Las consecuencias del EGO.

Cuando nacemos somos adoctrinados en un mundo que al principio es abrumante. se nos imponen creencias que debemos de aceptar, sean idólatras o ególatras y se nos enseñan ciertas características que nos acompañarán por el resto de nuestros días. En mi casa se creció con la idea bélica desde la guerra en las aulas, quién es mejor, a quién le van a brindar más cumplidos, etc., hasta la guerra en el campo de juego. Se nos enseñó a que el hombre tenía que ser mujeriego y “poner orden en su casa.” Se nos adoctrinó en las filosofías darwinianas de la supervivencia del más fuerte y se nos coartó nuestro pensamiento y se nos consideró como débiles si nos preocupábamos por los menos afortunados. No digo que ese sea el caso de todos pero sí el mío y el de muchas personas que conozco.

Se nos enseñó a no salir con esta muchacha por su apariencia física o por su estatus social, se nos enseñó a conducir coches caros y a comportarnos de cierta forma, a adoptar ciertas características que nos permitieran el avance en la escala social, a no ser vistos con ciertas personas que podrían menoscabar nuestra reputación, etc. Luego vino la etapa de la rebeldía donde decidimos hacer todo lo contrario a lo que nos habían enseñado. Luego recapacitamos y nos dimos cuenta que ninguno de los extremos es bueno y decidimos adecuar nuestra conducta circunstancialmente.

Pero el hecho de que nosotros hayamos cambiado nuestra forma de ser, no significa que nuestros amigos o familiares lo hayan hecho. El amor no existe, le dicen a uno, lo que sí existe es la percepción que otros puedan tener acerca de ti. Si sales con una muchacha sin dinero entonces vas a ser pobre. “Cásate con una millonaria” me decía un familiar. “Esa mujer no tiene personalidad ni estatus, ¿por qué sales con ella?” Y así fueron un sinfín de cosas que le inculcaron a uno desde pequeño. No digo que todas ellas sean malas pero me pregunto, ¿cuál era el propósito?

Ahora comprendo que uno debe de saber llevar una vida adecuada y no hacer ciertas cosas, no por lo que digan los demás sino por el daño que puede causarse uno mismo o a los demás. Tal parece que vivimos en una cultura que rinde pleitesía al ego. Observas una modelo entrar a cierto lugar y ves cómo ella camina de cierta forma y ve a las personas por encima del hombro porque ella se cree superior a los demás e inmediatamente los egos de los ignorados contraatacan y buscan acercársele o en su defecto envidiarle y odiarle. Ves a un jugador de deportes famoso y sucede lo mismo. Es más, no nos vayamos tan lejos, en mi caso en particular, yo era tan servil a mi ego que hubo un momento de mi vida donde sólo me importaba la apariencia externa y la vida giraba en torno al gimnasio, la apariencia personal, las chicas y los deportes.

No pasó mucho tiempo para que me retribuyeran por mi actitud arrogante y comenzara a sufrir los embates de mi propio ego. Pero tuvo que pasar mucho tiempo y continúa pasando donde veo cómo sigo errando porque mi ego está tan afianzado que libro una batalla campal día con día para poder deshacerme de la basura que alguna vez formó la base de mi vida. Cuando jugaba deportes de contacto me hice popular y me sentí aceptado. Pero el ser aceptado significaba humillar a los que eran distintos y comportarme de una forma X para poder encajar. Desafortunadamente hice todo eso y logré encajar. Cuando estaba adentro no me gustaba estar allí. En realidad envidiaba a los que estaban fuera porque tenían mayor libertad de actuar.

Dejando de lado mi breve relato personal cuyo propósito es el evidenciar lo repugnante que puede ser vivir por el ego, deseo hacer hincapié en el hecho que nuestra cultura es una de adoración al ego, sino al propio, sí al ajeno. No creamos que sólo los chicos y chicas “fresa” son los únicos embatidos por el ego. A veces el que menos parece, que no es atractivo físicamente, que no sobresale en lo académico, que no se encuentra en un estatus social medio o alto y que ni siquiera parecería ser una persona que demuestre su egocentrismo, podría ser más egocéntrico aún que el que más pareciera serlo. He tenido la oportunidad de conocer a muchas personas en la vida y he conversado con el mendigo farmacodependiente que pide limosna y el congresista que acude a su curul a  dirigir los asuntos del Estado y sé que no soy el único, especialmente en este sitio, que ha tenido esas oportunidades, por eso lo menciono, porque sé que la gran mayoría pueden entender la base para la mención de este hecho.

