Hola amigo mío, aquí te traigo nuevamente más pan espiritual del bueno, del que nutre para este mundo y el eterno.
Enseñanzas simples y profundas, que se basan en la Torá judía pero están preparadas para adherirse al espíritu del noájida con propiedad.
En esta ocasión, a partir de la lectura pública que los judíos hacen de la Torá esta semana, cuando comienzan a leer del cuarto tomo de la Torá, que empieza con estas palabras:
«El Eterno habló a Moshé [Moisés] en el desierto de Sinaí»
(Bemidbar / Números 1:1)
¿Cuál podría ser la pequeña gran enseñanza de estas palabras?
¿Ves tú algo “sagrado” que te pueda dar beneficio y bendición como noájida en tan “pobres” palabras?
La primer enseñanza fundamental te la brindo a través de preguntas.
¿Aprecias tú la infinita grandeza de estas pocas y comunes palabras?
¿Reconoces que el poder se halla en el idioma corriente, cuando está intencionado por el espíritu?
¿Tomas conciencia de que usar palabrería compleja y cerrada, cuando no tiene razón de ser, es simplemente un manejo del EGO, una estrechez mental, en lugar de una demostración de inteligencia y espiritualidad?
¿Te das cuentas de que cuanto te insisten en usar lemas en idiomas extraños, palabras rebuscadas, conceptos oscuros e incompresibles por su irracionalidad, en verdad te llevan hacia zonas prohibidas por ser perjudiciales para tu salud y eternidad?
Dios habló y habla en un lenguaje llano, sin complejos, sin parafernalias, cada letra es necesaria. No hay conceptos alejados del entendimiento, a no ser que sea absolutamente necesario.
Él habla para ser entendido.
A diferencia de los esclavos y cómplices el EGO, que te embarullan con griterío, palabras inexistentes, conceptos rebuscados, planteos ofuscados, la oscuridad que se quiere presentar como un rayo de luz.
O el que te quiere “enseñar” es un inepto para tal tarea, y por eso no sabe decir en “humano” lo que tiene para decir; o es un engañador, que aparenta lo que no tiene, ofrece de lo que carece y da esperanzas que nunca se cumplirán.
Ejemplo: “tu iesod está en omega patpetatin, esnoga sefirotica dimensional interna, mente del HKBH, en antípoda al bait zodiacal, segun malchut RASHRASH aom mazda…zeir hanpin del viejo milenario ben adam, porque el REBBE ZTZ”L N.I.D. TZOHAR en su Likitei Mahrashi Shubiruji 11b folio 46 en la parábola del ciego que veía con su tercer ojo del chakra del Ruaj JaKhodesch DAAT del Malchut, alineado con el KETER vatika iomina, segun exegesis midrasistica del rabbi khadosch MiguEl ZoreoEl que vive en la santa ciudad cabalística de Zafed…”… ¡la nada misma, pero qué bien le suena al EGO!
Por tanto, harás bien en apartarte de cabalisteros, misticoides, jasideos, nuevoeros, gurús varios para cada gusto. Con barba, sin barba, con ropajes coloridos o negros, más orientales menos occidentales, con cabeza cubierta o sin ella, con turbante o sombrero, que te cobra en euros o en dólares, que es un gentil que hasta ayer era como tú pero hoy es el líder-rabínico-asramítico-jasideo de turno, etc.
Aléjate de eso y de aquellos.
Mejor obtén tu pan espiritual en donde te hablen en tu idioma, en donde te expliquen hasta que sea comprensible, de acuerdo a tu grado de aptitud.
Mejor elabora tu propio pan espiritual, haciendo que cada acción tuya sea significativa, en armonía real con los Siete Mandamientos. Así tendrás una vida de plenitud espiritual, de bondad en este mundo y en la eternidad.
Tal la primera enseñanza.
La segunda enseñanza refiere al encuentro más profundo y elevado que puede existir para el ser humano.
Uno que puede darse a cada instante.
Uno que marca la existencia a perpetuidad.
Uno que rehúye los lujosos templos, se aparta de monumentos, reniega de grandes peroratas, se desprende de lujos escénicos, y no se lleva bien con la emoción desbordada y llamativa.
