Mientras escucho una canción, en mi cuarto, sola con mi Padre Celestial, me pongo a dialogar con El, y me habla a mi corazón y toca eso que el quiere que saquemos, eso que puede estar haciendo daño. Se me vino la imagen de una vasija, un vasija que a la vista se ve muy fuerte, que pareciera que nada ni nadie la podrá romper. Todos la miran asombras, qué bella es!
Un día encontramos una rajadura, qué pasó? nos preguntamos. Pero la vasija sigue allí, permanece, no deja de ser bella. Otro día más, otra rajadura. Que está pasando? La vasija sigue alli, así cada día, hasta que finalmente, no podemos creer, la vasija yace destruida, en el piso…Nadie, nadie se dió cuenta que al pasar alguien le daba un golpe, sin querer, sin darse cuenta. Que cada día, alguien agregaba un golpe más, pero todos seguían sin ver. Todo estaban absortos de lo que sucedía, hasta que llegó su destrucción.
Así somos los hombres con las palabras, un día, una cosa. Pasó de largo. Otro día, alguien agregó algo más que marcó una herida en la persona, pero sólo se notó un razguño. Así sucesivamente. Cuánto daño podemos hacer con las palabras. Cuantas marcas podemos dejar, sin darnos cuentas. A veces, sólo quedan las marcas, otras se termina como la vaciaja. Cuán destructora puede ser nuestra leguan, solo una palabra puede terminar de destruir a alguien. No miremos cuan bella puede ser la persona por fuera, pero no sabemos cuando la podemos llegar a destruir. Hagamos de nuestras palabras que construyan y no destruyan. Que no tengamos que enmedar lo roto…que podamos decir hemos construido con es el lema de esta página, seamos constructores de shalom. No seamos esclavos de nuestra palabras. Un selencio vale más que mil palabras. Shalom.
un silencio y una amable sonriza.