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Elegir la Vida

mujer pensando

Estar vivo no es sinónimo de VIVIR, hay muchos que parecen vivos,  se levantan, hablan, se dedican a sus quehaceres diarios, se enamoran, se desencantan, ríen, lloran,  comen, van al mercado, o al cine, o al fútbol, en fin hacen cosas día tras día, pero sin conocerse completamente, sin  preguntarse cuál es el sentido de sus “ires y venires” en éste mundo, aprendieron que vivir es sobrevivir.   Pero de seguro no saben  que sus reacciones, o la manera como se comportan y  se relacionan con otros no es más que una máscara, la cáscara que le permite moverse entre otros y a la vez protegerse.

 

Así es, hay quienes se protegen y no precisamente porque exista un peligro real, sino porque tienen hábitos adquiridos desde niños, desde esa primera etapa en la cual las herramientas del Ego le eran necesarias y le garantizaban la atención que demandaba, aunque no lo sepa  sus acciones son en realidad herramientas que   el Ego le ha facilitado para sobrevivir.  Ha sido el salvador ante el miedo y su resultado más devastador “la impotencia”.

 

El miedo  es  la chispa que alimenta al Ego, que nos hace esclavos, impotentes, que nos paraliza, que nos brinda salidas que encarcelan y que atan. Recordarlo y entender que en más de una ocasión ha sido producto de fantasías es prepararnos para enfrentarlo, no sin antes reconocernos en nuestra justa medida, para luego volver los ojos a Quien Todo lo Puede, y comprender que cada episodio corresponde a un peldaño más en nuestro crecimiento, siempre y cuando elijamos la vida.

 

Y elegir la vida es,  no negar nuestras debilidades y decidir trabajar en ellas, reconocer los potenciales y las herramientas que se nos ha otorgado no para vanagloria, sino para hacer lo que nos corresponde y cuando corresponde, elegir la vida es hacer lo bueno y justo pese a que todo parezca en vano, elegir la vida es reconocer la limitada condición humana y a la vez el potencial humano, dejar fluir lo incontrolable a nuestra condición y confiar en Aquel que Todo lo puede.

Finalmente elegir la vida es pelear la batalla para destronar al Ego.

 

¡Es hora de madurar!, que seamos capaces de enfrentar nuestros temores con certeza y responsabilidad.

 

Un abrazo y que juntos sepamos construir Shalom!

Del volver

TESHUVÁ es el proceso de arrepentimiento, es decir, del retorno al camino de lo correcto.
Al volver se supone que hemos adquirido una experiencia que nos fortalece, y si bien no nos inmuniza ante nuevos errores, al menos nos sirve para crecer y mejorar.

Desde el nuevo lugar podríamos tener la capacidad de comprender las acciones de otros, no prejuzgar, no ser drásticos, compadecer, tender una mano misericordiosa, ayudar a otros a regresar a la senda. Porque, hemos estado en situaciones similares, estuvimos fuera de línea y tuvimos la oportunidad y el coraje de realizar el trabajo necesario para enmendarnos.
Pudimos escapar de decretos de muerte, eludir mandatos opresivos, salir del rol de victimizarse, dejar de inventar excusas, no escondernos más detrás de máscaras, nos apartamos de todo ello que nos deja en el exilio para poder reencontrar nuestra esencia espiritual y alcanzar por un rato la armonía.
Pero, solo por un tiempo, porque nuestra existencia en este mundo es de constante tarea, debemos remar siempre, ir de un conflicto a otro, porque así es la regla de habitar en un mundo limitado pero siendo un espíritu ilimitado.

En el error, no es necesario dar excusar, ni culpar, ni justificarse; tenemos la fortaleza como para salir de la celdita mental y disfrutar y de crecer.
Caeremos, es parte de la vida, para volver a levantarnos y continuar avanzando.
Tenemos un Norte que nos orienta, es la médula de nuestro ser, lo que nos conecta de manera perpetua con el Todopoderoso.