Es el encuentro del Eterno con el hombre, ellos y nada más, como si estuvieran en pleno desierto, rodeados de nada, solamente ellos.
Dios habló a Moshé en el desierto…
Sin rituales, sin ostentos, sin ropajes afectados, sin levantar manos derechas y decir amén, sin congregaciones que aúllan como locos descalabrados, sin salmos farfullados, sin presiones de grupo, sin mística berreta, sin EGO…
Fue en el desierto, fue un verdadero y real encuentro del Dios con el hombre, del hombre con el Dios.
Un encuentro que tú también estás apto para tener, si es que quieres y haces lo necesario para tenerlo.
La conexión con Dios la posees, es una parte tuya, que se llama Yo Esencial, en el idioma de la creación se lo denomina Neshamá, o espíritu.
Es tu lazo eterno con Él, tu hilo sagrado que no se interrumpe.
Dentro de ti, tu médula, es la que te conecta con Dios.
Pero precisas enlazar tu mente para poder lograr conciencia de esa realidad, y para ello es necesario sortear los bloqueos que el EGO interpone entre el Yo Vivido y el Yo Esencial.
El EGO inventa ritos y rituales, palabras a repetir como lemas sagrados, palabrería “sagrada”, peajes a pagar a los gurús, libros y medallitas que son obligatorios de adquirir, miedos y culpas, el EGO y sus empleados: pastores, curas, clérigos, falsos-rabinos (mesiánicos, cabalísticos, etc.), líderes falsamente noájidas, clérigos que adoran al dios dinero hijo del dios EGO, entre otros que se presentan ante ti a diario para reclamar tu diezmo, tu contribución, tu sedacá, tu apoyo para que en tu nombre enciendan una velita en tal ciudad sagrada, pongan un papelito en tal muro sagrado, digan un rezo en tal grupo de hombres sagrados, etc.
Ahí NO está Dios.
Tal es la pequeña gran enseñanza de este breve pasaje.
¿Acaso precisamos de mucho más?
Si tú quieres encontrar al Eterno, y hacerLo parte de tu vida, presta atención a estos consejos.
No Lo busques en artificios monumentales, ni en despampanantes actos, ni detrás de títulos de esplendor, ni en apasionados discursos, ni en complejos e intrincados pensamientos (carentes de sentido real).
BúscaLo allí en donde puede ser hallado: en lo simple y modesto. En los actos sencillos y recatados, que manifiestan tu ánimo sincero, que persigue en verdad el encuentro genuino con el Padre.
Como dijera la profetisa Jana:
«No multipliquéis palabras altaneras; cesen en vuestra boca las palabras insolentes. Porque el Eterno es un Elokim de todo saber; por Él son examinadas las acciones.»
(1 Shemuel / I Samuel 2:3)
Haz tus pensamientos, tus palabras y tus actos tan simples como un desierto; libres de adornos que solamente confunden y desvían la atención.
No confundas, por favor, «desierto» con «vaciedad».
El desierto del cual te estoy hablando es un estado del alma en el cual uno ha encontrado la iluminación para reconocer que lo mundano es valioso y necesario, pero que no deja de ser un bien pasajero. Gozar de lo permitido, en tanto te apartas de lo prohibido, eso es hallar un buen sentido a lo material. Un sentido realmente espiritual, que se completa con nunca perder de vista que estamos solamente en un pasadizo y que el verdadero «Mundo» está más allá de lo material.
En palabras de los Sabios:
«Rabí Iaacov dice: Este mundo es como un vestíbulo en relación con el Mundo Venidero; prepárate en el vestíbulo para que entres al salón del banquete.
Él solía decir: Más bella es una hora de retorno al Eterno y buenas obras en este mundo que toda la vida del Mundo Venidero; y más bella es una hora de paz de espíritu en el Mundo Venidero que toda la vida de este mundo.»
(Avot 4:16, 17)
«Desierto» también puede ser el alma del que ha padecido mucho, que ve su vida en ruinas, que no encuentra modo de crecimiento. Y de repente, de en medio de la crisis destella una luz, que como un faro va despejando el camino y elevando a la persona hacia una nueva conciencia, superior y vital.
