Lo material nos limita.
Así como el resto de nuestras dimensiones terrenales: emocional, social y mental.
Pero la dimensión espiritual nos libera.
Algunas limitaciones son concretas, ineludibles.
Por ejemplo, el paso del tiempo, de acuerdo a como lo vivimos en este mundo.
O cuando se requieren ciertos requisitos para un trabajo y no calificamos para ellos.
O si no somos ciudadanos de una nación, carecemos de ciertos derechos inherentes a ellos.
O el no poder controlar ni siquiera las cosas más ínfimas y banales de nuestro entorno, y de nuestro ser; siendo sometidos a todo tipo de avatares.
O la muerte, que en su faceta terrenal es la máxima impotencia posible.
Y así en decenas, miles, de circunstancias y situaciones.
La impotencia forma parte constante de nuestro ser, y forma una gran parte de nuestro Yo Vivido.
Y existen limitaciones que se generan en nuestro sistema de creencias.
El EGO jugando con nosotros nos impone falacias como realidades, encerrándonos en una celdita mental que nos niega la felicidad.
Por ejemplo, aquel que pudiera ser un excelente vendedor, pero se cree incapaz, inepto, infradotado y en base a esa realidad fabricada ni siquiera toca timbre a quien pudiera ser su comprador.
La chica a la cual le mandaron creer que como mujer no puede intervenir en ciertas áreas profesionales, y por ello se queda rezagada, amargada, con una falsa sonrisa atendiendo los quehaceres del hogar.
O la persona sumamente capacitada intelectualmente, pero a quien el EGO secuestro el pensamiento, llevándole a verse como un tonto, ignorante, merecedor de hostigamientos por su tara mental.
Y así podríamos sumar infinidad de ejemplos que probablemente te suenen conocidos muchos de ellos.
Conocer nuestras limitaciones reales nos permite emprender soluciones alternativas, o admitir la impotencia y dejar fluir aquello que no puede ser controlado.
Conocer nuestras limitaciones creídas y dar los pasos necesarios para quitarnos el yugo del EGO, nos alienta a avanzar en una aventura de mayor conciencia y felicidad.
Conocer la diferencia entre ambas, nos permite ser menos esclavos.
Para seguir meditando y creciendo:
«(5) Asimismo, yo he escuchado el gemido de los Hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto.
(6) Por tanto, di a los Hijos de Israel: ‘Yo soy el Eterno. Yo os sacaré de debajo de las cargas de Egipto y os salvaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros.
(7) Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Elohim. Vosotros sabréis que yo soy el Eterno vuestro Elokim, que os libra de las cargas de Egipto.
(8) Yo os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Avraham [Abraham], a Itzjac [Isaac] y a Iaacov [Jacob]. Yo os la daré en posesión. Yo el Eterno.’
(9) De esta manera habló Moshé [Moisés] a los Hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moshé [Moisés], a causa de la angustia de ánimo y del duro trabajo.»
(Shemot / Éxodo 6:5-9)