Confianza y éxito

Comienza esta semana el quinto libro de la Torá, Devarim, conocido en español como Deuteronomio (repetición de la Instrucción). Coincide con la denominación hebrea tradicional “mishné Torá”, porque inicia el relato de Moshé que recapitula instantes memorables de los últimos cuarenta años de historia hebrea.
Ubiquémonos en contexto. A Moshé le quedan cinco semanas de vida, quiere aprovechar ese tiempo para despedirse del pueblo y dejar marcado un mensaje de vida, de bendición, que les refuerce en la senda del éxito.
Se avecinan cambios importantes y los israelitas deberán estar preparados y dispuestos a convertirlos en oportunidades de crecimiento personal y colectivo. Tendrán a Iehoshúa/Josué como nuevo líder, deberán esforzarse en la conquista de su tierra, serán sometidos a varias pruebas y no contarán continuamente con la ayuda directa y ostensible de Dios, tendrán que aprender a ser un pueblo independiente en su propia tierra.
En síntesis, es hora de madurar y estrenar otra etapa de la vida colectiva. Se podría decir que el pueblo estaba dejando atrás la infancia para ingresar de a poco en la adolescencia, con sus modificaciones, vacilaciones, enojos, esperanzas, anhelos, compromisos, etc.

Quizás por ello el relato hace especial mención del fracaso ocurrido en el episodio de los merraglim, los doce exploradores que cuatro décadas atrás fueron enviados a recopilar información de Canaan. El informe de diez de ellos estaba plagado de desconfianza, incentivaron las dudas basadas en la intranquilidad de los israelitas, encendieron la mecha que explotó en el descontento y angustias. Muchos israelitas escogieron hacer caso a las fantasías del miedo en vez de confiar en el Eterno y avanzar con seguridad.
Según se nos revela, si hubieran tenido confianza en el Eterno y enfrentado sus temores con entereza y responsabilidad, entonces tomar posesión de la tierra de Israel y afincarse allí hubiera sido un proceso mucho más pacífico y sencillo. Pero, no lo fue (ni lo es).
La actitud derrotista, atemorizada por fantasías, que busca culpables para escapar de las tareas, que reacciona quejosamente o violentamente, seguramente que no lleva a la victoria, por tanto, debe ser reconocida, desactivada y reemplazada por la actitud benefactora y beneficiosa. Pero, ¡mucho cuidado cuando las conductas tóxicas repetidas se convierten en hábitos, pues son más difíciles de transformar positivamente! Por ello, Moshé recuerda otras oportunidades en las cuales el sentimiento de impotencia devastó a los israelitas, llevándolos a conductas pesimistas y al fracaso.
Ahora, el maestro le asegura a Iehoshúa, frente a todo el pueblo, que cuando surjan inconvenientes no hay que temer, pues el Eterno estará del lado de los hebreos, luchando sus luchas siempre y cuando hagan su parte correspondiente.
El Rav Kook enseña, a partir del Salmo 112: “La confianza interna se basa en el conocimiento de que aun lo que parece ser malo no tiene porqué complicarnos. Si el corazón está verdaderamente "firme en la confianza en Dios", no hay lugar para el miedo y la ansiedad, ya que todo es de Dios y nada puede ser verdaderamente malo.
Los aspectos más debilitantes de las dificultades y el sufrimiento no son físicos, sino de naturaleza psicológica. Para una persona que puede ver el mundo tal como es, y aún así su corazón permanece lleno de confianza en Dios, incluso sus aflicciones no son verdaderas aflicciones. Tal persona es feliz con su parte en la vida, y es capaz de enfrentar los desafíos de la vida con gracia.
Pero para la persona que está acostumbrada a estar descontent
a con el mundo, los problemas le esperan en cada esquina. Uno no puede estar en paz y sentir la alegría y la felicidad sin aprender a fluir con la vida y aceptar las condiciones de la realidad.” (adaptado de “Ein Eyah” vol. II pp. 324-325).

La rutina

Mi perrita escucha el sonido “pp” (pé-pé) y se entusiasma, parece que sabe que significa en nuestro código: paseo (calle, playa, hierba, otros perros, correr, olisquear lo que fuera, comer porquería, hacer sus necesidades, recibir golosina de perro por defecar, etc.).

Se alborota y corre hasta donde está su collar.

Levanta primero su patita izquierda, luego la derecha.

Se dirige a la puerta principal, nunca a la de servicio.

Aguarda junto al ascensor de servicio a que se cierre la correa en los lazos del collar.

Entra primero al ascensor y se queda quietita hasta que llegamos al subsuelo, para salir por el garaje. Antes, se sacude, como hacen los perros al salir del agua por ejemplo.

Toma siempre el mismo camino hasta la puerta de servicio. En el medio suele detenerse en un pequeño jardín, cuidado por un vecino, donde inspecciona las nuevas y viejas plantas.

