Maneras de enfocar el estudio

Ya hemos trabajado este tema en otras oportunidades, lo retomo para darle una pequeña variación al enfoque.

Podemos encontrar cuatro maneras de encarar estudio de una temática cualquiera, pero especialmente cuando se trata de Torá:

  1. PSHAT
    Este nivel se centra en ejercitar la lectura correcta junto con la memoria mecánica. Memorizo los párrafos para luego repetirlos. No hay más que esto.
    Ejemplo: repito sin necesidad de leer “Bereshit bará Elohim etc.”.
  2. REMEZ
    Se entiende el sentido directo del texto, del hecho. Se lo decodifica quedándose en la literalidad. No se queda atrapado en el párrafo memorizado, pero tampoco avanza mucho más allá de comprender lo manifiesto y poder expresarlo llanamente y sin complejidades.
    Ejemplo: entiendo que el versículo “Bereshit bará etc.” está haciendo referencia al comienzo del universo y que éste fue creado por Dios, el que es llamado Elohim.
  3. DRASH
    Se analiza, cuestiona, pregunta, investiga, relaciona, asocia. Se rebasa el propio texto y contexto, para descubrir aquello que subyace explícita o implícitamente.
    Ejemplo: me pregunto cosas tales como: ¿qué o quién es Elohim?, ¿por qué no tiene otro orden la frase, podría ser “Elohim bareshit bará etc.”, ¿qué otra cosa es denominada reshit en el Tanaj?, ¿qué enseñanza práctica obtenemos de este versículo?, etc.
  4. SOD
    Es necesario poseer “la clave” para encontrar en el texto un subtexto que está oculto, escondido (¿adrede?) por el autor del mismo
    Si no se cuenta con la clave, o con la guía directa de un entendido, no hay posibilidad de descorrer el velo que reserva el mensaje de los ojos curiosos y ajenos.
    Ejemplo: que el apelativo usado para el Creador sea Elohim y no Ad-onai, tiene relación con la faceta bondadosa del acto creador. ¿Dónde está la Torá escondida en este primer pasaje de la misma?, etc.

Estos cuatro niveles o maneras de enfocar el estudio los podemos aplicar a cualquier estudio, sea de materias relacionadas a santidad o a las cotidianas.
Como por ejemplo:

  1. Aprendo de memoria el párrafo del libro de ciencias físicas para vomitarlo en la clase mañana.
  2. Entiendo las palabras que estudié, no solamente respondo automáticamente desde el recuerdo sino que puedo explicar la lección con sinónimos. Tiene un sentido concreto lo estudiado.
  3. Cuestiono lo que leí, lo asocio con otros temas, elaboro un organizador gráfico para plantear el párrafo de otra manera, busco información de conceptos nuevos o que no domino, puedo exponerlo y aceptar que me pregunten y tratar de elaborar ideas novedosas que no surgen exclusivamente del texto.
  4. Percibo que detrás del orden maravilloso del ecosistema debe existir un Diseñador, alguien que lo ha creado y le ha dotado de sentido, pero que no se lo ve a simple vista ni se lo puede demostrar con los instrumentos cognoscitivos de la ciencia. Admiro su obra, y me maravillo de que está pero se ha ocultado para permitirnos el libre albedrío.

También al estudio de asuntos que no son textos, sino fenómenos, situaciones, vínculos, etc.
Como por ejemplo:

  1. Digo algo que presencié: “El niño grita, llora, patalea, muerde, insulta, se tira al piso cuando la mamá le dice que vaya a dormir”.
  2. Entiendo que este chico está haciendo una rabieta y la madre no sabe muy bien cómo manejar la situación para conseguir que en orden y tranquilamente el niño vaya a la cama.
  3. Me pregunto, y trato de responder luego a cuestiones tales como: ¿Es algo frecuente? ¿Desde cuándo sucede? ¿Se intentaron otras modalidades para que se duerma? ¿El padre no participa? ¿Tiene otros momentos conflictivos similares? ¿Consultaron con un especialista? ¿Siguieron los consejos del especialista? Y puedo seguir preguntado, profundizando, respondiendo, abriendo otras puertas que no están siquiera a la vista.
  4. Reconozco la lucha por el poder que se está manifestando, veo al EGO actuar en ambos participantes, descubro las debilidades y vulnerabilidades de la madre, me doy cuenta de la habilidad del niño para hacer de su impotencia un arma de poder para manipular, etc.

Podría parecer casual, pero estos cuatro modos así explicados se corresponden con los cuatro hijos de la Hagadá, para los cuales habló la Torá:

  1. El que no sabe preguntar, repite de memoria.
  2. El simple, entiende pero no pregunta, no indaga, no duda, no contradice, simplemente toma la posta y comprende su sentido directo.
  3. El malvado, cuestiona, critica, no se queda con lo que le dicen o leyó, quiere más. En el caso de la Hagadá es el malvado, pero obviamente que se puede usar el poder mental para el bien.
  4. El sabio contiene en sí mismo a los anteriores hijos, pero además está en la búsqueda de la clave, del secreto, de reconocer la Presencia del Eterno en todos los hechos.

(Publicado originalmente para serjudio.com)

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