mix de hebreo, ni siquiera con repetir supuestas perlas de sabiduría támudica en boca de gentiles.
La Torá, la verdadera, la que Dios te ha dado como gentil es el vivir como constructor de Shalom, haciendo el bien, haciendo lo justo, siendo una gran persona a cada momento y no solamente cuando te conviene, te están mirando o crees obtener algún rédito.
La Torá, la tuya, te demanda que seas amistoso, ordenado en tus cosas, atento hacia el prójimo, y no que corras detrás de cualquier barbado hombre con flecos para hacerlo tu “moreh”, ni que cantes Carlebaj, ni que seas un músico klezmer, ni que te sepas el nombre de las sefirot cabalísticas, ni que festejes cosas judías…
La Torá, la tuya, es la que te dice que vivas de verdad, con amor hacia el prójimo, especialmente los de tu casa: cónyuge, hijos, padres, hermanos, etc. Que seas un ejemplo de vecino, de trabajador, de profesional. La Torá, la tuya que cuenta con los Siete Mandamientos que Dios mismo te ha dictado, es tu camino, tu verdad, tu luz, tu vida, tu salvación, tu sentido, tu destino… eso o seguirás bajo la presión y prisión del EGO.

Probablemente pase lo último. Seguirás siendo presa del EGO. Encontrarás la justificación para seguir disfrazado de lo que no eres, para seguir barruntando presuntas conversiones al judaísmo, para seguir mixturando lo que supones es judaísmo contigo, o para seguir alelado en tu religión, sea cual fuera ella.

Como sea, la Torá sigue vive y así seguirá, puedes tú estar dentro de ella o no.

Relato a propósito del comentario

Llegó el rico turista a la casa de joyas y antigüedades en el barrio judío de la ciudad vieja de Ierushalaim.
Husmeó un rato entre los variados objetos, palpó algunas piezas, revisó esto y aquello.
Un tanto cauteloso se aproximó al anciano vendedor, lo miro apenas, y con ansia preguntó: Buen hombre, ¿qué es lo más valioso que tiene para ofrecerme como recuerdo de la santa ciudad de Jerusalén ?
El anciano lo contempló por largos segundos, para finalmente responder: Que nos sentemos a conversar compartiendo una taza de té.

 

(Estudio dedicado a la memoria de nuestro querido abuelo de FULVIDA, Don Jaime Benítez del Salvador, que marcho a su mundo el 12 de Av, 5771 (12/8/11)).

Soledad: miedo, religión, solución

Hemos escrito en otras ocasiones sobre el tremendo impacto que el trauma del nacimiento representa para la vida de la persona.
Hablamos de la impotencia, de la sensación de terror invasivo, del miedo primordial del cual derivan todos los otros miedos que nos petrifican durante nuestra existencia.
Entre éstos encontramos el miedo al abandono, a la soledad, al desamparo, a la pérdida.
¿Quién no lo ha sentido?
¿Quién está libre de él?
En ocasiones podemos hacernos los distraídos, mentirnos, engañarnos, fantasear con la intención de desprendernos de la realidad: estamos solos, aunque estemos rodeados de gente.
¿Nunca lo sentiste?
¿Nunca pensaste al respecto?
Te aseguro que en más de una ocasión el frío cosquilleo de la soledad, del abandono, del desamparo te ha recorrido; más de una vez has hecho hasta lo improbable para no estar aterrado en soledad.
¿Me equivoco?

Cosas que se han hecho para no sentir el abrazo de la soledad:

  • quedarse en una relación matrimonial violenta, infiel, enfermiza,
  • soportar el maltrato de un progenitor, tutor, “amigo”, etc.,
  • admitir tener relaciones sexuales prematrimoniales con el novio/a cuando no se quería hacerlo,
  • sonreír cuando los “amigos” se burlan de ti,
  • congregarte con los de tu “secta” –la cual aborreces- con tal de tener un grupo,
  • admitir y aplaudir cada disparate de tu pastor, “rabino” mesiánico, gurú de turno, para sentirte amado, tenido en cuenta, cobijado por su “poder”,
  • rezar, negociar, pactar con alguna deidad con tal de asegurarte de que ella esté a tu lado,
  • salir con una mujer/hombre diferente a cada rato, para no tener que sufrir el fin de alguna relación seria y significativa,
  • no divorciarte por miedo a no tener a nadie después,
  • querer terminar alguna relación más o menos estable –sentimental, laboral, terapéutica, comercial, amistad, etc.- pero no saber cómo hacerlo,
  • pagar por sexo,
  • dar obsequios a hijos, nietos, amigos, etc. con la finalidad de tenerlos “cerca”,
  • hacer sentir culpa al hijo, nieto, etc. por no estar pendiente de uno,
  • recluirte y aislarte, porque inconscientemente supones que es “menos mala” la soledad provocada que la que te sobreviene,
  • pasar por constantes abandonos, abandonando y siendo abandonado,
  • no comprometerte seriamente, formalmente, con nadie, porque así “mágicamente” no habrá posibilidad de que te dejen,
  • amenazar al otro para que no se vaya,
  • hacerte la víctima para que le otro se quede contigo por culpa,

Podrías tú regalarnos otros ejemplos que conozcas, que hayas vivido, que te hayan contado, que te surgen a la mente. Gracias.

¿Puedes visualizar lo que quiero compartir contigo?
Quizás es a ti a quien le está ocurriendo, o a alguno de tus allegados, o a alguien que conozcas.
Pero, no mires para fuera, mira en ti.
¿Reconoces que tienes un tremendo miedo a la soledad?
¿Te das cuenta de lo que hiciste y haces para manipular a los demás para no estar solo/a?

Ah, más de uno negará que está en este trance… pero la vocecita de la conciencia está gritando para que la atiendas.
Si meditas y eres sincero, encontrarás que tú también estuviste y probablemente estés enlazado por el miedo a la soledad, al abandono, al desamparo.
Mirar para otro lado, acusarme de estar delirando, auto engañarte, puede dejarte tranquilo por un rato… ¿pero te dará la paz y el bienestar que no tienes?

Es un hecho que la soledad es parte intrínseca de nuestra existencia terrena.
En tanto somos cuerpo, somos separación.
Ni siquiera en los instantes de mayor compenetración física de dos seres humanos (en la gestación y en la relación sexual genital), se acorta la distancia que los separa y aísla.
No es el cuerpo el lugar para dejar de sentir la soledad como dolorosa… aunque los abrazos calmen, las caricias contenten, los besos endulcen el ánimo, el cuerpo del amado a un lado se sienta como el embrujo que quiebra el mal hechizo de la soledad.
Pero es el cuerpo el canal que podemos emplear para que nuestra unidad espiritual se ponga de manifiesto.
Espiritualmente no hay espacio ni distancia, en tanto la acción sea armoniosa entre los seres.
Cuando dos o más personas están en la misma sintonía de acciones, de pensamientos, de sensaciones, están alcanzando la unificación.

Algo así intuyen, o les instruyen, a los pastores, a los traficantes de la fe, a todos los que usan la manipulación en todo su espectro para conseguir someter a los demás a sus malvados deseos.
Por ello es tan común que ordenen cantar al grupo himnos repetidos, una y otra vez la misma frase, el mismo lema. Por eso ordenan levantar al unísono la mano derecha. Ponerse de pie todos juntos. Gritar incoherencias bien alto, todos a la par. Por ello es tan importante para estos pastores que todos concurran a todas las “celebraciones” y reuniones, y hacen hasta lo imposible para tener a todos actuando como marionetas acompasadas al mismo ritmo todo el tiempo.
Es una forma de quebrar voluntades, anular el pensamiento crítico, estimular las sensaciones primitivas, potenciar el EGO, infantilizar, todo esto es cierto. Pero también está el truco de hacer vibrar en una misma frecuencia a la masa de enceguecidos seguidores. Ellos intuyen, o han sido instruidos por sus maestros del mal, que la comunidad, el rebaño de “ovejitas”, tiene que actuar como tal, como rebaño, como una mente, como un cuerpo, como un ser, gobernados por el “pastor”. Eso les da la sensación de unidad, de ser parte de algo más grande, de narcotizar su sentimiento de soledad… que sigue vivo y cada vez más angustioso, pero ellos esconden detrás de los harapos hábilmente confeccionados por el pastor, falso rabino, gurú, cabalistero, jasideo, etc.
Cuando algo o alguien puede quebrar la frecuencia de dominación, rápidamente se ponen en juego otros instrumentos de dominación, para erradicar la fuente de distorsión, para que el sentimiento angustiante de soledad no salga a la luz.
Para los pastores es esencial mantener al rebaño unido, haciendo idioteces una y otra vez, con tal de que sigan pagando el diezmo, dando a sus hijas para su disfrute sexual, compartiendo a sus esposas para lo mismo, etc.

Hasta aquí hemos esbozado el problema de la soledad, del miedo a la soledad.
Hemos apenas rozado cómo hacer frente a esto.
Y hemos visto cómo los sanguinarios traficantes de la fe, entre otros especuladores (como políticos, por ejemplo) se aprovechan del miedo y de lo que parece una solución al mismo para acentuar el daño y sacar grandes réditos personales.