Salimos y allí sigue, con pocas diferencias los rituales habituales. Solemos ser los acompañantes humanos los que tomamos decisiones aleatorias o predeterminadas, todo ello en apariencia, que marcan rutas alternativas o experiencias fuera de las cotidianas en estos paseos casi diarios.

Espero no haberte aburrido con esta pequeña y familiar reseña, intrascendente en grado máximo.

Ahora, te pido que reflexiones y si puedes/quieres respondas.

¿Tienes conciencia de tus patrones de conducta, aquellos que repites una y otra vez por lo general de manera inconsciente?
¿Adviertes los adiestramientos a los que has sido sometido y continúas fortaleciendo cada vez que los reiteras?
¿Entiendes hasta donde te tiene dominado el EGO y te deja carente de poder y alcance?
¿Sabes la ventaja que podrías tener por sobre las conductas instintivas y/o adquiridas de un perrito?
¿Llevas un registro de tus actividades rutinarias y comprendes cuales te limitan y enferman?
¿Quieres desarrollar tus potencialidades?
¿Anhelas cambios positivos que llenen tu vida de sentido, satisfacción, bendición, shalom?

Quedo de ti, hasta luego.

De lo profundo te llamo

Vamos adquiriendo caretas y disfraces, es normal que así sea, es parte del ser humano.
Éstos, en su enorme mayoría, encubren a nuestra identidad eterna, nuestra neshamá/espíritu o Yo Esencial.
Las formamos nosotros, pero con la asistencia y exigencias de los otros. Esos otros que nos encamisan pudieron haber sido, y lo fueron: mamá, papá, los hermanos, los abuelos, la maestra, la cuidadora, los amiguitos, la TV, la novia, el jefe, los colegas, el Estado, el pastor, el cura, el rabino, el… multitud de personajes de –supuesta- autoridad o que tienen ascendiente sobre nosotros. Vamos admitiendo sus mandatos, adecuándonos a sus exigencias, viviendo de acuerdo a sus deseos y demandas. Pero, no somos entes pasivos, no somos arcilla que se deja modelar, sino que activamente hacemos para ser adiestrados, domados, confinados, etiquetados, convertidos en máscaras que oscurecen nuestra cara.
Es tanta la convicción, esa fe absurda y ciega, que nos aferramos a esas falsas identidades que al mismo tiempo son nuestras.
Entonces actuamos convencidos en nuestros roles, dejando de atender, conocer y respetar la llamada de nuestra esencia.
Creemos que somos el Yo Vivido y que nada hay ya de Yo Esencial.
Entonces, soy lo que estoy siendo, y en parte es así; pero en realidad soy algo diferente, más profundo, más luminoso, más sagrado, más saludable que los rostros que actúo a diario.

Cuando me desprendo de lo que siento y creo que soy,
es que puedo llego a ser lo que podría a ser efectivamente,
a plenitud,
en armonía con mi esencia eterna.

Cuando dejo caer una careta tras de otra,
con el dolor y confusión que ello conlleva,
y me desnudo de excusas, ya no repito los lemas que memorice, no me manejo con preconceptos, reniego de la fe que me han adoctrinado, y me desencadeno de lo que aferro,
es cuando estoy listo para recibir lo que en verdad me satisface y me colma de felicidad y bienestar y bendición.

Es así que cuando me siento destruido,
es cuando estoy capacitado para crecer y alcanzar otro nivel.
Esto en el caso de una destrucción racional, medida, cuyo objetivo es despojarse de las cáscaras y cadenas,
romper los moldes, quitar los barrotes, espantar las caretas y permitir que el potencial se manifieste y desarrolle.
Aunque a veces, el caos imprevisto, el desbarajuste sin programar, la obligación de salir de la zona de confort exigido por las circunstancias, también pueden ser aprovechados para interrumpir la repetición de ciclos espantosos, de patrones de conducta doctrinarios y forjar así el cambio, la evolución, el predominio del Yo Auténtico por sobre el Yo Vivido.

Sí, suele ser una etapa dolorosa y aturdidora,
donde los puntos de referencia inflexibles desaparecen,
donde los límites terribles pero conocidos daban esa falsa sensación de estabilidad.
Estamos como perdidos, sin animarnos a nada, como si de pronto todo lo conocido ya no existiera.
Pero, en ese vacío está la posibilidad cierta de hartura.
Luego de la zozobra, tras la tormenta, realizando los pasos necesarios, seguramente habrá un renacer victorioso.