Todas las personas tienen una historia que contar, algunas no serían aceptadas en Hollywood pero siguen siendo grandes historias. Otros tienen historias que contar pero que son inventadas para poder encajar. Otros no tienen historias pero sí anécdotas. Lo que la vasta mayoría tienen en común es que les gustaría ser el centro de atención. De hecho, el éxito del ex presidente estadounidense Clinton es que, según Alan Greenspan, Clinton tiene la capacidad de prestarle atención por completo a las personas y hacerles sentir como la persona más importante en el mundo.

Como creo en el método científico decidí realizar un pequeño experimento social. Por unos meses comencé a tratar a todas las personas que encontraba como si fueran la persona más importante en el mundo. Unos me veían con desdén, como si fuera un pobre diablo desesperado por ser aceptado. Otros me trataban con desprecio y pensaban que era tonto entonces me menospreciaban. La gran mayoría se sentía halagada y estaba dispuesta a ayudarme y a darme consejo. Una minoría no se sentía cómoda con la deferencia, creo que ellos no eran esclavos de sus egos. En fin, al final logré entender que la mayoría de las personas no sólo desean ser escuchadas sino ser puestas en un pedestal, si no están allí no es porque no quieran sino porque no pueden en el presente.

La mayoría de congresistas ven a los que consideran inferiores con menosprecio. Ocultan su desdén por las masas detrás de una sonrisa y cuando llegan a casa, muchos de ellos tiran sus trajes a la basura, digo esto con conocimiento de causa. Al otro lado del espectro los que menos tienen y más abajo en la escala social se encuentran, desprecian, odian y envidian a los congresistas y, los que están en el medio, usualmente la clase media alta, están demasiado ocupados trabajando para procurarse cosas innecesarias para poder aparentar, es decir, están aprisionados por el ego propio y no tienen el mismo tiempo disponible para ponerle la misma atención a los ajenos.

Entonces viendo estas cosas comencé a reflexionar acerca de mi actitud que tan solo hace unos pocos años era igual a la de ellos o quizás peor. Se nos ha enseñado como hombres latinos a ver a las mujeres de forma distinta a nosotros. Se nos critica si no somos mujeriegos, se nos rinde pleitesía si lo somos y comenzamos a avanzar en la empresa. Se nos tilda de raros si conversamos con el personal cuello azul. Se nos palmea la espalda si el gerente general se acerca y nos saluda. Y a pesar de los esfuerzos ingentes para dejar de lado esa cultura egófila, lo cierto es que en el momento que menos lo esperaba aparecía el ego.

Hace unos pocos días rompí con mi novia por culpa de mi ego. Mi ex socio me estafó y perdí mucho dinero y comencé a decaer en cuanto a mi comportamiento. Al no encontrarme en la misma posición económica que antes, me molesté y tenía un comportamiento acérrimo. Conseguí un trabajo donde me hice el propósito de serle fiel a mi ex novia a pesar de las oportunidades que se me presentaban para no serlo. Un compañero de trabajo llegó y me dijo por qué desperdicias las oportunidades, yo que vos me iba con esta o la otra. Yo le dije que no porque quería ser fiel. No sé por qué, pero para mí el noviazgo, sin importar si va a durar o no, es una etapa preliminar de algo más. A pesar de que solo fuéramos novios, yo decidí serle fiel por ser ella noájida y por ella serme fiel a mí. La situación económica no mejoraba y el tiempo que mi novia y yo pasábamos juntos se redujo debido a la escasez de dinero y falta de transporte.

La relación comenzó a declinar sin yo darme cuenta, pero era tal mi ego que lejos de salirme de ese ensimismamiento, me quedé aprisionado. Para serles sincero, ni siquiera sabía cuán ensimismado estaba. Seguía los mandamientos universales, escribía comentarios para ayudar pero seguía siendo preso de mi ego sin saberlo.