Por el contrario, «vaciedad» es despreciar los bienes de Este Mundo, por considerarlos innecesarios o maliciosos, tal como muchas sectas y religiones anuncian dogmáticamente. Cuando en verdad el Eterno ha creado los bienes y nos ha dado capacidad para gozar, por tanto no hay nada de malo en los bienes terrenales, en tanto sean permitidos por Dios de acuerdo a tu identidad espiritual. «Vaciedad» es negar el placer allí donde el Eterno ha dicho: «está bien gozar».
Y «vaciedad» también es aquel que no cuenta ni con conciencia ni con buenas acciones en su haber, y por tanto sus pensamientos, palabras y actos (y sentimientos) están «vacíos» de vida.
Que tu vida esté llena de placer, bondad y buenas obras; pero que sea un desierto en lo que respecta a afanes incesantes, deseos imposibles, lucha por poder y sentimientos negativos.
Busca al Eterno en la ausencia de vanidades y aditamentos innecesarios, pues es en la simplicidad, en el silencio cargado de sentido es que puedes encontrar al Eterno.
Presta atención al ejemplo que te brinda el sagrado libro del judaísmo:
«El Eterno le dijo: -Sal afuera y ponte de pie en el monte, delante del Eterno.
Y he aquí que el Eterno pasaba.
Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante del Eterno, pero el Eterno no estaba en el viento.
Después del viento hubo un terremoto, pero el Eterno no estaba en el terremoto.
Después del terremoto hubo un fuego, pero el Eterno no estaba en el fuego.
Después del fuego hubo un sonido de silencio fino.
Y sucedió que al oírlo Elías, cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva.»
(1 Melajim / I Reyes 19:11-13)
El Eterno quiso enseñar al gran profeta Elías que no se Lo encuentra en los espectáculos grandiosos, ni en los hechos desmesurados, ni en las complicaciones excesivas. Él no es fácilmente hallado detrás de rostros fieros, palabras hirientes, estruendos catastróficos.
El tornado, el terremoto, la deflagración no están en sintonía con la divina Presencia.
Pero el silencio que guarda contenidos elevados, las suaves palabras de los sabios, la humildad, todo esto son canales para compenetrarse del mensaje del Eterno.
En las inspiradas y sabias palabras:
«Las palabras del sabio con sosiego son oídas, y son mejores que el grito del que gobierna entre los necios.»
(Kohelet / Predicador 9:17)
¡Qué diferente es a lo que se hace en las congregaciones de extraviados!
Mil gritos falsos, repetidos mil veces con estridencia, no guardan un gramo de verdad.
Los “amén” son oídos a kilómetros de distancia, el griterío es impertinente, los alaridos parecen sacados de películas de terror, los cánticos retumban hipnotizando a los presentes, se busca manipular a como dé lugar las emociones para subyugar el pensamiento y anular la voluntad.
¿Es eso lo que Dios en verdad quiere?
Desconfía de los palabreros, de los misticoides, de los jasideos, de los cabalisteros, de los vocingleros, de los que se visten como un zafarrancho llamando la atención y dándose pábulo de realeza y soberanía cuando no es más que patanadas del EGO, sucia manipulación que retumba en tu propio EGO y te idiotiza y te encadena y te priva de tu gozo y de Dios…
Es precisamente por su vaciedad que el petulante eleva su tono y desencaja su gesto, pues quiere ocultar el vacío detrás de la aparatosidad y el complicado laberinto de palabras, ideas, creencias, rituales, etc.
Los que lamentablemente conocen al falso-haham de apellido Hernández, al otro de apellido que comienza con Z., a todos esos que se dedican a comerciar con la fe, pueden ver cabalmente un terrible ejemplo de recursos monumentales empleados para apartar de la senda sagrada y la vida; en lugar de encontrar a un simple y sincero caballero que trabaja por la verdad y el shalom.
Pueden reconocer en ese hombre a un amargo comediante salido de un show hollywoodense, que incansablemente labora con la finalidad de adoctrinar en la mentira y el engaño.
Para los que no lo conocen, les pido que imaginen a un hombre fríamente despiadado, desesperadamente hambriento de dinero, fama y poder.