Habrá que organizar la nueva situación, aprender lo que ya se tenía sabido, educarse para mantener la recién readquirida libertad,
lo que probablemente equivaldrá a esfuerzo, trabajo, renuncias, compromisos,
que de llevarse a cabo aseguran el bienestar.

En palabras del sabio salmista:

"(1) [Canto de ascenso gradual] De lo profundo clamo a Ti, oh Eterno.
(2) Señor, escucha mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.
(3) oh Eterno, si tienes presente los pecados, ¿quién podrá, oh Señor, mantenerse en pie?
(4) Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.
(5) Yo espero en el Eterno; mi alma espera. En su palabra he puesto mi esperanza.
(6) Mi alma espera al Eterno más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana.
(7) Oh Israel, pon tu esperanza en el Eterno, porque en el Eterno hay misericordia, y en él hay abundante redención.
(8) Él redimirá a Israel de todos sus pecados."
Tanaj: Tehilim / Salmos 130 (Español)

¿Lo habías leído antes?
¿Entiendes algo diferente ahora, con lo que te vengo explicando?
¿Comprendes que no hay algo “religioso” aquí (sometimiento y EGO), sino un canto a la vida en todas sus dimensiones, desde la quebradura más profunda?

La otra opción es dejarse arrastrar por la amargura, hacer de la queja un motivo de vida, demandar del mundo respuestas, someterse al EGO y volver a habitar detrás de armaduras enmohecidas, caretas asfixiantes, mandatos que nos alienan y nos hacen otros en identidades que nos pertenecen. O sucumbir.
Sí, también puedes optar por esto, volver a la oscuridad, refugiarte en el abismo, ser un extraño para ti mismo pero con la creencia de que sabes quien eres y donde estás.

Ideas de fracasado

Hay gente que toma una idea y la rumia.
Se pasa horas, días e incluso más tiempo dando vueltas y vueltas a esa idea, con pequeñas variantes tal vez.
Si es acerca de una elección, permanecen sin decidir.
Si se trata de avanzar en el conocimiento, se quedan empantanados.
Si es de crear, obviamente no lo consiguen.
Solamente más de lo mismo, una y otra vez. De manera cansina y absurda, tratando de descubrir nuevas facetas allí donde está todo exprimido.
En un seudo análisis con aparente sin fin, proyectan sombras temibles, de fracasos, inconvenientes, obstáculos, duelos, amarguras, desesperanza, agobiante impotencia en sus diversificadas variantes. Y vuelta a empezar, a repetir, a hacer un eco abominable y carente de vitalidad.
Desgaste de energía en este devenir, hasta el punto de estar realmente aprisionados por ideas sin fundamento, terrores sin cuerpo.
O, con suerte (dicho en sentido irónico), terminan descubriendo que sus ominosas predicciones se han hecho realidad (¿por qué será y qué tendrán ellos que ver con esto?).

El miedo al fracaso le va carcomiendo, afectando, debilitando al punto de hacerle fracasar.
El rumiar pensamientos acerca de la impotencia, termina por manifestarla.

¿Qué hacer para no ser esclavo de esto?
Una buena acción es dejar pasar las ideas sin aferrarse a ellas.
Aparece, la ves, la reconoces, te das cuenta que no te sirve para mejorar tu vida, entonces la dejas ir sin enroscarte en ella.
Es un tren que no te lleva adonde quieres llegar, entonces, ¿por qué habrías de subirte a él?

Pero, ¿cómo hacerlo?
Si tú ya lo probaste y no pudiste desprenderte de esa obsesión corrosiva.
Te propusiste desechar el pensamiento ni bien apareciera, pero no lo consigues.
Por el contrario, es como si te reforzaras en girar alrededor sin miras de librarte.

Te repito, lo dejas pasar.
Podrá llevarte tiempo y esfuerzo, porque ya tienes un hábito implantado de rumiar las ideas de fracaso, pero tienes la capacidad para enfocarte en lo que te reporta beneficios.
Aparece, lo identificas, lo dejas correr sin apegarte.
Igualito al tren que no te sirve y por tanto no asciendes a él.

Pero, ¿cómo saber que realmente no te sirve?
Si son pensamientos que podrían ayudarte a reconocer potenciales riesgos, o a avizorar ideas que nunca antes habían sido puestas en marcha.
Sencillo… porque ya has pasado por esto antes y has visto que los resultados son amargos.
O, porque no tienes como aterrizar la idea y convertirla en una realidad operante.