Me encantaría que pudieras compartir tus ideas aquí, en la zona de comentarios.
También que compartieras este texto, como el resto del buen pan espiritual, que tenemos gratis para todo el que desee. Puedes difundirlo por tus redes sociales, copiarlo y enviarlo como email, hacer presentaciones, imprimirlo, como tu prefieras, pero no olvides mencionar el link y autor, para hacer correctamente las cosas.
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Así pues, aquí estamos, para seguir estudiando y compartiendo.
Si Dios permite, iremos ampliando sobre esta temática muy importante e interesante, pero depende en buena medida de cómo respondas tú.

Todo mi cariño y respeto para ti.

Superar el miedo es poner en su lugar al EGO

En numerosas ocasiones hemos trabajo el tema del miedo.
Hemos llegado a la conclusión de que TODO miedo es en su origen el terror a la impotencia, aquella que se padeció como catastrófica al momento del nacimiento.
Esta raíz de terror a la impotencia, de no regresar a sufrir la pesadilla aquella, se ramifica según las dimensiones de la persona (física, emocional, social, mental, espiritual), encontrando un núcleo fundamental de miedo en cada plano, el cual a su vez se ramifica en otros miedos terciarios.

Podríamos diagramarlo, en un simple bosquejo para nada completo de la siguiente manera:

Todos padecemos, en mayor o menor medida, cada uno de estos miedos.
Para algunos serán más constantes los miedos sociales, o los físicos, o los mentales, etc.
Para otros habrá un carrusel de miedos, o un licuado de varios sabores, o una creencia mágica de haber superado todos los miedos y ser imbatible.
Pero siempre, allí agazapados están los miedos.
A cuya cabeza, en su raíz, el intenso, oscuro, profundo terror a la impotencia que ya se sufrió al comienzo de la vida en este mundo, desde momentos antes del nacimiento hasta meses o semanas después.
Esa impotencia que carcome, que corroe, que paraliza, que alienta a la desconexión con la realidad que se siente como tormentosa, o que impulsa al surgimiento del EGO con sus herramientas primitivas de manipulación del entorno, tales como gritos, llanto o golpes.

Tú también eres así.
Si te contemplas con sinceridad encontrarás que cada uno de estos miedos, con sus múltiples derivados, operan en ti.

Ahora, ¿tú tienes consciencia de cuál es tu mayor miedo? O, más correctamente expresado, ¿cuál es el miedo que mayor presencia tiene en tu vida?

¿A la locura?
¿A la falta de control?
¿Al no saber?
¿Al no poder?
¿A fracasar?
¿A que te señalen como fracasado?
¿Al rechazo?
¿Al anonimato social?
¿A no tener la razón?
¿A que otro te venza?
¿A que nadie te quiera?
¿A amar y no ser correspondido?
¿A querer sin alcanzarlo?
¿A decidir?
¿A equivocarte?
¿A cambiar?
¿A la confrontación?
¿A lo desconocido?
¿A lo que ignoras?
¿A lo que hay más allá?
¿A lo que esconde la oscuridad?
¿A ser exitoso?
¿A quedar paralítico?
¿A tener cáncer?
¿A la muerte?
¿A la muerte de un familiar?
¿A la pobreza?
¿A la miseria?
¿A la vida?
¿A ser feliz?
¿A casarte?
¿A tener hijos?
¿A que nadie te quiera?
¿A que tu pareja te sea infiel?
¿A que te engañen?
¿A ser falso?
¿Al desempleo?
¿A la soledad?
¿Al dolor?
¿A que te rapten?
¿A que a un hijo le pase algo malo?
¿A que te violen?
¿A tomar riesgos?
¿A…?

Vamos, tómate un tiempo, el que consideres necesario, piensa, toma consciencia, conócete, escribe cada miedo que te atraviesa, cada miedo que te atrapa.
No es fácil, pero es necesario.

Ya te adelanto que encontrarás que cualquiera sea el miedo, en el fondo, en su base, está el terror a la impotencia. Pero, no hablaremos sobre esto ahora.
Más bien quiero que te concentres y delimites el contorno de cada uno de esos miedos, pero en particular aquel que más te angustia y atormenta.
Vamos, hazlo.
Cuando lo tengas definido y escrito en una hoja ante ti, continúa con la lectura.

Ahora tienes que hacerte otra pregunta y responderla con similar sinceridad.
Pon tu respuesta por escrito.

¿Qué has perdido a causa de este miedo?
Piénsalo con serenidad.
Yo no espero ninguna respuesta, cualquiera que des sinceramente está bien.
Vamos, medita con calma.
Piensa en la gente que se fue de tu lado, los que desaparecieron, los que no quieren volver a verte, los que ya no están. Las oportunidades laborales, de estudios, de tener una mejor calidad de vida. Los viajes, hazañas, aventuras, amistades, cargos, rangos, títulos, etc. El dinero perdido o mal invertido o gastado. Los objetos rotos o desaparecidos. Los dolores y dolencias. El tiempo malgastado. Los años de psicoterapia estériles. Los miles de comprimidos psiquiátricos que consumiste. Las drogas –legales o no- con las que pretendiste tapar tu miedo. No sé con exactitud, tienes que ser tú quien se toma el trabajo de verse en el espejo del alma y reconocer aquello que has perdido a causa de este miedo que has señalado como el más persistente.
Cuando lo tengas escrito en la hoja ante ti, continúa con la lectura.

Como hemos enseñado, y en parte mencionamos en este texto, el EGO es un primitivo mecanismo de supervivencia. Sirve para llamar la atención de los otros sobre uno, para de esa forma “manipularlos” y obtener asistencia, que nos satisfagan, que nos rescaten de la muerte por hambre, que nos quiten el peso de la soledad, etc.
Cuando las cosas se salen de control, cuando la manipulación no tiene resultado, el EGO desconecta a la persona de la realidad circundante, en principio con el dormir, también con el fantasear y finalmente puede llevar al delirio, a la total vida irreal en un mundo real percibido como generador de impotencia.
El EGO, que cumple un notable rol en los primeros momentos de existencia terrena, se mantiene en funcionamiento cuando debiera quedar reducido a una mínima presencia, solamente útil en casos de extrema necesidad y ante la inaccesibilidad de otros recursos para dominar la impotencia sentida o real.
El EGO se impone como una deidad, la que busca luego dioses ajenos para adorar.
El EGO se presenta como un mítico salvador, quien viene al rescate de aquel que pone su vida, su fe, en él.
El EGO es el prototipo interior de todos esos dioses, semidioses, salvadores mágicos que pueblan las mentes y fantasías de las religiones y supersticiones.
El EGO está formado para manipular y para hacer vivir en la irrealidad, con tal de preservar al individuo con vida en la realidad (paradójico, amerita una relectura de tu parte).
El EGO te manipula a través de sus rústicos instrumentos, uno de los cuales es el miedo.
Así pues, cuando tienes miedo (que no es lo mismo que precaución, tampoco que susto), estás ante una imagen interna de impotencia, un someterte al control del EGO, por el terror de volver a experimentar ese espantoso momento inmediatamente previo al nacimiento, durante y luego del mismo.
Es un terror marcado en tus células corporales, ni siquiera en tus neuronas. No es un miedo que se explique con palabras, ni siquiera es racional, pues fue horriblemente vivido mucho antes de que tuvieras capacidad de palabras y de razón.
Por tanto, hablar del miedo es bueno, pero no llega a quitar su veneno que te paraliza, que te momifica, que te idiotiza, que te obliga a someterte al EGO, que no te permite avanzar, cambiar, tomar la decisión que te libere.
El miedo está al servicio del EGO, para que te retuerzas en impotencia y no accedas a la libertad que existe en tu esencia espiritual y te mereces disfrutar.
El EGO te hace creer que el miserable territorio conocido es lo único que te mereces, lo único que te sirve, lo único que puedes controlar.
Por lo cual, la mera idea de cruzar los límites de ese territorio dispara una señal de alerta, nace el sentimiento de miedo a tal o cual circunstancia que te pueda llevar a un cambio.

Mira qué simpático.
La impotencia te genera miedo.
Ese miedo te lleva a la inacción o a la acción pobre y torpe.
Esto te somete a “no poder”.
Lo que es impotencia, y te confirma tu cualidad de impotente (que no puedes).
Lo que fortalece la sensación de miedo.
Lo que obliga a actuar para dejar de actuar o para fracasar.
Lo que demuestra tu impotencia.
Lo que recalca que eres impotente y todo lo que haces está mal.
Lo que te lleva a tener miedo.
Lo que…

Toma tu tiempo y responde por escrito en la hoja ante ti: ¿Puedes recordar al menos una ocasión en que este círculo vicioso haya acontecido en tu vida? ¿Lo podrías describir?
Tienes tiempo, medita con calma.
Enfócate en encontrar la respuesta.

Ahora viene la respuesta más importante que te pediré que escribas.
¿Quieres superar tu miedo?
Piensa bien lo que quieres responder, y luego ponlo por escrito.