Se protege detrás de supuestos títulos y hace alarde de falsos reconocimientos «teológicos»; es hábil con su lengua de serpiente para engañar y confundir. Nunca responde directamente cuando se le enrostran sus incoherencias o terribles faltas. Es astuto para difundir rumores y sembrar habladurías que perjudican a personas de bien. No duda ni un instante a la hora de mentir. Es capaz de mirarte a los ojos y sin remordimientos decirte la más atroz de las mentiras, que te carcomerá como un mortal cáncer, todo esto con una sonrisa amable y un abrazo tierno. Su incongruente palabrería, siempre es altisonante y plagada de palabras inexistentes que hacen sentir como si él fuera sabio y tú tonto por no saber las palabras que usa (¡cuando en realidad no existe tal palabra o concepto!); o emplea incorrectamente términos complejos y/o técnicos, que difícilmente él entienda; o usa vocablos aparentemente hebreos (pronunciados como si un gorila tartamudo estuviera cantando ópera en sueco). Todo esto con la intención de hacerse pasar por un noble caballero, dispuesto a redimirte de tus males; cuando la verdad es bien otra: te lleva hacia el peor de los escenarios posible, aquel en el cual reniegas de Dios, desprecias Su Palabra, odias a Sus fieles, y para colmo, te sientes como si fueras el más «religioso» de los hombres…
Un verdadero maestro de la Luz no hace nada de esto, o al menos lucha contra sus humanas tendencias para no cometer estos terribles desmanes.
El Sr. Hernández, y los que son como él, tienen un «negocio» que no quieren perder, y para mantener «fiel a su clientela» no duda en usar cualquier procedimiento, hasta los más bajos, los más esclavizantes, los más peligrosos. Da volteretas en el aire y prohíbe lo que ayer estimulaba a hacer, o hace lo que te decía que no se debía, o es un día rabino al otro pastor al otro haham al otro líder adámico al otro experto en dimensiones superiores al otro cualquier cosa que le sirva para vender sus baratijas a precio de oro…
Recuérdalo y apártate del mal para poder hacer el bien.
Y ustedes, señores Hernández del mundo, tomen el camino de la humildad y el arrepentimiento sincero, pues de lo contrario… ¿creen que a Dios lo engañarán con sus circos y malabarismos?
Lo cierto es que al Eterno y Sus enseñanzas que alimentan cuerpo y espíritu no se las encuentras allí.
Incluso cuando el esplendoroso Templo del Eterno en Ierushalaim estaba en pie, no era su magnificencia lo que servía como puro enlace de la persona con el Eterno.
Cuando el sabio rey Salomón terminó de edificar el Templo pronunció una plegaria inaugural.
Presta atención a las palabras que concluyeron esa plegaria:
«Sea, pues, íntegro vuestro corazón para con el Eterno nuestro Elokim, a fin de andar en Sus leyes y guardar Sus mandamientos, como en este día.»
(1 Melajim / I Reyes 8:61)
¿Comprendes lo que está diciendo?
No dice que el Templo te salva, ni que el sacrificio o la sangre te hacen elevar a las alturas espirituales.
No dice que te abrazas a Dios por medio del Templo o de algo majestuoso.
Sino que te encuentras auténticamente con el Padre cuando eres íntegro, cuando eres cumplidor cabal de Sus mandamientos.
Y supongo que te habrás dado cuenta: el altanero no cumple con los mandamientos, pues no se «rebaja» a aceptar que hay un Rey que los ha ordenado; sino que compone las reglas que mejor se ajustan a sus deseos.
El altanero, pobre desgraciado, se cree más que Dios, pero es sirviente de su propio EGO, al cual diviniza y adora.
Si tú eres ovejita de un pastor así, ¿te das cuenta que estás adorando al EGO de un estafador?
¿Te gusta ser esclavo de un esclavo de un esclavo?
Parece que sí… sino, no darías mil excusas para seguir dando tu diezmo al malvado, sosteniendo al infractor, perdonando al que se acostó con tu esposa e hija el mismo día, te quito la alegría, te usurpó la identidad, te robó tu casa, te enloqueció a tu madre, te negó tu entrada al paraíso… pero tú lo sigues protegiendo, lo sigues haciendo rico, te sigues deleitando con saber que el preñó a tu esposa… sí… eres un pobre hombre… sí, te mereces que tu pastor/guía/ falso rabino/clérigo/ministro te someta… ¿te lo mereces?
