En un extenso desierto vivían tres palmeras hermanas que de pequeñas eran muy alegres y amigables. Sucedió que un día se empezaron a quejar de todo lo que les pasaba, se aburrían del día a día y ya no tenían más ilusión por la vida.
Si era verano se quejaban del calor y si era invierno del frío. Un día la luna salió y de tanto escucharlas les habló:
– Por que mejor no se dejan de renegar y empiezan por apreciar la belleza que hay a su alrededor.
– A qué te refieres, preguntaron las palmeras.
– A que si uno valora la belleza de vivir en armonía con lo que nos rodea podrán vivir en paz y ser muy feliz. Recuerdan cuando eran pequeñas, vivían al máximo sus días y el día se les hacía corto. Eran muy divertidas y se las ingeniaban para jugar y reír de todo.
Las tres palmeras movieron sus hojas como aceptando el consejo y desde ese día no volvieron a quejarse, sino más bien sonrieron más a menudo y fueron felices viviendo en el desierto muy unidas.
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