Acompáñame ahora a crecer, a superarnos cada vez más, a construir Shalom desde dentro hacia fuera.

1>
Conoces a tu miedo.
Ya has visto el rostro del miedo.
Ya viste cómo opera en ti.
Te explique qué lo genera.
Le quitamos todo rastro de “enfermedad”, “maldición”, “hechizo”, “poder oculto”, “demonio”, puesto que descubrimos juntos que es un emergente del sentimiento primario de impotencia.
Reconocimos que el miedo es algo “normal”, inherente a la persona humana.
Descubrimos que el miedo es usado por tu EGO para convertirte en un títere, manipulado, prisionero, imposibilitado de cambiar y crecer.
Entonces, el miedo está ahí porque en verdad tú quieres el cambio positivo, tú quieres crecer, tú quieres ser más independiente, tú quieres y puedes, pero el EGO no te deja.
El miedo está ahí para ponerte un palo a tu rueda, bloquearte el camino, frenarte en tu crecimiento.
El miedo no es real.
Es una fantasía que promueve tu EGO para confirmarte que eres impotente, pero en verdad ¡eres poderoso!

Este primer nivel es confirmarte en tu salud, en tu armonía.
Tener miedo es normal.

2>
Cada vez que te surja un miedo, te sientas y respondes a estas preguntas:
a) ¿Qué has perdido a causa de este miedo en otras oportunidades?
b) ¿Cómo sería tu vida sin este miedo?
c) ¿Qué sería lo peor que pasaría si hicieras las cosas a pesar de este miedo?
d) ¿Qué sería lo mejor que pasaría si hicieras las cosas a pesar de este miedo?

Sería bueno que tuvieras una libreta o cuaderno en donde anotarás cada miedo en una página, con la fecha correspondiente, estas preguntas con sus respuestas y fueras viendo tu manejo de las situaciones a lo largo del tiempo.

Luego de consignado en la libreta, ahí se queda el miedo.
Ya no tienes más que pensar en él.
Le has prestado atención, lo has atendido, le diste importancia.

Ahora, cierras la libreta,la guardas y pasas al siguiente nivel.

3>
No le lleves el apunte al miedo.
Haz como te parezca, dentro de lo legal, dentro de lo permitido, dentro de lo precavido, ¡HAZ!
Si estás ponderando al miedo, no dejarás de estar sometido a él.
Avanza a pesar de él.
Romperás el círculo vicioso que te mencioné más arriba.
Te darás autoridad, dominio, poder, valor, dicha, te sentirás potente, porque no te quedarás encerrado en tu celdita mental, sino que darás un paso hacia la dirección correcta.

4>
Si a pesar de lo anterior aún te retienes, escucha este consejo.
Dibuja en tu mente una imagen hermosa, sea un paisaje, una residencia, una habitación, un cuadro, una persona, lo que tú consideras que te brinda belleza, armonía, placidez, paz.
Dibuja en tu mente esa imagen con precisión.
Ponte en algún lugar en esa imagen. Que estés cómodo, que te sientas a gusto, que seas el centro de atención, que seas el protagonista, disfrutando de todo lo bueno que hay para ti.
Ponle un título que te suene agradable, que retengas, que sea melodioso a tus oídos.
Saborea esa imagen de gozo.
Mientras lo haces te tocas el lóbulo de tu oreja derecha. Presiona con suavidad pero con insistencia. En tanto visualizas la imagen de placidez, lees su título armonioso, disfrutas sus melodías y sonidos agradables.
Sigue pulsando tu lóbulo y respira por la nariz profundamente y con calma.
Repite en voz apenas audible el título de tu imagen, a la que atesorarás en tu mente y a la cual recurrirás cada vez que te gane el desanimo, la angustia, la ansiedad.

Sumérgete en tu imagen ideal, tócate el lóbulo de la oreja, respira.
Cuando estés así, acomete la acción que te da miedo.
No pienses, solamente hazlo.
(Siempre tomando en cuenta que sea legal, permitido, precavido).
Hazlo sin pensar en otra cosa, solamente sonriendo tu corazón a la acción.

Luego, pasa al siguiente nivel.

5>
Reconoce tus méritos.
Lleva una lista de tus éxitos, de tus victorias, de tus pasos adelante.
Puede ser una lista que tengas a la vista en tu habitación, o como fondo de pantalla en tu computadora, o en algún lugar que tengas acceso fácilmente y a menudo.

Hasta aquí este sistema para superar tu miedo, al poner a tu EGO en su lugar.
Te pido que me recompenses, si te sirve lo que te he regalado hoy, de alguna de estas dos maneras (o de las dos):

1- Agradeciendo y compartiendo los resultados en la zona de comentarios aquí debajo.

2- Enviando tu apoyo económico para permitirnos continuar brindando de nuestro tesoro para tu bienestar.

Gracias por todo, hasta luego.

Factor de Potencia

El factor de potencia, o bien, el coseno de fi, es el cociente entre la potencia activa (real) y la potencia aparente, y a su vez corresponde al ángulo entre el voltaje y la corriente, siendo la señal una onda sinusoidal pura. El triangulo de potencias es la mejor forma de visualizar este concepto, que evidencia las diferentes potencias presentes en un circuito eléctrico de corriente alterna.

Este parámetro se obtiene mediante una formula matemática, cuyo resultado, idealmente, debería dar un valor cercano al 1, y básicamente lo que hace es comparar la potencia aparente que está generando (o bien, demandando) un equipo, y la potencia que en realidad está entregando (o absorbiendo, según sea el caso)

En el plano real la potencia aparente siempre será mayor que la potencia real o activa, dando como resultado un factor menor a 1 en todos los casos, si el sistema tiene un factor de potencia aproximadamente inferior al 0.75 , se pueden dar en las líneas de tensión una serie de fenómenos dañinos, que elevarían el consumo de corriente, reduciría la vida útil de equipos, aumentaría la temperatura de los conductores y los dañaría, entre otros.

Las empresas de generación eléctricas demandan a los clientes o a los proveedores, un alto factor de potencia, por ejemplo, en el caso de Costa Rica, a las empresas generadoras se les exige un factor de potencia de 0.8 como mínimo; esto quiere decir que, del total de potencia que se le suministra a la red nacional, el proveedor debe entregar, al menos, un 80% de ese valor en potencia real, y en caso de entregar en algún instante un factor de potencia menor, deberá asumir severas multas.

En la vida diaria el factor de potencia viene siendo como un dicho que dicen por acá, y cito: “mucha espuma y poco chocolate”; recuerdo también un colega alemán, que en una charla al respecto, comparo el factor de potencia con la espuma que genera la cerveza al servirse en una jarra, el decía que a cualquiera le gustaría que le sirvieran la jarra llena, pero siempre se levantara la espuma y ocupara sitio en el vaso, impidiendo que se llene.

Si  ponemos este concepto de factor de potencia en nuestras propias vidas, ¿en cuánto andará ese porcentaje? El EGO es como esa espuma, como esa potencia aparente, se levanta, ocupa lugar que no debe, nos llena, pero de algo inservible, pues al final es solo espuma; entre mas ego tengamos, menos potencia real podemos emanar, el ego frena todo lo bueno que somos capaces de hacer; además, al igual que cuando el factor de potencia se encuentra bajo y daña los dispositivos eléctricos, internos y externos; nuestra vida se dañara si aumenta el ego, pero también perjudicamos a los demás, y no solo a nosotros mismos; todo por dejarnos llenar de “pura espuma”.

Quizá el ego al final sea como en este ejemplo, me refiero a algo inevitable, siempre estara presente, y por su puesto, siempre tendremos que lidiar con él, lo digo, pues no existe forma de eliminar la potencia aparente en el ámbito eléctrico; pero al final si es seguro que es algo que podemos controlar, ponerle limites, implementar técnicas y medidas adecuadas para tenerlo en los parámetros correctos, tal como las industrias hacen con el factor de potencia.

Ing. Alberto Castro

El deseo como apego a la idolatría

El Talmud Babilonio, Sanhedrín 63b, nos aporta una interesante idea de Ribí Yehuda, en nombre de Rab:

Los israelitas sabían que la idolatría no tenía ninguna realidad, ellos sirvieron a los ídolos solamente para permitirse el mantener abiertamente relaciones sexuales prohibidas.

Interesante observación que culmina con una conclusión terrible: “…finalmente se hicieron adictos a la idolatría”.

Es un pasaje que trata sobre la admonición del profeta Irmiá/Jeremías que encontramos en su capítulo 17.

Entendamos bien este asunto, pues tiene un mensaje poderoso para cada uno de nosotros, en cada una de nuestras generaciones.

El espíritu del hombre, su Yo Esencial, está en constante conexión con Dios.
Es imposible para la esencia del hombre desconocer a Dios, admitir trinidades y otras formas de idolatría.
Lo más puro y sagrado del hombre repudia completamente cualquier idolatría, aunque sea un rastro mínimo, pues el espíritu está incapacitado para mentir, para engañar, para desconectarse de Dios.
Por tanto, el hombre, todo hombre, hasta el más hundido en las miserias tiene un foco puro, intocado, inalterado, sagrado, que lo conecta con Dios. Lo triste es que sus acciones lo llevan a sentirse desconectado, a olvidar a Dios, a negar la santidad, a abrazar la maldición pero llamándola bien.

