¿Los límites limitan? ¡Qué novedad!
Sin ellos nos sentiríamos invadidos, difusos, faltos de orden, sumidos en el caos, confundidos, agredidos, masificados, indiferenciados.
Es bueno que existan los límites y mantenerlos en el lugar apropiado, para que lo interno/íntimo permanezca así en tanto se comparte con seguridad y entendimiento lo compartible.
Si sientes que transgreden tus límites, probablemente respondas desde el EGO, queriendo controlar lo que está por fuera de tu dominio.
Si no lo consigues, seguramente se intensifique tu malestar, pues te sentirás aún más impotente, más invadido por el otro, con menos recursos para disfrutar de la vida.
¿Qué te parece si tomas conciencia de lo que está sucediendo?
Como segundo paso, podrías comprometerte a demarcar los límites en tus relaciones interpersonales, para mantenerlos con flexible poder.
Luego, encontrarás que sostener tus barreras de manera proactiva resulta mucho más eficiente y placentero que la vieja apatía, aquella indiferencia sumisa con la cual te dejabas manipular por los demás.
Si estableces el límite saludable y te afirmas en él, pronto descubrirás que tienes recursos que antes dilapidabas en negaciones o regalándolos a personas que no son merecedores de tus bienes.
Es que, tú permitías que entraran, que ellos hicieran su juego, aprovechándose de ti.
Por miedo, a la soledad, al rechazo, al engaño, al regaño, al abandono, a la miseria, diluías los límites, los volvías confusos o inexistentes.
No mostrabas tu parecer ni expresabas tu sentimiento, sino que eras sumiso, un seguidor, alguien capaz de aguantar y aguantar con tal de no ser rechazado.
Y lo triste es que no eras feliz, no te gustaba tu vida, ni siquiera te convencían tus excusas y mentiras y muy en el fondo sabías que no te apreciaban, que no te valoraban, que no te querían. Aquellos que se llamaban tus amigos simplemente apretujaban tus entrañas para obtener de ti lo que querían, haciéndose pasar por los poseedores de autoridad, cuando en la verdad eran pobres desgraciados, gente sin poder ni calidad, pero que estaban allí para devorar tus entrañas.
Y tú lo negabas, lo excusabas, encontrabas justificación para tu malestar. Pero sufrías, y te lastimabas de una y otra forma. Con adicciones, con actos de violencia, con olvidos, fracasos en los estudios o en el trabajo, en parejas inestables y tóxicas, con amigos de tus bienes pero no de ti. Te lastimabas en vez de pararte sobre tus pies con firmeza y declarar tu deseo, tu objetivo, tu presencia. Eras quien corría los límites y servía como carnada para los vampiros de tu energía.
Pero, cuando comenzaste a poner los límites, captaste que no eras tan impotente ni los otros tan poderosos.
Viste que no era necesario esconderte ni huir, también podías luchar con armas nobles, manifestando tu sentir, diciendo lo que te gustaba o no.
Sí, ¡cuánto poder tienes y lo disfrutas al marcar límites saludables y sostenerlos con entereza!
Ya no precisas esconderte, ni refugiarte en caóticas excusas, ni mentir, ni aparentar ignorancia, ni lastimarte de una y otra forma.
Ahora manifiestas la capacidad natural tuya, a través de afirmar tus límites y afirmarte en ti.
El mundo no ha cambiado mágicamente, pero tú has avanzado para modificar tu forma de estar en el mundo.
Tu presencia se distingue, ya no eres una esponja para apretar y que entregues tu vida a cambio de nada.
Ahora tienes densidad, profundidad, existencia, voz y decides.
Solamente porque te diste cuenta de que era hora de marcar el límite, con un simple “no, gracias”, con un sencillo “quiero, por favor”.
Puedes ceder, porque así lo escoges.
Puedes ser flexible, porque tienes el poder para serlo.
Puedes negarte, porque es tu derecho.
Puedes acceder, porque es tu elección.
Está el límite, que te protege sin necesidad de armaduras pesadas, sin astucias del EGO.
Estás probando la libertad, y parece paradójico que sea gracias a los límites.
Hasta ahora pasabas tus oscuras jornadas en la prisión que habías construido con tu debilidad, con tus fantasías llenas de temores y dudas. Tus límites no eran tales, sino barrotes pesados que te asfixiaban. Demandabas seguridad, pero nunca te conformabas, ni siquiera dentro de una caja fuerte debajo de mil pisos de concreto. Pretendías el éxito, aunque te rodeabas de personas que te conducían al fracaso. Te culpabas, te angustiabas, no te permitías equivocarte para estar siempre en el error. Te sentías fallado, defectuoso y sin posibilidad de ser perdonado o perdonarte.
Miedo, mucho miedo.
Manipulación de uno y otro.
Fantasías y tristeza.
Decepción, malas compañías, enojo, llanto, soledad, materialismo sin placer.
En caos, confusión, ignorancia, sin límites saludables.
Pero ahora, tienes nuevas palabras que te impulsan:
- No
- Sí
- Gracias
- Perdón
- Por favor
- Decisión
- Fluir
- Bondad
- Justicia
- Comunicación
- Creatividad
- Compañía
- Independencia
- Felicidad
- Placer
- Bendición
- Satisfacción
- Equilibrio
- Simpleza
- Compromiso
- Responsabilidad
- Solidaridad
- Amor
- Límites
Todo lo que hacemos para encajar, pertenecer, a cambio de abusos. Instalaré mis límites sanos y cultivar mejor las sanas relaciones.
Me gustó mucho este tema, moré. Gracias.
Para reflexionar, por lo menos en mi caso es una auto descripción.
Hace unos días una gran amiga nuestra me hizo ver que el EGO me estaba llevando a tratar de controlar lo que no podía ni debía controlar. Aun falta mucho camino por recorrer pero lo importante es empezar y estar dispuesto a no desfallecer ante los obstáculos que aun faltan por superar.
Gracias Moré y gracias Eli.