Mejor, busca el tren que te lleva a tu destino luminoso.
Seguramente pasa por la estación en la que te encuentras en este mismo instante.
Pero, de tanto enfocarte en lo que no te sirve, dejas de prestar atención.
Piensa positivo, para actuar positivamente.

Si tienes un problema, el saber su origen antiguo tal vez no te brinde la solución. Probablemente lo que ahora perturba y desgasta tenga su propia causa actual, que no tiene porque esfumarse al descubrir la causa original. Entonces, por ahí no pierdas tiempo preguntando "¿por qué a mí?”; “¿qué habré hecho en el pasado para que esto me pase ahora?”.

Rumiar al respecto de los problemas y lo que sufres por su causa no aporta soluciones, ¿o sí?

Que te moleste alguna actitud o conducta y te la pases pensando en ello, llorisqueando, amargándote, quejándote, sin hacer cambios realmente favorables, ¿servirá para algo?

Llorar, gritar, patalear y/o desconectarte de la realidad ante la impotencia, cuando tienes otros caminos para explorar, ¿te harán más poderoso y feliz?

¿Serás más rico por soñar con lo que no tienes al mismo tiempo que no bendices ni agradeces por lo que sí tienes?

Cuando echas culpas, acusas, tratas de deslindar tu responsabilidad; cuando debieras hacerte cargo de tu parte y hacer algo al respecto, ¿te dará libertad y paz interior?

La propuesta es enfocarte en lo que te puede dar felicidad, libertad, alegría, bien pasar, tranquilidad, amistad, calma, disfrute…
¿No sabes qué es o cómo lograrlo?

Bueno… ¡es tu problema!
¡Arréglalo!

¿Quieres mi ayuda personal?
¡Perfecto! Aquí la tienes: http://serjudio.com/nosotros/sesiones-online

¿Tu niño interior?

El bebe es absolutamente egoísta.
Está bien que así sea.
Porque no cuenta con herramientas físicas ni de experiencia para ser diferente.
Y, porque necesita de toda su energía y disposición para crecer, desarrollarse, aprender, insertarse en el mundo.
De a poco, se supone, va corriéndose de sí mismo para ir adquiriendo un rol solidario, altruista, constructor de shalom también con el prójimo y el ambiente.
Llegado a la madurez, es cuando debiera haber reducido su egoísmo a la mínima expresión, aquella que es necesaria para su sostenimiento y que podemos denominar como “egoísmo positivo”.

Pero, presenciamos a diario manifestaciones de egoísmo en personas grandes, con años encima.
Se comportan como bebes en cuerpos crecidos.
Pendientes solamente del placer del momento, de sus deseos, de sus menudencias, de sus sufrimientos, de acaparar, de reclamar y exigir, de creer que el mundo son ellos y el resto está para servirles sin chistar.
Sí, hay tantísima gente así (y podemos ser tú y yo también, que conste).

Esta gente actúa así porque no ha conseguido desarrollar sus potencialidades, siguen reducidos, doblegados, carentes de amplitud.
Sí, podemos ser comprensivos, admitir esta debilidad que les esclaviza, pero no por ello sumarnos o hacernos cómplices de su infancia no superada ni aprovechada.

El egoísta es un bebe, o un infante, que se revuelve en un cuerpo de persona mayor.

Profundizar en la CA

Hemos dedicado muchos encuentros a conversar acerca de la Comunicación Auténtica –CA-, a explicarla, fundamentarla, reportar acerca de su utilidad y destacarla como herramienta en la construcción de Shalom interno y externo.
Si no has tenido oportunidad de estudiarla, no la recuerdas o deseas refrescar tus conocimientos, te sugiero que busques aquí mismo, encuentres, leas, estudies, analices y lleves a la práctica. Luego, si quieres, nos contarás al respecto de los cambios favorables merced a ella.

Ahora te brindaré otra herramienta de comunicación, la cual sería como la vigorización de la CA, de la cual hemos esbozado alguna cosa en el pasado, pero sin profundizar ni detallarla.

¿Tienes algo para decir?
Bien, entonces ANTES de hacerlo tómate unos instantes para realizar la siguiente evaluación.

  1. ¿Es verdad?
  2. ¿Construirá shalom? Es decir, ¿es bueno Y justo?
  3. ¿Habrá algún provecho real y válido?