Expliquemos brevemente.
Entre la conciencia y la esencia se interpone una barrera formada por el EGO, con sus máscaras multiformes, con sus apetitos normales pero que cuando exceden el límite se convierten en problemas.
Así el hombre pierde la memoria de su lazo sagrado, se siente sin Dios, desamparado, a merced de los ataques espantosos que lo hunden en su impotencia.
Precisa desesperadamente asirse a alguna tabla de salvación, a algún salvador mítico que enjugue sus lágrimas, que le prometa salvación, que le jure bienaventuranza a cambio de pactar por entregar su alma.
Cae en el abismo del caos y la impotencia el hombre sin dioses, porque no tiene conciencia de Dios y su nexo perpetuo y sagrado con él.
Incluso aquellos que se hacen llamar ateos, y confiesan sinceramente que lo son, en el fondo son creyentes de alguna deidad, de alguna fuerza misteriosa, sea la ciencia, la humanidad, la conciencia humana, o como le quieran decir, todos se prosternan ante sus EGOs a los que endiosan y caracterizan como dioses que pueden tocar, comprender, adorar, servir.
Así anda la inmensa mayoría de la humanidad, adorando dioses, siendo esclavos del EGO, desconociendo a Dios, aunque en el fondo es a Él a quien buscan –sin saberlo-, aunque en esencia nunca están desconectados de Él, pero no lo siente…

Pero, cuando la conciencia está despierta, cuando se SABE (no se siente, ni se cree, ni se tiene fe, sino que se sabe) que Dios existe y actúa, cuando se es como aquellos antiguos judíos que estaban conscientes de la Divina Presencia, ¿cómo cae el hombre bajo el poder –irreal pero fuere- del EGO?
¿Cómo se aparta el hombre de Dios, aunque se sabe que Él está y uno está en comunión con Él?
¿Cómo cayeron algunos pocos miles de israelitas ante el Becerro de Oro, a instancias de la muchedumbre de extranjeros que los seguían, siendo que hacía pocos días habían presenciado y experimentado en persona el poder de Dios y Su majestad?
¿Cómo comprender que en épocas del Primer Templo, cuando la Divina Presencia era percibida y confirmada, igualmente las personas adoraban falsos dioses?

La respuesta la brinda el pasaje con el que comenzamos nuestro encuentro.
El hombre no anhela los ídolos, no los valida, no les admite ni poder ni existencia. El hombre sabe de su nulidad, de su irrealidad, de su poder nulo. Pero… pero… el EGO no descansa e inventa una excusa “genial”: el deseo por lo prohibido.
No un deseo suave, sino el poderoso deseo que Dios inscribió en nosotros por encontrar nuestra completitud, por conectarnos a otro ser humano, el poderoso deseo sexual.
El EGO lleva a desear fuertemente el contacto sexual prohibido, condenado por Dios en sus mandamientos, tanto para gentiles como para judíos.

Se impone el deseo en el centro de la existencia de la persona, pero se interpone Dios con Sus mandamientos.
Entonces, ¿que excusa se inventa el hombre, a instancias del EGO?
Hagamos de cuenta que Dios no es el único, que hay otros dioses… solo juguemos con esa idea… no es que la creamos realmente, pero… ¿cómo sería un escenario por el estilo?
Habría
dioses compitiendo por la adoración de los fieles, que tendrían que ganarse a sus fans, que propondrían distintas ideas y normas.
Habría algún dios que gustara de los banquetes, otro de las parrandas, otro de las burlas, otro de los robos, otro de las matanzas, y… ¿por qué no?… dioses que aplaudieran el contacto sexual que el Dios Uno y Único rechaza.
No es que crea en eso, se dice la persona, pero es divertido pensar cómo viviríamos si esos dioses estuvieran todos juntos en un Olimpo, en un palacio celestial de dioses.
Y, continuaría argumentando con astucia propia del adorador del EGO, ¿cómo saber que en realidad Dios es el único?
¿Acaso otros pueblos no tienen otros dioses?
¿No son pueblos fuertes? Mira los egipcios, y los sumerios, y los babilonios, y lo persas, y… sí… son poderosos, cultos, mira sus artes, sus reinos, sus obras de ingeniera… ¿será que ellos están sin dioses?
¿Por qué no podría ser que esos dioses tengan un poquito de existencia? Sólo un poquito, nada de exagerar… pero… ¿cómo puedo comprobar que Dios es el único?
Sí, yo sé que Él existe, se lo demostró a mis abuelos en Egipto, eso es sin dudas verdad. Yo mismo veo Su poder saliendo desde detrás de las cortinas del Santuario… no soy uno de esos extravagantes habitantes del futuro que niegan a Dios… yo creo en Él… daría mi vida por Él… pero… ¿por qué no existen los otros dioses? ¿Acaso no es el mismo Dios el que dice que no los adoremos?… Si no fueran verdaderos, ¿por qué Dios rechazaría que los adorásemos?
Aquí hay algo… sí… es todo mi fantasía… pero sería estupendo… podría gozar de esto y aquello con esta y aquella… placer, sin violencia, sin maldad… ¿a quién voy a dañar? Será todo consentido, todos mayores de edad, todos adultos, nos cuidaremos, nos mimaremos… sí, yo sé Dios dijo que no… pero un poquito… ¡no va a dañar a nadie!

Así, más o menos, el hombre usó su fantasía para imaginar dioses, para conferirles rangos y poderes, para que esas invenciones le posibilitarán gozar de lo prohibido sin sentimientos de culpa.
Pero, como suele suceder cuando el hombre prueba de lo prohibido, termina habituándose y olvida que se estaba mintiendo y se pasa a creer sinceramente en la veracidad de sus mentiras.

Termina el hombre adorando a otros dioses, suponiendo en ellos realidad, temiendo sus represalias, armando un mundo irreal para proteger la inventada realidad.

El deseo por lo prohibido llevó al hombre al terreno oscuro y después solamente quedan mentiras, huidas, excusas, agresiones, negaciones, ignorancia, ofensas, para permanecer encerrado detrás de sus celditas mentales.

Así actúa el EGO: «Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?» (Irmiá / Jeremías 17:9).

Como te he dicho más arriba, este camino retorcido de inventar dioses para terminar adorándolos sinceramente ocurre cuando la persona sabe de Dios y de la nulidad de los dioses.
Pero, cuando desde la más tierna infancia el EGO ha encontrado un espejo externo en dioses, cuando el EGO encarna en cualquier dios que no es Dios, entonces la persona no anda por sendas tan complejas, sino que directamente adora a su dios, que es una forma de adorar a su EGO.
Incluso, entre los más enfermizos, hacen de Dios un ídolo, todo en sintonía con su EGO.

Es hora de que analices tu realidad, especialmente a ti mismo, pero sin dejar de ver con ojo sanamente crítico a la gente que te rodea.
Contempla a los dioses que sirves, identifica si son ídolos o Dios.
Extirpa los dioses extraños de tu seno.
Ubica a tu EGO en su justo lugar, de mecanismo primitivo de defensa, muy útil en escasos momentos pero luego complemente abusivo y espantoso.

Goza de lo permitido en tanto te apartas de lo prohibido.

El “éxito” de los pastores

¿Cómo puede ser que tú aportas datos veraces y correctos, pero tu oyente parece no darse cuenta de lo que le muestras?
¿No te ha pasado que demuestras con evidencias y citas las falsedades de las religiones, pero los fieles a las mismas siguen empedernidos en sus estilos de vida?
¿No te sientes apenado cuando ves al fetraficante que moviliza a miles de congregantes, recibe aplausos y elogios, es apoyado económicamente, cuando resulta tan claro para ti que es un farsante, sus palabras son vacías y seguramente peligrosas, sus pasiones son bestiales, su conducta es ilegítima –y quizás criminal-, su imperio maligno es terrible?
¿Estuviste en la situación que exponías a un familiar o a un amigo acerca de lo espantoso de las religiones, pero ellos se negaban a admitir siquiera una letra de tus argumentos; y para peor, te querían manipular para que regresaras al rebaño de los religiosos?

Intentemos una respuesta posible.

El ser humano es multidimensional: espiritual, mental, social, emocional y físico.
Muchos políticos, columnistas, comentaristas y especialmente predicadores de las religiones tienden a manipular con habilidad los resortes que activan mecanismos de dominación emocional y social.
Ellos no le hablan al intelecto, esquivan la argumentación, eluden el pensamiento crítico para sumergir a sus oyentes en un océano de emociones furiosas, que vapulean a la persona y la impulsan hacia la dirección marcada por el hábil malabarista.

Así, los profesionales de la manipulación crean un ambiente social y un encuentro emocional que dé un sentido de pertenencia, inventa y refuerzan el sentimiento de la comunidad, someten a su audiencia a un torrente de percepciones que anulan el pensamiento crítico e impulsan el surgir de los miedos y deseos escondidos en lo profundo.

