DE: Juan Mayorga (jmayorga.wordpress.com)
Tengo una foto de cuando tenía unos 2 años. Mi padre, muy joven por aquel entonces, me había puesto en un pequeño salido de una de las ventanas de la casa en que vivíamos. No me sostenía. Simplemente me cuidaba y reíamos juntos.
La foto está en un álbum. La vivencia vive conmigo, me acompaña, estará conmigo y quizá – aunque ellos no lo sepan – con mis hijos.
El otro día fuimos al parque con mis cachorros. Daniel de diez años con su pelota de fútbol esperando una oportunidad para jugar conmigo. Keren de siete años con su independencia, esperando que no le interrumpan en lo que gusta hacer. Y Jaya con una seguridad que a veces me asusta.
Dani tuvo que esperar al día siguiente para pelotear pero se divirtió con los juegos infantiles. Keren estaba tranquila pues Jaya no requería su atención sino la mía. Cuando Jaya decidió dejar el columpio por la resbaladera, la acompañé y le recordé que debe subir un escalón a la vez. Subió a la resbaladera sin dar siquiera un resbalón. De repente caí en cuenta de que la resbaladera era demasiado alta: o bien me ubicaba al final para recibirla cuando baje como un rayo o bien subía también la escalera para ayudarle a partir. No podía hacer las dos cosas. Pero tampoco parecía atinado subir por la escalera y bajarla por la escalinata – a los problemas no se les corre sino que se les enfrenta, decía mi padre.
¿Solución? Regrese a ver a mi derecha y sin que le dijera nada, Keren se subió rápidamente a la escalera y le dió seguridad a su hermana menor. En un segundo estaba yo recibiendo un bólido de dos años que se paraba feliz de nuevo para correr por una repetición alentada por las palabras de aliento de Daniel: «¡vamos mi bonita que usted puede!».
Continuamos jugando no sin que me invadiera un poco de vergüenza: no debí dejar subir a la pequeña si no era capaz de cuidarla, pensé. Y la idea no me dejó un par de días. Es que mi esposa y yo tenemos claro que la responsabilidad es nuestra.
Pero hoy desperté con la imagen de mi padre cuidándome. Claramente tenía que ver con la foto que hice referencia pero desde la posición del niño, como si el director de cámaras hubiera desenpolvado esta grabación de lo más recóndito de mi memoria. Ahora veía a mi padre de frente, con su juventud y seguridad; pero por alguna razón pude percibir también algo de preocupación.
Y entonces entendí que no hice mal al dejar que Jaya se subiera a la alta resbaladera. Comprendí que ya no soy tan joven ni tan ágil. Comprendí que no voy a poder acompañarlos toda la vida y, lo que es más importante, que mis dos hijos mayores – cada uno con sus personalidades – son responsables y siempre cuidan a su hermana menor. Comprendí que nunca dejarían de ser mis hijos. Comprendí que, así como ahora me preocupa la salud un tanto deteriorada de mi padre, ellos estarán pendientes de mi. No por obligación sino por cariño.
Aquellos años fueron muy especiales para mí. Mi padre no fue el mejor padre del mundo pero se esforzó por hacer las cosas bien. Tampoco soy el mejor padre del mundo pero también trato de hacer lo mejor que puedo. Si Dios quiere, llegará el día en que mis nietos guarden en sus bancos de memoria imágenes de Daniel, Keren y Jaya – cada uno con sus virtudes y defectos – cuidándolos pero animándolos a avanzar, e imágenes de un abuelo contándoles historias interesantes del bisabuelo y del tatarabuelo…
muy bonito.
muy noajico!
pq habla de vida, de compromiso, de responsabilidad, de amor, de familia, de trabajo en equipo, de altruismo… muy bonito!
mas q disfrutando el envejecer es disfrutar aqui y ahora el porvenir y el pasado.
Gracias, qué buen texto.
JUAN MAYORGA qué bien poder volver a leerte aquí en Fulvida. Fulvida, en mi humilde opinión es el punto de encuentro de todos los Noajidas cuyo idioma es el Español. Qué bueno sería que todos estuviesemos reunidos aquí sin perdernos por otras páginas, facebooks, etc…
Aquí hay espacio más que suficiente para todos los Noajidas de USA, Latinoamérica y España.
Gracias Juan,
sin lugar a dudas sembramos en nuestros hijos, y sonreimos al ver los destellos que los hacen únicos, pero que también son reflejo de lo que hacemos mientras intentamos ser mejores.
Y en el proceso, bueno … aprendemos mientras el tiempo pasa. Pero que el reflejo y los destellos que de ellos broten también sean herramientas para construir shalom.
Un abrazo
Detras de cada foto existe una historia!
Gracias por la enseñanza!