Por supuesto, podría ocurrir que estas pautas entraran en conflicto entre sí.
¿Cómo determinar entonces la línea de acción?
¿Habrá que priorizar una sobre las otras?
¿Depende de la situación?
¿Y si para construir shalom es necesario que ocurran algunas pérdidas, que parecieran no proveer ningún beneficio a corto o mediano plazo?
¿Cómo despejar si algo es verdad o mera ilusión de tal?
¿Acaso no nos dejamos llevar por creencias acerca de lo bueno, de lo justo, de lo verdadero, de lo provechoso, que son solamente eso: “creencias”, y por tanto no necesariamente apoyadas en fundamentos valederos?

Son algunas de las abundantes preguntas y cuestionamientos que seguramente te surgirán si quieres actuar desde este enfoque.
Por lo cual, si haces las cosas de manera mesurada y buscando el shalom, probablemente te apartes del error y consigas actuar positivamente.

¿Esto quiere decir que tendrás que silenciar tu voz si debes denunciar el mal?
¿Solamente puedes decir cosas positivas de algo o alguien sin señalar fallos o demoler asuntos precarios?
¿Te obliga a ser cómplice del mal, para no dejar de ser bueno?
Creo que estas tres preguntas son de fácil resolución si sopesas correctamente lo que te estoy planteando ahora.

Para finalizar, por hoy, te pido que nos ayudes a entender y aplicar mejor este concepto.
Propón en los comentarios situaciones en los cuales sea necesaria la CA y que podamos ver el uso de este planteo.
¿Quieres ayudarnos?
Gracias.

¿Culpable?

Una cosa es la culpa, otra –bien diferente- el sentimiento de culpa.

En el diccionario encontramos lo siguiente:

  • f. Falta que se comete voluntariamente.
  • Responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto incorrecto.

    En la culpa hemos hecho algo negativo, hemos faltado, nos hemos equivocado, salimos del trazado correcto, por lo cual recae sobre nosotros la responsabilidad.
    Entonces, podemos equipararla con una alarma, una señal de alerta, que nos anuncia que hay algún aspecto a examinar, alguna conducta a corregir, un daño a reparar, sentimientos a dejar fluir, teshuvá que hacer, etc.
    Es una oportunidad para aprender, para mejorar, para crecer, para pedir perdón, para perdonar, para ser responsables y construir shalom.
    Como somos falibles, cometemos errores, o hasta fallamos voluntariamente, y sin la culpa podríamos pasar de largo, sin que nada en nuestro interior nos advirtiera e invocara al cambio y corrección.

    PERO, en el sentimiento de culpa NADA hemos hecho, pero alguien –con el fin de manipularnos, seguramente- nos adjudica la culpa, nos somete a juicio, nos atormenta para despojarnos de nuestro poder y quedar a su merced.
    Sí, es una herramienta habitual en el arsenal de los manipuladores.
    Estos pueden ser tus padres, tus hijos, hermanos, amigos, socios, colegas, empleados, patrones, conocidos, el vagabundo, vecinos, políticos, cualquiera que esté en contacto contigo, directa o indirectamente, de manera habitual o circunstancial. El uso del sentimiento de culpa es frecuente, cotidiano, de hecho probablemente tú también lo hiciste el día de hoy, tal como yo.

    No es extraño que sea uno mismo quien genere ese sentimiento de culpa para consigo mismo.
    Sí, es el EGO actuando, invocando sus fantasías para postrarnos y dejarnos inermes, a merced del sentimiento de impotencia, y entonces aparecer como un mágico salvador. O, podría hacerse presente como un tirano, para hundirnos aún más en la desesperación y la debilidad. Como sea, estaremos atrapados por las redes del EGO, nuestro o de otros.