Si tú has participado de cuestiones por el estilo y ahora tienes la oportunidad y la claridad mental/emocional como para analizar, podrás confirmar la verdad de esta caracterización.
Recuerdas como el pastor los hacia sentar juntos, no quería personas desperdigadas por la sala, si eran pocos. Los quería juntos.
Él se encontraba encima de ti, en una tarima, en un estrado, sobre un altar, allí arriba, y tú debajo.
Él usaba micrófono, a un volumen intenso. A menudo se acompañaba de música fuerte que solía reiterar la misma melodía y las mismas palabras, una y otra vez.
Seguramente que hasta gritaba al micrófono cada dos por tres, elevando el clima emocional con cada grito.
Te hacía repetir palabras o frases, hasta el cansancio. Te hacia parar y sentar, estar de pie, levantar una mano y no la otra, cerrar los ojos y gritar junto al grupo.
Si alguien se atrevía a preguntar algo en contra del deseo del pastor, de inmediato era silenciado y estigmatizado, tratado como loco, malvado, perverso, hereje, perturbado, rebelde, mala semilla, del demonio o similar.
El pastor te convocaba a sus reuniones y no había excusa posible, era tu deber asistir, aunque no quisieras, aunque estuvieras enfermo, aunque te disgustara… era tu deber y si no lo cumplías te llovía una terrible cantidad de llamados a tu teléfono, mensajes de texto, citaciones, componendas, reprimendas, extorsiones, amenazas, en privado y ciertamente que en público también.
Por supuesto que el pastor era quien decidía por ti sobre casi cualquier asunto, tú debías obedecer o serías castigado. Se te prohibían las cosas más naturales y normales, con la justificación de que era la palabra de Dios en boca del profeta que era el pastor. Se te censuraba, se te encerraba, se te asfixiaba, se te sometía a todo tipo de maltratos (físicos, emocionales, sociales), se te exigía dinero y ofrendas, se te exigía lealtad y sumisión, mucha sumisión.
Tu vida giraba en torno a los deseos del pastor, entre las paredes de tu iglesia –a la que puedes llamar “sinagoga mesiánica” si eso te hace sentir más “espiritual”.
Se te demandaba austeridad, dedicación, servilismo, alejarte de los que te pueden hacer pensar otra cosa, incluso aborrecer a los de tu propia sangre o familia con tal de mantener tu vínculo con el pastor y con la comunidad de los “fieles”.
Todo tipo de maldiciones, insultos, palabrotas, desprecios se dedican a los “de fuera”, particularmente a los que traen un mensaje liberador que choca de frente con las astucias que te presenta el pastor como sagradas.
Sitios como SERJUDIO.com o FULVIDA.com son satánicos, serías excomulgado si los pisas, pues el pastor les tiene terror porque sabe que arruinan su negocio oscuro.
Hasta las cosas más deleznables tuviste que hacer, dejar hacer, ocultar o apoyar, con tal de que el pastor no te señalara en público a ti como “pecador”, siendo que en la verdad era el pastor el primero en la lista de los destructores, infieles, vejadores, ladrones, corruptos, malandrines, procaces, manoseadores, etc.
Las dudas se callan, el análisis de argumentos se prohíbe, se censura la crítica, las preguntas solo pueden ser bajo la atenta admisión del pastor y los de su camarilla de corruptos en el poder.
Efectúan falsos milagros, sugestionan, compran vidas, mienten descaradamente, hacen también “buenas acciones” pero siempre y cuando obtengan rédito de ello. Usan sus “éxitos” como pruebas de su poder divino, sus fracasos no se mencionan jamás o se explican para echar culpas a los pecadores de entre la comunidad, para hacerse las víctimas, para demostrar su bondad y la maldad que otros les hacen. Siempre caen parados, aunque hagan las cosas más terribles.
Se rodean de gente débil, de otros traficantes como ellos, de personas necesitadas emocionalmente, de personas con poca educación, de gente receptiva a sus trucos emocionales, de verdaderos creyentes obnubilados en las prácticas de dominación del grupo, y con ellos van ampliando su marco de labor, armando un marco de cohesión social.
Te sonríen, te saludan, te abrazan, te preguntan por tu vida, te invitan a sus cenas, te hacen sentir importante, y tú caes en las redes que han tejido para ti.
Es agradable… ¿o acaso te parece que se presentarán al principio como algo peligroso de lo cual tienes que huir espantado para salvar tu vida aquí y en la eternidad?
Obviamente que te hacen sentir como un pequeño rey, pero por poco tiempo.
Al rato ya estarás trabajando servilmente y sumiso para el pastor.
Aunque algo no te cierre, aunque en el fondo una vocecita te diga que estás yendo por el mal camino, igualmente encontrarás excusas para silenciar a tu conciencia, para mentirte, para permitir la adulación.
Luego, será tarde para salir fácilmente por tus propios medios.
Has creado una realidad alternativa, una en la cual eres esclavo de tu pastor, la comunidad es tu existencia misma, romper los lazos con uno u otra es sentido como un suicidio, como una pesadilla terrible. Entonces, desde lo más profundo de tus entrañas harás todo para seguir aferrado al barco, aunque éste se hunda.
Te han hecho sentir culpa por cosas del pasado que solamente puedes resolver con el bálsamo mágico del pastor. Te han creado angustia hacia el futuro que solamente puedes calmar con las esperanzas “sagradas” que solamente te brinda el pastor. Te prohíben vivir el aquí y ahora, solamente ser parte del universo del pastor y la comunidad.
El mundo está dividido entre los buenos, la comunidad y a su cabeza el pastor; y los malos, que son los de afuera, los otros, los que dicen algo diferente.
No hay intermedios.
No es posible que los “hijos del demonio” sean buenos, que tengan algo bueno para ofrecer. Los caricaturizan, se burlan, los desprecian, los convierten en peleles a ojos de su congregación, porque así consiguen al menos dos o tres ventajas: te llenan de pánico para que no caigas en la bolsa de los enemigos del pastor, te demuestran que solamente el pastor es el que sabe y a quien hay que seguir, te confirman en tu lugar dentro de la comunidad de amados y guiados por el pastor.
No les basta con escupir y maldecir a los otros, sino que te insisten acaloradamente que es imposible que el pastor yerre, todo en él es perfecto y sagrado, aunque a ojos vista sea un patán, tú negarás lo que sabes para aceptar lo que quieres creer.
Hasta lo más estúpido admites como verdad, porque crees por fe y te enseñaron que la fe mueve montañas en tanto que el pensamiento es para personas enfermas, las leyes son de hombres, pero tú sigues a alguien “más grande”, a un dios personal, a alguien que dio su vida por ti, a alguien que te ama hasta la muerte… ¿cómo dejar de estar en comunidad con súper héroes salvadores como esos?

Es un pequeño pantallazo de lo que he visto en otras personas, a partir de lo que escuchado y leído, pero nunca lo he vivido en persona.
Tú sí.
Por lo cual es importante que te expreses, aunque nunca lo hayas hecho antes, para comentar aquí debajo y corregirme si crees que me he equivocado en mi descripción, o aumentar los datos que no he mencionado.
Tú que has estado ahí, o todavía te encuentras, o pronto regresarás –Dios no permita- puedes dar una pincelada para mejorar nuestra caracterización.

Si de paso quieres encontrar la relación entre este tema y el EGO y con el maltrato familiar, te agradezco doblemente.

Y, si puedes responder a las dudas que dieron comienzo a este post, serán bienvenidas tus palabras.

Hasta luego.

Maltrato familiar

Es sabido que hay muchas mujeres maltratadas que siguen aferradas a su marido abusador, e incluso llegan a defenderlo ante quienes le objetan su comportamiento violento y negativo.
Resulta paradójico pero es frecuente (ejemplo con video al hacer clic aquí).
¿Cómo entender que una mujer golpeada defiende a su marido golpeador?
¿Cómo explicar que la víctima se ponga del lado del victimario?
Son preguntas, una de tantas, que surgen y son muy válidas.

Varias voces han dado sus respuestas (ejemplos no académicos al hacer clic aquí, otra voz, otra más –de infinidad- pero que es más reconocida al seguir este link).
Nosotros daremos una, muy breve, por tanto parcial y que no abarca todas las situaciones y vínculos.

Recordemos al EGO, esa función de supervivencia para los inicios de nuestra vida en este mundo, que se mantiene activo a pesar de que ya la persona cuenta con otras herramientas para asegurar su supervivencia.
El EGO es la medida rudimentaria que procura resolver el terrible dolor y angustia que proviene de sentirse absolutamente impotente, inoperante, desamparado, ante la invasión de sensaciones y estados que impactan en el recién nacido.
El EGO se expresa a través de llanto, gritos, golpes y en caso de no conseguir satisfacción puede provocar la desconexión con la realidad tormentosa, a través del dormir, de la fantasía, de la negación de la realidad, entre otros escasos elementos primitivos.