¿Realmente Dios te ha dado vida y te mantiene con vida para que vivas de esta manera?
¿No es hora de que tomes conciencia, despiertes y dejes de esconderte?
Las palabras de verdad y luz las hallas en la modestia de los sabios de la Luz, en los pensamientos claros y sencillos que te conducen con armonía por el camino de la paz interior y con el otro.
Ten presente esta otra erudita observación:
«Dios hizo al hombre recto, pero ellos se han buscado muchas excusas.»
(Kohelet / Predicador 7:29)
El Creador nos ha hecho rectos, simples a pesar de nuestra complejidad natural.
Considera la intrincada maquinaria que es el organismo humano y no podrá menos que sorprenderte de lo magistral de la obra del Creador. Sin embargo, Él nos ha hecho para actuar con simpleza, sin rebusques.
Pero, nos buscamos mil excusas para vivir en tinieblas y de tropezón en tropezón.
¡Bienaventurado es el de corazón puro, que no se complica la vida con obstáculos infundados!
Como dijera el inspirado salmista:
«¿Quién subirá al monte del Eterno? ¿Quién permanecerá en Su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón, que no ha elevado su alma a la insignificancia ni ha jurado con engaño.
Él recibirá la bendición del Eterno, y la justicia del Elokim de su salvación.»
(Tehilim / Salmos 24:3-5)
Él nos ha dado guías estables y sencillas. Él nos ha provisto de mandamientos que nos llevan sanamente y sin dificultades absurdas.
Pero, somos nosotros, los mortales, los que nos vamos buscando mil y una excusas, mil y un pensamientos divergentes para complicarnos la vida, y complicársela a nuestro prójimo.
El Ramjal (Rabí Moshé Jaim Luzzato), en su «Daat Tevunot» nos hace reflexionar lo siguiente:
El Eterno creó jisarón -falta, necesidad, vacío-, tal como es la oscuridad, para que al esforzarnos por superarnos obtengamos placer proporcionalmente a la falta que sentíamos antes. Por ejemplo un hombre que bebe un vaso de agua tranquilamente en su casa, no sentirá tanto placer como el que la bebe habiendo estado muy sediento. El agua es la misma, pero la precondición sentida por la persona es la que le confiere mayor gozo. Así pues, colmar una necesidad no implica que se obtenga gran placer, ya que éste es proporcional al sentimiento de falta previo.
Presta atención a las palabras del salmista:
«¡Oh Elokim, Tú eres mi Elokim! Con diligencia Te he buscado; mi alma tiene sed de Ti. Mi cuerpo Te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua.»
(Tehilim / Salmos 63:2)
Por tanto, para asegurarse de que el ser humano reciba el máximo de bien y gozo, el Eterno no nos da todo «en bandeja de plata». No recibimos Su bondad gratis ni abiertamente de manera «milagrosa». Pues, de vivir siempre sin sentir necesidad, y de recibir todo sin esfuerzo, estaríamos comiendo del “pan de la vergüenza”, (tal como lo denominan los cabalistas), el alimento que llena el estómago pero hace sentir culpable o desvalorizado (el sentimiento de «algo por nada»).
El pan del impotente, ese que vive bajo el pisotón del EGO, que come migajas a las que llama banquete, saborea estiércol al que denomina manjar, se regodea en las necedades de sus pastores a los que denomina sabios… el pan del impotente, del que vive en vergüenza, de ese que acostumbras a comer… ¿o ya eres libre?
Por tanto, el Eterno no nos hace «perfectos» naturalmente, sino «perfectibles», es decir, con la capacidad como para ir superando nuestras deficiencias en un camino de esfuerzo por el crecimiento.
Para crecer en perfección, para traer luz a la previa oscuridad, para dar gozo al alma deprivada, el Eterno nos ha dado los preceptos, los mandamientos, que son el Camino del Eterno.
Pero, si aprendemos a llevar nuestros pensamientos y emociones a un plano de «desierto», encontraremos pronto que hay una calma Voz que con dulzura y firmeza nos llama, nos arrulla, nos dirige hacia el verdadero crecimiento.