    Mira un ejemplo.
    La persona ha sido adiestrada para tener un sistema de creencias en las cuales se compara constantemente con un ideal superior, inalcanzable, de perfección. Hay mandatos y deberes imposibles de satisfacer, que son intocables, inaccesibles al análisis y crítica, allí se erigen sobre terribles pedestales de moralidad, de rigidez, de exigencias. La persona, sin escapatoria, termina aplastada por esa presencia ominosa. Se siente culpable de continuo, ¿cómo no hacerlo, si está fallando y en falta en todo? Sea en su físico, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en su trabajo, en sus estudios, en sus relaciones interpersonales, en su identidad, en TODO, pues cada aspecto de su existencia se compara con el monstruoso ideal de perfección, y le deja exánime, inoperante, fallado, pecador.
    De todo es culpable, aunque en la realidad lo sea de nada.
    Él mismo es su juez implacable, critica amargamente, señala destructivamente, no concilia, no negocia, no entiende de términos medios, no visualiza el aliento de los potenciales, sino solamente la falta, el error, la impericia, el fracaso.
    Cada puntito pequeñito en la enorme sábana clara, es magnificado, aumentado hasta tener un peso insostenible.
    Cada contratiempo es asumido como una calamidad espantosa, sin solución.
    Cada paso en falso es determinante de un fracaso completo.
    Todo sirve para ser humillado, para avergonzarse, para fatigarse en duelos y amarguras.
    Se hunde en ese sentimiento de culpa sin ninguna madera que lo sostenga a flote, sin un salvavidas que le rescate.
    ¡Cuanto más grave cuando se le afirma categóricamente que ha nacido con el “pecado original” y no hay manera de salvarse, sino solo la fe en absurdos supersticiosos!

    Por supuesto que la culpa y el sentimiento de culpa son anclas al pasado, pues tratan de hechos/dichos/pensamientos/sentires (reales en uno, imaginarios en el otro), que se cometieron. Pueden tener un segundo, un día, una vida de edad, pero siempre nos empantanan al pasado por lo cual se drenan energías del presente, nos desgastan y debilitan aquí y ahora.
    La gran diferencia en esto es que con la culpa se enciende la señal para corregir y así destrabar nuestro camino, librarnos del ancla, comenzar de nuevo, habiendo pagado lo que fuera necesario.
    En cambio, con el sentimiento de culpa como no hay nada real para arreglar, ¡nada podemos arreglar! Entonces, nos quedamos atados, dando vueltas en círculos o simplemente paralizados, malgastando energía. Es necesario descubrir el sentimiento de culpa y desactivarlo, despojarlo de sus pinzas que nos tienen fijados, corrernos del lugar del culpable sin solución, o con soluciones mágicas que no son otra cosa que aceptar la esclavitud a lo que nos ha esclavizado con el sentimiento de culpa.

    Ejemplo: por todos es conocido el sentimiento de culpa terrible de cierta religión, que acusa a toda la humanidad de un pecado original, todos somos culpables y punto. Todos nos vamos al infierno. Eso dicen y repiten los emisarios de tal religión. La única manera de zafar de esa maldición eterna, es tener fe en el absurdo de la idolatría, doblegar nuestra espiritualidad a la ferocidad de la religión. Dejarnos conquistar y todavía agradecer por ello. Se nos hunde en la desesperación y al mismo tiempo se nos ofrece la esperanza mágica de salvación. Pura, simple, grotesca y terrible manipulación que hace uso del sentimiento de culpa (y accesorios).

    ¿Te diste cuenta que en todo este asunto se esconde un afán enfermizo por el control?

    Entonces, ¿qué hacer?

    Es necesario actuar con bondad y justicia con nosotros mismos y con el prójimo. De aquí, ser comprensivos, amables, comprender sin juzgar, corregir sin excusar.
    Descubrir los patrones de conducta que se reiteran y nos retienen en estas situaciones terribles.
    Desactivar esos mensajes tediosos, abrumadores, asfixiantes –a veces hasta bien intencionados- que no son más que piedras que vamos añadiendo a nuestras mochilas.
    No querer controlar lo que no podemos controlar.
    Hacer de los sucesos experiencias, y de éstas obtener enseñanzas que mejoren nuestra existencia.
    Amarnos, respetarnos, cuidarnos.

  • Haz la luz

    Presta atención:

    "En principio creó Elokim los cielos con la tierra.
    (2) Y la tierra estaba informe y desordenada, y había tinieblas sobre la faz del abismo, y el soplo de Elokim se deslizaba sobre la faz de las aguas.
    (3) Dijo Elokim: ‘Sea la luz’, y fue la luz.
    (4) Elokim vio que la luz es buena, y separó Elokim la luz de las tinieblas.
    (5) Elokim llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y fue la mañana, día uno."
    (Bereshit / Génesis 1:1-5)

    Había oscuridad, caos, confusión, tinieblas, desorden, abismos, el mundo de la impotencia en términos de los humanos, el pan que alimento al EGO (Ietzer haRá, tendencia a lo negativo)
    Allí surcó la palabra que trajo la luz.
    La luz que era buena, que sirvió para establecer un antes y un después.
    Gracias a la palabra que hizo la luz, donde había EREV (penumbras, noche, confusión, mezcolanza) apareció el BOKER (mañana, claridad, discernimiento).