El EGO se presenta como salvador, como una deidad, como un héroe, la única tabla de salvación al rescate del desvalido y acongojado infante. Éste –el infante- lo coloca –inconscientemente- en un sitial de deidad, lo adora, se esclaviza a él, puesto que fue el EGO quien lo salvó de aquella espantosa pesadilla sin esperanzas al comienzo de la vida terrena.
Durante el transcurso de las experiencias a la par que la maduración corporal, el niño va adquiriendo otras facultas y capacidades como para responder, pero sin embargo aquella primera experiencia de terror supremo, ese miedo que es madre de todos los miedos, permanece incorporado, marcado a fuego en el lenguaje sin palabras del cuerpo. Ese miedo está en la base de todos los otros. La impotencia (real o imaginada, siempre sentida) es la que genera cada pesar en la persona, sea con un rostro o con otro, puesto que la impotencia es multiforme, pero constante durante toda la existencia.
Al igual que lo es el recuerdo, también sin palabras y absolutamente irracional, que encumbra al EGO como salvador, como un dios, al cual adorar y servir con fidelidad.

Pensemos un poquito y seamos sinceros, cuándo nos sentimos desvalidos, desamparados, perdidos, sin fuerzas, ¿cómo reaccionamos inicialmente?
Gemimos, lloramos, golpeamos, ejercemos la violencia, manipulamos y si eso no funciona nos hundimos en el extravío de la conciencia, en el desprecio por la realidad, en la invención de otras realidades que aparentan darnos poder, pero realmente nos hunden más en el descontrol de la impotencia.
¿Es así o no?
Manipulamos con violencia, gritos, mentiras, engaños, golpes, maltratos, abusos, amenazas, presiones, hostigamiento, haciendo sentir culpas… manipulamos activamente.
Pero también manipulamos de forma pasiva, enfermando, siendo desvalidos impedidos de todo que deben ser sostenidos por otros o mueren, empobreciendo, embruteciendo nuestro entendimiento, negándonos a crecer, dependiendo de milagros, rezando en vez de haciendo, esperando que ángeles nos salven de demonios, permitiendo ser manipulados para de esa forma manipular, siendo víctimas para recibir apoyo, siendo abusados y maltratados para que el maltratador se quede a nuestro lado y seamos “algo” para “alguien”… si, también así manipulamos.

El EGO confecciona atuendos para que te disfraces.
El EGO puede hacer usar la máscara del súper exitoso, el cual pretende llevarse el mundo por delante.
El EGO puede hacer que uses el disfraz del desgraciadito, al que todo le sale mal, que el destino se le ríe a cada rato.
El EGO puede hacer que te presentes como un tirano, un sanguinario dominador.
Todos estos disfraces esconden el atroz miedo a la impotencia, y a la impotencia misma.
Todos ellos son formas de evadir la realidad, de alejarse del Yo Auténtico para manipular, para no sentir impotencia.
Paradójico nuevamente puesto que esto precisamente es la manifestación y amplificación de la impotencia.
Para ponerlo en claro: el EGO que nace para contrarrestar la impotencia, luego depende de ésta para seguir a cargo de la vida de la persona.
Debe provocar a la persona a que se sienta o viva en impotencia, de modo tal de no perder su lugar de dios y salvador.
Por lo cual se inventará mil excusas para demostrar que está haciendo lo posible por ser poderoso, feliz, saludable, dichoso, pero en verdad se está provocando su constante padecimiento de la impotencia, sea como sentimiento de culpa por el pasado, sea por el sentimiento de angustia por el futuro.

Es una dosis muy fuerte de Luz y realidad la que te estoy brindando.
Por varios motivos supongo que no será fácil comprender y digerir este mensaje.
Por lo cual, con toda humildad te pido que te tomes un tiempo para releer los párrafos anteriores, toma notas, haz algún esquema que visualmente te permita comprende lo que te quiero explicar, pon en tus propias palabras lo que entiendes.
Luego trata de responder a nuestro planteo inicial, que es tratar de explicar el cómo entender que mujeres –niños, hombres, cualquiera- que es maltratado suele ponerse del lado del abusador.

Tras este trabajo de verdadero estudio multidimensional te encargo que compartas con nosotros al menos dos cosas:

1- ¿Qué has entendido de lo que te explique?
2- ¿Cómo explicas lo que plantemos como problema que dio pie a este texto? La explicación tiene que estar vinculada con lo que entendiste, por tanto con el EGO.

Es importante para mí que puedas compartir con nosotros.
Es importante para nosotros que lo hagas.
Es importante para ti, espero.

Aquí quedo a la espera de tus líneas.
Hasta luego.

Romper el círculo vicioso

Al comienzo de nuestra vida en este mundo somos sumergidos en una espantosa sensación de suprema impotencia.
Es un trauma intenso el momento del nacimiento y lo que sigue a continuación.
Cualquier miedo, sufrimiento o pesadilla es menor a lo que se siente en esa ocasión.
Cada órgano sensorial es atiborrado de información que no puede procesar, ni organizar, ni filtrar. Fluyen torrentes de sensaciones caóticas y que se sienten como terriblemente dolorosas.
Para peor, no existe recurso fisiológico ni de aprendizaje a disposición para poner orden a ese caótico malestar, ni esperanza, ni consuelo, ni noción que lleve a “ser fuerte y soportar” hasta que el temporal pase. Nos “salva” el hecho de que nuestro sistema nervioso no está desarrollado y por tanto el cerebro está naturalmente “embotado”.

Nuestra especie está impedida de todo, no sobreviviríamos ni unas pocas horas, o tal vez minutos, sin la asistencia de algún otro que nos sostenga, proteja, alimente, críe.
Sin embargo, en nuestro diseño se nos ha provisto de un rudimentario sistema de supervivencia, extremadamente primitivo, irracional, inconsciente, que consiste en pocas y pobres herramientas: llorar, gritar y patalear; de modo tal de conseguir la atención de aquel que nos puede sostener con vida. Si nada de eso alcanza la meta, el mismo sistema de supervivencia pone al niño en un estado de desconexión con la realidad insoportable, generalmente a través del dormir.
A este sistema lo denominamos EGO, que a pesar de su escaso alcance y poder suele alcanzar su meta de que el niño sobreviva.
El EGO es útil en tanto el niño va adquiriendo madurez fisiológica y destrezas que le permitan vivir de modo cada vez más independiente y empleando otros instrumentos y recursos más allá de los básicos que provee el EGO.
Pero, el EGO se mantiene al mando y ejerce diferentes presiones para seguir en él.
El EGO, que no es un demonio, ni un ángel, ni un espíritu sino un mecanismo normal y natural del hombre, recurre a “trucos” que mantengan el estado o sentimiento de impotencia, para que la persona continúe sometida al pavor inicial, que puede estar maquillado o disfrazado, y así se siga esclavizado al supuesto poder salvífico del EGO.

Que quede claro, el EGO está diseñado para ayudarnos a sobrevivir en situaciones extremas, cuando realmente la impotencia invade a la persona y no hay otros instrumentos ni mecanismos para sobrevivir.
Pero el EGO se mantiene “encendido”, al mando de la vida del individuo, a través de los mismos instrumentos rudimentarios del inicio, si bien los va modificando y complejizando sus modos de actuar no se basan en que la persona ejerza un verdadero poder sobre sí mismo y el entorno, sino que manipule para alcanzar la satisfacción de sus necesidades de supervivencia.
Así, por ejemplo, el niño de 6 o 7 años puede cortar con cuchillo y tenedor su carne para comer, pero se enoja, grita, hace un berrinche, se niega a comer o algo parecido para que su mamá le corte el trozo de carne.
Se paraliza en el ejercicio de su poder pero para alcanzar la satisfacción de sus necesidades manipula a otro.
Y la madre cede, también el padre, y los abuelos, y la maestra, y…
Los niños bien pronto aprenden a manipular, al principio por no poder hacer otra cosa, realmente no están capacitados en una gran cantidad de acciones ni en comprensión del mundo.
Luego siguen manipulando porque es más cómodo, más fácil, en apariencia más placentero, en apariencia más seguro, brinda una especie de “dominio” sobre otros y en muchas ocasiones también brinda la satisfacción de la necesidad.
Se inventa aquello de “más vale malo conocido”, se insiste en transitar por la senda ya transitada y que no es buena.
Todo vale con tal de alejar el miedo a la impotencia, de obtener el control al punto de exceder lo que es saludable y caer en grotescas acciones y barruntados pensamientos saturados de emociones negativas.

Sería bueno dejar de manipular y esforzarse, comprometerse, responsabilizarse, dominar positivamente, pero el EGO conduce a negar la realidad, retine en la sensación de impotencia con tal de perseverar en su rol de “dios”, “salvador”, “redentor”, “camino, verdad y vida”.
Sería bueno dije, pero no es lo que se suele hacer.