La forma de darme cuenta fue dolorosa, porque un día reaccioné como no tenía que haberlo hecho y maté la chispa del amor en mi ex novia. En realidad no pasó de repente, sino que producto de la separación gradual, la falta de comunicación y mi actitud acérrima la chispa del amor, o enamoramiento, en realidad no sé, se fue extinguiendo. Vivimos en un mundo que nos enseña a amarnos a nosotros mismos más que a nada, más que a nadie, a no tolerar “irrespetos” y a que se nos rinda pleitesía. Cuando eso no sucede, nuestros mecanismos primitivos entran en acción y destruyen todo. Sólo era un noviazgo pasajero pero la lección de vida que aprendí quedará en mí toda la vida.

Pero como los principios de la física cuántica lo demuestran, las cosas materiales son finitas, el sentimiento es material en cuanto a que ocupa un lugar etéreo en el tiempo y en el espacio y en algún momento terminará. En mi caso yo me apuré inadvertidamente e para que ese vínculo terminara entre ella y yo pero de todas maneras tendría que finalizar, quizás para convertirse en algo más, no sé, quizás amor verdadero, del que todo lo puede, o quizás en desenamoramiento. De todas maneras el enamoramiento no es amor, pero lo que sí lo es, es la oportunidad que me dio El Eterno de escarmentar, de ver cómo es que se puede ser esclavo del ego sin saberlo. Me siento avergonzado de mi actitud y lo comparto con ustedes para que aprendan de mi ejemplo.

La valentía no está en sulfurarse o debatir como si fuéramos esgrimistas. La verdadera valentía está en la ecuanimidad que nos permite afrontar situaciones sin enojarnos y sin berrear. El que se levanta y golpea a otro y gana la batalla de puños no es mejor que el golpeado, es sino un siervo de su propio ego. El que cree haberse salido de las garras del ego pero luego sucumbe a sus embates es débil y cobarde.

Ahora que escribo estas palabras con el fin de que aprendan de mi estupidez y no cometan los mismos errores que cometí, recuerdo un proverbio salomónico que decía que el buen padre no escatima en emplear la vara contra su hijo si éste yerra porque no hay peor odio que no corregir al que se encuentra en el error. Por algo Sun-Tzu decía que la mejor forma de derrotar al enemigo es adulándole y cito a este filósofo chino solamente para que se entienda qué clase de ser decía esas cosas, un asesino autor de uno de los libros más antitéticos a la actitud de un noájida como lo es el Arte de la Guerra.

La introducción de este comentario no busca excusarme por mi comportamiento sino dirigirse a los padres de familia, especialmente a aquellos con hijos en los Estados Unidos y naciones inclinadas al materialismo extremo, para que recuerden que lo que es algo autóctono o parte del folklore de una nación no significa que sea apegado a lo que El Eterno quiere. Recordemos el caso de nuestros antepasados que rechazaron la Torá y ahora sus descendientes andamos dando vueltas y estrellándonos en todos lados como abejorros por no apegarnos a la voluntad del Eterno y que si no fuera por los judíos piadosos como el Moré o los noájidas miembro de más antigüedad de este foro, seguiríamos golpeándonos más de lo que ya lo hacemos.

Pero como también dice un proverbio salomónico, no hay castigo que dure para siempre, sin embargo sería sumamente egocéntrico de mi parte el no compartir esta experiencia por dos motivos, primero porque me permite humillarme y ganarle la partida al ego y segundo porque nos permite aprender, crecer y ser mejores personas. Que El Eterno bendiga Israel y a sus siervos, que a través de milenios han guardado las enseñanzas sabias que dan continuidad al mundo y que bendiga al Moré por su especial amistad y consejo así como el de todos aquellos amigos y amigas que formamos parte de los noájidas servidores al Eterno y pedimos por aquellos que no lo son todavía para que dejen de lado sus egos y busquen construir Shalom.

 

8 comentarios sobre “Las consecuencias del EGO.”

  1. Hay mucho , pero bastante de lo que tenemos que limpiarnos. han almacenado toneladas de basura en nuestras mentes. Desde pequeñeces , hasta estupideces.

    Gracias por el consejo amigo!

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