    Sí, la palabra.
    La que establece orden, armoniza, tiende puentes, comunica auténticamente, la que es constructora de Shalom.
    No el barullo, ni la palabrería, ni la jerigonza, ni la cháchara, que son instrumentos del EGO para sostener el reino de la oscuridad.
    Tampoco esa pesada voz que nos habla muda en nuestro interior con acusaciones, desconfianza, falta de poder, culpas, abandono, flaccidez, debilidad, vulnerabilidad; o que nos hace creer todopoderosos, tocados por una varita mágica, insustituibles, carentes de error, pero no deja de ser una fantasía que tapa la amarga realidad de nuestra inoperancia e impotencia.

    Nuestra mente puede estar bullendo con datos desordenados, sensaciones que no fluyen, dudas sin plantear, prejuicios, temores, emociones estancadas, creencias no analizadas para doblegarlas, ideas atrapadas, vergüenzas inconcebibles pero presentes, angustias, sentimiento de culpa, palabras que están escondidas o encerradas, que nos mantienen prisioneros de celditas endebles pero que sentimos como poderosas e inquebrantables.

    Palabras que están silenciadas, reprimidas, esclavizadas al EGO, y que al no encontrar expresión no corren la oscuridad ni dan paso a esa luz que da vida.
    Nos quedamos encerrados, en soledad, como abandonados, sintiendo que nadie nos comprende y que nadie pasa por lo que nosotros.
    Nos sentimos en esa situación de impotencia que parece no tener punto final ni manera de ser superada.

    ¿Qué pasaría si te adueñaras de tu voz y materializarás palabras de Shalom?
    No precisas estar por completo seguro, ni afirmado en tus ideas, con esbozar tu mundo interior a través de la Comunicación Auténtica (CA) sería suficiente (en un principio).

    Recuerda:

    1. Sé claro, preciso, concreto.
    2. Sé respetuoso y no admitas que te falten el respeto.
    3. Sé auténtico.
    4. No supongas, pregunta.

    Es un camino diferente, mejor, saludable, al que impone el EGO con sus llantos, gritos, pataleos y desconexiones de la realidad (con todos sus derivados).
    Porque, con el EGO se mantiene o intensifica la confusión, el caos, el dolor, el miedo, la impotencia. En tanto, con el hablar a través de la CA hay luz, e incluso una pequeñita llamita permite hacer multitud de refacciones al daño de la oscuridad.

    A veces te darás cuenta que si lo sacas fuera, con CA, lo que en tu interior aparecía como un monstruo terrible e imbatible en realidad suena a hueco, cuco de cuento, algo irrisorio, falto de sentido, sin ningún dominio sobre ti.

    En ocasiones advertirás que no provoca esos efectos devastadores que tanto temías.

    Otras, encontrarás que no es del agrado del otro, que reaccionará como quiera/pueda; tú sabes que no tienes el control sobre el otro y sus reacciones, pero si es necesario y correcto decir lo que tenías guardado, no debería permanecer silenciado, y asumir las consecuencias con saludable responsabilidad. Sí, seguramente que las desavenencias son parte de la relación humana, ¿y qué?

    Otras, comprenderás que hay gente en sintonía contigo, que armonizan, que tienes entendimiento y no lo creías antes de usar la CA.

    Entonces, ¿a cuánto estás de hacer la luz?

    ——

    En estos momentos amargos para la nación judía, en donde el Estado de Israel está siendo atacado desde diversos frentes, con agresiones de todo tipo tales como cohetes lanzados constantemente sobre poblaciones civiles, secuestro de jovencitos, asesinato de indefensos, mentiras difundidas por los medios masivos de desinformación, protestas incoherentes ante embajadas, violación de sinagogas, etc., es una buena oportunidad para que aportes de tu parte en la construcción de Shalom a través de la palabra.
    Infórmate, aprende, comprende, no te dejes conducir por los ejecutores del caos, no quedes en silencio, comparte la verdad, brinda datos, desbarata mentiras, confronta a los embaucadores con hechos ciertos, haz tú la diferencia siendo hacedor de luz.