Es extraño que nos aferremos al EGO, porque éste nos hunde en oleadas de miedo, de sensación de impotencia, en lugar de desprendernos de él y ser libres, saludables, dichosos.
Pero, nos aferramos, nos esclavizamos, nos sometemos, somos adoradores del EGO, al que luego podremos dar diferentes aspectos, disfraces y nombres.
Todas las excusas, mentiras, manipulaciones, justificaciones, racionalizaciones, intelectualizaciones, modos de actuar, sometimiento a mandatos externos que vamos esgrimiendo para seguir bajo el reinado del EGO se constituyen en máscaras que ocultan nuestro rostro. Son ropajes que vamos usando, de acuerdo a nuestro apego al EGO en las diversas circunstancias. Son las cáscaras del Yo Vivido, al que solemos llamar “YO”, pero que no son en realidad nuestro Yo Auténtico, sino lo que hacemos para no sincronizarnos con éste.

Es extraño, pues pareciera que amamos la impotencia, aunque le tememos profundamente, huimos de ella con toda nuestra alma, hacemos cualquier cosa para manipular y no caer en su sensación, pero no damos los pasos necesarios para afirmarnos en nuestra verdadera identidad.

Es extraño, la verdad asusta.
La luz que espanta las oscuridades, también asusta. Lo que libera es lo que se repudia.
Es extraño… ¿o no lo es teniendo claro cómo es que funcionamos bajo el imperio del EGO?

Se pretende vivir en control, se sobreexcede en la pretensión de controlar, se manipula, se cae en fallas, lo que produce inseguridad, lo que lleva al miedo, lo que es sentir la impotencia, lo que refuerza la necesidad de control, lo que hace exceder en la pretensión de controlar, lo que produce mayor inestabilidad, lo que conlleva cometer errores, lo que da miedo, lo que hace sentir aún mayor impotencia, lo que impulsa a sobredimensionar los problemas y la necesidad de controlar más allá de toda razón, lo que…
Es una especie de lucha por obtener el control para no hundirse en el caos, pero es precisamente la necesidad angustiosa de controlar –incluso lo que no se puede ni debe controlar- lo que produce mayor realidad o sentimiento de caos e impotencia.

¿Cómo superar esto?

Si tuvimos un entorno familiar asertivo, que nos impulsara a valorarnos, que nos contuviera, que nos amara en verdad y por tanto nos comprometiera a respetar los límites y a ejercer nuestro potencial a la medida de nuestra capacidad, estamos en la senda correcta.
Pero todo esto no dependió de nuestra decisión, sino de las elecciones y conductas de otros.
Además, probablemente ya somos adultos, por lo cual no tenemos como volver el reloj atrás y mejorar aquello que los otros no hicieron por nosotros.
Si somos adultos, si tenemos hijos, es hora de trabajar para que ellos no sean afectados por el imperio del mal ejercido por el EGO y sus emisarios (religiones, misioneros, sectarios, fanáticos, malandrines, corruptos, manipuladores, vejadores, falsarios, estafadores, egocéntricos, entre una larga lista).
Está en nosotros tomar conciencia y actuar de una forma provechosa, beneficiosa, nutricia, que permita al hijo conocerse en su auténtica identidad, que le permita desplegar sus mejores capacidades, que le infunda valor, que mitigue sus angustias y miedos, que refuerce lo mejor que hay en él y es posible que se desarrolle en él. No es una tarea ni sencilla ni cómoda. Sencillo y cómodo es ponerlos delante de la tele todo el día, estupidizarlos con juguetitos electrónicos las 24 horas, hacerlos adictos a tal o cual cosa, momificarlos, negarles su identidad espiritual, hacerles creer que es la manipulación el sistema para gobernarse y gobernar el mundo, estimularlos a huir de la realidad, mostrarles que fácil es mentir y echar culpas, hacerlos religiosos, obligarlos a vivir en dependencia constante, desvalorizarlos, todo eso es fácil y cómodo…
Pero no es la forma de criar hijos sanos, buenos, lindos, inteligentes, santos… Para ayudar a crecer a nuestros hijos es necesario desprenderse del EGO, porque es virtualmente imposible educar en libertad en tanto uno es esclavo del EGO.

Volviendo a aquel que ya es adulto y esclavo del EGO, ¿qué podemos hacer AQUÍ y AHORA?

Tomar conciencia del círculo vicioso que hemos descrito anteriormente con el primado del EGO sobre cada uno.
No es imprescindible tener noción de cada aspecto, ni “recordar” lo acontecido en el momento del espantoso trauma inicial, ni estar totalmente de acuerdo con esta teoría, sino conocerla.

Luego hay que reconocer aquellos aspectos en los que uno es potente y en cuales no, enumerarlos, tenerlos claro, evaluar el potencial real que se puede alcanzar.
Es hora de dejar de querer controlar aquello que no se puede controlar. Soltar, liberar, dejar ser, no asumirse en el rol del que está 100% a cargo; pero tampoco hundirse en la inacción y el caos.
Controlar aquello que es posible controlar.

Y luego está la parte que me parece más esforzada: confiar.
Confiar en el orden cósmico, diseñado y sostenido por Dios (si eres ateo, confiar en el orden de las leyes naturales).
Confiar en el prójimo… ¡nada fácil para algunos!
Confiar en que el prójimo hará su parte, sin vivir como un inocentón súper confiado y que no es precavido.
Por lo cual, es necesario ser precavido, atender a lo que nos rodea, prestar suma atención, ser “temeroso”, para que el miedo agazapado desde nuestras más íntimas entrañas no se fortalezca y prevalezca.

Luego, perdonar, ser tolerante con el fracaso propio y ajeno, pero sin dejar de actuar con justicia y rectitud.
El perdonar, perdonarse, pedir perdón, es un bálsamo poderoso… pero que muy pocos saben saborear.

Hay un aspecto fundamental, que lamentablemente no es tomado en cuenta por la gran mayoría de las personas.
Los Siete Mandamientos Universales son básicos para sostener una vida individual y colectiva saludable, que deja al EGO reducido a su mínima expresión, que brinda confianza, que potencia para superarse.
Los mandamientos de no adorar otros dioses, no blasfemar y de sostener las cortes de justicia son como las columnas que sostienen a los otros mandamientos en su finalidad de promover una sociedad saludable, en la cual se pueda vivir confiando en el prójimo.
Por no adorar otros dioses ni blasfemar, se aparta la persona de doctrinas extrañas, de religiones, de moralidades corruptas aupadas en creencias seudo espirituales. Se tiene la protección de la confianza en Dios, en el Uno y Único, quien ha provisto y ordenado los mandamientos. Al actuar en consonancia con estos dos mandamientos, se encausa a la persona en confiar, puesto que hay un poder superior, incorruptible, perfecto, que siempre está a cargo.
Por respetar a los juzgados, por promover el imperio de la justicia entre los hombres, se brinda un marco regulatorio, se alienta el ejercicio de la conducta responsable que está sometida al control de las autoridades civiles.
Estos son los marcos que contienen a los otros mandamientos, que como te dije sirven para estimular la confianza en el prójimo.
Puedes caminar tranquilo, pues nadie te atacará ni para herirte, ni para asesinarte, ni para robarte, ni para obligarte a hacer cosas que no quieres.
Puedes salir tranquilo, sin celos, sin complejos, sin resquemores, sin dudas corrosivas, porque sabes que tu esposa/esposo te será fiel, tal como tú lo eres.
Puedes dormir tranquilo, porque nadie entrará a tu casa, nadie te molestará, a tus hijos nada les pasará cuando salen por la noche.
Puedes respirar en paz, porque vives en una sociedad en la cual se respeta la vida animal en todas sus formas, lo que enfila la conducta a contemplar al prójimo y sus pertenencias, para que no se cometan actos deleznables.
Puedes confiar, porque el imperio de la LEY divina y humana está al control, al sano control, de la sociedad.
Los percances pueden ocurrir en este mundo ideal protegido por los Siete Mandamientos, por supuesto que ocurrirán accidentes, pero serán verdaderos accidentes y no imprudencias, desacatos de las normas, locuras del momento.

Pero, no vivimos en el paraíso de los Siete Mandamientos Universales.
Vivimos en un mundo dominado por el EGO, sometidos a la impotencia, rodeados de indiferencia, llenos de odio, vapuleados por las religiones, angustiados, ansiosos, deprimidos.
Vivimos encerrados en celditas mentales, acomplejados, desvalorizados, con cero autoestima, violentando los derechos de los otros, adorando falsos dioses, adulando a Jesús y otras patrañas, elogiando a los falsarios, pretendiendo ser lo que no somos.
Desconfiamos, en nada confiamos.
Somos enfermos, estamos enfermos, enfermamos.
Las diversiones son burlas, morisquetas ofensivas, mofarse de los que creemos más débiles.
Usamos de nuestra inteligencia para inventar formas de destrucción y excusas y justificaciones y mecanismos perversos de manipulación.
Abusamos de los recursos naturales, explotamos hasta la enfermedad las riquezas de nuestro mundo.
Damos la espalda a Dios pero corremos a abrazarnos a los pastores mentirosos, a cabalisteros, jasideos, seudo rabinos, iluminados, gurús, diosecitos a nuestra imagen y semejanza.
Nos creemos la gran cosa, pero no somos más que amebas un poco más sofisticadas.
El EGO domina, la impotencia está en todas partes, la promovemos nosotros.
Escapamos de la responsabilidad, de la libertad, del deber, de la justicia, de la bondad, del perdón… escapamos de todo lo bueno para seguir en la cómoda, o en lo que parece que lo es.
No tenemos vidas, encerrados, con pánico, victimizados, siendo victimarios, manipuladores…
Andamos por la vida, como patéticas sombras.
Destruimos pero somos “religiosos”.

