Sobreviene la impotencia.
Se siente el “no poder”.
¿A quién no le sucede?
Cada día, incluso a cada hora, y hasta a cada minuto estamos a merced de carencia de poder.
Puede ser un fenómeno mínimo, casi imperceptible, pero que afecta de manera desproporcionada. O puede darse a la inversa, no hay reglas exactas ni determinismo.
La única regla es que ante ella se dispara amargura, desesperación, tristeza, abandono, violencia, caos. También incomprensión, dudas, ignorancia, oscuridad, sometimiento, angustia, sufrimiento.
Entonces, automáticamente se tiende a despegarse a cómo dé lugar de la realidad. Pueden ser evitaciones, evasiones, excusas, justificaciones, engaños, mentiras, verdades a medias, resistencia, rebeldía, obstrucción, renuencia, desobediencia, obstinación, intransigencia, negaciones, delirios, ensoñaciones, fantasías, farsas de poder, locura, suicidio. Poco y nada solucionan, en realidad engrosan la ansiedad, estrés, ira, el descontrol aunque no estalle de inmediato; el problema se agudiza, se multiplican las dificultades y se alejan las resoluciones.
Probablemente la desconexión de la realidad sea acompañada por llantos, gritos, pataleos y/o cualquiera de las acciones que se deriven de ellos. Estos mecanismos pudieran servir para recibir un poco de atención ajena, que en cierta medida restableciera el orden allí en donde el caos brotó a causa de la falta de poder. Pero, es muy probable que incrementen los grados de malestar, al inducir en otras personas estados de impotencia, provocar manipulaciones emocionales, culpar, amenazar, prometer salvación falsamente, incordiar, mover a situaciones lamentables.
Sí, los remedios parecen que resultan más dolorosos que la enfermedad.
Y sin embargo, se sigue en un ciclo negativo repitiendo lo que no ayuda ni mejora.
Convirtiendo la mala respuesta en un pésimo hábito. Generando una dura costra que impide el disfrute, que oscurece la LUZ vital, que impone una forma de ser rígida y poco adaptativa.
No es éste el camino para obtener la felicidad del momento ni para cosechar la gran felicidad posteriormente.
Si estamos destinados a ser felices, no es así como lo lograremos.
No puede coexistir la felicidad con el engaño, la violencia, la ira, el caos; porque se anulan mutuamente.
Entonces, ¿qué hacer?
Tal vez tomar la decisión de reaccionar de forma diferente sea la respuesta.
Porque el suceso ocurrirá, con tu aprobación o no; la ola de impotencia está viniendo. Si te preparas para surfearla lograrás crecer y añadir felicidad. Si simplemente te dejas llevar por el oleaje, estarás revolcado y en rotura, exiliado de ti mismo.
Sí, claro, tienes miedo a cambiar.
En verdad, tienes miedo.
¿Y qué es eso?
Suponer la impotencia de mañana y reaccionar a esa fantasía malgastando la energía y la oportunidad de hoy.
Recibe cada ola como viene, surféala.
Atiende cada cosa en su tiempo y lugar.
Aprende, convierte los eventos en experiencia.
Los éxitos y fracasos en aprendizajes.
Deja el pasado allí, y el futuro allá.
El miedo evapóralo, pero cuida la precaución.
Reza, pero no pretendas controlar al Eterno.
Ayuda al prójimo, sin despreciar tu personalidad, ni la de él.
Despójate de las caretas que te abruman, pero resalta aquellas que te representan en tu mejor forma.
Admite tu impotencia, y comienza a construir desde tu poder.
Si no me equivoco existe una frase del sr Albert Einstein
» la vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal , si no por las que se sientan a ver lo que pasa»
Gracias Morè.