Ese desierto al que hemos llevado nuestra vida de pronto se va llenando de ricos y vivos oasis, bellas ramas cargadas de buenos frutos pueblan de a poco nuestro ser, el murmullo de la vida destila más vida. Y finalmente, nos encontramos que el desierto se ha convertido en un incomparable huerto paradisíaco.
Tal es la descripción que encontramos en las palabras del profeta:
«Ciertamente el Eterno consolará a Tzión [Sion]; Él consolará todas sus ruinas. Convertirá su desierto en Edén y su región árida en huerto del Eterno. Alegría y gozo habrá en ella, acciones de gracias y sonido de cánticos.»
(Ieshaiá / Isaías 51:3)
Ésta es una profecía que describe lo que realmente ocurrirá en la Era Mesiánica en la tierra de Israel.
Profecía que en los últimos años pareciera estar comenzando a cumplirse.
Ciertamente que la tierra de Israel se está poblando de hermosos huertos, de vida y belleza, allí en donde los imperialistas y otros usurpadores trajeron solamente «vacío», desierto material.
Pero, esta profecía también describe un renacimiento espiritual, una redención personal, que no precisa de la Era Mesiánica para manifestarse.
Es el renacimiento del que ha estado en un desierto espiritual, y que con humildad ha reconocido su vida en ruinas, para aceptar con gozo el camino que el Eterno le proveyó.
¿Y cuál es ese camino que transforma milagrosamente los desiertos en preciosos huertos?
Escuchemos al profeta como completa el párrafo:
«Estad atentos a Mí, oh pueblo Mío, y oídme, oh nación Mía; porque de Mí saldrá la Torá, y Mi sentencia será para luz de los pueblos.»
(Ieshaiá / Isaías 51:4)
Estar atentos al Eterno, ser apegados a Su Enseñanza, adoptar como estilo de vida Sus sentencias (mandamientos, 613 para judíos, y por su parte 7 mandamientos con sus derivados para los gentiles)… ¡esto es lo que da vida!
Éstas son las poderosas herramientas para ser fieles al Eterno y de esa manera ganar vida, en Este Mundo y especialmente en el Venidero.
Para concluir, atendamos al Rav Avraham Ieshaiahu Karelitz z»l:
«Hay una incorrecta idea profundamente enraizada en la mente de la gente al respecto del «Bitajón baHashem» -confianza en el Eterno-. Para muchas personas, bitajón implica una obligación de creer que, cuando una persona esta en un cruce de caminos, con dos caminos frente a sí que son de futuro incierto y con la posibilidad de un buen resultado o de uno malo, creen que el bien siempre será el resultado inevitable. Estas personas creen que si tienen dudas están teniendo una falta de bitajón.
En verdad ésta no es, en absoluto, la correcta manera de entender lo que es bitajón. A no ser que sea anunciado proféticamente previamente, el futuro es incierto; porque quién puede saber los juicios del Eterno, o cómo Él retribuye a las personas por sus hechos.
Por el contrario, bitajón es la confianza en que nada en este mundo está abandonado a su suerte, sino que todo lo que ocurre bajo el sol está bajo el dominio del Eterno. Cuando una persona se encuentra en una situación en la cual, de acuerdo a las leyes de la naturaleza, se encuentra en peligro, pero esa persona se fortalece a sí misma y recuerda que nada está dejado a la suerte y nada en el mundo puede prevenir que el Eterno venga al rescate, es que está practicando su bitajón.»
(«Emuná UBitajón», capítulo 2)
Nada en el mundo está abandonado de la Mano del Eterno, por tanto, cuando te sientes caer, recuerda que ahí está Él para sostenerte, para darte vida incluso al momento de la muerte.
Todo lo que existe está bajo Su dominio, por tanto, confía en Él y haz tu parte, con humildad, con simpleza, con espíritu valeroso.
¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir shalom!
Te deseo todo lo mejor para ti, y recuerda apoyar nuestra obra y compartir este rico pan con tu prójimo.
Comparte FULVIDA HOY.
Gracias.
Moré Yehuda Ribco