No es casualidad que desde hace unos miles de años Dios ha dado el plan de vida para la humanidad, los Siete Mandamientos Universales, pero igualmente sigamos en el fango sin sacar la cabeza y ser libres.

Escucho tus comentarios mientras te recomiendo la relectura de http://fulvida.com/?p=434.

Observamos lo que somos

Werner Heisenberg, un gran científico gentil alguna vez dijo: “Lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta por nuestro método de cuestionar”.

Interesante.

Nos vemos la realidad, la construimos de acuerdo a quien somos.

Pero, ¿quién somos?

Ah… nada fácil de resolver en pocas líneas, como me propongo compartir contigo ahora.
¿O es más fácil de lo que supongo?

  • Somos Yo Esencial, es decir espíritu, aquello que nos conecta constantemente con Dios, con el todo.
  • Somos Yo Auténtico, el espíritu y el cuerpo.
  • Somos Yo Vivido, que resultan ser las máscaras que vamos asumiendo a lo largo de nuestra existencia terrena.

Estas máscaras suelen presentarse y considerarse como el Yo, como el único e importante, siendo que en verdad son aditamentos, condiciones externas que tomamos o nos imponen, que se convierten en centro cuando son solamente periferia. Nos embarcamos en desarrollar y conocer nuestro Yo Vivido y perdemos la pista a nuestro Yo Auténtico.

El Yo Vivido es expresión del EGO, por tanto engaño, instrumento de dominación y manipulación, herramienta para mantener en estado de impotencia y apartados de nuestro real poder y nuestra real conexión con nuestro ser, con el prójimo y con Dios.
Al enfocarnos en lo vivido dejamos de atender lo auténtico.
Nos alejamos de lo que conecta para girar en torno a lo que aliena.
Perdemos la energía, nos debilitamos, erramos, fallamos a nuestro sentido de vida.

El desvío del camino certero se dice en hebreo “jet”, que comúnmente se traduce como “pecado” ((Se puede clasificar de modo más preciso, pero nos conformaremos ahora con una simplificación. Se puede profundizar buscando lo publicado en el sitio.)).

Pecado, significa en su sentido original hebreo hacer un desvío, errar el blanco.
No implica una cuestión moral o religiosa, sino que es un concepto afín al “excursionismo”, o mejor aún al “senderismo”.
Hay un camino delimitado, señalizado, comprobado en su eficiencia, en este caso diseñado y especificado por Dios para el hombre.
Al salir de los bordes, al quebrar las pautas, al apartarse del sendero, se está “pecando”.

El cumplir con los mandamientos que Dios te ha dado (Siete Universales para los gentiles, los que corresponden de los 613 para los judíos), es acatar las reglas, seguir las guías, andar con seguridad por el camino establecido por Dios para ti.
Por tanto, cada mandamiento cumplido, es un paso hacia la meta sagrada de vida.
En otra imagen que empleamos en otras ocasiones, cada mandamiento a tu haber es otro eslabón que te conecta con la vida.

Creo que te das cuenta que el pecado es una deficiencia en la conexión con la vida.
Cuando pecamos estamos debilitando nuestro vínculo con el ecosistema, con nuestro vecino, con Dios pero también con nosotros mismos.

¿Qué nos lleva al pecado?
Básicamente el EGO.
Permíteme que te recuerde los grados del pecado, de menor a mayor:

  • Por error.
  • Por ignorancia.
  • Por comodidad.
  • Por rebeldía.

En ocasiones la ignorancia y el erro, pero casi siempre la comodidad y la rebeldía son expresiones directas del EGO que nos carcome desde dentro y nos somete a su primado.
No te lo explicaré ahora, te dejo la tarea que medites, reflexiones y te des cuenta (y compartas luego con nosotros) cómo se conectan estos grados del pecado con el imperio del EGO en ti.

Anda por allí nuestro sistema de creencias, la identidad que hemos adoptado, la necesidad de sentirnos con poder y en control, las etiquetas y roles con las cuales procuramos sostener nuestra imagen “pública” que sentimos eternamente en falta y herida.

Podemos intentar responder a las siguientes cuestiones:

  • ¿Cuáles son mis conductas más habituales?
  • ¿Cuál viene siendo mi patrón de conducta en lo que respecta a la conexión?
  • ¿Qué estoy  construyendo con mi estilo de vida?
  • ¿Tengo presente y soy consciente de mi estado de conexión conmigo, con el prójimo, con el ecosistema, con Dios?
  • ¿Qué estoy haciendo para mantener limpia la luz que irradia desde mi esencia espiritual hacia el resto de mi personalidad?
  • ¿Tengo claro cuánto de EGO hay en mi forma de vida?

Da por sentado que no nos agrada sentirnos inseguros, padecemos la incertidumbre.
Ambas nos retrotraen a la pesadilla inicial de la absoluta impotencia.
Por tanto andamos a los tumbos por la vida consiguiendo aquello que nos asegure el sentirnos seguros en todos los planos materiales: mental, social, emocional y físico.
Andamos a la búsqueda constante de trofeos que nos amurallen en la sensación de seguridad y control.
Pretendemos armar un orden que nos organice nuestra vida y así dejar fuera la ansiedad y la angustia.
A veces nos engañamos, porque creemos lograrlo.
Pero ese orden, esa falsa seguridad es una ilusión, que deja de percibir el influjo del EGO, niega lo que está sucediendo para de esa forma pretender que todo está bien.
Pero allí sigue reinando el caos, la impotencia.
Por lo cual, si una breve ficha se mueve, sentimos que se tambalea toda la estructura, se nos dispara el estrés, nos hundimos en angustia, recurrimos a desesperados manotones para sostenernos en precaria estabilidad.
Así estructurados nos inclinamos a construir una realidad poblada de etiquetas, ponemos cada cosa en compartimientos catalogados y enumerados, tejemos redes que contengan aquello que nos puede hacer percibir nuestra debilidad interior.
Adoramos ídolos, endiosamos al EGO que se nos presenta como el “salvador”, como “camino, verdad y vida”, todo para huir con desaliento de esa tremenda muerte en vida que fue el padecer la impotencia inicial.
Nos llenamos de aire, nos enviciamos, perdemos la conciencia con todo tipo de adicciones, nos regodeamos con cosas superfluas, nos afiliamos a dogmas y clubes insubstanciales, nos hacemos fans de sectas en sus diversas caricaturas, imponemos cierto orden en el caos, para no ordenar el caos interior que sentimos como irrecuperable.
Cosificamos al prójimo, masificamos nuestras relaciones, por lo que nos petrificamos nosotros mismos, así es fácil comprender que adoremos dioses de piedra y madera, aire al que adulamos como divinidad.
La raza, el país, la bandera, el partido, el cuadro deportivo, el ídolo del espectáculo, el jugador de fútbol, el pastor, el rabino, el Rebbe, el cabalistero, los ángeles, dioses, las creencias, los líderes, el cónyuge, el padre, la naturaleza, etc. vienen a ser los nuevos dioses que tienen la mágica respuesta, el orden anhelado, el poder y el control que se fantasea adquirir para escapar de la tremenda sensación de impotencia.
Todo es lo mismo: EGO.

El apego a lo pasajero, el afán por lo falso, el servilismo al EGO, el llorar por lo que no vale, el morir por ideales absurdos, el matar por adquirir prestigio… desconexión, pecado, debilidad, auto impulsarse a caer en esa impotencia que tanto se teme y de la que tanto se huye.
Es simpático… para escapar de la impotencia uno se mete por completo en un círculo vicioso que arrastra hacia la continua impotencia…

El miedo nos ahoga, la duda, el conflicto, porque no andamos por la senda de la conexión, sino por la del deseo oscurecido.
Cada instrumento que aplicamos para procurar corregir nuestro mal, termina por desviarnos aún más.
Entonces, no es extraño que la religión sea poderosa, el fanatismo, los terroristas ponderados como luminarias actuales. No tiene nada de raro que en cualquier parte estemos inseguros, que los malandrines gobiernen, que la corrupción sea habitual. Es que el falso orden que imponemos desde el EGO no es más que una faceta del caos irreverente de nuestro interior mal trabajado y peor encausado.

El EGO para todo encuentra respuestas, y si no… las inventa.
Es hora de hacer que nuestra voluntad se acompase con la Divina Voluntad, de acuerdo a lo que Él decreto para cada uno según su propia identidad espiritual.
Noajismo para noájidas.
Judaísmo para judíos.
De esta forma estaremos en la vía de la conexión, del verdadero orden, del dominio sobre nuestra realidad, la que construiremos con la pureza de las doctrinas correctas y las acciones de shalom.