Barquisimeto, 24 de septiembre de 2006.
Panita, ayer, antes de que la tierra girara completamente sobre su propio eje, completándose así el ciclo diario de veinticuatro horas de rotación, te has ido; sé que no será para siempre, por lo menos hasta ahora no será así, sin embargo se te extraña, también sé que porque te hayas ido no dejaremos de ser amigos, pues para eso haría falta una separación de planos, lo que rogamos al cielo no ocurra tan pronto; pero la verdad es que dejas un vacío en la vida cotidiana, en el día a día cuando, al menos, conversábamos sobre cualquier cosa, nada banales eran las charlas que armábamos de la nada, más bien enriquecieron nuestros intelectos.
Te fuiste al inicio del año, es un buen augurio, has dado comienzo a una nueva etapa de tu vida junto con el año, espero que hayas comprendido la trascendencia que existe en el hecho de irse a estudiar tan lejos de los queridos; te considero muy valiente por tal proeza, pues yo, con ser yo, un muchacho criado sin muchos apegos familiares, no sé si me atrevería a irme así, dejar, como lo hizo Abraham, su tierra, su parentela y su casa paterna, te felicito porque has vencido gran parte de lo que nos domina como seres humanos. Has dado un paso grande, por eso es que te auguro mucha buena ventura por esas tierras merideñas, porque tu voluntad es cónsona con tus metas, sigue así compañero, que vas bien.
Las palabras que he escrito, usando este medio, por el cual cada día agradezco más, son para aquellos que, como mi amigo, han dado pasos tan trascendentales y aún no lo han percibido, miren dentro de si, reconózcanse, valórense, son grandes.
Hasta las vísperas de Januca mi querido amigo, salud y paz te acompañen siempre a ti y a los que te rodean.
Para Víctor Da Silva Lovera.
De Andrés Cordovés.